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Una segunda oportunidad por Neko_Elle

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Notas del capitulo:

Hola!

Otro poco y no había cap esta semana, pasó algo curioso... se me ocurrió hacer una serie de drabbles, que después publicaré :3 y curiosamente, escribí el cap que sigue a este, antes que este...mi proceso creativo es muy desordenado...

Sueño de muerte.

Al volver con Degel y compañía, se notaba que Kardia no estaba demasiado entusiasmado. Se acercó y tomó asiento donde vio que estaba su plato servido. La mirada de Degel se volvió más tranquila cuando lo tuvo de vuelta, cerca. Aunque era evidente que aún había rastros de ira. Para su molestia, Kardia parecía estar ignorándolo y en general todo a su alrededor. Participaba de forma activa en la conversación, pero se sentía diferente. Se notaba que estaba fingiendo escuchar, y estaba más que claro que se estaba concentrando en comer. Lo cierto era que, para el muchacho, no era para nada divertida la situación y no era algo que se molestaría en ocultar.

Por un momento, Unity tuvo que ir al sanitario y a Degel le había llegado una llamada por lo que se ausentaron varios minutos, dejando a Kardia y Serafina solos. Así que la joven, trató de amenizar la situación, pese a que Degel dio a entender que no era necesaria una disculpa, ella sentía que se las debía. Pero debía iniciar por preguntar algo que rondaba su cabeza desde que eran pequeños. No estaba acostumbrada a abordar ciertos temas de forma tan directa, habiendo sido criada en un ambiente de política, pero sabía que con Kardia, era mejor así.

-       ¿Tienes celos de Unity? – preguntó Serafina con una sonrisa comprensiva. Conocía a Kardia también desde que era pequeño, así que estaba al tanto de su situación de salud y familiar.

-       Para serte sincero, estoy celoso de ti también- admitió, para sorpresa de la chica con hebras de plata. Comenzó a pensar que quizá no debió iniciar el tema.

-       ¿Eh? ¿Por qué? Degel no va a dejar de quererte y procurarte, jamás- le aseguró, como si de un niño se tratase.

-       Desde el inicio, siempre me he sentido derrotado por ustedes- admitió jugando con el tenedor-Tú me agradas, Fina. Aunque a tu hermano, francamente, no lo soporto- dijo haciendo una mueca y la dama rio ante su honestidad.

-       Pero no te hemos derrotado en nada, Kardia. De hecho, diría que es lo contrario- un brillo extraño apareció en los ojos de ambos, por breves segundos.

-       Seré honesto contigo- anunció. Su actitud era distinta, por lo cual logró poner nerviosa a la dama- No los quiero cerca de mí.

Esta frase impactó a Serafina. Es decir, sabía que Kardia era una persona sincera, pero nunca esperó palabras tan frías y hasta inicuas de su parte. No era precisamente cortés, pero nunca le había hablado así a ella.

-       Sin embargo, quiero que se queden cerca de Degel.

Esto desconcertó totalmente a Serafina, quien, en un principio, creía comprender lo que le decía, pero ahora se había perdido. En su mente esperaba que le pidiera que se alejara, pero tan pronto, el muchacho dijo esa última oración, sintió que su entendimiento había colapsado.

-       No entiendo- admitió.

-       Mira, no me encanta la idea que estén aquí. Pero prefiero que estén con él a que no lo estén. A él le gusta estar con ustedes. Además, es probable que yo muera joven o relativamente joven. Nadie tiene un mañana asegurado. Y por la misma razón, si llegara a irme antes, quiero que Degel esté rodeado de personas que lo aprecien. Si lo monopolizara y me fuera pronto, se quedaría solo.

La joven de plata sintió de pronto el peso de las palabras de Kardia y el peso de haber traído ese tema a la mesa. Estaba segura que no había sido algo agradable de decir, pero sabía, gracias a Degel, que Kardia era una persona tan sincera que ni siquiera usaba mentiras para protegerse él mismo. Era una persona radiante, adaptable y sumamente entrañable. Pero, desde que lo vio, siempre le dio la impresión de que había algo hermético y sombrío en él, algo impenetrable para aquellos que eran “ajenos”.

-       Como dije, nosotros no…- dejó la oración a medias cuando vio que Degel se acercaba a la mesa.

