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Recuerdos por CaedesDarkParadaise

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Notas del capitulo:

Aquí tenéis el siguiente capítulo ;D

Draco Malfoy iba a matar a alguien.

 

No podía entender cómo su padre le había convencido para ir a esa convención de dragones en Rumanía. Se suponía que los negocios eran suyos. ¿Que tenía que ver él con dragones?

 

Y no, no haría chistes con su nombre.

 

- Aquí solo hay bichos raros.- siseó. Sus ojos observaron a los dragonolistas con disgusto. No tenían ningún sentido de la moda. Ni siquiera importaba que a uno o a dos o a casi todos les faltara un miembro del cuerpo o estuvieran llenos de cicatrices. Se podía perdonar todo, pero no tener tan poco sentido de la moda.- Haré acto de presencia durante diez minutos y me iré. Padre me va a pagar esto...

 

- ¿Vas a dejar de hablar solo, dragón?

 

Oh, Merlín.

 

No lo había oído llegar. Sus sentidos se agudizaron y un olor a canela dejó a Draco con la respiración entrecortada. Por el rabillo del ojo distinguió un largo mechón pelirrojo.

 

- Pelirrojo, desgreñado y entrometido.- soltó con su típica lengua viperina.- Weasley.

 

Pretendió tomarse la libertad de ofenderlo, pero no resultó como quería. Este Weasley, en específico, prefirió tomárselo con humor y echó una carcajada al aire.

 

- Siempre has tenido un sentido del humor muy negro o eso me ha dicho mi hermano Ron.- se burló. Un pelirrojo alto de ojos azules se presentó frente a él. Vestía un traje algo viejo y remendado, pero por alguna razón aquello solo acentuaba su masculinidad y atractivo. Un rasgo que atraía de una manera casi cavernícola a Draco.- ¿Vas a comerme con la mirada mucho tiempo?

 

Y por la mirada del otro, este no parecía serle indiferente.

 

- ¿Que quieres, Weasley?

 

- Hablar contigo.- dijo con simpleza.- o seducirte. Lo que venga primero.

 

Draco tuvo la suficiente modestia como para no reírse.

 

- Eres gracioso, Weasley.- siseó.- Te has llevado el papel de los gemelos a mejor payaso.

 

- No lo soy tanto.- arrastró las palabras haciendo que los cabellos de su nuca se erizaran.- En las asuntos importantes yo no bromeo.

 

Y Draco no quiso aceptarlo, pero se estremeció. ¿Acaso un Weasley podía causarle tal conmoción? Eso estaba por verse.

 

- ¿Que quieres exactamente, pelirrojo?- repitió la pregunta no queriendo irse por las ramas.

 

- Pasa la noche conmigo.

 

¿Cómo?

 

- Te lo tienes creído, Weasley.

 

- No lo repetiré, Draco.

 

- Malfoy.- le corrigió.

 

- No lo repetiré, Draco.- dijo sin intimidarse. El susodicho bufó.- Yo no bromeo en los asuntos importantes.

 

- No sé lo que pretendes, Weasley y no me gusta.

 

Quiso irse pero su muñeca fue atrapada con fuerza, aunque no al punto de hacerle daño. Charlie Weasley tomó su mano, la giró y besó el dorso posando sus labios cálidos en ella.

 

Él sintió que su cuerpo ardía.

 

- Ven conmigo, Draco.

 

Y por un momento se planteó aceptar la propuesta. ¿Que se le está pasando por la cabeza? ¿Él y un Weasley? Si su abuelo se levantara de la tumba, lo maldeciría.

 

De todas formas no le importaba. Había sido un viejo cabrón. No quiso que su papá se casara con su padre por "diferencias" sociales.

 

A la mierda.

 

- Digamos que acepto, ¿que ocurrirá después?

 

Él sonrió.

 

- Lo que quieras que pase.

 

El rubio sacó a relucir su sonrisa más seductora y acercó su cuerpo al del otro. Pudo notar como la respiración de Weasley se alteraba.

 

- Si acepto, será en mis términos.

 

- ¿Cuáles?

 

La noche se había tornado interesante.

 

- Me tendrás que convencer de que valdría la pena perder mi tiempo contigo.- acercó sus labios a los suyos.- ¿Podrás?

 

El Weasley no contestó, lo que le hizo pensar que finalmente no aceptaría, algo que lo decepcionó un poco, pero no quiso aceptarlo.

