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Viejo Amor - CHERIK AU. por AlatheaMorwellan

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Charles salió de su consultorio completamente agotado. La tarde era agradable, una leve brisa otoñal le alborotó el pelo y cerró los ojos disfrutando del aire puro de afuera.

Caminó sin prisa al café que estaba a tres cuadras, donde se encontraría con su hermana para conversar un rato. Raven seguramente llegaría tarde, como usualmente hacía, así que decidió disfrutar del trayecto con calma. Nada lo apuraba. Estaba de buen humor.

Su celular sonó cuando estaba a mitad de camino, y sin prestar atención a quién era, atendió. 

- ¿Hola? - 

- Hola, Charles. Que milagro que me hayas contestado. ¿Debería recordar éste día cómo uno especial? - La irritante voz de Erik le puso los pelos de punta. ¿Por qué no se había dignado a mirar la pantalla antes de contestar?

- ¿Qué quieres Erik? - Respondió sin mayores rodeos. Lo que sea que fuera a pedirle quería saberlo rápido.

- Escuchar tu dulce voz. Extrañaba sentir el cariño con el que me tratas... - La burla en la voz de su ex era palpable, y Charles sintió su sangre hervir.

- Si piensas continuar haciéndote el tonto cortaré, Erik. Dime qué quieres o no molestes. -

- Ok, ok. Tranquilo. Sólo quería preguntarte si podemos cambiar los días de la semana que viene, mi compañero está enfermo y tengo que cubrirlo. ¿Es mucho pedir? - Su voz era suplicante, y Charles odiaba no poder negarse cuando sus motivos eran tan válidos.

- No hay problema. Los cambiamos. Pásame después por whatsapp tus horarios y me organizaré. ¿Eso es todo? - Inquirió bruscamente.

- Sí, Charles. Eso es todo. Gracias, nos vemos. - Erik cortó la llamada y Charles guardó su teléfono con mal humor.

Su día venía tan bien... ¿por qué tenía que ser arruinado por una absurda llamada? ¿Y por qué demonios Erik no se dignaba a mandarle mensajes por escrito? 

Intentó despejar todos los pensamientos que tuvieran que ver con su ex y entró al café donde milagrosamente su hermana ya estaba sentada esperándolo.

- ¡Rav! Nunca creí que diría esto pero lamento la demora. ¿Cómo estás? - Charles abrazó cálidamente a la joven y tomó asiento frente a ella.

- ¿Viste hermanito? ¡Llegué temprano! Y estoy bien, gracias. Aunque a juzgar por tu cara tú no lo estás. ¿Sucede algo? - Raven lo miró fijamente como intentando adivinar. 

Charles dejó escapar un suspiro y comenzó a hojear la carta que tenía delante suyo. No quería ver a su hermana a los ojos.

- Me llamó Erik para cambiar los días con los niños y me molestó. Eso es todo. ¿Tú? ¿Qué cuentas de bueno? -

- Ay, mi cuñadito. ¡Qué raro! Siempre alterándote de una u otra manera. - La joven rió ante la mirada indignada de su hermano.

- Deja de llamarlo así, hace siete años dejó de ser tu cuñado. Y agradezco cada día por eso. - Charles repuso molesto.

- Aún no estoy segura porque se separaron pero no ahondaré en eso. Preferiría merendar en paz. - Raven comentó con inocencia mientras llamaba al mozo.

- Sabia decisión. ¡Creo que ya sé que quiero! Un café doble y un trozo de este delicioso pastel. ¿Qué opinas? - 

- Que necesitas una pareja con carácter de urgencia. - La joven sonrió dulcemente y Charles guardó sus protestas gracias a que el mozo apareció en escena.

Ordenaron su pedido y el hombre desapareció tras las mesas.

Charles no pudo evitar recordar lo que Erik le había dicho sobre su falta de impulsos sexuales, y ahora su hermana también creía que necesitaba un hombre. ¿Sería cierto?

- ¡Hey! Te estoy hablando y no me estás prestando ni un ápice de atención. - La chillona voz de su hermana lo sacó enseguida de su ensimismamiento.

- Lo siento, estaba distraído. ¿Qué decías? - Preguntó con una sonrisa dulce para apaciguar su enojo. Nada molestaba más a Raven en el mundo que ser ignorada.

- Que estuve pensando y te presentaré hombres. ¡Ya lo tengo decidido! - La joven se aplaudió a si misma, mientras ponía edulcorante al té que el mozo acababa de servirles.

Charles se atragantó con su propia saliva y comenzó a toser abruptamente. Cuando finalmente pudo volver a respirar, se centró en su hermana.

