Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Efecto Mariposa por Annie de Odair

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El fin llegó. Espero que haya estado a la altura de las circunstancias y que les guste tanto como significó este fic para mi.


Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece

  Efecto Mariposa: Parte III

Montang: ¿Leíste Crónicas Marcianas? Oh, yo tenía muchas ganas de leerlo pero no he tenido el tiempo. Por ahora mi favorito sigue siendo Fharenheit 451.

SeaDragon: ¿Sabes que no leí Fharenheit? Siempre estuvo en mi lista de pendientes, pero tengo muchos libros que quiero leer y no me decido nunca...

M: Oh, dímelo a mí. Con mis estudios apenas tengo tiempo para leer todo lo que quiero.

S: Cuando nos veamos te puedo prestar Crónicas y tú Fharenheir, ¿qué te parece?

M: Mmmm sería una genial idea, pero no tengo Fharenheir, lo regalé hace poco.

S: Oh, debe ser especial para regalarle tu libro favorito...

M: Sólo es un amigo, nada raro...

S: Lo siento, no quise meterme en tus asuntos.

M: No te preocupes, no me molesta. Sí, es un amigo muy cercano y por eso se lo dí. Quizá debería comprar Crónicas Marcianas...

S: No hace falta, te lo presto igual. Eso sí, cuídalo porque es mi libro favorito, ja ja.

______________________________________________________________________ 

 Milo no había dicho una sola palabra más acerca de ese día cuando le dijo a Camus lo que sentía. No porque tuviera vergüenza o algo así, sino porque Camus había sido tan implacable que no quería molestarlo más. Se había convencido que debía actuar como un amigo normal. Basta de esas charlas tan largas, y esos comentarios tan maravillados por el francés. Debía empezar a controlarse si quería tener una amistad normal. No significaba que no hablaran más o cortaran relación, sino que quizá era mejor un poco de distancia, intentar que Camus fuera como cualquiera de sus otros amigos, como Aioria o Marín. Y a ellos no los llamaba todos los días para hablar toda la noche.

Camus tampoco le exigía o le preguntaba porque de repente se tomaba esa distancia que antes no existía. Milo suponía que era porque lo entendía y porque quería eso. Imaginó que quizá había sido muy pesado con él y que en realidad Camus quería un poco de espacio y siempre lo quiso. Enamorarse de su amigo no fue buena idea, teniendo en cuenta que a ese amigo no le gustaban los hombres y además era un cerebrito de la ciencia, que no tenía la remota idea de que su corazón podría latir por amor, y que ¡además! vivía en Francia.

¿Qué opción le quedaba?, ¿perder a su amigo por sentirse un despechado?, ¿perder a una persona tan fantástica y que quería tanto?, no, no. No quería eso. No le interesaba sólo eso de Camus. Desaparecer de su vida habría sido egoísta, porque habría significado que él siempre tuvo segundas intenciones con Camus y que una vez que comprobó que no iba a suceder nada, se marchó sin importarle todo lo que compartieron como amigos. Y no iba a hacer eso, porque Camus merecía mucho más.

  ______________________________________________________________________  

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó Camus sentándose en la mesa de su departamento con una taza de café en las manos.

—Mmm —murmuró Milo masticando algo—. Bien, algo aburrido. Ahora que pasaron los exámenes todo está más tranquilo.

—Espero que te haya ido bien —deseó imaginando la cara de Milo al recibir una nota buena—. Seguro que así es de todos modos, eres muy inteligente.

—Gracias, gracias —respondió con muchas ínfulas—. Estudiamos mucho estos días con los chicos.

—Lo se, lo se, casi no hablamos en ese tiempo —agregó Camus sin darse cuenta que en su frase dejaba un tono de tristeza por esos días en que no pudo comunicarse con Milo—. De todas formas... ¿saldrás a festejar que ya rindieron los últimos exámenes de año?

Del otro lado de la línea escuchó un silencio. Por un momento pensó que la llamada se había cortado, pero vio en su celular que aún seguía en curso. Milo permanecía en silencio o algo andaba mal en la llamada. Estuvo a punto de hablar para preguntarle si estaba ahí cuando escuchó el sonido de su risa retumbar al otro lado de la línea. Se sorprendió. Después de todo seguía ahí.

—¿Milo? —preguntó desconcertado. Él no solía distraerse mientras hablaban y no es que fuese raro que lo hiciera, sólo... era extraño que no le haya prestado atención por reírse de algo más.

