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LOVE & FATE por The_dark_Duchess

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Notas del capitulo:

Hello a todos y todas ;D ♥

Primero que nada: Un agradecimiento especial a Alleisys, Alechan11, Player Zero, Penumbra, bluelightofmoon, tashigi94, Nekota, NatashaDkido, Pao, Anónimo (xD), KOKORO ga ALEJA, Valexwalker, Naria, Pam y Ruffus. Ya saben que tienen mi love ♥♥♥ gracias por las opiniones y sus ánimos, estoy muy agradecida con uds ♥

Hoy no hay mucho que clarar, supongo xD o será que ando medio zombie por las amanecidas de esta semana =_= la universidad me mata :'v 

 

 

 

AL CAPI DE HOY:

"La voz" de los alfas, cuando la usen, serán puestas en "negrita cursiva".

Por cierto, los apodos de Ichiji, Niji y Yonji en el canon son: "Sparking red", "Dengeki blue" y "Winch green". XD Para que se entiendan algo pequeño, más abajito ;D

Oº°‘¨" ƸӜƷ "¨‘°ºO

 

 

3

*::.  Commitment and first challenge  .::*

 

 

 

•*´¨`*•.¸¸.•*´¨`*•.¸¸.•*´¨`*•.¸¸.•*´¨`*•.¸¸.•

 

 

 

Sanji abrió la caja de terciopelo blanco con bordados de plata y pudo ver, como esperaba, el anillo que le había entregado Zoro el día que partió. El objeto en cuestión tenía brocados delicados y bien trabajados que finalizaban con chispas de piedras blancas, la piedra principal era entre blanca y transparente, tallada con una simetría envidiable; sinceramente, hubiera conseguido buen dinero por el, solo que jamás se le pasó por la cabeza intentar siquiera venderlo.

 

Por alguna razón, decidió ponérselo esa mañana; nunca había osado usarlo pero ahora quería hacerlo, necesitaba muy en su interior que Zoro le viera puesto el regalo que le había hecho.

 

El príncipe se acomodó los cabellos con elegancia y flojera; en realidad no tenía ganas de ir al estrado a ver cómo se molían todos esos alfas de pacotilla, aunque había uno entre esos que en serio le interesaba. Pero Sanji era orgulloso y terco, no lo iba a admitir con facilidad. Además tenía tantas preguntas sin resolver en su cabeza…

 

En diez interminables minutos, llegó a la sala familiar; bueno, eso era de nombre porque a lo que se suponía que eran los Vinsmoke, era un poco exagerado clasificarlos como “familia”. Sanji se dejó caer sobre el rojizo sofá con brocados de oro viejo y cerró los ojos para esperar.

 

—Oh, la falla llegó primero, dime Sanji, ¿Qué se siente que un montón de cavernícolas vayan por tu trasero? —burló uno de los hermanos que llegaban, Azul.

—No te voy a arruinar la sorpresa, Niji, cuando te llegue la hora, lo sabrás.

—Padre jamás se atrevería a vendernos a cualquier alfa, a nosotros sí nos quiere.

 

Esa declaración caló hondo en el orgullo de Amarillo, no iba a decir que le dolía, pues esa etapa ya la había superado; pero le picaba que sus hermanos omegas se jactaran de eso. Ichiji solo sonrió de lado por la gracia de su hermano inseparable.

 

—Me gustaría estar presente el día en que sean entregados a un alfa, porque son omegas reales, y esa mierda de destino va igual para los tres, cueste lo que cueste. —El rubio se cruzó de brazos.

 

Sanji había pellizcado una vena delicada; era muy conocido que tanto Ichiji como Niji rechazaban todas las doctrinas omega existentes, desde el celo hasta la fertilidad y sobre todo la sumisión. Para ellos, ponerles un alfa al lado era una ofensa, una humillación directo a su orgullo de omega superior.

 

—Jamás, escúchame bien, falla, jamás voy a ser la puta de ningún alfa. Primero muerto antes que eso —amenazó Ichiji con sutileza y un tono de voz tan lúgubre que a cualquiera se le helaría la sangre; en segundos ya tenía de la lujosa prenda a Sanji, sujetándolo como si en cualquier momento lo fuera a soltar hacia el suelo.

