A pesar de que las calles se encontraban completamente abandonadas, Akashi y Kuroko hacían de sus pasos más silenciosos con fin de no ser encontrados. Con el celeste cuidando de sus espaldas y Akashi levantando de forma preventiva su arma que reemplazó de ser la tubería poco estable a el bate dejándole con plena confianza a Kuroko la punta cortante su sostenía sólo con una mano. Se hicieron camino hasta la zona apartada de la ciudad con la esperanza de que nadie los hubiera seguido o peor, ellos hubieran llegado primero.
A las afueras había un fraccionamiento reconocido por pintorescas casas, familias acomodadas y amplia seguridad privada conectada a la publica. Akashi pensó en esto como un buen objetivo, probablemente ahí encontrarán algo para degustar y con suerte una arma que cause más daño. Su principal método era alejarse de esas personas pero en caso de emergencia al menos uno debía actuar.
El área contaba con varias entradas y salidas, optaron por la que en base a opinión entre ambos era la menos obvia. Inmediatamente entraron al lugar y consecuentemente a una casa, concluyendo que esta y las demás estaban deshabitadas, teniendo razón. Kuroko busco en la alacena sin obtener resultado, el pelirrojo tuvo el mismo resultado, y sin perder esperanza continuaron de esta forma, casa tras otra, buscando de arriba abajo, con el sudor recorriendo sus cuellos y nucas debido al esfuerzo que estuvieron de acuerdo a hacer.
Fue finalmente que pudieron encontrar una lata abandonada de comida en el cobertizo tras varios intentos donde incluso perdieron la cuenta. Kuroko la tomo con los ojos emanando alegría. Y volteando con semblante dulce ofreció aquello a Akashi quien abrió sus ojos sorprendidos ante el gesto del más chico.
—Esto es lo único que puedo hacer por ti —comentó de forma amable acercándose a él, quien a verlo excesivamente cerca dio un paso atrás.
—No es necesario. —cortó de inmediato Akashi para dar media vuelta y salir de la habitación seguido de un apesadumbrado Kuroko.
Tras sentarse en el primer eslabón de la escalera sin decir palabra alguna pidió a Kuroko la lata. Este ladeo la cabeza más confundido que nunca y se la entregó, finalmente le pidió su punta y lo observó.
—¿Como pensabas abrir esto, eh? — dijo sarcásticamente cuando clavó la punta en la tapa dejando salir algo de líquido que no dejó escapar y se lo llevó a la boca.
Cuando finalmente pudo abrir en su totalidad la comida enlatada se la dio a Kuroko.
—Tomala, te hará mejor a ti que a mi. Además… — hizo una pausa — la necesitas más que yo.
Kuroko la tomo sin chistar, pero no se animaba a dar un bocado. Hasta que Akashi le dio ánimos pasando su palma por su cabello, alborotandolo y sacandole una sonrisa sincera. Así que decidió comer, le causaba remordimiento hacerlo frente a él, pero sabía que si le daba algo más que el líquido que bebió voluntariamente iba a ser rechazado.
—Después de todo esto terminara pronto. — dijo Akashi.
—¿Porque lo dices? — pregunto Kuroko llevándose algo a la boca. Mentiría si dijera que no tiene hambre.
—¿Acaso tu lo olvidaste? — señaló el smartwatch que yacía en su pálida muñeca. — Esto se acaba en 24 horas.
Kuroko espabilo y miró el aparato. La pantalla sin brillo y como si un protector de pantalla se tratase, marcaba una cuenta regresiva que culmina esa misma noche.
Perdido en el marcaje de los segundos fue sumamente asustado cuando el brillo aumentó de forma repentina, volviendo al ciclo de hace horas. La pantalla proyectó un video de un sujeto en el suelo, sin nadie a su alrededor, con las tonalidades naranjas que indicaban el atardecer.
—Algunos de ustedes tendrán muertes rápidas, otros en cambio, muertes lentas — la misma voz se dejó escuchar. —Sugiero que sean rápidas.
Akashi se tensó y se levanto sin perder su mirada rojiza de la pantalla.
—Akashi ¿Acaso el es…?
—Si. — cortó de forma inmediata,fue el chico que arrojó cuando salvó a Kuroko. Apenas acababa de fallecer por la misma razón.
—El tiempo se agota y su tiempo para ganar su libertad se reduce.
La imagen cambió a otro sujeto, completamente solo. Se encontraba caminando con un cuchillo en mano y sin explicación alguna comenzó a arder en llamas. El audio se llenó en sus gritos de desesperación, sus ropas y piel eran fácilmente consumidas por las llamas, tirándose al suelo y girando completamente. No se detenían, su cuerpo comenzó a tensarse, su piel tornarse oscura, sus cabellos en llamas cayendo hasta descubrir su piel y arrasar con ella desfigurandola. Hasta que finalmente murió.
—Y si no se dan prisa en purgar sus pecados acabarán como el, un simple objeto que sirvió de prueba para mostrarles lo que sucederá a cada uno si se niegan.