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War of Hearts por ruru_san

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«Dime, niño de ojos tristes, ¿recuerdas aquel viejo barco que tanto quisiste?»


-¿En qué momento fue que ellos pasaron a considerarse la especie mejor capacitada? Actualmente se tratan de la estirpe más letrada y acomodada dentro de esta basura llamada "Sociedad". No serán el gremio más amplio, pero desde tiempos ancestrales que comenzaron a estar por encima del resto, de nosotros mismos, la especie que lo originó todo sobre la Tierra, incluso a ellos mismos. Se encuentran arriba, demasiado, en ese punto donde la política y la economía se convierten en algo inamovible e inalcanzable para un simple mortal.


Mi padre no recuerda si el abuelo de su abuelo supo acerca de cuándo fue que los campos de ganado se enfocaron en abastecer de músculo fresco a los ridículamente llamados Alfas. Causa gracia el pensar que entre esas bestias haya tanta marginación y discriminación. Mientras unos comen los mejores cortes de carne roja, las sobras y desperdicios los acumulan para que sean consumidos por los que, en su mayoría, elegirán como las "madres" de sus hijos.


Leer "Las crónicas de Kostya" era alguna clase de vieja costumbre que tenía arraigada desde muy pequeño. Ni siquiera se acordaba del momento exacto en que su tutor, el viejo Yakov, le había encerrado en el estudio de su padre para mostrarle por primera vez el contenido de ese ejemplar tan antiguo y que más de una vez le provocó una mueca de desagrado. Siempre leía en voz alta, siempre haciendo que la voz se entrenará para rebotar contra las cuatro paredes de esa espaciosa habitación, porque algún día esa voz  tendría la capacidad suficiente para movilizar naciones enteras, para llevar a mejor puerto a los pueblos.


-¿Qué clase de persona utiliza al cesto de basura para engendrar a su progenie? Según las observaciones de los expertos, los y las Alfa buscarán a un omega para reproducirse, se trata del cruzamiento más factible para llegar a obtener "cachorros". Cachorros, así los llaman ellos, así les llamamos nosotros, aún ahora no sabemos si considerarlos carnívoros, caninos o perros. Es todo un poco de lo mismo.


Era gracias a párrafos como el anterior, que en la infancia Viktor optaba por escabullirse a la primera oportunidad de sus sesiones de lectura. Nada más Yakov abría aquel volumen y él no podía sino mirarle con ojos suplicantes; No entendía que un chico de tan solo cinco años tuviera que leer tanto desprecio hacia su especie, entendía que su mentor fuera un Beta y por eso le instruía con aquellos textos, pero que después de ello las lecciones acabarán con un «Entonces mira a tu alrededor y construye tu propio criterio» era algo que simplemente no comprendía... Hasta ahora.


Yakov de verdad creía en que él lograría hacer algo bueno por el mundo, por toda esa gente que no confiaba en las personas como él. Sin embargo, desde que el viejo no estaba a su lado ya no se sentía tan capaz de saber cuáles eran los métodos que debía seguir para conseguirlo.


-También quiero hacer mención de aquellas familias de Alfas pura sangre, que concertan matrimonios entre ellos para propagar la sangre; no estoy muy seguro de que esto sea lo mejor civilizados que puedan estar, me parece que en mi especie los matrimonios acordados quedaron en el olvido hace siglos. Estudios refieren que este cruzamiento es realmente complicado al no contar las hembras con una fisiología reproductiva del todo adecuada para la gestación, llevándonos esto a considerar la existencia de las "Gestaciones de alto riesgo" que en su mayoría pierden al producto durante el segundo tercio de embarazo.


El despacho de su difunto padre era demasiado amplio para él y aún así continuar con la lectura diaria le provocaba asfixia. Leer acerca de ciertos temas le recordaba constantemente que se encontraba más cerca de los treinta años que de los veinte, que a esas horas de la noche su nada dulce pero muy divertida prometida ya debería de estar dormida en la casa familiar de los Nikiforov, justo a un lado de esas instalaciones enfocadas únicamente a sus actividades laborales. Mila Babicheva, casi una década menor que él, pero elegida como la Alfa indicada para procrear los cachorros pura sangre perfectos con el actual Coronel de la capital de esa región que alguna vez se conociera como la tierra soviética o simplemente Rusia.


Viktor desconocía por qué "países" como el suyo aún conservaban vestigios como lo era su nombre, como tampoco sabía por qué diablos continuaba siguiendo una tradición absurda que le había legado su ahora desaparecido tutor. Viktor no podía asegurar que el cuerpo de Mila algún día aceptara darle hijos, pero no sería porque no lo hubiera intentado o porque cayera en la tentación de hacer caso al instinto al enlazarse con un omega que le hiciera caer en vergüenza promoviendo alguna clase de mestizaje en la familia.