 

- Mira, Weasley...¡Oye!

 

El hombre lo había vuelto a tomar de la mano y arrastrado a la fuerza fuera del salón bajo la mirada sorprendida de los demás dragonolistas.

 

- ¿¡Te has vuelto lo...uhmm.

 

Sus labios lo habían atacado sin piedad y sus brazos rodeado su cuerpo como vigas de acero. Draco tuvo que retroceder a tientas contra la pared aferrándose a su ancha espalda. No podía creerlo. El Weasley se había apoderado de sus sentidos en menos de cinco minutos. Escondidos en una esquina oscura del pasillo, dejó que él tomara sus piernas y los pusiera alrededor de su cintura. ¡Por Merlín! El pelirrojo estaba tan excitado contra su propia erección que pensó que iba a explotar ahí mismo.

 

Draco había tenido unos cuántos amantes, pero no creyó precisamente que un Weasley le haría perder la razón. Le devolvió el beso con tal pasión que casi se caen al suelo.

 

- ¿Esto te ha convencido aunque sea un poco?

 

Su tono ronco casi lo hizo llegar al éxtasis.

 

- Tendrás que trabajar mucho en ello.

 

Pero su falta de oxígeno y su cabello despeinado no dijeron lo mismo. Y fue a peor al notar la sonrisa arrogante de Charlie Weasley, que superaba enormemente a la de su padre o la suya propia.

 

”Mira a quién tenemos aquí. A la comadreja con piel de león. Una especie nueva."

 

- No lo dudes.- susurró.

 

Y lo cargó en volandas. Draco temió que esa noche perdiera la cordura, pero viéndose a si mismo siendo llevado a alguna parte, es decir, dejándose llevar no era algo que pensó que haría esa noche.

 

"Mi padre me matará por irme."- pensó al ver que Charlie lo dejaba sobre sus pies y pedía un taxi muggle.- "Pero no me importa."

 

- ¿A dónde piensas llevarme, pelirrojo loco?

 

Él le lanzó una sonrisa ladina.

 

- Haremos un tour por toda la ciudad.- dejó caer.- Y en el proceso veremos si te llevo o no a la cama.

 

- Yo no voy a...

 

Pero no pudo replicar pues lo introdujo dentro del taxi sin que pudiera impedirlo. Y claramente no iba a saltar en marcha. Su traje era de marca. Ni mas faltaba.

 

El primer lugar al que le llevó fue a una discoteca enorme que tenía haciendo cola a la gente como si fueran ganado. Draco miró con disgusto a su alrededor.

 

- Un Malfoy no hace cola.- le advirtió.

 

Charlie rió.

 

- Tendré que soportar esa actitud elitista, ¿cierto? Me pregunto como lo hará Remus.

 

Malfoy le fulminó con la mirada.

 

- Yo no soy elitista.

 

- Lo eres.- besó su boca para que no replicara.- Pero esta noche te complaceré.

 

Y lo introdujo en un callejón oscuro. Charlie llamó a una puerta escondida y esta se abrió inmediatamente. Un hombre mucho mas robusto y con unas pintas de punk extremas les dio paso a la pista. El ruido y el olor a humo le dio a Draco un leve mareo.

 

- No mires a tu alrededor.- murmuraron en su oído.- Sólo a mi.

 

Abrazados, comenzaron a moverse muy lentamente.

 

- No creas que podrás hacer conmigo lo que quieras, Weasley.

 

- Llámame Charlie.

 

- No lo haré.

 

Lo agarró de las nalgas y lo levantó unos centímetros para que pudiera notar su excitación. Inmediatamente una electricidad eclosionó sus nervios desde la punta de los dedos de sus pies hasta la cabeza.  

 

- ¿Cómo me llamo?

 

Sus labios se posaron en su cuello y mordieron la piel pálida con cierta agresividad que le causó un gemido bajo.

 

¿Que le estaba haciendo Charlie Weasley? 

 

Había pasado de serle indiferente a desearlo con tortura. 

 

- ¿Cómo me llamo, Draco?

 

- Char-Charlie.

 

Realmente odió escuchar su voz tan débil.

 

- Muy bien, pequeño.- sus caderas chocaban con cada movimiento sensual, pero Draco no quiso quedarse atrás y empezó a restregarse sutilmente dando al Weasley algo con lo que pensar. Y lo consiguió al sentir como sus manos se endurecían en su cintura manteniéndolo muy cerca de él.- Estas jugando con fuego.

