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La Élite [La Selección #2] por Nayu - san

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Tras la pintura había una puerta que no llegaba al suelo y que tenía un pequeño teclado, como el de un teléfono. Kuroo marcó unos números y se oyó un leve pitido. Giró la manilla y se volvió hacia el rubio.

-Déjame que te ayude. El escalón es bastante alto -dijo, extendiendo la mano hacia el menor para hacerle pasar delante.

Tsukishima se quedó de piedra.

La sala, sin ventanas, estaba cubierta de estanterías llenas de lo que parecían ser libros antiguos. Dos de los estantes contenían libros con curiosas líneas diagonales rojas en los lomos, y un enorme atlas yacía apoyado en una pared, abierto por una página que mostraba el contorno de un país desconocido para Kei.

En el centro había una mesa con unos cuantos libros que parecían haberse usado recientemente, y que habían dejado allí para tenerlos a mano. Y por fin, empotrada en una de las paredes, había una gran pantalla que parecía un televisor.

-¿Qué significan las bandas diagonales? -preguntó el rubio, intrigado.

-Son libros prohibidos. Por lo que yo sé, deben de ser los únicos ejemplares que quedan en Tendo.

Tsukishima giró hacia él, preguntándole con la mirada lo que no se atrevía a decir en voz alta.

-Sí, puedes mirarlos -respondió Tetsurou, con un tono que dejaba claro que no le gustaba la idea, pero que tenía claro que se lo iba a pedir.

El menor cogió uno de los libros con cuidado, aterrado ante la posibilidad de que pudiera destruir sin querer un tesoro único. Observó las páginas, pero terminó dejándolo en su sitio inmediatamente. Estaba demasiado impresionado.

Giró y encontró a Kuroo tecleando en algo que parecía una máquina de escribir plana unida a una pantalla.

-¿Qué es eso? -preguntó el rubio, mientras acomodaba sus gafas.

-Una computadora. ¿Nunca has visto una?

Kei sacudió la cabeza y el azabache no se mostró demasiado sorprendido.

-Ya no queda mucha gente que las tenga. Esta está programada específicamente para la información contenida en esta sala. Si hay algo sobre Halloween, nos dirá dónde está.

Tsukishima no estaba muy seguro de entender lo que le decía, pero no pidió explicaciones. Al cabo de unos segundos, la búsqueda produjo una lista de tres puntos en la pantalla.

-Oh, excelente -exclamó el mayor-. Espera aquí.

El rubio se quedó esperando junto a la mesa, mientras Tetsurou buscaba los tres libros que les revelarían lo que era Halloween... solo esperaba que no fuera alguna estupidez y que el esfuerzo no fuese en vano.

***

El primer libro definía Halloween como una fiesta celta que marcaba el final del verano. Para no demorar más la búsqueda, Tsukishima no quiso mencionar que no tenía ni idea de lo que significaba «celta».

Decía que creían que en Halloween los espíritus entraban y salían de este mundo, y que la gente se disfrazaba para ahuyentar a los malos. Más tarde se convirtió en una fiesta secular, sobre todo para niños, que se disfrazaban e iban por sus pueblos cantando canciones y recibiendo dulces como recompensa, lo que dio pie a la frase «truco o trato», ya que hacían un truco para conseguir el trato y llevarse los dulces.

El segundo libro lo definía como algo similar, solo que mencionaba las calabazas y el cristianismo.

-Este será el más interesante -afirmó Kuroo, revisando un libro mucho más fino que los otros y escrito a mano.

-¿Y eso? -preguntó el menor, acercándose para ver mejor.

-Este, Señor Tsukishima, es uno de los volúmenes de los diarios personales de Tendo Hiroki.

-¿Qué? -exclamó, fallando en su intento de no sonar ansioso-. ¿Puedo tocarlo?

-Primero déjame que encuentre la página que estamos buscando. ¡Mira, incluso hay una foto! -dijo, sonriendo ladino.

Y allí, como un espejismo, yacía una imagen de un pasado desconocido que mostraba a Tendo Hiroki con expresión seria, un traje impecable y una postura rígida. Era curioso, pero su pose se pareciera mucho al rey y a Tetsurou. A su lado, una mujer esbozaba una sonrisa a la cámara.
Había algo en su rostro que daba a entender que en otro tiempo debía de haber sido preciosa, pero sus ojos habían perdido el bHiroki Parecía cansada.