 

Pero eso no amilanó a Sanji, no iba a dejar amenazarse por un caprichoso omega con complejo de alfa.

 

—Qué curioso, Sparking Berry, cuando la nodriza nos endulzaba los oídos con cuentitos de alfas y omegas, hasta preguntabas con ansiedad… —espetó Sanji a Ichiji.

—Maldito infeliz…

—¡Vete a la mierda, falla, esas estupideces eran cuando ni siquiera teníamos cinco! —apeló Niji, irritado.

—Cállate, Dengeki Blueberry, la pelea no es contigo.

—¿Qué dijiste?

 

El pelirrojo omega sacudió a Sanji con entereza, haciendo mucho esfuerzo para no tirarlo por la ventana más próxima. El rubio no iba a quedarse atrás, valiente y empecinado, una de sus fuertes patadas dio de lleno en la mejilla de Ichiji; éste, desconcertado, fue a darle la golpiza correspondiente, mientras Niji lo animaba de cerca. Sanji no era estúpido, sabía que el peliazul en cualquier momento se sumaría a la riña y ahí sí que iba a estar más jodido de lo que ya estaba. Enfrentarse a Ichiji era complicado hasta para alfas.

 

Una mano en el cabello pelirrojo, otra sobre su cuello, etc. Dos de los cuatrillizos empezaban un espectáculo que hasta cierto punto resultaba curioso. Pero justo cuando Niji iba a sumarse al reparto de golpes y más, llegó el alfa de los cuatrillizos.

 

—¡La puta madre con ustedes! ¡Dejen de pelear como mujeres en la menopausia! —regañó el peliverde.

—¡Cállate Winch Lemon! ¡Tú no entiendes! —se excusó el peliazul.

—¡Claro que no entiendo! ¡Son mierdas de omegas lloricas!

 

Eso enfureció al segundo de los cuatrillizos. Yonji siempre se jactaba de su condición de alfa.

 

—¿Tú qué carajo sabes? ¡Primero madura! ¡Estás verde, idiota!

 

El comentario de Niji hizo que Reiju soltara una risita maliciosa; la alfa estaba apenas llegando al salón mientras se arreglaba sus cabellos rosados, cuando el usual escenario familiar le “embelesó” la mañana.

 

No quieres un duelo conmigo, omega… —Yonji empezó usando su voz.

Yonji, no sobrepases los límites. —Reiju también bramó con autoridad.

 

Si había algo que la pelirosa sabía bien, era que Yonji se portaba como un bastardo cuando se le daba la gana; el peliverde era consciente de la sumisión instintiva que tenían sus hermanos por su condición de omegas; por ende, no dudaba en usar su autoridad para fastidiarlos o intimidarlos cuando se presentaba la ocasión. Y por “moral” se suponía que como alfas no deberían abusar de su posición, pero en esa familia cada uno hacía lo que le antojaba; además, ninguno de los omegas Vinsmoke -a excepción de Sola- se dejaba mangonear sin dar una digna pelea.

 

Los alfas se retaron con semblante álgido, incluso los omegas presentes prestaron atención al acontecimiento. Muy pocas veces habían visto enfrentarse a Reiju y a Yonji; además, Judge siempre llegaba cada vez que la tensión quería pasar a mayores.

 

Y como siempre, el soberano hizo su gloriosa aparición en el salón, al lado de su Reina.

 

—Maldita sea, Reiju, Yonji, no quiero ningún duelo de alfas en el palacio. Basta.

 

Como estaba en sus instintos, obedecieron al alfa patriarca casi al instante. Ya que era usual, más tarde andarían como si nada hubiera pasado.

 

—Bueno, saben que el primer día de torneo va a comenzar. Pero es importante que primero se les informe que nos ha llegado una invitación del país Whole Cake. —Judge se sentó en el sofá correspondiente y los príncipes hicieron lo mismo.

—Su reina es una loca. Además, ¿por qué nos preguntas? —inquirió Yonji—, siempre te llevas a Reiju a todos los asuntos oficiales.

