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Forbidden heart por hannastony

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Steve regresó a su hogar más pronto de lo que pensó; nunca contó con que le prohibieran siquiera una visita, pero el mundo parecía estar en su contra.

Dado que no se ausentó mucho tiempo no tuvo que dar demasiadas explicaciones al respecto; solo dijo que le pareció que Snow estaba muy inquieto y salió a dar un paseo corto con él. Los invitados ya comenzaban a irse, quedando unos cuantos, y sus padres se encontraban demasiado ocupados atendiéndolos como para prestarle atención a su excusa. Bucky ya no se encontraba por los alrededores, al parecer había salido por un llamado del coronel hacia todos los oficiales, seguramente queriendo organizar y arreglar el juicio que tenían planeado para el día de mañana.

Por ahora el rubio ya no podía hacer más, y sí, le desesperaba tener que seguir esperando y esperando, pero era lo único que podía hacer; rezaba que las cosas salieran bien el día de mañana. Eran los criminales más buscados, pero inesperadamente, por lo que le había dicho el oficial, la sentencia final la decidirían los habitantes de la capital. Sharon sabía toda la verdad, él se la había contado y tenía la esperanza de que ella contara los hechos reales, con ello, el pueblo sería incapaz de condenar a la muerte a sus propios salvadores, la verdad es que aquel era un punto muy a su favor.

La noche era larga y a Steve aquel tiempo ahora le sobraba, probablemente no tuvo la oportunidad de hablar con todos los nobles, pero la tendría para hablar con sus padres al respecto, eso era lo que más importaba para él, por lo que esperó a que finalmente todos se marcharan y quedaran solo los que portaban el apellido Rogers, para pedirles que por favor se sentaran en una de las salas, ya que quería hablar con ellos.

— ¿De qué querías hablar con nosotros, hijo mío? —preguntó Sarah con una ligera sonrisa una vez que los tres se encontraban reunidos y cómodos.

—Sé que lo que les diré será muy difícil de aceptar por ustedes, pero son mis padres, los amo, y espero me comprendan —empezó Steve con voz seria, pero sintiendo los nervios en su interior, unos que a pesar de todo no doblegaban la seguridad de su decisión—, voy a cancelar el matrimonio con Lady Sharon Carter.

Los rostros felices y serenos de sus padres poco a poco se fueron transformando a unos desconcertados, el de Lord Joseph pasó exactamente de uno desconcertado a uno furioso.

— ¡¿Pero de que carajos estás hablando Steve?! si Lady Sharon es una mujer hermosa, amable y respetable, es la mejor esposa que pudimos escoger para ti, toda tu vida has sido destinado a ello y los sabes, es tu deber —dijo su padre alzando la voz y levantándose de su asiento.

Steve cerró los ojos y soltó un suspiro, aquello ya se lo esperaba.

—Hijo, no podemos cancelar un compromiso de esta magnitud, la familia Carter es una de las más honorables y respetables de la capital, no podemos quedar mal con ellos, además jamás podrás encontrar a una mejor mujer que ella. El apellido Rogers está en tus manos, eres nuestra descendencia  —explicó su madre más tranquila que su esposo, pero de igual forma con rostro preocupado y disgustado.

—Precisamente por eso tomé está decisión; fue alguien que ustedes escogieron para mí, no que yo escogí y la verdad es que no la amo. No puedo obligarme  a estar atado el resto de mi vida con una persona que no es para mí —explicó Steve perdiendo los estribos también. Sabía que no iba a ser fácil.

— ¡Pero es tu deber! Como futuro señor de esta y todas nuestras propiedades, como futuro del apellido Rogers. —exclamó su padre.

—Puedes aprender a amarla con el tiempo, no te puedes negar a las posibilidades. Así fue mi matrimonio con tu padre —dijo su madre comenzando a jugar con la tela de su vestido entre sus manos debido al incremento de la tensión en la estancia, así como de su propio nerviosismo.

—No siempre es así madre, entiendo y me da mucho gusto que tu matrimonio con mi padre a pesar de haber sido arreglado resultase un éxito, pero yo no quiero eso para mí, quiero la libertad de poder decidir por mí mismo, de tener el amor verdadero, de vivir sin que me tengan que imponer las cosa-

— ¿¡Te has vuelto loco!? ¿¡Cómo piensas poner aquella idea estúpida del amor sobre tu apellido y el prestigio de la familia!? —gritó Lord Joseph, denotando el coraje que sentía junto con las venas resaltadas de su frente.

