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Diario de Itachi Uchiha por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada (Editada por Heisabeth)

Actualización: Domingos.

Prólogo


¡No quiero moverme! Sólo espero a que se desfogue conmigo. Él cree que le he traicionado, sus ojos ven frente a él a un traidor de Konoha y, en cierta forma, lo soy… quizá no de la forma en que todos esperan. Piensan de mí lo peor, que soy un asesino a sangre fría, que no me importa nada ni nadie pero soy humano… demasiado humano. ¡Tú me enseñaste a ser humano y ahora te traiciono, Minato!


Fuiste un gran maestro, de ti lo aprendí todo, contigo viví mi más intenso amor, contigo viví la más desesperada de las tristezas, a ti te hice la mayor de las promesas y hoy me encuentro aquí por ti… esperando el golpe de tu hijo que dará mi muerte, esperando que él acabe con mi vana existencia porque soy un traidor.


Él dice que asesiné a mi clan, que traicioné a Konoha. ¡No puedo rebatírselo! Es cierto que lo hice… pero lo hice por él, lo hice por ti. Salvar a tu hijo siempre fue mi prioridad, ayudarle, protegerle, cuidarle. Me pediste y suplicaste que le protegiera siempre, que cuidase de Konoha y lo hice. No puedo arrepentirme porque no siento culpa, hice lo que tuve que hacer para mantener mi promesa contigo.


Mi única culpa… fue haberme enamorado de la persona que va a matarme. Quizá lo merezco… ¡Me enamoré del padre, ahora del hijo! ¿Qué clase de monstruo soy? ¿Qué clase de persona? Puede que lo mejor sea que desaparezca finalmente y por eso mismo, no voy a moverme.


Oigo el Rasengan cargándose en la mano de tu hijo y sonrío mientras permanezco con los ojos cerrados. He visto cientos de veces ese ataque, tú lo diseñaste, tú lo creaste y lo mejoraste, tu hijo… lo ha perfeccionado por ti… porque supo por Jiraiya que tú jamás pudiste acabarlo del todo por tu muerte precipitada.


Abro los ojos aunque ya apenas puedo ver, estoy medio ciego por mi sharingan, sin embargo, miro las nubes, simples borrones que surcan el cielo sobre mi cabeza y sonrió una vez más. ¡Allí te encontraré! ¿Me perdonarías? Y luego pienso… ¡No! No nos encontraremos, porque tú fuiste un ángel que salvó gente, yo fui un demonio que la mató para proteger tu sueño y tus ilusiones, el cielo no es para mí, ni siquiera en mi muerte volveré a estar contigo. ¡Dos amores y ninguno pude disfrutar! A los dos os pierdo. Qué irónica es la vida, todo me lo da y todo me lo quita.


Una brisa mueve mi cabello y sé que es tu hijo acercándose a mí. El viento que tú dominabas le protege ahora, le rodea y es atraído por su rasengan. Él será el nuevo viento de Konoha, el que los proteja, él será ese chico que deseaste que fuera, será el chico que soñaste conocer y criar, él será como tú, tiene tu corazón y tu carácter. A ti te vi en él, quizá por eso me enamoré una vez más aunque fuera la persona inadecuada.


Su mano va a tocar mi pecho y finalmente… lo hace, pero no siento dolor, tan sólo su palma en mi pecho, empujándolo con fuerza y le miro. Una mancha rubia, eso es lo que veo, una mancha rubia que gimotea frente a mí con la cabeza agachada, con su mano en mi pecho y tratando de contener las lágrimas.


- ¿Por qué has desactivado el Rasengan? – pregunto en un susurro.


- Porque no puedo matarte – me dice entre lágrimas, cogiendo mi muñeca y atrayéndome hacia él hasta unir sus labios con los míos.