—Porque esta vez no es una simple “Fiesta del té”. —El Rey juntó sus dedos, no sabiendo si sentirse a gusto o frustrado—. A la Reina de Whole Cake le encantaría desposar a uno de sus tantos hijos alfas con uno de los príncipes omegas de Germa.

 

Las caras de Ichiji y Niji trasmutaron en segundos, horrorizados. Sanji sintió que por fin se hacía justicia, no importaba quién fuera, pero uno de sus obstinados hermanos iba a casarse con un alfa.

 

—Padre, dinos que has denegado. Por nuestro honor.

—¿Cómo voy a denegar la oportunidad de que la Casa de Vinsmoke se empariente con la Casa de Charlotte?

—Ya entiendo, vas a entregar a Sanji. —Niji respiró aliviado.

—No. El torneo está atrayendo una cantidad desbordante de turistas; yo mismo he revisado los indicadores económicos de las últimas veinticuatro horas y el salto hacia arriba es muy productivo. El que gane se lo lleva, está en nuestras tradiciones, importa mucho la reputación de nuestro apellido.

 

Sanji estaba esperanzado con que nadie ganara el torneo, pero ahora que llegaba esto y la presencia de Zoro; tenía sus dudas con respecto a su anhelo inicial.

 

—No estás hablando en serio —Ichiji se sobresaltó, aterrado—, no hay omegas disponibles aparte de Sanji aquí.

—Eso no lo decides tú, Ichiji.

 

No era necesario ser un ducho describiendo para que quede claro que los rostros de los dos primeros de los cuatrillizos estaban tan blancos como un papel. A Niji se le bajó la presión hasta el punto de parecer muerto; y a Ichiji se le revolvió el estómago, tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no acabar devolviendo el escaso desayuno de la mañana.

 

—Antes de entrar a esta sala, su madre y yo ya habíamos tomado una decisión.

 

Inclusive Yonji y Reiju miraron expectantes al soberano.

 

—Niji, serás tú.

 

 

 

 

 

═════════๑۩۞۩๑═════════

 

 

Zoro había dormido poco esa noche. Sus cavilaciones habían divagado sin descanso en Sanji. ¡Qué guapo se había puesto! Ya no podía esperar para tener vía libre y finalmente pedir su mano. Y ese era otro asunto que lo mantenía impaciente, no podía esperar a derrotar a cuanto alfa se entrometiera; por lo que había evaluado, esos alfas no le llegaban ni a los talones; eran una finta de salvajes que se creían fuertes por su gran tamaño, cuando no eran más que simple músculo de esteroides y grasa.

 

Observó su alrededor, aún faltaba una hora para que todo inicie y al parecer los alfas participantes no acostumbraban llegar muy temprano.

 

—Finalmente, Roronoa —alguien habló con voz grave.

 

El peliverde alzó la mirada, alerta. Ese olor alfa le resultaba familiar…

 

—¿Rob Lucci?

 

El hombre que había saltado de uno de los tejados cercanos al coliseo, se acomodó el sombrero en copa a la vez que su paloma blanca aterrizaba sobre su hombro.

 

—¿Qué haces aquí? —inquirió el peliverde con tono de reproche.

—Lo mismo que tú, supongo.

 

Zoro se le fue encima, casi, tomándolo de la camisa con fuerza.

 

—¿Quieres a mi omega?

—No me mal interpretes, Roronoa, yo ni conozco al susodicho omega en cuestión —declaró, logrando que las manos de Zoro suavizaran el agarre.

—¿Entonces?

—Marco me dijo que estarías por aquí. —Lucci sacó unas semillas de su bolsillo izquierdo y le dio de comer a su paloma—. Así que pensé que como en CP9 no nos dejaban medir nuestras habilidades, quizá aquí sí sea legal…

—¿Te has inscrito en el torneo solo para medirnos?

—¿Acaso no es una buena idea?

 

La sonrisa de medio lado que le dedicó Zoro, respondió su pregunta.

 

—Bueno, ya sabes, espero que podamos enfrentarnos. Y que gane el mejor.

—Obviamente yo, es el omega que quiero el que está en juego.

