Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lo Que Somos - {Sarumi} por cravatnaitospain

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Saru salió de la consulta blanco como el papel. En la sala de espera le esperaba Misaki, que había sido encargado de acompañarle.

 

-        Oye. - le miró malhumorado. - Has tardado mucho, y quiero comer algo.

 

Aquellas palabras le devolvieron al mundo real.

 

-        A-ah, sí, perdona. - fingió una sonrisa. - Vamos.

 

Ambos se fueron a la cafetería y se sentaron, aunque Misaki se levantó poco después para comprar algo. Mientras, Saru volvió a sumergirse en sus pensamientos. Y nuevamente fue su amigo quien le sacó de ellos.

 

Saru se sobresaltó y se dio cuenta de que había algo en la mesa.

 

-        ¿Qué es esto?

-        Un bollo de crema, idiota.  - suspiró. - Antes de que fueras de HOMRA te encantaban, pero no lo querías admitir. Pruébalos.

-        Gracias…

 

Su sonrisa de agradecimiento pronto dio paso a una expresión triste y llena de dolor. Las palabras del doctor retumbaban en sus oídos como tambores. Su corazón le pesaba cada vez más, y le temblaban las manos.

 

Misaki se sentó y se relajó, y cuando parecía que no iba a decir nada, abrió los ojos y le dirigió a su amigo una mirada penetrante.

 

-        ¿vas a contarme ya que es lo que te ha dicho el doctor? – le miró. – Por tu estado, deduzco que nada bueno.

 

Saru tragó saliva. Inocentemente pensaba que no se notaba su estado de ánimo para nada, pero no contaba con el hecho de que Misaki le conocía más de lo que pensaba.

 

A modo de respuesta, bajó la mirada y negó con la cabeza suavemente.

 

-        No vas a recuperar tus recuerdos… - adivinó. - ¿es eso?

 

Asintió sin mirarle.

 

-        ¿y eso que más da?

-        ¿¡Como que qué más da!? - subió un poco el tono de voz. - ¡No tienes ni idea de lo que es esto!

 

Se dio cuenta de que había elevado el tono de voz demasiado y agachó la cabeza.

 

-        Perdón… pero es que… Quiero recuperar la memoria… Pero a la vez no.

-        ¿Que no quieras recuperarla tiene que ver conmigo?

 

El silencio le dio a Misaki la respuesta afirmativa que él se imaginaba. Suspiró y se puso de pie.

 

-        Volvamos. Este no es el mejor lugar para hablar de ello.

 

Asintió y se puso en marcha.

 

-        ¡Ah! - se acordó de algo. - Más te vale comerte ese bollo. ¡Me ha costado muy caro!

 

Saru sonrió ante otra de las ocurrencias de Misaki. Abrió el paquete y se lo iba comiendo de camino. Descubrió, para su sorpresa, que ese bollo estaba riquísimo.

 

*****

 

 

Esa misma tarde, Saru se encontraba a solas con Anna y Kusanagi. Misaki estaba dando un paseo y, como de costumbre, no le dijo a Saru donde iba. Y, mucho menos le dejó acompañarle.

 

 

-        Quiero… Preguntaros una cosa.

-        Claro. – respondió Kusanagi. - ¿Qué te preocupa? 

-        Yo… No sé cómo era antes. Todos habláis de mí, pero yo… No me veo reflejado en nada de eso. – suspiró algo desanimado. - Puede que no vuelva a ser quien era antes. No sé si eso es bueno o no. Pero solo quiero que me digáis… Quien era yo antes. Que era lo que me gustaba… Y que odiaba.

-        Fushimi… - sonrió un poco. – Me temo que no podemos resolverte esa duda.

-        ¿Pero por qué?

-        Nosotros solo podemos responderte a los datos más superficiales… Pero quien más te conocía era…

-        … Misaki.

-        Iba a decir que quien más te conoce es uno mismo, pero… En este caso, esa respuesta también sirve.

