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Cada noche contigo por Korosensei86

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Notas del capitulo:

Tras la noche en el motel, Soo Jin y Pau deben volver a la universidad para enfrentarse a las consecuencias de su noche juntos.

Hay un ruido de coches y voces revoloteando alrededor de una ventana entreabierta. Por ella, también se cuela la humedad que se me pega a los muslos y la espalda como un chicle persistente. No es la única incomodidad que fuerza mi despertar: tomo mi cuerpo parece una masa viscosa, desde la baba en mi almohada que impregna mi mejilla hasta residuos pegajosos en partes de mi ser que ayer utilicé poderosamente. Pese al asco que me dio a mi mismo, abrazo la repugnante almohada como si fuera un peluche de infancia. En las primeras fases de mi despertar, hubiera jurado que lo que viví ayer fue tan solo parte de otro sueño. Pero no, reconozco esta habitación y no es la del hotel en la que me hospedo. Como último aporte, las sábanas me traen un poco más del perfume exhalado por su cuerpecillo.

Fue real: Lo hice con Soo Jin. Incluso ahora, con la cabeza todavía a medio funcionar, me llegan flashes de la que ha sido sin duda la mejor noche de mi vida. Después de la chispa inicial, e incluso con intervalos de sueño ligero, encendimos muchos fuegos. Un viborilla de placer me nace en el ombligo cuando rememoro cómo trepó hasta mí. Siento el bamboleo de sus caderas chocando implacable contra mis huesos, su entrecortada voz removiendo el aire pesado de la habitación, sus rojos mejillas brillando más que los neones que acechaban nuestra habitación. Y yo, tumbado, apresado entre él y el maltratado colchón, solo puedo aspirar a amarrar mis manos a su delicada y salvaje cintura en un intento de ahogarme en este mar. Él me lo agradece con otro rotundo ronroneo de gatito, escapado de unos labios tan rosas que parecen siempre pintados. Al rato, cuando volvemos a yacer uno al lado del otro, envasados al vacío entre las sábanas, cocidos en nuestro propio jugo de sudor y otras asquerosidades profundamente humanas, él me muerde en el hombro y me lame la boca.

Yo me voy espabilando poco a poco, volviendo consciente de estar bajo sus órdenes, así que mis ojos se abren como los de un gato en la oscuridad cuando él me ofrece mi cuerpo en bandeja de plata. La forma en la que sinuosamente tuerce su espalda a cuatro patas, la deliciosa tensión de sus muslos en la postura animal, aviva un inflamado pedazo de mí que no parece no tener nunca suficiente. Pero, después de tanto idas y venidas, Soo Jin sí parece algo tocado, aún a pesar suyo, así que me señala el cajón donde con todo el acierto del mundo nos han dejado un poco de gel y condones. ¡¡Dios bendiga la eficiencia coreana!!

De hecho, con la retrospectiva que me da el tiempo, me pregunto si a Jin no le habrá molestado todo lo que le estuve haciendo impunemente toda la noche, sin tomar las medidas adecuadas. ¡Qué más da! Supongo que en el calor del momento, él tampoco se acordó hasta entonces, creo que parecía bastante contento.

Con un cuidado máximo, dejo caer la nueva capa de viscosidad sobre mis dedos antes de introducirlos cual bisturí en la ajada entrada de Jin, quien se queja discretamente, tan solo antes de volver a florecer en un jardín de gorjeos. Joder, puedo notar como sus rodillas se tambalean con cada nueva profundización. Todo él se pliega a mí rogándome más. Con esa extraña capacidad de pedirme lo que sea sin palabras, se gira para apuñalarme con su ansiosa mirada de gata en celo, metiéndome prisa, endureciéndome con crueldad. Trago saliva y termino poniéndome el preservativo a tientas en al oscuridad, maldiciéndome por no haber prestado más atención en las clases de educación sexual.

Pero cuando entro en Soo Jin, me siento poderoso. Sus entrañas se adaptan a mí como un calzado perfecto. Mientras, mi mente se derrite como la mantequilla. Él agita sus geniales caderas aguardando cada golpe. Al final, ato su cuerpo al mío y lo elevo para poder acariciar sus pecho en flor y fundir nuestra carne en solo una. Él me agradece con sus cantos de sirena y un beso jugoso como un fresón. Cuando terminamos, ya no se sabe cuando empieza uno y termina el otro, si no es por el líquido caliente que rezuma nuestras extensiones juntas.

