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Colisión Dimensional por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Hola vuelvo depues de mucho tiempo, ya pasamos el cumpleaños de Saga, pero se viene el de Aioria, así que espero terminar este fic que se alargó más de la cuenta para ese momento.

Pido perdón por dejarlos abandonados por tanto tiempo, pero no tenía las insparación para seguir y la universidad y otras cosas me quitaban mi tiempo.

sin retrasarlos más espero les guste él cap.3 el penúltimo, si algo no se entiende no duden en escribir.

 

CAPÍTULO III

 

— ¿Donde diablos estamos? —  murmuró uno de los castaños tras Saga.

El templo se alzaba imponente bajo sus pies, el aire era hasta más seco que en la tierra y eso molestaba en gran medida a Saga acostumbrado a un clima de completa humedad, sentía sus labios secos y quizás exageraba pero hasta podía sentir la piel de sus manos resquebrajarse, pero prefirió callar, no era momento de ponerse quejumbroso, no en la situación en la que se encontraban.

—  ¿Saben de quien Dios podría ser el templo? —  preguntó en voz alta a los otros cuatro hombres, recibiendo resoplidos y gruñidos.

—  Ni idea, los tres dioses mayores poseen sus dominios en la tierra, para el resto sólo existe el Olímpo o una vida nómada, los titanes perecieron y en su mayoría descansan encadenados al tártaro, bueno excepto uno que ha sido uno de mis mayores dolores de cabeza—  El Aioria de la dimensión del bucle se puso a su lado al momento de hablar, su rostro lucía serio y preocupado, porque sea quien sea la persona que viviera en el templo no sería nada bueno.

— Los géminis están relacionados al control de las dimensiones, bueno, más que al control, son los caballeros capaces de abrir portales entre ellas, que distintos Sagas se encuentren en este lugar no debe ser al azar, Crono conoce algo que quizás nosotros no comprendemos y planea utilizarlo para su beneficio—  el mayor de todos tomó la palabra esta vez ganándose la atención de todos y de paso provocando un escalofrío en la piel de los hombres que se encontraran en aquel lugar.

— Sólo tenemos que averiguar que es lo que quiere antes de que sea demasiado tarde—  el menor de los leones habló decidido demostrando aquel ímpetu que poseían los caballeros de la quinta casa.

— Bien, saltaremos e intentaremos no morir en el intento— el rubio sonrió de lado contagiando a Saga en el proceso que respondió con una pequeña sonrisa dejando embobados a los tres mayores.

—  Ven, Saga, saltarás conmigo—  El león mayor se acercó al de cabellera azulada pero fue detenido por los otros dos caballeros.

—  Espera ¿Por qué tu? Yo llevaré a Saga conmigo, aun no confió en tus actitudes de buen padre—  respondió el dorado de cabello rubio y de paso siendo contradecido por el otro Aioria, formando una ridícula discusión en donde él quien llevaría a Saga era el tema principal.

Pero ellos tres habían olvidado que había otro león entre ellos, mas joven, más impulsivo y al parecer con un sentimiento de molestia que comenzaba a nacer de él cuando los otros tenían la atención de su compañero.

Saga sintió su manos ser agarrada con fuerza,, vió el rostro de Aioria sonreírle antes de sentir como era jalado y estrepitosamente caía hacia el templo. Era la segunda vez en ese día que sentía esa sensación, la segunda vez que Saga sentía la mano del moreno aferrarse a al suya con fuerza, algo que pensaba que sería mucho más cómodo de hacer si no cayera en picada temiendo por su vida, el aire revolvía sus cabellos, si no podía aterrizar bien sería un gran problema, y vaya que Saga temía, toda su vida estuvo alejado del suelo, todo el tiempo nadó entre las profundidades del océano, el como  caer no algo muy común para él y en esos cortos segundo se arrepintió de no haber participado jamás en los entrenamientos con los demás caballeros, si lo hubiese hecho al menos sabría como caer sobre sus pies y no como probablemente  lo estaba a punto de hacer.

Cerró sus ojos, sabía que su cuerpo podía resistir una caída como esa, no salir ileso, pero quizás no morir, se aferró fuertemente a la mano que lo sostenía, sintió la cercanía del león junto a él, su calor traspasando la armadura dorada, se aferró aun más aun sin abrir los ojos, escuchó el golpe contra el suelo, sintió el polvo colarse entre sus fosas nasales y aunque el golpe jamás llegó seguía aferrado a su salvavidas.

