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Debilidad por 1827kratSN

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Suspira. Admira. Sonríe. Lo ama.

Con sigilo se levanta esa mañana. Su trabajo empieza muy temprano en esa ocasión debido a cierto fallo en una de las sedes de la empresa para la cual labora. Lo llamaron de improvisto para cumplir con un plazo fijado, pero aun así está allí, sentado al filo de su cama matrimonial, apreciando al ángel que posa sobre las sábanas arrugadas debido a los movimientos que ambos hicieron entre sus sueños. No quiere dejarlo, pero debe hacerlo si es que quiere tener libertad desde el final de esa tarde

 

 

Amore mio —susurra para sí mismo mientras eleva su mano derecha al aire y desliza sus dedos por el perfil de su amado, pero sin tocarlo, la distancia a la que está no se lo permite —. Mi perdición —memoriza la calmada expresión que Tsuna tiene y sonríe.

 

 

No quiere despertarlo, por eso se ha alistado con extremo sigilo y silencio. Ya está preparado para salir aun cuando el sol no sale todavía, pero hay una fuerza que lo detiene y obliga a permanecer sentado en esa cama con la vista fija en su pequeño esposo. Mas, tiene obligaciones que cumplir. Odia tener que trabajar en esos días tan bellos y especiales. Días en los que podría hacer feliz a su amado desde que éste abriera los ojos

Está resignado. Suspira de nuevo.

Coloca una rosa roja sobre la almohada que él usa cada noche. Se tomó el tiempo incluso de quitarle todas las espinas para evitar cualquier tipo de accidente. No eran detalles usuales de su parte, pero uno en ese día no estaría mal, era San Valentín después de todo y a Tsuna le encantaba celebrarlo.

Aspiró el aroma sutil de su omega, reconoció la armonía en ese cuerpo que ignoraba el amanecer. Con la punta de sus dedos acarició la quijada ajena y finalmente se abstuvo de besarlo antes de colocarse su fedora, agarrar su abrigo y salir al trabajo.

Por cosas como esa odiaba sus labores.

 

 

Él…

 

 

Despertó de forma tan calmada que de inmediato sintió que alguien le faltaba. No abrió sus ojos, pero su mano tanteó su cama en busca del cuerpo que tanto adoraba tener a su lado, mas, no halló nada diferente a un vacío y frío silencio. Apretó los labios e hizo un puchero porque lo que más odiaba en esa vida era cuando no podía cumplir los míseros caprichos matutinos que tenía de vez en vez. Justo en esa mañana quería despertar siendo abrazado por la espalda, besado en el cuello, sintiendo como las manos contrarias recorrían la piel de su abdomen en una caricia atrevida pero delicada. Sin embargo, en ese día no tenía nada de eso.

Suspiró profundo antes de abrir los ojos con pereza y quedarse admirando un vacío parcialmente brilloso debido a un haz de luz que se colaba entre las cortinas de su cuarto. En ese día no tenía que trabajar, en esa semana para ser exacto, porque cumplía con su permiso especial y vacaciones adelantadas también, por eso no se preocupó por la hora y se quedó allí, haciendo muecas infantiles porque su esposo no estaba para exigirle un juego matutino. Tal vez no lo dijera en voz alta, pero le gustaba que Reborn hiciera aquello, adoraba sentirse deseado cada mañana, noche, hora, minuto. Tal vez un poco del egoísmo ajeno se le pegó pues se negaba a pensar que su esposo perdiera interés en él.

 

 

—Reborn —susurró en protesta mientras pateaba levemente las mantas que lo cubrían y se volteaba para admirar el techo— idiota —masculló con infantil resentimiento a la vez que, con sus manos, recorría el resto de esa cama—. ¿Qué es esto?

 

 

Talló su ojo derecho mientras se enderezaba en esa cama y detallaba su alrededor. Fijó su vista en aquello que su mano había palpado y soltó una risita leve al reconocer el detalle; la rosa, la declaratoria de que su esposo se disculpaba por no estar allí en esa mañana. Se dio el lujo de tomar aquella hermosa flor y acercarla hasta su mejilla para sentir el toque de cada pétalo e imaginarse que eran los dedos de Reborn los que lo acariciaban. El aroma de su alfa que todavía perduraba en la habitación le ayudaba en esa tarea. Podía casi sentir la calidez de esos dedos que acariciaban su mejilla

Pero no era real y eso terminó por frustrarlo.

Era un día en donde deberían estar juntos, disfrutando de la compañía mutua, de los detalles silenciosos, pero no se podía porque las obligaciones terrenales se lo impidieron. Ambos lo saben, lo aceptan, pero no están de acuerdo con eso. El uno en casa, el otro en la oficina, ambos frunciendo el ceño levemente porque no están haciendo lo que deberían hacer. Ocultan sus pesares bajo una máscara de tranquilidad o una sonrisa común en cada uno, sin embargo, en el fondo sus almas se llaman incansablemente y el tiempo que deben esperar hasta encontrarse de nuevo se hace eterno.

Es penoso que llegaran al punto de necesitarse de esa forma, pero es inevitable.