-        Es que… Ya le pregunté sobre ello. Y solo me contestó que “a lo mejor no te gusta lo que oirás de ti mismo” … ¿Qué demonios significa eso?

-        No te lo tomes a mal… Pero debo decirte que tu comportamiento antes irritaba a Misaki en muchas ocasiones.

-        Pero, si ese es el caso, ¿Por qué no me lo cuenta? Es más fácil decir que era un tipo odioso e insufrible… ¿Por qué me lo oculta?

 

Anna y Kusanagi se miraron sin saber que decirle.

 

-        Misaki te aprecia mucho. – la voz acaramelada de la pequeña Anna irrumpió en la conversación. – No quiere hacerte sufrir… Ni hacer que tengas una visión tan mala sobre ti mismo. Él prefiere mentirte… antes de hacerte sufrir contándote la verdad.

 

Saru se dejó caer en el sofá, agotado.

 

-        Estoy harto… No quiero seguir sintiendo que no sé quién soy. Aunque la verdad me haga sufrir… Prefiero saberla.

 

Los tres se quedaron en silencio. No sabían que hacer para solucionar esa situación, pero los sentimientos de Saru eran significativamente más fuertes. Se levantó de golpe, pillando por sorpresa a Anna y Kusanagi.

 

-        ¿A dónde vas? – le preguntó Kusanagi.

-        Necesito respuestas. Volveré cuando tenga algo claro.

-        Está bien. Si es lo que necesitas… - suspiró. – Pero, por favor, no le hagas daño a Yata-chan.

-        Eso es… la último que quiero hacer.

 

Se marchó sin decir ni una palabra, dejando a Anna y Kusanagi con una sensación amarga.  

 

*****

 

Saru paseaba sin rumbo por esa extraña ciudad. Recorrió calles, parques, callejones… No tenía un lugar fijo como meta, solo dejaba que los pies le guiaran.

 

Sin querer, llegó a las puertas de un palacio extraño. No sabía porque motivo ese lugar le era tan familiar. Era un lugar bonito, pero a la vez le transmitía demasiada seriedad. Se fijó en la furgoneta que había cerca de la entrada. Era una furgoneta de “SCEPTER 4”. Se dio cuenta de que estaba en el mismísimo cuartel general del Clan Azul.

 

Mientras se percataba de todo eso, una mujer de uniforme azul se acercó a la entrada. Al reconocer a Saru se acercó corriendo.

 

-        ¡Fushimi! – se acercó a él. – Estoy aliviada… Pensé que no volverías nunca.

 

Saru pestañeó, desconcertado.

 

-        Disculpa… ¿te conozco?

 

La mujer suspiró, decepcionada.

 

-        Parece que los rumores eran ciertos … Has perdido la memoria. – volvió a mirarle. - Me llamo Seri Awashima y soy la segunda al mando. – hizo una breve pausa. –  Esto… ¿has venido a ver al jefe?

-        No, yo… No sé cómo he llegado hasta aquí.

-        Oh… Entiendo.

-        Fushimi.

 

La voz de Munakata interrumpió la conversación.

 

-        Puedes retirarte, Awashima.

 

Awashima hizo una reverencia y se marchó, dejándolos a ellos dos solos.

 

-        Me alegra verte, Fushimi. ¿Cómo estás?

-        Bien… supongo. – le respondió con nerviosismo. – He venido aquí de casualidad, no pienses que…

-        Lo entiendo, lo entiendo. – le interrumpió.

 

El ambiente se volvió tenso entre ellos, al menos por la parte de Saru. Le miraba inquieto, sin saber que se le pasaba por la mente a ese hombre.

 

-        Ahora que estás aquí, me gustaría que me acompañaras a un sitio. – soltó Munakata con su soberbia sonrisa. - ¿te fías de mi lo suficiente como para confiar en que no te haré nada malo?

 

Saru asintió brevemente. Sabía que, si Misaki hubiera estado presente, no le hubiera dejado ir con él ni por asomo. Eso le dio todavía más motivos para ir. Quería retarle y hacerle entender que no estaba bajo su protección y que no era alguien débil, por mucho que Misaki se empeñara a demostrar lo contrario.

