La voz de Sabrina casi perfora mi oído, grita en lugar de hablar. Antes de siquiera pensar en su pregunta ya le había colgado sin darle una respuesta o siquiera decirle palabra. Maldita sea, me golpeara, quizá muera, no quiero morir, soy demasiado hermoso para morir.
Ese no es el punto. Esto ya había pasado antes... aunque si mal no recuerdo no le corte la llamada de forma tan abrupta. La sensación de incomodidad que me invade es a lo que los franceses llaman Déjà vu. Como en esa película que siempre comienzo a ver en la misma parte y nunca termino.
Eso no es...
Simplemente estoy evadiendo el tema. Hay que repasar los hechos, estaba lloviendo seguía el agua en dirección a ese café, encontré a ese chico, sigo sin recordar su nombre, pero estoy seguro que era algo con P, Z, o N. Para que mentir. No tengo la menor idea de cuál sea su nombre.
No entiendo, antes de contestar el teléfono todo era diferente. A menos que yo hubiera soñado lo que ha pasado yo debería de seguir en esa calle bajo la lluvia.
—¡Serás cabrón!, ¿que no vas a ir a la escuela?
Desde la cocina el grito de mi madre me causa un escalofrío, corta mis pensamientos y me obliga a mirar la entrada de la habitación. No es nada fuera de lo común, hasta al perro le habla así. Para que me hable así, debe ser bastante tarde.
Voy a la cocina, con toda la intención de discutir con mamá. Hasta hace poco —apenas un par de minutos— era un viernes por la tarde. Si ahora era de día debía tratarse de un sábado, por lo tanto, yo tenía que ir a la escuela.
Llego a la cocina y le resisto la mirada con una sonrisa. No sirve de nada ella ya está molesta.
—¿En qué fecha estamos, lo sabes?
Pero claro que lo sé es el 16 de junio de 1914 el día en que el bisabuelo Jean se dio un chapuzón mortal en el Sena. Esa es la respuesta para lograr que mamá se ría antes de gritarme, lamentable no es momento para usarla, esta sensación Déjà vu me hace creer que ni es una respuesta tan astuta ni me va ayudar a quitarme la idea de que ya he vivido esto.
Tanto dudarlo es malo. Mejor responder algo estúpido que no decir nada.
—¿Te digo la verdad o sigues siendo mi madre?
Por un breve segundo las patas de gallo de sus ojos se alargan, se quiere reír, pero no lo hace.
—¡Hijo de tu padre tenías que ser! Aunque no tienes padre.
Ella murmura algo cruel al final, algo que no recuerdo que haya pasado.
—¿Algo le paso a papá?
—Siempre es lo mismo, eres tan ingenuo. Ya se fue a trabajar, nosotros despertamos temprano no como tú. Deberías aprender a David incluso está viviendo solo... y sigue vivo.
Mi propia madre cree que sobrevivir es todo un logro para mí. Ni que me fueran a matar solo por cruzar la calle. Me está subestimando.
—Ya sé que David es como Bear Grylls, no necesito que me lo repitas.
Claro que mi hermano no es nada como ese tipo de televisión. David es más como una persona que encanta a todos con los que se encuentra, hasta ahora no he conocido a alguien que no soporte a David, es carismático, talentoso, amable, fuerte, proyecta una gran sombra. Quizá sea por esa comparación que mamá me trata como un inepto.
—Como sea, ya es hora de que te vayas a la escuela. Apenas es el segundo día del semestre y ya estas llegando tarde. —Ella dijo segundo día. Supongo que eso significa que esta situación es real.— Puse agua y dinero en tu mochila no lo pierdas, que no te lo roben, y recuerda en el camino, cuerpo dormido culo perdido.
—Gracias...
