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Dimensión Espejo por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Bueno, mentí, actualizaré antes el capítulo del viernes porque entre editando, modificando, arreglando ciertas cosas salió un capítulo más no planificado.

El viernes igual publicaré el siguiente. el que correspondía al 16.

 

 

XII

REVELACIONES

 

 

El sonido de unos nudillos chocando contra la madera paró en seco a las dos personas que estaban dentro de la enfermería separándose al instante mientras la puerta se abría dejando pasar a un preocupado Kanon que miraba cada centímetro del rostro de Saga hasta que su mente decidiera que se encontraba fuera de peligro.

— Dime que no le dijiste a papá— comentó Saga mientras su hermano aun lo observaba con detenimiento.

— ehm… no, pero le conté a mamá —Saga rodó los sus ojos ante la respuesta de su gemelo mientras este sonreía con inocencia. — Hey, no mires así, sólo me dijo que apenas estuvieras mejor le escribieras, si le hubiese dicho a papá el ya estaría acá — terminó de comentar ganándose un gran suspiro por parte de Saga.

— Yo, volveré con sus compañeros. Kanon tienes permiso para quedarte hasta que termine la clase y Saga apenas te encuentres mejor vuelve al salón — ambos chicos asintieron ante las palabras de su profesor y tras un asentimiento de su cabeza abandonó el cuarto trayendo consigo una extraña atmosfera que a Saga le comenzaba a preocupar.

— Saga, si esto es de alguna forma acoso, o se está aprovechando de ti, dímelo — Los ojos del gemelo mayor se abrieron en un segundo demostrando su clara sorpresa ante las palabras de su hermano.

— No sé de qué hablas Kanon — demencia, siempre se podía fingir demencia y/o incredulidad en esos casos.

— Digamos que antes de tocar la puerta alcancé a ver cierto acercamiento entre el profesor y tú, no me malinterpretes, no te estoy juzgando ni nada, sólo me preocupa que esto sea alguna especie de caso de acoso o abuso, considerando lo adorable que es nuestro profesor — concluyó mirando directamente a su hermano que lucía un rostro de querer morir en ese mismo momento.

— No, no es nada de eso, digamos que ciertas circunstancias y una serie de coincidencias nos llevó a ser algo más “cercanos”, es difícil de explicar incluso para mí la verdad Kanon — si, estaba atrapado y si no quería tener a su madre denunciando y su padre golpeando al mayor prefería al menos contar con la discreción de su hermano.

— Quien diría que te gustaban los mayores, Marín estará muy triste — Saga suspiró al mismo tiempo que llevaba la palma de su mano para masajear sus sienes al ver la sonrisa divertida en la cara de su hermano que no pareciera que se fuese a borrar en bastante tiempo.

 

 

***°***°***

 

 

Saga ya se sentía bien, ya podía caminar con normalidad y tras pasar la preguntas de preocupación del grupo más cercano a él del salón se reincorporó al día habitual de clases, con un par de aburridas clases, con la charla de profesores, con el bullicio de sus pares evitando que el profesor siguiera con su lección y con la esquiva mira del castaño que huía de él cada vez que se topaban.

Así había sido hasta que llegó la hora del almuerzo y cuando apenas había terminado de guardar el último de sus útiles en su mochila notó que el mayor ya había abandonado el aula de clases. Ignorando al resto de sus compañeros abandonó el salón y dio paso a la búsqueda del castaño en la sala de profesores, en la cafetería, en el patio, preguntándole a alguno que otro profesor por su paradero hasta encontrar la pista de que lo habían visto subiendo al tercer piso.

Nadie se acercaba al tercer piso por dos razones, por la leyenda urbana de que por ahí se escuchaban sonidos extraños y porque daba a la azotea, lugar prohibido para los estudiantes por los peligros, y nadie lo intentaba al estar siempre cerrado con llave.