—Joseph… —llamó su esposa tratando de calmarlo.

— ¡NO SARAH! ¡No voy a permitir que este muchacho acabe con todo lo que la familia ha creado! Si tomas esta decisión que te quede claro Steve, que no vas a recibir ni un solo céntimo de toda la herencia —amenazó apuntándolo con el dedo índice.

— ¡Bien! no te preocupes padre, me quedo sin una sola moneda de oro, si ese es el precio que tengo que pagar por mi libertad estoy más que dispuesto a ceder —clamó Steve también alzando la voz para después pararse de ahí y salir a paso rápido hacia su dormitorio encerrándose en él, dejando al matrimonio solo.

 Joseph una vez que su hijo desapareció de su vista se dejó caer en el sofá, justo al lado de su mujer, pasándose una mano por la frente tratando de estabilizar y calmar un poco su coraje. Sarah pasó una mano por la pierna de su marido, sobándolo y tratando de calmarlo también.

—No lo entiendo, Steve jamás se había revelado contra nosotros, él siempre ha sido un hijo ejemplar —dijo Joseph.

—Lo sé mi amor, pero al parecer todo aquel tiempo que pasó con esos piratas lo cambió, el Steve de ahora, el que regresó, parece diferente, lo sé, lo conozco, es mi hijo —respondió Sarah.

Joseph no hizo más que asentir sin saber qué hacer al respecto, se le caería la cara de vergüenza si tuviera que ir frente a Lord Harrison a cancelar el compromiso; Sarah por su parte, también pensaba que aquel comportamiento de su hijo era un problema, pero que sin lugar a duda tenía razón en querer escoger a alguien por él mismo.

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La noche pasó y el mañana llegó. Efectivamente, Bucky desde la noche anterior había sido convocado para ser informado respecto a los preparativos del evento público de ese día.

Cuando se hacían juicios y ejecuciones públicas era común que se creara caos y en ocasiones, que las cosas se salieran de control, ya que el pueblo a veces se ponía muy entusiasmado o agresivo, Bucky no sabía cómo describir exactamente aquello. Por esto mismo, era necesario tomar precauciones y tener máxima seguridad en todos lados, en especial porque sería la mismísima Lady Sharon Carter la que dirigiría todo.

Sharon había insistido con su padre para llevar el mando de aquel juicio, normalmente era Harrison o algún otro hombre con supremacía y poder los que dirigían ese tipo de eventos, debido a que ellos eran la máxima autoridad en la capital. La iglesia por lo general tenía un lugar importante y crucial, pero el padre supremo actual mantenía una posición firme de abstenerse a presenciar aquel tipo de eventos, diciendo que a pesar de todo el poder que le otorgaban, el único con el poder de juzgar era Dios.

Con esto y con el hecho de que la sentencia sería decidida por el pueblo, Harrison era el único con el deber de llevar a cabo el juicio, y después de la clara intención que su hija se esforzó por hacer para que cediera en esta ocasión el poder, finalmente decidió darle gusto y pasarle el mando, pensando que cuando él muriera Sharon sería la imagen con más importancia de toda la capital, y como tal, debía de comenzar a aprender cómo relacionarse más con todos aquellos asuntos, a pesar de que fuese un tanto peligroso, sin embargo, eso no quería decir que su esposa e hija no estarían bien custodiadas y protegidas en todo momento.

La noticia se esparció como pólvora. El centro de la capital fue preparado y con ello los oficiales fueron organizados y dirigidos a sus puestos.

Como Bucky  ya era teniente coronel, Radobmir le hizo cargo de la operación, siendo el encargado, junto con otros oficiales, de llevar a los Vengadores hasta al centro y también de  velar por la seguridad de la señorita Sharon.

En el momento en el que Bucky se enteró de todo escribió una carta y se la dió a uno de sus sirvientes para que se la hiciese llegar a Steve, para así mantenerlo al tanto del juicio que se llevaría a cabo, pensando en lo que su hermano le había dicho, y que lo más seguro es que él quisiese asistir para ver al hombre que decía amar, aunque aquello aun le seguía pareciendo una completa locura.

Era temprano por la mañana cuando Bucky llegó a los calabozos para así comenzar con su labor.

Bajó hacia las celdas junto con un grupo especial de oficiales que él mismo había escogido para que cada uno llevase a un pirata, asignándoles las respectivas celdas.

