Habían caminado lo suficiente por los complicados pasillos del subterráneo en completo abandono y, al menos Kuroko, la presión del lugar comenzó a hacer estragos en su respiración sintiendo como la acción de inhalar se complicaba más conforme las horas pasaban. Akashi en cambio parecía inmutable, no decía nada ni demostraba siquiera temor, con su mirada escudriñaba su alrededor hasta donde la luz del aparato en su muñeca le hacía ver y cada que debían doblar alguna esquina se preparaba para atacar en caso de que alguien más estuviera ahí, independientemente de estar perdido o con intención de emboscada.
El chico de menor estatura no pudo evitar sentirse aliviado de, al menos contar con alguien con quien sobrevivir, deseando un milagro para evitar su final. Sabía lo que pasaría en caso de que ambos sobrevivieran, era el todo o nada, un solo ganador, un solo perdonado. En ningún momento de su vida se había planteado el asesinar a nadie pero sí para recuperar a su hermana debía de terminar con la vida del joven pelirrojo que aumentaba su tiempo con vida lo haría, lo traicionaría.
—Kuroko, ¿Sabes defenderte? — rompió el silencio el más alto poniendo cara de fastidio.
—Se huir. — contestó con temor a decepcionarlo.
—Bueno, al menos no tendré que ayudarte con eso. —dijo mostrando una mueca de sonrisa que lo tranquilizo haciendo que olvidara por unos segundos su situación.
Sin aviso alguno los smartwatch adheridos a sus pieles comenzaron a sonar, el volumen emitido del aparato puso totalmente nervioso al celeste que entrando en pánico comenzó a voltear a todo sitio respirando rápidamente por la boca, su nuca sintió el sudor frío, sus manos temblaban sin control, Akashi se puso en guardia, sentía como la presión hacía zumbar sus oídos, se mordía los labios intentando no emitir sonido alguno, encontrándose más confundido y alarmado que su acompañante que si bien su reacción no ayudaba le hacía mantenerse firme, porque el pilar psicológico en la situación había caído sobre sus hombros.
—Invitados, me es grato anunciarles que la justicia ha sido abierta en sus corazones que obraron mal hasta ahora. — la misma voz de un principio se hizo escuchar en ambos aparatos haciendo eco en el lugar, Kuroko se dejó caer de rodillas derramando lágrimas. Akashi atino a ver la pantalla. — Porque el injusto con vida debe pagar, en manos de otros pecadores que encontraran la rendición en su instinto más bajo, que el instinto los guíe a la salvación, que el inocente tome el valor.
La pantalla dio un parpadeo que incluso captó la atención del celeste a mirarla, un video comenzó a proyectarse, se veía oscuro en un principio pero varias luces moviéndose de un lado a otro frenéticas empezaron con aquello, los rostros de otros combatientes se veían con pedazos de escombro como armas, todos dirigiéndose a la pared, se logró observar el porqué.
Un joven que incluso se veía menor de edad se encontraba acorralado entre esas personas, con sus brazos intentaba cubrir su cara, las lágrimas surcaban su cara manchandola con la tierra de la cual ya estaba sucio, su piel era pálida, sus cabellos de color naranja, llevaba puesto suéter de color amarillento. La mirada de sus captores se deformaba en sadismo pero ninguno daba rienda suelta, hasta que uno, el más grande todos, corpulento y calvo, ayudado con una piedra grande que podía llevar en una palma dirigió el primer golpe.
Los ojos de quienes observaban, salvaguardados por la pantalla fueron testigos a lo que estaban sometidos, a lo que tendrían que hacer si querían sobrevivir, la sanidad se perdió porque tal y como la voz indico, los instintos más inhumanos se crearon al ver aquella escena, donde la roca dio directamente en la cara del chico, imposibilitado de defenderse, fue el blanco de buitres que se lanzaron a asesinarlo.
Tras varios golpes dirigidos al mismo sitio por parte del más fuerte y debido a la forma de la roca que sostenía, porosa y sin forma, desgarró la piel de la mejilla del muchacho quien soltó un alarido de dolor puro, los demás, con objetos similares e inclusive tuberías o pedazos de metal como el que llevaba Seijuro, dirigieron su ira al cuerpo del pelinaranja que estaba revolcándose en el suelo prisionero de aquellos salvajes. Conforme la cantidad de golpes crecía la sangre brotaba en más cantidad saliendo de su piel, salpicando con aquel color la pared donde se encontraba, dos, tres más, comenzaba a perder la consciencia. Las tuberías lograron hacer crujir sus huesos, sonido acompañado de los gritos cargados de locura, la violencia como salida, la primera víctima.
De su boca escupía la sangre mezclada con saliva y agua salina, se ahogaba en la mezcla grotesca de fluidos, su mirada perdía enfoque, su cuerpo se movía a compás del golpe recibido, alguien logró romper su rodilla, otro grito desgarrador despertó de aquel quien se aferraba a la vida y dispuesto a terminar con lo que inició, su cabeza fue destrozada por el que inició todo, suponiendo más fuerza de la normal y pidiendo un pedazo de metal, el crack proveniente de su cráneo desvió sus globos oculares haciendo uno salir de su cuenta, dándole muerte indicada en el aparato del chico que dejó de recibir las ondas de su corazón.
Porque el que no piensa con lógica no merece vivir, quien no es empático a nosotros, morir.