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War of Hearts por ruru_san

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«Quiero encontrarte a ti sonriendo a la vida si no te sonríe ella a ti.»


 


El pecho de Yuri bajaba y subía con violencia, los tremores de los que era víctima asustaban como siempre al joven Katsuki que no dejaba de alterarse con cada complicada respiración que le tocaba contemplar sentado a un lado del raído catre del muchacho. Inspirar y espirar era algo que el rubio hacía pasar por una labor casi imposible luego de cada procedimiento de sedación al que el doctor Lee se veía obligado a utilizar con él cada vez que se ponía demasiado rebelde a asistir a la revisión dominical. Eran ya tres las ocasiones en que Yuri caía en estado de hipotermia minutos antes de despertar del todo... Tres domingos casi consecutivos desde que el Capitán Altin había dejado de pasarse por ahí hacía un par de meses.


Era algo curioso a ojos de Guang Hong, quien miraba la escena con gesto estresado desde el marco de la puerta de la habitación que compartía con Yuri, Minami y otro par de chicas que ahora mismo cenaban en la cocina con Yuuko.


Guang Hong tenía entendido que esa clase de procedimientos se usaban con aquellos omegas que generalmente se negaban a los exámenes médicos por su terror a que algo saliera anormal en ellos, eran personas que se dedicaban a venderse fuera del estatuto laboral dentro de un negocio establecido, personal que sabían podían ser un riesgo sanitario para los clientes y que por ende serían deportados a la ciudad para recibir su correspondiente sanción una vez el médico de la zona enviaba un escrito a la milicia de la UF14 para que realizaran su parte. Lo que nadie entendía era por qué Yuri se mostraba tan renuente considerando que sus análisis resultaban limpios todo el tiempo. Por no mencionar que, a diferencia de otros chicos, él mostraba una reacción bastante particular con los fármacos que le helaban el cuerpo y le hacían tiritar por al menos una hora.


— Minami, sube la potencia del calentador, por favor. — pidió Katsuki, quien pasaba el dorso de la mano derecha por las mejillas del más joven de los chaperos que ahora balbuceaba cosas inentendibles bajo varios cobertores que le cobijaban. — Siento que no le estamos ayudando demasiado, sigue helado y me preocupa que esta vez hayan tenido que subir la dosis de sedante para someterlo.


Minami, a un costado de Yuuri, desde hace bastante rato sostenía entre las manos un pequeño calentador eléctrico que ya comenzaba a quejarse de que lo tuvieran en su máxima potencia. El rubio teñido no dijo nada para no incrementar la preocupación de su jefe protector.


— Creo que deberíamos de recurrir a las bolsas de agua caliente que nos recomendó el joven Phichit... — sugirió Guang no pudiendo ocultar ya su nerviosismo mientras arrugaba la orilla de los bajos del enorme suéter que vestía esa noche. — Los cobertores no estan ayudando en esta ocasión.


Yuuri, ese pelinegro gafotas con inevitable gesto bondadoso observó a Guang un momento por encima del hombro para después simplemente asentir.


— Date prisa. — pidió Yuuri cuando Guang ya tenía un pie en el pasillo, la voz de su jefe nunca sonaba como si estuviera ordenando nada, su tono era tan suave todo el tiempo que no podías pensar en otra cosa que no fuera acatar lo que te pedía. — El señor Ivanov ha solicitado nuevamente un servicio especial contigo, llegará en unos minutos...


Guang Hong no tuvo tiempo para contemplar cómo los hombros de su jefe se ponían rígidos ante la sola mención de ese cretino y adinerado mercader que, con ayuda de sus influencias gubernamentales en la ciudad, había logrado de hacerse con un permiso legal para poder hacer uso de los servicios de la Zona Roja en el día y hora que lo solicitara; lamentablemente de unos meses para acá sus ojos solo podían estar puestos en el Ice Castle cada noche de domingo que se le antojara para poder partir en las madrugadas de lunes a su hogar. Siempre elegía a la misma víctima.