—Véndenles los ojos —ordenó Bucky, haciendo que cada oficial fuese hasta la puerta de la celda que les correspondía a cada uno. Bucky al ser el encargado se llevaría a Tony, el cual consideraban el más peligroso de todos.

— ¿A dónde nos llevan? —preguntó Thor desconfiado al ver las pañoletas que les pondrían en los ojos, aunque claro, no podían hacer nada ya que tenían las manos y los pies esposados.

—Serán llevados a juicio, hoy se decidirá su destino —respondió un oficial lo suficientemente fuerte para que los demás Vengadores lo escuchasen.

Bucky se quedó parado solo unos segundos, viendo a sus hombres hacer su trabajo. Justo cuando iba a comenzar a caminar para dirigirse a la celda del capitán fue que la escuchó.

—Bucky… por favor —suplicó la voz de Natasha, haciendo que el teniente coronel se girase lo suficiente para mirarla a los ojos y verlos acuosos debido a las lágrimas que querían salir de la pirata.

En todo aquel tiempo Bucky se había resistido a voltear a ver a la pelirroja, había evitado mirarla por cualquier motivo, pero ahora, que finalmente la veía, sentía como su pecho le dolía.

Aquella mujer lo había utilizado y lo había engañado, entonces, ¿Cómo era posible que la honestidad y arrepentimiento se reflejaran en sus ojos verdes?

Bucky tragó saliva, sintiendo una inmensa tristeza invadiéndole, pero resistiéndose a lo que su corazón le suplicaba. Giró el rostro al frente y caminó a paso firme, dejando a la mujer con otro oficial que ya comenzaba a privarle de la vista, sin embargo, al pasar a lado de una de las celdas escuchó que alguien más lo llamaba.

—Eres un completo imbécil ¿sabes?, ella en verdad te ama —dijo aquel hombre castaño claro identificado como Clint, que ya comenzaba a ser sometido por un oficial.

Bucky pasó de largo de él hasta llegar donde Tony se encontraba; a pesar de que no se detuvo, como si hubiese ignorado lo que el otro sujeto le había dicho, lo cierto era que sus palabras atormentaban su mente, más que nada porque eran exactamente lo que Steve le había dicho la noche anterior. Aquello solo lo hacía sentirse más y más confundido.

—Hey, “hombre de hierro” hoy es el gran día —dijo Bucky al estar frente a Tony; abrió la celda viéndolo sentado y recargado en una pared, con los brazos flojos, como si se encontrara sin vida.

Se agachó y en cunclillas miró detenidamente al castaño. Aún cuando ya lo conocía, esta vez parecía diferente. Aquellos ojos castaños a pesar de encontrarse abiertos parecían estar tan apagados, que se sentía como si no hubiese un alma ahí dentro. Ni siquiera lo volteaba a ver. Lo lamentaba tanto por Steve, había caído igualito a él, perdido de amor por un criminal. Dejó salir un suspiro para después vendarle los ojos, aunque pareciese que no fuera necesario pues el capitán no parecía tener ninguna intención de querer pelear y escapar.

Lo tomó de un brazo y lo levantó, casi cargando con su peso, como si fuese un muerto viviente.

—Andando —le dijo Bucky empujándolo para que este por inercia comenzara a caminar.

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Steve se encontraba frente al espejo de su cuarto, terminando de abotonar su levita mientras miraba su reflejo triste.

La carta de Bucky le había llegado, pero aquella información ya la sabía; el oficial encargado se la había dicho mucho antes, sin contar que la noticia estaba en boca de todos los habitantes de la capital.

El rubio se miró una última vez, armando de valor al hombre que se mostraba en el reflejo para salir finalmente de ahí directo al centro, lo que menos le gustaría sería llegar tarde.

Bajó casi corriendo las escaleras principales donde justo a los pies de esta se encontraban sus padres.

— ¿De verdad piensas ir, hijo? Esos eventos en ocasiones son muy violentos, sin contar que estará infestado de plebeyos —trató de hacerlo razonar su madre, mirándolo preocupada.

El matrimonio Rogers no iría, ya que no les parecía de buen gusto; pero al parecer su hijo era otra cosa completamente diferente.

—Iré, no se preocupen —respondió Steve frio mirándolos a ambos, viendo a su padre que se encontraba con el ceño fruncido, siguiendo enojado con él respecto a su discusión. Pero claro, Steve no tenía tiempo para todo aquello.