-Un Alfa querrá a sus cachorros en la magnitud en que quiera a su pareja...


Viktor, aún reclinado sobre el escritorio iluminado por una única lámpara de mesa, deslizó los dedos por la orilla de la página actual para continuar con su tarea cuando del interior del libro un trozo de papel encerado se deslizó fuera. Curioso e inquieto por naturaleza, fue que tomó lo que evidentemente parecía ser una fotografía vieja. No pudo evitar silbar sorprendido al observar el estampado sobre el papel.


A Viktor le criaron no para creerse superior, sino para serlo de corazón. Hijo de padres pura sangre y educado más por su mentor que por ellos. No es que haya aprendido muy bien a controlar ciertas emociones, aún si tiene la capacidad necesaria para cumplir con las ordenanzas del ejército al pie de la letra. Cuando ve esa imagen, sus ojos azules se ven ligeramente ocultos por el platinado cabello al agachar la mirada justo cuando la voz de Yakov vuelve desde lo más profundo de sus recuerdos: «He ido a visitar a los Plisetsky de nuevo. Explicame cómo es posible que Yuri, con solo cinco años de edad sepa comportarse mucho mejor que tú, muchacho desalmado».


El joven Nikiforov sujeta la fotografía con una mano, en la otra apoya la mejilla y su codo sobre la madera del escritorio y ahora es su voz de adolescente la que resuena en su cabeza haciéndole sonreír con melancolía: «Ese niñato se encierra en su habitación incluso para comer, no convive con nadie más que su abuelo. ¿No dices que los Alfa también deben desarrollar sus dotes sociales? Pues aquí el raro es ese niño, no yo».


El papel encerado muestra a Yakov y al viejo Nikolai Plisetsky detrás de una muy pequeñita Mila tomada de la mano de un chiquillo rubio malhumorado que no se atreve a enfrentar la mirada con el lente de la cámara y opta por mirar el suelo con el ceño arrugado aún si él, el carismatiquísimo Viktor Nikiforov, se acuclilla a su lado para picarle el costado con los dedos índices para intentar hacerle sonreír. Él tenía casi diecisiete años y no podía negar que los ojos verdes del niño le cautivan, aunque ahora se pregunta cómo era que tenía paciencia para convivir con un muchachito de tal calaña, cuando la dulce Mila siempre buscaba la manera de ser sociable. Yuri no era un cachorro de alfa convencional definitivamente, debió notarlo desde entonces.


No.


Al devolver la fotografía a su sitio es que Viktor tiene que reconocer que lo que realmente se pregunta es otra cosa.


¿Yuratchka Plisetsky de verdad murió? ¿Cómo fue que de un día para otro desapareció?


Entendía la caída de la adinerada familia Plisetsky, el supuesto suicidio de la madre del mocoso aquel de malos modos, incluso le parecía creíble que el padre de Yuri se lo llevara consigo a saber a qué rincón del continente luego de aquel evento. Al que se le sumó el reciente reconocimiento de condición omega del pobre desgraciado, pero nunca entendería que padre e hijo fueran tan despiadados como para dejar al desdichado Nikolai con su fortuna abandonado a la buena de los dioses en esa enorme y vieja casona de la que apenas salía. La última vez que asomó la nariz a un evento social fue para confirmar la muerte de su nieto tres años atrás.


Viktor suspiró largamente haciendo a un lado el libro frente a él. Tentado estuvo de rebelarse un poco y tomar una siestita antes de volver a casa, pero fue en ese momento que del otro lado de la puerta del lugar se dejó escuchar una voz conocida.


-Señor, traigo noticias urgentes.


El aludido enarcó una ceja y se pasó ambas manos por el rostro para desperezarse un poco y volver a la habitual estoicidad que el trabajo exigía, aunque más pronto que tarde una risilla se le escapó.


-Déjate de tonterías, Chris y dame las últimas nuevas.


Ese amigo suyo de rubios cabellos y alocados ojos verdes ingresó a su lugar de trabajo sin miramientos, pero no llevaba consigo la misma mirada feliz que acostumbraba a dedicarle, esa que se notaba aún si no estaba sonriendo. Si en algún momento Viktor estuvo tentado a reírle, esas intenciones no hicieron más que transformar sus labios en una perfecta línea horizontal.


Hacía poco frío y el viento no soplaba como otras veces, por lo que las ventanas permanecieron abiertas hasta que Christophe Giacometti, ese joven al que hacía unos diez años conocía y podría llamar su mano derecha, se encargó de cerrarlas perfectamente para mirarle casi con angustia.


-Han asesinado a Vladimir Ivanov y estoy seguro que sabes en dónde ha ocurrido esto. -Se atrevió a confesar su amigo mirándole desde una distancia que cualquiera consideraría prudente, pero que ahora mismo a Viktor le hacía sentir desolado. -El cuerpo me ha llegado hace unos minutos y he venido a notificarte antes que a nadie.


