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Una segunda oportunidad por Neko_Elle

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Notas del capitulo:

Hola!
Lamento la tardanza entre que ha sido una semana muy ajetreada y que iba a publicar ayer, pero luego tuve una idea mejor y tuve que reescribir varias partes, me atrasé un poco. Además que escribí varias escenas que saldrán más adelante. En fin, les dejo leer.

¿Aprendizaje?

 

-       No me disculparé por lo que pasó – aclaró, haciendo una pausa y confundiéndolo en el proceso - Pero creo que no debió darse así.

-       ¿Eh? - su expresivo rostro y más aún, sus comunicativos ojos, le indicaron a Degel que debía explicarle lo que trataba de decir.

-       Bueno, tú estabas confiando en mí como practicante de medicina en ese momento y yo…lo siento. Me aproveché de tu confianza- comentó con algo de vergüenza.

-       Ah, eso- comprendió y su molestia se disolvió- Descuida, está bien.

-       …- esperó a que continuará, o quizá, fue más el desconcierto que le causaba esa respuesta ante su falta.

-       Si hubiera sido otra persona, habría reaccionado diferente- reveló- Pero eras tú. De no haberlo querido, no habría dejado que continuaras- comentó sincero.

Un silencio los envolvió de nueva cuenta, no era un silencio incómodo, sino uno íntimo. Por un momento, hubo un deseo de que las cosas entre ellos no cambiaran, pero ya no eran unos niños y hubo algo que sí se les antojaba cambiar.

-       ¿Querías continuar? - se aventuró a preguntar. Pese a ser siempre estoico, un sonrojo se asomó en su rostro y no se percató, pero una sonrisa expectante también- En mi caso, yo…

-       ¡Degel! - le llamó una joven hermosa de cabellos plateados- ¡Unity, aquí está!

-       S-Serafina- tartamudeó. Detalle que no pasó de ser percibido por Kardia, quien no solo la vio a ella, sino también a su hermano, Unity. El de ojos apatita dejó escapar un suspiro corto y pesado, denotando así su fastidio ante la interrupción.

-       ¿Interrumpimos algo? - preguntó el muchacho.

Por breves momentos, Degel calló. La realidad era que sí, habían interrumpido algo muy importante. Sin embargo, quería tener esa conversación de forma privada con Kardia, sin interrupciones ni testigos. Por lo cual, se vio obligado a mentir. Supuso de inmediato que Kardia trataría de responder honestamente con un sí, por lo que se apuró a adelantarse cuando lo vio abrir la boca para contestar.

-       No. Solo charlábamos- Inmediatamente sintió una mirada reprobatoria por parte del muchacho. Pero no hubo objeciones, aunque sí le sorprendió escucharle decir:

-       Siéntense, adelante- les invitó casi amable. Extrañados por ese trato inusual, tanto Serafina como Unity tomaron asiento.

-       No los había visto en un tiempo- trató de hablar calmadamente el francés- Pero ¿cómo supieron de este restaurante? Está algo escondido.

-       ¿No se supone que estaban en Siberia? – no se inmutó en preguntar el de ojos de apatita.

-       La verdad, venimos de tu casa- dijo dirigiéndose a Degel- Pero tu tía nos comentó que estarías aun en la universidad o aquí con Kardia, si tenías tiempo- explicó la muchacha.

-       Ya veo- Degel aceptó la explicación.

-       Es una visita corta- afirmó el muchacho de hebras platinadas- Pero queríamos verte cuanto pudiéramos. Ya sabes que últimamente es difícil viajar y más aún, coincidir contigo.

-       Me alegra verlos- dijo un tanto más animado. Su conversación con Kardia tendría que quedar pendiente.

-       ¿Qué has hecho, Degel? - preguntó la dama.

-       Pasarla detrás de libros. Incluso no había visto a Kardia en un tiempo considerable, por eso mismo vinimos hoy a comer- comentó sus días a grandes rasgos y ¿por qué no decirlo? Quejándose a su manera.

-       En nuestro caso, también ha sido detrás de libros, aunque como bien sabes, solo nos han inculcado política…

El de ojos de apatita se desconectó de la conversación. No estaba interesado en lo que tuvieran que decir esos dos. Ya había tratado de llevarse bien con ellos en el pasado y aunque no los odiaba, sentía que sus personalidades no eran del todo compatibles. Más aburrido que otra cosa, Kardia se levantó de la mesa, excusándose con necesitar usar el sanitario. Todos notaron su descontento de forma inmediata.