 

Rob Lucci sonrió de lado; no estaba interesado en el príncipe, de hecho, tenía a alguien inquietando su mente. Sin embargo, en la organización donde trabajaba, había un montón de tipos rudos y hábiles; Zoro estaba afiliado al CP9 desde hace unos años, y como estaba en los instintos furtivos de muchos alfas, al detectar un oponente digno de enfrentar, la curiosidad por ver cuán fuertes eran mutuamente los inquietaba.

 

 

 

 

═════════๑۩۞۩๑═════════

 

—He encontrado algo realmente interesante en estos lares —comentó el hombre de ojos color miel a su pupilo.

 

Habían permitido a los familiares o conocidos de los participantes entrar a la sala de espera mientras se llevaban a cabo la primera tanda de enfrentamientos; Zoro no había salido a la arena aún.

 

—¿Andadas con algún omega? No te conocía ese lado, maestro. Parecías un alfa respetuoso.

—En efecto. Por eso mismo… —Los ojos del azabache brillaron acechantes, mirando al omega pelirrojo que llamaba a los participantes en la entrada restringida hacia la arena—, creo que finalmente… mi destinado ha llegado a mí…

—Wow, qué drama, pero recuerda, de nada sirve que sean destinados si no forjan lazos.

—¿Desde cuándo aquí eres un filósofo?

—Solo hablo desde experiencia personal.

 

Mihawk sonrió de lado sin dejar de observar al pelirrojo omega con intensidad; éste se percató de que era observado con descaro y finalmente cruzó miradas con el alfa. Shanks rodó los ojos desaprobatoriamente y se dedicó más a su folio.

 

—¡El Cazarrecompensas Zoro! ¡Pase a la arena! —llamó Shanks desde su posición en la entrada.

 

Cuando el peliverde alistó sus katanas y se ató el pañuelo oscuro sobre la cabeza, su maestro le habló con disimulo.

 

—Averigua su nombre.

—¿De quién?

—Del omega pelirrojo que está en la entrada a la arena.

—Si te interesa ¿por qué no se lo preguntas tú mismo?

—Lo hice, no quiso decírmelo. Es difícil… No encuentras un omega así todos los días.

—Wow ¿No lo forzaste con la voz?

—No, este me interesa, de verdad.

 

Zoro asintió, comprendiendo. Él también tenía un omega que le interesaba; y en casa le habían enseñado que a tu omega no podías doblegarlo como si fuera un sirviente, en la cultura de su país, los alfas tenían una educación con respecto al protocolo alfa que a veces resultaba estrafalaria para las culturas extranjeras.

 

Una vez estuvo en la entrada, observó vagamente cómo un alfa enorme era sacado completamente inconsciente.

 

—Te toca en la arena tres —informó el omega ayo con apresuro.

 

Zoro solo resopló quedamente, echándole un vistazo al pelirrojo por curiosidad; casi no le había conocido parejas a su maestro Mihawk, y nunca pudo suponer que los pelirrojos eran del tipo de su mentor. O quizás no, quizás solo… Esperen, este omega casi no olía ¿era posible algo así…?

 

—¿Podrías dejar de intentar percibir mi aroma? No es agradable, gracias —resondró Shanks sin despegar la vista de su folio antes de clavar sus ojos de maní en los almendra de Zoro, con una sonrisa que hasta parecía amable y todo.

—Lo siento.

—Bien. Y no pierdas el tiempo, tienes una arena que atender.

 

El peliverde sonrió de lado; definitivamente a su maestro le gustaban los difíciles. Cuando caminó por el pequeño túnel antes de llegar a la arena, percibió el aroma de la sangre atiborrar cada rincón de sus fosas nasales; impaciente, comenzó a acariciar los pictogramas de sus katanas en tanto salía al aire exterior. Una bruma de exclamaciones resonó en todo el Coliseo, pues en la arena dos, un alfa larguirucho era lanzado fuera por otro, ambos tenían la nariz rota, solo que uno aún estaba dentro. La arena tres estaba vacía aún, así que con calma, el espadachín se subió a esta en tanto esperaba, mirando la pelea de la arena uno que aún se libraba.

 

—Po-por favor sin armas, es pelea a mano desnuda —le dijo una señorita de cabello rubio oscuro y ojos marrones mientras apretaba sobre su pecho un tablero.