— Sabes, no me molesta para nada que me abraces de esta manera pero ya llegamos a nuestra parada— Aioria tenía un tono de burla en su voz, algo juguetón, muy diferente al que usaba cuando estaba molesto, produciendo una descarga eléctrica por la piel de Saga y una extraña y nueva sensación en su pecho.

— Me tomaste desprevenido, eres un idiota— respondió el geminiano con su cara seria mirando hacia otro lado, con sus dedos aun hormigueando por la cercanía que tuvo su piel con el león.

El tono burlón y la sonrisa del león menor se borró y se maldijo internamente por lo que acaba de hacer, ya llevaba varias cosas que agregar a la lista de porque Saga terminaría odiándolo, claro, si es que lograban salir vivos de esa extraña situación llena de misterios, mitología y un titán rencoroso que de seguro buscaba poder y venganza.

Tras escuchar otros tres golpes contra el suelo y que la nube de polvo se disipara el rubio se acercó a su lado dándole una especie de apoyo emocional que agradeció en ese momento. — Mejor suerte para la próxima compañero, aunque debo admitir que fue una buena jugada— rió apoyando su mano contra la coronilla de su cabeza.

— No hay tiempo para más charlas, nos hemos quedado sin factor sorpresa entremos rápido y estén listo para cualquier cosa— El castaño de en medio fue quien tomó la palabra, acostumbrado a las batallas con el titán del tiempo, teniendo la experiencia necesaria para saber que Cronos no era alguien a quien tomarse a la ligera.

Los cinco dorados comenzaron a avanzar hacia el interior del templo, pilares blancos, piso de mármol grisaseo brillante, algunas estatuas de un hombre encapuchado cargando un cetro parecido al de la diosa Atenea, aquel debía ser el habitante del templo, pero a medida que avanzaban no lograban encontrar ninguna señal, de los caballeros de géminis secuestrados ni del titán del tiempo.

Por los pasillos sólo se oía el sonido de los piez pisando contra el suelo, Saga por su parte revisaba cada mínimo detalle, puertas, ventanas,  giros que daban para adentrarse más en la estancia, y aquella esencia poderosa que paseaba por cada rincón del templo.

A lo lejos se oyó un grito de furia y uno golpeteos; los cinco dorados mirándose a los ojos entre ellos apresuraron su paso hacia una puerta al final de uno pasillo, una puerta pesada y de madera que daba paso a unas escaleras en forma de caracol donde se alcanzaba ver que al final del piso se encontraba una enorme fuente redonda emitiendo luz y tres hombres dentro de ella.

Los leones mayores abrieron sus ojos y apresurados saltaron desde la altura en la que se encontraban hasta llegar al borde de la fuente siendo seguidos por los otros dos chicos que miraban atentos sus movimientos.

— ¡Saga! — dos cabelleras azuladas y una plateada miraron en dirección donde estaban los hombres que corrieron hacia ellos pero siendo detenidos por una pared de luz pura que les impedía entrar o salir.

— ¿Estas bien? ¿Cronos te hizo algo? — el mayor de los los castaños tenía sus manos apoyadas contra aquella jaula de luz mientras que uno de los mencionados estaba en su misma posición con un rostro asustado y preocupado.

— Si estoy bien, estamos bien, eso nos dejó encerrados aquí cuando nos capturó pero no ha vuelto desde que trajo al último de nosotros tres—  Las manos de un joven Saga temblaban y a Aioria ver así a su hijo y no poder calmarlo entre sus brazos le rompía el alma— Papá, era él, aquel monstruo que siempre vi en mis pesadillas y no pude hacer nada para escapar y ahora tu también estás aquí por mi culpa, lo siento—  las lagrimas se comenzaban a llenar la comisura de los verdeazulados ojos de Saga amenazando con desbordarse en cualquier momento.

— Aun no sabemos porque nos tiene aquí encerrados ni tampoco que pretende hacer, pero debe estar relacionado con los diferentes enfrentamientos que hemos tenido con Cronos de nuestras dimensiones—  respondió el mayor de los Sagas que se encontraba dentro de la fuente que miraba a Aioria a los ojos, viendo como unos ojos verdes se abrían con sorpresa—

— ¿Tu sabes de Cronos? ¿Cómo?— levantó la voz—  ¡Año tras año, tras año lo has sabido y no fuiste capaz de decirme que tu también me recordabas!— La voz molesta del castaño y su cosmos intentando salir de él sin control irrumpió la escena  ganándose la completa atención de los presentes.