A los lados de la pareja había tres personas más. La primera era una chica 
adolescente, guapa y llena de vida, que sonreía con ganas, con un vestido ampuloso y una corona. Lo curioso: Iba disfrazada de princesa. Y luego habían dos chicos, uno algo más alto que el otro, y ambos vestidos de personajes extraños. Parecían estar a punto de hacer alguna travesura.

Bajo la imagen había un comentario sorprendente, escrito de puño y letra del propio Tendo Hiroki:

Este año los niños han celebrado Halloween con una fiesta. Supongo que es una forma de olvidar lo que pasa a su alrededor, pero a mí me parece frívolo. Somos una de las pocas familias que quedan que tienen dinero para hacer algo festivo, pero este juego de niños me parece tirar el dinero.

-¿Crees que ese es el motivo de que ya no lo celebremos? ¿Porque es tirar el dinero? -preguntó el menor.

-Podría ser. -respondió el azabache, encogiéndose de hombros-. Por la fecha, esto fue justo después de que los Estados Americanos de Japón empezaran a contraatacar, justo antes de la Cuarta Guerra Mundial. En aquella época, la mayoría de la gente no tenía nada. Imagínate todo un país de Sietes y un puñado de Doses. -suspiró, pasando los dedos entre sus hebras.

-Vaya -dijo el rubio, intentando imaginar cómo sería un país así, destrozado por la guerra, intentando recomponerse.

Era increíble.

-¿Cuántos diarios como ese hay?

Tetsurou señaló en dirección a un estante con una serie de volúmenes similares al que el rubio tenía en las manos.

-Una docena, más o menos.

Era imposible. Toda esa historia en una sola sala.

-Gracias -soltó el menor, haciendo una pequeña reverencia-. Es algo que nunca habría soñado ver. No me puedo creer que exista todo esto.

Kuroo estaba pletórico, sorprendido por la actitud agradecida de Kei.

-¿Te gustaría leer el resto? -ofreció, indicando el diario.

-Sí, claro. -respondió, asintiendo repetidas veces de la emoción-. Pero no me puedo quedar; tengo que acabar de repasar ese informe. Y tú tienes que volver al trabajo.

-Es verdad. -dijo, dirigiendo una mano hacia su barbilla, pensativo-. Bueno, a ver qué te parece esto: te llevas el libro y me lo devuelves dentro de unos días.

-¿Eso se puede hacer? -preguntó, anonadado.

-No -respondió, sonriendo de manera gatuna.

Tsukishima vaciló, asustado al pensar en el valor de lo que tenía en las manos. ¿Y si lo perdía? ¿Y si lo estropeaba?

Estaba seguro de que Kuroo confiaba en él, además, nunca más tendría una oportunidad como aquella. Podía hacer un esfuerzo especial. Aquello lo merecía.

-Bien. Solo un día o dos, y luego te lo devuelvo. -respondió,rrestándole importancia.

-Escóndelo bien. -asintió con un guiño.

~o~

Y eso hizo. Era más que un libro lo que jugaba; era la confianza de Kuroo. Tsukishima lo escondió en el hueco del taburete de su piano, bajo un montón de partituras. Era un sitio donde sus mayormdomos no limpiaban nunca. Las únicas manos que lo tocarían serían las de Kei.

-¡Soy un caso perdido! -se lamentó Koushi.

-No, no, lo está haciendo muy bien -mintió el rubio.

Llevaba más de una semana dándole clases de piano a diario, y lo cierto es que daba la impresión de que Sugawara lo hacía cada vez peor, y eso que aún no estaban practicando escalas.

El peliplata falló una nota más, y Tsukishima no pudo evitar hacer una mueca.

-¡Pero si no hay más que verme! -exclamó-. Lo hago fatal. Daría igual si tocara con los codos.

-Deberíamos probarlo. A lo mejor con los codos funciona mejor. -sugirió, con una sonrisa burlona.

-Me rindo -dijo Koushi con un suspiro-. Lo siento, Tsukishima, has tenido mucha paciencia conmigo, pero odio oírme tocar así. Suena como si el piano estuviera enfermo.

-De hecho, suena más bien como si estuviera agonizando.

Sugawara se echó a reír, y el rubio también. Cuando le había pedido que le diera clases, poco podía imaginar que supondría aquella tortura para los oídos. Dolorosa, pero, eso sí, divertida.

-¿No se te dará mejor el violín? El violín tiene un sonido precioso -sugirió.

-No lo creo. Con la suerte que tengo, lo destrozaría -respondió el peliplata.