 

Emprendieron el camino en silencio, sin decir ni una palabra. Saru miraba hacia los lados continuamente. Volvía a estar en una zona de la cual no se acordaba, pero esta vez se sentía un poco inseguro.

 

Llegó a un extraño lugar, cerca de un gran cráter. Allí, justo al lado de ese gran agujero había una espada clavada en el suelo, con bastante sangre en el filo y en la tierra. También había una especie de anillo, el cual Saru reconoció enseguida: era el anillo que ese tipo llamado Suoh Mikoto llevaba en su oreja en las fotografías que había en el bar. Su corazón empezó a latir con nerviosismo.

 

-        Aquí es… donde vengo cada vez que me siento perdido. – Le miró, algo triste. – Quiero recordarme a mí mismo… Cuales el mayor error que cometí en vida.

 

Saru empezó a atar cabos. Miró a la espada ensangrentada y, a continuación, volvió a mirarle a él. Está asustado porque ya entendía que había pasado en ese lugar.

 

-        Aquí fue… Donde maté a Suoh Mikoto.

 

Saru se apartó, aterrorizado.

 

-        ¿P-porqué me has traído aquí? – titubeó, asustado. - ¿¡Que quieres hacerme!?

 

Munakata no respondió enseguida, lo que le dio a Saru más motivos para asustarse.

 

-        Maldita sea… ¡No tendría que haber venido contigo!

 

Saru empezó a correr por donde habían venido, pero pronto se perdió por el bosque. Volvió a sentir esa angustia que tuvo cuando huyó del bar de HOMRA la primera noche y se perdió por el parque. En aquella ocasión fue Misaki quien le rescató de pura casualidad, pero eso no iba a pasar en esa ocasión. Ese lugar estaba demasiado alejado de las zonas que Misaki frecuentaba. Esa vez sí que estaba perdido.

 

Por suerte, o por desgracia para él, no se había ido muy lejos y Munakata le había podido alcanzar en poco tiempo.

 

-        Escúchame… - Munakata volvió a intentar razonar con él.

-        ¡No! – se tapó los oídos. - ¡Lárgate! ¡No necesito que nadie me salve! Volveré yo solo… - Hizo una pausa. -  No necesito… que nadie se compadezca de mí.

-        Necesito que sepas… que todos tenemos algo en nuestro interior que nos atormenta. Es por eso por lo que te he traído aquí. Quiero que veas que hasta yo, uno de los Siete Reyes, tengo que ocultar mi dolor a veces.

 

Saru no respondió.

 

-        Es duro, pero… Todos tenemos que lidiar con algo que nos quema por dentro.

 

Saru intentó mantenerse en pie, pero el dolor que sentía dentro de él le impedía hacerlo.

 

-        Yo… Necesito sentir que soy útil. No quiero sentir que soy una carga para todo el mundo, ni sentir que soy alguien por el que todo el mundo deba sentir pena.

-        ¿y porque no te vienes conmigo de nuevo? – le interrumpió. – Cuando estabas en SCEPTER 4, eras uno de mis hombres de confianza. Tus habilidades frente al ordenador son dignas de admirar. Consigues que algo que una persona normal tardaría horas en lograr, tú lo hagas en pocos minutos.

 

La cara de desconcierto de Saru le hizo entender a Munakata que era la primera vez que oía eso.

 

-        Oh… ¿Es que acaso no te dijeron eso en HOMRA?

-        No…

-        ¿Y porque no te contaron ese tipo de cosas?

-        Tendrán un buen motivo…

-        Es admirable que intentes defenderlos, incluso en este momento. Parece que siempre has estado conectado a HOMRA de algún modo. Pero, dime una cosa, ¿Sigues teniendo su marca?

 

Aquello le pilló desprevenido. Instintivamente se puso la mano en la zona donde debería estar la marca quemada.

 

-        ¿Cómo lo sabes?

-        Yo soy tu rey, sabía esas cosas de ti, y muchas cosas más. ¿Sabías que tenías dos colores?