-       Creo que sí interrumpimos- trató de disculparse Serafina.

-       Descuida, ya estaba molesto desde antes porque tardé mucho en salir y él tenía hambre. Pero como saben, no es tan…dócil- buscó la palabra adecuada, tratando de disculparse en su nombre.

-       Descuida, ya sabemos lo transparente que es.

El trío continuó charlando, aunque claro, Degel ocasionalmente desviaba la mirada para buscarlo, sin mucho éxito. El par de hermanos lo notaron distraído de inmediato, pero no mencionaron nada al respecto. Por su parte, Kardia se perdió en el fondo del restaurante, distrayéndose con algunas cosas. Sabía que no se irían pronto y que, de hecho, era probable que distrajeran a Degel el resto del tiempo que durara su visita. Suspiró con resigno y se dirigió a la mesa de nueva cuenta. Se dedicaría a comer y luego se iría temprano y los dejaría charlar. Ese era el mejor plan de momento, competir con otra persona por la atención de alguien no era algo que en realidad le gustara, a veces lo hacía, pero le desagradaba a sobremanera. Por otra parte, él tenía más facilidad de hablar con Degel que ellos. Aunque eso no evita que sintiera una cierta molestia. Se dispuso a jugar con un mechón de su cabello y luego notó algo, o, mejor dicho, a alguien. Sonrió pícaro y se dirigió hacia allá.

-       ¡Crustáceo, Alba! - les saludó animado.

-       Larva- le saludó de vuelta un muchacho de facciones fuertes y masculinas, con una sonrisa amplia y ladina- ¿Te cambiaron?

-       ¿Eh? - esa pregunta le tomó por sorpresa.

-       Hace rato vimos que te paraste de la mesa en la que estabas- le explicó el otro muchacho, que tenía facciones muy finas y cuyo ojo izquierdo, estaba adornado con un lunar bajo él. Su nombre era Albafica, un amigo de su compañero de carrera, Manigoldo.

-       Y desde entonces te estamos viendo vagar por el restaurante como alma en pena- comentó Manigoldo aun con esa sonrisa.

-       No los ha visto en un tiempo, así que les estoy dando oportunidad de que se pongan al día- Explicó.

-       No te agradan ¿verdad? – dijo el muchacho con notables ojeras, señalándolo con uno de los cubiertos.

-       Manigoldo no lo señales con el tenedor- le regañó. El italiano chistó ante la llamada de atención.

-       No- respondió sincero el de ojos apatita mientras fruncía los labios- Fina está bien, pero a Unity no lo soporto.

Albafica lo observó detenidamente, lucía molesto y hasta triste, podría describir. Así que, sin poder evitarlo, sintió algo de compasión por él al ver aquel puchero extraño que había hecho. Parecía un niño, y aunque no le gustaba mucho admitirlo, tenía cierta debilidad con los niños, así que le ofreció:

-       ¿Quieres sentarte?

-       ¡Nah! - dejó salir como negativa- Ya me interrumpieron a mí, no haré lo mismo- trató de alejarse, pero entonces sintió que le jalaron de la camisa con fuerza suficiente para obligarlo a sentarse.

-       Cállate y siéntate, bicho- le indicó Manigoldo deslizándose en el asiento para hacerle lugar.

No podía negar que estaba más cómodo ahí con ellos que con Degel y sus amigos, sin embargo, sabía que debía volver pronto, así que decidió quedarse solo unos minutos. Por su parte, el francés no paraba de preguntarse a dónde podría haberse ido, al grado que tuvo que exteriorizarlo. Ya les habían llevado comida a todos, era extraño que no volviera, considerando que era él quien se había estado quejando de tener hambre. No podía siquiera concentrarse en la conversación.

-       ¿En dónde se habrá metido Kardia? - dijo sin prestar atención a lo que conversaban.

-       Envíale un mensaje- sugirió la dama.

-       O llámale por teléfono- complementó el muchacho.

Tomando el consejo de sus amigos, le envió un mensaje sencillo: [¿En dónde estás?] Lo cierto era que esa pregunta omitía un cierto tono de enfado, reproche y alguna mala palabra por ahí. Cosa que no hubiera podido suprimir en su voz. En tanto, Kardia, al sentir la vibración de su celular, lo revisó.