Me ha impresionado y no entiendo el motivo… él siempre fue impulsivo. Quizá eso lo sacó de Kushina, porque tú eras valiente pero cauteloso, ingenuo para el amor pero inteligente para el campo de batalla, tú eras el Hokage perfecto y, sin embargo… ese corazón bondadoso… ese… es de los dos. Sé que vuestro hijo llegará a Hokage algún día, será como tú y si él me dejase… yo siempre le protegería, haría lo que no pude hacer contigo. ¡Salvarte!


“Perdóname, Minato… por enamorarme una vez más, por enamorarme de tu hijo.”


Tu rostro aparece en mi mente y te veo sonreír. ¿Por qué sonríes? Y entonces caigo en algo… tú nunca te enfadaste, jamás me culpaste de nada, tú jamás pusiste expectativas sobre mí, tan sólo me animabas y ahora… sintiendo el beso de Naruto del que me esforzaba por no disfrutar, apareces tú con esa sonrisa, como si me dieras tu visto bueno.


Muevo suavemente y por primera vez mis labios, dejando que las manos de Naruto sigan en mi cabeza, acercándome a él, sin embargo, yo soy el primero en deslizar mi lengua por sus labios, suplicándole que me dejase entrar en su boca, que me dejase saborearle, suplicándole que se llevase mi dolor, porque sólo él podrá hacerlo ahora. Él abre sus labios lentamente, sin detener el ritmo del beso y, finalmente, empiezo a disfrutar de nuestro momento.


Son los segundos más intensos de mi vida, unos segundos que me hacen recordarte, Minato, unos segundos donde también empiezas a desaparecer lentamente para dejarme ver a tu hijo y sentirle. Cuando él se separa, deja en mí de nuevo un profundo vacío y lo entiendo… una vez tú me robaste el corazón y ahora lo tiene Naruto, vosotros tenéis mi esencia, mi alma, mi mente… me tenéis atrapado.


- Lo siento mucho – le repito a Naruto porque esta vez la disculpa es con él.


- Prometí proteger siempre la villa… quiero ser Hokage – me dice Naruto cayendo de rodillas al suelo, llevándome consigo – y sin embargo… me he enamorado de un asesino clase S, me he enamorado de ti. No podía entender por qué tú eras el único que me cuidaba desde niño y ahora… sé todo de ti.


- No, Naruto… no lo sabes todo – le digo, porque es cierto, jamás confesé lo que sentí por su padre, jamás lo diría, jamás me conocerían tal cual era el gran mentiroso Itachi Uchiha.


- Pero sé lo más importante, me amas y darías tu vida por mí.


- Mi vida es tuya, haz con ella lo que quieras – le digo, las mismas palabras que una vez te profesé a ti, Minato.


- No… tu vida es tuya y la mía es mía pero… podemos juntarlas – dijo Naruto entrelazando sus dedos con los míos – No quiero utilizarte como quiera sino… que ambos vivamos y compartamos todo.


Aquello me saca del trance en el que estoy, porque recuerdo que tú también me dijiste las mismas palabras y entonces lo entiendo… ¡Sois incluso más parecidos de lo que yo creía! Quizá aún vives en tu hijo, en ese demonio de su interior, quizá tú eres el que en parte le protege también. Sonrío incrédulo y a la vez feliz… sólo un sello así se te podía ocurrir a ti. Eso me hace abrazar a Naruto con fuerza contra mi pecho. Os amo a ambos, a uno lo perdí… pero cumpliré mi promesa y no volveré a perder a nadie más de los que me importan.


Si de verdad queréis conocer mi historia… seguidme a mi pasado… no tan lejos de donde estoy ahora mismo con Naruto, a sólo unos metros, en el interior de la gran Villa del Fuego, justo… en el clan Uchiha. Os contaré… “El Diario de Itachi Uchiha


Capítulo 1: Nacimiento.