Joder, en nuestros sueños ya habíamos hecho de todo, o casi de todo, y siempre él conseguía hacerme perder la cabeza de las maneras más locas, pero nunca imaginé que en la vida real, podríamos llegar a seguir ese ritmo frenético que parecía estar solo en mis más perversas fantasías. Retozo un poco más en la cama, dándome cuenta de lo afortunado que soy por haber podido llegar a sentir su calor, por poder haber podido conectarme a él.

 

De hecho, se siente demasiado perfecto, como si realmente no me lo mereciera del todo. Después de todo, fui a buscarle cuando él me dijo que no quería saber nada más de mí, le robé un beso justo delante de todos hasta el punto de que le diera un jamacuco, y cuando accedió a hablar conmigo... terminamos haciéndolo. Lo lógico es que estuviera enfadado conmigo, no...¿premiándome? Pero no quiero darle tantas vueltas. Estamos juntos y a lo mejor, él me quiere al menos una misera parte de lo que yo lo adoro y lo deseo. Sin embargo, ¿qué es esta punzada de ansiedad detrás de la nuca? ¿Por qué la cama es tan ancha? Tanteo con la mano y donde quería encontrar su silueta, me topo con el vacío. Estoy solo en la cama, no en la habitación. Eso es lo que confirmo cuando me levantó como impulsado por un muelle. ¡Oh, no! ¡Dime que no es verdad!

Como temía, él se ha despertado antes que yo y se ha largado arrepentido. Y teniendo la caña que le he metido, ahora sí que no quiere ni verme en pintura. ¡Joder, la he cagado! Como es propio de mí, cuando tengo una oportunidad tengo que forzarlo todo sin pararme a pensar. Me levanto con los pies aun enredados en las sábanas, amenazando con darme de bruces contra la moqueta, buscando restos de su presencia. Entiendo que he hecho algo mal, pero al menos me hubiera gustado despedirme en condiciones. Entonces, el ruido de agua corriendo en el baño hace que mi histeria se evapore.

Lentamente, abro la puerta y la ropa de Jin tirada sobre la tapa del váter me hace respirar con más normalidad, pero no es hasta que adivino su figura tras la mampara que empiezo a sonreír. Soy idiota: no me ha abandonado para siempre, solo se ha ido a dar una maldita ducha. Bueno, teniendo en cuenta su historial, creo que no se me puede culpar por dudar. Así, tengo demasiadas ganas de abrir la mampara para comprobar por mí mismo que sigue ahí.... y me topo con un Soo Jin en un postura complicada, apoyado sobre la pared de azulejos, insertando los dedos en su orificio en un intento de expulsar lo que ahí sobra. No sé si es por el vapor, pero sus mejillas vuelven a iluminarse febrilmente.

—Good Morning (Buenos días)—atisbo a saludar, sin poder disimular mi risilla—. Do you miss me? (¿Me has echado de menos?)

Él se pone recto como una vela y saca a relucir esa cara de berrinche que conozco como si se la hubiera dibujado yo. Me da un leve puñetazo en el pecho y me echa la culpa de algo en inglés. Me gustaría concentrarme en entender lo que dice, pero la forma en la que su lengua ondea en su boca es demasiado graciosa. No puedo evitar besarlo. Él me empuja.

—No —dice tajante.


Sin embargo, su rostro inflamado y su postura cabizbaja le delatan.

—¿No? —susurro yo, colocándole un mechón de pelo mojado tras la oreja.

—It's late. We must go to the competition (Es tarde. Debemos ir a la competición) —tercia él.

¡Hostia, la competición! ¡Cierto, se había pasado por completo!

—Ok —concuerdo yo—. Can I enter? (¿Puedo entrar?)

Soo Jin pestañea y arruga su perfecta naricita nacarada antes de entender lo que digo.

—No—. responde aterrado.

—Please. I need shower (Por favor. Necesito ducharme)—le replico.

Y antes de que él pueda quejarse ya tengo medio cuerpo metido en la ducha. Él protesta al principio, pero poco a poco va cediendo a mi abrazo. Al final, acabamos enredados bajo la lluvia cálida y purificada de la ducha, enjabonados de besos.

