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Yo en ti por Mascayeta

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- ¡Vaya! Tu amante sí que sabe elegir ropa – dijo Ryuichiro tan pronto como su padre se alejó de Yokozawa. Parecía niño con juguete nuevo, al punto que algunos decían que, por el parecido con el CEO de la empresa, era su bastardo.


- No fue mi amante – respondió el peliazul, si algo tenía como vendedor era el poder disimular sus emociones siempre y cuando Zen no lo viera a los ojos – fue mi hija la que lo escogió.


Isaka junior le hizo un guiño pícaro al de ventas tan pronto escuchó a su progenitor llamar al de ventas, después hablaría con esa niña, definitivamente tenía una idea muy clara de la reacción que iba a tener Kirishima cuando viera a su oniichan.


Yokozawa se aproximó a Isaka-sensei, mientras trataba de sobrellevar las miradas que ganaba por su atuendo. Hiyori había insistido en que con ese traje se veía más acorde con su edad. Aunque hubiese preferido uno clásico como los que llevaban todos los presentes, la chica eligió un vestido de corte Slim en azul oscuro. La chaqueta tenía un diseño entallado y llegaba a la mitad de la cadera, dejándole lucir por lo ajustado del pantalón su trasero y bien formadas piernas. Por dentro se maldecía por haber ejercitado en esos cuatro meses, pero acostumbrado a levantarse a las seis de la mañana, y teniendo que entrar hasta las diez a trabajar, termino utilizando el gimnasio de su edificio a diario.


Sentado al lado de Isaka-sama escuchaba completamente aburrido todo tipo de historias de personas que no tenía la menor idea quienes eran, por más que quiso retirarse, su jefe no lo dejo. Cuando le preguntaban algo, trataba de intervenir con lo poco que conocía del tema, pero pronto callaba y veía con disimulo el reloj. Esa noche sería eterna.


Desde su sitio pudo detallar a Leiko, una mujer hermosa. Su cabello negro estaba recogido en una trenza de medio lado, adornada con un broche rojo que hacía juego con el vestido silueta de sirena del mismo color, y que favorecía su figura. Para su desgracia, Zen se veía tan atractivo como siempre cuando se ponía traje, y esa noche el Tuxedos Custom negro en combinación con la camisa blanca, no era la excepción. Si fuera el baile de graduación ellos serían proclamados el rey y la reina de la fiesta. Yokozawa bostezo mientras miraba su reloj nuevamente.


- Si estás cansado pediré que te lleven a casa – la voz del mayor a su oído lo hizo palidecer. Agradeció la atención, pero la declino diciéndole que después de arreglar unos asuntos pediría un taxi. El hombre asintió. Con una reverencia paso a despedirse.


Al igual que todos los años, la fiesta privada con algunos de los inversionistas seguiría en otro de los salones que ya estaban preparando, tratando de mezclase con los meseros, se dirigió al ala contraria del hotel para utilizar uno de los baños. Antes de poder alcanzar su objetivo, fue atrapado por una mano que lo arrastro hasta una de las habitaciones alquiladas por la editorial para aquellos que quisieran descansar por el exceso de licor consumido.


- Pero... ¿qué tienes en la cabeza? – su reclamo lo hacía mientras el castaño cerraba la puerta colocándose frente a ella para que no escapara. La expresión del hombre le alerto que debía detenerlo o la situación tomaría una dirección que en nada le favorecía, – Kirishima-san yo cr...


Los labios que tanto añoro acabaron con cualquier queja o reclamo, conocía el lenguaje posesivo de Zen y sabía que buscaba evidencias de su fidelidad. Como siempre su mente quedo perdida entre las caricias proporcionadas por las manos que ya lo tenían sin el saco y acariciaban por encima de la camisa sus pezones. Para que mentir, sus brazos se cerraron en el cuello del hombre profundizando el contacto. Al separarse, el editor sonrió complacido...


- Lo sabía. Me extrañaste...


- ¡No seas engreído!... ¡Nn... hmm...! - El sonido de los besos y la sensación de las uñas del menor clavándose en su espalda, hicieron que el poco buen juicio que le quedaba al ojialmendrado se perdiera.


- Takafumi... nunca vuelvas a vestirte así de sexy – sus manos ya estaban deslizándose directamente en la piel del vendedor, aunque sabía que no escaparía no pudo evitar darse el gusto de atarlo a la cama con la corbata para castigarlo por la imprudencia de provocarlo, además que le facilitaba poder terminar de desvestirlo.


El menor se retorcía debajo del cuerpo del editor;  Kirishima borro cualquier duda de su cabeza, no había estado con nadie en todo ese tiempo, el corazón de Yokozawa no reemplazaba tan fácilmente. Su boca llego al abdomen del ojiazul, pero poco antes de introducir el falo erecto en su boca el sonido del celular del vendedor detuvo toda acción.


- Isaka- sensei, si... perdón...ya voy para allá. – se arregló sin hablar, el momento se deshizo en el viento. Antes de salir, trato de dar orden a su cabeza para hablarle claro a quien estaba a su espalda – Le pido que olvide lo ocurrido...por respeto a s...


- Arreglare todo, te lo prometo. – La lengua del castaño recorría la oreja del peliazul que tembló inconscientemente. Para Kirishima él era su adicción, y ahora que volvía a sentirlo, no quería separársele. - Dame tiempo...


- En esta semana pediré la custodia total de Hiyori y luchare por la patria potestad. La quiero viviendo conmigo de tiempo completo – Zen quedo paralizado. Girándolo miro los fríos ojos de quien tanto amaba.


- Por tu orientación la negaran – repuso tratando de hallar alguna debilidad en su amante, porque definitivamente Takafumi seguía siendo de su propiedad. – Los padres de Sakura te acusaron de perversión... - furioso Yokozawa trato de soltarse del agarre, pero el castaño lo sujeto aún más fuerte - evite que te refundieran en una prisión antes y no los dejare hacerlo ahora.


- ¡No me subestimes Kirishima! – grito como el día en que él lo bautizo con el sobrenombre del "oso gruñón de Marukawa". – Su error es creerme débil, y el tuyo es no tenerme confianza.


Cuando subió al automóvil de Isaka-sama, supo que, si quería ganar, debía venderle el alma al diablo. Buscando en su celular, envió un mensaje. Al llegar a su apartamento, ya lo esperaban.


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