 


Nací un día común, no había nada de especial en un nueve de junio. Para la gente… tan sólo era un parto más, quizá un poco más relevante pues se trataba de Mikoto Uchiha, esposa del líder del clan. Ella era muy joven cuando se quedó embarazada de mí y estaba deseosa por conocerme. Yo era su primogénito y mi padre… estaba a su lado en ese momento. Deseaba tanto un heredero que se había pasado más de mitad embarazo rezando en el templo a nuestros dioses para que fuera un niño, para que fuera el más fuerte de entre todos ellos, para que todos me admirasen y llenase de gloria a la familia.


Cuando el médico le dijo que era un niño, la luz llegó al rostro de Fugaku y supo a ciencia cierta que sus dioses le habían escuchado. Prácticamente me arrebató de las manos del médico y me observó, aún sucio entre la sangre, con el cordón umbilical y, sin embargo, a él no le importó, tan sólo veía en mí su brillante futuro, ya pensaba en todos los sueños que pondría sobre mis pequeños hombros.


- Itachi – susurró mi nombre por primera vez – se llamará Itachi – aclaró.


Mikoto sonrió cansada. Ella había decidido que pondría el nombre, todo el embarazo estuvo a regañadientes con Fugaku respecto al nombre y, sin embargo, en el último momento, al escuchar cómo sonaba Itachi en los sensuales labios de su esposo, decidió que simplemente… era perfecto.


- Itachi me gusta – susurró Mikoto.


***


Tan sólo tenía tres años cuando empecé a hacer ejercicio junto a mi padre, él entrenaba en el dojo de la familia y yo… hacía flexiones a su lado. Todos los familiares cercanos le comentaban que me dejase ser un niño pero él no quería un niño, quería un guerrero, el arma absoluta, que fuera el mejor de todos, el líder más fuerte que jamás conocería el clan Uchiha, el gran genio. Entrenaba día y noche para satisfacer a mi padre y tan sólo tuve un amigo… uno con las mismas exigencias que las mías, uno con el que entrenaba y mejoraba, Shisui Uchiha. Él era el hijo del gran Kagami Uchiha, una auténtica leyenda entre los nuestros, el que poseía el sharingan más perfecto de todos, el más aterrador. Su hijo quería estar a su altura y yo le admiraba. Entrenar con Shisui era todo un honor, nos preparaban para la guerra pero cuando ésta llegó… tan sólo tenía cuatro años.


Todos los clanes sacaron a sus mejores guerreros, Ninja de élite, el clan Uchiha no se quedó atrás, sin embargo… también Shisui y yo participamos en la guerra. Mi padre decía que sería un buen entrenamiento, útil en nuestra futura vida como ninjas.


Allí encontré el significado de mi palabra favorita, “paz”. Sí… me gustaba la paz, la tranquilidad, la calma, odiaba la guerra y todo lo que suponía. Esa guerra se hizo larga, parecía no tener fin. El carácter de Shisui fue cambiando lentamente, quizá el mío también. Vimos la desesperación, la muerte nos perseguía los talones, a algunos ninjas les alcanzaba. A cada muerte, a cada minuto que pasábamos en las filas de defensa de Konoha, un pedazo de nuestra niñez desaparecía.


Shisui dejó a un lado sus sonrisas. ¡No volví a verlas! Quizá las mías también desaparecieron en aquella época. Intentábamos salvar a gente que ya no podía ser salvada y eso… el sentimiento de impotencia se quedaba grabado a fuego. Ese sentimiento hizo que entrenase cada día más, hasta la extenuación, tenía que ser fuerte para poder proteger a todos aunque apenas podía protegerme a mí mismo.


Aquel día llovía con fuerza. Estaba agotado de mi entrenamiento anterior. Seguía al grupo Uchiha porque eran tan arrogantes que preferían ir solos, nunca pedían ayuda a otros clanes. Ellos decían que sólo un Uchiha podía matar a otro Uchiha, aquel día… yo experimenté que aquello no era cierto. El padre de Shisui murió aquel día entre la tormenta, desapareció y ni siquiera su cuerpo fue encontrado y yo… separado del grupo incapaz de poder seguirles el ritmo, sentí en carne propia el terror de la muerte acechándome. Iban a matarme y lo sabía, ni siquiera pensaba en nada, tan sólo sentía miedo, un frío atroz que recorría mi columna vertebral. Las lágrimas salieron de mis ojos, tan sólo era un crío, cuatro años era lo que iba a durar mi vida y entonces… un relámpago cruzó el cielo y los ninjas enemigos cayeron al suelo en charcos de sangre.


