Miraba aquella escena incrédulo a creer que fuese real. La persona que tanto amaba, en quien tanto confiaba, a quien tantas promesas hizo, y quien tanto le prometió; besaba con dulzura aquellos labios ajenos, sin notar en lo absoluto su presencia.
— Yuuri ¿te casarías conmigo?— a su mente vinieron los recuerdos del día mas feliz de su vida
— pero Víctor, ambos somos alphas— hablaba el japonés, entre nervioso y asombrado
— ¿y eso que? El genero, la jerarquía, el estatus social, y demás, nunca han sido obstáculos para el amor— soltó el ruso, mientras lo sostenía de los hombros, haciendo que el mas bajo lo mirara
— pero ¿y tu familia?— preguntó inquieto
— lo que opinen ellos da igual, solo me importas tú— afirmó mientras pegaba su frente con la del pelinegro
— de acuerdo— aceptó este ultimo, y fue suficiente para que el ruso mostrara un rostro realmente alegre
— entonces es un hecho, a partir de hoy serás mi prometido, porque sin importar lo que digan, dos alphas son mejores que alpha y omega— luego de aquella declaración, vino un beso lleno de amor, pasión y deseo.
Todo era tan diferente en aquel entonces, Yuuri era su vida, lo amaba, y sabía que el japonés correspondía a aquel sentimiento. Y a pesar de que sus problemas comenzaron ese día, con las exigencias de su familia por un heredero, y la impotencia que el sentía al no poder ser padre; nunca se arrepintió de haberlo elegido a él por encima de todo, porque Yuuri era su mundo. El creyó que el amor que ambos sentían era tan fuerte que podría superar cualquier obstáculo.
Sin embargo ahora, lo miraba ahí, cegado a lo que ocurriese a su alrededor por dirigir toda su atención a una sola persona, que muy a su pesar, no era él. La impotencia y rabia inundó su corazón en aquel momento, por lo que cerró su puño y prefirió alejarse de aquella habitación, sin hacer o reclamar nada; no se dejaría dominar por los celos, porque no podía darse el lujo de dejar que todos sus planes se arruinaran, y tampoco el de perder a la persona que mas le importaba en el mundo por ellos. Por lo que, era hora de ponerle un final a todo esto, antes de que sea demasiado tarde, y ya había tomado una decisión.
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El japonés se separó de los labios del contrario de modo lento, siendo apenas consciente en ese momento de lo que había pasado. Se dejó llevar, otra vez, e igual como las otras veces, su cuerpo aun le exigía mas tacto con la persona que tenía en frente, y si no fuera por el ruido que creyó escuchar un poco antes de cortar el beso, habría sucumbido a su instinto.
— lo lamento...— se disculpó, mientras el rubio permanecía en silencio.
El mas joven no sabía como debía actuar, ni que hacer, estaba confundido y... un poco excitado. Y el saber que no era la primera vez que ocurría aquello, solo lo ponía inquieto. Intentaba decirse a si mismo una vez mas, que al estar con el nipón solo afloraba su instinto omega, y que era natural por tratarse de un alpha; pero muy en el fondo sabía que esta vez fue un poco diferente a lo de antes, pues era la primera vez en la que, sin perder la cordura, él en verdad lo deseó. Y es que no hubo una pizca de negación en su mente, ni consciencia que le advirtiera que eso estaba mal, y ese hecho lo asustaba.
— no te preocupes, a estas alturas no importa...— respondió al fin, intentando ignorar todo lo anterior y tratando de tomar las cosas con calma. Después de todo si lo pensaba bien, había mucha posibilidad de que todo esto solo ocurriera debido a su embarazo, pues existía una conexión muy real entre ese japonés y él a causa de ello, así que se permitiría estar tranquilo creyendo en eso.
El japonés lo miró con alivio al escucharlo, pues el saber que aquel acto no causaría un nuevo conflicto entre ellos le hacia sentir mas calmado. Aun cuando las dudas en la mente de él, no eran tan diferentes a las de su compañero.
— Yuri— comenzó de nueva cuenta el mayor— lo que quería decirte sobre el bebé, es que quiero que sepas que si en algún momento decides no querer dejarlo, tendrás todo mi apoyo.
Eso dejó un poco confundido al rubio, ¿no querer dejarlo? No era tan egoísta, ni tan estúpido como para no comprender que en su situación no tenía opción. ¿Qué podría hacer el, siendo un omega, solo en el mundo con un hijo? Si fuera solo la dificultad de criarlo, estaría dispuesto a afrontarlo sin el menor temor; pero no se trataba solo de eso, si no del estatus que su hijo tendría si llegara a ser criado como un hijo bastardo. Eso en el caso de que en verdad llegara a nacer; pues si era descubierto por sus padres o JJ, no dudaba que estos se libraran de su hijo por mantener su prestigio.
— no me voy a arrepentir— respondió seguro, mirando de frente a Yuuri, quien le devolvía el gesto— tengo muy en claro que este bebé no es mio, no puede ser mio, el o ella es tuyo y de tu esposo— continuó, aun sin entender la razón por la que le dolía tanto decir la última frase.
El nipón lo observó, podía notar la tristeza en la voz del otro, y no podía evitar sentirse mal por todo esto. Yuri era ocho años menor, un tiempo considerable, que sin embargo no fue impedimento para unirlos. ¿Cómo hubieran sido las cosas si hubiera conocido al rubio antes que a Víctor? No podía evitar preguntarse eso.