Giacometti era uno de los más experimentados médicos que ahora se enfocaba en el área forense, instruido ni más ni menos que por el director del Centro Médico Militar, a petición de Nikiforov padre, a modo de cumplirle a su único hijo el capricho de echarle una mano a su mejor amigo. Sin embargo, el rostro de Chris le hacía replantearse si esa había sido en verdad una buena idea.


-La Zona Muerta de U.F.14 ¿O me equivoco?


Por unos cuantos segundos se sostuvieron la mirada, el joven médico parecía querer encontrar algo en la mirada de su amigo, ese que siempre fue de mente hábil y demasiado bueno para los números y las estrategias. No en vano sus estudios y capacidad le habían llevado hasta el sitio en el que se encontraba y nadie podía replicar nada, aún cuando era por sucesión paterna, que había recibido el puesto.


-Llevábamos un maldito mes sin un ataque, Viktor. La herida letal ha sido nuevamente en la carótida izquierda y este tipo era uno de los más grandes abastecedores de productos cárnicos de más de la mitad del continente. No vamos a poder hacer que esto pase por un caso aislado...


Viktor continuaba en silencio.


La situación ahora si comenzaba a ponerse complicada. Chris podría no tener el temple suficiente para enfrentar a sus superiores, pero él claramente se las apañaría para inventarse algo aún si esta vez se habían cargado a un pez gordo.


-¡Seamos honestos por una vez, Viktor! La verdad es que no le hemos dado la importancia debida a este asunto, cadáver que sale de la U.F.14 de parte de Seung-Gil es cadáver que va directo a incinerarse sin que yo lo toque, pero esta vez esos malditos desgraciados se han pasado de la raya y esto definitivamente sonará en los medios de todo el país, amigo. De serte franco pienso que el culpable es una sola persona.


No supo bien cuándo fue que Christophe empezó a caminar de un lado a otro frente a su escritorio, porque Viktor miraba ahora con fijeza la puerta de la oficina mientras se cubría los labios con una mano.


-Sabes que es grave. -Le señaló el rubio con el dedo índice deteniéndose justo frente a él. -Le han sacado las entrañas, le devoraron un muslo y... -todo el reclamo que Chris profería se vio interrumpido, pero un ligero gruñido de parte del mayor le incitó a continuar. Viktor tuvo que aclararse la garganta para obligarlo más si se podía. -Le han arrancado la pelvis a mordiscos, el miembro, Viktor. Y nada de eso se han comido, lo han dejado botado a un lado del cuerpo.


-¿Crimen pasional? -Sugirió Nikiforov con gesto cansado.


-¿A mordidas? -La incredulidad se reflejó en el rostro del otro unos segundos. -Sabes bien que ni nuestros antepasados llegaron a asesinar así, que si en un momento nuestro objetivo fue alimentarnos de humanos, era para consumirlos por completo, no para dejar las cosas a medias y todo el tiempo lo hacían en manada. Pero eso ya no sucede... -se lo piensa unos segundos antes de corroborar sus palabras. -Ya no sucedía.


Chris se desplomó sobre una de las sillas que generalmente utilizaban los altos cargos militares que a veces visitaban a Viktor para corroborar que el joven hiciera bien su trabajo, pues era evidente que la juventud no le respaldaba debidamente para ejercer el cargo que tenía.


-Este supuesto asesino nos dio tregua un mes y ahora algo le ha hecho volver a las andadas con una víctima cuya muerte hará mucho ruido en la ciudad. Es claro que algo quiere comunicarnos.


Viktor no podía mantener más la compostura, su sonrisa se veía ahora afectada junto con su tranquilidad. Poniéndose en pie comenzó a tomar sus pertenencias de encima del escritorio, el libro, la billetera, el juego de llaves y del perchero fue a por el saco sastre que se acomodó en el antebrazo libre.


-¿Qué propones? -preguntó sin mirarle dirigiéndose a la salida. Le urgía marcharse de ahí y poco le interesaba dejar a su amigo de mayor confianza dentro, sabía que era incapaz de hacer nada indebido en el interior de esas cuatro paredes.


-Que recurras a alguien capacitado que no solo limite la entrada y salida de los visitantes y habitantes de la UF14, ya sabemos que el asesino está dentro y en unas horas lo de Ivanov será de dominio público. Necesitamos alguien que resuelva esto ya.


Chris no se levantaba de su asiento y eso le servía para no mirar a Viktor cuando mencionase el punto clave de su gran propuesta.


-Llama al Capitán Altin. -Murmuró el médico, tampoco muy seguro de lo que decía. -Otabek podrá hacerse cargo. Lo sabes.



