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Mi niño pequeño, inocente hombre-lobo por Shinjimasu

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Nunca creí que los hombres lobo crecieran de esa manera tan peculiar.

Según había investigado, cuando uno de ellos se encuentra en su fase de infante puede permanecer con características y pensamiento de niño hasta los dieciocho años. De esta manera, la pubertad de un hombre lobo, o mejor dicho, la transición niño-adulto dura de cinco a seis años, lo cual compensa un poco el “tiempo perdido” pero de una manera demasiado brusca. Con eso pude darme cuenta de que Shin no era tan pequeño como hubiera pensado.

Ahora yo era un sujeto de veintisiete años de edad. Habían pasado cinco años desde que Shin había llegado a nuestras vidas (y digo “nuestras” porque Heroine seguía a mi lado a pesar de todos los problemas por los cuales habíamos pasado). Haciendo estas cuentas, Shin debía tener veintitrés años de edad, años que ahora aparentaba.

Su cuerpo había crecido lo suficiente como para rebasarme en altura por unos cuantos centímetros y se había hecho mucho más fuerte, lo que era normal debido a su naturaleza de hombre lobo. Su mandíbula era más poderosa, aunada a sus blancos colmillos, y su cola y orejas estaban mucho más desarrolladas; su cabello había adquirido un hermoso brillo que debió convertirlo en un precioso ejemplar cuando se convirtiera en lobo durante la sexta luna llena, pero él nunca había sufrido esa transformación. En cambio, durante esas noches se ponía muy inquieto y enfermo. Algunas veces llegaba a tener una fiebre muy alta y en otras ocasiones solo era perturbado por pesadillas, pero nada que lo hiciera convertirse en un lobo.

A medida que dejaba de ser un niño, su carácter también evolucionaba, aunque nunca dejó de ser igual de inocente y amable; ahora tenía una noción mucho más clara de lo que estaba bien o mal, de lo justo e injusto y principalmente del significado de ciertas cuestiones que lo rodeaban, como los valores y la convivencia en sociedad.

Por eso mismo Shin era capaz de salir a la calle usando una gorra y una mochila que había adaptado con un cierre en la parte que pegaba con su espalda donde podía ocultar su cola con facilidad. Sin embargo no gustaba de salir, aún temía de las personas y de cosas que para cualquiera resultaban de todos los días, como los autobuses, los vendedores ambulantes, los sonidos de las sirenas de las ambulancias o la policía y otras cosas que lo ponían nervioso.

Con base a ello, decidimos mudarnos puesto que el departamento donde estábamos no era apto para que vivieran tres personas. Shin crecía y necesitábamos más espacio, por lo que conseguí una casa cerca de los alrededores del bosque, lo que ayudó en gran medida a que Shin pudiera salir a explorar sin problemas.

Ahora bien, a pesar de que prácticamente había estado con Shin desde que “era un niño” no podía verlo como mi hijo, tampoco como un hermano o algo similar. Incluso decir que éramos amigos me parecía poco adecuado.

Shin simplemente era para mí Shin. No podía utilizar otro término para describir la relación que teníamos, o más bien aún no lograba averiguar cuál era esa palabra, pero aun así no tenía motivos para sentirme extraño con la vida que llevaba a pesar de las inquietudes que comenzaban a perturbarme, especialmente una en particular.

Aquello había sucedido un martes en la tarde.

-Estoy en casa- dije mientras me soltaba la corbata y la arrojaba junto con mi portafolio al sofá -¿Shin?- lo llamé sin obtener respuesta.

Me llamó mucho la atención que no estuviera esperándome como siempre lo hacía ¿Acaso había salido? Bueno, aun así había llegado temprano, no era como si debiera estarme esperando todo el día.

Subí a mi habitación con la disposición de tomar un merecido baño, pero unos sonidos extraños llamaron mi atención hacia la recámara de Shin, de donde parecían provenir. El pasillo estaba oscuro y la puerta entre abierta, por lo cual solo me limité a asomarme por la pequeña abertura de pocos centímetros. Ahí estaba Shin, sentado en el suelo con sus manos rodeando su prominente miembro desnudo mientras le daba rudas caricias.

Me sorprendí demasiado en un principio y por inercia del momento me hice hacia atrás, recargándome en la pared para sentarme también en el suelo. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que en verdad él ya no era un niño en lo absoluto.

¿Cómo había aprendido a hacer eso? Es decir, suena estúpido pero ¿Sería algo común? ¿Masturbarse verdaderamente era una reacción natural? ¿Cuánto tiempo llevaba haciendo eso? ¿Desde que era adolescente? ¿Antes? ¿Después?