Los observé sólo un segundo hasta que sentí las suaves manos de alguien cubrir mis ojos y abrazarme por la espalda. Seguramente era algún ninja de Konoha, otro escuadrón porque podía escuchar más pisadas, gente que seguía adelante saltando de rama en rama.


- Llévalo de vuelta a Konoha, tú eres el más rápido aquí. Nos alcanzarás.


Noté que asentía con su cabeza, ese movimiento brusco que hizo. Me removí inquieto pero él apretó aún más su agarre evitando que apartase su mano de mis ojos.


- No mires, ¿vale? Un niño no debería ver estas cosas – sonó su voz, casi angelical y supe… que él no sería mucho mayor que yo. Sería un adolescente… quizá ni eso.


- Tú… también eres un niño.


Él sonrió, podía escuchar esa mueca de sus labios curvándose y cómo giraba mi cuerpo hacia él para que le viera, destapando lentamente su mano de mis ojos. ¡Era un ángel! Lo supe al ver su cabello dorado, sus ojos celestes llenos de brillo, su dulce sonrisa que te hacía sentir a salvo, pero sólo era un niño, no tendría más de trece años.


Observé el escuadrón de ninjas que pasaban sobre nosotros, a uno lo reconocí como el gran Sannin del que hablaban las leyendas, quien le guiñó un ojo a ese rubio que pareció darle una señal como que enseguida les alcanzaba.


- Voy a llevarte de vuelta a la villa.


Me sentí feliz. Allí mismo le admiré aunque aún no sabía lo que era admirar a alguien, pero ese chico siempre estuvo en mis pensamientos. Me repetí que un día sería como él, tan fuerte, tan rápido, tan valiente... quería alcanzarle y estar en su mismo escuadrón, quería estar con él y aprender del que yo creí era el mejor.


- Lo sentimos, Minato Namikaze – escuché a mi padre que llegaba y bajaba de una rama del árbol – sentimos haber hecho que su escuadrón tuviera que dividirse, perdimos de vista a mi hijo, aun así agradezco su ayuda, ha salvado a mi primogénito.


- No hay de qué – exclamó el rubio – va a ser un gran ninja, pero cuídelo bien, creo que por hoy debería volver a casa y descansar.


- Así lo haré. Por favor, continúe con su escuadrón, yo mismo en persona le llevaré al clan de vuelta.


- Tengan cuidado, los enemigos se hacen cada vez más fuertes.


- Usted también – hizo una reverencia mi padre ante él.


Absorto, así me había quedado al ver cómo desaparecía frente a mí en un abrir y cerrar de ojos, dejando una humareda de polvo tras él. Cuando le quise encontrar, ya estaba encima de una de las ramas y se giraba una última vez como intentando asegurarse de que estaría bien, pero tratando de alcanzar a su escuadrón.


- ¿Quién es? – pregunté a mi padre que también observaba a ese chico de extraña chaqueta grisácea marchándose.


- Minato Namikaze, el relámpago de Konoha, el genio de los Namikaze. Dicen que sólo nace uno por generación.


- Quiero ser como él – le dije.


- Y lo serás – le aclaró Fugaku – si pones empeño en tu entrenamiento, puedes alcanzarle, estoy seguro – sonrió mi padre intentando animarme – Por ahora, le obedeceremos y nos retiraremos.


Mi duro entrenamiento empezó aquel día. Nadie me lo pidió, nadie me lo exigió, pero yo quería ser como ese ninja que me había salvado. Yo quería igualarme a Minato Namikaze y un día… entrar a su escuadrón, ser quien le salvase.


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