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Seducción por Kura-chan

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Notas del capitulo:

Hola, les traigo un nuevo capítulo.

perdón por no subir seguido, de hecho en wattpad lo tengo mucho más avanzado, pero como estoy en el celular, es más fácil ahí.

Como sea, me daré tiempo de ponerlo auí tambiñén :3

El acompasado sonido del saxofón y el piano fueron los protagonistas de su singular presencia.


 


Kuroro caminó con toda la gracia que siempre lo ha caracterizado por el espacio no tan iluminado, de paredes amarillas y piso rojo con formas extrañas, graciosas pero muy simpáticas. Ante la expectante mirada de varias personas que seguramente ya no se encontraban jugando, al contrario de otras que se mantenían atentas a su mesa. Mucho más ligero y refrescado con el primer sorbo que tomó de aquel exquisito whisky dorado se dirigió a la mesa central, donde había un total de seis personas.


--Sea bienvenido. Por favor, póngase cómodo. –Dijo el joven encargado del juego. Él, situado en la parte central de la mesa semicircular le sonrió apremiantemente.


Sin embargo, esta vez Kuroro no correspondió al saludo, se limitó a tomar asiento sin dejar de examinar a sus acompañantes temporales. Sin mirarlos. Cerró los ojos un par de segundos, totalmente encantado por la música que sonaba de fondo, pensó que debía terminar rápido su primer juego ya que al parecer en poco tiempo una presentación se llevaría a cabo. Aquel escenario al final de la sala, estaba en perfectas condiciones para brindarles un espectáculo inolvidable.


--¡BlackJack!—Exclamó divertidamente y esperó.


A pesar de tener algunas indiferentes miradas y otras muy altaneras continuaba con su sonrisa triunfal. A su lado yacía un hombre en el cual no se molestó en analizar, sabía cuáles eran sus siguientes palabras. –Hey niño, papi te ha dado una fuerte suma de dinero para desperdiciar. – se bufó con una desagradable mueca. Pero Kuroro solo se limitó a prestarle atención a la elegante dama que se encontraba a su lado.


Ella no dejaba de mirarlos con una pícara expresión. Tan glamorosa y altiva que era imposible pasarla por alto. Kuroro la observó y saludó con un ligero asentimiento. En su país natal se acostumbraba a ser mucho más recatado y mantener el menor contacto posible con personas desconocidas, no por tener una mal imagen sino más bien era una cuestión de respeto al espacio ajeno.


Acciones que a ella no le parecieron.


--Me llamo Brenda, es un placer. –A contradicción del joven, ella le extendió su mano y por supuesto se veía dispuesta a recibir un beso. Petición que fue atendida satisfactoriamente, Kuroro la tomó con delicadeza y rosó sus gélidos labios en la piel de la mujer. Aquel contacto muy pocas veces lo había tenido pero sin duda era de lo mejor.


 


Exceptuando tipos desagradables.


El lugar era reconfortante, la música le parecía de la mejor selección, su compañía era encantadora y la noche apenas empezaba.


--Comenzamos. – El dueño de la mesa, mezcló las cartas ágilmente, revolviéndolas repetidas veces; solo tardándose menos de dos minutos. Cada jugador alrededor de la mesa se veía muy animado, quizá por las ganas de obtener nuevos ingresos o por el efecto del alcohol que en todo el lugar se repartía de forma gratuita. –Repartiré dos cartas a cada uno, entonces deberán sumar veinte y uno, si lo hacen en una sola vuelta obtendrán lo que se denomina BlackJack. Pero si no es el caso se le puede brindar las cartas que sean necesarias. Mucha suerte y ¡Que comiencen las apuestas!— Por supuesto, yendo en orden de izquierda a derecha empezaron a juntar las fichas en el centro de la mesa. El turno del hombre que se veía dispuesto a malograr la noche de Kuroro llegó y sin chistar depositó un total de medio millón de euros en fichas, ante las voces y miradas curiosas era una cantidad muy alejada de las demás apuestas.


El siguiente turno era de Kuroro Lucifer.


--¿Qué te parece si hacemos esto más interesante, niño?—Con expresión socarrona lo retó.


Sin embargo fue poco lo que pudo hacer ante la enorme indiferencia que recibió por parte de Kuroro, siempre apacible a las imprudentes palabras continuó intercambiando sonrisas con Brenda y sin más depositó su primera apuesta. Con total satisfacción dijo.


