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Un problema muy problemático por LittleAyla

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Notas del capitulo:

¡Aquí esta el nuevo cap!

Siento no haber actualizado en unos cuantos días pero estuvo en semana de examenes (trimestrales encima) y apenas tuve tiempo para dormir o comer.

No es muy largo y tal vez un poco aburrido pero prometo que en el próximo habrá mucha acción

Nos leemos!

Puta vida.

Esas serían los únicas dos palabras que necesitaría para describir los últimos dieciséis días. ¿Que por qué? Simple. El maldito de su jefe llevaba explotándolo des de que ese pequeño incidente con el cliente y el café sucedió.

¡Incluso le había alargado los turnos alegando que era eso o se quedaba de patitas a la calle! Ahora trabajaba de las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde. Y solo con un descanso de media hora a las diez y otro para comer de dos a cuatro. Eso era abuso, más de ocho horas al día, ¡joder!

Y, para variar, su humor no era de los mejores, pero ahora debía añadirle que tenía barriga. ¡Sí, barriga! No visible a simple vista aún pero suficiente para que sus jeans favoritos apenas cerraran. Aunque no por eso su peso había aumentado, no, nada de eso. Con suerte se mantenía igual. ¡Pero eso tampoco era culpa suya! ¿Qué podía hacer si lo vomitaba todo y encima trabajaba en una cafetería y, por consecuente, estaba rodeado de olores que le sentaban mal?

- ¡Yuri! La mesa tres lleva demasiado tiempo esperando - exclamó Min Ho cuando el omega se apoyó unos segundos en la barra para descansar. Esa era otra, cada vez se sentía más agotado.

Pero estaba poniendo todo su esfuerzo para no contestar mal ni a su jefe ni a los clientes, claro que después quien lo pagaba era su pobre compañero de piso. Aunque cabe decir que tampoco pasaba demasiado tiempo en el apartamento, Yuri sospechaba que tenía una novia.

En cuanto a Adela... bien, le encantaba esa mujer pero había veces - y no precisamente pocas - que lo único que quería hacer era estrangularla. Y era consciente de que el sentimiento era mutuo. Como la vez en la que la anciana no dejó de insistir, insistir e insistir en que le hiciera una copia de las llaves de su piso para poder pasar por su casa y poder ver cómo estaba. En esos momentos parecía una cría de tres años y no una anciana de setentaicinco - más tarde le confesó que era una técnica aprendida de sus hijos y nietos, que ya la vería en unos pocos años - y Yuri no tuvo más remedio que acabar cediendo.

Lo que no le había vuelto a comentar a Adela pese a que ella hubiera insistido repetidas veces era el tema del alfa. La verdad era que había empeorado. Sentía que a medida que su embarazo avanzaba lo ansiaba cada vez más. Necesitaba oler su aroma. Sentir su calor. Que lo abrazara. Que lo protegiera.

Y esas eran sensaciones que odiaba, lo hacían sentirse débil y pequeño ante el mundo, cosa que ni soportaba ni toleraba. Pero por más que sintiera todas esas emociones negativas respecto a esa necesidad no podía evitarla, era algo completamente superior a él.

- ¡Yuri! - exclamó por quinta vez en el día - ¡ya te he dicho que no te distraigas y que atiendas a las mesas! Hoy estamos al completo y si no das un buen rendimiento voy a acabar buscando a otro camarero.

- Ya voy - dijo entre dientes para evitar contestar de malas maneras.

Min Ho, además de haberle alargado las jornadas también estaba mucho más frío y estricto con él, a veces incluso lo había tratado con una rudeza excesiva, agarrándolo por el antebrazo y dejándole una marca roja o empujándolo con muy poca suavidad, haciendo que Yuri trastabillara de una manera torpe y tuviera que sujetarse de algún mueble cercano para no caer.

Adela, que en alguna ocasión había visto las marcas en sus brazos, intentaba convencerlo de que dejara el trabajo y buscara un sitio donde lo trataran mejor y fueran más compresivos con su estado, pero Yuri se negaba en rotundo. No porque no quisiera largarse de ese sitio, sino porque temía no encontrar con tanta facilidad un sitio para trabajar. Y necesitaba de verdad el dinero para los engendros que estaban en camino.

Después de atender a la condenada mesa que no dejaba de pedir más y más fue hasta Min Ho, que atendía la caja. Intentando utilizar un tono educado, empezó a hablar:

- Min Ho, ¿podríamos cambiar de lugar? Aunque sean solo veinte minutos - pidió - Necesito reposar unos pocos minutos aunque sea, estoy empezando a marearme.