Hoy hace un día cojonudo en Seúl. Por lo menos, es lo que siento cuando salimos a esperar el autobús. He tenido la inmensa suerte de que Soo Jin haya podido despertarse con tiempo de sobra para que podamos llegar con tiempo a la universidad. Tras adecentarnos, hemos ido a un Seven Eleven, una tienda llena de cosas y nos hemos comprado café y algún bollo para desayunar. Y así me pude percatar de que hoy el cielo es azul, con tan solo una nubes paseando por él y que las flores de cerezo cubren las aceras sobre las que bellamente se han suicidado. Es como si la primavera se hubiera puesto de acuerdo conmigo. Y lo más importante de todo: Soo Jin está sonriendo a mi lado. Está buscando en su smartphone la línea de bus que antes nos lleve a nuestro destino, por lo que sin darse cuenta ha dejado una de sus manos desprotegida, una mano que me muero por tomar. Pero él haciendo gala de sus reflejos de serpiente, la aparta sin consideración de mi lado.

—Excuse me —balbuceo avergonzado, a lo que él responde con una mirada paternalista y un leve gesto apuntado de cabeza.

Ese gesto me lleva a un grupito de señoras que nos miran con asco desde el otro lado de la calle, clavándome los ojos como si de escáneres se tratara y cuchicheando ofendidas por mi mera presencia. Soo Jin acompaña esta explicación silenciosa con otro ademán resignado. La traducción es simple: este no es lugar para demostraciones de cariño y no haya nada que pueda hacerse al respecto.

Pronto, nuestro autobús viene a recogernos y tenemos la suerte de encontrar un par de asientos en los que dejarnos caer. Aprovechamos este momento de tranquilidad para comprobar nuestros móviles y lo que el mío revela es casi aterrador: está petado de llamadas perdidas de Jordi. El pobre desgraciado ha debido de pegarse toda la noche buscándome... Me va a matar.

Por su parte, Soo Jin comparte conmigo las decenas de fotos con las que Ha Neul y mi hermana han inundado las redes sociales: Neus y Ha Neul agitando sus globos de luz para animar a su grupo favorito, sus voces chillando de fondo en un vídeo, imágenes de ellas poniendo morritos en la fila antes de entrar rodeadas de otras fans de todo el mundo.... Todo eso me hace preguntarme quién ha pasado mejor noche, aunque la resplandeciente carita de Soo Jin contra la ventanilla me saca de dudas rápidamente. Como si esto no fuera suficiente, con esa naturaleza discretamente pícara que me encanta descubrirle, desliza su mano por la manga de mi abrigo, de manera que nuestros dedos se entrelazan, alejados de miradas incordiosas. De esta forma, mientras la luz matutina baña su hermosa piel, me doy cuenta de que sería capaz de sacrificar mil noches épicas, miles de conciertos, miles de juergas solo por un momento en los brazos de este chico que apenas estoy empezando a conocer. Y sin embargo, en este bálsamo de felicidad hay una ausencia que me escama: no he recibido ni un solo mensaje de Jaume.

Al cabo de un rato atravesando las atareadas pero bien dispuestas calles de Seúl, llegamos a nuestro destino. Reconozco la parada en la que nos dejó el bus ayer junto con mis compañeros de entrenamiento. Hace poco más de veinticuatro horas que estaba riñendo con mi hermana justo aquí, pero se siente como si un mundo entero hubiera separado estos dos momentos, sobre todo porque la compañía de Soo Jin lo tiñe todo de otro color. Es más, gracias a su conocimiento de este campus y a su eficaz guía llegamos al Centro de Deportes en un tiempo récord que logra avergonzarme por mi caótica carrera del día anterior.

En el momento en que atravesamos sus puertas, me doy cuenta de que todo este tinglado no solo ya está casi rematado sino que lleva horas en preparación. ¿Cuándo ha llegado la gente aquí? Y yo que creía haber salvado la situación siendo razonablemente puntual. Hay una gran pancarta ondeando sobre las vigas de este enorme lugar que me hace preguntarme cómo demonios la subieron hasta ahí. A lo lejos, los dos grupos de luchadores se reúnen y hablan entre ellos. Intento centrarme en aspirar el clásico aroma saturado de goma y sangre hervida que aparece antes de una competición. Debo empezar a motivarme. Después de todo, aunque este no sea un encuentro oficial, no quiero hacer el ridículo delante de mi Jin y ya durante el viaje en bus las pocas horas de sueño han empezado a martillearme un poco las neuronas.