Pero esta vez no lo estaba Saga lo notó cuando su mano pudo girar el pomo de la puerta. Lo primero que sintió fue una corriente de aire frío revolver algunas hebras de su cabello, y al fondo cargado sobre una muralla a su profesor fumando un cigarrillo mientras mantenía sus ojos cerrados.

Saga se le acercó, en una extraña necesidad repentina de hablar con el castaño, de repetir el beso de esa mañana, de saber más de su serio profesor y el del porqué de esa melancólica aura que despedía su cuerpo.

— Es primera vez que lo veo fumar — de sus labios salieron sus palabras casi como un murmullo que se mimetizaron con la brisa pero lo suficientemente claras para entregar su mensaje.

— No lo hago muy a menudo, es un mal hábito que creía que había dejado — la mirada verdosa del castaño finalmente hizo contacto con la del menor haciendo pensar de que si era realmente la brisa fría del lugar la que causaba que su piel se erizara.

La mano del león tomó la Saga y lo atrajo hasta su cuerpo hasta rodearlo con sus brazos.

— Hoy cuando te vi caer volví a sentir un miedo que creía que había superado— comenzó a relatar mientras sus brazos recibían el calor corporal del otro. —Llevo tiempo siendo un caballero dorado, he visto caer a más personas de lo que podrías imaginar por culpa de los titanes, tantas que hasta llega un momento en el que te acostumbras a ver caer un aliado en batalla—

— Pero no siempre fue así, al principio estaba tan o más asustado de lo que tu estuviste cuando recién fui arrastrado a la dimensión del espejo, pero en ese tiempo hubo alguien que me enseñó a mantener la calma perder el miedo y ese fue mi hermano, Aioros — Saga sintió el aliento caliente de Aiora contra su cuello hacerse más pesado y los brazos que lo apresaban apretar con más fuerza.

— Era mi hermano mayor, quien siempre me cuidó, mi imagen de padre, de héroe de bondad y de todo lo bueno que se me pudiese ocurrir, me cuidó hasta el final, me protegió del golpe de un titán sacrificándose a sí mismo — una larga pausa se hizo presente donde sólo el crujido de los dientes del león se escuchaba.

— Desde ese día todo a mi alrededor se vino abajo, si lo pienso, aun no me recupero del todo, ya ni si quiera puedo ver a mi madre sin que el dolor de sus ojos me recuerden que fui el culpable de que Aioros muriera en aquel lugar, no hubo un cuerpo al que enterrar, no quedó ningún vestigio que le dijera a mi familia que él no huyó, que no fue secuestrado, y que si estaba muerto. Me volví este bastardo al que conociste y te dañó — otra pausa larga, y un temblor en aquel cuerpo que lo mantenía inmóvil. Saga sentía cada vez más difícil pasar saliva y más difícil articular una palabra.

— Y no, no trates de negarlo, sé que lo fui, y sé de sobra que aún lo soy —  rió al concluir esa  frase—  pero a lo que voy con todo esto es que cuando vi tu cuerpo colapsar volvió ese miedo que creí extinto, no quiero preocuparte pero es muy extraño que un profesor corra como yo lo hice para ayudar a su alumno y sabiendo que eso podría acarrear problemas, no me importó en ese momento, sólo quería ver con mis propios ojos que aún respirabas y que sólo te desmayaste por lo enclenque que eres — la vista del mayor se levantó encontrándose directo con la del de cabellos azulados, Saga nunca había visto en él algún atisbo debilidad, nunca imaginó ver aquella acuosa película que recubría ese hermoso verde esmeralda, pero ahí estaba mostrándose ante él más real que nunca.

Sus labios se acercaron mientras sus bocas comenzaban a entre abrirse, sus alientos tibios pasar de una boca a otra hasta unirse, sintiendo la humedad y el calor de la ajena inundar sus cavidades, el calor parecía aumentar y en el interior de ambos el miedo a desaparecer y curar poco a poco el daño se habían hecho.

