—Seth…
— ¿Sí?
—Tú y yo… ¡Oye, basta!
Continuo repartiendo besos por todo el cuerpo del más chico, quien le reprochaba al impedirle hablar, escuchando sus risas divertidas mientras aquellas manos intentaban apartarle en vano. Dando vueltas en la cama, cambiando posiciones una y otra vez.
—Te amo, Eryx…
—Y yo a ti Seth, pero ya deja de hacerme cosquillas…
—Te amo, te amo tanto
— ¡Lo sé, lo sé!
No podía dejar de escucharlo reír, por lo que asaltaba su cuello con mordiscos y besos, pasando a sus mejillas, frente, orejas, pecho; Brazos, dedos. Todo le pertenecía, y el otro le sonreía tras cada mimo. Nunca en su vida se hubiese imaginado estar tan feliz como en aquellos momentos. Amaba a Eryx… era…
—Eres mi vida, mi todo… No entiendo cómo pudiste elegirme…
—No digas eso, Seth—Vio el reproche en su pareja, con sus sonrosados labios formando un adorable puchero, sin evitarlo, lo beso de nuevo, apartándose para escucharle— Por ti es que soy feliz ahora, soy yo quien debería decir aquello, después de todo también eres mi vida… Me ayudaste cuando nadie más lo hacía, hiciste mis sueños realidad Seth, y siempre te agradeceré por ello…
—Te amo Eryx…
—Te amo Seth
Y tras ver esa sonrisa tan hermosa, sabía que ya nada le faltaba en el mundo. Unió sus manos con aquellas que le acariciaban con suavidad su rostro, sin importarle como fuera, que textura tuviera, Eryx le amaba por lo que era, no por cómo se veía y eso lo hacía sentirse completo.
Estaba por comenzar a amarlo de nuevo, como cada día, cada noche, cada instante; Hasta que unos gritos de fuera los hicieron apartarse. Se miraron extrañados y corrieron rápidamente a la ventana más cercana.
—N-no puede ser posible…
— ¡Seth, el pueblo!
— ¡Eryx, espera!
Se puso sus botas lo más rápido posible, corriendo tras su pareja. Notaron asustados el panorama al solo abrir la puerta. La gente corría, los niños lloraban. Todo se incendiaba y los cimientos se venían abajo. Era como si Seth reviviera todo lo que pasó hace muchos años atrás…
Buscó rápidamente al culpable, escuchando su grotesca risa resonar entre los callejones. Le vio de pie, con aquel semblante sombrío y con sed de sangre, con el terrible panorama de fondo, haciéndolo más aterrador de ser posible.
—Escúchame, Eryx, conozco al responsable de esto… Yo… iré a hablar con él, ¿De acuerdo?
—P-pero Seth… ¡Yo debo...!
— ¡No, tu nada, escúchame!—Lo tomo con fuerza de los hombros, mirándole a los ojos a cada momento, como si fuese a desaparecer en cualquier instante—Esto se arreglará, lo prometo, mientras tanto… mantente a salvo, por favor Eryx…
—Oye, estaré bien, no pongas una cara tan afligida—Coloco su propia mano sobre la otra pequeña, dejándose hacer de ese delicado gesto en su mejilla, mirando a Eryx como si fuese la última vez que le sonreía de esa manera— Siempre voy a estar contigo, Seth…
Y tras una sonrisa compartida y un beso prolongado, Seth corrió hasta el culpable de todo aquello. Ya estaba cansado, harto de todo eso. No le gustaba creer que su existencia se basaba tan solo en un libro, un libro tan poderoso que había caído en manos de alguien equivocado, una persona tan malévola que se divertía con destruir todo para que volviese a crecer poco a poco, tan solo para al final destruirlo de nuevo.
— ¡Tú!
—Vaya, pero si es mi querida serpiente, ¿Qué tal la eternidad, hijo?
— ¡Voy a matarte, voy a matarte ahora!
Sí recuperaba su libro, su propia existencia, tal vez toda aquella destrucción se detendría. Vería a todos los de la aldea vivir en paz… Podría estar con Eryx de ahora en adelante sin temor a nada.
Vio como el grotesco ser de oscuridad se mofaba en su cara, sosteniendo en su mano derecha lo que parecía un libro verdoso, pero transparente. Sin pensárselo dos veces se abalanzo hasta él, intentando tomar su existencia, aquel objeto brillante.
—Si logras matarme, no habrá quien destruya más tu asqueroso hogar, aunque el libro no esté presente físicamente aquí
Ni siquiera quería escucharlo, tan solo debía matarlo cuanto antes. Lanzaba golpes que eran esquivados con facilidad, siendo lanzado varios metros por potentes patadas. Se levanto con dificultad de entre los escombros, limpiando la sangre de su labio, observando aún como el otro reía a carcajadas, parado ahí tan tranquilo.
— ¿No ibas a destruirme?
— ¡Aquí hay personas inocentes, no puedes llegar a destruir sus hogares por simple placer!
No sabía exactamente como pasó, pero de un momento a otro su cuerpo irradio una luz blanquecina, cubriéndole por completo, sanando sus heridas para sentir una energía poderosa recorrer cada centímetro de su cuerpo. Pelearía por su hogar, por su gente, por Eryx… Así le costara su mismísima vida.
Y lo más increíble sucedió, a su lado otro libro apareció. Algo grande, y con la misma tonalidad verde que el otro. Se abrió por sí solo, dejándole apreciar sus hojas amarillentas, deteniéndose en una inscripción en especial.
“El tiempo será tu aliado, protege lo que has de amar por la eternidad”
—Eso… ¿¡Otro libro!? Pero es… ¡Es imposible!
—Con esto te detendré, de una vez por todas, ¡Hasta aquí llego tu maldito reinado!
— ¡Obtendré ese libro también y no serás nada!