El mayor se puso en pie y se dirigió hacia el escritorio de Kei, donde estaban los papeles que se suponía que tenían que leer, apartados en un extremo. Por su lado, Nishinoya se hizo presente dejándoles té y galletitas, retirándose al instante.

-Bueno, tampoco pasaría nada. Ese violín es de palacio. Podría tirárselo a Oikawa-san a la cabeza, si quisiera.

-No me tientes -respondió Sugawara, sirviendo el té-. Voy a echarte de menos, Tsukishima; no sé lo que haré cuando no podamos vernos cada día. -añadió con una sonrisa nostálgica.

-Bueno, Kuroo está muy indeciso, así que de momento no tiene que preocuparse por eso. -repuso, algo incómodo.

-No lo sé -contestó, poniéndose serio de pronto-. No es que lo haya dicho directamente, pero yo sé que estoy aquí porque le gusto al público. Ahora que la mayoría se ha ido, la opinión pública no tardará mucho en cambiar, y cuando tengan otro favorito, me mandará a casa.

Tsukishima tenía que medir sus palabras, aunque esperaba que Koushi le explicara el motivo de la distancia que había 
puesto entre él y Kuroo, no quería que se cerrara de nuevo y lo esquivara.

-¿Y lo lleva bien? Lo de renunciar a Kuroo, quiero decir. -preguntó el rubio, apoyándose en el escritorio.

Sugawara se encogió de hombros.

-No estamos hechos el uno para el otro. -soltó en un suspiro-. No me importa quedarme fuera del concurso, pero la 
verdad es que no quiero marcharme. Además, no querría acabar con un hombre que está enamorado de otra persona.

Tsukishima sintió su cuerpo tensarse de pronto.

-¿Y de quién...?

La mirada que tenía Koushi era de triunfo, y la sonrisa que ocultaba tras su taza de té decía: «¡Te atrapé!».

Y ciertamente lo había atrapado.

De pronto Kei se dio cuenta de que la idea de que Kuroo pudiera estar enamorado de otra persona lo ponía tan borde que no podía soportarlo, odiaba sentirse así. Sin embargo, al comprender que Suga estaba hablando de él, Tsukishima se sintió infinitamente más tranquilo.

Kei había levantado un muro tras otro, burlándose de Kuroo y alabando los méritos de los demás, pero era evidente que Suga había sabido leer entre líneas.

-¿Por qué no has acabado ya con esto, Tsukishima? -preguntó, con dulzura-. Sabes que te quiere. 

-Eso nunca lo ha dicho -aseguró a la defensiva, y era cierto.

-Claro que no -constató, como si fuera tan obvio-. Está intentando conquistarte con todas sus fuerzas, y cada vez que se te acerca tú te lo quitas de encima. ¿Por qué?

¿Cómo iba a decírselo? ¿Cómo iba a confesarle que, aunque sus sentimientos por Kuroo iban volviéndose cada vez más profundos, había alguien más a quien no 
podía quitarse de la cabeza?

-Supongo... que no estoy seguro. -dijo, finalmente.

Confiaba en Suga; de verdad. Pero era más seguro para los dos que no lo supiera.

El peliplata asintió. Sabía que había algo más, pero no quería presionar a su kouhai.

Para ambos fue casi reconfortante, esa aceptación mutua de secretos.

-Encuentra el modo de decidirte. El hecho de que no esté hecho para mí no quiere decir que Tetsu no sea un tipo estupendo. Odiaría que lo perdieras por puro miedo.

Una vez más tenía razón.

Tsukishima tenía miedo. Miedo de que los sentimientos de Kuroo no fueran todo lo genuinos que parecían, miedo de lo que significaría ser príncipe, miedo de perder a Bokuto.

-Hablando de algo más banal -dijo Koushi por fin, dejando la taza de té en el plato-. Toda esa charla de ayer sobre bodas me hizo pensar en algo.

-¿Sí?

-¿Querrías ser..., bueno, ya sabes..., mi padrino de bodas? -tardó unos segundos en darse cuenta de un detalle-. Quiero decir, si me caso algún día.

-Suga-san, claro que me encantaría. Y a usted ¿Le gustaría ser el mío? -preguntó, tendiéndole una mano, sin embargo el peliplata tomó ambas manos del rubio, y las acogió entre las suyas, feliz.

-Pero tú tienes hermanos. ¿No les sentaría mal? -soltó, haciendo un pequeño mohín.

-Lo entenderán. ¿Lo hará? Por favor.

-¡Claro que sí! No me perdería tu boda por nada del mundo -dijo, dando por sentado que la boda de Tsukishima sería el acontecimiento del siglo.