 

Beta.

 

—Entiendo. —El espadachín se desató las katanas y las dejó caer sin cuidado, causando un estruendoso sonido e inclusive levantando polvo. La chica tragó saliva cuando intentó calcular el peso de esas espadas—. ¿A qué hora llega mi oponente?

—Ahí… vi-viene

 

Zoro miró de reojo al corpulento tipo que se aproximaba, debía medir unos dos metros y medio con una especie de cuero de búfalo atado al pecho. Parecía fuerte, pero eso se vería a la hora de pelear.

 

Desde el estrado donde estaba la Familia Real, los príncipes observaban atentos las riñas que se desenvolvían en las mini arenas donde los alfas se pegaban como caníbales. Sanji golpeteaba la suela de su zapato izquierdo con impaciencia, esperando a que el alfa peliverde apareciera; aunque jamás lo admitiría.

 

Un suspiro nervioso salió de los labios del omega rubio cuando lo vio aparecer, casi sin despegarle la mirada, observó cuánto había cambiado. Estaba bastante tonificado para ser un chico de diecisiete años, se había puesto alto y su aroma…

El rubio afinó sus sentidos olfativos y empezó su intento por percibir el aroma del alfa; cerrando los ojos y respirando el aire, con sus fosas nasales abriéndose y cerrándose sin nada de disimulo. Cuando le llegó ese varonil y fuerte aroma a las narices, casi se remueve de su silla; de pronto su humor se trocó ansioso.

 

—No seas tan ansioso, cariño —le sugirió su madre que estaba a su lado.

—¿Ah? No… Yo no estoy… —Pero la tierna mirada de su madre lo hizo callar, a una omega madre no podías engañarla tan fácilmente si se trataba de esos asuntos.

 

Sola soltó una risita inocente; estaba feliz por su hijo, pero también preocupada por si no ganaba el alfa que quería. Cuántas veces ya había pasado en este torneo esa tragedia; los cuentos antiguos lo dicen todo.

 

Zoro y su oponente se alzaron en lucha.

El alfa anónimo fue el primero en atacar; con sus más de cien kilos encima, intentó aplastar a Zoro con un lento y tosco movimiento lateral. Roronoa casi bosteza de manera soberbia; saltó con una pierna tan alto como pudo y de una patada en la cara, tumbó al alfa que ni siquiera había terminado de hacer su primer movimiento.

 

El peliverde se plantó firme en el suelo y sujetó de la rolliza pierna a su oponente, antes de girar ese enorme cuerpo y lanzarlo fuera de la mini arena.

 

Unos cuantos silbidos dándole ánimos se escucharon del público cuando lo declararon ganador. Sanji finalmente relajó sus músculos y se recostó sobre su silla. El día uno habían eliminado muchos alfas de pura finta; así, quedaron prácticamente la mitad de los inscritos para las siete de la noche, momento en el que todos los que aún seguían participando pasaron a la arena en fila para que les anunciaran la prueba del día de mañana.

 

Y esta consistía en una de resistencia. Iban a escalar cerca de doscientos metros arriba en una pila legendaria que estaba puesta en el estadio olímpico de Germa. Según la leyenda, cada alfa que ganaba el torneo colocaba cinco metros sobre la pila inicial. Por eso, hasta la fecha, era endemoniadamente alta.

 

 

 

 

═════════๑۩۞۩๑═════════

 

Reiju paseaba por los pasillos del palacio en silencio, pensando vagamente en los asuntos concerniente al reino que le tocaba asumir. En menos de una semana, se había enterado que no solo Sanji se iba de casa para hacer su vida; sino que también otro de sus hermanos menores lo haría. ¿Su padre estaba pensando bien las cosas?

 

De casualidad, pasó cerca de la habitación de Niji; y escuchó un estruendoso sonido proveniente desde adentro. No era su costumbre irrumpir en la privacidad de sus hermanos omegas con frecuencia, pero la curiosidad le pudo un poco más a su cordura y terminó asomándose por el espacio ligero que dejaba la puerta al no estar completamente cerrada.