 

- No te veo intentando convencerme.

 

Su sonrisa despegó. Entre las luces de colores y la gente bailando a su alrededor hubo un momento que creyó que no eran ni Weasley ni Malfoy. Solo dos recién encontrados amantes. Eso fue un duro golpe de realidad.

 

- Créeme, Draco.- susurró llamando su atención.- Estoy a medio camino.

 

Tenía razón.

 

En menos de lo que quiso estaban en otra esquina restregandose y besándose como si la vida les fuera en ello. Algunos cuchicheaban a sus espaldas "¿Porqué se ven tan calientes esos dos? ¿Creéis que pueda unirme a ellos?" y como no sentían ningún pudor en demostrarse cuanto se deseaban, continuaron demostrando pasión abiertamente.

 

Si Draco no había caído antes, ahora no veía razón para negarse. Pero por supuesto no se lo diría en voz alta.

 

Charlie le invitó a beber y beber copas que no eran tan ricas como el whisky de fuego o el Ron con "aliento de dragón", cuyas botellas su padre guardaba tan celosamente, pero se le subieron rápidamente a la cabeza. Al salir de la discoteca, no quiso reconocer que estaba algo borracho, aunque se aferraba con fuerza al pelirrojo. Más sus ganas por enredarse entre sus piernas eran sorprendentemente superiores.

 

Se aparecieron en la chimenea del piso de Draco. "Mejor jugar en territorio conocido", pensó. Sus dedos jugaron seductoramente con su camisa e impaciente el Weasley le arrancó la ropa. Lo demás fue historia.

 

A la mañana siguiente, Draco pensó que había sido ocasión de una noche, pero Charlie Weasley no le permitió pensar aquello por mas de un segundo. Y así como estaban ya habían cumplido su encuentro número cincuenta y uno y no se cuántas citas más.

 

- Maldito Charlie Weasley.- maldijo Draco viendo la décima quinta carta que le había enviado ese pelirrojo acosador desde Rumanía.- No me envíes más correspondencia cursi.

 

- ¿Acaso es ese admirador secreto que tanto te escribe, Draco?

 

Su papá Remus lo miró por debajo de las pestañas como si pudiera atravesar su mente.

 

Nunca podía ocultarle nada.

 

- Es un impresentable.- masculló.- No prestes mucha atención a las cartas. En vez de venir aquí a visitarme....- se enfurruñó.-...me envía estúpida correspondencia.

 

- ¿Estás enamorado, no?

 

Él le lanzó una sonrisa lobuna.

 

- No sé de que me estás hablando.

 

- Es Charlie Weasley.- afirmó. Draco abrió los ojos.- Acerté.

 

- A veces das un poco de miedo.

 

Tomó su taza de té y su papá le siguió sirviéndose un trozo de tarta de chocolate. Un gusto que compartían todos sus hijos.

 

- Charlie Weasley.- Draco gimió.- El chico de Arthur tiene buen trabajo, es muy divertido y guapo.

 

Al escucharlo, Draco miró al cielo con resignación.

 

- Mátame mañana...- suplicó.-...he tenido suficiente.

 

- ¿Quién es guapo?- gruñeron desde la puerta del comedor.- ¿Y porqué a mi esposo le llama la atención?

 

El hijo mayor de los Malfoy vio como su papá escondía una sonrisa.

 

- No es nada, querido.- Remus se enderezó.- Comentaba con Draco sobre cierto admirador que no duda en enviarle cartas y pequeños obsequios.

 

¿Se habia dado cuenta?

 

El muchacho escondió el brazalete que el Weasley le habia regalado la semana pasada con una misiva larga del porqué debían reunirse tan pronto como fuera posible una vez que regresara a Londres. Era sencilla, de plata y con un pequeño dragón japonés dibujado en su interior. No era lo más bonito que había visto en su vida, pero aún así se vio a si mismo usandola más que a sus costosos collares o anillos. Ni el mismo Draco lo entendía ya. 

 

¿Como he llegado a esto?

 

- Así que admirador, ¿eh?- arrastró las palabras.- Si no se presenta aquí y pide mi permiso para poder cortejarte, asumiré que no tiene buenos modales y no será bienvenido en mi casa.

