El rubio gimió y frunció el ceño ¿Qué se creía el azabache?
Soltó al rubio al sentir el pisotón —Eso fue...
—A propósito.
—¿QUÉ?
—Sasuke. Yo te amo. Pero eso no quiere decir que me voy a abrir de piernas cada que quieras. No soy un puto...
Sasuke miró estupefacto al rubio— ¿De verdad crees que te he tratado de esa manera?
El rubio negó —No. Pero no me quiero sentir así. Y no quiero que de ahora en adelante vivíamos de sexo alocado.
Frunció el ceño —No es sexo alocado. Es hacerte el amor. Y será cuando tú quieras y te sientas seguro. No te quiero obligar a algo que no quieras. No quiero que te sientas de esa manera.
Naruto sonrió, se acercó al azabache y beso su mejilla —Lo sé. Por eso te amo.
Sasuke besó al rubio —Ahora háblame de lo que sucedió en la casa del terror.
Naruto se removió incómodo. Jalo al azabache hacia el sillón y se sentó a su lado —Cuando era pequeño, mis vecinos me decían... Decían... Narucerdo.
Sasuke frunció el ceño.
—Un día organizaron una salida al parque de diversiones. A ellos se les hizo gracioso encerrarme en la casa del terror. De allí mi...
—Miedo... Lo siento— se disculpó apenado.
—No lo sabías— miró al azabache —. No habrá próxima vez.
Sasuke abrazo al rubio —Ahora lo sé. No volverá a suceder.
Mientras la parejita yacía abrazada en la cómoda sala del departamento del hijo medio de ellos Uchiha, Itachi, Deidara, Sai y Gaara buscaban preocupados a sus respectivos hermanos.
Nada. No aparecían.
—¿Y SI LOS SECUESTRARON?— dijo Deidara preocupado.
—Ya lo supiéramos. Ha pasado una hora.
Sai regreso de la entrada —Abandonaron el parque.
—¿Se fueron?
—Los recuerda porque Sasuke llevaba en los brazos a Naruto-san. Según el guarda el rubio se miraba mal.
—Vamos al hospital. De seguro Sasuke le llevó.
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Los chicos se dieron por vencidos al no encontrar a la pareja.
Se dirigieron a la casa Namikaze y grande fue su sorpresa al ver a Naruto y Sasuke conversando con Jiraiya.
—¿Se divirtieron?— preguntó Naruto.
—¿Dónde se habían metido? — gritó, furioso Deidara.
—Regresamos al parque pero ustedes no estaban. Por más que intentabamos llamarlos sonaban ocupados o sin servicio. Por eso venimos hacia aquí. Creímos que estarían aquí.
—¿DÓNDE ESTABAN?
—En mi departamento. Naruto se puso mal. No debimos obligarlo a entrar a la casa de terror.
—Tengo una mala experiencia.
—La cena está lista — dijo Kurama llegando a la sala —¿Qué sucede?
—Nada. Vamos a comer.
Se sentaron todos a comer. Iruka se les unió a la mitad de la cena.
—¿Iruka estás bien? — preguntó Naruto al verlo distraído.
—S-Si— respondió, evitó la mirada del pequeño rubio que adoraba.
La verdad es que no estaba bien. No había dejado de pensar en las palabras de Kakashi Hakate.
¿De verdad lo quería?
Podía tener esperanzas de que ese apuesto varón lo amaba.
No. No podía tener esas esperanzas.
Él no era un doncel atractivo como los adolescentes frente a él.
Deidara era un doncel sensual por donde le mirarán.
Naruto era un doncel muy lindo y atractivo.
Y Gaara era un doncel gruñón pero era adorable.
Mientras que él era un doncel poco agraciado. Y esa marca cuando cayó del árbol se enmarcaba en su nariz y partes de sus pómulos.
—¿Seguro estás bien, Iruka?— preguntó Tsunade al verlo deprimido.
—Si... Estoy bien— sonrió intentado tranquilizarlos. No quería darles problemas