—Oh, Camus, sí, perdón, ¿qué decías? —Se oía aún divertido, como si lo que había leído le causara mucha gracia. Camus frunció el ceño.

—No nada, sólo te hice una pregunta tonta —respondió suspirando—, sobre si ibas a salir a festejar que terminaron los exámenes.

Milo pareció pensárselo porque no respondió por unos segundos.

—Mmm no, no creo. Los chicos arreglaron para salir este sábado, pero yo tengo otras cosas que haces.

—Oh... ¿vas a ver a tu padre o algo así? —preguntó interesado en aquella actividad que mantenía a Milo alejado de la fiesta y sus amigos.

Nuevamente el silencio le golpeó como una respuesta, pero esta vez por pocos tiempo ya que la risa masculina y jovial de Milo volvió a oírse.

—Lo siento, Camus, no te presté atención, ¿qué decías?

Eso ya le parecía demasiado raro. Una vez, vaya y pase, pero ¿dos?

—¿Andas leyendo algo gracioso? —preguntó ya con un tono levemente fastidiado. Milo dudó.

—Mm no, solamente leí un chiste gracioso.

—¿Ah sí?, ¿quieres contármelo? —Su intriga era muy grande, tanto que su Camus frío y ubicado se escandalizaría por verlo tan curioso.

—Pues... estoy hablando con un chico hace unos días y leyó Crónicas Marcianas. Le conté de Fharenheit y me dijo que le encantaría leerlo porque "es adicto a la droga literaria y a la real. y Bradbury está lleno de ambas"

Milo rió luego del comentario, pero Camus no. Primero porque no le parecía gracioso y segundo porque... ¿desde cuando Milo se hablaba con otras personas así como con él?

—No sabía que tuvieras amigos que leyeran a Bradbury.

—Oh, no, no los tengo. ¿Aioria leyendo? ja ja —rió con burla—. Lo conocí hace poco en el foro.

—¿El foro en que nos conocimos? —preguntó con la voz un poco más alta.

—Si, si. Respondió a un post mío y seguimos hablando. Es bastante divertido. Me va a prestar Crónicas Marcianas. —Le contó con felicidad—. Hacía mucho quería leerlo, ¿sabes?

—Si Milo, me lo dijiste cuando nos conocimos... —respondió hastiado pero Milo no se percató de eso—. Con que te lo va a prestar... ¿vive en Grecia?

—¡Si! —respondió con un gritito—. Vive cerca de lo de Marin. Arreglamos para vernos el sábado...

—Ahhh... —murmuró Camus con la cruda realidad en su rostro—. Por eso no te juntabas con tus amigos...

Milo parpadeó confundido y frunció el entrecejo.

—¿Cómo sabías que mis amigos se juntaban el sábado?

—Milo, me lo dijiste tú —respondió un poco enojado, aunque no había muchos motivos más que la desatención de su amigo.

—Ah, sí, lo siento...

—¿Cómo se llama tu nuevo amigo? —preguntó con los dientes apretados pero su tono se oía frío.

—Se llama Kanon.

Kanon. Así se llamaba el nuevo mejor amigo de Milo, con el que compartiría sus llamadas y charlas sobre libros. O quizá estaba siendo muy tremendista.

  ______________________________________________________________________  

Durante la semana, Camus se sintió raro. A veces lo embargaba una sensación de tristeza y otras, de enfado. A ninguna de las dos les encontró sentido. Sabía que en fondo de su cabeza había un motivo, real, que latía porque lo dejara salir, pero se rehusaba a permitirse siquiera nombrarlo. No había oportunidad, mientras tanto iba a seguir preguntándose qué sería lo que lo hacía sentir así, como un hipócrita que niega lo que sabe desde hace mucho.

No habló mucho con Milo en esos días. Se mandaron mensajes casuales y hablaron una sola noche desde la última vez. Más que nada porque ambos tenían trabajos y estudios, y también porque cada vez que Camus quería mandarle un mensaje, sentía esas emociones a las que no podía encontrar razón, por lo que prefirió mantenerse un poco alejado. Seguramente Milo se habría dado cuenta de esa distancia, pero tampoco parecía muy afectado, ni buscaba relacionarse más con él, así que Camus interpretó que no le importaba mucho.