-       ¿Todo bien? - inquirió él al ver nerviosa a Serafina, mientras Kardia comía con una notable expresión de desagrado.

-       No me gustó la comida- dijo Kardia soltando el tenedor con desdén.

A Degel le pareció extraño, era raro que Kardia dijera algo así, considerando que le gustaba mucho ese restaurante. Así que tomó el tenedor del muchacho y tomó una porción de lo que había estado comiendo y la llevó a su boca. Ese gesto tan familiar no pasó de ser percibido por la muchacha. Sabía que Degel no era del tipo que se sintiera cómodo compartiendo cubiertos y Kardia no era del tipo que gustara compartir su comida, así que eso la sorprendió un poco. No sospechaba que esos actos inconscientes de ambos muchachos, eran intentos por dejar en claro un aspecto territorial. Establecer en la mente de los forasteros, la idea de que el otro les pertenecía.

-       Tengo razón ¿no? – buscó su aprobación, quería retirarse pronto.

-       No sabe mal- aseguró, acompañando la frase con un movimiento de cabeza.

-       No lo sé, como que el chef no tenía ganas de cocinar hoy o cambiaron algo- comentó convencido. No era del todo una mentira, no le había gustado la comida, pero puede que su disgusto fuera más influencia de las visitas indeseadas que de la comida.

-       Te comiste la mitad- señaló.

-       Igual tendré que pagar por ello y tenía hambre, así que al menos debería desquitar lo que pagaré. Pero… - suspiró pesadamente dejando la oración a medias, para después continuar- Yo creo que de aquí voy donde Calvera a que me haga algo decente de comer.

-       ¿No ibas a venir a mi casa? – preguntó intranquilo.

-       Estoy seguro de que tienen cosas qué hablar- dijo volteando a ver a Serafina y luego devolver la mirada a Degel - Además, me avisó el crustáceo de una conferencia que habrá hoy en un par de horas y si voy, me quitarán las faltas, así que aprovecharé - comentó levantándose y dejando el dinero- Nos veremos luego Fina, me despiden de Unity.

Notó inmediatamente la expresión inconforme en el rostro de Degel, la mayoría de las personas no habrían detectado tan sutiles cambios, pero a ojos de Serafina y Kardia, era algo evidente esos músculos rebeldes que lo delataban.

-       Luego voy a tu casa, Degel- dijo dándole un ligero golpe en el brazo con el dorso de su mano, tratando así de tranquilizarlo.

-       ¿Ya te vas? - inquirió Unity, llegando donde la conmoción.

-o-o-o-o-o-o-o-o-o

De algún modo y antes de que se diera cuenta, el plan de Kardia para escaparse, quedó hecho trizas. Pues a la media hora se encontró a sí mismo en casa de Degel. Ahí, se sentaron en la sala, Serafina y Unity en un sofá, mientras Degel estaba sentado en otro. Kardia vagaba de un lado a otro, como buscando qué hacer. Fue evidente para el par de hermanos, que ese lado suyo tan inquieto no había cambiado con el pasar de los años.

Luego de varios minutos en los que se vio imposibilitado de hacer algo más entretenido que hablar de cosas que no le interesaban, se sentó en uno de los descansabrazos y se dejó caer de espalda en el sillón, terminando con su cabeza apoyada en el regazo de Degel, quien parecía estar acostumbrado a ello. Luego, incómodo y buscando mayor confort, se giró de lado, de manera en que veía a Unity y Serafina. El francés, casi por reflejo comenzó a acariciarle la cabeza y antes de que Kardia se percatara, comenzaba a sentir sueño. Las voces en la conversación se volvían cada vez más lejanas hasta que finalmente se durmió. Serafina y Unity estaban impresionados de verlo por fin quieto.

-       Se durmió- señaló en un murmullo Serafina.

-       Por fin se quedó quieto- sonrió Unity- No creí que fuera tan sencillo.

-       Es por que hace calor- sonrió- En esta época del año tiende a sentirse cansado- explicó Degel sin dejar de acariciarle la cabeza. Era casi como tener la posibilidad de acariciar a un animal exótico y salvaje.

