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Seducción por Kura-chan

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Notas del capitulo:

De inmediato vamos al siguiente.

Es una historia corta y por eso no me demoro mucho en escribirlo ♥

Su delicado y fascinante andar la llevó hasta el final de la sala, donde muy gustosa llenó una docena de copas. Sin establecer contacto con nadie, ni miradas, ni palabras; aun así no dejó de sobresalir gloriosamente.


--¿Sabes? Una bella mujer podría enamorarse de alguien como tú. -- La alucinante pieza de jazz finalizó a los ojos de Brenda pero no de su compañero. Ella descubrió su escote del peludo chal blanco y tomó su copa de un solo bocado.


--No me importaría que me invitases otra de estas-- dijo poniendo su más encantadora sonrisa y alzando la copa de cristal se giró para admirar a su cita. Aquel hombre que a sus ojos era todo un campeón.


 


Su expresión se borró de manera tosca.


 


La gente se disipaba a paso lento sin brindarle mayor importancia. Las luces del escenario bajaron de tono a sus espaldas y las habilidosas manos del pianista entonaron una pieza coqueta pero algo melancólica. Kuroro la abandonó en algún momento de la noche y lo que es más, un intoxicante hedor se presentó de manera molesta.


 


Brenda odiaba el olor del habano.


 


Miró desconcertada hacia las mesas, volviendo a acomodarse el chal furiosa. Encontró a Kuroro no muy lejos de su ubicación.


--Apuestas señores.


Ahora en medio de otra mesa de terciopelo verde, Kuroro dejó caer su ganancia anterior así como esbozó con total ironía una mueca casí parecida a una sonrisa mientras le devolvía la mirada.


Brenda no pudo evitar maldecir para sus adentros cuando notó que el hombre de sus sueños mantenía un asqueroso habano en su boca.


Totalmente inaceptable.


Su postura perfecta de dama se tergiversó y en vez de reunirse con él como lo planeaba, desvió su rostro y se marchó de la sala con paso firme y rápido.


 


Jamás se había sentido tan humillada en toda su vida.


 


Las luces bajas le permitieron perderse por completo entre el gentío. Brenda no se lo merecía pero desgraciadamente para ella, se interesó en un hombre juguetón, en todo el sentido de la palabra.


--¡No va más!-- Exclamó con fuerza el dueño de la mesa al mismo tiempo que alzaba las manos.


Si hasta ese momento había tenido dos rachas de buena suerte, entonces será como dice el reconocido refrán. "La tercera es la vencida"


Kuroro extendió su habano y dijo con total seguridad. --Voy al rojo-- Así como el vestido de aquella bella camarera ¡Qué mala suerte que no hubiera bolitas que emularan sus grandes ojos azules! Entonces sería mucho más fascinante.


La bolita fue lanzada arbitrariamente y la ruleta empezó a girar, aumentando la tensión así como la emoción.


 


Las cenizas del gran habano se desprendieron lentamente y cayeron al suelo alfombrado. Por supuesto, Kuroro se vió apacible ante cualquier crítica, solo deseaba jugar un poco. Quizá así lograba escuchar su voz, otra vez.


--Señor, no se permite fumar aquí.


Y lo logró.


Ella le acercó el cenicero de cristal y lo chocó con la punta del habano, apagándolo de inmediato. Llevándose la atención de la mesa completa, tanto así la voz del dueño de mesa se perdió y su "Gana el rojo" fue ignorado.


Kuroro estaba encantado con sus acciones. Era atrevida, hermosa y ¡vaya! Era hora de conocerla un poco más.


Sus ojos negros la buscaron con total tranquilidad, aparentemente. Solo encontrándose con su agraciada figura a traves del dorado alcohol de las copas. Pudo sentir como sus labios se abrieron sorpresivamente y de seguro se veía patético.


--Una... no¿Otra copa más, señor?--Ella no perdió la oportunidad para inclinarse a propósito y descubrir su pálida piel de su larga cabellera.


 


Sabía que era hermosa pero aquella noche la idea de ser una diosa le quedaba corto.