Se despidió solo de su madre con un beso en la mejilla, para finalmente salir de ahí y tomar a Snow, galopando directo a su destino.

Cuando llegó se impresionó con la cantidad de gente aglomerada. Era una plaza muy grande, rodeada de casas con balcones y arquitecturas de patrimonio histórico. La gran catedral de la iglesia se encontraba solo unos pocos metros atrás. Justo al centro y a lo alto habían instalado un gran tablón de madera, que para llegar a él se tenían que subir unas pequeñas escaleras hechas del mismo material.

Estaba posicionado a lo alto y al centro, para que todos los presentes pudieran apreciar a cualquiera que fuese la persona que se parara ahí; normalmente se llevaban a cabo ejecuciones, pero en aquel preciso momento no había horca o cualquier otro aparato de tortura, solo el simple panel para el juicio.

Steve jaló las riendas del caballo, haciendo que este dejara de trotar, ya ni siquiera podía avanzar más debido al bullicio de toda la muchedumbre. Se escuchaba todo el alboroto, mientras que la gente se empujaba por querer tener un asiento en primera fila, tratándose de acercar lo más posible al centro.

El rubio frunció el ceño y bajó de su corcel, jalándolo de las riendas para que éste lo siguiese a pie.

Había demasiado gentío y eso que ni siquiera había empezado, Steve había tratado de llegar temprano pero nunca se imaginó aquél enorme alboroto que el juicio estaba provocando, lo peor de todo era que él se encontraba a varios metros de donde se suponía los Vengadores llegarían.

Para su suerte el rubio miró a los oficiales de la capital; estos se encontraban también hasta el final, tratando de controlar a la multitud. Claro, había oficiales por todos lados, hasta atrás, en medio, hasta al frente, haciendo el mismo trabajo.

Steve se acercó hasta uno de ellos, jalando a Snow en el proceso.

—Buenos días oficial, soy el caballero Steve Grant Rogers —saludó Steve viendo que el oficial se mantenía con un gran escudo en una mano y una espada en la otra; firme, manteniendo los límites del público.

—Lord Steve Rogers —correspondió cordialmente el oficial, manteniendo su pose fija.

—He venido a apreciar el juicio, ¿sabe dónde puedo dejar a mi corcel? —preguntó Steve volteando a ver rápidamente a su blanco caballo. El plan de este era dejar a su caballo resguardado, y como pudiese escabullirse entre los de clase baja hasta poder llegar al centro, aunque ciertamente, ni siquiera sabía si lo podría lograr.

—Oh no Lord Rogers, usted debe apreciar el juicio desde los balcones, son los lugares asignados para los nobles, no se puede exponer a meterse a la masa, son las reglas para su seguridad. —explicó el oficial, dejando la espada en su funda y apuntando directo hacia los balcones de las grandes casas que se encontraban a los alrededores donde ya se encontraban varios nobles a lo alto, mirando todo aquel show que se estaba formando. Se diferenciaban claramente por sus caros trajes de vestir y los ampones vestidos de las damas.

Steve se lo pensó unos momentos, si se iba hasta los balcones Tony no podría verlo muy seguramente, pero ciertamente aquel lugar era muchísimo mejor que toda la gente que se estaba empujando frente a él. Y bueno si era uno de sus privilegios por ser noble más le valía aprovecharlo.

Agradeció con una reverencia al oficial y se fue a uno de los balcones más cercanos; en la entrada de la arquitectura se encontraban otros dos oficiales, custodiando que no cualquiera pudiese entrar, pero a Steve solo le bastó presentarse para que le abrieran las puertas y le dieran las instrucciones para llegar al gran balcón.

Ahí ya dentro, como era tan grande, pudo dejar encargado su caballo a uno de los sirvientes del lugar y subir las escaleras para apreciar la vista.

El balcón era grande y ciertamente tenía una vista perfecta y cómoda, mucho mejor que estar abajo junto con todo el pueblo. A su lado solo había una mujer de edad mayor, noble por supuesto, junto con su hijo que parecía no rebasar los veinte años.

Steve se presentó y los saludó cordialmente, pero sin agregar nada más ni iniciar una conversación, prestando toda su atención justo al medio de la plaza central, donde estaba el tablón y un caminito hecho por los mismos oficiales, por donde seguro llegarían los vengadores.