El jueves de esa semana, cuando volvió a su casa le llegó un mensaje al grupo que tenía en WhatsApp con sus amigos de la facultad. Desde que se había bajado la App por Milo, todos los demás lo pudieron encontrar ahí.

Shura: Amigos, ¿cómo están? el sábado a la noche festejo mi cumpleaños en casa. Van a venir algunos amigos más pero obviamente que ustedes están invitados. Los espero a partir de las 8 pm.

Afrodita: Cuenta conmigo, cabrita. Te llevaré el mejor de los regalos.

Surt: ¿Camus va?

Se tomó un tiempo para meditarlo. ¿Tenía algo que hacer el sábado? por lo general ese día lo guardaba para conversar con Milo ya que era el único que podían usar hasta tarde tarde siendo que al otro día era domingo; pero cómo Milo y él ya no eran tan cercanos y además éste tenía una cita, realmente no tenía excusa para decir que no.

Afrodita: Ya sabemos que lo viste, Camus. Existe el visto, ¿sabes?

Camus: Voy.

Shura: No te cobran por escribir más, no es un mensaje de texto.

Surt: También voy, ¡llevo alcohol!

Afrodita: ¿Vas a invitar a tus amigos del colegio Shura? Invita a Death Mask.

Surt: Nunca entenderé por qué le dicen así.

Shura: Ni él lo entiende.

Afrodita: ¿Creen que si invito al profesor Manigoldo vendrá?

Surt: ¡Ya deja de estar obsesionado con ese profesor Afrodita!

Camus: Voy.

Shura: Ya lo dijiste Camus. En fín... sí, Death Mask viene. No voy a invitar a Manigoldo, es un profesor. Sólo Camus tiene una relación especial con sus profesores. Y sí, trae alcohol.

  ______________________________________________________________________  

Camus miró su teléfono por décima vez. Naturalmente lo tendría en el bolsillo de su camisa y sólo cuando sonara lo miraría, pero en ese momento lo tenía entre las manos y prendía la pantalla a cada instante.

—¿Estás esperando que alguien te llame? —preguntó Shura mirándolo con el ceño fruncido, como si no terminara de entender la escena que se le presentaba. Camus ansioso y tenso. No era algo muy común.

El sábado a la noche había llegado y el cumpleaños de Shura se había llevado a cabo. No era nada muy escandaloso ni ruidoso, sólo algunos amigos comiendo. Todos habían advertido el extraño comportamiento de Camus. Se sabía que era naturalmente parco y serio, pero esa noche lucía incluso abatido. No era el Camus de siempre que parecía salido de un freezer, siempre perfecto e inmutable. Y esa manía de revisar el celular les decía que esperaba algo. Alguien importante. No estaban muy seguros de qué, pero nadie se había atrevido a preguntarle hasta que Shura lo hizo.

Todos contuvieron el aliento mientras Camus giraba el rostro hacia él y lo miraba con una de sus típicas miradas asesinas. Abrió la boca para contestar, pero alguien más se le adelantó.

—¿No es obvio? —comenzó con su sonrisita socarrona—. Debe estar esperando que el novio le mande un mensaje.

Nadie habló, porque las palabras de aquel amigo de Camus habían impresionado a todos. Seguía sonriendo como si se burlara y Camus sólo lo miró igual que a Shura.

—No es mi novio, Surt. —contestó finalmente. En sus ojos se podía ver hielo puro.

—Ah, pero sí estás esperando que te mande mensajes entonces... —siguió, haciéndole enojar más.

Camus se levantó de su asiento y se encaminó hacia la cocina para servirse un vaso de lo que sea, y también para alejarse de sus preguntas maliciosas.

—No espero nada. —contestó antes de cruzar la puerta, sin mirarlo—. Milo no es mi novio y además está en una cita.

Toda la noche se la pasó un poco silencioso, aunque Camus ya era de por sí bastante callado. Se lo notaba más parco que de costumbre y su rostro lucía como si una preocupación le estuviera comiendo los pensamientos. Todos se habían dado cuenta que su estado se debía a Milo, más que nada porque Camus había dicho que estaba en una cita y todos pensaban que éso lo ponía triste. Cuando sus amigos le hablaban, él respondía monosílabos, o miraba el celular buscando mensajes que nunca le llegaron.

Afrodita y Shura se estaban impacientando de verlo así de sumido en sus pensamientos, más que nada porque era una noche para celebrar y no querían ver esa amargura en su rostro.