 

Remus y Draco lo miraron con una ceja alzada.

 

- ¿Vives en el siglo pasado, Lucius?- le preguntó su esposo sorbiendo su té.- Te recuerdo que nosotros tuvimos a Draco antes del matrimonio.

 

Hubo un jadeo por parte de los dos Malfoy.

 

- ¿¡Cómo!?

 

- ¡Shuu!- lo calló Lucius.- ¿Cómo se te ha ido la lengua, Remus?

 

Su esposo bufó mientras su hijo se recuperaba del shock.

 

- No seas ridiculo.- dijo.- Lo descubriría tarde o temprano.

 

- Soy un hijo bastardo.- murmuraba Draco, impactado.

 

- ¿¡Ves lo que has hecho, Remus!?- gritó. El lobo ni se inmutó.- Has traumatizado a nuestro hijo.

 

- Lo superará.- sonrió con dulzura.- Olvidando el asunto de tu admirador, querido.- Draco hizo todo su esfuerzo para no sonrojarse.- ¿No ibas a ayudar hoy a nuestra Hermione para el baile del Ministerio?

 

Draco saltó de su silla.

 

- Si.- dejó su tentempié a un lado y besó a su papá en la mejilla.- Nos vemos. Adiós, padre.- Lucius aún seguía molesto por la revelación de su esposo, pero Draco lo despertó con otro beso.- Lo del hijo bastardo será una discusión para después.

 

Lucius Malfoy masculló entre dientes.

 

- Draco.- lo llamó Remus. Él se dio la vuelta.- Tendremos esta conversación después.

 

El muchacho se estremeció.

 

Remus Malfoy no lo dejaría en paz hasta que supiera la naturaleza de su relación.

 

Como estaba planeado aconsejó a Hermione sobre vestimenta, maquillaje, modales y seducción. Cuando acabó estaba tan cansado que tuvo que tomarse un respiro y un buen vaso de Whisky de fuego. Sin embargo, antes de que pudiera beberlo, la luz de un patronus en forma de dragón interrumpió su momento relax.

 

La voz amenazante de Charlie Weasley atrapó su atención.- Mas te valdría no estar haciendo diabluras, Draco Malfoy, pronto nos veremos las caras y tendrás que darme unas cuántas explicaciones.

 

Aunque no quiso, ese tono severo calentó su cuerpo a límites insospechados. Draco debía estar indignado. Jamás había tenido que dar explicaciones a nadie, excepto a sus padres, asi que ¿cómo se atrevía a darle órdenes?

 

Maldito Weasley.

 

Él haría lo que le diera la gana. No le debía fidelidad ni nada por el estilo. Con esa premisa terminó de atusarse el traje y peinar su cabello, y junto a la Gryffindor se fueron rumbo al Ministerio. Sintiéndose orgulloso por la actitud que había tomado su pupila la dejó hacer viendo cómo se mostraba sensualmente por el salón.

 

Algunos de los invitados del ministerio le ofrecieron uno que otro baile, pero no se veía con ganas de dar vueltas y vueltas. Así que decidió salir e ir a un despacho libre para despejarse la cabeza de cierto pelirrojo.

 

- ¿Que demonios es eso?

 

Desde su posición podia escuchar unos sollozos venir de algún rincón del corredor.

 

- ¿Hola?

 

- Oh, lo siento.

 

Saltaron.

 

A Draco casi le da un síncope.

 

- ¿Que merlín estás haciendo ahí? ¿Vas asustando a la gente que pasa?- Estaba en modo drama, pero no le gustaba que lo asustaran. Era una manía suya.- Eh...¿eres Dean Thomas?...

 

¿Que hacía Dean Thomas llorando como un bebé en una esquina del Ministerio?

 

No era su problema.

 

Se giró rápidamente para ir a su destino, pero los sollozos de Thomas no le dejaron en paz. Draco sintió un retortijón en el estómago.

 

¿Es que ahora se había vuelto un maldito Hufflepuff? O peor, ¿esos Gryffindor le habían contagiado alguna enfermedad que lo convertía en un idiota sentimentalista? 

 

¡Oh, no! 

 

Su papá Remus no estaría contento si se enteraba de que había abandonado a un gatito en apuros.

 

- Eh...oye...- lo llamó.-...¿Te ocurre algo?

 

Su tono sonó demasiado tonto para su gusto.