-Prométame que, aunque me case con un Ocho miserable en un callejón perdido, estará ahí.

Sugawara miró al menor con incredulidad, estaba seguro de que eso no pasaría nunca.

-Aunque sea así. Lo prometo. -dijo finalmente, con su usual sonrisa amable.

Koushi no pidió que le hiciera una promesa del mismo estilo, por lo que, una vez más, Kei se preguntó si no habría otro Cuatro esperándolo en su casa. Pero no quería presionarlo. Estaba claro que los dos guardaban secretos; aún así, Sugawara era su amigo y haría cualquier cosa por él.

~o~

Aquella noche Tsukishima esperaba pasar un rato con Kuroo. Suga había hecho que cuestionara muchas de sus acciones. Y de sus pensamientos... y de sus sentimientos.

Tras la cena, cuando estuvieron en pie para salir del comedor, el rubio cruzó una mirada con Tetsurou y se tiró de la oreja. Aquella señal secreta para indicar que querían verse, y raramente negaban.

Pero esa noche Kuroo estaba ocupado, y respondió con un gesto de disculpa mientras articulaba la palabra "Trabajo". Tsukishima asintió como si aquello no le hubiera afectado, y se despidió con una leve reverencia.

Quizá fuera lo mejor. La verdad era que necesitaba pensar unas cuantas cosas con respecto a él.

Cuando Kei giró la esquina y llegó a la habitación, Koutaro estaba allí de nuevo, de guardia. Miró al rubio de arriba abajo, admirando la camisa verde que resaltaba su blanca piel, y aquellos pantalones algo ceñidos que resaltaban las curvas de sus caderas y piernas.

Sin decir palabra, el menor pasó por su delante. Pero, antes de que pudiera poner la mano en el pomo de la puerta, en un movimiento rápido, Bokuto rozó suavemente la mejilla del rubio.

Fue un contacto breve, y Tsukishima sintió aquella necesidad, el anhelo que Koutaro solía despertar en él. Solo con mirar sus ojos, color miel, ansiosos y profundos, las rodillas de Kei empezaron a temblar.

Entró a su habitación lo más rápido que pudo, torturado por aquella sensación. Afortunadamente, apenas tuvo tiempo de pensar en los sentimientos que le despertaba, porque en el momento en que se cerró la puerta aparecieron Akaashi, Tadashi y Noya, dispuestos a preparar a su seleccionado para ir a dormir.

Mientras conversaban y lo consentían, Tsukishima intentó vaciar la mente de cualquier pensamiento.

Era imposible. Tenía que escoger. Bokuto o Kuroo.

Pero ¿Cómo iba a decidir entre las dos posibilidades? ¿Cómo iba a tomar una decisión que, en cualquier caso, en parte lo destrozaría?

Kei cerró los ojos y se consoló pensando que aún tenía tiempo.

Aún tenía tiempo.

~o~


-Bueno, Señor Oikawa, ¿dice usted que la tropa no basta, y que debería aumentarse el número de reclutamientos? -preguntó Ukai Keishin, moderador de los debates que se organizaban en el Tendo Capital Report y la única persona que entrevistaba a la familia real.

Los debates de los seleccionados en el Report eran pruebas, y ellos lo sabían. Aunque Kuroo no tenía un plazo límite, el público no veía la hora de que el grupo fuera reduciéndose, además de el rey, la reina y sus asesores sentían lo mismo. Si los seleccionados querían quedarse, tenían que cumplir con su papel, cuando y dondequiera que se lo pidieran.

Por su lado, Tsukishima estaba encantado de haberse quitado de encima aquel informe tan pesado sobre la tropa. Recordaba parte de las estadísticas, así que tenía buenas posibilidades de dar una buena impresión aquella noche.

-Exactamente, Ukai-san. La guerra en Nueva Asia dura ya años. Creo que si en un par de reemplazos aumentáramos la cantidad de soldados reclutados, contaríamos con el número suficiente para ponerle fin.

Kei hizo un pequeño gesto, no soportaba a Tooru. El castaño había conseguido que echaran a uno de los participantes, había arruinado el cumpleaños de Kenma el mes anterior y en una ocasión había intentado destrozarle la camisa, 
literalmente. Como era un Dos, se consideraba superior al resto.

La verdad es que Tsukishima no sabía cuántos soldados habían en Tendo, pero ahora que sabía qué opinaba Oikawa, tenía claro que su postura era la contraria.

-No estoy de acuerdo -intervino, con la máxima elegancia posible.