—Vamos Camus, ¿puedes dejar un poco ese teléfono? —empezó afrodita sentándose a su lado con un vaso de alguna bebida alcohólica en la mano.

—Eso, hoy es un día para celebrar, no deberías tener esa cara —Lo siguió Shura parado frente a ambos. Le extendió un vaso a Camus y le sonrió con despreocupación—. Ahoga tus penas con nosotros y mañana ya tendrás la cabeza para pensar qué hacer.

Ninguno de los dos quiso hacerle saber que eran conscientes de su malestar, y Camus lo agradecía. Ya bastante obvio había sido el último tiempo como para que vengan a refregarselo en el rostro.

Tomó el vaso que le ofreció Shura y bebió un poco. Ellos tenían razón, debía dejar de pensar un poco en Milo y no sufrir tanto, porque en definitiva ésa había sido su decisión; ser solo amigos.

Camus nunca esperó que eso le doliera tanto.

  ______________________________________________________________________  

Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue ir a su cama. La noche había sido larga y estaba bastante cansado, aunque al recostarse y mirar su celular se preguntó qué estaría haciendo Camus. ¿Dormiría como el nerd que era o estaría aún de fiesta en la casa de su amigo? Siendo Camus como era no lo imaginaba ebrio cantando karaoke como muchas veces le había pasado a él. Seguramente habría vuelto temprano y estaría durmiendo en un mar de libros y hojas; porque así era él y así lo quería.

Querer. Milo sabía que era una palabra que quedaba un poco chica al sentimiento que tenía, pero también era consciente de que si aceptaba lo que verdaderamente sentía iba a ser mucho más difícil olvidarlo luego, por lo que se convenció de que solamente lo quería por ser su amigo y ya. La verdad le daba cierta impotencia que Camus fuera tan cabeza dura. Sólo por vivir lejos y ser un hombre no lo dejaba entrar en su vida como quería, como más que un amigo. Sabía que la distancia era un problema, y que quizá Camus no estuviera acostumbrado a estar con alguien de su mismo sexo, pero estaba seguro de que si le daba la oportunidad las cosas entre ellos podrían ser maravillosas.

Tonto Camus y su tonta indecisión y sus tontos prejuicios y su tonta cabeza de ciencia. Milo lo consideraba el hombre más inteligente y capaz que haya conocido alguna vez y sin embargo su mente estructurada no lo dejaba abrirse a cosas nuevas que podría disfrutar.

Quizá estaba contento porque él salió con Kanon, quizá pensó que se lo había sacado de encima.

Ese pensamiento lo hizo sentir un poco miserable. No quería ser una carga o una incomodidad cuando su amistad fue todo lo contrario, pero no podía entender por qué Camus era tan cerrado. Nunca le había dicho que no lo quería o no le gustaba, simplemente le había dicho que no y punto; que por la distancia, que por no sé qué. ¿A quién le importaba la distancia? Claramente a Milo no.

Antes de dormirse miró su celular. No tenía mensajes de Camus ni nada que se le pareciera. Quizá sí estaba aliviado de que Milo lo haya dejado en paz después de todo.

  ______________________________________________________________________  

Camus llegó a su casa cerca de las cinco de la mañana. París estaba alumbrada por las luces callejeras y los carteles que incitaban al amor. Todo ese ambiente romántico lo ponía un poco incómodo porque lo hacía pensar en Milo y en su cita, y lo hacía sentir un idiota.

Si fuera por él estaríamos juntos. Soy yo el que debe decidirse; soy yo el que detiene todo.

No podía dormirse luego de haber ingerido alcohol y tener su cabeza tan abarrotada de pensamientos, por lo que intentó concentrar su mente en algo que podía hacer. Leer. Eso sí era algo que hacía bien, algo que nunca le iba a pedir que piense en sus sentimientos o cosas extrañas. Podía resguardarse en sus libros para no sufrir, así era como había vivido toda su vida después de todo.