El chico era de un estatus mayor al suyo, pertenecía a la clase uno, sin duda dado el caso tampoco lo habría tenido fácil, pero... ¿Y si Yuri hubiera nacido unos años antes?, ¿y si él no hubiera nacido como un hijo bastardo?, ¿y si en lugar de los sentimientos de culpa y el arrepentimiento por lo ocurrido aquella noche, hubiera podido gozar de la dicha de saber que sería padre?, ¿y si sentir todo lo que sentía por aquel omega le hubiese traído alegrías y no penas y confusiones?, ¿cómo hubiera sido todo? Si todo se hubiera dado en una situación totalmente diferente. Sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a salir sin control, y cayó frente al menor para sollozar en sus rodillas.
— perdóname— se disculpaba ante la mirada de un rubio que no entendía lo que pasaba, ni porque Yuuri se veía tan débil en aquel momento. Su corazón dolía al verlo así, no entendía el porque, pero no le gustaba.
— oye, no llores, ¿que te ocurre?— intentaba calmarlo sin éxito
— en verdad lo siento...— volvió a decir el nipón sin parar de sollozar
— no seas idiota— el omega por impulso, comenzó a acariciar suavemente la cabellera del alpha, mientras este continuaba desahogándose — estas muy grande para hacer este tipo de cosas, los alphas no deberían mostrarse así, menos frente a nosotros, te vez patético mojando mis rodillas— continuaba el rubio, intentando no sucumbir ante la escena, a pesar de que unas cuantas lágrimas ya lo estaban traicionando
— perdón, pero desde que era un niño en cuando empiezo a llorar no me detengo— decía, sin dejar de aferrarse al ruso
— ¿pero porqué estas llorando ahora?— preguntó sin comprender
— porque soy un alpha débil, porque quiero protegerte y no se como, porque no sé que es lo que debo hacer exactamente— respondió sincero, confundiendo mas al menor. Sin embargo no indagó mas en el asunto, y lo dejó desahogarse, mientras el comenzaba a hacer lo mismo.
No recordaba haberse sentido tan débil antes, pero quizás sacar todas sus penas en aquel momento, y tratar de intentar que el llanto se llevara todo el dolor, no era una mala idea, así que simplemente lo dejaron fluir.
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Víctor se hallaba en la sala principal, fumando ya su tercer cigarro y pensando seriamente en su situación actual. Tenía miedo, era la primera vez en cinco años, en la que sentía que en verdad su matrimonio caminaba por la cuerda floja, a riesgo de caer y desmoronarse.
— ¿en que piensas?...— escuchó una voz conocida, por lo que giró su vista en dirección a esta, y ahí estaba, su abuelo, parado justo frente a él.
— ¿no deberías estar descansando?— preguntó en respuesta a su pregunta, mientras el anciano tomaba asiento a su lado
— nunca me he caracterizado por ser un viejo senil y enfermizo— dijo serio, al tiempo en que tomaba uno de los cigarrillos de su nieto— ¿has pensado en mi propuesta?
Víctor guardo silencio unos segundos antes de responder, mientras daba una bocanada a su cigarro y exhalaba el humo.
— lo hice, y acepto— soltó serio, haciendo que el anciano sonriera— nos iremos a vivir contigo a la casa grande, pero con una condición— ante eso el mayor se extrañó un poco
— ¿y cual es esa condición?— realmente no tenía idea
— que el omega permanezca en un lugar donde ni Yuuri ni yo podamos tener oportunidad de encontrarlo, no quiero verlo hasta el día en que nazca la criatura— y eso lo confundió mas. No entendía los motivos de su nieto para pedir algo así, pero no se lo negaría; después de todo, esto era conveniente para él, y para los planes que tenía para ese chico
— esta bien, cuenta con ello— respondió, mientras Víctor sonreía de lado.
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Yuuri lavaba su rostro en el baño, intentado borrar cada rastro de lágrimas. No entendía la razón que lo llevó a desahogarse de aquel modo, y sincerarse así con el menor; pero por alguna razón, ahora se sentía mas aliviado y calmado, sobretodo porque pudo lograr que el omega hiciera lo mismo.
No es que le gustara ver llorar a Yuri, solo entendía que las penas debían expresarse para que no se convirtieran en recuerdos amargos después. Y nos es que con llorar pudieran resolverse las cosas, pero al menos el hacerlo aligeraba la carga.
Por su parte el menor, miraba por la ventana de su habitación . Había pasado mucho tiempo desde que se sintió así; tan débil y vulnerable; no le gustaba esa sensación, pero no podía hacer nada para quitársela.
Todo estaba tan mal. Intentó no hacer caso omiso a las voces de su consciencia, a las pruebas que se presentaron con anterioridad, advirtiéndole que no se dejara arrastrar por la corriente, porque de hacerlo, no habría marcha atrás; pero fue inútil. Debía admitirlo, desde el primer día el sucumbió ante aquel alpha, y no fue consciente de eso hasta hoy.
Debía encontrar una salida, tenía que existir una. No podía permitirse tener estos sentimientos. No por alguien que ya estaba casado, no por alguien como él. Podía aceptar cualquier cosa, menos ser dependiente de alguien, otra vez.
De pronto el sonido de la puerta llamó su atención, por lo que volteo a ver y se encontró a Víctor en el umbral, este traía un rostro serio.
— alista tus cosas, te mudas hoy— ordenó, para luego marcharse. No entendió nada, pero no iba a desobedecer, después de todo, tal vez dejar esta casa sería lo mejor para él.