El castaño giró hacia el menor, pasando los dedos entre sus engominadas hebras. De espaldas a la cámara no tenía ningún problema en soltar aquella mirada desafiante a quien lo contradecía.

-Ah, Señor Tsukishima, ¿cree usted que aumentar el número de soldados es mala idea? -preguntó Keishin.

Kei suspiró, y aunque se sentía nervioso, no podía darse para atrás.

-Los Doses se pueden permitir pagar para evitar el reclutamiento, así que estoy seguro de que Oikawa-san nunca ha visto lo que supone para algunas familias perder a sus únicos hijos varones. Reclutar a más de esos chicos podría ser desastroso, especialmente para las castas más bajas, que suelen tener familias más numerosas y que, para sobrevivir, necesitan a todos los miembros que puedan trabajar.

Koushi, hizo un gesto cómplice. Oikawa contraatacó.

-Bueno, entonces, ¿qué vamos a hacer? No estarás sugiriendo que nos sentemos a esperar mientras estas guerras se alargan interminablemente. -dijo, arqueando una ceja.

-No, no. Por supuesto que quiero que la guerra acabe en Tendo. -respondió. El rubio hizo una pausa para ordenar las ideas y miró a Kuroo en busca de apoyo. El rey, a su lado, parecía molesto. Kei necesitaba cambiar de argumento, así que soltó lo primero que le vino a la mente-. ¿Y si fuera voluntario?

-¿Voluntario? -preguntó Ukai.

Tooru y Futakuchi hicieron un ruidito despreciativo con la boca, lo que empeoró aún más las cosas.

Pero entonces Tsukishima lo pensó mejor. ¿Tan mala idea era?

-Sí, claro que habría que exigir ciertos requisitos, pero quizá le sacaríamos más partido a un ejército de hombres que deseen realmente ser soldados que a un grupo de chicos que solo hacen lo que 
pueden para sobrevivir y poder volver a la vida que han dejado atrás.

En el estudio se hizo el silencio mientras la gente se planteaba lo que aquel muchacho acababa de decir.

Aparentemente no era ninguna tontería.

-Eso es buena idea -intervino Shimizu-. Y podríamos ir enviando nuevos soldados cada mes o cada dos meses, según se fueran alistando. Eso animaría a los hombres que llevan sirviendo un tiempo.

-Estoy de acuerdo -añadió Sugawara, que no solía extenderse mucho más en sus comentarios. El debate no le resultaba cómodo.

-Bueno, ya sé que quizás esto suene un poco moderno, pero ¿y si el reclutamiento también estuviera abierto a las mujeres? -comentó Kozume.

Oikawa se rió en voz alta.

-¿Quién crees que se apuntaría? Ni siquiera tú que eres hombre querrías ir al campo de batalla. -replicó, con un tono que dejaba patente su incredulidad.

Kenma suspiró apacible, no iba a dejarse vencer.

-No, yo no tengo madera de militar. Pero sí he aprendido algo en La Selección -prosiguió, dirigiéndose a Ukai-. Algunas chicas tienen un tremendo instinto asesino. Que los vestidos de gala no engañen a nadie -apostilló, con una pequeña sonrisa.

~o~

Ya en su habitación, Tsukishima dejó que sus mayordomos se quedaran un poco más de lo habitual para que le ayudaran a cambiarse.

-Me gustó su idea de que el reclutamiento fuera voluntario -dijo Noya, mientras sus hábiles dedos 
trabajaban peinando el cabellos del menor.

-A mí también -añadió Tadashi-. Recuerdo lo mal que lo pasaban mis vecinos cuando se llevaban a sus hijos mayores. Y ver que había tantos que no volvían era una pesadilla -dijo, y estaba claro que los recuerdos volvían a hacérsele presente.

Tsukishima también tenía los suyos. Su vecina era una joven viuda; pero ella y su hijo, Koyuki, se defendían juntos, hasta que el muchacho fue llamado a filas. Cuando los soldados se presentaron a su puerta con una carta y una bandera para darle un pésame que no significaba nada para ellos, la mujer se hundió. No podía seguir adelante. Y aunque hubiera podido, no tenía fuerzas para intentarlo siquiera.

Era una Ocho, y a veces Kei la veía pidiendo limosna en la misma plaza donde él se despidió de Miyagi.

Pero él no tenía nada para darle.

De no ser por la muerte de su padre, sabía que Akiteru también habría sido mandado a filas, y gracias a que fue convocado a La Selección, Tsukishima sabía que él tampoco iría, pero temía por el futuro incierto de Tobio.