-        No…

-        ¿has probado a intentar usar tus poderes de HOMRA?

-        Una vez… me dijeron que lo intentara.

-        ¿Has logrado hacer algo?

 

Saru negó la cabeza ante eso.

 

-        No, pero… tampoco sé si puedo usar los del Clan Azul…

-        Eso no tiene importancia.  Puedes volver a unirte.

-        Pero…

-        Ya no hay nada que te conecte a ellos, no tiene sentido quedarte allí, ¿no te parece?

-        Si…

-        Y, entonces, ¿Qué te retiene? O, mejor dicho, ¿Quién?

-        Si tan listo eres… ¿Por qué no te respondes a ti mismo?

 

Ante la respuesta desafiante de Saru, Munakata alzó la barbilla, orgulloso de haber acertado.

 

-        Estas lleno de contradicciones.  Hace unos minutos no querías que nadie se compadeciera de ti, y ahora te aferras a ellos como si tu vida dependiera de ello.

 

Saru apartó la mirada. No quería admitir que realmente había algo que le impedía volver. Pero al mismo tiempo tampoco sabía describir que era lo que le impedía irse. Su cabeza estaba hecha un lio.

 

-        Pero… No eres el único. No eres el único que se aferra a algo a lo que le duele…

-        ¿A qué te refieres?

-        Te he traído aquí porque quiero que veas que soy humano… Y que también cometo errores... algunos muy graves… Como el de segar una vida humana.

 

Saru le miró. Parecía que empezaba a captar el dolor y el verdadero arrepentimiento de Munakata.

 

-        Anna me contó… Que eso era lo que realmente deseaba Mikoto… ¿Es eso cierto?

-        Si. Aunque no es algo de lo que me guste hablar…

-        Y sin embargo me trajiste a este lugar.

-        Porque me importas, Fushimi. Eres uno de los míos y te tengo aprecio.

-        No pareces del tipo de persona que siente cariño hacia los demás.

-        No sé qué imagen te han dado de mí en ese sitio, pero te aseguro que no soy así.

 

Saru no sabía que decir. Había cosas que los miembros de HOMRA le habían ocultado, pero no entendía que podía ser.

 

-        No es bueno que estés más en HOMRA, deberías irte de allí.

-        Pero ¿¡Qué dices!? – Se puso a la defensiva.

-        ¿no te das cuenta? Apenas te proporcionan información sobre tu pasado porque no les interesa que lo sepas. Quieren que te quedes con ellos y no les importa nada más.

-        ¿Q-que? No… ¡No! – poco a poco se alejaba de él. – Misaki nunca haría eso.

-        ¿Tú crees? Dime algo bueno que te hayan dicho de ti.

 

Se quedó pensando un buen rato.

 

-        … Nada.

-        ¿Lo entiendes ahora?

 

Saru se dio cuenta de que las verdaderas intenciones de Misaki no eran ni por asomo parecidas a las que le habían intentado hacer ver. En aquel momento pensó que, tanto él como el resto de HOMRA, le habían estado usando y burlándose de él a su antojo aprovechándose de su enfermedad.

 

Le vino a la mente todas las veces que habían rehusado contarle algo de él y una rabia interior le invadió. Empezó a respirar con fuerza y apretó los puños. Se giró y sin mediar palabra emprendió el camino de vuelta. Curiosamente esa vez sí que sabía cómo volver.

 

-        Si me necesitas, ya sabes donde estaré.

 

Saru le escuchó y, aunque tendría en cuenta sus palabras, estaba demasiado enfadado en ese momento como para darle una respuesta.

 

 

*****

 

Tardó poco más de una hora en volver al bar.

 

Entró de golpe dando un portazo. Todos se asustaron, y vieron como Saru miraba hacia todos lados. Estaba poseído por una especie de rabia que no habían visto nunca, ni siquiera cuando conservaba sus recuerdos.

 

-        ¡Misaki! – gritaba, preso de la rabia. - ¡Maldita sea! ¿¡Donde demonios estás!?