 

- Eso no te impora, Malfoy.

 

Fue una jarra de agua fría para Draco. Molesto, se dio la vuelta para irse pero su pierna fue atrapada antes de que diera un paso.

 

- ¿No...no vas a preguntarme que me pasa?

 

Oh, malditos Gryffindors.

 

Draco tomó paciencia de los confines de la tierra.

 

- ¿Que te ocurre, Thomas?

 

- Es Seamus.

 

¿Finnegan?

 

- ¿Finnegan? ¿Tu novio?

 

A pesar de que Thomas era oscuro de piel, pudo ver cómo se sonrojaba abundantemente.

  

- No es mi novio...nunca lo ha sido...

 

No lo creía así.

 

Esos dos exudaban amor por todos los poros de su piel. En el colegio era así. Lo único que pasaba es que eran tan espesos que no podían declararse sus mutuos sentimientos al otro.

 

- Que par de idiotas.- bufó. Dean frunció el ceño.- ¿Y porque lloras?

 

- Esta noche había tomado el valor para declararme.- le explicó limpiándose las lágrimas.- Iba a ser la noche. Tenía preparado un discurso y comprado un collar como regalo, pero al llegar me encontré que había invitado a Nadja Petrova, una bruja rusa- marroquí hermosísima que parecía muy feliz a su lado.- intentó fatalmente contener su llanto.- Me confesó que estaba preparado para el compromiso...con ella.

 

Draco escuchaba a Thomas con estupor.

 

¡Merlín!

 

¿Alguien se estaba riendo de él?

 

Otra vez el Doctor "Amor" llamaba a su puerta.

 

Deberia plantearse muy seriamente abrir una consulta para leones torpes. Además, si podía arreglar la vida sentimental de Harry Potter, podía arreglar la de cualquiera.

 

Estiró su cuerpo y tronó sus huesos para relajarse.

 

Tenía un largo trabajo por delante.

 

- ¡Levántate de una maldita vez!- le gritó sorprendiendo al moreno.- ¡Y deja de llorar! ¡Aquí espachurrado no vas a conseguir nada! ¡Oh, vamos! ¡Un collar tonto y un discurso de mierda no van a hacer nada por ti!- chilló arreglando su traje que debía admirar por su buen gusto.- Haremos esto. Yo haré de tu acompañante durante el tiempo que resta la fiesta y te ayudaré a darle una lección a ese idiota.

 

- ¿Pero no ibas acompañando a Hermione?

 

- Créeme.- le lanzó una mirada traviesa.- Esa leona ya tiene las garras puestas en Victor Krum.- analizó el rostro de Dean con molestia.- Pero primero hagamos algo con esas ojeras de panda...

 

Después de que preparara a Dean tanto mental como fisicamente decidió que era el momento apropiado para entrar de nuevo. Incluso se había cambiado de traje. La verdad es que vestir el mismo traje que había usado con Hermione le parecía de muy mal gusto.

 

- Ahí está.- murmuró Dean al oído.

 

El rubio miró a la pareja con disimulo. La señorita Petrova no era nada fea y tenía un cuerpo espectacular. La única pregunta era, ¿que hacía con Seamus Finnigan? No era por ofenderlo, pero ella parecía una estrella de cine y Seamus era un hombre más sencillo y simple...en el lado amable de la palabra. Pero la verdad es que no pegaban ni con pegamento muggle.

 

Él era perfecto para Dean.

 

- ¿Que hacemos?

 

Su pregunta ansiosa no lo alteró. Draco sonrió con arrogancia y susurró que se acercarían poco a poco. Para tantear el terreno. Por el rabillo del ojo vio como Seamus fijaba su mirada en ellos con grata atención y un poco "demasiado" de...celos.

 

"No está todo perdido. Bien."- pensó con una sonrisa.- "Iba a ser muy fácil."

 

- ¿Te fias de mi, Thomas?

 

- Me estás ayudando, Draco.- lo miró a los ojos.- Y te lo agradezco mucho.

 

- Con eso te has ganado un plus.- masculló, contento.- Esos malditos Gryffindors no han sido agradecidos de ninguna manera.- comentó a Dean.- Tienen suerte de que mi magnanimidad sea grandiosa.

 

Dean se rió.

