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Una mirada dice más que mil palabras. por Quijano

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Notas del capitulo:

He vuelto con el tercer capítulo de la historia ya que me he hecho algo de tiempo libre para hoy y supuse que sería una buena idea actualizar.

Encuentro este sitio, sus historias y lectores, como algo terapéutico que reduce notoriamente mi estrés del día a día.

Como respondí en sus reviews (sí, incluyendo los anónimos) los capítulos son cortos porque me gusta el suspenso desde que tengo recuerdos, por lo que me parece más atrayente leer algo que me deja con cientos de preguntas en la mente, que leer algo que responda todo en un capítulo. Además, cambio constantemente mis ideas, así que no, ni siquiera yo sé qué esperar de los siguientes capítulos. Tan pronto deje este arriba, escribiré el cuarto capítulo, pero nada más. Me gustan los giros en las tramas, así que probablemente encuentren un par de situaciones que no se imaginarían.

 

Había pasado una semana. UNA SEMANA, desde que Itachi había regresado y no había habido ningún tipo de reprimenda por su parte contra su padre. Aquello molestaba más a Sasuke que la decisión que su padre había tomado. ¿Cómo podía él estar tranquilo con semejante situación? ¡Le habían arrebatado su habitación para dársela a un mocoso pobretón y sin cerebro! Desde ese día Sasuke bebía más vino que de costumbre y fumaba como chimenea en época de invierno. Era simplemente inaceptable. Tenía que hacer algo para que todo lo que estaba sucediendo cambiara de una vez por todas. No toleraba tener que convivir y cuidar de ese molesto rubio.

 

En el aula, donde ya no se habían presentado más incidentes, Sasuke contemplaba lejanamente al foráneo. Planeaba deshacerse de él y ponerle fin a su sufrimiento. Sí. Lo haría. Pero, ¿cómo lo haría? Lo pensó por horas. Perdió las primeras cuatro asignaturas del día solo para enfocarse en su desagradable enemigo. Meditó hasta cansarse de tanto pensar en ese rubio. Hasta que tuvo la idea millonaria.

 

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El día anterior había conversado con Suigetsu acerca de su plan, y este no podía haber estado más de acuerdo.

Naruto y Sasuke llegaron al colegio como cada mañana, juntos, aunque en esta ocasión ligeramente más temprano gracias a la presión que el pelinegro ejercía con una simple mirada. Llegó al casillero que le habían asignado a Naruto y lo abrió en un segundo. No era muy difícil adivinar la combinación de una persona que solo podía centrarse en sí mismo porque nadie más lo querría consigo. Dentro del casillero depositó un par de cosas mientras nadie lo observaba y luego se marchó de ahí como alma que se lleva el diablo para que nadie notara su presencia en el recinto.

 

A mediodía, cuando todos terminaban su almuerzo y se dirigían a cambiar sus cuadernos para las siguientes clases, Sasuke pasó de largo por el casillero de Naruto, como si no esperase nada de ese momento, y encontró a Suigetsu antes de doblar en la esquina para ir al propio. Naruto corrió velozmente a su sitio y abrió el candado. Cuando tuvo la puerta del casillero abierta de par en par, miró dentro, encontrando ahí un montón de productos de limpieza. Aquello era un mensaje claro. Tú no perteneces a la alta sociedad. Regrésate a barrer. Y aunque no era, ni de lejos, algo tan malicioso como podría pensarse, a Naruto le sentó como un puñal helado cruzando su pecho y clavándose en el corazón. Nuevamente respiró profundamente y contuvo unas lágrimas antes de coger esas cosas que, ciertamente, no le pertenecían y tirarlas al bote de la basura. Tomó sus cuadernos y dejó los anteriores y fue a su respectivo salón ahogando cientos de gritos que deseaba externar.

 

-       ¡Vaya! – exclamó con sorpresa y alabanza Suigetsu. –. Eres todo un amateur. – finalizó severamente intentando, y consiguiendo, ofender al Uchiha.

-       No necesito quemarme las neuronas pensando en alguna maldad que hacerle. ¿No lo has visto? Eso fue para él como si verdaderamente me hubiera esforzado.

 

Sasuke Uchiha no era un amateur haciendo que la gente viviera un infierno. Aunque tenía que reconocer que esa broma, si podía llamarse así, había sido tan básica y sencilla que incluso adjudicarse el crédito le daría vergüenza. Por otro lado, cuando había dedicado sus días para hacer la vida de alguien más tan miserable como merecía, al menos tenía algo de información personal. Podía jugar con mayor facilidad con ellos porque entendía su manera de pensar. Pero no era así con Naruto. El rubio era todo un misterio para el pelinegro. No sabía casi nada de él. ¿Con qué más podría molestarlo si no lo conocía? Y claro, tampoco deseaba conocerlo.