 

Alertado por los gritos, Misaki subió las escaleras del sótano. Nada más verle, Saru se abalanzó a él y le empujó con rabia contra la pared.

 

-        ¿¡Pero qué demonios te pasa!? – gritó al incorporarse del golpe.

 

Saru no pudo evitar poner una sonrisa con un toque de maldad.

 

-        Conque “a lo mejor no te gusta lo que oirás de ti mismo”, ¿eh? – Hablaba con dificultad, preso de la rabia que le invadía. - ¡me hiciste creer que era una mala persona! ¡No me contaste nada bueno de mí!

-        ¿de que estas hablando?

-        Fushimi, por favor, cálmate. – intentaba decir Kusanagi.

-        ¡Cálmate tú! – se encaró a él. - ¡Hasta que no me encontré con ese tal Munakata, nadie me dijo que se me daban bien los ordenadores!

-        ¿Q-que? ¿¡te has encontrado con ese tipo!?

-        ¿Te molesta, acaso? – le respondió rabioso. - ¿Es que temes que él haga que mis recuerdos vuelvan? ¿es que quieres retenerme aquí de por vida? ¡DIME QUE ES LO QUE QUIERES!

-        ¡Quiero que estés a mi lado!

 

En aquel momento, Misaki no era consciente ni le importaba los “espectadores” que pudieran presenciar su pelea, no le importaba quien se enteraba de ello. En ese momento, nada de eso importaba.

 

-        Te fuiste... Me dejaste con la sensación de que no te importaba… desde mi punto de vista, ya no eras mi mejor amigo… Eras un traidor. – Suspiró antes de sonreír sarcásticamente. - Por supuesto que tienes cosas buenas, pero… Hace tiempo que esas cosas dejaron de importarme.

 

Las palabras de Misaki se clavaban en el corazón de Saru como espadas ardientes. Aunque él sabía que su anterior ‘yo’ se merecía tal desprecio, la crueldad de sus palabras le parecía excesivas.

 

 

-        ¿Quieres irte? Vete… ¡adelante, hazlo! No será la primera vez que nos traicionas.

 

 

La intervención de Kusanagi evitó que la pelea fuera a más. Saru se dirigió a la puerta y la cerró con un portazo y sin mirar atrás. 

 

Se fue, dejándoles a todos con la incertidumbre de que era lo que había pasado. Misaki, preso de la rabia, se fue a su habitación del sótano. Una vez que estuvo allí, le pegó un puñetazo a la pared y empezó a sangrar.

 

Pero esa herida no era la que más le dolía.

 

*****

 

Saru se había marchado de allí rápidamente, dejando el bar de HOMRA atrás en pocos minutos. No le seguía nadie y eso era un alivio para él. Por primera vez, caminaba decididamente hacia un destino fijo y no vagaba por las calles. Tenía un objetivo en mente.

 

Entró en esa especie de castillo extraño que ya había visto horas antes, sin preocuparse lo que decían los guardias de la entrada. Estos, al conocer a Saru, y solo con verle la expresión de la cara, entendieron que debían dejarle pasar sin hacer preguntas. Una vez dentro, aunque no conocía la distribución de las salas, la intuición le decía que debía subir las escaleras que se había encontrado al entrar.

 

Aquello fue un acierto, pues al subir al último escalón, se encontró a Awashima de frente.

 

-        ¿Dónde está? – dijo simplemente.

 

Le señaló brevemente la sala y Saru entró sin dudarlo ni un momento. Munakata ni se inmutó al verle entrar. Parecía que le estaba esperando.

 

-        Me alegra verte de nuevo. – Munakata no se levantó del sillón de su despacho para recibirle. - ¿Deseas algo?

-        Creo que es obvio, ¿no?

 

Aunque Munakata sabía de sus intenciones, quería que fuera el mismo el que lo dijera. Saru se acercó a él hasta estar a pocos centímetros de su escritorio.

 

-        Quiero volver a SCEPTER 4.

 

 

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).