 

Dieron un gran paseo por todo el salón dando a los invitados un nuevo chisme que contar y sobre todo dándole a Finnegan un poco de su propia medicina. Finalmente se acercaron a la pareja. Draco le había dicho a Dean que se portara como un hombre seductor e indiferente. Y por el momento parecía estar funcionando.

 

- ¿Cómo es que estabas saliendo con Malfoy y no me lo habías dicho?

 

Seamus fulminó al rubio con la mirada, pero únicamente lo notó el susodicho.

 

- Al parecer no hablamos mucho estos días,  Seamus.- contestó Dean sin dejar de sonreír.- Pero fue cosa de última hora. No sabía por quién decidirme después de tantas peticiones, me agobié y vine solo.- se encogió de hombros.- Uno de mis pretendientes era Draco. Lo encontré aquí, me volvió a pedir una cita y me decidí por él.

 

"Te estás pasando, Thomas."- pellizcó su espalda. Dean saltó.- "Pero está funcionando."

 

Ellos compartieron una mirada cómplice al escuchar los dientes de Seamus apretarse los unos contra los otros. 

 

- Eres tan modesto, Dean.- Sus manos arreglaron la corbata de Thomas con falsa atención.- Es muy amable y caballeroso. 

 

- Lo es, ¿verdad?- La mujer astutamente volvió a rodear el brazo de Seamus.- Pero mi pequeño también lo es. No dudó en comprarme esto.- señaló el collar de oro en su cuello.- Es tan hermoso.

 

¿Mi pequeño? ¿Collar de oro? ¿Y no es falso?

 

Jugaba sucio la muy...

 

Tendría que pasar a la carga pesada.

 

- Dean.- ronroneó al oído de Dean, pero audible para todos.- Me estoy aburriendo. ¿Porque no vamos a un despacho del ministerio y hacemos cosas sucias?

 

Por esto Thomas le debería un viaje a las Maldivas. El hombre rápidamente le siguió el juego acariciando su mejilla.

 

- Buena i...

 

- ¡Dean Thomas!- rugió Seamus soltando a su acompañante.

 

- ¡Draco Lucius Malfoy!

 

Merlín.

 

Podia sentir su presencia demandante detrás de ellos. Charlie Weasley caminaba en su dirección con una furia no descrita para la mente humana. Todos los invitados de la fiesta y la música se detuvieron de golpe. Su pelirrojo estaba furioso. Ni siquiera estaba vestido para la gala, sino que llevaba su ropa de dragonolista. Todo sudado, caliente y sucio. 

 

Tuvo que contener un gemido de placer.

 

- ¿Draco?

 

Thomas tomó su mano y la apretó. Aquel gesto no gustó nada a Charlie, que tiró de Draco empujando a su vez al moreno.

 

- ¡Oye!- gritó Seamus tomando a Dean por la cintura con posesividad.- ¡Ni se te ocurra tocarlo!

 

- ¡Ha tocado a mi hombre!

 

El cuello de Charlie enrojeció de la rabia.

 

- ¡Él ha tocado al mío!

 

Tanto Dean como Draco jadearon ante la declaración de sus respectivos pretendientes. El rubio se sentía en una nube, ¿como podía excitarlo tanto su método cavernícola?

 

- ¿Cómo?

 

Draco miró los ojos azules de Charlie y leyó furia pura en sus retinas. 

 

- Nos vamos, Draco.

 

Y se lo llevaron mientras veía como Seamus comía la boca de Dean para estupefacción de todos los presentes, excepto de la señorita Petrova que saltaba de alegría y tomaba algunas fotos indiscretas de la pareja.

 

Caso resuelto, Thomas.

 

- ¿Se puede saber porque te estas comportando así, Weasley?- Malfoy se soltó, indignado.- ¿Te has vuelto loco o qué?

 

Respiraba como un dragón enfurecido, pero no apartaba la mirada de él.

 

- Entra en el despacho, Draco.- le pidió con amabilidad falsa.- Tu y yo tenemos que hablar muy seriamente.

 

- Lo que tú digas.- alzó las manos.- Pero creo que el señor Williamsburg Bubble no lo agradecerá.

 

Cuando cerró la puerta del despacho, su exquisito olor atrajo toda la atención de Draco. 

 

- ¿Se puede saber que significa todo esto? ¿Porque has venido con Hermione y luego te he encontrado con Dean Thomas?