- No - habló cortante - Tú has estado en la caja esta mañana.

Yuri apretó los puños con rabia.

- Pero solo ha sido una hora - insistió - Cuando empecé a trabajar dijiste que nos lo repartiríamos de una forma equitativa.

- Si mal no recuerdo eso fue antes de que le tiraras café ardiente a un cliente.

- Ya sé que me equivoqué con eso Min Ho, pero pensé que serías comprensivo con mi estado - necesitaba de todas sus fuerzas para no empezar a gritar allí mismo - El médico me recomendó que no estuviera demasiadas horas seguidas en pie y ya me paso el límite. Por mucho - siguió insistiendo de la forma más educada que podía.

- Como ya he dicho antes, eso fue antes de lo que hiciste.

El omega apretó los dientes con fuerza intentando reprimir su ira y dio media vuelta, buscando alguna mesa a la que atender. Siguió yendo de un lado a otro sin descanso, sintiéndose cada vez peor, más mareado y más sudado - de ese sudor frío que te recubre la piel dándote un aspecto y una sensación enfermiza - incluso algunos clientes le preguntaron si se encontraba bien, ofreciéndole un vaso de agua, cuando lo único que necesitaba era que su jefe entendiera que debía bajar el ritmo por unos minutos y así evitar un posible desmayo o vómito espectacular.

Gracias al cielo, después de más de cuarenta minutos con ese ritmo agotador, Andrea entró por la puerta. Lo cierto era que cuando el beta se había enterado del trato que recibía - también le contó el incidente con el cliente - se había sentido muy culpable por haberle conseguido ese trabajo y que hubiera terminado de esa forma. Incluso le propuso que dejara la cafetería y que mientras no encontrara otro sitio para trabajar no pagara el alquiler, pero Yuri rechazó la oferta. No quería deberle nada a nadie.

Pero en esos momentos, cuando Andrea entró, sintió que estaba salvado. En cuanto los ojos del mayor se enfocaron en él le envió una mirada de socorro y este entendió el mensaje al instante. Andrea se acercó a Min Ho con un rostro serio poco común en él y empezó a hablarle y señalarle con un dedo. Min Ho le dirigió una mirada rabiosa pero no abrió la boca, ni siquiera cuando Andrea se alejó de él y fue hacia Yuri que limpiaba una mesa vacía.

- Tu turno ya ha acabado por hoy - fue lo primero que le dijo el beta.

Yuri abrió los ojos sorprendido y lo miró agradecido. Des de luego que no se esperaba eso, tal vez que Min Ho aceptara cambiar de tarea, pero eso no.

- ¿Cómo has conseguido que acepte? - preguntó yendo hacia los vestuarios seguido por el mayor - Ni siquiera me dejaba ponerme a la caja.

- Bueno, le he dicho unas cuantas palabras - Andrea sonrió de lado y se apoyó contra la pared bajando la vista cuando el omega empezó a cambiarse.

Yuri, que se estaba cambiando los pantalones del uniforme por sus jeans negros, lo miró con una ceja alzada y se acercó a él hasta que prácticamente sus alientos chocaron.

- ¿Por qué bajas la mirada? Ambos somos chicos - murmuró provocándole un sonrojo al beta.

- Eres omega - dijo Andrea alzando la mirada y volviendo a sonrojarse por la cercanía del menor, era inevitable no hacerlo al tenerlo tan y tan cerca y semidesnudo.

- Pero tenemos lo mismo - le susurró al oído.

- ¿Algún día podré besarte? - Andrea no se dio cuenta de que habló en voz alta hasta que ya lo había dicho.

Yuri rió un poco y se separó completamente, acercándose a su mochila para coger sus jeans.

- Nope - dijo mientras fruncía el ceño al no poder cerrar el botón de los pantalones.

Gruñó intentando meter barriga para que el maldito botón alcanzara pero no había manera. Sencillamente no llegaba.

- Debe ser una jodida broma... - susurró entre dientes para sí mismo mientras seguía insistiendo - Maldita sea, ayer cerraban.

Andrea lo observó divertido y con una ceja alzada, era gracioso ver al omega peleándose con unos pantalones para que cerraran.

- ¿Necesitas ayuda? - preguntó acercándose con una sonrisa burlona y agachándose hasta la altura del cierre de los pantalones del omega.