Los pasos presurosos del joven castaño de ojos rasgados le llevaron hasta la cocina, con algunas dificultades para respirar, para tragar saliva siquiera. Tuvo que sostenerse de la orilla de la mesa, agachar un poco la mirada para que Yuuko y un par de sus compañeras no notaran las ganas que tenía de soltarse a llorar por culpa de las arcadas que amenazaban con hacerle vomitar ahí mismo.


— Bolsas... — balbuceó sin aire, peor que si hubiera corrido todo el trayecto de la UF14 hasta la ciudad. — Bolsas de agua caliente... para Yuri.


La amable cocinera no le dedicó su mirada por mucho tiempo, consciente de las batallas que cada uno libraba internamente en ese establecimiento, tampoco quiso interrogar al muchacho por su rara actitud, solo metió prisa a llenar del grifo caliente bolsas de caucho que generalmente usaban para bajar las fiebres de los enfermos ocasionales. El silencio se volvió impenetrable e incómodo para las dos omegas que habían detenido su cena.


— Toma, pequeño... — susurró Yuuko con afecto a ese chico que no tenía mucho de haber cumplido dieciocho años en medio de esa misma cocina, acompañados todos con un pastel de carne a término medio que ella misma había preparado a petición de Yuuri. Guang Hong, el jovencito que para Yuuko y el resto no aparentaba tener siquiera quince años, cosa que el señor Ivanov tenía también muy en cuenta al momento de dejarle inservible por varios días en la semana.


— Gracias...



 


El cabello de Yuri parecía trigo esparcido sobre la almohada, coronando ese tierno rostro de ojos cerrados y cuerpo mucho más relajado ahora que a sus costados yacían las bolsas de agua caliente. Había dejado de tiritar y ahora parecía ser arrullado por una madre inexistente. En medio de su contemplación, Yuuri llevó una mano hasta la pequeña cabeza para acariciar las hebras doradas, para jugar un poco con el cuero cabelludo, recorriendo el suave relieve con facilidad. No podía ser solo cuestión de la imaginación, su delicado tacto parecía hacer derretir el cuerpo menudo entre almohadas y cobertores.


Katsuki tomó suavemente un trozo del largo cabello de Yuri entre los dedos y el chiquillo soltó un largo suspiro que casi le hace dudar acerca de que estuviera realmente dormido, pero este gesto fue acompañado por movimientos corporales que hicieron que el menor acabara acomodado de costado, sonriendo a medias. Era como si no pudiera relajarse del todo ni en sueños, incluso le parecía haberle visto tragar con dificultad, pues la manzana de Adán había subido y bajado de manera casi imperceptible.


— A veces pareciera que no vamos a terminar de conocerlo nunca... — Yuuri dejó el comentario en el aire, pero Minami se dio por aludido como interlocutor, ahora sentado a los pies del catre donde yacía el durmiente.


— ¿Cuánto tiempo tiene él aquí?


— El suficiente como para haberme visto crecer en este negocio y ayudarme a no llevar a la quiebra lo que mi madre dejó aquí. — suspiró el administrador del lugar, observando la curiosa manera en la que ahora Yuri arrugaba los labios. — ¿Sabes que Yuri fue el primer omega que acogí en el Ice Castle luego de que mis padres me dejaran a cargo?


Minami se quedó en silencio cuando sus miradas se encontraron.


— Yuri nunca habla de él y no he tenido mucho tiempo libre para informarme de esas cosas, jefe.


— Solo "Yuuri". Ya te lo he dicho antes. — le reprendió el otro con tono comprensivo.


La sonrisa de Minami se hizo un poco débil, esa sonrisa que parecía tener tatuada en el rostro de manera permanente conforme las semanas pasaban y su actual empleo era algo a lo que cada vez se adecuaba más, siempre con el único pensamiento de que podría encontrarse en una peor situación.


— Yuuri... — le concedió.