Los minutos pasaron y los nervios de Steve solo aumentaron más al punto de hacer que comenzara a mover su pie contra el suelo, impacientemente. La espera lo estaba matando, pero nunca hay plazo que no se venza ni fecha que no se cumpla, por lo que después de un rato la escandalera del gentío se hizo más grande al notar como los reos llegaban.

El corazón de Steve de repente latió muchísimo más rápido, posó ambas manos en el barandal de piedra, precipitándose al borde del balcón al ver de lejos a todo el equipo, siendo custodiados cada uno por un oficial. Parecía ser que cada uno traía una venda en los ojos, que al momento de llegar fue retirada por los mismos oficiales.

El rubio pudo mirar a su Tony, su castaño, su amor, pero sentía su pecho oprimido al verlo en aquel estado, tan sucio, tan demacrado, sin el brillo que siempre lo caracterizaba y a pesar de estar lejos lo notaba. Y a su lado estaba siendo custodiado por su amigo Bucky, aunque claro, eso ya no le impresionaba debido a la carta que le había mandado este mismo. 

Se armó de valor y apartó la mirada del capitán para poder cerciorarse de que todos los demás se encontrasen ahí y sí, vio a Peter, asustado y alterado, volteando a todos lados haciendo que su pecho se oprimiera aún más.

También estaban Clint, Bruce, Thor, Loki y Natasha, esta última también luciendo un aspecto más demacrado que el resto. Al parecer ahí se encontraban todos, pero el hecho de verlos en aquella situación, esposados, siendo tratados como viles esclavos hacía sentir a Steve como basura, ya que él se encontraba tan cerca y a la vez tan lejos, sin poder hacer absolutamente nada al respecto.

Iba a volver su mirada a Tony cuando miró cómo una carroza se paraba al inicio del caminito que daba para ir hacia el tablón del centro, justo al lado de los prisioneros. De ahí bajó su ex prometida, Lady Sharon, junto con su padre Harrison Carter. Steve se había enterado de todo, pero ya no había tenido ni el tiempo ni la oportunidad de hablar con la rubia y a decir verdad le hubiese gustado hablar con ella antes para pedirle por favor que lo ayudara a él y los vengadores.

Harrison le dijo algo al oído a su hija, esta asintió firme y se acomodó su vestido, para después comenzar a caminar hacia al centro, siendo seguida por cada oficial custodiando a su respectivo pirata, dejando a su padre atrás.

El tablón era grande, pero no lo suficiente para que tantas personas pudiesen subir, por lo que Sharon subió los escalones de madera, tomando su vestido con ambas manos para levantarlo y le ordenó a Bucky que subiera ahí a dejar a Tony, este al ser el líder sería la representación estricta de todos los vengadores, que se habían quedado al borde de la escalera de madera, en una fila, mirando a su capitán.

Bucky subió a Tony y lo dejó arrodillado, frente a todo el mundo, a lado de la dama rubia que se encontraba de pie. Hizo una reverencia y se bajó de ahí, quedándose también al borde de las escaleras dejándolos a ellos dos solos ahí arriba.

Steve tragó duro sintiendo nuevamente el picor en sus ojos, ver a su hermoso Tony tan destrozado, arrodillado frente a todos aquellos pueblerinos, con la cabeza gacha, sin poder siquiera levantar la mirada y con las manos y pies atados.

— ¡Gente de la capital! Terribles crímenes han sido cometidos y aquí están frente a ustedes “Los Vengadores”, siendo juzgados por el mismo pueblo —gritó Sharon a todo pulmón apuntando directo hacia Tony y los piratas que se encontraba abajo, haciendo que todo el mundo guardase silencio, para poder escucharla—,  crímenes aún más abyectos, ya que los perpetradores conspiraron con los paganos que envilecen el nombre de la capital.

Sharon volteó a mirar a toda aquella gentuza que la miraba a ella y al pirata a lado de ella, haciendo énfasis en sus palabras con su mirada recta y determinada. 

—Los prisioneros son acusados de los crímenes de brujería, robo, violaciones ¡y su capitán Anthony de homosexualidad! —al momento en el que Sharon gritó todo aquello los jadeos sorprendidos y alterados de todo el mundo se dejaron escuchar. Las mujeres tapándose la boca sin poder creerlo, algunas persignándose, y los hombres comenzando a gritar sin fin de groserías.