 

Agudizó su olfato y entonces lo sintió. Tanto Ichiji como Niji habían aprendido a inhibir absolutamente todo lo relacionado con sus aromas; se decía que aquello era imposible incluso para los alfas, pero su padre demostró que sus hijos eran la excepción magnífica. Aunque se decía que los agentes especiales del FBI o el CP9 eran capaces de hacerlo también.

 

Nunca había olfateado los aromas de Ichiji ni de Niji desde que estos cumplieron los nueve años, en esos tiempos eran aromas infantiles, Reiju tenía entendido que cuando un omega cruzaba la adolescencia, el aroma cambiaba a ser más atrayente y ya no infantil. El problema no ellos era que ni Niji ni Ichiji habían permitido que su celo aflorase, desde que cumplieron los trece empezaron a tomar supresores e inhibidores para nunca tener ese asfixiante llamado reproductivo. Hasta la fecha les funcionaba, cualquiera que los viera pensaría que son betas o el más despistado pensaría que son alfas; pero Reiju sabía que esa supresión a los instintos algún día les explotaría en la cara; aunque ahora… ahora Niji soltaba cabal y campante su aroma. Pero no era porque éste lo quisiera, sino que estaba tan furioso y frustrado que la concentración se le desmoronaba. El aroma de Niji no era el de un omega “tranquilo”, no; el aroma de Niji reflejaba su estado de ánimo en esos momentos, era furioso; como si hubiesen derramado un frasco entero de perfume sobre un pequeño pañuelo y así lo hubiesen llevado a la nariz para aspirar con fuerza.

 

Era un buen aroma, pero estaba tan furioso y concentrado que asfixiaba.

 

«Mora, arándanos, pecanas… lilas… un poco de miel de melón…» Reiju intentó identificar las características de ese aroma con los ojos cerrados, hasta que Niji tiró y rompió todas sus almohadas, luego incluso volcó su escritorio.

 

—Está haciendo una rabieta de niño engreído.

 

Reiju se giró para prestar atención a quien le hablaba; Sanji.

 

—No puedes culparlo, van a casarlo con un Charlotte. Sea quien sea, no debe ser algo agradable —refirió la pelirosa con una risita disimulada.

—¿Y qué? A mí me están ofreciendo en un torneo, eso es peor.

—Pero si este torneo no estuviera pasando, tus oportunidades con ese alfa de las espadas serían prácticamente inexistentes. Es la única chance que tienes para casarte con un plebeyo.

—¿Qu-Qué… Cómo?

—Sanji, si hay algo que le heredé a madre, fue su sutil manera de analizar las cosas.

 

El rubio se cruzó de brazos, avergonzado al verse descubierto.

 

—Ese alfa no me importa.

 

Reiju rió en su interior, pues el aroma de Sanji —y el de casi todos los omegas— trocaba ligeramente en intensidad con sus estados de ánimo o el sentir. Y el rubio estaba mintiendo porque la alfa percibió un cambio tenso en la serenidad del aroma.

 

—Va a ganar, se nota que es muy fuerte.

—Te dije que no me importa lo que le pase a ese alfa.

—Solo espero que me dejes ser la madrina de alguno de tus hijos.

 

El rubio refunfuñó abochornado y un poco sonrojado. Reiju adoraba estas reacciones omegas, lástima que sólo las había visto en Sanji y en Shanks hace muchos años. A veces se preguntaba si algún día conocería a algún omega capaz de enamorarla…

 

—No se puede hacerte entrar en razón, Reiju —farfulló el rubio, aclarándose la garganta—, me voy a dormir. Mañana va a ser un día agotador.

—Descansa, Sanji. Cuando te cases, no podrás dormir.

 

Sanji otra vez refunfuñó avergonzado mientras se alejaba de la alfa, quien reía ya sin disimulo al fastidiar a su hermano. Esas cosas nunca las pudo haber hecho con Ichiji ni Niji; ellos de seguro la hubieran retado a un duelo por su honor.

 

La heredera al trono se recostó en una de las ventanas que saludaban directamente a la luna llena de esa noche; se escuchaban algunos aullidos a lo lejos que se perdían en el silencioso susurrar del distrito 66. Quería su país y a su pueblo, pero ese amor también venía con una responsabilidad a la que a veces desearía dimitir.