-Lo sé -dijo, para consolar a Yamaguchi.

-Creo que Kenma-san se ha pasado un poco -comentó Keiji-. A mí eso de enviar mujeres al frente me 
parece una idea terrible.

Tsukishima sonrió al ver el gesto remilgado del pelinegro mientras hacía apuntes.

-Según mi padre, antes las mujeres...

Un repiqueteo en la puerta hizo que los cuatro dieran un respingo.

-Se me ha ocurrido una cosa -anunció Tetsurou, entrando sin esperar respuesta. Daba la impresión de que los viernes por la noche tenían una cita fija, tras el Report.

-Alteza -saludaron los tres muchachos a la vez. A Keiji se le cayó la tablilla entre sus manos, al inclinarse para hacer una reverencia.

-Déjame que te ayude -se ofreció Kuroo, acudiendo en ayuda de él.

-No hace falta -insistió Keiji, que se retiró enseguida. Con menos discreción de la que deseaba, miró a Yamaguchi y Nishinoya con los ojos bien abiertos, indicándoles que salieran de la habitación con él.

-Ah, eh, buenas noches, señor -dijo el pecoso, tirando del borde del uniforme de Yuu para que este lo siguiera.

Una vez solos, ambos empezaron a reír. El menor giró hacia el espejo.

-Son muy graciosos -comentó el azabache.

-Es que te admiran mucho.

Kuroo quitó importancia al comentario con un gesto de modestia.

-Siento haberlos interrumpido -dijo, dirigiéndose al reflejo de Kei en el espejo.

-No pasa nada -respondió, pasando los dedos entre su cabello, despeinándolo un poco-. ¿Estoy bien?

Tetsurou asintió, haciendo una pausa algo más larga de lo necesario, admirando la belleza que Kei mantenía incluso sin estar arreglado. Luego recuperó la concentración y prosiguió:

-Lo que te decía de esa idea...

-Dime.

-¿Te acuerdas de eso del Halloween?

-Sí. Oh, aún no he leído el diario. Pero está bien escondido -prometió.

-Está bien. Nadie lo echa de menos. Lo que estaba pensando es que... -rascó su nuca, nervioso-. Todos esos libros decían que caía en octubre, ¿no?

-Sí -respondió el rubio, sin pensar.

-Pues estamos en octubre. ¿Por qué no celebramos una fiesta de Halloween?

Tsukishima volteó inmediatamente.

-¿De verdad? Kuroo... ¿Podríamos?

-¿Te gustaría? -propuso sonriendo de manera gatuna.

-Por supuesto, claro que sí... sería genial -soltó, sin poder evitar sonar ansioso.

-He pensado que podríamos encargar que les confeccionaran disfraces a todos los miembros de La Élite. Los guardias que no estén de servicio podrían hacer de bailarines, ya que yo soy uno solo, y no sería justo tenerlos a ustedes esperando su turno para bailar. -dijo, sonando cada vez más ilusionado por la idea-. Y podríamos organizar clases de baile la próxima semana, o durante un par de semanas. Tú mismo has dicho que a veces no tienen mucho que hacer durante el día. ¡Y golosinas! Tendremos las mejores golosinas, hechas para la ocasión e importadas. -tomó las manos del rubio entre las suyas, sonriendo ansioso-. Cuando acabe la noche, querido mío, estarás hinchado como un pavo. Tendremos que sacarte 
de la pista rodando.

Tsukishima arrugó la nariz por la expresión usada, pero finalmente sonrió. Estaba fascinado.

-Y lo anunciaremos, le diremos a todo el país que lo celebre. Que los niños se disfracen y vayan de puerta en puerta pidiendo golosinas, como antes... A tu hermana eso le encantará, ¿no?

-Por supuesto, a todo el mundo.

Kuroo se quedó pensando un momento, frunciendo los labios.

-¿Tú crees que le gustaría venir a celebrarlo aquí, al palacio? -soltó de pronto.

-¿Qué? -respondió incrédulo.

-En algún momento del concurso se supone que tengo que conocer a los padres de los miembros de La Élite. También podría hacer que vinieran los hermanos y hermanas, coincidiendo con una fiesta como esta, en lugar de esperar...

Aquellas palabras hicieron que Kei se lanzara a sus brazos. Estaba tan contento con la posibilidad de ver 
a su familia que no podía contener el entusiasmo. Tetsurou rodeó la cintura del rubio con los brazos y se quedó mirando fijamente a los ojos dorados, entusiasmado.