- ¿Qué demonios...? Raven, no me interesa tener citas. ¡Olvídalo! -

- Oh, vamos Charles. Sabes que lo necesitas, además conozco tanta gente. ¡Déjame usar mis contactos para algo útil! Y además Azazel tiene algunos clientes en la empresa que... ¡madre mía! Son unos bombones. Necesitas salir con alguien, aunque sea inténtalo por favor. ¡Le hará bien a tu autoestima! - La joven rogó implorante.

- Dios, Raven. No creo que funcione por varias razones. Primero, soy psicólogo. La gente odia eso, especialmente las potenciales parejas. ¡Temen ser psicoanalizados! Segundo, supongamos que sobreviven al hecho de que esa sea mi profesión... ¡Tengo dos hijos! Y uno de ellos tiene 17, nadie quiere tener que lidiar con un adolescente. Y por último, y no por eso menos peor... ¡Mírame! ¿Por qué crees que alguien iría a fijarse en mi? Soy aburrido, Rav. Y estoy bien con eso! No necesito verme sexy ni nada por el estilo. Así que creo que deberías simplemente desistir. - Charles concluyó con una sonrisa inocente.

- ¡Esas son patéticas excusas que te pones para no animarte! No me importa lo que digas, lo haré igual. Tienes 37 años, Charles. Que te hayas casado siendo tan joven y que no haya funcionado, no significa que aún no seas joven como para volver a intentar! - Raven declaró indignada. A estas alturas ya media clientela del café se había enterado de su edad y su estado civil.

- Rav... en serio. No necesito es-... - La voz de su hermana lo interrumpió.

- Si no aceptas gritaré ahora mismo. - 

- ¿Qué? ¡No, no te atrevas! No dejaré que me extorsiones de esa manera otra vez! - Exclamó indignado. Al parecer su hermana estaba desarrollando un gusto por esa horrible amenaza cada vez que se encaprichaba con algo y quería convencerlo.

- Gritaré en tres... dos... -

- ¡Detente, detente! Lo haré pero por favor no se te ocurra gritar! - Sus manos estaban empapadas de sudor y su voz sonó casi desesperada.

- Así me gusta, hermanito. Amo que odies tanto los escándalos públicos. ¡Siempre puedo usarlos en tu contra! - Ella declaró con una sonrisa autosuficiente en su rostro y dio un sorbo con completa calma, como si no hubiese estado a punto de gritar segundos atrás.

- Eres despreciable cuando quieres, Raven. ¡No puedo creer que me hagas estas cosas! - Tomó un amplio trago de café degustando su amargura. En líneas generales lo prefería cortado, pero con su hermana cerca, siempre era preferible que fuera puro y fuerte para bajar sus ideas insensatas.

Pasaron el resto de la tarde conversando sobre el ascenso de Raven en su trabajo, o sobre la cantidad de pacientes nuevos que habían llegado a Charles en los últimos meses. No volvieron a tocar el tema de las citas, aunque él sabía perfectamente que esa idea no saldría de la mente de su hermana menor hasta que la hubiera llevado acabo. No tendría más alternativa que aceptar y rogar que pasase rápido.

- Bueno Charles, te arreglaré una cita para éste fin de semana. ¡Ya tengo un candidato en mente! A decir verdad, varios. Pero vamos a empezar por uno, no? - Raven comentó emocionada mientras salían del café y Charles se sintió repentinamente con ganas de morir.

- Raven, querida... es un poco pronto, tal vez... - 

- Pronto se te caerán las carnes, Charles. ¡Aprovecha el momento! Te avisaré cuando sepa algo. Te quiero hermanito, saludos a mis sobrinos! - Depositó un afectuoso beso en su mejilla y salió caminando hacia el estacionamiento con fingido glamour. 

Charles rió y negó con la cabeza. Estaba completamente loca, era insufrible, pero era su hermanita y no podía no quererla. La saludó con un gesto de la mano y se fue directo hacia su casa. En cualquier momento Erik traería a los niños y tenía que llegar antes.

*                        *                          *

Apenas entró a su casa notó que los niños ya estaban dentro. Las mochilas tiradas en el sofá y las llaves del auto de Erik apoyadas sobre la mesa los delataban. Probablemente habían entrado con la llave que tenía Peter.

Dejó su saco en el perchero que tenía en la entrada, al igual que su maletín y cuando llegó a la cocina la imagen con la que se encontró lo dejó congelado. Erik le enseñaba a Lorna a cortar unas verduras mientras la niña intentaba imitar con cuidado sus suaves movimientos. Habían pasado demasiados años desde la última vez que había visto a su ex-esposo interactuar de esa manera con alguno de sus hijos, y no podía negar que era una tierna imagen.