 

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Por la tarde, una vez tranquilamente sentado en su escritorio y haciendo sus deberes escolares, alguien molestó a su puerta, tomándolo desprevenido y haciéndolo rabiar.

 

-       ¿Quién es? – cuestionó molesto. Sabía que no sería Naruto, el chico temía acercarse lo suficiente a Sasuke como para que este lo mordiera o algo semejante.

-       Abre la puerta. – pidió su hermano al otro lado.

Sasuke rodó los ojos y suspiró la respuesta: – Está abierto.

 

Un joven mayor que Sasuke por, por lo menos, cinco años, cruzó el umbral. Lucía una cabellera arreglada, aunque larga, igual de negra que su hermano menor. Ojos negros y profundos que lucían intimidantes gracias a las ojeras que tenía sin importar el tiempo que durmiera. Complexión delgada y de rostro serio.

 

-       Veo que no te llevas bien con nuestro invitado. – declaró Itachi casi como si regañase a Sasuke.

-       ¿Nuestro invitado? – inquirió Sasuke con incredulidad. –. Invitado de mi padre será, pues yo no lo he invitado ni a la cocina conmigo.

-       A eso me refiero, Sasuke. Él es un invitado en esta casa, y deberías tratarlo como tal.

-       Quizás deberías explicarme, ¿cómo es que no te importa que ocupe tu habitación?

-       Porque yo mismo se la he ofrecido – concluyó Itachi con calma. –. Cuando nuestro padre me comentó la situación le propuse que me cambiara a la alcoba de invitados. Quería que nuestro huésped se sintiera un poco más bienvenido. Sin embargo, tú te has encargado, solito, de que sea todo lo contrario.

-       Bueno – comenzó Sasuke con la sangre hirviendo en sus venas. –, a mí nadie me ha consultado nada. Y como, aparentemente, no cuento de nada en esta casa, supongo que mi ausencia tampoco será notada en las cenas donde él esté.

-       Sasuke – advirtió Itachi con tono firme. –. Te guste o no, él – imitó el tono despectivo que Sasuke había empleado únicamente para reafirmar su punto. –, será nuestro invitado por el tiempo que sea necesario. Y, te guste o no, lo tratarás como tal. No más descortesías de tu parte, ¿me estoy expresando suficientemente claro?

 

Sasuke no podía ganarle una batalla a su hermano. Lo sabía. Con los nervios a flor de piel y el coraje destilando de sus poros, tragó saliva y asintió en completo silencio. ¿Quién diablos era ese chico para tener tanto apoyo de su familia? ¡Era un don nadie! Un chico que venía de nada, y que al morir sería solo polvo y un mal recuerdo. ¿De qué iba toda esa atención incoherente?

 

Itachi salió de la habitación de su hermano menor dejando la puerta abierta de par en par. Tan claro como el agua: <<No cerrarás tu puerta. Él tiene acceso aquí SIEMPRE>>. Cerró los ojos con fuerza y presionó su tabique nasal. Dejó sus tareas incompletas y decidió recostarse en la cama sin retar la orden implícita de su hermano con respecto a la puerta. ¿Dónde había quedado su privacidad? Si antes no odiaba al chico, ahora lo hacía. De manera desmedida.

 

 

Los días posteriores se había encargado de seguir fastidiando al rubio con bromas tontas y de muy mal gusto. Nadie sabía que eran suyas, excepto por su confidente Suigetsu. Y nadie tenía que saberlo.

 

-       Este proyecto equivaldrá al cuarenta por ciento de su calificación final – mencionó el profesor de química durante la clase. –. Por parejas elaborarán una tabla periódica, de manera original, misma que tendrán que explicar. Tendrán que realizar las separaciones correspondientes entre familias y propiedades. Tendrán un mes para planearlo y llevarlo a cabo.

-       ¿Podremos elegir a nuestras respectivas parejas? – cuestionó una chica de cabello rosado, ojos esmeraldas y cuerpo escultural.

-       Gracias por la pregunta, Sakura – habló el profesor de regreso. –. No. Será por número de lista.

 

Y eso solo significaba problemas. Sasuke era el número 33 de los 40 alumnos de salón, pero sabía de memoria quién era el 34. Naruto Uzumaki.

Sin duda alguna necesitaba un cigarro y una botella de vino en ese segundo. Sasuke era perfecto si de calificaciones se trataba. Siempre sacaba cien en todas las materias correspondientes, y no lograba recordar la última vez que había recibido alguna nota por debajo del cien. Por otro lado, estaba Naruto, quien, a duras penas, conseguía oscilar entre el sesenta y el setenta cada mes.

 

-       Seguro que te diviertes trabajando con el fenómeno. – masculló Suigetsu en burla.

-       Cierra la maldita boca.

