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Getting away with Murder por ArthaielEng

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Vertía un poco de jugo de Arándano sobre un vaso sin perder atención al televisor, eran momentos críticos en los cuales la población estaba alarmada no por una guerra, no por la corrupción, ni un hecho de terrorismo o más fantasiosamente amenazas más grandes, lo eran ellos mismos su crecimiento.

A partir de esos años la ciencia había avanzado a pasos agigantados, desechando lo innecesario, motivando lo nuevo, drástico y de cualquier forma increíble. La esperanza de vida creció, la mortalidad descendió, la natalidad como fiebre se alzó en sobre medida. Agradecía un poco el espacio que aún le ofrecían aunque ya con desgana y por fuerza. Porque afuera era un caos, vivir era agotador y las reservas peleadas en esa aglomeración de gente que era más como una plaga.

Logro espabilar antes de derramar el líquido y lo ofreció a la pequeña persona que solo lo observaba a él en la barra de la cocina. Una niña pequeña, pálida como el, con los ojos color miel y un cabello azabache. Ella junto con él, eran los únicos que quedaban de los 7 en total. 5 funerales, 5 veces, 5 tierras removidas, 5 llantos.

Y si Tetsuya pudiera describir su vida sería un circulo, uno desagradable, que por más avance y pasos dados regresaba al mismo punto. Y ahora volvía a servir el mismo liquido ahora en otro vaso y junto a un plato con algunas tostadas llevaba en una especie de charola al cuarto de su ahora madrastra que, inundada en la depresión, decidió pasar ya los días dentro de aquellas 4 paredes, solo para recoger la comida anterior que siquiera tocaba ya. Antes de abrir la puerta adelantaba ya las palabras que serían dirigidas a su persona: No te quiero ver.

Ella, al igual que su anterior madre, veía a la ventana a través de cortinas que muy levemente le impedían la vista hacía el otro lado, eran traslucidas y grises haciendo ver de ese color el exterior. La habitación era espaciosa, forrada en sus suelos con una alfombra roja, la cama de 4 postes con madera seguramente importada. Dejaba los alimentos en la mesita de estar donde reposaba el anterior alimento jamás probado, por lo tanto la mujer bajo de peso drásticamente y su piel colgaba como si se estuviera derritiendo.

—Lárgate. — demando la mujer al ver la intromisión en su cuarto. El peliceleste no hizo caso y siguió acomodando lo que sería el desayuno del día. — ¿Por qué nunca me contestas? — pregunto.

Al escuchar lo último, Tetsuya dio un respingo ya que era la primera vez en bastante tiempo que le decía otra cosa, y esa no era la petición de irse inmediatamente del cuarto porque de igual forma la paciencia tenía un límite y en esa mujer que ahora lo volteo a ver con ojos brillantes en furia no tenía bastante de esa virtud. Dos o tres, tenían que ser pocas, sino sería objeto de cualquier cosa que tuviera a la mano y sería lanzado con sobrenatural precisión en la cara.

La mujer se acercó a él como un ángel de la muerte. Siendo irónico ya que ella lo empezó a llamar así. Se encontraba aún de rodillas frente a la mesita pero no tuvo el valor de pararse y encararse de nuevo, sabría lo que vendría, lo esperaba pero quizás no ese día, la marca en su ceja lo decía todo. Hasta cierto punto justificable, la señora gustaba de maltratarlo por la impotencia de haber perdido a sus hijos, el causante: El, por supuesto.

Tomo de sus cabellos medianamente largos y empezó a apretarlos con una fuerza que ni el mismo sabía de donde obtenía. Sentía sus dedos largos y huesudos ejercer la presión suficiente como para después de eso tener un día con dolor de cabeza. Podía describir la escena como la piel arrugada y aguada del antebrazo de la mayor moviéndose frenéticamente por los movimientos ejercidos en la cabeza del celeste donde terminaban algunas hebras de su cabello violentamente arracadas desde la raíz.

Tetsuya, como buen hijo se dejaba hacer, apretaba los puños y labios reprimiendo el dolor que aquellos jalones le hacían sentir. O la repugnante vista que es verla desde abajo con la poca iluminación pero que aun así dejaba ver esa sonrisa de satisfacción por verlo humillado reluciendo esos amarillos y grandes dientes ya separados en donde la risa soltaba silbidos por esas ventanillas, ¿Cómo lograba escucharlas? Ni él sabía, parecía que sus sentidos lo castigaban de igual forma aumentándose de sobremanera en esos momentos. El abrigo, la comida, la vivienda y sobre todo aquella niña que lo observaba en la barra de la cocina con anterioridad, eran su motivo de seguir soportando esa situación que se daba en los momentos de crisis de la mujer que seguía arrancándole sus peculiares cabellos mientras su risa aumenta.