— Aioria, creí... creí que tu no lo recordarías, él me dijo que tu no recordarías nada de esa vida, él me juró que sólo quien hacía el contrato recordaría lo ocurrido—  replicó un asombrado caballero de géminis que sentía su cabeza doler tratando de unir la información que poseía y otra que no parecía calzar.

— ¿Hiciste un contrato con Cronos?— preguntó confundido y aun molesto el leonino— eso es imposible, tu... yo no he podido salvarte como es que...—  y dentro de sus vacilaciones algo comenzó hacer sentido para él— logré salvarte... pero morí ¿no es así?— preguntó con su sus orbes esmeraldas mirando hacia el suelo y apretando sus puños hasta casi hacer sangrar su palma.

— Tu lo has hecho antes...— respondió un pasmado Saga tragando con dificultad— ¿cuantas veces han sido?— preguntó con una seriedad impropia de como se dirigía  habitualmente a su compañero.

— Saga no...— su voz fue interumpida por un “Responde” siseante por el caballero de géminis— tantas que no se pueden contar, muchas vidas, muchos reinicios, tantos como estrellas en el cielo, sólo yo y él sabemos el número de veces que hemos sido participe de este estúpido juego que creí que no tenía final, año tras año, vida tras vida que se te arrebata volvía a tí, porque no podía concebir ser el salvador del mundo cuando no había podido salvarte a tí, pero lo logré, te salvé pero no pude salvarme a mi mismo, tu no debías pasar por eso, tu no debías hacer el contrato, tu debías vivir, yo... lo siento, Saga, lo siento...— el castaño tras hablar cayó sobre sus rodillas, completamente roto tras haber confesado algo que jamás debió haber dicho, las lagrimas caían al suelo una tras otra sin querer parar en ningún momento dejando a todos tanto a los caballeros de leo y géminis con un dolor en el pecho.

— Estúpido, imbécil, idiota, debiste haberme dejado morir desde un principio—  la voz del geminiano estaba plagada de ira, sus puños golpeaban contra la pared de luz, sus ojos anegados en lágrimas que caían sin cesar por sus mejillas mitras le gritaba al hombre castaño que se encontraba de rodillas frente a él— Cuando salga de aquí yo mismo acabaré contigo con mis propias manos y no habrá contrato que pueda traerte a la vida— siguió vociferando.

Las manos de Saga se mancharon de rojo de tanto golpear, sus dedos se entumedecieron, hasta dejarlos de sentir, su ira se aplacó dando paso a una punzada demasiado dolorosa sobre su pecho, obligándolo a tomar la misma posición en donde aquel hombre que tanto amaba estaba.

— Saga detente, no llores, por favor — la vista del castaño se enfocó en el gemelo y se acercó hasta estar lo más cerca que podía, su dolor en su pecho se acrecentó, Saga lloraba por su culpa, lastimó a Saga, algo que juró jamás hacer, pero ahora ahí estaba con sus dedos ensangrentados, llorando desconsolado y él al otro lado  viéndolo todo sin poder hacer nada.

El menor de los caballeros de géminis sigiloso elevó su cosmos evitando que los demás lo notaran de golpe, su  piel se comenzó a cubrir nuevamente de aquellas hermosas escamas color zafiro y miró directamente a su otro yo que lloraba dentro de la fuente, de su voz una canción comenzó a sonar, tan baja,  para los demás pero tan cercana para quien iba dirigida, el otro hombre comenzó a sentir sus ojos pesados, comenzó a olvidar porque lloraba, sólo sentía una tranquilidad inmensa con cada nota de aquella hermosa canción que estuchaba, sus ojos se cerraron finalmente hasta caer profundamente dormido.

— ¡Saga, Saga, responde!—  el castaño al ver al otro tirado en el suelo sin responder comenzó a desesperarse.