--Un millón de euros. – Y acercó las fichas con el resto.


Las pequeñas voces de las demás personas no se hicieron esperar pero era lo menos importante. Las siguientes personas también se sintieron retadas de manera indirecta y aumentaron la cantidad de sus apuestas. Al ser solo la primera ronda ya había una gran fortuna en aquella mesa.


Casi medio minuto de silencio y el encargado empezó a repartir los pares de cartas, teniendo mucho cuidado de mantenerlas boca abajo. Las siete personas estuvieron muy tranquilas hasta el momento en que se dio la disposición a revelar sus resultados.


El primer hombre de la izquierda hizo una mueca insegura de inmediato y pidió una carta más. A su lado había una mujer muy joven que parecía ser su hija, ella tan delicada y caprichosa, tiró el par de cartas a la mesa y soltó algunas groserías en voz baja. Kuroro y Brenda sonrieron al ver como en tan solo una vuelta había perdido toda su apuesta. Aquella niña realmente era tonta.


El tercer turno le correspondía al insoportable sujeto, el cual se aseguró de no ser visto por ninguno de los integrantes de la mesa, tan celoso de sus cartas que volvió impacientes al resto. Dejó sus cartas en la mesa boca arriba con total satisfacción, se trataba de un par de diez, y aunque estas no sumaban veinte y uno, una regla del juego era premiar al que más se acerque a la cantidad. Parecía una inevitable victoria, todos saben que es casi improbable tener un BlackJack en la primera vuelta.


--Un momento. – La joven mujer se pronunció exaltada. –Pensé que si no se sacaba veinte y uno no se podía ganar. ¡También tengo un par de diez!—golpeó la mesa y se dirigió furiosa al dueño de mesa.


--Usted se retiró del juego, señorita. – El joven, dueño de la mesa le respondió serio.


--¡No! Yo no sabía de esa regla. – Esta vez se acercó mucho más y su padre la tomó por los hombros.


--Siento mucho su situación pero debería tener conocimiento de las reglas antes de arriesgarse a apostar. – Terminó reprendiéndola y humillándola.


Sin causar mayor conmoción, Brenda aceptó su derrota dejando ver como tenía en total de diez y ocho en la suma de sus dos cartas así que de inmediato solicitó una más, para su mala suerte se había pasado del veinte y uno. Ella, se rio ingenuamente y esperó ver la jugada de Kuroro.


Él solo dejó el par de cartas boca abajo en la mesa y extendió su mano dando paso a la siguiente persona.


Un hombre un poco mayor a él, quien pidió una carta más y terminó igual que Brenda.


El último jugador era una persona muy delgada y de cabello corto, una misteriosa mujer que sin dudar un segundo pidió una carta más pero se permitió duplicar su apuesta.


Ahora con cuatro personas en pleno juego, todo se pondría mucho más divertido.


--¡Oye! es hora de que muestres que es lo que tienes. – Dijo a los oídos de Kuroro y él solo dio el pase al dueño de la mesa.


Las cartas volvieron a ser revueltas pero ahora en menos tiempo, la carta fue entregada al primer participante y él prescindió de revelar su resultado hasta el final de la ronda.


La mujer de extraña apariencia reveló sus ahora tres cartas y notó con total satisfacción como empató con el desagradable sujeto, ambos tenían veinte en total. Entonces Kuroro, emocionado por la situación se aventuró a revelar sus cartas y para sorpresa de todos se unió al empate. Dos cartas con las letras de K y J, que según las reglas del juego también cuentan como diez.


La tensión de los cuatro era evidente, el dueño de la mesa cedió el turno al primer jugador y él reveló con total decepción que se pasó de la cantidad, así que depositó sus cartas en la mesa sin dejar de ser reprendido en voz baja por su hija.


--¿Tomaras una carta más, niño, señorita?—


Ahora solo los tres en el juego.


La pregunta fue considerada y gradualmente la primera persona en hablar fue la mujer, quien dijo que se quedaría con sus veinte, convenientemente con la idea de ir a la segura. Dejando a solo dos en el juego. —Una más, por favor. – Nada fue lo que dejó pasar, Kuroro para extender su mano y recibir otra carta que de igual manera no reveló. A diferencia de las anteriores veces, miró con sorna y con su pícara sonrisa a su compañero de alado.