Carraspeó con incomodidad tratando de hacer notar su llegada y ambos giraron al mismo tiempo, sorprendidos. Eran tan parecidos que resultaban adorables. Bueno, su hija. Erik no era adorable en absoluto.

- ¡Papá, llegaste! - Lorna exclamó con genuina felicidad. - Papi me está enseñando a cortar verduras. ¡Se me ocurrió que podía sorprenderte preparando la cena yo sola! Bueno... con ayuda de papi, sola sola no. - La niña comentó algo avergonzada y Charles le dedicó una cálida sonrisa.

- Es una magnífica sorpresa, cariño. Pero qué te parece si dejas que tu papi se vaya y yo te sigo ayudando? - Charles inquirió mientras sentía la mirada fija de Erik clavarse en su rostro. Cometió el error de mirarlo y una sonrisa enigmática se dibujo en el rostro ajeno.

- Pero papi no tiene nada que hacer o sí? Podría quedarse y podríamos cocinar los tres! - Lorna exclamó ilusionada y Charles sintió una dolorosa punzada atravesar su pecho. Al parecer Erik también sintió algo parecido porque su rostro se volvió serio repentinamente.

- Lo siento mi amor pero mañana tengo que estar en el consultorio desde temprano. Tengo muchos pacientes. Pero déjame decirte que eres una magnífica aprendiz de cocinera y sabes quién más cocina bien? - La pequeña negó, algo cabizbaja. - ¡Tu papi Charles! Él me enseñó todo lo que sé sobre cocina así que te dejo en las mejores manos, si? - Erik abrazó cariñosamente a su hija y Charles tuvo que desviar su mirada. Sintió su pecho llenarse de una calidez que hacía mucho no sentía y no era lo correcto.

- Entonces cocinaré con papi y te guardaré comida en un tupper para que pruebes. ¿Qué te parece? - La pequeña preguntó animada y ambos rieron. 

- Me parece perfecto mi amor, ahora dame un beso que me dure hasta que volvamos a vernos! - Erik acercó su mejilla y Lorna estampó un sonoro beso allí. 

El corazón de Charles comenzó a bombear con fuerza y se odió por eso. ¿Qué demonios estaba pasándole? Era como si su razón hubiese entrado en un sueño profundo y su cuerpo sólo estuviese siendo regido por sus emociones.

- ¿Charles? ¿Estás bien? - Erik se acercó con el ceño fruncido y no pudo evitar retroceder algo confundido.

- S-sí, sí. Estoy bien. Iré por las llaves para poder abrirte mientras tu te despides de Lorna y de Peter. - Sin esperar respuesta caminó hacia el living, tomó las llaves, y salió al patio delantero. Se apoyó en una de las columnas frontales. La necesidad de aire puro volvía a ser imperiosa y tomó varias bocanadas para intentar calmarse. ¿Después de siete años seguía sintiendo  en presencia de Erik? Esa realidad lo estaba perturbando. 

Y como si hubiese sido invocado, el protagonista de sus pesadillas apareció junto a él. Charles ni siquiera se sentía con fuerzas para mirarlo.

- Charles... ¿seguro estás bien? - Inquirió preocupado, acercándose quizás más de lo que era debido, pero Charles no pudo alejarse. Básicamente estaba encerrado entre Erik y la inoportuna columna.

- Estoy bien, sólo estoy cansado. Lamento haber llegado tarde, mi idea original era llegar antes que tú y los niños. Ya puedes irte tranquilo. - Charles intentó incorporarse pero Erik no se movió ni un milímetro.

- Charles... ¿tú te sentiste como yo allá adentro? - Su voz sonaba extrañamente ronca y en conjunción con su cercanía, Charles comenzó a sentirse mareado.

- Yo... no sé de que hablas, Erik. Por favor, tengo que entrar. - Se incorporó con cierta brusquedad y tras un leve empujón, se alejó de él llegando a la puerta.

- A veces olvido que no tienes sentimientos... - Erik soltó mordaz y Charles reaccionó como si un baldazo de agua fría hubiese caído por encima de su cabeza.

- Te equivocas, Erik. Tengo sentimientos pero los que tenía por ti murieron hace años. Buenas noches. - Y sin más entró, cerrando la puerta tras él. Se quedó ahí apoyado, respirando e intentando alejar las lágrimas que ardían en sus ojos. Oyó el auto de Erik partir, y aguardó intentando calmarse.

¿Por qué le afectaba tanto? Tal vez Raven tuviera razón y necesitase ver a otras personas. Habían pasado siete años desde su divorcio y una cita jamás le había durado más de cuatro salidas. No podía seguir así.

Saldría con todos los hombres que fueran necesarios hasta poder olvidar a Erik. 









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