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Fantasía por black_leger

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Limpio el espejo empañado por el vaho para ser recibido por un reflejo al que un le costaba acostumbrarse, no era que su rostro hubiera cambiado o que le molestara ver las heridas en sus labios o la amarillenta y pálida gargantilla alrededor de su cuello, solo eran heridas que se desvanecerían en un par de días más sin dejar rastro de que alguna vez estuvieron ahí, sus ojos eran el problema, con el transcurso de los días habían perdido su brillo hasta que finalmente su reflejo termino devolviéndole una mirada apagada y muerta, pero el cambio no se detuvo ahí, lo primero que perdió fueron sus iris, fue como si sus pupilas se hubieran dilatado hasta hacer que el color de sus ojos desapareciera, tal vez si las cosas hubieran terminado ahí, hubiera podido acostumbrarse más a aquel aspecto, pero aquella profunda oscuridad continúo expandiéndose hasta que finalmente sus ojos se volvieran completamente negros, dos abismos de una perpetua oscuridad que no soportaba ver por demasiado tiempo.

Aparto la vista de su reflejo, agitado y aferrándose al lavabo, no lo soportaba, no quería ver al abismo que tenía frente a sí, quizás sería bueno que quitara los espejos de la casa al menos hasta que lograra acostumbrarse a su nueva apariencia, al menos podía sentir un poco de consuelo en el hecho de que esta vez había durado más tiempo observando su reflejo, seguramente con el tiempo lograría acostumbrarse y dejaría de importarle la apariencia de sus ojos, aunque por ahora lo sentía imposible, con un suspiro agotado salió del baño y camino a su habitación, podía escuchar el sonido del televisor desde la planta baja haciendo que sonriera, le parecía tan extraño contar con la presencia de otra persona a su alrededor que aún le costaba creer que fuera algo real sin embargo el ruido resultaba una agradable confirmación de que lo era.

Entro colocando el seguro a la puerta, aunque sabía que Eduardo no entraría, una vez que bajaba trataría de evitar en la medida de lo posible volver a subir, quizás porque a pesar de los días que habían pasado y que su andar se había vuelto menos torpe, continuaba teniendo cierto recelo a las escaleras, le vio resbalar y caer por ellas más veces de lo que le gustaría, sin embargo, cada vez que intentaba ofrecer su ayuda terminaba siendo rechazado.

Comenzó a vestirse mientras pensaba en todo lo sucedido en los últimos días, era curioso que pese a encontrarse encerrado en su casa por poco más de una semana, no había tenido tiempo de pensar mucho en nada de lo que estaba sucediendo, literalmente había estado conviviendo con una criatura que solo debería existir en un cuento de hadas, que paso toda su vida esperando encontrar algún día incluso si su parte más racional siempre está ahí recordándole que algo así no podía ser existir, debió haber pasado todos esos días con miles de preguntas hacia su nuevo compañero que parecería incluso más apático de intercambiar alguna palabra que él.

Todo había sido realmente confuso en los últimos días, su estado emocional no había sido el ideal y en más de una ocasión estuvo a punto de hacer cosas de las cuales se encontraba terriblemente arrepentido y que bajo circunstancias normales ni siquiera habrían pasado por su cabeza, era aterrador pensar que, si Eduardo no hubiera detenido, él ni siquiera estaría ahí en aquellos momentos.

Solo podría describir aquellos días como los más oscuros que había experimentado en su vida, cuando se desmayó en el baño pensando que todo lo que había ocurrido no era más que un sueño, realmente creyó que era cierto al ver que se encontraba en su cama al despertar, pero aquel pensamiento fue rápidamente refutado al darse cuenta que se encontraba siendo vigilado por la sirena que ahora había asumido una apariencia completamente humana, lo único que delataba su verdadera naturaleza eran sus manos que continuaban manteniendo el mismo tono negro que hacía que pareciera que se encontraban cubiertas de tinta y sus garras, pero si alguien era lo suficientemente atento también sería capaz de notar los caninos dobles que eran el único delator de los colmillos que había perdido; con paso lento se asomó por la ventana de su habitación comprobando que la gata de Edd continuaba en el patio plácidamente dormida tomando el sol de la mañana, había sido realmente irresponsable de su parte haberla desentendido por dos días enteros, pero él ni siquiera estuvo consciente durante todo ese tiempo como para haber podido hacer algo por ella, para su fortuna y sorpresa descubrió que su nuevo compañero se había encargado de alimentar al felino todo ese tiempo.