 


--Si estuviera jugando bajo alguna estrategia, juraría que tratas de embriagarme. --Kuroro tomó la copa sin dejar mirarla a los ojos.


Entonces la sutil risilla que soltó la camarera ocupó un lugar en su memoria, justo alado de su gran amor por la música.


 


--Tengo trucos que no necesitan alcohol-- Y su voz, aquella que no sonaba tan aguda como una talentosa cantante femenina. Sin embargo, su etiqueta de perfecta se mantuvo intacta.


Las fichas que ahora duplicaban su fortuna fueron puestas a su lado. Las seis personas de la mesa supieron de inmediato que Kuroro Lucifer no jugaría la siguiente ronda.


 


Tres golpes de total fortuna en una sola noche...


 


Ella volvió a darle la espalda, brindándole una vista placentera. Solo que esta vez, no la dejaría ir.


--¿Acaso es eso una invitación?


Su aliento a whisky le resultó tentador, así que en un rápido movimiento detuvo su andar y le cedió la bandeja a otra camarera.


Ella, tan coqueta, se giró elevando las comisuras de sus labios que brillaban con el labial rojo.


--Un verdadero caballero siempre hace una correcta invitación--Jugueteó con uno de los mechones de su dorada cabellera y se marchó.


 


¿La tercera es la vencida? No, ahora mismo comenzaba su cuarta ronda y podría jurar que no era la última.


 


Ella entró con algo de prisa al baño de empleados y corrió al espejo, donde se miró de pies a cabeza. Solo un par de horas habían pasado desde su entrada al casino y parecía una eternidad.


No había por que alarmarse pues se veía radiante, pero por si acaso retocó su maquillaje, teniendo precaución de resaltar el rubor de sus mejillas y hacer brillar seductoramente sus labios. Acomodó rápidamente su peinado y deslizó sus dedos por la tela roja que cubría su silueta, no tan despampanante como otras mujeres.


Algo cansada prescindió de sus tacones por escasos segundos, pisando la fría baldosa. Que gran deleite se permitió antes de entrar en calor.


 


Su noche apenas estaba empezando.


 


Al contrario de Brenda, ella no tuvo pena ni vergüenza de sacar un cigarillo alargado de su bolso y degustarlo con total descuido. Sino hasta el momento en que una melodía llegó a sus oídos.


Una llamada entrante.


Se deshizo de la frescura que brindaba aquel mentolado humo y contestó con algo de pesadez.


--¿Qué quieres?-- tragó saliva.


--¿Cómo vas, preciosa?-- La voz del otro lado se escuchaba socarrona y profunda.


--No me molestes... no es nada cómodo


--Bien, bien, bien. Por lo que veo, estás con tiempo libre.


--¡No! Para nada -- Llevó el cigarro a sus rojos labios. -- Tengo una cita ganadora esta noche--


--¡Esa es mi niña!


--¡Cállate!


Ambos rieron como si estuvieran frente a frente.


--Debo colgar, galán-- Se aclaró la voz.


--¿A media noche?


--Claro, cariño.


Cerró la llamada sin dejar de probar su cigarrillo que se consumía rápidamente.


Con la misma prisa que tuvo al entrar, volvió a ponerse los tortuosos tacones y aguardó solo un poco.


Seguramente razonando lo que haría las próximas horas.


--Creí que no era permitido fumar aquí.


Todavía era temprano para recibir tantas sorpresas.


Sus ojos azules se encontraron con aquella mirada profunda que de alguna manera la inquietaba. Kuroro Lucifer era como un niño, uno muy travieso.


--Tampoco es permitido acceder a los baños para empleados. -- Ella se las arregló para lanzar el cigarro a la basura así como para relamerse los labios.


Kuroro alzó una ceja sin una pizca de duda--Digamos que a veces es divertido saltarse las reglas-- Le extendió la mano con total galanura.


Acción que la derritió por un segundo. Tenía que recordar que en un juego siempre habrá un ganador y un perdedor.


--¿Sólo a veces?


Correspondió totalmente y se dejó llevar.

Notas finales:

Los amo ♥


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