El tiempo pareció que se detuvo a su alrededor, algo demasiado cliché si lo pensaban, el sonido de la brisa ya no estaba, el ruido de los bulliciosos estudiantes tampoco, incluso el frío había cesado y todo lo cliché se aquella escena se acabó con un rugido que estremeció el suelo, su beso se cortó abruptamente y en tan sólo pocos segundos el color dorado de una armadura cubrió el cuerpo de Aioria.

Saga vio una estela dorada desaparecer en sus ojos cuando enfocó su vista al horizonte, sus manos comenzaron a temblar.

Aquello no era nada parecido a cualquiera de los titanes anteriores, este casi les doblaba el tamaño, su aspecto negruzco cubierto de humo negro lo hacía verse aún más aterrador, aquella dos armas afiladas que tenía por brazos en forma de guadaña, una peligrosa batalla se avecinaba, una batalla que sentía dentro de él que sería demasiado para los tres caballeros.

En su mente brilló aquella idea, en su mente resonó un deseo casi como una brisa apenas audible.

Ese era, ese debía ser y pese a lo que el castaño le pudiese decir, él ya había tomado su decisión y para aquello necesita aceptar la maldición, hacerla suya, terminar con todo ese ciclo de muerte y dolor que llevaba siglos, y para aquello debía pedir su deseo al dueño de aquel circo, no al payaso alado que se presentó frente a él extendiendo su mano para un nefasto contrato.

— Él es cronos ¿Aterrador no?, uno de los titanes más poderosos que pudiesen enviar, será una difícil batalla para nuestros caballeros — La calmada voz de Niké molestaba de sobremanera a Saga, ese tono desinteresado y ese rostro divino comenzaba a odiarlo cada vez más.

— ¿Vez esa nueva luz luchando contra Cronos? — preguntó mientras él ahora mantenía su mirada fija en las estelas doradas que lanzaban sus poderes al titán. — No recuerdo bien su nombre, pero tenía el pelo castaño igual que el anterior portador de la armadura de Sagitario, su deseo fue bastante noble, sólo pidió ayudar a su madre enferma, pero quizás no alcance a ver realizado su deseo…—

Saga retrocedió un paso, aquella nueva luz que se había unido al combate había caído, seguido de una bruma dorada que se desvanecía en el aire.

— Niké, creo que ya sé cuál es mi deseo— aquel miedo, aquel pavor que mostraba su mirada se esfumó por completo, Saga ahora sabía lo que debía hacer, estaba decidido y si tenía que sacrificar incluso su libertad, su propia vida por un futuro incierto lo haría.

El brazo alado de la diosa se extendió para sellar el pacto, Saga hizo lo mismo hasta tocar con sus dedos las plumas de la pequeña figura ante él.

 Pero nada ocurrió, no sintió nada recorrer su cuerpo, ningún brillo dorado lo envolvió.

— Vaya, un deseo muy poderoso, uno que yo no puedo entregar — la esperanza que yacía en Saga flaqueó, aquello era todo lo que quedaba, cada vez había menos tiempo, cada vez el titán avanzaba más y más destruyendo todo a su paso mientras otra luz dorada se extinguía en el aire.

— Un deseo así de grande requiere una bendición especial, y tú ya conociste quien puede entregarla — la desesperación abandonó a Saga y con un asentimiento de cabeza volvió a tomar el ala de Niké quien en un abrir y cerrar de ojos lo llevó hasta donde descansaba Atenea.

— Híncate ante a la Diosa humano, demuestra tu devoción y cuando estés listo toma una de sus manos y bésala para sellar el contrato — Saga siguió los pasos, con nerviosismo, su aliento cada vez más pesado, con el latir de su corazón presionando hasta sus oídos, con sus manos temblorosas mientras tomaba aquella pálida mano dorada pero con una férrea decisión en su mente.

 

 


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