Se dejo caer sobre la cama sin preocuparse mucho por su cabello mojado, no podría decir que esos dos días en que permaneció inconsciente fueron realmente malos, quizás porque lo único que podía recordar de ellos era una leve sensación de inquietud, pero no podía negar que los días siguientes a ellos fueron un calvario.

Había despertado tantas veces con pesadillas tan vividas que apenas había dormido en los últimos días, incluso esa mañana fue una de ellas la que le hizo levantarse finalmente de la cama, no recordaba de que trataba aquel ultimo sueño, pero si lo que le hizo sentir, tristeza, enojo, frustración, melancolía; suspiro pesadamente tallando sus ojos en un intento de continuar manteniéndose despierto, jamás hubiera imaginado que en los últimos días conocería aquellos sentimientos tan profundamente que comenzaría a replantearse su vida entera y terminaría por concluir que le haría un favor al mundo terminando con su existencia, incluso ahora que todos aquellos abrumadores sentimientos habían dejado de nublar su juicio, todas las preguntas que habían dejado atrás continuaban ahí atormentándolo.

Si moría en aquellos momentos, ¿a quién le importaría?

¿A sus padres? No, ellos probablemente lamentarían su muerte por un tiempo y luego sencillamente continuarían con su vida, como si nada hubiera pasado y solo recordándole de vez en cuando hasta finalmente dejar de hacerlo, su muerte seguramente solo sería un suceso más en su vida que terminarían superando continuarían con su vida de la misma forma en que lo había hecho luego del divorcio.

¿A sus amigos? ¿Qué amigos exactamente? No podía considerar que tenía una amistad con aquellos con quienes solía trabajar y conocía demasiado bien lo que rumoreaban sobre él como para saber que no podría contar con esas personas ni en lo más mínimo. ¿Podía considerar a sus vecinos como amigos? Quizás, pero un no, sería la respuesta más apropiada, pasaron años estudiando juntos, aunque nunca estuvieron en los mismos círculos sociales, ni siquiera podía recordar si alguna vez hablaron entre ellos alguna vez y ahora que vivían como vecinos, no podría decir que fueran amigos exactamente, era cierto que de vez en cuando solían invitarlo a salir con ellos, pero más allá de aquellas salidas poco habituales y la obligatoria cortesía vecinal, continuaban siendo los mismo desconocidos que solo interactuaban por el mero hecho de ocupar el mismo espacio.

¿Su pareja? ¿Cuál? ¿Tord? Eso sería una bonita mentira en la que le gustaría creer, pero una mentira al fin de cuentas, nunca hubo realmente una verdadera relación entre ellos, Tord quería sexo y él se lo ofrecía, cualquier cosa que necesitara o buscara se la daría sin chistar y eso fue lo que hizo funcionar su relación por tanto tiempo, si es que a eso se le podría llamar relación. Él era quien necesitaba de Tord, quien deseaba infantilmente que su amor fuera correspondido, que ilusamente creía que si se esforzaba lo suficiente en demostrarle cuan profundamente lo amaba las cosas cambiarían; tal vez la Eduardo tenía razón y era un estúpido masoquista que a pesar de ser consciente de todo eso, continuaba aferrándose a ese cruel amor que le había acompañado desde que era un niño.

Pero…, si las cosas realmente fueran así, ¿por qué continuaba ahí?

La respuesta era tan simple que resultaba graciosa por su ironía, su nuevo compañero era quien se había encargado de velar por su vida todo ese tiempo, la misma criatura que estuvo a punto de matarlo, ahora era quien cuidaba de él.

Aun le sorprendía lo rápido que había reaccionado Eduardo la primera vez que trato de dañarse a sí mismo, fue demasiado rápido deteniéndolo a pesar de que en esos momentos aún era terriblemente torpe, lo único que logro en su infructífero intente de suicidio fue un profundo corte causado por su forcejeo al intentar terminar lo que había comenzado; sinceramente nunca espero ser detenido y ni terminar siendo consolado cuando rompió en llanto frustrado de ser incapaz de hacer aquello que en esos momentos se sentía como el único alivio que sería capaz de conocer en su vida, ese fue el único incidente realmente grave que había ocurrido en aquellos días y todo gracias a la atenta vigilancia del otro que había pasado todos aquellos días asegurándose de que nada como aquello volviera a repetirse.

