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Seducción por Kura-chan

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Notas del capitulo:

¡Nuevo!

Hola, paso a decirles que este fic está bastante adelantado en wattpad. Pueden encontrarme con Diana Judith8

Obvio, seguiré actulizando aquí

¡ENJOY!

--¿Listo? Kurapika…


Bajo las grandes y cálidas manos de Kuroro, él ya no pudo seguir fingiendo.  Se negó a descubrir su pecho aunque sabía que ya no serviría de nada. Durante toda su vida solo conoció una sola forma de hacer bien las cosas.


Y esa noche, todo lo que creyó se rompió.


Bajo el destello de la luna que no dejó de acompañarlos, evocó viejas memorias que quiso prever intensamente. Pero… pero ya no importaba.


 


Ahora envuelto en un ceñido vestido de color rojo y  con la larga cabellera dorada recogida en un simpático peinado acorde a sus rasgos, solo le faltaba un último detalle que era el que menos le gustaba.


--Pronto será hora, no demores…-- nuevamente aquel hombre yacía a sus espaldas y como era acostumbrado, Kurapika lo miró desde el reflejo del espejo en su frente. Su jefe se encontraba envuelto en un abrigo de invierno, con una taza de café en una mano y un bolso femenino en la otra.


La noche le tomó por sorpresa.


Con pesadez acobijó sus pies en los tortuosos zapatos de tacón, igualmente de color rojo y con detalles de brillantina. Sabía que cuando llegaba la oportunidad  le ayudarían en su perfecto y coqueto andar. Kurapika volvió la vista al cristal pero ignorando por completo al hombre del fondo, solo se concentró en su andrógina figura.


Mentalmente repasó los detalles que solía encantar a los hombres del casino:


Pequeña cintura, caderas un poco anchas, piernas contorneadas, rostro impecable, ojos grandes y… y un pecho sutil, ni muy grande pero tampoco pequeño.  Podría decirse afortunado por tener todas esas características a excepción de la última pero al reflejarse diariamente en el espejo, solo podía sentirse más utilizado. Soltó un suspiro por milésima vez y dijo: --Me molesta tener que ponerme este par…-- no concluyó pues era suficiente con señalar el relleno que mantenía en su brassiere.  Frunció la boca mientras veía como su jefe empezaba con sus burlas rutinarias.


Pero que descuidado, su imagen no estaría completa sin su inseparable labial rojo.


--Recuerda que esta será la última vez, Kurapika. – El hombre  le extendió el bolso y dejó caer su abrigo en los hombros del joven, ahora totalmente transformado.


Kurapika le arrebató  el bolso de mala gana y  se apresuró a taparse con la tela color marrón, aquel que le llegaba hasta los tobillos, sino fuera por los tacones de más de diez centímetros su jefe no habría tardado en burlarse de él. Algo que le faltaba realmente, era altura.


Bueno, no todo puede ser perfecto.


--Como sea. – concluyó y empezó  a caminar hacia la salida.


--Kurapika. – Lo llamó duramente.


--¿Qué?—No tardó en encararlo con el mismo tono, ya tenía suficiente como para tener que soportar regaños.


--Cuando regreses nos dividiremos la ganancia en partes iguales y entonces podrás tomar tu propio camino. – Por primera en su vida, aquel hombre mayor no parecía tener intenciones de expresar malos chistes o piropos sin sentido.


--Pero, yo soy quien hace todo el trabajo. —reprochó sin ganas.


--¿Ahora eres tú el bromista?


Ambos rieron para romper el hielo y dejar de lado la enorme tensión de la habitación.


Kurapika retomó la compostura de inmediato: --No sé a dónde iré después de esta noche, no tengo a nadie más…


--Pues con una fortuna en la cartera no me preocuparía por el destino.


--Jefe y ¿Usted qué hará? – Kurapika se vió algo afligido, por lo que perdió por un segundo su elegante postura y se encorvó levemente.


--Te he cuidado durante toda tu vida. – Sus arrugados y pálidos labios formaron una cansada curva. --¿No crees que merezco descansar? ¡Ah! Y por cierto quiero que me hagas una promesa.


--Jefe… todavía no nos despedimos.


--¡Escucha! Estos jóvenes de hoy en día… no saben respetar a sus mayores. –Su berrinche fingido de viejo senil siempre lograba sacarle una sonrisa. Retomó la conversación: –Aun cuando pienso que eres encantadora si deseas vivir como un chico, pues solo prométeme que no cortaras tu cabello. —en suavizó su expresión drásticamente, la ternura y sinceridad que expresaba era realmente reconfortante.


Las mejillas de Kurapika ardieron y como respuesta solo pudo bajar la cabeza y agradecer en la forma tradicional japonesa, su jefe era de procedencia europea por lo que le  parecía de lo más extraño que la gente se inclinara para saludar o como en este caso, agradecer y mucho más… despedirse.


--Y una cosa más. – se pronunció fuerte para que Kurapika alzara su cabeza. Lo examinó de pies a cabeza y continuó: --Jamás ocultes tu mirada. –


Las palabras estaban de más y ambos lo entendieron a la perfección.


Kurapika se dio media vuelta y sacó de su bolso el labial rojo, también regalo de su jefe. Sus altos tacones hicieron un leve estruendo que desaparecía mientras se alejaba, sus labios se tiñeron seductoramente y también delinearon sus últimas palabras.


--Nos veremos…


 


…--Si, hasta pronto…-- Susurró apretando más el agarre de su pecho, aun manteniendo a su galán encima de él se negó de rendirse. Su plan no había funcionado, era hora de huir.