—No comprende la autoridad de la iglesia, es un producto de la superstición, una errante de la fe, un invocador de demonios, un idolatra y un hereje —Sharon gritó, apuntando con su dedo índice al hombre arrodillado a su lado. Si la iglesia no estaba para apoyarla, ella misma se encargaría de dejar en claro las reglas de esta que todo el mundo seguía.

“¡Maricón!” “¡demonio!” “¡ladrón!” fueron algunas de las cosas que les comenzaron a gritar a Tony que ni siquiera podía levantar el rostro.

— ¡Merecen la justicia de la capital! —gritó Sharon levantando su mano en puño, en alto.

“¡CULPABLES! ¡CULPABLES ¡CULPABLES!” comenzaron a gritar todos los pueblerinos levantando el los puños de igual forma para luego comenzar a gritar cosas como “mátenlos” “a la hoguera” “muerte” ”al infierno”.  

—Que Anthony y los Vengadores sean condenados para la eternidad. ¡Que sean sentenciados a la hoguera! —sentenció Sharon vociferando con todo el aire que le quedaba, recibiendo como respuesta alegraba del público presente y gritos de gozo, clamando por ello.

Natasha y los demás, incluyendo a Bucky, no podían creer todo aquello, sus ojos abiertos pasmados, llenos de temor y espanto.

— ¡Eso no es cierto! ¡Eso no es verdad! —comenzó a gritar desesperado el pequeño Peter sacando lágrimas de sus ojos, jaloneándose y tratando de zafarse del oficial que lo sostenía firmemente, pero claro, sus gritos apenas eran escuchados por él mismo, debido a toda la bulla a su alrededor.  

Todo había pasado tan rápido.

Steve por su parte se había quedado estático, sin poder mover ni un solo musculo, mirando con horror aquello que se prestaba frente a sus ojos. Sharon había dirigido todo para que aquella terminara siendo la sentencia, muchas de las cosas que había dicho ni siquiera eran ciertas y además ¿Cómo rayos sabía de la homosexualidad de Tony? muy seguramente también supiera que ellos estaban juntos, pero el verse descubierto le venía importando poco a Steve, lo único en lo que podía pensar ahora era en aquella sentencia que acababan de dar.

Sus piernas comenzaron a fallarle y el aire le empezaba a faltar, pero todo empeoro aún más al ver como después de unos segundos alguien del público se animó a aventar un jitomate directo al rostro de Tony, haciendo que su cara se voltease debido al golpe.

Sharon lo notó y rápidamente bajó del tablón hasta posarse a lado de Bucky, protegiéndose y dejando a Tony ahí arriba solo.

Aquel jitomate solo había animado a que todos los demás hicieran lo mismo, y pronto más golpes comenzaron a llegar. “¡maldito cerdo!” “¡pervertido!” “¡violador!” gritó la plebe junto con más insultos mientras le arrojaban jitomates y demás verduras a la cara y cuerpo, le estrellaban huevos, le echaban lodo, le tiraban escupitajos y sin fin más de porquerías que se encontraran por ahí, haciendo que el cuerpo de Tony se moviera por la fuerza de los golpes.

Después, las verduras pasaron a ser remplazadas por rocas, y la gente comenzó a aventarle piedras a aquel castaño arrodillado frente a todos, sin importarles ni un poco lo peligroso que podía llegar a ser.

Le dieron directo en su mejilla, haciendo que su cara se voltease completamente y sacándole sangre a su labio. Luego otro golpe en el torso, otro en el brazo, otro en la rodilla, y otro en la frente que hizo que la ceja de Tony comenzara a sangrar, pero este sin inmutarse, sin defenderse, sin levantar la mirada, solo recibiendo los fuertes y duros golpes.

Steve se desmoronó y calló de rodillas, estaban hiriendo a pedradas frente a sus propios ojos a la persona más buena y noble del universo, a la persona más importante para él y él estaba lo suficientemente cerca para verlo pero demasiado lejos para poder actuar. Cada piedra que le tiraban a Tony él sentía como si la estuviera recibiendo su propio corazón, el verlo tan mal, en una situación tan cruel, hizo que Steve ya no pudiera contenerse más y comenzara a llorar inconsolablemente ahí arrodillando, dejando salir su rio de lágrimas, cubriendo su rostro con ambas palmas de sus manos, hipando tratando de agarrar aire debido a que sentía que no podía respirar.