 

- ¡Eso a ti no te importa!- chilló.- ¡Vienes aquí después de un mes y me reclamas asuntos que solo me conciernen a mi! ¿¡Quién te has creído, Charlie Weasley!?

 

Él se acercó unos pasos, pero Draco no retrocedió.

 

- No te equivoques, Draco.- siseó con ira.- Que no esté aquí, no significa que puedas hacer lo que te dé la gana.

 

- ¿¡Como dices!?

 

- Y no me refiero a que no puedas moverte libremente sino que no debes ser la maldita cita de nadie.

 

- ¿¡Y qué si he sido la maldita cita de alguien!? ¡Mi vida no te concierne!

 

Aquella declaración dolió a Draco, aunque era verdad. El Weasley nunca le había pedido ser su pareja así que no podía asumir que estaban juntos en el sentido pleno de la palabra. Aunque Charlie no opinaba lo mismo. Al escucharlo, su rostro se puso aún mas rojo.

 

- ¿¡Como te atreves a hacer esa sugerencia, Draco!?- lo tomó de los hombros y lo encerró contra el escritorio.- ¡Que te quede bien claro, niño terco, toda tu vida me concierne! ¡Ni se te ocurra decirlo de nuevo! 

 

La furia de Draco también asoló la excitación que le había provocado su declaración.

 

- ¡No me vuelvas a llamar niño!- agarró sus solapas.- ¿¡Acaso sabes con quién diablos estás hablando!?

 

- ¡No maldigas, Draco!

 

Lo agarró de las caderas pegándolo hacía sí.

 

- ¡Maldeciré si me da la gana!

 

- ¡Ah, eres imposible!

 

Se enfureció.

 

- He recibido tus regalos y leído tus cartas.- murmuró, enfurruñado.- Las he leído cientos de veces. 

 

- No contestabas a todas.- replicó.

 

Draco suspiró.

 

- No lo hacía no porque no queria, sino porque sentía que no podía explicarte todo en una maldita carta.- dejó caer tragándose su orgullo.- Necesitaba tenerte presente. Frente a mi. Sentía algo aquí...- señaló su pecho.-...que me presionaba al tomar la pluma. No podía decirte todo lo que se me pasaba por la cabeza o me ocurría en una carta. A ti no.

 

Una sonrisa curvó la boca del pelirrojo.

 

- ¿Y porque no viniste a verme si me echabas de menos?

 

- Quise y pensaba hacerlo esta semana si seguías con tus estúpidas cartas...aunque preciosas.- susurró.- Iba a reclamarte que resolvieras esto.

 

- Vaya Draco.- volvió a atacarlo enredando su brazos en él.- Un experto en vidas amorosas, pero en la tuya eres muy espeso.

 

Eso terminó de indignarlo.

 

- ¿¡Como te atreves, pelirrojo!? ¡Draco Malfoy es experto en todos los ám...!

 

Su boca fue acallada con un beso tan pasional que detuvo todas sus quejas y gritos anteriores. Los dedos de Charlie comenzaron a desabotonar su camisa y a lamer y morder cualquier trozo de piel libre.

 

- No creas que no me he dado cuenta de que llevas mi brazalete.- jadeó en su oído.- Es lo único que ha salvado a Thomas de salir vivo.

 

- Eres un idiota, comadreja.- murmuró y volvió a tomar sus labios con premura. Charlie rozó sus erecciones y la electricidad de sus cuerpos resolvió todas sus dudas.- Oh, Weasley.- Por la esquina del ojo, atisbó  a ver la figura de alguien en la puerta. Era otro pelirrojo.- ¡Mierda!

 

La vergüenza de su vida fue que George Weasley los pillara infraganti, pero un Malfoy nunca se avergonzaba de sus actos así que se lo tomó naturalmente. Se arregló su ropa y enfrió sus nervios mientras Charlie saludaba a su hermano.

 

¿Porque con sus hermanos parece un ángel que no ha roto un plato en su vida y conmigo es un ogro de las cavernas?

 

- Somos pareja.

 

¿¡Que!?

 

Una cosa es que lo preguntara formalmente y Draco aceptara, pero ¿cuando se lo había preguntado?

 

- ¿Desde cuándo?- se quedó sin palabras.- Yo...

 

El pelirrojo lo miró con resolución.

 

- Desde que te conocí.- soltó.- Eres mi prometido. ¿Algún problema?

 

¿¡Prometido!?