Yuri no dijo nada pero tampoco se quejó  cuando el beta empezó a hacer fuerza para cerrar los pantalones.

- Listo - anunció levantándose con una sonrisa satisfecha.

Pero Yuri no estaba para nada satisfecho, todo lo contrario, fruncía el ceño y hacía una mueca de incomodidad en el rostro.

- No puedo ir así - reconoció unos segundos después suspirando e desabrochándose rápidamente el botón.

Apretaba demasiado y algo en su interior le dijo que no les iba bien a los engendros. Andrea se cruzó de brazos y empezó a analizarle de pies a cabeza.

- Estás embarazado, ¿no?

Yuri abrió los ojos como platos sorprendidos y aunque lo disimuló rápidamente el beta pudo confirmar su hipótesis.

- No lo estoy.

- Yuri, sé muy bien cómo funciona un embarazo, soy el mayor de siete hermanos - bien, eso no se lo esperaba - así que dime, ¿de cuánto estás?

- No lo estoy - insistió gruñendo y quitándose sus jeans para volver a ponerse los pantalones del uniforme que, aunque no le entusiasmaban, eran pasables.

- Por supuesto que lo estás, llevo días sospechando aunque creas lo contrario. Para empezar están los síntomas, que más obvios no pueden ser - Yuri gruñó apartando la mirada mientras se ponía su abrigo - Pero después también hay otra cosa muy clara y que me ha hecho sospechar. Solo has querido salir de fiesta una vez des de que llegaste aquí y por cómo te comportabas esa noche no dudo de que ese sea uno de tus pasatiempos favoritos. Fue entonces, ¿no?

Yuri no dijo que sí pero tampoco dijo que no, así que eso le bastó a Andrea para saber que había dado en el clavo. Sonrió levemente, no con superioridad o socarronería, sinó con un leve deje de tristeza al ver a ese joven chico con tan enorme carga él solo.

- Voy a ayudarte en todo lo posible mientras esté aquí - aseguró acercándose al omega y pasándole un brazo por los hombros - además, estoy planteándome cursar el siguiente año aquí también, la verdad es que estoy muy a gusto compartiendo piso contigo y tampoco me importaría que hubiera un bebé en casa. Tengo buena mano con ellos y sé cuidarlos, de eso puedes estar seguro.

Yuri no pudo evitar que una minúscula sonrisa apareciera en su rostro mientras salían de la sala de descanso y de la cafetería.

- ¿No será porque te has echado una novia por aquí? - lo pinchó con su habitual tono de superioridad.

Observó divertido como el rostro de Andrea se encendía y apartaba la mirada hacia otro lado, intentando no ser tan obvio.

- Ya veo... ¿y aún así querías besarme?

- No tengo respuesta para eso - murmuró avergonzado - Pero ahora quiero que me expliques cómo está mi pequeño sobrino - dijo con emoción y cambiando de tema.

- Sobrinos.

Vale, eso des de luego no era lo que Andrea se esperaba. Miró boquiabierto al omega al cual solo se encogió de hombros sin dejar de caminar, dejándolo atrás por unos segundos. Reaccionó rápido y se acercó a él intentando actuar como normalidad.

- ¿Son dos? - Yuri asintió.

- Aún no está confirmado pero el doctor parecía muy seguro - explicó - En dos semanas lo sabremos seguro, cuando esté de tres meses.

Andrea asintió y siguió haciéndole innumerables preguntas, irritando cada vez más a Yuri que debía agarrarse las manos para no darle un golpe y dejarlo K.O. Caminaron tranquilamente hasta que, al llegar a un parque, Yuri se sentó en el primer banco que encontró, suspirando cansado y relajándose al poder sentarse a descansar de una vez.

- Am, Yuri... - habían permanecido en silencio des de que se habían sentado en el banco - ¿el padre... es un alfa?

- Sí - Yuri mantenía los ojos cerrados.

- ¿Y estás bien? Una de mis hermanas también es omega y se quedó embarazada sin el alfa... - dudó en si seguir hablando - ella perdió al bebé.

Yuri abrió los ojos irritado y lo fulminó con la mirada. Andrea sintió como un escalofrío recorrió todo su cuerpo ante esa mirada y supo al instante que abría sido mejor no decir nada. Reconoció que solía hacer comentarios como ese en los momentos menos precisos.