Recorrió su biblioteca, ésa que tanto había fascinado a Milo cuando la vio, y se detuvo al ver algo que antes no estaba. Fharenheit 451. Él no tenía ese libro, ¿por qué estaba en su casa si cuando lo leyó fue porque lo sacó de su trabajo? Lo quitó de entre los demás libros y lo miró. Ése debía ser el ejemplar de Milo. Seguramente lo habría olvidado cuando estuvo en su casa. Lo miró durante un momento acordándose de todo lo que él le había contado acerca del libro; que se lo había quitado a su padre, que estaba aburrido cuando lo leyó y le había encantado, que se convirtió en su libro favorito; muchas cosas habían pasado por él y lo sabía. A causa de ese maldito libro había conocido a Milo. A causa de él se habían hecho amigos, a causa de él lo había dejado entrar a su vida, conocerlo, visitarlo, abrazarlo. Por causa de ese libro había tenido conversaciones tan profundas y reveladoras, tan triviales y graciosas, por él había conocido a alguien tan excéntrico y dulce como Milo, tan espectacular y lleno de vida, de alegría y felicidad.

A causa de ese libro se había enamorado de él. A causa de él estaba sufriendo por no poder aceptarlo.

Cuando el pensamiento llenó cada rincón de su cabeza se sintió tan abrumado que dejó caer el ejemplar al suelo. Era la primera vez que se decía a sí mismo lo que sentía, era la primera vez que ponía en palabras, aunque sea en su propia mente, lo que tanto había ignorado. Se agachó para recoger el libro y miró su portada, acariciándola con las yemas de los dedos. Abrió la tapa y se sorprendió de ver la letra de Milo escrita.

Para que nunca olvides el efecto mariposa que nos hizo conocernos. Fharenheit siempre será nuestro punto de contacto. Espero que sigas en mi vida para siempre, que esté efecto dure toda la vida. Milo.

Se sintió totalmente desarmado, totalmente idiotizado y como un verdadero tonto. Todo este tiempo Milo había estado pensando en él, y Camus solo se esforzó por evitar sus indirectas cuando lo que más deseaba era sentirse libre de poder quererlo como lo hacía.

Sentirse libre. No había aprendido nada de leer Fharenheit y su sociedad censurista y represora; había aplicado mal todo lo que leyó y creyó saber de sobra. Había estado preso de su propia persona, de sus propios prejuicios, de su sociedad y lo que ésta le imponía.

No quería eso. No quería estar preso en una jaula que él mismo había construido, quería ser libre, para eso estudiaba ciencia, para eso leía y para eso vivía, para ser libre.

Sentirse libre. Se había engañado durante un montón de tiempo y ya no quería seguir haciéndolo, porque lo más libre que tuvo fue ese efecto mariposa y ya no lo iba a dejar pasar.

Milo había pensando en él al dejarle Fharenheit que ya no significaba solamente un libro sino toda su relación y más también. Cuando pudo reconocer todo lo que había logrado esconder durante tanto tiempo se sintió tan apabullado que no tuvo más opción que sentarse en su cama y agarrarse la cabeza.

Milo: Hola Camus, ¿estás en casa? Yo llegué hace un ratito.

Como siempre, la persona que nunca desaparecía de sus pensamientos estaba ahí, preguntando por él, preocupándose por él.

Camus: Hola Milo. Estoy en casa, también llegué hace poco.

Milo: ¿Quieres que hablemos? No tengo sueño.

Camus: ¿No estás cansado después de andar todo el día?

Milo: Cansado sí, pero sueño no. Me conoces, sabes que me cuesta conciliar el sueño por más que esté cansado.

Camus negó con la cabeza pero en vez de darle una respuesta lo llamó. Creía que era la mejor forma de aclarar lo que estaba sintiendo.

—Hola Milo —lo saludó como si no lo hubiese hecho en su mensaje.

—¿Cómo estás? —preguntó su interlocutor con la voz algo apagada por el cansancio—. ¿La pasaste bien?

—Si, estuvo agradable. Los chicos terminaron cantando karaoke toda la noche —comentó rememorando como casi lo obligaban a participar a él—. Por supuesto que yo no lo hice.

—No esperaba otra cosa en realidad —comentó riéndose con satisfacción al pensar que había tenido razón.

—¿Y... tú? —preguntó con algo de timidez. Esa pregunta le carcomía las entrañas pero al mismo tiempo temía de sobremanera la respuesta—. ¿Cómo estuvo la cita?

El silencio en la otra línea lo mantuvo expectante.

—Estuvo bien —dijo finalmente con un tono del que no se podía advertir nada—. Fuimos a una bar y luego a su casa.

—Ah... estuviste en su casa —repitió como si la sola frase desencadenara en su cabeza imágenes que no quería ver.

—Si, es bastante grande para vivir solo. Debe ser porque enseña idiomas en su casa.

—¿En serio? —preguntó Camus con cierta curiosidad—. No sabía que era profesor.