En tanto, Kardia se encontraba sumergido en un sueño profundo. Se vio a sí mismo algunos años mayor, portando una armadura dorada. Se encontraba en un lugar extraño, era casi como estar bajo el agua. El edificio en el que estaba, se caía a pedazos, los escombros estaban por doquier y el permanecía aun de pie, dando débiles pasos y soportando un calor inimaginable. Cada paso que daba era tortuoso. Sentía sus órganos y su piel arder casi incendiándose. No soportaría mucho más, pero se negaba a caer, prefería morir de pie.

Los sonidos de la construcción crujiendo y desmoronándose inundaron sus oídos, junto con el sonido del agua que empezaba a llenar el lugar. Vio entonces, a Unity correr, proveniente de la dirección a la que se había ido Degel. Que, aunque no lo vio irse, supo que había estado ahí. De pronto, fue consciente de todo lo que pasaba ahí, olvidándose de sí mismo. No pudo sentir más el cosmos de acuario. [¿Cumpliste tus sueños, Degel?] fue su pensamiento. Apretó las mandíbulas, casi no podía moverse y sentía un terrible dolor y una inhumana pesadez en su cuerpo enfermo y agonizante. Luego, notó lo que llevaba Unity en sus manos.

-       El oricalco.

Pensó débilmente. Otra idea sin palabras asaltó su cabeza. Ese muchacho tan antipático y estirado que se acercaba, esa figura representaba todo lo que Degel quería proteger. Un amigo, un material sagrado, una orden de su diosa, un sueño, una misión, el destino de la tierra.

-       ¡Sasha! – murmuró, recordando a la pequeña niña llorona y ahora, audaz mujer que los comandaba.

Avanzó un poco más y casi cae, tenía poca fuerza, ni siquiera podía caminar erguido. Debía terminar la misión. Entonces vio al muchacho con cabellos platinados, ser aplastado por un enorme pedazo de escombro. El joven parecía angustiado. Pero él mismo lo estaba. La última vez que había visto a Unity, tenía el pecho atravesado. No sabía que había pasado, pero no importaba en ese momento. Con todo el ardor incendiando su cuerpo, se apuró destrozándose en el camino, para poder llegar donde él. Lo sacó de debajo de los escombros con todo y aquel material sagrado. Sabía que él no podría sobrevivir. Su cuerpo ya no se lo permitiría, la misión peligraba y Degel ya no estaría en el mundo. Para amenizar un poco el dolor que sentía, automáticamente, su mente comenzó a reflexionar el cómo había llegado a ese punto, el porqué.

[Degel…alguna vez te preguntaste, ¿por qué te acompañé a este lugar? Lo cierto es que, quería cumplir mi deseo, que era algo egoísta y simple. Todos lo dijeron, tú lo dijiste y Wyvern no se cansó de repetirlo, pero eso es lo de menos. Aunque sea por un momento, quería ser dueño de mi vida. Vivir y morir en mis propios términos. Luego, me enteré cuando llegamos a Blue Graad, que fue ese el lugar donde entrenaste tus primeros años. Pero cuando te escuché decirlo, era lo único que faltaba para decidir con seguridad, que ese lugar debía ser donde mi vida se consumiera. No solo tendría la oportunidad de ser un pilar para ti y ese sueño tuyo. También, si llegabas a sobrevivir a la guerra santa, quería estar en un lugar al que algún día fueras a regresar. Aunque sea un poco, quería que te acordaras de mí.]

Apretó la mandíbula con más fuerza, todo dentro y fuera de él, dolía. Necesitaba sacar fuerza e incendiar su cosmos. El peso extra de Unity y el oricalco estaban haciendo a su cuerpo ceder. Logró llegar al mismo lugar por donde habían entrado. Se arrancó su uña izquierda del dedo índice, esperando con esto, poder mantener vivo al muchacho. Con la poca fuerza y cosmos que restaba en su cuerpo, logró arrojarlo fuera de la Atlántida. De la nada recordó a su amiga, Calvera. La dueña de un bar que conoció en la Nueva España, casi pudo escuchar su voz recitar aquellas palabras que siempre decía, casi como un mantra “Mañana soplarán otros vientos”. Luego, una sensación de estar flotando lo invadió. Logró ver a lo lejos un imponente y molesto jaguar negro, parecía que iba a atacarlo; pero no lo alcanzó. Lo último que vio, fue una nívea serpiente emplumada envolverlo y resguardarlo.