Haciéndolo enfadar e inflar su redondo rostro. –Bien, si así lo quieres. –susurró entre dientes y también extendió su mano.


Por supuesto, el dueño de mesa entendió el mensaje y además agregó.--Sus resultados, señores. –


El obeso hombre no se dejaría sorprender una vez más por aquel “niño” así que fue el primero el virar sus cartas, obteniendo un total de treinta puntos.


La carcajada de Brenda fue sonora.


La mujer de los veinte puntos se mantuvo expectante a los movimientos de Kuroro, así como el resto de la mesa, a los pocos segundos se puso de pie y aplaudió al nuevo ganador con total satisfacción. Que exquisita se había puesto la velada.


Kuroro reveló su carta. Y si, resultó ser el As. Teniendo en cuenta que es uno, no obtuvo un BlackJack pero si un glorioso veinte y uno. Que por cierto traía consigo más de dos millones de euros.


Toda una jugada ganadora.


 


Una vez más el saxofón se llevó el protagonismo de la sala pero no vino solo, una melodiosa y fina voz femenina inundó y acarició delicadamente el mejor casino del mundo.


--Tienes realmente talento, felicidades. – Dijo Brenda mientras posaba su mano en el hombro de Kuroro. Llamando su atención y alejándole de la mesa.


Con las fichas en sus manos, él ya podía sentirse un verdadero rey. Sólo un poco…


--Sólo fue suerte. – Kuroro le sonrió y aceptó gustosamente abandonar toda la diversión del juego y relajarse por un momento, ambos caminaron hacia el final de la sala donde yacía el pequeño escenario. Acompañado con una reina y además de personas que entendían a la perfección su gusto por la buena música.


Las miradas se llevó aquella morena mujer que lucía una blusa color rojo de gran escote, una falda blanca que ajustaba perfectamente a su pequeña cintura, sus tacones altos estilizaban por completo su figura, su encantadora voz y su cabello tan oscuro como el de él. Sin duda era atractiva pero por alguna razón ella tampoco llenaba sus expectativas. De igual manera con Brenda.


Kuroro pensó que no viajó tanto para buscar pareja, pero en aquel momento al ver a toda una diosa en el escenario siendo alabada por una multitud y tener a su lado otra belleza. No era lo que realmente deseaba. Todas las mujeres con las que se encontraba en todos sus viajes le parecían increíblemente atractivas, perfectas como esculpidas con diferentes tipos de delicado esplendor.


Aun así, ninguna le había llamado la atención seriamente.


La seductora pieza musical estaba culminando y al contrario del resto de la multitud, Kuroro no lo estaba disfrutando como debería. Estaba un poco molesto y con todos esos millones en su billetera, se sentía incompleto.


--Una copa, señor. – Muy cerca de él una voz suave pero no tan aguda le tomó por sorpresa.


Kuroro, al tener la mirada baja lo primero que notó fueron las pálidas pantorrillas delgadas y algo musculosas que lucían de lado justo debajo de aquella tela roja con filos dorados. No esperó nada para subir su mirada y recorrer con encanto cada detalle de aquel vestido al estilo asiático, hasta llegar a los primero mechones de cabello dorado que descansaban al lado derecho de la camarera. La bandeja de copa continuaba a su disposición pero no le dio importancia por un rato más, pues al encontrarse con el rostro de aquella mujer, sintió algo que le pareció imposible.


Era hermosa. No, totalmente magnífica.


Sus ojos azules le envolvieron en un inefable trance, uno de total perfección.


--¿Señor?—Ella lo volvió a llamar al ver como no respondía y más bien parecía perdido. La mujer acercó un poco más la bandeja y entonces Kuroro recobró la consciencia completamente. Tomó la copa de dorado licor, así como el cabello de la camarera; con su galanura característica.


--Gracias, hermosura. – Susurró sin miedo a coquetearle. Brindándole una cálida y arrebatadora sonrisa.


Recibiendo un asentimiento algo tímido como respuesta.


Kuroro observó con suma seducción a la camarera de cabellos dorados alejarse, con un andar algo peculiar y aquel movimiento de caderas que le obligaban a pensar cosas realmente impúdicas. Se alejó del tacto de Brenda y ni siquiera notó cuando la cantante pelinegra se retiró del escenario.


Tenía a la indicada.


Y quizá solo había sido suerte.

Notas finales:

Gracias por leer ♥


 


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