La luz del día inundó sus párpados tornándose ligeramente cálidos hasta el punto de ser incómodo, obligándolos a despertar. Sus hombros estaban tocándose uno al otro, pero fuera de ser un acercamiento, esto les indicaba si seguían uno con el otro. Ya que después de la situación de hace unas horas lo que menos deseaba su estabilidad mental era el quedarse en completa soledad.
Regresando a la realidad, Akashi, con una obvia ira reprimida, saco el smartwatch a la vista e indago por la pantalla. Seguramente alguien más murió mientras ellos dormían, tomando en cuenta que malditos psicópatas detrás de esto avisan a los concursantes cuando uno está a punto de perder la vida si coinciden.
Notó el pelirrojo como su acompañante a pesar de no perderle la vista, sus manos temblaban al no querer repetir lo que estaba haciendo. Muy en el fondo, Tetsuya no deseaba ver los rostros de quienes fueron condenados a morir y él, consiente de sí mismo, sabía que si veía y era cierto los datos en algunas personas, su mente recaería y a sí mismo se convencería de que era una presa absurdamente sencilla de…
—Kuroko —llamó su atención con una voz un tanto tranquilizadora. —Espero mis palabras no las hayas tomado a la ligera, he dicho que no moriremos aquí, somos inocentes ¿No es así?
Iba a responder, sintiéndose más tranquilo por sus palabras pero al abrir la boca el sonido que interrumpe fue el de su estómago exigiendo bocado. Inundado en vergüenza Kuroko voltea mecánicamente hacia otro lado con la cara encendida. Akashi lo observó fijamente a pesar de que el contrario deseaba todo menos eso. ¿Así que de eso se trataba la vida en sí? Una consecuente cascada de emociones que tanto están en la cima como caen a lo profundo, el sentido de supervivencia, ¿Dinero? o quizás solamente el bienestar de la persona que se sonroja con tu presencia. Se permitió hacer una mueca de sonrisa y tomar a Kuroko del brazo para levantarse.
—Tenemos que encontrar algo para que comas, ¿De acuerdo? — dijo en tono tranquilizador.
Kuroko solo bajo la mirada, respirando despacio y aferrándose con ambas manos al brazo de Akashi quien se extrañó de esa acción y cuando bajó la mirada para observar su rostro vio sus labios temblar.
Era impotencia, Kuroko no quería que el chico se preocupara por él, no podía defenderlo, siquiera a sí mismo. El pensarlo solo hacía sus labios temblar como si lo rodeara la nieve. Pero no deseaba abandonarlo, así que se dejó guiar cuando el pelirrojo se hizo de ignorar su estado y los instó a caminar en busca de algo para llevarse al estómago.
Cuando salieron de su escondite meramente improvisado la coincidencia, que para nada era eso, helo la sangre de ambos quienes, vieron un bate de metal y un pedazo punzocortante de acero oxidado abandonado plenamente a su vista, ya que era una invitación a asesinar.
La cuestión que indago de forma instantánea sus mentes fue lo ético entre lo malo y bueno, si eran peores personas a partir de ese momento.