La estación de ferrocarriles era la locura a pesar de ser casi la medianoche. Una interminable marea de voces, ruidos y personas que te golpeaban una y otra vez mientras intentabas acercarte a lo que sería tu andén de salida.


Hacía décadas que las estaciones de trenes, y cualquier otro lugar donde los medios de transporte albergaran a varias personas, habían dejado de ser lugares apacibles en la ciudad. Revueltas, manifestaciones, preludios de lo que podría llegar a ser un golpe de estado o la mismísima guerra, hacían de esto la muerte previa antes de intentar emigrar a otras tierras, donde probablemente te encontrarías la misma clase de problemas sociales. La desigualdad de especies ya era asunto insostenible.


La estación de trenes que le llevaría a él y su equipo de trabajo de Este a Oeste tenía más la pinta de un granero atestado de gallinas que de cualquier otra cosa medianamente habitable. Mientras Leo y Emil se dedicaban a los tediosos detalles para registrar su equipaje, de mirar con buenos ojos y sonrisas a los ciudadanos que les rodeaban, de fisgonear como si no hubieran estado de misión en esas tierras por más de dos meses, Otabek simplemente hacía un esfuerzo sobrehumano por permanecer lo menos abrumado posible justo detrás de la línea amarilla de seguridad que en el suelo indicaba no podía sobrepasar.


-¡Volvemos a casa a por algo grande, Otabek! -Soltó su grandulón y castaño amigo Emil, quien le pasaba un brazo por encima de los hombros. Bajo el otro brazo llevaba del cuello a un acalorado Leo, quien lucía más que sofocado.


Otabek colocó una mano sobre el antebrazo que peligrosamente iba desde su hombro al cuello y en un gesto amable evitó el ser medio asfixiado como su otro amigo, de quien a penas alcanzaba a ver su revuelta melena castaña oscura.


-Yo aún sigo pensando que alguien debería pellizcarnos el brazo a cada uno para ver que esto no sea un sueño. -Logró decir Leo una vez se libró del apretujado abrazo para meter las manos en los bolsillos del chandal que vestía y continuar con la espera. -Ofrecerle el puesto de Mayor a Otabek me ha parecido una medida muy desesperada.


Lo curioso de Leo de la Iglesia era que, si bien sus pensamientos eran ligeramente pesimistas, su refrescante sonrisa no le abandonaba, aún cuando su postura no delataba ninguna clase de estrés o presión respecto a la propuesta que Altín había recibido hacía dos noches. El Coronel Nikiforov incluso había hecho uso de una carísima llamada telefónica para plantearle a Otabek algo sencillo de comprender, pero quizás si un poco más que complicado de resolver: Encontrar al asesino de la UF14, vivo o muerto, pero encontrarlo.


-Yo solo espero que sea real y que no se olvide de los amigos, porque de menos su secretario general si quiero ser. -Era claro que Emil bromeaba al respecto, el joven no llevaba preparándose tanto tiempo como ingeniero en armas por nada. Despreciar su agudeza visual y magníficos reflejos detrás de un escritorio sería la mayor estupidez del mundo. Solo el mundo de la milicia tenía los permisos necesarios para manejarse en el armamentismo y, aún si Emil había abandonado el colegio militar años atrás, el muchacho no abandonaba sus ambiciones.


Al inicio de la gran máquina locomotora hicieron sonar la campana de abordaje, los tres jóvenes permitieron que todos lo hicieran para después hacerlo ellos con muchos menos empujones y pisotones de por medio.


-Y yo solo sé que tengo dudas acerca de a cuánto ascendería mi sueldo si me decidiera solo a doblar las sábanas y arreglar la cama del Mayor Otabek Altín en unos meses. -Esta vez fue el turno de Leo de reír a las bromas mientras se acomodaban en el compartimento que durante las próximas horas sería su refugio hasta que pudieran apersonarse con el Coronel.


-Si, claro. Tú acondicionando camas de los altos mandos y serías capaz de enterarte incluso de si el General de División ha tenido onicomicosis en los últimos dos meses y si su mujer se hurga la nariz cada dos horas, De la Iglesia maldito rufían.


Otabek se quedó en un rincón, cruzado de brazos, escuchando sus tonterías, apoyado contra el cristal de la ventanilla para contemplar el frío exterior a la vez que a paso lento comenzaba el tren a entrar en marcha.


Cientos de personas desde fuera agitaban las manos para despedir a sus amigos y familiares, en el caso de ellos tres nadie les despedía, tampoco lo necesitaban. Eran tres sujetos cuyas habilidades prácticamente les habían obligado a quedar en la orfandad para proteger a los suyos en sus respectivas tierras natales. Era curioso, ni siquiera era claro que formaran parte del ejercito de manera oficial, pero este siempre recurría a ellos en los casos desesperados y hace tanto habían comenzado a llamarle "Capitán" y respetarle como tal que ya llevaba tiempo creyéndose aquello.


 


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