Ahora que lo notaba había comenzado a pasar cada vez más tiempo solo conforme su estado emocional había ido mejorando, realmente era tonto como para percatarse muy apenas de algo como eso y más tonto aun para apenas caer en cuenta que en ningún momento había agradecido la preocupación del otro, era la primera vez que alguien mostraba un genuino interés por él y ni siquiera había mostrado la más mínima señal de gratitud.

Bueno, no era muy tarde para enmendar su descuido, quizás ellos podrían finalmente salir, hacer algo juntos, cualquier cosa, tal vez comer fuera, eso sonaba realmente bien y la idea sencillamente le emocionaba, además dudaba que pudieran comer algo decente en casa considerando que prácticamente habían agotado con casi toda la comida que únicamente había durado tanto porque había vaciado el refrigerador de sus vecinos, al menos saber que no quedaba comida que pudiera perecer, era una preocupación menos de la cual encargarse hasta que ellos volvieran.

Salió de cuarto dejando que por unos cuantos segundos sus dedos se deslizasen por los signos tallados en el marco de la puerta, él tampoco les había prestado mucha atención a ellos, pero también se encontraban en los azulejos del baño y en algunas ventanas, ahora con su mente más despejada no podía evitar comenzar a sentir cierta curiosidad hacia ellos.

Se detuvo antes de entrar a la sala, varios de sus libros de cuentos se hallaban apilados sobre la mesa de centro, mientras que Eduardo sostenía uno de ellos con una sonrisa burlesca en su rostro.

—Ahora entiendo de donde sacaste la mayoría de tus estúpidas ideas —se burló sin despegar la vista de su lectura actual—: Eres tan bella, tan hermosa y tan honesta que quiero hacerte un don, a cada palabra que dirás saldrá de tu boca una flor o una piedra preciosa, dijo la vieja hada —cito el párrafo que había leído momentos antes y luego soltó una carcajada—. Que estupidez. Cada historia se vuelve más ridícula que la anterior, cuentos idiotas que premian la virtud como si el mundo fuera realmente justo, pero, bueno, supongo que siempre debe haber tontos que crean en eso para que otros puedan aprovecharse de ellos, ¿no crees?

Todas aquellas palabras eran claramente dirigidas a su persona, odiaba aquella forma que tenía el otro de elegir las palabras apropiadas para burlarse de él y lanzarse verdades de las cuales se encontraba dolorosamente consciente, pero que prefería ignorar; su rostro ardía en una extraña mezcla de vergüenza e irritación, no iba a aceptar aquella burla y no se quedaría ahí parado sin hacer nada.

—Si mis libros te parecen tan ridículos, ¿por qué sigues tomándolos? —pregunto mientras arrebata el libro de las manos de la sirena.

El moreno miro sus manos vacías donde segundos antes había estado aquel libro y chasqueo su lengua con una ligera irritación, bajo otras circunstancias quizás su reacción no hubiera sido la más agradable, de hecho, no hubiera tenido absolutamente nada agradable, pero podía hacer una pequeña excepción considerando la situación y la persona que tenía frente a él.

—Alguien finalmente comienza a saber lo que es tener agallas —dijo con una ligera sonrisa en sus labios.

Parpadeo un par de veces confuso antes de darse cuenta de lo que había hecho.

—Perdón, no era mi intención, no quería… —¿qué había hecho?, ¿por qué lo había hecho? Él nunca había actuado de aquella forma.

—¿Siempre tienes que disculparte por todo? —pregunto rodando los ojos con fastidio y un tanto de decepción.

—Fue grosero.

—¿Y qué? No es tampoco como si estuviera dándote halagos, aunque tampoco mintiéndote.

—¿Solo estabas burlándote de mí?

Su respuesta fue un simple encogimiento de hombros.

—¿Por qué te sorprende? Es fácil molestarte y nunca haces nada cuando sucede. ¡Felicidades!, es la primera vez que haces algo por ti.

No sabía que decir y realmente no quería hacerlo, había cierto tono irónico y burlesco en aquellas palabras que de alguna manera sonaban sinceras, como si hubiera un verdadero alago tras ellas y tal vez lo había, siempre aceptaba ser la broma de otros y jamás responder a ninguna provocación, sencillamente no estaba en su carácter o al menos eso es lo que siempre se decía a sí mismo.

Dejo el libro sobre la pila en la mesa y tomó asiento en el otro extremo del sofá mirando al televisor puesto en lo que seguramente sería un canal al azar.