Aseguraba incluso poder sentir uno a uno de ellos siendo desgajado, hasta que por fin sintió cierto alivio ya que soltó el agarre dejando punzadas en su cuero cabelludo. Conto nuevamente, uno, dos, tres... al llegar a 4 su cabeza estallo en la mesita en un golpe seco, excelentemente efectuado, pero aun así no se permitió temblar o soltar alguna queja. Cerro lo ojos con pasividad, volvió a contar iniciando de cero, al llegar a dos sintió el hedor metálico de su propia sangre que no lo dejaba respirar ya que salía de sus fosas nasales creando un desastre en la mesilla de madera que tenía las astillas levantadas. ¿Fue planeado? Quizás. Sintió los labios adormecidos, seguro los mordió o se le partieron de igual forma con el golpe, su nariz, seguramente estaba bien, si podía resistir el dolor era probable que no haya sido rota. Intento respirar en silencio por la boca mientras la causante soltaba carcajadas alrededor del cuarto, dando vueltas meneando sus ropas y su grotesca piel.

—Bien Tetsuya, ¿Qué te parece si me acompañas a comer? — dijo en un tono horriblemente amable.

Abrió los ojos sorprendido, y unas arcadas en su garganta se estaban formando antes de tiempo. Recordó que hacía unas semanas milagrosamente el plato cuando lo recogió estaba vacío. Ahora entendía el porqué. La mujer tomo el plato de tostadas recién hechas y las tiro al otro extremo de la habitación, corrió como pudo al tocador y como predijo antes de llegar a veinte, la había guardado especialmente para él. Al momento que abrió la puerta del tocador un olor pútrido lleno el cuarto y la desdichada mujer aspiro fuerte como si estuviera en un jardín lleno de flores.

Sentía los pasos de ella cada vez más sonoros y pesados cada que se acercaba a el de nueva cuenta, volvió a tomar de sus cabellos justamente donde había cesado hace unos momentos. Contar lo mantenía cuerdo pero apenas y llego a uno y vio el plato frente a él y un escalofrió le recorrió la espina dorsal, se trataba de un festín de carne podrida.

Alarmado empezó a quejarse sin abrir la boca, solo soltando sonidos de su garganta como si tuviera obstruida la capacidad de hablar propiamente. No quería abrirla, no lo haría, la mujer se sentó a su lado de rodillas de igual forma y sonrió plenamente como si le hubieran dado la noticia más grata en el mundo. Tomo la cuchara y partió primero un pedazo salchicha que como cualquiera cuando pasaron sus días se veía de un color verdoso, se cortaba fácil, por dentro el color morado prevalecía y al parecer tenía larvas, pequeños gusanos blancos se movían contorsionándose unos contra otros, unos delgados, unos largos, gruesos, en mayor cantidad, con el corte salieron libres en el plato y empezaban a moverse en el nuevo habitad algunos saliendo del plato otros quedándose ahí, el olor insoportable sobrepaso el de la sangre que aún caía cubriendo sus labios barbilla y goteaba cerca del plato.

—Vamos mi niño, ahí va el avión. — dijo con ternura tomando un pedazo de carne en la cuchara dirigiéndolo a su boca, salto levemente al sentir que de la cuchara caían esos molestos insectos en sus piernas y al suelo, quería huir, pero si el no recibía aquel castigo probablemente lo haría la niña que seguro lo espera afuera.

No abrió la boca, sentía el frio de la cuchara tocarle la boca pero la apretó lo suficiente para que no entrase, la señora seguía canturreando una canción infantil para calmar la rabieta de su niño y comiera de una vez. Al fin y al cabo, mamá lo preparo con amor.

Aquella maternidad no duro demasiado, empezó a chasquear continuamente como si tuviera un tic nervioso, y decidida en el labio abierto de Tetsuya dejo ir la cuchara lastimándolo y dejando caer más de su sangre. El celeste apretó los dientes y los puños, empezó a perder un poco más de su resistencia y empezó a temblar, aunque no tratara de respirar era inútil se estaba impregnando el aroma en su piel, los gusanos empezaron a subir por su cara. Vencido cerró los ojos y abrió la boca para degustar aquello.

Trago, sintió los pequeños animales moverse en su garganta y perderlos en su estómago, trago la carne de colores oscuros que se deshizo en su boca y le lleno todos los dientes. Insatisfecha comenzó a darle más y más, le jalo de los cabellos obligándolo a abrir los ojos, esa mezcla podrida y sangre, lagrimeaba un poco queriendo parar aquello pero sus ojos vieron que había otro pedazo de carne verdoso, lleno de moho y en otras partes crudas. ¿Acaso había salido ya de su habitación? No quería encontrar la respuesta y como castigo carne dura con hongos verdosos y blancos entro a su estómago que ya había resistido bastante...

Cerró la puerta de la habitación dejando a una eufórica mujer dando saltos en la cama y siendo recibido del otro lado por una niña con horror en sus ojos sosteniendo un pequeño botiquín hacia Tetsuya.

 


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