—Yo tampoco de hecho —agregó con una risita jovial—. En fin, nos divertimos y pasamos toda la noche tonteando.

Los temores que había albergado Camus parecían cada vez más reales, cada vez más cercano a ese dolor de saber que podría perder a Milo y que el único culpable era él.

—Me alegro que la hayas pasado bien —empezó Camus, y lo que decía era real. Estaba convenciéndose de que Milo se merecía alguien mucho mejor que él, y quizá ese Kanon podría ser esa persona—. Y quién sabe, quizá terminan siendo algo más.

Milo volvió a callarse, como si hubiera algo detrás de todo eso que no terminara de creerse.

—No creo —dijo después de unos segundos, pensando en sus palabras—. No creo que seamos algo más.

Mientras Camus se devanaba los sesos intentando comprender qué demonios había pasado en la cita de Milo, éste se sentía contento de hablar con él, pero algo decaído por las emociones revueltas de ese último tiempo. Siendo sinceros, Milo la había pasado bien con Kanon, habían hecho cosas divertidas, incluso miraron una película y hablaron bastante de trivialidades, pero todo ese bien que lo había pasado con Kanon no se comparara a lo bien que Camus lo hacía sentir, a lo cómodo que estaba con él, a sus charlas, sus momentos. Incluso cuando tuvo con Kanon un contacto mucho más personal que el que había tenido con Camus desde que lo conocía, aún así seguía prefiriendo estar con él que con cualquier otra persona. Kanon no le había despertado ninguna pasión revitalizadora y perfecta como Camus lo venía haciendo desde hacía dos años.

—¿Por qué no crees? —preguntó Camus interrumpiendo los pensamientos de Milo.

—Porque... no fue la gran cosa —respondió con simpleza y suspiró con una sonrisa—. Nos divertimos, sí, pero no fue nada especial. No me impactó de ninguna forma loca y creo que yo a él tampoco.

—¿Piensas que no le gustaste? —preguntó sorprendido.

—No creo ser de su tipo —dijo casi en una risita—. En fin, no fue nada... wow.

—Oh... —murmuró Camus al sentirse incapaz de responder con otra cosa—. Yo pensé que ibas a terminar saliendo con él y que iban a hablar de Bradbury —agregó con una felicidad interna que le quemaba el corazón—. Casi temí que te olvidaras de mí

Estaba tan feliz que no se había percatado de que su inconsciente dejaba salir las frases más censuradas y reprimidas por su conciencia.

—¿Olvidarme? Por favor Camus... —espetó Milo con una risa graciosa—. No me vas a decir que estabas celoso.

No hizo el comentario pensando en nada en particular. Camus le había dejado en claro que no quería nada con él, ¿por qué estaría celoso? Simplemente quiso molestarlo un poco, pensando que quizá estuvo temeroso de que Kanon y él salieran y Milo se olvidara de seguir siendo su amigo.

—No —contestó rápido y corto el francés, como si quisiera esconder algo en una mentira mal hecha.

Milo rió al otro lado, no se lo tomaba en serio, pero Camus no volvió a emitir palabras más que para decir nuevamente lo que ya había dicho.

—No estoy celoso —repitió serio. Milo se quedó callado.

—Camus, ¿estabas celoso de verdad?

—¡Que no Milo! —espetó con énfasis al sentirse juzgado.

Milo no dijo nada más, primero porque sabía que todo lo que dijera Camus no lo aceptaría y segundo porque el silencio era la mejor forma de seguir insistiendo en la idea.

—No estaba celoso —agregó pero Milo siguió sin responder. Tomó una bocanada de aire y respiró profundo—. Sólo un poco.

La frase hizo que Milo frunciera el ceño.

—Pero Camus, no iba a dejar de ser tu amigo por salir con alguien más.

Camus se mordió el labio, intentando por todos sus medios reprimir lo que su cuerpo le pedía a gritos. Decir la verdad.

—No —intervino, en una pelea entre decir o callar, expresar o morir con la verdad—. No era ese mi miedo.

—¿Y cuál era?

La ansiedad de Milo y la inseguridad de Camus habían vuelto el ambiente tan tenso que se podía cortar con un cuchillo. Metafóricamente claro.

—Yo temí... —empezó tomando aire y pensando detenidamente sus palabras—. Sentí celos y miedo porque pensaba que ibas a hacer con él las cosas que yo quiero hacer contigo.