Miraba el programan sin ningún interés mientras dejaba que sus pensamientos vagaran sin aterrizar en nada en concreto, su deseo de salir aun continuaba ahí, pero de alguna forma no sentía que fuera el momento más apropiado para hacer su propuesta.

El programa termino y comenzó uno nuevo, nunca antes se había percatado de cuan realmente silencioso podría ser el vecindario cuando sus vecinos no se encontraban alrededor, de cierta forma se sentía realmente extraño percatarse de todos aquellos detalles a los que nuca les había prestado atención, arqueo una ceja, curioso de ver al otro con su teléfono que podría jurar había dejado en su habitación, no le molestaba que tomara su teléfono, no tenía nada que le importara ocultar, aunque era un tanto sorprendente lo rápido que la sirena se había adaptado al uso de la tecnología, incluso podría decir que en poco tiempo su manejo era mejor que el suyo que paso su vida conviviendo con ella.

—Eduardo.

—¿Qué? —respondió sin apartar la vista del aparato en sus manos, no se encontraba haciendo nada importante, únicamente ingresaba preguntas que despertaban su interés y comenzaba a leer cualquier cosa relacionada, solo para repetir el proceso una vez que se aburriera o pensara en algo más interesante.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Acabas de hacerlo ya, ¿no?

—Mis ojos, ¿volverán a la normalidad?

—¿Te preocupa que otros los noten?

Asintió ante la pregunta y luego escuchar como el otro chasqueaba la lengua.

—Mira hacia mí.

Enmudeció ante lo que veía, frente a él se encontraba su teléfono en modo de vídeo y en la pantalla podía verse a sí mismo, pero a diferencia de su reflejo en el espejo, sus ojos estaban ahí.

—No me preguntes como, ni siquiera yo estoy seguro —dijo para evitar dar explicaciones que no tenía, había descubierto aquello por mero accidente al encontrarse jugando con el aparato—, así que no tienes que preocuparte por eso —no había respondido exactamente a la pregunta que se le había hecho, pero si a lo que seguramente sería el motivo de la misma, la verdad era que no se encontraba del todo seguro sobre la permanencia de aquel cambio aunque en teoría no debería serlo.

Miro al moreno que ahora se hallaba prestándole su entera intención, aquella muestra de interés era lo que había estado esperando para poder hablar libremente de todas sus dudas.

—¿Por qué paso esto?

—Supongo que conoces la frase: los ojos son la ventana del alma. ¿No? Bueno, a pesar de que esto es solo un préstamo, no deja de ser un daño, así que de una u otra forma tiene que reflejarse.

—Entonces, es como una herida.

—Correcto.

Bien, eso tenía bastante sentido, pensó sintiéndose un poco más tranquilo, podría vivir con eso, ahora que lo veía como una simple cicatriz quizás podría comenzar a ver con menos desagrado su reflejo.

—¿Sabes? Había estado pensando que mis ojos se ven un poco como los de Tom.

—¿Tom? —repitió el nombre intentando recordar si lo había mencionado antes, quizás lo hizo, pero simplemente no presto atención o sencillamente no le importo.

—Él vive al lado.

—¿El sujeto con ojos negros? —murmuro viendo como el otro confirmaba aquello, no quería tocar ese tema, no cuando ese niño parecía tener una especie de aprecio a los sujetos que vivían a un lado y no cuando sus intenciones estaban en deshacerse de ellos a menor oportunidad o al menos de los que veía como una posible amenaza.

—Desde que puedo recordar sus ojos siempre fueron así.

—¿En verdad? —pregunto con genuino interés.

—Si, pero después de un tiempo todos nos acostumbramos a su aspecto y las preguntas sobre sus ojos pararon, luego a todos nos pareció normal.

La ignorancia era felicidad y frente a él estaba la prueba de eso, aunque quizás era mejor así, lo que fuera que pensara ese niño sobre aquel sujeto tenía una explicación apegada a la ignorancia humana, aunque él era consciente de la verdadera naturaleza del tal Tom, algo que le fue revelado desde el primer momento en que puso un pie en la casa de al lado, por eso había puesto tanto empeño en hacer que aquel lugar fuera completamente seguro, para que nada que no fuera completamente humano fuera capaz de entrar.

Realmente quería cambiar el tema y no tocarlo más.

—El mundo ha cambiado demasiado —menciono en un intento de cambiar la conversación.

