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Un problema muy problemático por LittleAyla

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Horas más tarde un muy malhumorado omega bajaba del avión con el ceño fruncido y un palpitante dolor de cabeza. Y es que se había pasado todo el maldito viaje aguantando a un bebé llorón a su lado y a un niño cabezota a sus espaldas que no dejaba de golpear su asiento. Por no hablar del viejo que roncaba frente suyo.

Se plantó en el centro del aeropuerto y miró a su alrededor totalmente perdido y sin ganas de leer los carteles gracias a su dolor de cabeza. Además, ¿dónde mierda tenía que ir a buscar al gato y sus maletas? Pateó la pared que tenía a su lado, llamando la atención de algunas personas que, obviamente, ignoró totalmente.

Después de unos minutos desahogándose contra la pared decidió seguir a la manada de gente que salía de otros vuelos, consiguiendo así recuperar las enormes maletas y el gato. Aunque claro, luego las tuvo para buscar el carro para llevarlas, imposibles cargarlas él solo.

Media hora más tarde consiguió, por fin, llegar a la salida del aeropuerto. Tras echar un rápido vistazo se encontró con el que iba a ser su nuevo casero con un cartel entre sus manos en el que ponía "Yuri Ostberg". Sonrió de lado y fue hasta él empujando con fuerzas el carro en el que el pobre gato maullaba desesperado y aterrorizado por la nefasta experiencia que estaba viviendo.

- ¿Yuri? - preguntó vacilante.

- Ese soy yo - contestó pronunciando aún más una tentativa sonrisa ladeada.

***

Seis días después Yuri ya estaba totalmente instalado en el nuevo y pequeño piso, que estaba muchísimo mejor de lo que en algún momento esperó. Limpio, ordenado, bonito. No podía pedir nada más.

Por no hablar de su compañero de piso, al principio molesto por haberse saltado un examen trimestral. Luego no podía estar más encantado de haberlo hecho. Y para no estarlo, en cuanto habían llegado al piso Yuri no le había dado tiempo ni de quitarse la chaqueta. Lo lanzó de un empujón al sillón más cercano y le dio el mejor sexo oral de su vida - sí, pese a ser un beta tenía las hormonas de un alfa en celo -.

- Andrea - lo llamó Yuri des de la cocina - ¿sabes de alguna discoteca o alguna fiesta para salir? Hace como una semana y media que no salgo y estoy por reventar.

- Bueno, conozco a un amigo que podría colarnos esta noche en una fiesta con algunos ídolos del kpop - Yuri lo miró interesado ante esas palabras (había descubierto qué era el kpop hacía tres días gracias a su compañero de piso y le estaba gustando cada vez más) - de hecho creo que va a ir un grupo bastante conocido cuando su concierto termine.

- Quiero ir - proclamó al instante y Andrea no pudo evitar reír levemente ante la rápida contestación.

- Entonces voy a llamarlo.

Yuri observó con atención como el mayor cogía el teléfono y hablaba animadamente en coreano - a penas entendió tres o cuatro palabras que reconoció gracias a las clases que le estaba dando Andrea - a una velocidad vertiginosa, como si llevara años conociendo la lengua. No tardó más de dos minutos en colgar.

- Dice que ya hablará para que nos dejen pasar - Yuri saltó de emoción des del sofá.

- Perfecto.

El italiano se dejó caer a su lado en el sofá y lo miró sonriendo.

- Oye Yuri, dijiste que eras estudiante pero des de que has llegado no has ido aún a ninguna clase. Que yo sepa, al menos.

El omega suspiró pesadamente y dejó caer su cabeza contra el cojín, mirando a Andrea con pereza. Sabía que en cuanto le dijera su edad echaría el grito al cielo.

- Eso es porque no voy a la universidad - recibió una mirada confusa - de hecho estoy en el último año de instituto ya - dijo como si nada mientras recogía al gato que justo en esos instantes se paseaba entre sus piernas.

Si Andrea hubiera tenido agua - o cualquier otra cosa - en la boca lo habría escupido al instante de oír esas palabras. Miró al rubio sin poder creerlo, si bien parecía bastante joven era sabido por todos que los omegas siempre aparentaban tener menos edad, llegando a ser confundidos muy fácilmente con un adolescente.

- ¿En el instituto?- repitió sin poder asimilarlo aún.

- Así es italiano, en el instituto. Hice los diecisiete hace tres meses - añadió con pesadez, como si estuviera harto de repetirlo cada dos por tres.

Acarició a la bola de pelos que roncaba suavemente en su regazo mientras el otro procesaba la nueva información profesada.

- ¿¡Pero qué mierda?! - exclamó de pronto - estás en el instituto, eres menor de edad... ¿y qué más? ¿debería saber algo más? ¿acaso también te has fugado de casa?

Yuri no pudo contener la risa ante esa última pregunta que le hizo. Justo en el clavo.

- ¿Lo has hecho? ¿te has escapado de casa? - preguntó ante la reacción del ruso.

- ¿Y qué harías si así fuera? - contestó provocadoramente mientras dejaba el gato a un lado y se acercaba a Andrea, quedando peligrosamente cerca de su rostro - Vamos, dime qué harías si así fuera, ¿intentarías avisar a mis padres? ¿llamarías a la policía? - murmuró en su oído antes de lamer el lóbulo del beta.

Sintió como intentaba alejarse de su contacto pero antes de que se diera cuenta el rubio ya se le había subido encima, sentándose justo encima de su miembro.

- Haría lo correcto - dijo intentando apartarlo antes de que sus instintos le nublaran la mente.