 

 

 

 

 

 

 

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—Ha estado aceptable, Roronoa.

 

Zoro estaba en un bar del distrito 66 mientras se bebía unos cuantos vasos de cerveza inglesa; no era de sus favoritas pero a nada…

 

—¿Enserio, Marco? El tío ese se movía más lento que una tortuga, te juro que casi me quedo dormido en plena arena.

—Jajaja bueno, sí, no te culpo. —El aludido dijo, antes de llevarse a la boca una botella mediana de licor caribeño.

 

Marco, El Fénix, le decían; era rubio dorado, con una mirada tan risueña y despreocupada que algunos pensarían que tenía sueño todo el tiempo. Su cuerpo atlético y alto intimidaría a cualquiera si no fuera porque más causaba curiosidad su corte de cabello, parecía una…

 

—Piña —saludó un tipo que se sentaba al lado de Roronoa en la barra—, Espadachín.

 

Los aludidos respondieron el peculiar saludo con un asentimiento de cabeza. Aunque Marco esbozó una irónica sonrisa por el mote con el que le trataban sus más allegados; él no se molestaba por eso, no, Marco era un tipo relax

 

—Lucci ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está tu paloma? No me digas que al fin se la comió algún gato. Pobre. —dijo el rubio dorado con una mueca estirada.

—Jajaja no, no, Ithis la libre. Solo que la dejé en ese cuartucho que ando alquilando, junto a Jabura.

—Wow, no sabía que te iban los alfas; y de ese calibre encima —ironizó Zoro mientras dejaba su vaso vacío en la barra.

—No digas disparates, por favor. —Lucci ordenó una botella de ron—, Jabura vino porque tenía un asunto con la sede en Germa; así que para pagar menos…

 

Zoro pidió un vaso más.

 

—Marco ¿Qué haces aquí? Creí que te habían enviado a Manchester por el asunto del tráfico de omegas.

—Eso fue hace un mes, Lucci.

—Llevan años en ese caso.

—Yo lo resolví en dos semanas —informó el rubio con autosuficiencia.

—Maldito presumido.

—He venido a apoyar a mi buen amigo Roronoa en el torneo —Marco palmoteó el hombro del peliverde—, aunque como veo que le está yendo tan bien, pues mejor regreso a CP9.

—¿Tan pronto? —inquirió Lucci con curiosidad.

 

Zoro y Marco se miraron sutilmente; el primero apretó un paquete ahora guardado en su bolsillo.

 

—Sí, bueno. Ya sabes, me están mandando para los territorios del Rey Dragon, negocios de mi padre.

—Uy, acaso… —El pelinegro sonrió campante.

—Shhhh… —Marco puso un dedo sobre sus labios—. No, no, no es lo que creen. Esta vez mi padre está más serio de lo que jamás lo he visto.

—Pues suerte, tío —añadió el peli verde.

 

El rubio se carcajeó con ganas mientras cogía otra botella de licor.

 

—Y Lucci, ¿es cierto que quieres quitarle su omega a Zoro?

 

El peliverde gruñó incómodo por la insinuación.

 

—No, para nada —aseguró con apresuro el pelinegro— quería medirme con Zoro, todo está calculado, si no toca enfrentarme con él en pruebas posteriores, me retiro. Simple.

—Sí, porque sino Usopp te castra —bromeó Zoro con una sonrisa de medio lado.

—¿Ese enclenque? Por favor, el día que eso pase, del cielo van a llover pasteles.

 

Los tres alfas ahí reunidos rieron mientras chocaban sus recipientes de bebidas etílicas y se disponían a seguir bebiendo por unas horas más.

 

 

 

 

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 █▓▒.NEXT.▒▓█►

 

Notas finales:

Muchas gracias x haber leído, bellos y bellas :D ya saben, cualquier duda, queja, saludo, opinión, ánimo, disparo :'v pueden dejarlo en la cajita de comentarios xD ♥ siempre los leo y contesto ;9

Ya saben, si hay errores :'v me los pueden notificar también :D (me dueles beta, me dueles :'v)

Muuuchos besos y abrazos para todos, cuidense ♥

Nos vemos~

 

 

 

Viernes 03 noviembre 2017


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