-       ¿Te buscan? - le preguntó Manigoldo con cierto interés. Llevaba tiempo observando el progreso en la relación de su amigo con aquel estudiante de medicina. Él llevaba las apuestas en la escuela, así que debía obtener cualquier indicio.

El muchacho envió un mensaje de vuelta que le excusaba perfectamente y era un candado para evitar un sermón sobre esa “grosería”, así que su respuesta fue: [Con el crustáceo. Decidí dejarlos ponerse al día. ¿Soy el mejor o qué?] Tan pronto Degel sintió su teléfono vibrar, abrió de inmediato los mensajes para ver la respuesta. Cuando la leyó, su expresión se descompuso por breves dos segundos. Trató de mantenerse calmado, pero sabía que sería imposible disimular con Serafina y Unity. Incluso si lo intentaba, ellos lo conocían desde que eran niños, por lo que su “mascara” no tenía efectividad alguna con ese par.

Le molestaba que Kardia se hubiera ido así nada más con otra persona estando en una cita…No, no podía llamarla cita aun, simplemente estando con él. Le hacía rabiar que no estaba en posición de reclamar nada, por tres grandes motivos. Uno era que en realidad Kardia no le debía explicaciones sobre con quienes se juntaba, porque no tenían una relación…aún, pero estaban por tenerla. Otra, que básicamente él había hecho lo mismo, aunque no era su culpa en realidad, Serafina y Unity llegaron de la nada. Y la última, al juzgar por la respuesta de Kardia, él pretendía hacerle un favor ¿Cómo enfadarse por eso? Lo ató de manos con esa frase “Y dice que yo soy un tramposo” ese pensamiento lo asaltó, aunque no supo por qué, no recordaba que Kardia hubiera mencionado algo como eso con anterioridad. Suspiró y envió otro mensaje [Ya sirvieron tu comida] le mandó.

-       ¿Qué hizo Kardia ahora? - preguntó Serafina.

-       No hizo nada- trató de tapar la situación, pero era lo mismo que tratar de tapar el sol con un dedo- ¿Por qué lo preguntas?

-       Porque casi tienes una expresión exclusiva para cuando te enojas por algo que Kardia hace- explicó Unity. La expresión de Degel fue un poema. Es decir, ¿Era en serio que tenía una expresión exclusiva para él?

El teléfono del muchacho vibró una vez más, anunciando el nuevo mensaje. Suspiró al leerlo, debía regresar. Sin mayor opción, Kardia se despidió de Manigoldo y Albafica.

-       Gracias por adoptarme. Papá, Crustáceo, me retiro- comentó con fingida propiedad, poniéndose de pie y volteando a ver a cada uno al mencionarlos.

-       ¿Ya te vas? - inquirió el muchacho de facciones finas.

En opinión de Kardia, Albafica era el tipo de persona amable que se preocupaba de más por las personas y los detalles, aunque nunca debía hacerlo enojar. Eso le quedó claro hace mucho que lo vio en acción. Aunque era una persona de “infinita paciencia” ya que toleraba a Manigoldo y a él también de manera ocasional.

-       Sí, ya los interrumpí bastante- dijo rascándose la cabeza de manera despreocupada.

-       Larva, mejor ve y hazte cargo de tu hombre. Hace unos minutos se asomó desde su mesa y creí que iba a congelarnos hasta la muerte con su mirada- le alentó medio en broma y medio en serio.

-       Soy una esposa deseada- le siguió el juego, precisamente para no confirmar nada- Estoy seguro que desea que invirtamos mi dote en el futuro de su hospital- Lo dijo de forma tan dramática que todos se rieron.

Se despidieron pronto y el muchacho con ojos de apatita desapareció del lugar, casi como si no hubiera estado ahí, siempre con ese andar pueril que le caracterizaba de toda la vida. Pronto, continuaron hablando de lo que acababa de pasar.

-       ¿En verdad están saliendo? - preguntó Albafica, no estando muy seguro de si estaban o no bromeando.

-       Lo dudo. Y creo que ese es precisamente el problema que tienen- comentó burlón- Yo agradezco que tú y yo no pasamos nunca por ese punto - tan pronto dijo eso, dio un trago a su café y trajo a su memoria el cómo iniciaron las cosas entre ellos.

