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Viejo Amor - CHERIK AU. por AlatheaMorwellan

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Charles llegó a su casa muy temprano en la mañana, con la peor resaca en los últimos diez años, y el corazón alborotado dentro de su pecho.

¿Qué había hecho?

Intentó lavar los recuerdos de la noche anterior mientras el agua caía sobre su piel. Había buscado a Erik completamente ebrio, con el corazón destrozado, y con un puñado de acusaciones que habían terminado en un enredo de sábanas y sentimientos mezclados.

Suspiró abatido, apoyando la frente en los azulejos del baño.
Aún podía sentir las caricias de Erik cayendo como brasas sobre su piel.

Tonto, estúpido Charles. Había estropeado todo.

Y lo peor era que aunque su mente lo reprendía, su corazón no se arrepentía ni por un segundo.

¿Quién podría arrepentirse de un maravilloso instante en el paraíso?

Él.

Bueno, no él. Si no su parte preservadora. La que le había permitido seguir adelante aún cuando la ruptura con su esposo lo había destrozado. La que le había permitido sonreír frente a sus hijos y seguir adelante por ellos, aún cuando tenía ganas de llorar hasta quedarse sin lágrimas.

Erik había sido su felicidad, pero también su más grande tragedia personal.

No podía volver a permitirse caer. Tenía que ser fuerte, y seguir a su razón que a fin de cuentas era quien lo había mantenido los últimos años a flote.

Su indulgencia lo había llevado demasiado lejos. No podía volver a permitirselo otra vez.

* * *

- ¿Papá? ¿Estás oyéndome? - Peter pasó su mano en frente de los perdidos ojos de su padre. Lo notaba extraño desde que había vuelto del colegio.

Charles salió por enésima vez en lo que iba del día de los pensamientos que tenían el nombre de Erik grabado por todas partes. No importaba que tanto se esforzara, una y otra vez su mente caía a esa tibia habitación donde se había sentido amado como no se había sentido en demasiado tiempo.

Estúpida vulnerabilidad.

- Estoy aquí, cariño. Pensaba en el trabajo. - Mintió sin mirarlo. - ¿Qué decías? -

- Nada importante. Ahora dime... ¿Qué sucede contigo? Estas raro. ¿Peleaste con papá? - El joven preguntó enarcando una ceja.

A Charles le resultó dolorosamente adorable la forma en que su hijo mayor se parecía tanto a su padre. Fresco, directo, despreocupado.

Todo lo contrario a él.

- No, cariño. Esto no tiene nada que ver con tu padre. -

Mentiroso. La voz implacable de su consciencia lo golpeó.

Decidió ignorarla.

- ¿Quieres acompañarme a buscar a Lorna al colegio? - Charles preguntó con una sonrisa, intentando cambiar el tema.

Su hijo negó.

- No será necesario, papá irá por ella. Eso era lo que intentaba decirte, llamó hace un rato. Además dijo que tenía que hablar algo contigo. -

El estómago de Charles se revolvió.

¿Realmente había creído que podría huir de Erik?

- Entiendo. Entonces... bueno, ¿quieres que te prepare algo para merendar? - Preguntó intentando distraerse. Tal vez si ocupaba sus manos cocinando, no se arrancaría el pelo en un ataque de ansiedad.

Tampoco es que quisiera quedarse calvo con treinta y siete.

- No. No tengo apetito. -

Charles observó a su hijo como si le hubiesen salido dos cabezas.

- ¿Tú rechazas comida y yo soy el que está raro? Hijo... ¿Te sientes bien? - Charles se acercó a Peter y apoyó su mano en la frente del joven.

- Viejo... estoy bien. -

- Bueno, temperatura no tienes. - Charles comentó confundido. - Y deja de llamarme viejo. ¡Tengo menos de cuarenta! - Protestó ofendido.

El menor rió.
- Tal vez si no te vistieras como una persona de sesenta, la gente creería la edad que tienes. -

- ¡Tú eres el único que me llama viejo! Además mi ropa no tiene nada de malo. Es formal y... -

- Antigua. La palabra que buscas es "antigua". - Su hijo completó por él y Charles le lanzó una mirada glaciar.

