Eran las 5 de la mañana en punto, y la verdad… no tenía nada de gana de levantarse de su preciada cama. Había llegado a Tokio una semana antes de que las entrevistas de trabajo para Nikiforov Co. dieran comienzo. Permaneció unos 5 minutos mirando el techo, sin gana, hasta que terminó por ponerse de pie en un brinco. No debía demorarse más. Entró a la ducha, hizo su rutina diaria y se vistió con el traje que su madre le había comprado especialmente para la entrevista. Estuvo a punto de salir cuando divisó un borrón en el lugar donde se suponía debían estar sus llaves. Había olvidado los lentes de contacto. La verdad no tenían mucho aumento, pero si se le dificultaba un poco la vida sin ellos, así que literalmente corrió a ponérselos antes de salir equipado con su maletín.
Sí, estaba seguro que obtendría el trabajo. ¿Qué podría salir mal? Pero vaya que no tenía contemplado lo siguiente. Al llegar al recinto temporal de contrataciones de Nikiforov Corporation se encontró con la nada grata sorpresa de los cientos, no… miles de aspirantes esperando fuera de las instalaciones. Suspiró tan alto que algunos de los presentes lo notaron en seguida.
—Esto es un asco… —murmuró por lo bajo.
De pronto, una chica vestida de traje salió y, con un megáfono, se dispuso a hablar.
—Escuchen, aspirantes. Necesito dos filas, una de aspirantes a puestos en el área de producción y otra de aspirantes al área de distribución.
Todas las personas se segregaron formando así las dos líneas. Como era de esperarse, le tocó ser de los últimos de la fila de distribución, pero le hacía feliz el ver cómo la fila de aspirantes a producción era más larga. Aunque seguían llegando personas a ambas filas, la de producción seguía siendo la más concurrida.
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El tiempo pasó y, como si hubiera transcurrido un día entero, dieron las 11 a.m. Por fin era su turno de llegar con la recepcionista, quien resultó ser la misma chica de antes.
Yuuri observó cuidadosamente su entorno. El gafete de la chica decía Mila, por lo que optó por dirigirse así con ella.
—Hola, Mila —guiñó un ojo, esperando ganarse su simpatía.
—Oh, hola extraño. Ten, llena este formulario, ¿quieres? —le extendió la hoja sin siquiera mirarlo.
¡La fila era solo para llenar el formulario de entrada! Bufó al darse cuenta que estaría allí un rato más. Tomó la hoja y comenzó a llenarla, deteniéndose en el apartado de “experiencia laboral”.
—Disculpa, em… Mila —la chica volteó a verlo, algo cansada.
—¿Sí?
—Aquí dice que debo hablar de mi experiencia laboral, pero, ¿no basta con lo que dice en mi currículum?
—El currículum solo se lee si la hoja de entrada es convincente, sino sería mucho trabajo para nosotros, y por ahora somos muy pocos.
—Pero no viene la opción de 1 año de experiencia, ¿se necesita tener más que eso? —no podía creerlo, el esfuerzo había sido en vano.
La chica suspiró, más cansada todavía.
—Los señores Grisha Nikiforov y Yakov Feltsman tienen una regla estricta de cero tolerancia a personas sin experiencia laboral —sentenció severa—. Pero… recibimos órdenes directas del señor Viktor de dejar acceder a jóvenes como tú en la lista de espera.
—¿Es eso verdad? —tomó a la chica por los hombros, la cual se sonrojó en seguida. Había olvidado cómo se ponían las chicas cuando se acercaba demasiado a ellas.
—S-sí. Por favor sólo especifica cuánto tiempo tienes de servicio y tu universidad de procedencia, creo que eso será suficiente por ahora.
—Gracias —volvió a guiñar su ojo hacia ella, la cual tosió y se volteó a otro lado.
Yuuri se recargó cerca de la barra y retomó el llenado del formulario. Una vez terminado lo colocó con el de los demás aspirantes y tomó asiento en cuanto vio que uno se desocupó. Escuchó los cuchicheos de los demás aspirantes, mencionando que al parecer el señor Grisha Nikiforov había reclutado un gran equipo tanto de distribución como de producción, procedentes de sedes en otras partes del mundo. Así que tendrían a extranjeros trabajando con ellos. Escuchó a otro decir “¿es que no ha oído que los japoneses somos unos máster en eso de la tecnología? ¿por qué traer extranjeros?” mientras que otro contestaba “esto no es tecnología, estúpido, es mano de obra para productos sintéticos y obvio traerá chinos a hacerlo”. Sus comentarios le resultaban hilarantes al joven Katsuki, el cual reía por lo bajo.
Después de unas cuantas horas escuchó una voz proceder de la puerta más cercana al lobby.
—¡Siguiente! —la voz era grave y severa.
La chica de cabello rojizo se volteó a verlo y le sonrió, un poco más relajada.
—Es su turno, señor…
—Katsuki, Yuuri Katsuki.
—De acuerdo, pase por favor.
Se adentró a la oscura oficina de donde procedía la voz. ¿A caso dicha voz pertenecía al encargado de la sede? ¿a Viktor Nikiforov? Continuó su camino hasta toparse con una silla sencilla, nada parecida a la que estaba delante de él. El sujeto en la silla se encontraba de espaldas a Yuuri, viendo por el gran ventanal que apuntaba a la ciudad. Era una oficina lujosa, a pesar de ser provisional, pues no tenía nombre en el escritorio y al estar ubicada cerca del lobby le hacía pensar que solo la instalaron para las entrevistas.
No pudo evitar pensar que esos Nikiforov sí que se pudrían en dinero.
Tomó asiento de manera torpe en la silla que el sujeto frente a él le había indicado con un ademán, aún de espaldas.
—Katsuki… ¿eh? —el hombre giró lentamente su silla hasta quedar de frente con el mencionado.
Sus ojos se abrieron como platos al ver la imponente figura del hombre frente a él. ¿A caso ese era el famoso Viktor Nikiforov?