Entonces, dos destellos de energía con patas, una con cola de caballo azabache que contrasta con su colorido coletero y la otra con mechas color arco iris, se materializan corriendo frente a mí.

—¡Pau! —chillan las dos al unísono.

—¿Qué tal, chicas? —saludo yo, acostumbrado ya a este despilfarro de entusiasmo.

Los ojos de mi hermana se llenan de más brillitos que una mascletá.

—¡No te lo puedes imaginar! HA SIDO ÉPICO —proclama—. El mejor momento de mi vida.

—Ya te he visto, ya —río yo— Bueno yo, y medio Internet. Esperemos que no te hayan descubierto papá y mamá...

—Bah, esos no saben ni lo que es Instagram. Además, no importa. NO ME ARREPIENTO —exclama.

—¡Aaaaaaaah! —casi solloza Ha Neul de felicidad— ¡Ha sido taaaaaan genial! Vimos a RM cuando iba a su... ¿habichashon?

—Se dice habitación —la corrige Neus—. Y es mejor que digas camerino.

—Oh —reflexiona ella.

—Naneun neoleul maeu gippeuge saeng-gaghanda, Noona (Me alegro mucho por ti, Noona) —pronuncia Soo Jin en esa jerga misteriosa, hermosa y horripilante, que es el coreano.

A lo que Ha Neul responde con una expresión entre la riña y la risa burlona, que acompaña con algo que suena a maleficio de bruja:

—Eoliseog-eun jis hajima, Jin-ha. Neoneun na-ege modeun geos-eul malhaeya manhaneun salam-ida. (No seas tonto, Jin. Tú eres el que tiene que contármelo todo).

La forma en la que tuerce su mirada hacia mí me da escalofríos. Seguro que se muere por saber qué tal le ha ido a su amigo conmigo, sobre todo sabiendo la confianza que se tienen esos dos. Espero estar a la altura del juicio de Jin y que no me destrocen entre los dos, o los tres si contamos a Neus. Por lo tanto, solo me queda cambiar el tema antes de que la conversación vaya por terrenos extraños. Carraspeo.

—¿Y no os van a echar la bronca por todo esto? —me burlo yo—. Tú tenías que cuidar de nosotros y Ha Neul tenía que organizar aquí.

—Pues mira —replica Neus altanera—, A diferencia de dos zánganos, nos hemos levantado pronto y hemos venido aquí a primera hora, casi de empalmada. Por cierto, tu entrenador te está buscando. Está que echa humo por las orejas.

—Ya me lo imagino —admito yo con cierto terror.

De hecho, puedo notar los potentes rayos de ira que irradian sus ojos en la lejanía, esos ojos inyectados en sangre y envueltos en divertidas ojeras de mapache rabioso. Por ahora, creo que debería irme a cambiar antes de que Jordi tenga oportunidad de aplastarme como la mosca cojonera que debo de parecerle a estas alturas de la película. Sonrío nervioso rezando porque mi carisma natural sea suficiente para aplacarle, aunque hasta yo sé que ya es demasiado tarde para ello. Entonces, una presencia a lo lejos me tuerce la boca. Se trata del ex amigo de Soo Jin, el gilipollas estirado que lo abandonó cuando todo se vino abajo. Parece que viene hacia aquí, que quiere algo.

Pues sea lo que sea, ya es demasiado tarde, soplapollas. Ahora, Soo Jin es mío y solo mío y para demostrarlo lo reto con la mirada y aprovecho para sacar pecho. Él me mira solo un instante, con una expresión que mezcla la extrañeza y la curiosidad, para después ignorarme como el capullo pretencioso que es, y centrarse en Jin. Incluso, cuando llega hasta nosotros, fuerza la distancia entre los dos, poniéndose entre nosotros.

El solo observar cómo Soo Jin se turba ante su inesperada y cortante aparición hace que me den ganas de chasquear la lengua... u otras cosas menos civilizadas.

—Joh-eun achim, sunbae. Museun il-iya? (Buenos días, Sunbae. ¿Qué ocurre?) —lo saluda timídamente.

—Sanbon nim-i dangsin-ege jeonhwahabnida. (El sabon te llama y tenemos que hablar)— le responde él con un tensión refrenada que casi le hace tragarse las extrañas sílabas en vez de pronunciarlas.