— Shhh... descuida sólo duerme, está bien, sólo déjalo descansar por unos momentos algo que tu también debes hacer Aioria— el menor de los geminianos se acercó a su lado tomando su cabeza y apoyándola contra su pecho, Aioria alcanzó a ver de reojo un destello azul que no tomó en cuenta al comenzar a calmar su respiración entre los brazos del joven de cabellos añiles.

— Es... es..— titubeó el chico que portaba la sangre del león de nemea.

— ¿Hermoso? Anda, dilo nadie te miraría extraño por decirlo—  el hombre rubio de mirada azulada se paró a su lado con una de sus manos apoyadas contra su cabeza, ambos veían la escena del chico que en un centelleo había convertido sus pies en una cola tan brillante como una joya y acunaba a un dolido león en sus brazos.

— Yo no iba a decir eso—  respondió el castaño quintándose la mano que posaba sobre su cabeza sintiendo una desesperación dentro de él como cuando alguien descubre algo que no querías que se enterara.

— Ninguno mintió en lo que dijo, todos tenemos una estrecha relación con algún géminis, nuestros adorados y amados Sagas. Para todos una relación un tanto complicadas como podrás notar, pero al menos yo no desearía que fuese de otra forma—  Terminó de hablar el caballero de leo rubio mientras se acercaba al joven de cabellera plateada y brillantes ojos azules.

Aioria observó con detenimiento todo a su alrededor, como el mayor de todos miraba a aquel Saga con adoración, preocupación y cariño obteniendo una mirada con la misma intensidad y sentimientos de vuelta, vió como el rubio miraba al de caballera plateada hablando  y buscando confortarlo para finalmente  terminar de observar al Saga de su dimensión que aún consolaba en su pecho al otro castaño, acariciando sus cabellos, Aioria sintió celos de ese hombre, deseó ser él por un momento, deseó estar cerca de Saga, que acariciara su cabeza de la misma manera, tener aquella cercanía, sentir su olor, y poder tocar aquella hermosa cola.

Pero los movimientos de todos los presentes se detuvieron al escuchar un rugido,  y un temblor que removió todo el piso, el agua de la fuente comenzó a brillar con aún más intensidad y con un una intensa luz que dejó a todos  sin poder ver por unos momentos los tres chicos desparecieron de sus ojos.

Los Aiorias que estaban apoyados contra aquel campo de fuerza quedaron de rodillas y mojados por el agua cuando la pared desapareció, y luego de aquello vino algo que Saga sabía que pasaría, la desesperación de ambos hombres moviendo sus manos frenéticamente como si buscaran algo, algo que había perdido por segunda vez.

Pero esa desesperación no dudaría mucho, ya que un observador de cabellera castaña y ojos verdes, estaba molesto, por muchas cosas en ese momento, pero una de las principales era la falta valor que veía en esos leones dorados.

— ¡Basta, No es hora de perder la compostura! ¡Tú! — le gritó al castaño junto al geminiano— ¡Deja de llorar en el pecho de un Saga que no te pertenece y enfócate en lo que realmente es importante para tí que no moriste en vano, si Saga muere en esta extraña dimensión no habrá contrato que lo salve!  Y ustedes dos...— Se dirigió a los dos hombres que lo miraban con cara de asombro con sus manos aún en las aguas—  ¡Demuestren su edad, demuestren que son caballeros dorados, y no sólo eso, demuestren de una vez por todas que  llevan la armadura de Leo por su valentía, su poder y por sobre todo porque son dignos caballeros de Leo!—

El rostro del Aioria más joven estaba molesto, tanto como para hacer que los otros tres dejarán su comportamiento  derrotista, se levantaran del piso con sus puños apretados  y ahora ellos fueran quienes miraran con enojo al más pequeño, formando una guerra de miradas de tres leones contra una de un cachorro que no se amedrentaba con nada.

— No sabía lo molesto que podríamos llegar a ser— comentó el rubio aún manteniendo su mirada fija a pesar de la broma que había lanzado.

— Lo sé, gracias a dios sólo existe uno como nosotros por dimensión— replicó el mayor de los los dorados.

— Si ya terminaron de comportarse como niños, tenemos cosas más importantes que hacer que despreciar a otro con miradas frías—  Tanto las escamas y la cola de Saga habían desaparecido y había caminado hasta interponerse entre la guerra por poderío. — Cronos llegó al templo, aquel fue su rugido, pude reconocerlo y puedo asegurar que deben estar en el salón principal en donde descansaba la gran estatua del dios dueño del templo.—

Y tras su discurso y sin esperar tiempo a alguna réplica Saga comenzó a subir rápidamente las escaleras dejando a los otros cuatro dorados corriendo tras de él, un segundo rugido se hizo presente cuando los dorados atravesaron la puerta de aquel subterraneo seguido de un montón de espinas de color negro que se dirigían en su dirección.  