Despertó con un sobresalto. Estaba un poco pálido, ese sueño había sido muy impresionante. La sensación de muerte y el dolor, todo había sido tan real. Volteó a ver sus uñas, aun las tenía. Pero le hizo ver sus marcas de nacimiento en ambas uñas, más como una cicatriz, no estaba seguro.  Un sudor frío le envolvía, volteó y no vio a Degel ni a nadie por ningún lugar. Suspiró con hastío. Escuchó algunas voces provenientes del segundo piso, supuso que estarían todos ahí, por lo que se puso de pie. Estaba aún impactado por el sueño, sentía su corazón latir con velocidad y su respiración agitada. Sintiendo un cosquilleo en toda su piel y su realidad como una especie de sueño, salió sigilosamente de la casa. Debía calmarse.

Kardia se retiró y se dirigió dónde Calvera. Sabía que a esas horas estaría en su trabajo de medio tiempo, ayudaba en una pequeña cafetería. Supo que hizo bien en ir, porque cuando llegó, un aroma delicioso inundó sus fosas nasales.

-       ¿Qué no te había dejado con tu amigo? – le preguntó ella sorprendida al verlo entrar- Hasta te quejaste de lo mucho que me ves y lo poco que estás con él. Fue muy dramático- le molestó con una sonrisa casi tan simpática como la suya.

-       Le surgió algo- explicó breve. Sin embargo, Calvera se dio cuenta de inmediato que había más.

-       Y supongo que vienes a mendigar comida aquí.

-       Y supones bien- agregó con su sonrisa de lado a lado.

-       Si no traes dinero no podré darte nada- le advirtió.

-       Sí traigo- se defendió- Además no me gustó lo que comí en la tarde.

La dama sonrió complacida, le sirvió una rebanada generosa de pay de manzana.

-       ¿Nada para beber?

-       ¿Qué quieres?

-       Café.

-       No puedes tomar café. No hace tanto que casi te mueres, lo último que deberías tomar es cafeína.

-       ¿Por qué todos tienen que molestar tanto? Es asunto mío si me muero por comer algo que me gusta- dijo dándole un mordisco a su pay.

Calvera lo observó, era en cierto modo común escucharlo quejarse de los regaños y sermones, pero algo había sonado diferente esa vez. Notó a Kardia un tanto nervioso, pero no lo presionó, esperó a que se decidiera a hablar. Le sirvió una taza con café descafeinado. Luego, al no ver reacción o indicios de iniciar a hablar, solo al muchacho sentado, llenándose el estómago con pay de manzana; decidió ir al grano con, al menos, la duda que ella tenía y que no había hecho en la tarde por la presencia de Degel.

-       ¿Tu amigo el médico y tú son pareja? - preguntó directa. La cara de Kardia fue de una total sorpresa para luego crear una sonrisa altiva.

-       ¿Para qué te serviría dicha información? Creí que ya había un hombre en tu vida. Es feo y bestia, pero hay uno.

-       Sí, sobre todo, porque su principal encanto es ser una bestia ¿no? – contestó sarcástica a su burla, para después, responder su pregunta- Al menos puedo hacer apuestas de tu vida privada- Dijo sirviéndole otra rebanada de pay de manzana con una sonrisa. Kardia comenzó a reír- Esta va por la casa- dijo ella, básicamente era un soborno.

-       Bien, solo porque en realidad quiero el pay de manzana- comentó riéndose, luego suspiró- De momento, no- admitió al fin mientras comía.

-       ¿En serio? Eso es inesperado- le confesó la chica.

-       Lo sé- le dio la razón- Sobre todo por mi sentido del humor y que además soy guapo- soltó con una sonrisa socarrona. Calvera rio, más por el tono de voz que por lo que dijo, era una forma que tenía Kardia también de cortar la tensión.

-       Al juzgar por tus evasivas, creí que me dirías que sí y que ya hasta estaban pensando en adoptar o algo así.

-       Próximamente- dijo señalándola- ¿Me rentas tu vientre? Quiero un bebé con los ojos de Degel y sin mis problemas de salud.

-       Depende, ¿me prestarás a Degel para hornearlo? - le molestó.

Ambos rieron. Se sintió un tanto reconfortado, casi el mismo confort que sintió cuando fue resguardado en su sueño por aquel dragón con plumas.

-       Oye, Calvera ¿Alguna vez has sentido que vives dentro de un sueño o tenido un deja vú?