 

 

Entonces…

 

 

—¿Por qué asumiste que yo no quería hijos contigo? —fue una pregunta soltada al aire mientras terminaban su desayuno improvisado

—Desde que te conocí me demostraste ser un hombre posesivo —sonrió divertido por esa situación. No pudo contenerse, sólo preparó café, arroz, tamagoyaki, cosas más, cosas menos, y fue hasta la oficina de Reborn— pero también estabas centrado en una meta en la vida, decidido… Un poco osco… oscuro y jamás me hablaste sobre la posibilidad de una familia

—¿Debería ofenderme? —arqueó una de sus cejas mientras bebía el tan preciado café que calmaba todas sus ansias. Cuando vio a Tsuna en el recibidor, mandó el trabajo al diablo y se tomó ese descanso

—No —rió bajito— No debes

—Me juzgaste mal y no preguntaste siquiera

—No debía hacerlo —acomodó su cabeza en el hombro junto a él— tus palabras me bastaban

—¿Cuál de todas las que te he dedicado?

—Esas que me declaran como tu única pertenencia, como tu única razón de vida —Tsuna enrojeció al decirlo porque en verdad eran cosas que sólo ellos dos sabían y disfrutaban, mas, jamás mencionaban en una charla fuera de su alcoba

—¿Y nunca pensaste en que mi única razón de vida puede englobar a todo lo que tú quieras ofrecerme?

—No —admitió sin dudar ni un segundo

—Pero ahora ya lo sabes

—Es verdad —sonrió divertido e ilusionado al mismo tiempo. Que Reborn deseara tener una familia lo hacía feliz, después de todo, él también quería un hogar que creciese en el tiempo adecuado

—Vienes de una familia pequeña —Reborn acarició los cabellos revoltosos y castaños con cariño— así que supongo que quieres una familia grande que compense la soledad de tu infancia

—No lo sé —cerró los ojos disfrutando del toque, suspirando porque podía sentir el amor que su esposo le profesaba

—Yo te daré la familia que deseas —sonrió con prepotencia— porque sólo yo puedo hacerlo

—Me negaré si quiero

—No lo harás

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque me amas

—Podría decir lo mismo para argumentar mi decisión de negarme —rio bajito debido al apretón en su cabeza. No negaría que discutir con Reborn era un placer culposo

—Ahora vuelve a casa —su nariz rozó los cabellos ajenos, disfrutó del aroma que este desprendía. Eso le bastaba por ahora

—¿Es necesario? —hizo una mueca reprobatoria

—Si quiero terminar mis labores temprano, sí

—Entiendo —suspiró al separarse y dejar su pequeña taza en la mesa que usaron—. No quiero interrumpir

—No lo haces

—Entonces —sonrió fingidamente— no quiero distraerte

—Llegaré lo antes que pueda —afirmó sin mirarlo pues estaba seguro que, de apreciar aquellos ojos llenos de resignación, mandaría todo al carajo y renunciaría en ese mismo momento con tal de ir a casa con Tsuna

—Eso me alivia un poco —cuando terminó de empacar las cosas que llevó, suspiró desanimado— porque me siento muy solo en esa casa

—Actúas diferente. Normalmente no dirías eso

—Debe ser por las fechas

—Tu celo llegará en tres días, es muy pronto para ponerte cariñoso y necesitado de compañía— lo que le recordó revisar su solicitud para vacacionar durante los días en donde Tsuna lo necesitaba. Jamás dejaría a su omega solo en tan hermosa época

—Reborn —Tsuna suspiró antes de que el otro soltara un monosílabo que indicaba que le prestaba atención— ¿no me mirarás siquiera?

—Tengo que volver al trabajo… y si lo hago, si te miro —entrecerró sus ojos antes de girarse hacia Tsuna y acercarse hasta poder besarlo en la frente—, créeme que no volveré a esa fastidiosa oficina

—Pero eres el coordinador —enternecido por aquellas palabras, sujetó las mejillas ajenas con delicadeza, deslizó sus dedos por aquella piel, jugó con una de las patillas— sin ti se quedarían estancados —admiró a su esposo que cerraba los ojos para impedir el contacto visual. Era tan infantil a veces y sólo él lo sabía

—Poco me importa

—Ve a casa tan pronto como puedas… Así podremos fingir que mi celo se adelantó —sonrió por su travesura, la cual hizo que esos párpados se separaran y esos ojos negros enviaran una mirada tan densa que pudo atravesarle el cuerpo—. Pensé que no me ibas a mirar —acercó el rostro ajeno al suyo, besó esos labios por unos segundos, enredó sus respiraciones

—Tsuna —sujetó la cintura ajena porque ese pequeño atrevido no se le escaparía

—Te espero en casa —otro beso que interrumpía las palabras de su alfa, uno en donde mordió levemente el labio de su esposo y deslizó sus dientes con malicia hasta soltarlo después de cinco segundos contados. Un acto lleno de sensualidad que Tsuna era sólo capaz de mostrar ante Reborn

—Maldición —susurró bajito negándose a soltar al pequeño omega que lograba volverlo loco con simples actos como ese, con ese aroma que de pronto adquiría dulzura y lo mareaba

—Te espero, Reborn —sonreía juguetonamente antes de darle un besito más y deslizarse de entre esas manos que intentaban sujetarlo— ¿Algo especial para cenar? —caminaba en retroceso sin perder contacto visual con aquellos ojos negros que fulguraban pasión contenida, deseo, malicia, una promesa de que esa noche no dormirían

—A ti —sonrió de lado porque Tsuna lo logró, lo incentivó para acabar todo con rapidez y volver a su casa. Pobre del que lo retrasara

—Feliz San Valentín —sonrió con dulzura antes de escapar. Su trabajo estaba hecho por ese día, ahora sería cuestión de esperar y de prepararse, porque sabía que avivó las llamas que podían quemarlo

 

 

 

Pero no se arrepentía de nada.

Al contrario.

Rogaba porque el reloj acelerara su paso.  


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