Silencio. Absoluto y completo silencio.

Camus tenía el teléfono en la mano y estaba sentado en su mesa mirando la torre Eiffel por la ventana.

Milo estaba acostado en su cama mirando el techo. La confesion de Camus lo hizo sentarse como un resorte, como cuando algo que uno lleva tiempo deseando, sucede.

—¿Es en serio Camus? —preguntó sin poder creerlo, sentando en su cama con los ojos abiertos y la mirada perdida en algún punto—. Pero pensé que tú no...

—Era mentira —lo interrumpió con cierta ansiedad, dándose cuenta de que algunas cosas no se pueden llevar adentro tanto tiempo—. Era una mentira que no sólo me dañó a mí, sino a tí. Tenía miedo, aún lo tengo, y me costaba admitirlo. Pensar que algo que no podía controlar se había apoderado de mi vida me aterró. Me hizo actuar como un idiota.

—Camus... —susurró sin poder creerlo. ¿En verdad estaba pasando?

—Pensé que si no lo podía controlar, iba a poder olvidarlo. Pensé que si buscaba justificarlo no iba a ser verdad. Debe ser por eso, debe ser por aquello. Me la pasé justificando mis acciones contigo porque no podía admitir la verdadera razón por las que ocurrían. Justifique mis sentimientos, mis acciones, mis palabras; me hice creer que todo tenía un porqué que no tenía. Me mentí, Milo. Me mentí de la forma más cruel. Yo, un hombre de ciencia abocado a conseguir la verdad, preferí mentirme porque esa verdad me daba miedo. Y la verdad es que fui un hipócrita y no merezco que sigas aquí, regalándome tu personalidad que ilumina todo lo que yo carezco.

Milo se quedó en silencio. No sabía cómo responder; en cierta forma eso era lo que había estado esperando desde que conoció a Camus, pero en ese momento se había quedado sin palabras.

—¿Y... —empezó pensando que si no hablaba fuerte se quedaría sin voz—, qué quieres que hagamos?

Camus no respondió. No estaba seguro de lo que sentía Milo, le costaba percibir si estaba enojado, si ya no le interesaba más él, o si en verdad quería o no sabía qué decirle.

—No lo se Milo —respondió suspirando—. No se que piensas de esto ni si te sigo interesando.

—No eres un interés para mí Camus —respondió rápidamente y Camus se quedó callado al pensar que había llegado tarde con su declaración.

—Ah... ya veo. Entonces no te...

—Eres más que un simple interés —lo interrumpió conteniendo una sonrisa—. Nunca quise contigo algo así nada más. No me interesaría arruinar nuestra relación por tener un interés en tí. Yo... sentía que me entendías, que comprendías las cosas que me pasaban y que yo te importaba. Eso para mí no es un simple interés, es mucho más. Eres mucho más que eso para mí.

—Entonces veo que vamos hacia la misma dirección —concluyó Camus suspirando de alivio—. De todos modos, con todo lo que pasó, quiero dejar en tus manos lo que pase con nosotros de a partir de ahora.

Milo estaba por responder cuando su celular vibró. Encendió su pantalla y leyó el mensaje que le había llegado sin abrirlo.

Kanon: ¿Llegaste bien?, ¿quieres que nos veamos mañana?

Miró las letras y sacudió la cabeza. Tenía a Camus esperando una respuesta del otro lado y él estaba leyendo un mensaje de un chico con el que no había sentido una conexión semejante a la que sintió con el francés. Seleccionó la conversación de Kanon y la archivó. Sabía que estaba mal desaparecer de su vida después de salir una noche, pero lo que buscaba en Kanon era una distracción, un reemplazo de esa persona que no le correspondía; y eso no era justo para nadie.

—Quiero que sigamos en la misma dirección —respondió luego de pensarlo—. Sigo sintiéndome igual que cuando te lo confesé.

—¿Lo quieres aunque sea difícil? —preguntó suspirando—, ¿aunque la distancia sea un problema?

—No es un problema, Camus. Vamos a resolverlo juntos.

Sí. Así estaba bien. Siempre eran mejores las cosas cuando estaban juntos.

  ______________________________________________________________________  

Kardia había llegado a su casa después de una temporada fuera. Estuvo bastante tiempo en Francia. De alguna forma ése era el país al que más iba o en el que más tiempo se quedaba. Quizá era porque ahí tenía a su amigo Dégel que lo alojaba en su casa, o quizá era por otro motivo. La vida de Kardia era un misterio.