La morbosa curiosidad que sentí en ese momento me impidió dejarlo solo en su privacidad y me acerqué lo más que pude a la puerta, dejando una distancia considerablemente para evitar ser descubierto.

Sus manos se movían de una manera habilidosa, sin duda alguna sabía perfectamente cómo hacer que se sintiera bien y su expresión lo delataba a la perfección. Los sonidos que brotaban de su garganta eran tan… eróticos… no eran gemidos, sino más bien como ligeros gruñidos y jadeos. Sus piernas flexionadas cubrían gran parte de su miembro, pero por la posición de sus manos y la distancia que recorrían podía estar seguro de que no era nada modesto.

Un líquido cristalino podía apreciarse entre sus dedos, lo que comenzó a causar cierta inquietud en mi cuerpo. No podía dejar de verlo, no quería hacerlo, quería quedarme ahí y verlo todo, absolutamente todo. Sentía un extraño deber por estar ahí, mismo que me hizo comenzar a sentir una presión dentro de mi pantalón.

Conocía mi cuerpo, sabía que no podría quedarme así por mucho más tiempo. Por mi mente no pasó más que una simple y sencilla idea, la más lógica y segura para mí en ese momento. No me molestaría en entrar en otras cosas en ese momento, solo lo haría y ya. Al parecer el verlo masturbándose me había excitado lo suficiente como para imitarlo.

Metí mi mano en el pantalón y por debajo de mi ropa interior, sujetando mi erecto miembro. No me sentía mal, después de todo había pasado mucho desde la última vez.

Lo sujeté y comencé a imitar los movimientos de Shin, pero mis ojos seguían fijos en él, no podía quitarle la vista de encima a su expresión, a sus manos, a aquello que anhelaba ver y que estaba oculto por la posición de sus piernas. Comencé a imitar sus sonidos entonces. Sin embargo mi placer era tal que no me era tan sencillo controlar los sonidos que amenazaban a salir de mi garganta, por lo que tuve que cubrir mi boca con mi mano libre. Me sentía un poco ridículo, pero no lo suficiente como para parar: en verdad lo estaba disfrutando.

Estaba demasiado concentrado en mis propios movimientos, pero eso no me impidió percibir sus palabras.

-Hi-deki…san … Hideki-san…-

No fue necesario escucharlo de nuevo, con eso había bastado para que me excitara de una manera sorprendente, dejando correr por mi cuerpo un hormigueo intenso. En ese momento no pensaba en aplazar mi gozo, solo quería terminar lo más pronto posible.

Me corrí antes y eso me dio la oportunidad perfecta para escapar del lugar sin ser visto. Infantilmente me escondí en mi habitación mientras él entraba al baño.

Mi preocupación era tal que espere hasta escuchar como caía el agua de la regadera. Al parecer tomaría un baño. No perdí tiempo y salí del lugar. Tomé mis cosas de nuevo, entré a la camioneta, la encendí y escapé.

¿Qué acababa de suceder? ¿En vedad me había masturbado viendo a Shin? ¿Al niño que había criado como mío? ¿Por qué demonios había hecho eso? ¿Estaba tan enfermo en verdad?

Mientras intentaba encontrar la respuesta a esas preguntas noté lo tarde que era ya y volví de inmediato a casa, llegando mucho después de la hora en la que debía hacerlo, preocupando a Shin de forma innecesaria.

-¡Hideki-san!- exclamó corriendo para abrazarme -¡¿Dónde estabas?!-

-Lo lamento, tuve una junta que me retrasó- mentí –Debí llamarte-

-Estaba preocupado- se quejó sujetándome con fuerza, provocándome una sensación extraña.

-¿No ha llegado Heroine?- pregunté para romper con el tema.

-No, aún no- respondió –Pero por la hora ya no debe tardar mucho- me reprochó.

Sonreí. Ese chico siempre sería igual de adorable –Lo siento, no quería preocuparte- dije mientras acariciaba su cabeza con cariño.