Pero Yuri no le dio tregua y empezó a mover sus caderas, frotando su trasero contra su hombría de una forma demasiado encantadora.

- Yuri... basta, no puedes hacer esto - intentaba apartarlo pero el otro se movió con aún más ímpetu, dejándolo sin respiración por unos segundos - de... de verdad Yuri... eres menor de edad y...

- ¿Y qué? - lo interrumpió - ¿Me vas a negar que la mamada que te hice cuando llegué no fue la mejor de tu vida? - ante la ausencia de respuesta del otro y su potente sonrojo, alzó una ceja con una sonrisa malvada surcando su rostro - Oh, ya veo... ¿fue la primera?

Cuando el sonrojo del otro aumentó - si es que eso era posible - no pudo evitar soltar otra enorme carcajada. Todo eso sin dejar de frotar su trasero contra la notable erección del otro.

- Me fui de casa porque querían meterme en un internado británico para omegas en el que también me obligarían a hacer mi carrera universitaria - explicó - y como estás pudiendo notar en estos días, yo allí no encajo ni muerto.

- ¿Por qué tus padres querrían meterte allí? - preguntó Andra entre jadeos, ese omega lo estaba volviendo loco y en ese momento agradeció ser inmune a las feromonas y al aroma de los omegas porque de lo contrario ya lo estaría haciendo suyo.

- Me encontraron follando con mi vecino - se encogió de hombros - mis padres son dos alfas muy controladores y religiosos, así que no les gustó demasiado encontrarme a cuatro patas con el hijo de sus compañeros de misa dándome fuerte - suspiró y se bajó del beta, dejándose caer a su lado y volviendo a coger al gato. Giró su rostro y al encontrarse con la expresión decepcionada del otro alzó una ceja burlón - ¿no pensarías que me iba a acostar contigo, no?

Andrea volvió a sonrojarse e intentó negarlo con ridículas excusas pero el omega ya lo había pillado y, para aumentar el nivel de humillación del otro, no podía dejar de reír.

- No voy a acostarme contigo - aclaró cuando su risa cesó un poco - somos compañeros de piso y seguramente después sería incómodo para ti cuando trajera a alguien a casa. Prefiero no tener problemas de celos. Te lo digo por experiencia, son de los peores.

- Yo no me pondría celoso - intentó defenderse el otro.

- Por supuesto que lo harías - el tono de Yuri dio a entender que ya había dado el tema por terminado - Ahora voy a comer algo, sino voy a emborracharme en menos de cinco minutos.

***

Yuri ya llevaba tres o cuatro horas en esa fiesta y debía admitir que estaba siendo una de las mejores de su vida. Bueno, y no había para menos, al fin y al cabo era de celebridades. Soltó una carcajada cuando se tropezó con sus propios pies y se chocó contra el cuerpo del alfa con el que bailaba. Hacía horas que había perdido la cuenta de las copas que llevaba, aunque de lo que sí estaba seguro era que estaba completamente descontrolado.

Sintió las manos del tipo con el que bailaba en su trasero, apretándolo descaradamente y acercándolo más a él. Yuri estaba seguro que no podían bailar más pegados. Aunque todos esos pensamientos se esfumaron de su cabeza cuando sus ojos, por pura casualidad, se toparon con los de otro alfa en el otro extremo del local.

Sin pensarlo dos veces abandonó en la pista de baile al tipo desconocido y avanzó a base de empujones hacia ese irresistible alfa. Se plantó frente suyo y sin importarle que estuviera hablando muy cariñosamente con un beta, lo cogió por la muñeca y lo arrastró hasta el centro de la pista, colgándose instantáneamente de su cuello e incitándolo a poner sus manos en su cintura... o más abajo.

Se pegó todo lo posible a él y lo analizó bajo las luces de colores de la discoteca. Era más alto que él - lo cual no era nada difícil con su ridículo metro sesenta - tal vez cerca de veinte centímetros, un poco menos, le pareció que tenía el cabello de un color marrón claro aunque con las luces rojas de esos momentos era difícil decirlo. De lo que sí estaba seguro era de sus bonitos ojos oscuros y sus apetecibles labios. Sin duda atractivo. Sus facciones eran bastante delicadas para ser un alfa, pero innegablemente varoniles.

Y su aroma... oh Dios, su aroma era como una droga para Yuri, el puto paraíso, que pese al olor de alcohol de su aliento se podía apreciar ese refrescante olor a bosque húmedo.

Enterró sus manos en el sedoso pelo del alfa y este acabó bajando sus manos hasta su trasero sin pudor alguno. Yuri sonrió complacido ante eso y dio un beso húmedo en el lóbulo de la oreja del más alto. Una pequeña sonrisa traviesa se formó en su rostro cuando soltó un jadeo y ejerció más fuerza con sus manos.

Inevitablemente sus labios se encontraron. Yuri tiró del cabello del alfa sacándole un gruñido primitivo de la garganta que lo encendió aún más. Sus labios se tocaban una y otra vez, sus lenguas se enzarzaban en una lucha por quién lograba el control. Ambos parecían competir por quién era más rápido, más profundo, más placentero.

Yuri soltó un gemido y se separó unos pocos centímetros de los labios del otro, necesitando coger aire y recuperar el aliento. Notó como las manos contrarias se metían por debajo de su ceñida camiseta y acariciaban su torso, provocándole escalofríos. No tardaron ni dos segundos en volver a unir sus labios.

El omega debía reconocer que esa estaba siendo una de sus mejores conquistas.


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