La chica lo observó con atención, era una pregunta que no le hacían todos los días. Menos, viniendo de Kardia. No era del tipo con el que se pudiera tener una conversación muy seria o profunda. No porque él no pudiera ser serio, más bien, porque parecía evitarlo. Kardia era del tipo que quería sentirlo todo, porque quizá ya había comprendido demasiado y al mismo tiempo, evitaba hacerlo.

-       Sentí un deja vú cuando te conocí- respondió sincera. Kardia se sintió un tanto más cómodo con esa respuesta.

-       Me alegra no ser el único bicho raro – se burló.

-       ¿Te pasa a menudo?

-       Ocasionalmente, pero se siente más como vivir en un sueño.

-       ¿Por qué en un sueño? – cuestionó interesada.

-       Es como si conociera a todos los que conozco, pero nadie es quien debería ser. Es como más… ¿pacífico?

-       ¿Me preguntas o afirmas?

-       Ni yo mismo lo sé- dijo encogiéndose de hombros.

-       “Pacífico” ¿en qué sentido?

-       No lo sé. Por ejemplo, tuve un sueño hoy, aunque no lo recuerdo muy bien ya. Me desperté muy inquieto y me hizo sentir eso de nuevo- se rascó la cabeza, incómodo, era vergonzoso decirlo- Como si el sueño fuese la realidad y no esto.

-       Esto es la realidad- respondió la chica con una sonrisa- Un mundo en el que todos somos lo suficientemente libres como para que un viento nuevo sople.

Esas palabras tocaron algo dentro de Kardia, algo que evocó una sonrisa jovial y satisfecha. Aun había un algo que no terminaba de entender, una emoción que no lograba tramitar. Pero estaba seguro de que pronto lo haría. Luego de otras 3 rebanadas de pay de manzana, decidió que era hora de irse. Se puso de pie y comenzó a caminar.

En su mente había imágenes quebradas, como si de fragmentos de espejo se tratasen, había trozos de su sueño y otras cosas. Una antigua reflexión sobre la importancia de la vida y el límite de la misma cruzó su mente. Estaba vivo y se sintiera o no como un sueño, debía aprovechar. En esos fragmentos, estaba la mayoría de las veces usando una armadura dorada. Las palabras de Calvera volvieron a reconfortarlo y pronto, recordó palabras de alguien más. Las recordaba con un voz desconocida y distorsionada, pero aun así distinguía que era la voz de una niña. Recordaba esas palabras con suficiente claridad “Te apoyaré en lo que sea”. Por algún motivo desconocido para él, sonrió. Seguir disfrutando la vida, esa era su filosofía y no la cambiaría.

Le dio por mirar su teléfono, que había olvidado revisar por un largo tiempo. Notó que tenía 3 llamadas perdidas y 2 mensajes que decían “¿En dónde estás?” y “Contesta el teléfono” eran de Degel. Si lo pensaba, no había sido muy bueno eso de salir de su casa sin decir nada, pero tampoco había sido bueno despertar y notar que lo habían dejado solo. Las palabras de Serafina emergieron en su memoria “No te hemos derrotado en nada, Kardia”.

-       Mentirosa- murmuró.

Además, si lo pensaba, él ya había intentado irse antes, en el restaurante y no se lo habían permitido. Simplemente había tomado su oportunidad para escaparse. Suspiró, lo mejor sería ignorarlo por ese día, de igual manera, Degel le sermonearía cuando lo viera en persona, así que, ¿para qué recibir dos sermones, si puede reducirlo a uno? Guardó su teléfono en el bolsillo del pantalón y siguió caminando, ocasionalmente dando uno que otro pisotón; hasta que oscureció. No hizo nada más que vagar lo que restaba del día, pero tenía ganas de hacerlo. Luego, se dirigió a su casa.

 

-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o

Más tarde, en la noche, después de que sus amigos se fueran de su casa, Degel decidió ir a la casa de Kardia. No iba tan a menudo, ya que parecía ser que a Kardia no le gustaba mucho estar ahí, y no lo culpaba. Su tutor, Zaphiri, no era una mala persona, pero ambos eran tan sinceros que chocaban sus personalidades y sinceramente, Zaphiri era menos…vivaz. Pero al llegar, se topó con que no había nadie. Sin embargo, desde hacía mucho tiempo que le habían dado a él su propia llave, por si Kardia extraviaba las suyas. Decidió entrar y esperarlo dentro. Al cabo de una hora y media, llegó el susodicho. Ingresó despreocupado, sin encender la luz. Degel, al notar que no se había percatado de su presencia, habló entre las sombras.