- ¿Tenías que decir eso, maldita sea? - le gruñó - No me hagas pensar en eso - apoyó sus manos en su bajo vientre, justo donde estaba más hinchado - Lo cierto es que casi los pierdo, ¿sabes? fue el mismo día en que confirmé mi embarazo... estaba en el autobús, yendo hacia el hospital para abortar - ni siquiera sabía por qué le estaba contando eso, pero cada vez que lo recordaba su corazón se apretaba y se le formaba un nudo en la garganta - pero cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo... mi único pensamiento fue que no quería perderlos, que no podía.

Mantuvo sus ojos cerrados por unos largos segundos, evitando que se le escapara alguna lágrima traviesa. Esos engendros lo ponían demasiado emocional.

- Deberías buscarlo, todo sería mucho más fácil si lo tuvieras a tu lado - Yuri negó de inmediato - no lo hagas por ti, hazlo por tus hijos.

- No. No lo necesito - abrió sus ojos decidido - Puedo cuidar de estos engendros yo solo. Puedo sacarlos adelante yo solo. No necesito la ayuda de un alfa que ni siquiera conozco.

- Si empiezas a sentir dolores plantéatelo, ¿quieres? - Yuri no dijo nada pero al final asintió - ahora deberíamos volver a casa, hace frío y pareces agotado.

- Ve yendo, iré en unos minutos - habló el omega con la mirada fija en algún punto del cielo - No me entretendré demasiado.

Andrea suspiró pero no discutió, el chico necesitaba pensar qué hacer en los meses venideros con calma y serenidad. Y para hacer eso definitivamente necesitaba estar solo.

Encontrar al alfa... sí, todos se lo decían y en el fondo Yuri sabía que tenían razón, pero le daba miedo. Le asustaba la idea de depender totalmente de alguien, además el poco tiempo que había pasado con ese hombre había sentido una debilidad impropia de él. Una necesidad excesiva de sentirse protegido por esa persona y por acurrucarse a su lado.

Un pequeño jadeo escapó de sus labios al recordar la sensación de esas manos recorrer su cuerpo, agarrar con fuerza sus caderas, lamer su cuello... Kim Taehyung... debo reconocer que esa vez se sintió realmente bien. Y es que no fue solo sexo, la forma en la que lo trató, pese a ser ruda, era... cálida, casi cariñosa, amorosa.

Negó con su cabeza, intentando deshacerse de esos pensamientos. No debía recordar eso porque lo único que conseguiría sería aumentar la necesidad de tenerlo cerca.

Se cubrió el rostro con desesperación cuando no pudo dejar de recordar esas sensaciones y volvió a maldecir a las malditas hormonas del embarazo cuando una enorme sensación de añoranza lo invadió. Claramente eran los engendros exigiendo a su padre.

- Vaya, vaya... - pero esa voz logró sacarlo completamente de sus pensamientos - Lo cierto es que nunca esperé encontrarte por aquí, Yuri - alzó los ojos hasta encontrarse con ese rostro que tantas veces lo había atormentado de pequeño - Debo reconocer que te has escondido bien.

Zane Kysley.

El alfa trece años mayor que él con el que sus padres lo comprometieron nada más nacer. El alfa que lo acosó durante toda su infancia, tocando su cuerpo sin pudor alguno mientras sus padres solo hacían la vista gorda, defendiéndolo al decir que solo era que estaba demasiado ansioso para que Yuri alcanzara la mayoría de edad y pudieran casarse.

Un escalofrío recorrió su espalda y quiso salir huyendo de allí. Ese hombre de pelo rubio, casi blanco, y ojos grises y fríos como el hielo le causaba puro terror. No era porque lo hubiese violado - porque no lo había hecho - ni porque lo hubiese pegado - porque tampoco lo había hecho -. No, nada de eso.

En parte era por esa mirada fría, perversa y despiadada. Pero mayormente era por algo que descubrió tres años atrás cuando sus padres le obligaron a pasar un fin de semana entero en la casa de los Kysley.

Había llegado un viernes por la noche después de cenar y pese a no querer hacerlo, tanto sus padres como los padres de Kysley le obligaron a ir hasta la habitación del alfa para darle una sorpresa puesto que aún no era consciente de la presencia de Yuri.

Pero lo que se encontró cuando entró en la supuesta habitación del hombre lo horrorizó. Sus padres lo habían llamado la sala de juegos favorita de Zane pero la idea que tenía Yuri en mente - que tampoco era precisamente inocente - no se acercaba en lo más mínimo a lo que sus ojos vieron ni a lo que sus oídos escucharon.

Y ahora ese hombre estaba frente suyo con una sonrisa perversa surcando su rostro.


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