No puedo responder a la preocupación de mi madre, la mayor parte del tiempo soy incapaz de distinguir sus bromas de aquellas cosas que dice en serio. Tampoco entiendo porque siempre me da consejos tan indecorosos. No recuerdo que a David le dijera eso. Pero quien podría decirle algo así a David impone un poco más de respeto, hasta donde mamá puede respetarlo.
El transcurso a la escuela ocurre sin problemas, no tengo ni siquiera una sensación de que algo se repite. Todo es tan repetitivo que es imposible detectar algo que sea idéntico a la última vez. Paso entre los autos del estacionamiento sin amenaza de ser atropellado, los más peligroso son un par de personas sonando el claxon en una pelea por un estúpido espacio, como si no hubiera decenas de ellos.
Antes de llegar al aula veo una figura tambaleándose cual pingüino varios metros delante de mí. ¿Que hace un pingüino en medio de la escuela?. Pingüinear claro. No nada de eso, es Sabrina. Ese es su típico paso veloz furioso, solo necesita un paraguas y un bombín para ser mi enemigo.
Debería de evitar la clase hoy.
Sin embargo, no puedo faltar a clase, necesito comprobar que el tiempo se está repitiendo y realmente me encuentro atrapado en esta situación que podría volverse una pesadilla, hasta el momento he estado evadiendo la cuestión, pero las excusas no sirven para esto, de lo que hago puede depender la vida de alguien.
Prefiero predicar la idea de apresurar las situaciones. Para vivir feliz hay que ser proactivo, esperar a que todo pase no ayuda, solo trae problemas y dificulta la evolución de la situación.
—¡Sabrina!
Y de esta forma con un melodioso grito me lanzo a lo que podría ser mi muerte. Bastante prematura si se me permite opinar.
Por supuesto Sabrina no me lastima más de lo necesario. Me saca el aire de un golpe y eso es todo el castigo físico que recibo. Miro el suelo un rato, de verdad que la escuela necesita una remodelación completa. Me recupero del golpe y Sabrina me mira divertida, sin rastro de molestia.
Sigo escuchando su regaño con la mirada fija en la entrada. Va a llegar en cualquier momento, tiene que hacerlo. Si mal no recuerdo es un buen alumno y es apenas martes.
Ahí está cruzando la puerta con uno de sus amigos a un lado, con esa sonría suya, tan optimista, tan vivo.
Generalmente nunca miraría fijamente a alguien fuera de una conversación, pero en este momento es imposible no mirarlo a detalle.
Lo sigo con la mirada mientras habla, su expresión alegre. Durante los últimos meses la mire al menos una vez al día, pero nunca con tanto detalle. Su sonrisa es tan buena que me empuja a imitarlo. Es malo, se puede interpretar como un coqueteo, debo resistirlo.
Se da cuenta de que lo veo. Como si lo hiciera en cámara lenta gira su cabeza y sus ojos me miran fijamente.
Una sensación fría me recorre.
No es como si yo hiciera algo malo, solo es la impresión.
La impresión de ser mirado por alguien que debería de esta muerto.
Su sonrisa se debilita y sin darme tiempo para sentirme mal por ello aumenta de tamaño.
Ahora si debo de responderle. Puedo sonreír y lo hago con mucho ánimo. Solo espero no parecer una especie de malvado.
No miramos unos segundo y nuestra breve reunión termina. Una sensación de incomodidad se abre paso en mi pecho. No tengo tiempo de pensar en ello. Hincando su dedo en mis costillas Sabrina llama mi atención.
—Así que te gusta Mateo, no sabía que era tu tipo.
Intenta burlarse de mí, pero no es nada de eso. No señor. En este momento no pienso sobre su cuerpo, sobre su buen parecido o sobre su cabello sedoso, sobre esos ojos brillantes.
—No, no es como si me gustara. Es otra cosa.
Si esta con vida yo realmente he vuelto en el tiempo, al menos mi mente ha vuelto.
También está aquello de que me equivocado en su nombre no es nada con P, N o Z, es con M, Mateo.