Tsukishima suspiró ¿Cómo podía ser que esa persona, alguien que siempre había considerado absolutamente opuesto a él, diera siempre con todo lo que más ilusión le podía hacer?

-¿Lo dices de verdad? ¿Pueden venir?

-Claro -respondió-. Hace tiempo que tengo ganas de conocerlos, y forma parte del concurso. En cualquier caso, creo que a todos les irá bien ver a sus familias.

-Gracias. -fue lo único que pudo decir en un murmullo.

-No hay de qué... Sé que los quieres mucho.

-Es verdad.

El mayor chasqueó la lengua.

-Y está claro que harías prácticamente cualquier cosa por ellos. Al fin y al cabo, participaste en La Selección por ellos.

El rubio dio un paso atrás, para dejar un espacio entre ambos, observando directamente los ojos avellana. Tetsurou analizó la reacción del menor; confundido por aquel gesto. Tsukishima no podía dejarlo así. Tenía que ser absolutamente claro.

-Kuroo, ellos son uno de los motivos por los que me quedé al principio, pero no son la razón por la que sigo aquí ahora. Eso lo sabes, ¿verdad? Estoy aquí porque...

-Porque... -interrumpió el azabache.

El menor observó el rostro de Tetsurou, con su expresión esperanzada.

«Díselo, Kei. Díselo ya».

-Porque... -insistió el pelinegro, esta vez con una sonrisa traviesa en los labios, que hizo al rubio ablandarse aún más.

Tsukishima cerró los ojos. Pensó en la conversación que había tenido con Suga y en cómo se había sentido el otro día, cuando hablaron de La Selección. Le costaba imaginar a Kuroo como su... novio cuando estaba saliendo con otros, pero era algo más que un amigo.

Kei sentía cómo volvía a invadirle aquella sensación molesta, ilusionada, aquella esperanza ante la posibilidad de que pudieran ser algo especial.

Kuroo estaba dispuesto a ser lo que Kei se permitía creer.

El rubio esbozó una pequeña sonrisa burlona y se apartó del príncipe, dirigiéndose hacia la puerta.

-Tsukishima Kei, vuelve aquí -dijo el mayor, y echó a correr hasta ponerse delante del rubio, rodeando su estrecha cintura con el brazo, de pie, uno frente al otro-. Dímelo -exigió en un susurro.

El menor apretó los labios en un mohín.

-Bueno, pues tendré que recurrir a otro medio de comunicación.

Sin previo aviso, Kuroo lo besó. El menor cayó un poco hacia atrás sin darse cuenta, apoyando todo el peso en los fuertes brazos del príncipe, colocando las manos sobre su cuello, deseando abrazarlo... y de pronto algo cambió en su mente.

En general, cuando estaban juntos, todo lo demás desaparecía de la mente de Tsukishima. Pero aquella noche pensó en la posibilidad de que pudiera haber otra persona en su lugar. Solo de pensarlo... alguien más en los brazos de Kuroo, haciéndole reír, casándose con él... se le rompía el corazón. No pudo evitarlo y se alejó de él.

-Patelito, ¿qué pasa?

«¿Pastelito?» Aquella palabra, tan patética, dulce y personal hizo estremecer el cuerpo del menor. En aquel momento, todas sus resistencias cedieron. Quería ser su novio, su «pastelito». Deseaba ser solo de Kuroo.

Aquello podía significar abrir las puertas a un futuro que nunca se había planteado y decir adiós a cosas que nunca había pensado dejar, pero en aquel momento la idea de separarse de Tetsurou parecía insufrible. También era cierto que Kei no era el mejor candidato a la corona, pero tampoco sería merecedor de estar en el concurso si no era ni capaz de confesar sus sentimientos.

Tsukishima suspiró, intentando mantener la compostura.

-No quiero dejar todo esto. -soltó por fin.

-Si mal no recuerdo, la primera vez que nos vimos dijiste que era como una jaula -sonrió-. Uno se va acostumbrando, ¿eh?

Meneó la cabeza.

-A veces eres muy idiota. -dijo, y soltó una risita ahogada.

El azabache soltó un poco al menor, dejando que este se echara atrás, lo mínimo para que pudiera mirar aquellos dorados ojos.

-No es el palacio, Kuroo. No me importan lo más mínimo los trajes, la cama ni, aunque no te lo creas, la comida.

Tetsurou rió. No era ningún secreto que los elaborados manjares que preparaban en el palacio volvían loco al rubio.