Por primera vez en la noche se permitió ser él mismo, ya no era la chica encantadora y totalmente dispuesta entrar en los torcidos juegos de un multimillonario travieso. Era hora de mostrar las demás habilidades que poseía.


Podía verse tan frágil como una chica pero para situaciones como aquella, estaba muy bien entrenado.


Kuroro notó como la persona bajo su tacto dejó de sacudirse gloriosamente, pues ahora, Kurapika estaba tan rígido que podía jurar que estaba muerto. Así las inquietas manos dejaron de recorrer la pálida piel y los oscuros ojos tomaron distancia para tener un mejor panorama de la situación.


El brassiere a juego con el vestido voló por los aires y aún más, un par de pechos de plástico cayeron al piso y no hicieron ningún sonido. Kuroro fue el siguiente, estrellando su espalda en la alfombra de la habitación y con un dolor palpitante en la mejilla.


La escena no duró ni diez segundos… El juego empezaba ahora.


Kurapika tomó rápidamente su teléfono celular y con horror comprobó que eran las dos de la mañana y aún más… una interminable lista de llamadas perdidas de su jefe.


--Interesante…-- escuchó a sus espaldas y al girarse notó con horror como aquel joven de oscura cabellera se levantaba totalmente sonriente, estaba seguro de que su golpe al menos lo noquearía unos minutos.


Kuroro también era fuerte.


--¿Sabes por qué no te dejé que bebieras la copa entera de ese Martini?—Dijo mientras pasaba un dedo por sus labios que estaban sangrando.


Pero Kurapika no supo responder, solo hizo una rápida inspección a la habitación con un solo objetivo: dar con una posible abertura para escapar.


--Entonces cuando te desesperas pierdes todo rasgo de razón. – Volvió a pronunciarse sin dejar de lado su serenidad. Kuroro no perdió la oportunidad de admirar la esbelta figura de aquel muchacho, Kurapika no era la belleza que se imaginó pero al verlo ahí, con el torso desnudo, el cabello suelto, despeinado y con una pequeña mancha de labial alado de sus labios. Supo que el género de la persona era lo menos importante.


Ya sin los molestos tacones, Kurapika aprovechó los escasos segundos en que Kuroro se perdió por admirarlo y corrió hasta la ventana que era del tamaño de la pared entera. Su piel blanca palideció todavía más cuando notó como tenían la vista más hermosa la ciudad y además, se encontraban en lo más alto de un edificio.


Se miró en el reflejo del cristal así como también a su cita acercarse lentamente. Cerró los ojos y posó una mano en la ventana, solo esperando. Y así fue como Kuroro se detuvo a pocos centímetros y repasó cada detalle de Kurapika. Le encantaba.


--¿Sabes por qué no te dejé beber…?—reiteró sonriente.


--Cállate… hazlo y déjame ir. – La piel desnuda de Kurapika se erizó al sentir aquellas gentiles pero ajenas manos delinear la curva de su cadera y espalda. En su mente maldijo ya no tener ningún efecto de droga o alcohol, pues solo así hubiera podido soportar ese tipo de contacto. Aunque no lo pareciera, Kurapika jamás se había acostado con nadie.


Como su jefe mismo lo dijo “haz dejado a muchos en la calle antes de que llegaran a tocarte” ¿Cuál era la diferencia ahora? Lo había hecho como siempre, era muy seguro de sus habilidades y sus antiguas víctimas caían como fichas de dominó.


Hasta el momento ya tenía una vasta fortuna y por eso no quería seguir trabajando… pero, no podía culpar a nadie más. Quizá era hora de pagar por ejercer aquella torcida profesión.


--Sólo así podrás disfrutarlo al cien por ciento… -- volvió a susurrar Kuroro a sus oídos, su aliento a whisky ya no le derretía, pues de hecho le asustaba. –Eres solo un principiante…yo te enseñaré todo lo que debes saber ¿de acuerdo?


Aquellas palabras a sus oídos fueron más que una invitación, una peligrosa amenaza.


--Creí que quería castigarme. – Kurapika respondió en voz baja, abriendo los ojos y apretando el teléfono en su pecho.


A través del cristal no se evidenciaba el destello de la mirada de cada uno y fue entonces que Kuroro, tomó de los hombros a su pareja y lo obligó a mirarlo, en el acto su largo cabello dorado bailoteó y rozó su rostro. Que magnifica combinación de colores.


--Oh, mi querido Kurapika. Desde el momento en que te vi en el casino supe que eras mío… --ante el desconcierto de sus palabras, acortó la distancia mucho más. –Pero ¿sabes? Puedo decir que tu logro ha sido engañarme por un par de horas, después de que me propusieras ir a cenar, solo decidí seguir tu juego. Pero mi sorpresa no ha sido el hecho de que deseabas dejarme en la calle…--Kuroro acercó sus labios y rozó con suavidad los de Kurapika, continuó: --Si no hubiera llamado quizá no me habría enterado – concluyó y acobijó delicadamente la mano de Kurapika.


A escasos centímetros, el cuerpo de Kurapika dejó de temblar. –Entonces… ¿qué es lo que quiere?—preguntó y lanzó su larga cabellera hacia atrás ya qué le estorbaba la vista. Sus manos se separaron aun con desconfianza y fue el momento exacto cuando el teléfono empezó a sonar.


--Te quiero a ti. –


Así fue como Kuroro tomó la larga cabellera dorada y lo jaló hasta suspenderlo en el aire, acercó unas grandes tijeras y destrozó la promesa de Kurapika.

Notas finales:

Muchas gracias por leer

♥♥♥

Me haría muy feliz que me visiten en wattpad 

 

♥♥Kura-chan♥♥


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