Él no tenía ningún problema con su vestimenta. Lo hacía ver serio, y confiable. Y era todo lo que necesitaba en su trabajo.
No es como si tuviera demasiada vida social como para requerir otro tipo de atuendos, y ya había pasado esas épocas en las que buscaba llamar la atención de alguien con una prenda diferente.

Ese alguien siempre había sido Erik. Luego de su separación, ya no había vuelto a esmerarse de esa manera.
No había querido volver a llamar la atención de nadie. Ni siquiera en las citas que Raven le había arreglado las últimas veces.

El pensamiento lo hizo suspirar. ¿Alguna vez había olvidado a Erik? Porque desde que su ex-esposo había vuelto a mostrar interés en él, pareciera que todo lo que había creído olvidado, había despertado de un profundo sueño.

El enojo lo invadió ante ese pensamiento. La sola idea de pensar que sus sentimientos dependían de las acciones de Erik le provocaba querer golpearse. No era mucho mejor que un perro hambriento a la espera de un hueso y un mimo de su dueño.

- No tengo problema en que atrapes a un anciano con esa ropa, pero trata al menos de que sea millonario. Ya sabes, uno que nos lleve a viajar por el mundo y esas cosas... - Peter repuso soñador.

Charles rió porque gopearlo no era una opción. Y porque no quería pensar más en Erik.

- Estás cruzando la linea de fuego, pequeño travieso. Soy tu padre, ¿no merezco algo de respeto? - Charles inquirió fingiendo dramatismo.

Peter rió.
- Tienes razón. Mejor que sea un millonario de tu edad, pero que no tenga hijos y nos adopte a Lorna y a mi. Y nos de todo. - Peter comentó entusiasta.

Charles lo miró incrédulo sin poder contener la risa.
- Eres maquiavélico. ¿Acaso es algo usual en ti pensar en ese tipo de cosas? -

- No, no realmente. Suelo preferir que papá o tú ganen la lotería, y ser millonarios de esa manera. Así que no le digas que estuve a punto de cambiarlo por un millonario ficticio, entendido? -

Charles deslizó su pulgar e índice pegados a lo largo de su boca, cerrando un cierre imaginario. 
- Tú traición esta a salvo conmigo. -

- Gracias viejo, prometo llevarte al mejor asilo del mundo cuando seas viejo. - Peter soltó burlonamente, y sin quedarse a escuchar la réplica ofendida de su padre, subió a su cuarto estallando en carcajadas.

Media hora después, el timbre sonó y las manos de Charles se volvieron temblorosas. Tenía miedo de enfrentar a Erik.

Salir con un cartel a la calle que dijera "Cobarde", le avergonzaría menos que haber huido de la cama de Erik como un asesino que se escapa de su escena del crimen.

Tomó aire, abrió y cerró sus manos varias veces para recuperar su estabilidad, y finalmente abrió con la expresión más neutra que pudo. Después de todo su profesión le había enseñado a tener un completo manejo de sus expresiones corporales.

Aunque al parecer con Erik últimamente no pudiese controlar absolutamente nada.

- ¡Papi! - Lorna se echó a sus brazos con efusividad, y el la rodeó en un cálido abrazo ignorando la penetrante mirada de su ex en el proceso.

Mientras más tiempo pudiera evitar caer en esa intensa mirada, mejor seria para él.

- Hola, mi amor. ¡Te extrañé mucho! - Repuso contra la coronilla de su hija, y entró con ella, esperando casi milagrosamente que Erik se fuera.

Pero no lo hizo. Entró detrás de ellos y cerró las puerta tras él.

Estaba atrapado.

- Yo también te extrañé. ¡Pero papi me ha dicho que anoche no te sentías bien y que él te revisó. ¿Qué tenías? - Lorna inquirió preocupada.

Charles cerró los ojos y contó hasta diez para no matar a Erik. 
Sus miradas se cruzaron, y casi pudo palpar el destello burlón en sus ojos.

¿Cómo podía hacerle algo así?

Venganza, claramente. 
Infantil.

- Nada, cariño. Nada grave, no te preocupes. ¿Me ves? Estoy bien. - Le sonrió para tranquilizarla, y la pequeña asintió.

- Me alegro, papi. Iré a cambiarme el uniforme. - Lorna anunció, mientras tomaba su mochila de la mano del mayor de sus padres. Se giró hacia él. - Gracias por haberlo cuidado anoche. ¡Nos vemos mañana, papi! - La niña plantó un beso en la mejilla de Erik, y salió corriendo escaleras arriba como su hermano antes que ella.