 

Había sido difícil acercarse a Albafica en un inicio, algunos lo consideraban altivo y arrogante porque reaccionaba mal ante los halagos y ocasionalmente se metía o lo metían en peleas. Había oído de él antes y una que otra vez lo había visto de lejos, ya que vivían por la misma zona. Ese día, Albafica había llevado al parque a su primo Pefko, no estaban en realidad emparentados por sangre, pero se llevaban muy bien. Pefko volvió con la novedad de que quería comprar una nieve, así que, le acompañó para poder comprársela, ahí fue cuando lo conoció. Al igual que él con su primo, Manigoldo estaba invitándole una nieve a su vecina, una niña poco femenina llamada Gioca.

En realidad, no hablaron de nada la primera vez que se vieron. Simplemente permanecieron relativamente cerca, cada uno custodiando a su protegido. Manigoldo no pudo evitar mirarlo furtivamente cada que podía, es decir, Albafica era muy atractivo, era imposible quitarle la vista de encima. Sin embargo, notó que luego de algunos minutos se le acercaron tres muchachos. “Debe ser difícil ser bonito” pensó. De inmediato imagino lo que esos tres querrían, así que se mantuvo alerta, en caso de que Albafica, a quien en ese momento tenía identificado como “el bonito” necesitara ayuda.

Los muchachos no solamente hablaron de su sublime apariencia, sino que también le hicieron una invitación indecorosa, presionándolo. Pero, por el contrario de lo que hubiera apostado en ese momento, Albafica no reaccionó pacíficamente como sus facciones o su complexión pudieran sugerir, sino que, cuando uno de eso chicos le sujetó la barbilla, el de topacios azules lo derribó de un puñetazo y comenzó a pelearse a golpes con los otros dos, mientras mencionaba cosas como “¿Qué tiene mi rostro?” Su manera de pelear era tan…salvaje, que no estaba seguro si debía o no intervenir. No parecía necesitar ayuda, tiraba patadas a las costillas y la cabeza, lanzaba puñetazos en zonas críticas y puntos de presión. En realidad, parecía que le iba muy bien sin su ayuda, casi pensó en mejor ayudar a los otros tipos debido a la paliza que estaba dándoles, pero supo que necesitaría auxiliarlo cuando notó a otros dos sujetos acercarse y que el que estaba en el suelo comenzaba a recuperarse. Cinco contra uno, definitivamente no era justo. Pronto, vio al primo de ese muchacho acercarse angustiado.

-       ¡No te acerques! - le gritó Manigoldo. Cuando vio a los otros dos tipos aproximarse lo suficiente y con la total intensión de someter al muchacho, quien ya comenzaba a vérselas negras ahí. Así que intervino.

Se arrojó sobre uno de ellos y comenzó a darle puñetazos mientras lo tenía en el suelo. Luego, aunque no lo vio, sintió al otro acercarse con una barra de metal, supo entonces que la cosa se pondría fea. Con un certero golpe en la quijada, dejó inconsciente al que tenía en el suelo y logró voltearse lo suficientemente rápido como para esquivar un golpe letal, aunque no se salvó del todo del impacto.

Pronto, vio a Albafica intervenir, dándole un golpe con la mano abierta entre la quijada y la garganta y al mismo tiempo golpear su muñeca con fuerza, logrando así que aquel sujeto soltara aquella barra. El muchacho de facciones finas se adueñó del arma y les dio la opción de marcharse o morir. No dio más alternativas. Manigoldo notó que uno de ellos llevaba una navaja y vio también a Gioca y Pefko acercarse, por lo que se apuró a levantarse e ir donde ellos, para quedarse delante de ese par y asegurarse así que a ese tipo no se le ocurriera nada gracioso.

Impresionado por la hazaña, se quedó observando la figura del joven con topacios azules por ojos, cautivado más por su manera de pelear que por su belleza. Cuando vio al resto de los malandrines retirarse, notó que el muchacho se limpió la mejilla. Habían sido muy pocos los golpes que recibió en comparación, pero parecía que no le incomodaba para nada que hubiesen golpeado su rostro. Considerando que algunos golpes los recibió a propósito en el rostro. Notó al muchacho de quien estaba seguro que nunca llamaría en voz alta “bonito”, extenderle la mano como agradecimiento y señal de respeto. Cuando hicieron contacto, sintieron una especie de electricidad recorrerles, por lo que se soltaron casi de inmediato. Se agradaron instantáneamente. En opinión de Manigoldo, pese a lo que su apariencia pudiera sugerir, era muy varonil.  