 

Oh, Merlín. ¡Ese idiota tenía que darle unas cuantas explicaciones! Después de que saliera del despacho, volviera a entrar para calmar su corazón desbocado y se toparan de lleno con un psicópata de la familia Black, Draco pudo poner punto final al día. Una vez que llegaron a su piso, ambos se tumbaron sobre la cama. Él cerró sus ojos y disfrutó de la compañía de Charlie, pero no por mucho tiempo. Pronto sintió que su mano era alzada y su dedo profanado por algún objeto de plata.

 

- ¿¡Que merlín es esto!?

 

El anillo platino dejó a Draco sin palabras.

 

- Tu anillo de compromiso.- resolvió besando su mano.- Ahora eres mío.

 

Este Weasley tenia la sensibilidad en el trasero.

 

- ¡Oh, no, no, no!- chilló.- ¡Me niego!

 

Él lo miró pacientemente.

 

- Draco....

 

- ¡Ni Draco ni nada!- caminaba de un lado a otro, enfadado.- ¿¡Como te has atrevido!? ¡Sin una maldita petición o cita con flores o violines sonando música clásica o todas esas estupideces Gryffindors! ¡Yo me merezco eso y más!

 

Pero Charlie parecía estupefacto.

 

- ¿Eso significa que me aceptarías si lo hiciera?

 

- ¡Por supuesto que sí!

 

- ¿Me amas?

 

- ¡Por supuesto que...- Draco se calló y tragó saliva. Oh, Merlín. Iba a decirlo.-...si...

 

Que tonto había sido negándolo todo ese tiempo.

 

Charlie Weasley echó una carcajada dichosa y Draco se vio sobre la cama siendo besado apasionadamente.

 

- Te amo, Draco.

 

Escuchar sus palabras completaron las piezas que le faltaban a su corazón para sentirse lleno. Tan cursi como sonaba era verdad. Cuando finalmente dejaron de amarse, él descansó sobre el pecho desnudo de su prometido.

 

- Ahora toca lo peor, Weasley.- Él lo contempló sin entender.- Debes presentarte formalmente a mis padres.

 

La perspectiva de presentarte frente a los Malfoy, es decir, frente a Lucius Malfoy empalideció a Charlie. Mas no lo temía. Su experiencia siempre había sido domar dragones y podía con ello. Pero reflexionandolo mas detenidamente había alguien a quien si debía temer. En la mansión Malfoy vivía cierto lobo que parecía un corderito manso pero mordía mejor que nadie.

 

Alguien llamado Remus Lupin.

 

Que merlín se apiadara de él.

 

Un año después, Draco Weasley-Malfoy caminaba enfurecido hacia el comedor donde lo esperaba su "no tan querido" esposo. Despotricando contra él, tenía la cabeza plagada de castigos que harían que ese pelirrojo se arrepintiera de haber puesto un pie en ese mundo.

 

- ¡Charlie Weasley!

 

- Tranquilízate, cariño.- le dijo con calma tomando un poco de té.- He escuchado tus neuronas explotar desde aquí. ¿Que te ocurre?

 

Draco acribilló a su marido con los ojos.

 

"¿Podría ahorcarlo aquí y ahora?" 

 

- ¿¡Como has podido, Charlie Weasley!? ¿¡Como has podido hacerme esto!?

 

Su esposo abrió los ojos, alarmado.

 

- ¿¡De que estás hablando, querido!?

 

- ¡Me embarazaste, imbécil!

 

Casi podía escupir fuego.

 

Aunque decidieron tener hijos más adelante, los genes de la familia Weasley habían ganado la partida y pisoteado los deseos de la familia Malfoy.

 

- Malditos pelirrojos pobladores de la tierra.- murmuró.- ¿Eh, Charlie? ¡Reacciona!

 

Pero Charlie no reaccionaba y poco a poco vio como caía al suelo desmayado.

 

- ¿Y se supone que traeré un niño al mundo con este energúmeno?

 

El Doctor "Amor" cerraría sus puertas y se daría unas largas vacaciones.

 

- ¡Levanta, Weasley! ¡Tenemos que ir al cumpleaños del mocoso Black y no me gusta llegar tarde!

 

- Ehh...- Charlie parpadeaba sin ser consciente de si mismo.-...

 

Pero muuuuy largas vacaciones.

 

 

Notas finales:

¡Hasta la próxima! 

Caedes


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