Él se enderezó un poco y me miró –Hideki-san es complicado ¿Cómo no podría preocuparme-

-Tienes razón, no volveré a hacerlo- respondí, pero el recuerdo de lo que había sucedido en la tarde me obligó a no quitarle la vista de encima, especialmente a esos ojos tan brillantes que siempre me habían gustado…

-Hideki-san ¿Estás bien?- preguntó algo inquieto mientras tomaba mi mano -¿Algo malo en el trabajo?-

-Estoy bien- contesté –Solo estoy un poco confundido-

-¿Quieres comer algo? ¿O tomar un baño?-

-No, solo…- le dije mientras lo abrazaba y me recostaba en su hombro –Déjame esta así un rato-

-Hideki-san ¿En verdad estás bien? Tu corazón late muy rápido…-

No sabía cómo me debía sentir. Estaba nervioso, quería gritar, llorar, abrazarlo hasta que ya no pudiéramos separarnos. Algo estaba cambiando en mi cuerpo, en mi mente, me sentía tan emocionado que no sabía qué más hacer: su aroma ahora me era muy diferente, esa espalda ancha, su cuerpo delgado, sus orejas puntiagudas, su cola larga, ese cuerpo que por cinco años no fue más que el de un niño para mí ahora se presentaba como el de un hombre de un momento para otro, y quizá lo más angustiante de todo era que yo en verdad quería verlo como tal, pero debía mostrar mi determinación y reprimir mi deseo.

-Lo lamento, fue un día difícil- le dije.

-Entiendo- respondió Shin –Debes estar cansado ¿Qué tal si te preparo algo de té? ¿Te gustaría?-

-Eso sería muy bueno-

-Entonces espera- respondió antes de dirigirse a la cocina.

Sonreí y me senté en el sofá. Esa sensación aún estaba en mi cuerpo, ese deseo enfermizo de tocar cada parte de su cuerpo ¿Por qué ahora me pasaba eso?

-Shin- lo llamé.

-¿Sí?-

-¿Puedes venir un momento?- pedí, pero antes de terminar la frase él ya estaba frente a mí –Qué rápido-

-¿Quieres algo, Hideki-san?-

-Solo estar contigo un momento- respondí invitándolo a subir a mis piernas. Él lo hizo y quedamos de frente -Ya pesas más- le dije en broma.

-Hideki-san esta raro- respondió –Hay algo que no me quieres decir…-

-No es eso, ya te dije que solo estoy cansado. Fue un día difícil en la oficina- contesté sin atreverme a comentar lo que en verdad estaba pensado, y como consecuencia de ello Shin se acercó a mi rostro y comenzó a lamer mi mejilla.

Eso no me causó mayor impresión en un principio puesto que era algo que Shin hacía desde pequeño, pero esta vez comencé a sentir algo extraño. Me causó cosquillas, pero conforme siguió, una sensación hormigueante recorrió mi cuerpo.

Su lengua se sentía tan diferente a como era antes. Las suaves mordidas juguetonas que daba en mi oreja, lejos de parecerme tiernas en el sentido de un cachorrillo que está jugando, se convirtieron en un estímulo que me excitaba bastante rápido. Mi mente era un completo caos y equivocadamente estaba dejándome llevar por las nuevas sensaciones que provocaba en mí. Tomé su cabeza para acariciar su cabello mientras lenta pero firmemente lo empujaba un poco hacia abajo para que recorriera mi cuello.

No dejaba de pensar que Shin accedía a hacer eso porque era una manera de “acicalar” a su compañero, algo que para él no era malo ni seductor, pero que para mí se estaba convirtiendo en un pequeño gozo que no me avergonzaba de aprovechar.

Sin embargo, por eso mismo no podía hacer que Shin se centrara solo en mi cuello o en mi oreja, y cuando menos me di cuenta ya estaba de nuevo en mi mejilla, solo para provocarme una tentación aún más grande que las otras: sentía como la punta de su lengua me daba pequeñas lamidas cerca de mi barbilla, aproximándose cada vez más a mi boca.

-Hideki-san, sabes a galleta-

-Comí unas antes de venir- respondí mecánicamente, pues estaba más concentrado en encontrar el momento adecuado para besarlo, pero parecía que cada uno de mis intentos eran derrumbados a propósito por él. Ya había entreabierto mis labios ¿Qué más quería?

-Shin- lo llamé sujetando su mentón para acercarlo directamente a mis labios y besarlo de una buena vez.

-Estoy en casa- se escuchó tras el sonido de la puerta abriéndose.

-Es Heroine-san- dijo Shin mientras se soltaba y bajaba de mis piernas para recibirla.

Aquella fue la primera vez en que me molesté porque Heroine llegara temprano. Se había ido mi oportunidad tan fácilmente como había llegado, pero quizá lo que más me angustiaba en ese momento, dentro de la adrenalina y todo, es que yo, justo en ese momento, yo había… ¿Había sido rechazado?


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