Charles comenzaba a odiar los silencios incómodos en su sala con Erik, cuando sus hijos desaparecían.

- ¿Piensas huir también de tu propia casa, Charles? - La voz fría de Erik se deslizó entre ellos, provocando un escalofrío en la columna de Charles.

- Mira, Erik... lo que sucedió anoche fue... -

- Oh, no. No te atrevas a salir con esas mierdas, Charles. ¿Fue un error? ¿Fue sin querer? No te atrevas a soltar alguna basura de esas... -

Charles tragó nervioso. Eso era exactamente lo que pensaba decir porque realmente creía que había sido un error. En sus cinco sentidos jamás hubiese ido en busca de su ex y hubiese estropeado aún más la tensa relación que ya llevaban.

- No es basura, Erik. Realmente yo no tendría que haber ido a tu casa anoche, mucho menos borracho. Y me disculpo por eso. Fue un completo error, y... -

- El único error aquí es que no puedas admitir que me amas. Que a pesar de todos estos malditos años separados tú y yo... -

Charles lo silenció. Esto ya estaba yendo demasiado lejos.

- No existe un tú y yo, Erik. Y si crees que por compartir una noche de sexo hemos limado las asperezas de nuestro divorcio, estas completamente equivocado. -

Si su corazón se oponía completamente a su discurso, no pensaba admitírselo en voz alta. Para el caso no creía que Erik realmente lo amase. Y no se haría esperanzas a partir de una más que probable confusión de parte de su ex-esposo.

El rostro de Erik se contorsionó en una fría mueca que lo asustó un poco.

- ¿Sólo sexo, Charles? - El mayor eliminó la distancia entre ambos, y lo tomó por el brazo con cierta brusquedad. - Yo te hice el amor. No fue algo frívolo como intentas hacerlo ver. ¿Y tu? Tú lloraste entre mis brazos anoche, tú querías consuelo, y yo también lo necesitaba. - Erik repuso con su voz grave, manteniendo un tono bajo, pero derramando sentimiento en cada palabra.

A Charles se le estrujó el corazón. Erik sabía que botones presionar para hacerlo sentir, pero él no quería sentir. No quería sufrir.

- Erik... lamento haber huido, pero créeme que lo pensé todo el día y fue un momento de debilidad. Yo sigo creyendo que hicimos lo correcto al separarnos, y debemos seguir como hasta ahora. Lo de anoche es algo que no deb--... -

Los labios de Erik chocaron con furia contra los suyos en un beso rudo que lo dejó aturdido. Su mente le gritaba que lo apartara, pero su boca parecía dispuesta a recibir todo el enojo de Erik. Su ex se apoderó con su lengua de la suya propia, golpeándola con furia, raspando con sus dientes los sensibles labios de Charles.

Más que un beso era un castigo. Un castigo del que Charles no podía ni quería escapar.

Erik terminó el beso con la misma brusquedad con que lo había comenzado, dejando a Charles confundido, y agitado.

Los labios del mayor se curvaron en una débil sonrisa.

- Desde tu perfecto y estructurado cerebro, niega todo lo que sientes, Charles. Pero tu cuerpo responde por ti, y tus reacciones no mienten. Tú aún me amas. Y no me detendré hasta que lo admitas en voz alta. -

- ¡Estas completamente loco! - Charles lo acusó con una alteración que era poco propia de él.

Erik había enloquecido, y lo estaba enloqueciendo a él también.

- No. No estoy loco. Loco estuve al dejarte ir porque era joven y estúpido. No cometeré el mismo error dos veces. Y no dejaré que tú lo hagas tampoco. -

- ¡Papi! - La voz de Lorna sonó desde arriba, y Charles tardó unos momentos en reaccionar. Las palabras de Erik lo tenían demasiado aturdido aún.

¿Qué había cambiado en él? ¿Por qué decía todo eso?

- Atiende a nuestra hija. Y... piensa en esto, Charles. No me rendiré contigo. Hasta mañana. -

Y sin esperar más, Erik se marchó. Dejándole la horrible sensación de que, al igual que en el ajedrez, su ex lo tenía apresado en su propio jaque.

* * *


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