Aquella sencilla frase despertó nuevas inquietudes en él, la facilidad con la que la sirena se había adaptado le había hecho preguntarse muchas veces si era la primera vez que había hecho un trato similar al suyo antes y ahora parecía incitarle a preguntar sobre ello.

—¿Habías hecho esto antes? Quiero decir, un trato como el nuestro.

—Fue hace tantos siglos que apenas si tengo recuerdo de eso —su olvido no tenia nada que ver con el tiempo, pero no había forma de que el otro lo supiera.

—¿Siglos? ¿Cuánto...?

—¿Cuántos puedo vivir? Realmente creer todas las tonterías de tus libros ¿verdad? —soltó un suspiro pensado que, pese a que la mayoría de las historias en aquellos libros infantiles eran tonterías, alguna se ellas tenían muchas verdades a medias—. Él tiempo no es algo que pueda matar a algo como yo, aunque sin dudad puedo morir, asesinato o suicidio, cualquiera funciona para morir y si te los preguntas, no nos convertimos en espuma, solo desaparecemos, nos volvemos un grito de entre los miles del mar hasta que incluso eso se extingue y el ultimo rastro de nuestra existencia desaparecer.

Trago saliva mientras procesaba aquellas palabras, aquella era una realidad con la que no esperaba chocar y no le gustaba.

—Cuando vives tanto, la muerte es algo más cercano a un consuelo, la vida se vuelve tan cansada que incluso deja de importarte saber que desaparecerás, solo quieres que todo acabe.

—Es triste —lo era, aquel deseo de morir era algo que ahora entendía tan profundamente que era doloroso.

—Luces cansado, ¿pesadillas de nuevo? —pregunto intentando cambiar el turbio ambiente al que aquella platica los había llevado, sabía que no ocurriría nada cercano a aquellos incidentes de los últimos días, pero de alguna forma sentía la necesidad de preguntar.

—Estoy bien. Ni siquiera recuerdo de que trato esta vez.

—Aun así, pareces cansado, ven aquí un momento.

Se sintió desconcertado, ¿acercarse? Dudo por la extrañeza de la propuesta, no podría decir que sus acercamientos físicos anteriores hubieran sido exactamente agradables, incluso aquellas veces en que lo consoló había una permanente incomodidad por el contacto.

Fue cauteloso y sentía su pulso ligeramente acelerado como si esperara que algo realmente malo ocurriera en cualquier momento por lo que ocurrió después prácticamente hizo que su corazón de detuviera, los brazos alrededor de su cuerpo y su rostro contra el pecho ajeno, tan cerca que podía percibir el lento latido de su corazón, eso no estaba cerca de ser lo que había esperado.

Temblaba ligeramente sin atreverse a moverse siquiera, la posición era incomoda e incluso era evidente para ambos que ninguno se encontraba exactamente seguro de que hacer, como si el más mínimo movimiento o cualquier palabra les haría caer en cuenta de lo que estaban haciendo y se alejarían, pese a todo eso no podía evitar sentir sus mejillas enrojecer y el terrible deseo de ocultar su rostro por siempre.

Con cautela y sin palabra alguna comenzaron a buscar una posición más cómoda hasta finalmente terminar plácidamente recostados sobre el sillón con aquellos brazos sosteniendo su cuerpo evitando que cayera mientras era arrullado por un suave ronroneo y el lento vaivén de la respiración de la sirena.

Había anhelado un pequeño momento de intimidad como aquel desde que podía recordar y ahora simplemente se encontraba sucediendo llenándolo de una vertiginosa y burbujeante sensación que no había experimentado en mucho tiempo, rió con cansancio sin atreverse a mostrar su rostro aun enrojecido, pensó en sus planes iniciales de salir y decidido que podía esperar un día más para llevarlos al cabo y siempre podían pedir algo en domicilio.

—Descansa, Jon.

Le tomo un tiempo procesar lo que había escuchado en parte por el su cada vez más creciente adormecimiento, sin embargo, aún tenía la suficiente lucidez para darse cuenta de algo.

—Es la primera vez que me llamas por mi nombre —mascullo, sin mucho deseo de darle demasiadas vueltas al asunto—. Gracias.

—¿Por qué?

—Este momento, preocúpate, todo.

El silencio fue la única respuesta a su declaración y estaba bien con eso, no necesitaba palabras cuando las acciones decían más que ellas, soltó un suspiro feliz antes de cerrar los ojos y dejar que su cada vez más creciente cansancio se apoderada de él. 


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