-       Creo que alguien se despertó del lado equivocado de la cama este día – se burló de nuevo. –. Vamos. No puede ser tan malo. Están juntos todo el tiempo después de todo.

 

Quería negarse. Inventar una excusa que pudiera exentarlo de presentar ese trabajo, o quizás solo para cambiar de compañero. Pero no podía. Un Uchiha jamás huía, y mucho menos se rebajaba a quebrar su orgullo por algo tan tonto como una pelea infantil.

Naruto, por su parte, se sentía terriblemente atormentado. Quería levantarse y gritar, negarse efusivamente, armar una revuelta para que pudieran cambiar de parejas, pero lo hecho a pecho. Tragó saliva ruidosamente para los que lo rodeaban, aspiró profundamente y se decidió a seguir con ello. No le daría el gusto al Uchiha de verlo correr al otro extremo. Eso jamás. Estaba decidido a continuar y entregar lo mejor de sí para evitar cualquier disputa y terminar el trabajo que les correspondía. Él, como todos, sabía que Sasuke no se conformaría con un ochenta, o un noventa. Buscaría el cien, sí o sí, y Naruto se lo daría.

 

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Llevaba toda la tarde pensando de qué manera acercarse al Uchiha para poner en orden la organización del trabajo y poder zanjar ese tema rápidamente. No encontraba las palabras correctas, y cuando creía tenerlas, se arrepentía solo de recordar la actitud que el moreno guardaba con él.

Miró la hora y eran alrededor de las diez de la noche. Sabía que Sasuke, a esa hora, estaría por bajar por su religioso vaso de agua para después encerrarse en su habitación. Era ahora o nunca.

Sasuke salió de su habitación en dirección a la cocina y ahí fue cuando decidió abordarlo.

 

-       Sasuke – llamó Naruto, pero el pelinegro simplemente siguió su andar. –. Oye, solo quería que nos pusiéramos de acuerdo para el trabajo. Ya sabes, acordar lo que harás tú, lo que haré yo…

-       Solo cállate y apréndete lo que te daré en una semana. Con eso basta.

 

¿Sasuke acababa de decirle que él haría todo el trabajo? No. No podía permitir que eso sucediera. Ese proyecto era en parejas por una justa razón, y no dejaría que el moreno lo cambiara por su santa voluntad.

 

-       Ajá – concordó intentando no discutir. –. ¿Qué más debería hacer? – insistió.

-       Nada.

-       ¿Nada? – preguntó ofendido.

-       Sí, nada. No quiero que mis calificaciones bajen solamente porque un idiota como tú es incapaz de hacer la menor sencillez.

-       ¡No soy ningún idiota, Sasuke!

-       Al menos esta sí la has entendido.

 

Naruto guardó silencio unos segundos. Entendía a la perfección lo que Sasuke decía, pero no quería dejarse llevar por su intensidad y su impulsividad.

 

-       Estoy hablando en serio, Sasuke. ¿Qué haré del proyecto?

-       Ya te lo dije. Nada. Leerás, te aprenderás la información, y listo.

-       ¿Y tú harás todo el proyecto por ti mismo? – cuestionó con una mezcla de incredulidad y burla. –. No lo creo. Haremos el trabajo a partes iguales.

-       ¿No lo entiendes? Sacaré cien por ciento, no permitiré que me bajen un solo punto por tu culpa.

-       ¡El que no entiende eres tú! Yo también formo parte de este proyecto, como tú. Mi calificación también está en juego. Voy a participar, quieras o no, Sasuke.

-       ¿Tu calificación? – preguntó Sasuke con sorna. –. Si por ti fuera, te bastaría con sacar sesenta.

-       Haremos el trabajo juntos y sacaremos cien, juntos.

 

La mirada llena de decisión atravesó los ojos de Sasuke. Sintió claramente como si Naruto leyera a través de su alma. Como si supiera absolutamente todo del azabache. Ocultó el ligero nerviosismo que esa determinación le generó y desistió. Un golpe suave a su orgullo era mejor que perder la guerra completa.

 

-       Si veo que pones en riesgo el cien, lo haré todo yo, ¿entendido? – replicó Sasuke de mala gana.

 

Naruto, por un segundo, se emocionó. Asintió con una sonrisa pequeña, apenas perceptible, y luego subió rápidamente las escaleras, de vuelta a su habitación temporal y se encerró en ella para poder conciliar al sueño al fin.

Notas finales:

Espero que no les decepcione la reacción de todos en la familia Uchiha, pero todo, entenderán, tiene un motivo oculto y una razón de ser. Ya que, si bien no he comenzado si quiera el cuarto capítulo, la idea esencial de la historia se mantiene en pie, así que esas razones siguen intactas.

Y en esta ocasión me voy sin condición alguna, solo deseándoles un buen día, tarde o noche, donde quiera que me estén leyendo.


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