Minami prefirió comenzar a jugar con sus pies, balanceándolos a penas unos centímetros por encima del suelo, sitio en el que también clavó la mirada.


— Guang Hong fue el segundo al que elegí y que quedó directamente a mi cargo desde hace un año. — continuó Yuuri con la conversación anterior, intentando suavizar el ambiente, talento que desarrollaba con una naturalidad que nadie comprendía. — Aunque no lo parezca, me considero la clase de persona que observa más de lo que dice, Minami y a pesar de que no se exactamente lo que sucede en la cabeza de cada uno de ustedes, entiendo perfectamente la magnitud de la gravedad de lo que sea que esten pasando.


El chico continuó contemplando sus pies inquietos hasta que el talón de uno de ellos dio un golpe seco contra algo que se encontraba debajo del catre de su compañero de cuarto más gruñón.


— Guang no está bien desde que ese mercader ha venido a plantarme cara con ese documento membretado que me ata de manos. Yuri cada vez está peor, más rebelde y renuente a las revisiones médicas desde que no nos visita el Capitán Altin...


No era que Minami no estuviera interesado en las preocupaciones de su patrón, pero mientras este apoyaba los codos sobre los muslos y ocultaba el rostro entre las manos, él se inclinó lo suficiente hacia el suelo como para coger de ahí un grueso y viejo libro en el que hasta ahora no había reparado. ¿Siempre había estado ahí? suponía que no, pues a pesar de tener una cubierta antigua no parecía tener ni una pizca de polvo. El muchacho coloca el ejemplar sobre su regazo y casi lo deja caer cuando el escandaloso grito informativo callejero se deja escuchar por la ciudad.


¡Noticia para la U. F. 14! ¡Llevamos un mes sin cadáveres! ¡El ejército recomienda que mantengan sus precauciones! ¡El último alfa devorado fue encontrado entre Uduvenko y Tverskaya hace un mes! ¡Todo U. F. 14 debe permanecer alerta! ¡Un mes sin cadáveres!


Yuuri y su acompañante permanecieron con la boca cerrada hasta que aquella voz fue bajando su volumen e intensidad conforme se alejaba entre las calles siguientes. Y entonces Minami notó cómo los hombros de su "salvador" se fueron al frente y la espalda se le encorvó a juego... Todavía sin atreverse a abrir el tomo sobre su regazo fue que sus labios se abrieron.


— ¿Qué es lo que te hace sufrir ahora mismo, Yuuri? — preguntó sin miramientos, no creía que fuera una ilusión visual la forma en que de pronto se cristalizaban los ojos ajenos. El nerviosismo y el miedo llegaron cuando obtuvo una respuesta.


— El hecho de que ya no haya cadáveres recientemente, Minami.


En primera instancia la respuesta impacta, pero la explicación llega pronta y en condiciones para no provocar escandalo. Los almendrados ojos del omega se abren con conmovedora impresión.


— Sin cadáveres ni delitos que perseguir no hay razón para que la milicia venga aquí cada mes y mi Yuri se va a dejar morir donde ese alfa no vuelva por aquí.


Minami no necesitó que Yuuri le explicara más nada, porque bastó con echar un vistazo minucioso y notar así los detalles significativos en el cuerpo enterrado entre frazadas y cobertores con una respiración regular. A veces se requería se requería de un golpe de realidad para que los detalles se volvieran hallazgos de vital importancia. La tesitura suave con la que el cabello caía sobre un rostro que él meses atrás conociera sonrosado y ahora se mostraba pálido y con pómulos excesivamente marcados, el borde recto de una camisa de dormir que le quedaba enorme y dejaba ver el par de clavículas más angulosas que hubiera visto nunca en nadie.


— ¿Yuri se está muriendo?


Y para el menor fue como si ante él se presentase el hombre más solitario sobre el planeta.


— Él llegó aquí estando muerto y hasta ahora era la ilusión de ver a ese hombre a final de mes lo que venía manteniendole vivo desde hace un par de años.