-Eres tú -confesó bajando la mirada-. No quiero dejarte a ti.

-¿A mí? -soltó incrédulo.

El menor asintió.

-¿Me quieres a mí?

Tsukishima no pudo evitar soltar una risita nerviosa al ver la expresión de asombro en el rostro del príncipe.

-Eso es lo que estoy diciendo, idiota.

Por un momento no reaccionó.

-¿Cómo...? Pero... ¿Qué es lo que he hecho? -continuó, tornando su rostro en expresiones distintas.

-No lo sé -repuso el menor, encogiéndose de hombros-. Solo creo que podría funcionar.

Tetsurou sonrió gradualmente. Kei lo había aceptado... ¡Kei lo había aceptado! Tanta felicidad no cabía en su pecho.

-Funcionará de maravilla. -respondió, tirando del rubio, más bruscamente de lo que era habitual en él, y volvió a besarlo-. ¿Estás seguro? -preguntó, separándose de nuevo para ver mejor a su bello compañero-. ¿Estás seguro de esto?

-Si tú estás seguro, yo estoy seguro. -respondió con una pequeña sonrisa.

Por una fracción de segundo, Tsukishima vio que algo cambió en la expresión del pelinegro. Pero pasó tan rápido que incluso no supo si había sido real o no.

Un instante después, Tetsurou lo llevó hasta la cama y ambos se sentaron en el borde, tomados de la mano mientras Kei apoyaba la cabeza en su hombro.

Esperaba que dijera algo. Al fin y al cabo, ¿no era eso lo que él esperaba?

Pero no hubo palabras. De vez en cuando Kuroo soltaba un largo suspiro, y solo con ese suspiro se podía definir lo feliz que era. Aquello ayudó al rubio a relajarse un poco.

Al cabo de un rato, quizá porque ninguno de los dos sabía qué decir, Kuroo levantó la cabeza y se decidió:

-Quizá debería irme. Si vamos a incluir a todas las familias en la fiesta, tendré que hacer planes. -susurró, temiendo arruinar el momento, acariciando la mano del menor.

Kei se separó y sonrió, aún aturdido ante la idea de poder abrazar otra vez a su familia.

-Gracias otra vez. -respondió usando el mismo tono cuidadoso, correspondiendo al tacto, entrelazando sus dedos.

Ambos se pusieron de pie, dirigiéndose hacia la puerta, mientras Tsukishima no le soltaba la mano. Por algún motivo, le asustaba dejarlo marchar. Tenía la sensación de que toda aquella situación era muy frágil, de que si se movía demasiado, bruscamente podía romperse.

-Te veré mañana -prometió el príncipe, en un susurro, con la nariz solo a unos milímetros de la del rubio. Observando al chico con adoración, dejándole claro que no tenía por qué preocuparse-. Eres increíble.

Cuando Tetsurou se fue, Tsukishima se recostó en la cama, cerrando los ojos mientras recordaba cada momento de su breve encuentro: el modo en que lo miraba, las sonrisas burlonas, los dulces besos.

Pensó en todo ello una y otra vez incluso antes de caer dormido, preguntándose si Kuroo estaría haciendo lo mismo.

Notas finales:  

* * *


-entra arrastrándose-


Hi! -_-)/


Aquí está el nuevo capítulo y espero les haya gustado, no está beteado así que perdonen si han encontrado errores y lamento enormemente el no haber usado los guiones largos. LO SIENTO. ;-;)9


Bueno, volviendo... En la actu anterior muchos preguntaron sobre el IwaOi y no, no lo he olvidado, solo que tengamos presente que el IwaOi no es una pareja que se desarrolla originalmente en la historia, así que me cuesta un poco adaptarla al fic, además que Iwaizumi es un fotógrafo y solo lo veremos en ocasiones especiales... PERO NO, no dejaré de lado el IwaOi, es más, puede que con la festividad planeada se haga presente, así que paciencia -u-)9b25;


Ahora, hablando de la fiesta... ¿Qué disfraces creen que deberían llevar nuestros seleccionados? Lo dejo a su elección ;w;)>


Bueno, tengo otros puntos que tocar, pero no quiero extenderme así que los dejo para la próxima actu... ¡Muchas gracias por leer, espero les haya gustado y si así fue sería lindo que me lo dijeran mediante un comentario! Los leo todos y me hacen feliz, aunque tardo responder, me encantan u3u💛


¡Un abrazo a la distancia para todos y espero nos leamos pronto! (/^-^)/🍊


BYE!<3


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