Jamás había sentido un dolor tan más grande.

La dama y su hijo que estaban a lado de él se sorprendieron por aquella reacción del rubio caballero, e incluso se asustaron, pero no dijeron nada.

Sin dejar de llorar se armó de toda la fuerza de su interior y se levantó, limpiando sus lágrimas que no dejaban de salir mientras juntaba toda su resistencia y salía corriendo directo hacia afuera, tenía que parar todo aquello de cualquier manera.

Cuando llegó a la entrada había varios oficiales cubriéndole la entrada.

— ¡Déjenme pasar! —gritó Steve con los ojos rojos y sin parar sus lágrimas, haciendo puño sus manos.

—El gentío se está saliendo de control Lord Rogers, para su seguridad resguárdese aquí hasta que todo haya terminado —dijo un oficial, cubriendo la entrada.

—¡¡Déjenme pasar!! —gritó una vez más Steve abalanzándose directo a los oficiales, tratando de pelear, pero la verdad es que el rubio estaba desmoronado, no podía dejar de llorar y los oficiales fácilmente pudieron someterlo, poniéndole sus propios brazos detrás de su espalda.

—Es por su bien Lord Rogers —dijo uno de los oficiales, escuchando cómo el rubio suplicaba una y otra vez que lo dejaran pasar entre llantos.

Y así como Steve se encontraba llorando, los Vengadores también, sin poder contenerse al ver todo aquel espectáculo de terror. Su capitán siendo abucheado por la multitud, siendo humillado mientras le arrojaban piedras, golpeándolo.

— ¡Lady Sharon! Solicito su permiso para acabar con este caos —gritó Bucky a Sharon, sintiéndose también desesperado, él nunca había estado de acuerdo con todo aquello.

—Solo aguarde un momento —dijo Sharon tratando de reprimirse unas sonrisa victoriosa.

Bucky frunció el ceño aún más y mandando al diablo a la rubia fue que tomó uno de los escudos del oficial más cercano a él y subió directo al tablón, dirigiéndose hasta estar al lado de Tony y poder cubrirlo con el escudo, para que las piedras y demás porquerías no le siguieran dando.

Para aquel punto el castaño ya se encontraba casi completamente tirado y a nada de estar inconsciente.

—Vámonos de aquí —le dijo en voz baja Bucky a Tony mientras pasaba el brazo contrario por su nuca, haciendo apoyo de su propio cuerpo para poder levantar al castaño, que se encontraba con los pies arrastrando y sangrando gravemente, al punto de vomitar sangre.

Como pudo se colgó a Tony con un brazo y usó su otra mano para seguir tomando el escudo y proteger a ambos.

Bajo las escaleritas de madera con dificultad y lo primero que vio fue el rostro de Sharon enfurecido, ya que él no acató sus órdenes. Comenzó a reclamarle aquel mismo hecho pero Bucky simplemente la silenció en su mente y dejó de escucharla.

— ¡Escúchenme bien oficiales! ¡Sáquen a todos los vengadores de aquí! Los quiero a todos a salvo en las celdas del calabozo ¡Se sentenció una hoguera y no se podrá cumplir si son matados aquí mismo! ¡Se debe mantener el orden! —gritó Bucky a su oficiales, usando aquellas palabras sabiamente a su favor, viendo que estos asentían y cumplían sus órdenes. Empujando con sus escudos a toda la gente que los empujaba devuelta y sacando sus espadas, haciendo espacio para que los vengadores pudieran salir de ahí, y Bucky también.

Sharon dejó de reclamarle a Bucky y miró como todos los piratas ya se retiraban de ahí. Ciertamente aquello era un descontrol total, la gente no dejaba de empujarse y gritar, por lo que ella también prefirió ser escoltada y regresar a la brevedad  a lado de su padre para poder irse en su carruaje.

—Lo hiciste perfecto hija mía, estoy muy orgulloso de ti —dijo Harrison Carter una vez que ambos subieron a su carroza.

—Gracias padre —respondió Sharon mirando por la ventana, viendo como comenzaban a dejar todo aquel tumulto de personas mientras los oficiales que permanecieron ahí trataban de calmar a todo mundo.

Notas finales:

Próximo capítulo, capítulo final. Los quiero a montones.

Perdón por hacerlos sufrir, créanme que yo también sufrí escribiendo esto. Nos estamos leyendo, gracias enormemente por sus comentarios.


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