-       Peleas bien- le halagó Manigoldo- Demasiado bien, diría yo ¿Sabes artes marciales o te metes en peleas muy a menudo?

-       Un poco de ambos- contestó con una sonrisa altiva- Gracias por la ayuda.

-       ¡Albafica! - le llamó Pefko abrazándolo- ¿Estás bien?

-       Sí, lo siento, no debí iniciar una pelea y menos aquí.

-       Manigoldo – lo llamó Gioca jalándole de la manga para llamar su atención, ya que estaba aún observando al joven de facciones finas- Será mejor que nos vayamos de aquí. Y tú también, Albafica- dijo la chica con toda la confianza del mundo- Escuché a una señora que había llamado a la policía.  

Se fueron los cuatro de ahí lo más rápido que pudieron. Así fue como había iniciado todo. Desde entonces, habían estado viéndose con frecuencia, cada vez que Albafica llevaba de paseo a Pefko o cuando Manigoldo acompañaba a Gioca. Se saludaban y cuidaban entre ellos, por si pasaba algo similar alguna vez. Muy seguido hablaban de todo y nada. Antes de darse cuenta se habían vuelto amigos y más aún, ambos sentían una cierta tensión entre ellos. Tensión que no podía liberarse tan fácilmente y que solo se volvía más intensa cuando había roses leves entre sus brazos, sus manos o incluso leves empujones. En uno de tantos días, la conversación fue diferente:

-       ¿Qué es eso? Siempre luce de colores diferentes – inquirió curioso, señalando una sortija con un color extraño, estaba colgaba de una cadena, adornando el cuello y pecho de su interlocutor.

-       ¿Esto? – se aseguró, obteniendo un asentimiento - Ah, es uno de esos anillos del humor, esa niña bestia que ves por allá- señaló a Gioca- Me obligó a comprarlo.

-       ¿Gioca?

-       Sí, esa enana que parece más bestia que tu primito- comentó con fastidio, pero obtuvo una risa ligera por parte de su acompañante. Le gustó sin duda el sonido de esa risa. Tuvo una idea- Según esto, el anillo dice que estoy contento y creativo.

-       Manigoldo, esas son tonterías. Es solo un termómetro de cristal líquido. Si lo pones a tocar hielo o sopa hirviendo también cambiará de color- señaló.

-       Pues no creo que esté tan equivocado. Estoy contento de estar aquí contigo.

El muchacho de espesas pestañas desvió la mirada, logrando con ello adornar más su ya abochornado rostro. Cada movimiento que hacía era grácil y penetraba en las pupilas de su acompañante. Se vio imposibilitado de responder ¿qué se supone que pudiera decir en esas situaciones? Lo usual sería darle un puñetazo. El problema radicaba en que no le molestaba lo que Manigoldo decía. Queriendo romper la tensión, el italiano agregó:

-       Veamos que dice de ti.

-       No funcionará – mencionó escéptico.

-       Relájate, no te pasará nada por probar.

Cansinamente, el muchacho accedió. A veces se sorprendía de seguir las tonterías a las que era arrastrado por Manigoldo, desde que lo había conocido, iban juntos a algunos lugares, incluso si no era paseando con Pefko o Gioca. Estaba a punto de ponerse el anillo por sí mismo, pero en un descuido, su acompañante tomó su mano y se lo puso, para después observar detenidamente el resultado. De haber sido otra persona, Albafica estaba seguro que ese tacto lo habría incomodado. Manigoldo notó que cambios de color en el anillo fueron inmediatos.

-       Según esto, estás enamorado- dijo en un tono seductor y sonriéndole con total alegría.

-       ¡E-eso no es…! -  estuvo por negarlo, pero paró en seco cuando vio el semblante tranquilo de Manigoldo. En sus ojos había aceptación y un “algo” que le hizo callar.

-       Vamos, tú puedes derrotar cualquiera a golpes, pero acepta que te he derrotado rompiendo esa coraza- dijo con una sonrisa ladina.

Albafica bufó por un momento, no estaba del todo equivocado. Le gustaba de hecho, cómo lo trataba Manigoldo. Lo respetaba como hombre y como peleador. Y aunque ocasionalmente sí hacía bromas respecto a su apariencia, nunca lo hacía con el afán de ofenderlo realmente. Tampoco lo halagaba hasta el hastío y no le agradó por su rostro u otras cosas superficiales, eso le tranquilizaba y alegraba. Había respeto.