-       Llegas tarde a casa- señaló sentado en el sillón de la sala, logrando con eso obtener un sobresalto por parte del muchacho. Encendió la luz.

-       Hola- le saludó algo irritado por el susto, pensando en que su sermón llegaría antes- No te esperaba, creí que estarías secuestrado por los rusos.

-       Al final no respondiste mis mensajes, ni mis llamadas- ignoró el comentario anterior y lanzó otro señalamiento que fue más un reclamo.

Vio a Kardia dirigirse a su habitación, supuso que a cambiarse. Así que, lo siguió y se sentó en su cama para esperarlo. Entre ellos no existía la vergüenza en ese aspecto. Los dos eran hombres, después de todo. Y tuvo razón, estaba dándole la espalda, ocupado hurgando en su closet y buscando ropa para estar más cómodo en casa. Se quitó la camisa, dejando expuesta su piel, que Degel no dudó en recorrer con la mirada.

-       Cierto, no revisé el celular. Al final fui a engullir pay de manzana donde Calvera - comentó su día, volteando y notando la mirada de Degel. Una combinación de enojo y seducción.

Aunque fingió no hacerlo. Sintió algo de orgullo por ser presa de esa mirada, le gustaba tener su atención. Además, parecía ser que debían tener aquella conversación de forma más urgente de la que pensó. Era probable que, por ese motivo, Degel estuviera ahí.

-       ¿Te gustó? – esa pregunta tenía un doble significado.

-       Sí- respondió sincero.

Eso tuvo un efecto en ambos. Aunque también surgieron muchas dudas, pero era hora de terminarlas. Degel despertó de su estupor y sintió un cosquilleo en el estómago, como cuando se subía a una montaña rusa y sentía sus entrañas moverse y rosarse de un lado a otro, las afamadas mariposas en el estómago. Por su parte, Kardia sintió que se le erizaba la nuca, aunque probablemente era por la mirada de la cual era presa.

-       Sobre lo que hablábamos en la tarde- trató de reanudar el tema- Solo quería decir que…

En serio lo estaba intentando, sin embargo, la mirada fija y expectante de Kardia lo pusieron nervioso. Había dejado lo que estaba haciendo para escucharlo, de modo que aún se encontraba sin camisa y eso lo distraía.

-       ¡¿Quieres ponerte algo encima?!- exclamó molesto.

La reacción era extraña en él, considerando que era estudiante de medicina, eran dos hombres y que se conocían desde la infancia, por lo que esa sulfurada reacción era atípica.

-       ¿A caso te estoy distrayendo? - bromeó con un tono seductor, acompañado de una sonrisa pícara y juguetona. Reanudando su tarea de tomar una prenda para vestirse. Empero, volvió a parar cuando escuchó:

-       Sí. Me distraes demasiado- admitió.

Kardia se volvió hacia él, guardó silencio al ver que Degel pretendía continuar, así que tenía la idea de sentarse a su lado. Sin embargo, apareció en el marco de la puerta su tutor, Zaphiri.

-       Kardia, ¿Estás aquí? - Tanto Kardia como Degel, maldijeron internamente- ¿Qué? ¿Le estás dando un show privado? Sé que no juegan al doctor porque Degel estaría de pie.

-       …- el silencio sepulcral terminó de incomodar y crear las ideas necesarias, por lo que Zaphiri completó.

-       Ponte algo y ayúdame a bajar unas cosas del auto. Ya que estás aquí, tú también ayuda, Degel.

Como siempre, era igual de franco que Kardia. Siendo criado por alguien así, era imposible esperar que Kardia tuviera tacto. Degel suspiró y se levantó de la cama. Tendrían que esperar para tener esa conversación. Al menos habían avanzado un poco en ella. El de ojos de apatita terminó de vestirse y bajaron algunas cosas pesadas del auto.

-       Degel, tu tío te andaba buscando.

-       ¿Sabe para qué?

-       No pregunté, mejor llama o ve a casa.

Continuará...

Notas finales:

Es todo de momento, espero les haya gustado.
Si les entretuvo un poco, me encantaría saber sus opiniones :D


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