 


Mi abuelo relataba que son los vestigios de aquellos humanos que no desearon "evolucionar" lo que ahora el mundo conoce como Betas, absurdo concepto considerando que siempre estuvimos y estaremos por encima del extraviado raciocinio de esas especies salvajes. Se cuenta que entre el periodo de experimentación y evolución fueron los llamados Alfas quienes iniciaron con signos de canibalismo al entrar en crisis toda esa proteína animal que nos pertenecía.


¿Alimento o apareamiento? ¿Alfas u Omegas? ¿Exactamente por dónde debíamos comenzar a erradicar el problema? Las mutaciones de la actual madre naturaleza nos obliga a todos a subyugarnos en demasiados aspectos ante estas especies caprichosas de una u otra manera. Las Zonas Muertas ayudan a que no sigan reproduciendose como animales, pero mientras haya estudiosos del tema no nos detendremos hasta que muera por completo la esperanza de lograr involucionar a estos fenómenos, solo así llegaremos a la estabilidad que...


— ¿No te molesta que hablen así de tu especie, Yuuri?


La lectura fue interrumpida por Minami, quien minutos atrás le había entregado el libro que Yuri acostumbraba a dejar mal acomodado debajo del catre que utilizaba para dormir, el chico nunca reclamaba en caso de que alguien se interesara en leerlo, siempre y cuando lo devolvieran a su sitio. Sin embargo, esto no sucedía nunca pues nadie en el Ice Castle parecía especialmente interesado en cultivarse un poco.


— Si, ¿no te molesta que hablen así de tu especie... involucionada, cerdo? — Esta vez fue el turno del propietario del volumen quien llamó la atención de los otros dos que, sentados en el suelo a los pies del lecho llevaban algunos minutos inmersos en su lectura. El rubio por fin había despertado.


Yuuri había visto muchas cosas en su tierra natal, un sitio que antes se conocía como "El país del sol naciente" según la literatura. Y había visto con atención los ojos de Yuri, desde todos los ángulos y con todas las posibles proyecciones luminosas que el sol y la luz artificial podían ofrecerle. Le parecía que eran expresivos, muy vivos y fieros al mismo tiempo, como si poseyeran voz propia, una voz independiente que no encajaba del todo con la de su propietario. Pero ahora, en medio de la preocupación velada, los ojos verdes parecen ser un agradecimiento silencioso a sus atenciones recientes.


— Me encuentro más preocupado de que los chicos a mi cuidado se mantengan alejados de todas las peripecias de la urbanidad, que de lo que este viejo libro escrito por mis retrasados ancestros pueda decir.


Yuri arrugó las cejas de tal modo que parecía que podrían unirse en medio de su frente. Era claro que no le agradaban esa clase de críticas hacia el único recuerdo que parecía tener de su familia.


La mirada que el más joven le dedica ya no es todo agradecimientos y Yuuri teme, porque lo siente, en el fondo le parece que los ojos desafiantes le hablan de que el chico no es ignorante de lo que en la ciudad ocurre, de la magnitud de los conflictos. Yuuri le acogió en su establecimiento cuando el muchacho tenía tan solo trece años de edad y desde entonces ya le observaba con esos ojos que le hablaban de una sabiduría de la que muy probablemente pocos de los de su estrato social podrían presumir.


Yuri de vez en cuando le contempla con esa mirada vieja que le deja sin habla, una mirada que ansiosa ruega porque la boca vomite todo el conocimiento que el cerebro posee y aún así el velo de sabiduría desaparece cuando, desde el piso superior de dormitorios, los tres escuchan pasos presurosos, los gritos desesperados de Guang Hong, el revuelo por los pasillos, un portazo en la entrada del bar del Ice Castle y de nuevo silencio.


Tres personas se precipitan contra la puerta para ir en auxilio de la que en el piso de arriba rompe el silencio con su llanto. El llanto de Guang Hong viendo aún más lastimado el recuerdo de su inocencia perdida.


 


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