-       ¿Qué clase de comentario fue ese? – inquirió en un tono neutro.

-       ¿Qué quieres que te diga? el romanticismo está en mi sangre italiana- se excusó.

-       ¿Alguna vez funciona?

-       No lo sé, ¿funcionó?

-       …

Albafica se sintió imposibilitado de responder una vez más. Pero sus miradas se cruzaron y una cantidad infinita de cosas se dijeron con solo eso, por tan solo un segundo. Era como si llevaran deseando por ese instante por mucho tiempo.

-       ¿No? – trató de adelantarse, conociéndolo, vendría sin falta una negativa.

-       Se siente extraño ser tan…libre- dijo sin comprenderlo él mismo.

No supieron el motivo, pero se formó un nudo en la garganta de ambos cuando escucharon esa frase. Manigoldo pasó saliva con visible dificultad y una sonrisa triste se dibujó en el rostro de Albafica. Los dos sintieron nostalgia y una profunda tristeza. No había motivo para sentirla, pero era la misma sensación como de empatía con alguien desconocido. Algo similar a la tristeza y la compasión por un antiguo amigo. Por un momento, sintieron que comprendieron algo que en realidad no entendían.

Antes de darse cuenta, ambos pares de comenzaron a vidriarse y sus respiraciones se agitaron un poco. Manigoldo le hizo una señal a Gioca, quien los observó preocupada, para que vigilara a Pefko un poco. Tomó del brazo a Albafica y lo guio a otro lugar. En el camino su mano se deslizó por la piel ajena hasta alcanzar la mano de su acompañante. Cuando llegaron a un sitio que Manigoldo consideró, lo suficientemente privado, lo envolvió en un deseado abrazo y se sorprendió gratamente cuando el de topacios por ojos, correspondió el abrazo de forma casi hermética. No terminaban de comprender del todo qué los tenía así, pero era como si no necesitaran una explicación para ello. Como si ese abrazo hubiese sido algo deseado por siglos. Se había convertido en una necesidad básica de sus cuerpos que llevaban todo ese tiempo sin satisfacer.

Estaban abrazados de forma en que no pudieran verse el uno al otro. Ambos habían derramado un par de lágrimas al menos; y se estaban dando la privacidad que necesitaban ya que tenían un orgullo muy alto. Disfrutaron del calor corporal ajeno, el aroma a la colonia de Manigoldo y la esencia de las flores que acompañaba el cuerpo de Albafica, el italiano le había escuchado mencionar alguna vez que trabajaba medio tiempo en una florería, así que tan dulce aroma no le sorprendió. Luego, mientras se separaba, Manigoldo deslizó sus dedos por las hebras celestes y tomó un mechón de cabello entre sus dedos y depositó un beso suave en él.

Si bien, sus palabras y ese abrazo habían sido correspondidos, algo como un beso no sabía si lo sería. Y menos por alguien con un orgullo tan alto como el del muchacho que tenía frente a él. Pero para sorpresa suya, fue él quien colisionó un beso en sus labios, paradójicamente era un beso tímido y con mucha confianza al mismo tiempo. Manigoldo no perdió el tiempo, tan pronto sintió aquella agradable presión en sus labios, le atrapó de forma en que ese beso durara más. Era obvio para él que Albafica no tenía en realidad experiencia o no mucha, no lo sabía a ciencia cierta. Pero no importaba, él se encargaría de instruirle y aprender con él lo que fuera necesario. Salió de sus memorias cuando escuchó su nombre.

-       Manigoldo, ya es hora de irnos- le trajo de vuelta a la tierra. Haciéndolo suspirar.

-       Ah, qué fastidio.

-       No te quejes, hoy tenemos el día libre. Lo único importante que hay que hacer hoy es recoger a Pefko de la escuela.

Tomaron sus cosas y se dispusieron a irse. Manigoldo paseó su mano por el cabello ajeno y no se molestó en reprimir una sonrisa ni en exteriorizar su pensamiento.

-       ¿Cómo le haces para tener el cabello tan suave?

Albafica chisto con algo de fastidio, y le dio un manotazo, no le gustaba ser tratado así y menos en público. Ambos sintieron otro de esos deja vú que a veces sentían.

 

Continuará....

Notas finales:

Gracias por leer y comentar!!


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