Saga era quien iba a la cabeza y tras un rápido movimiento usó una de sus técnicas formando una rasgadura enorme en el espacio por donde atravesaron todas aquelllas espinas protegiendo a todo aquel que estuviese tras de él. Los leones sintieron un escalofrío al ver aquella enorme rotura frente a ellos, sintieron un aire frío que succionaba todo a su paso, aquella era una de las grandes técnicas de los caballeros de géminis, una que ninguno de ellos habían alcanzado conocer en vivo.

Cuando las espinas se detuvieron al final del pasillo pudieron observar al gran titan, una silueta oscura, que expelía un humo negruzco, una armadura negra y brillante, el mismo báculo que vió en una de las estatuas del templo en su mano derecha, una guadaña en la izquierda y aquel poderoso cosmos que calaba hasta en los huesos de los cinco dorados.

— Has sido muy escurridizo hasta ahora caballero de géminis, pero me temo que ya no tienes más escapatoria—  La voz grave del dios hizo a saga retroceder un paso, sus piernas querían temblar y huir, pero pese aquello, se mantuvo firme y atento a cada movimiento del titán del tiempo.

 — ¿Que planeas? ¿Para que nos necesitas?— Preguntó gritando el dorado de la tercera casa.

— Sólo algo insignificante que no me molestaría que conozcas, pequeño...empecemos diciendo que cada dimensión es un hilo en el espacio, con su propio tiempo y propia realidad, pero estos hilos se distribuyen en todas las direcciones sin que se toque ninguno con otro, lo que yo deseo es tomar cada hilo y envolverlo en un tiempo determinado y transformarlos todos en un sólo hilo — comentó el Titán, para después dejar salir una risa que estremeció el lugar—  por un momento, sólo existirá un Cronos, un Saga y tras ese punto nacerán los demás hilos—

— Quieres formar un punto de inicio, del que nadie puede escapar—  respondió Saga con miedo en su rostro.

— ¿Y que significaría eso?— preguntó uno de los leones.

— Que como por ejemplo las dimensiones colapsen y todos dejemos de existir, sería como reiniciar la humanidad, no, sería reiniciar el universo mismo—  Respondió Saga, para después dirigirse nuevamente al titán— ¡Pero eso no te serviría de nada, tu también perecería junto a todos nosotros!— terminó ganándose otro risa por parte de la criatura.

— No si obtengo los mismos poderes de Aión antes— respondió casi con tranquilidad—  Ustedes no lo deben saber pero... existe un dios que escapa a la norma de las dimensiones, y ese es Aión, sólo existe uno Aión y él ese el dueño de este templo, aquel que no está aferrado a las leyes de las dimensiones, aquel que posee su templo aquí, donde los hilos dimensionales no traspasan, Aión el dios del tiempo eterno, el sin comienzo ni final, quien vé la vida, quien la conoce, él que puede viajar entre ellas a libre voluntad,,quien es capaz de modificar las dimensiones pero sólo observa y ahí entran ustedes cuatro mis queridos caballeros de géminis—

— Ustedes cuatro que obtuvieron las virtudes del Dios de lo eterno, el géminis del contrato con Cronos representa a quien puede ser anciano y un niño a la vez, el que atravesó la dimensión representa el cambio de las realidades, aquel Saga  que bebió la sangre del dios del tiempo consiguió la virtud de la carne eterna  el capaz de volver a sus inicios y tú mi pequeño Saga, tú que naciste la de Sirena Agláope, la de bello rostro, la que pidió eternidad al Dios del tiempo, su servidor aquí presente, tu mi querido niño posees la virtud del alma eterna, la que no muere y se mantiene intacta, ustedes cuatro son los ingredientes que necesito para crear el recipiente que contendrá mi alma, cuando las dimensiones colisione y cuando eso ocurra sólo yo estaré para moldear el universo a mi antojo—  respondió Cronos dejando a los dorados absortos en la información que acababan de recibir.

 

 


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