—¿Ésta vez te quedarás más tiempo en Grecia o vienes porque no tienes dinero? —preguntó Milo sentando en la mesa de la casa de sus padres.

Habían ido a comer para celebrar la llegada de Kardia luego de un tiempo.

—Vine a buscar unas cosas, me quedaré dos semanas nada más —respondió mirando su celular y subiendo las piernas en la mesa. Milo giró los ojos.

—¿Y cuál es tu próximo destino?

Kardia desvió los ojos del celular y sopló un cabello que le caía en los ojos para ver a su hermanastro.

—Vuelvo a Francia. Pensé quedarme este año allí.

Milo se levantó de golpe y lo miró con seriedad. Kardia frunció el ceño como si no entendiera su repentino arranque de brusquedad.

—¿Qué te pasa enano? —preguntó riendo levemente.

—¡Me voy contigo! —espetó rodeando la mesa y llegando a él—. Tengo algo que hacer en Francia, quiero que me lleves.

Kardia abrió los ojos sorprendido y se tiró para atrás un poco porque Milo estaba tan emocionado que se le estaba echando encima prácticamente.

—Tranquilízate manzanita loca... —Lo clamó parándose para verlo mejor—. Yo me voy a quedar en casa de Dégel, ¿tienes algún lugar donde ir allá?

Milo asintió repetidas veces y Kardia se mordió el labio intentando pensar en dónde se podría quedar Milo o por qué estaba tan desesperado por ir. El recuerdo de un joven francés parecido a su Dégel le llegó a la memoria y le arrancó una risa

—Si, te entiendo —suspiró mirándolo con diversión. Milo no entendió lo que quiso decirle—. Esos condenados franceses saben lo que hacen.

Milo abrió los ojos pero entendió que Kardia se incluía en aquella frase y eso lo hizo sentir comprendido. Al parecer el francés de su hermanastro había dejado una huella grande en él. Kardia siempre había sido de esa clase de personas que no se quedan en un lugar mucho tiempo, y que no extraña a las personas porque siempre está cambiando. Nunca necesitó mucho de nadie más que de sí mismo. Se preguntó qué tan magnífico tenía que ser ése Dégel para hacer que un trotamundos como Kardia siempre volviera con él. Recordó que Dégel era el profesor de Camus y aún no podía dejar de sorprenderse. Pareciera que la vida de los cuatro había sido conectada por un efecto mariposa que nunca se desvaneció.

—Deberíamos vivir en Francia, ¿no? —preguntó Kardia interrumpiendo sus pensamientos—. Así dejo de robarle la casa a Dégel.

La idea se le hacía perfecta y sonrió a modo de respuesta.

—Creo que eventualmente eso sucederá —respondió imaginándose vivir cerca de Camus todo el tiempo—. Francia es un buen lugar para crear efectos mariposa.

Kardia sonrió de lado. Eso estaba muy bien para él y lo entendía. Milo tomó su celular y le envió un mensaje a Camus.

¿Estás libre dentro de dos semanas? Te paso a buscar y comemos gyros, es un buen plan, ¿no?

* ~ Fin ~*

Notas finales:

Pasaron muchas cosas desde que comencé a escribir este fic. Es especial para mi porque lo hice para canalizar mis sentimientos y las cosas que me pasaban. Fue una gran forma de descargarme cuando estaba triste. Yo estaba enamorada como Camus, de alguien que me daba miedo querer y que vivía lejos. Lo escribí cuando me di cuenta de lo que sentía y con el pensamiento de que si no sacaba eso de mi iba a angustiarme mucho. Finalmente las cosas que pasaron fueron muy parecidas a las de este fic, y unos meses más tarde, el final me encuentra aceptando mis sentimientos y viviéndolos libremente como Camus. Me dijeron que lo más importante era que sintiera libremente lo que me pasaba y eso fue lo que más quise transmitir en el fic. Sentirse libre de querer aún cuando eso signifique ir contra la corriente, porque cuando uno vive sus sentimientos, les aseguro que la sensación es de absoluta libertad. No hay cosa más libre que el amor.

Así que esto es para la persona que fue mi amiga durante tanto tiempo, que charló conmigo tantas noches, que me escuchó y me quiso. Para la persona que es mi Milo y que me esperó y entendió así como Milo a Camus. Gracias por no abandonarme en ninguna duda nunca.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).