Y acto seguido, tan pronto como llegó, se lleva a Jin sin pedir permiso a nadie, como si creyese que este siempre le ha pertenecido y simplemente hubiera venido a recuperarlo. La ira me enciende las entrañas como una ardiente cerilla sobre mucha gasolina. Nota la furia combativa tensárme las muñecas y el cuello, tomo aire para enunciar mi protesta pero justo cuando voy a soltar un grito, cuando noto el suave toque de unas manitas diminutas sobre mis brazos. Al girarme, me topo con la sonrisa conciliadora de Ha Neul.

—Trraquilo —me ordena con suavidad—, No passsa na-da.

Automáticamente, las inflamadas calderas de mi cabeza empiezan a quedarse sin combustible.

—Pe, pero.... —intento protestar— ¿ Y eso tío? ¿De qué va...?

—Eyoss son amigosss —me consuela Ha Neul, quien aterriza sobre la cuestión de mis devaneos mentales como un dardo en al diana—. ¡No tche perrocupessss! ¡Todo essstá ben! ¿Ssí?

Como si de una terapia de cal y arena, el dulce gesto de la coreana, viene contrapuesto por una colleja muy catalana que, impactando en mi nuca, termina de reajustarme las neuronas.

—A ver —me riñe Neus—, te acaban de decir que no pasa nada. ¿Qué ibas a hacer? ¿Liarte a hostias como haces siempre? ¿Montar otra escena? Tira a cambiarte, que dentro de nada tienes que salir a pelear.

—Ooooh —se admira sin pudor alguno la coreana, mientras mi hermana saca pecho—. ¡Brravo, Neus-noona!

Todavía sin terminar de entender lo que me acaban de decir, me dirijo como un servil perro apaleado al vestuario. Aún estos momentos, con todo lo que ha pasado en tan poco tiempo, y aún a pesar de la hostia reparadora de mi hermana, mi cabeza sigue siendo un desastre. Así que opto por ponerle orden a mis pensamientos a través de ocuparme de actos muy sencillos. Poco a poco me concentro en volver a reconocer el camino que ayer recorrí, abro la puerta y busco un banquillo que me parezca cómodo...

Pero antes de encontrar sitio, me topo con una cara familiar aunque nada amistosa. Se trata de Jaume, quien, por desgracia, ha traído consigo la misma cara de callada mala hostia que se le ha ido quedando de la tarde anterior. Y es que después de lo de que vio, no ha vuelto a decirme nada. Nada de nada: ni para bien, ni para mal. El chaval histérico y bocachanclas que conozco que se transformó de pronto en un frío robot que se limitaba a seguir las órdenes de Jordi. Luego, cuando su personalidad fiestera y babosa volvió en el bar... en el que me ignoró en favor de Ha Neul. Así que no, evidentemente no hemos podido hablar sobre Soo Jin y yo y el significado de lo que vio. Y ahora que estamos los dos solos en el vestuario, se limita a mirarme solo un instante para después abrir su bolsa e ir sacando el uniforme y las protecciones reglamentarias. Durante unos segungos me planteo dejarlo así, devolverle la ignorancia con la que me sacude, pero yo mismo sé que no tengo la paciencia suficiente como para aguantar tantas gilipolleces juntas.

—Buenos días —espeto.

El tono de voz me sale más irritado de lo que pretendía. Eso no ayuda.

—Jordi se ha pegado la noche buscándote —me echa en cara Jaume sin levantar la vista de su ropa—. Supongo que se alegrara de ver que estás vivo, para poder matarte él más que nada.

—Ja, ja —finjo reírme sarcásticamente—. Muy gracioso.

Y de nuevo, la conversación se estanca como agua viciada. El silencio pesa tanto que casi ni me esfuerzo en escuchar la estática de los fluorescentes que parpadean sobre nosotros. Exhalo frustración mientras reúno fuerzas para otro ataque.

—¿Qué tal has estado tú? —pregunto.

—¿Ahora te importa? —ríe Jaume, visiblemente molesto—. Porque te has pegado una noche entera dando vueltas por Seúl sin molestarte en averiguar si seguía vivo...

—Jaume... —le interrumpo yo, harto.

—¿Pau? —replica él, lacónico.

—Déjate de gilipolleces —me exaspero yo—. Tenemos que hablar.

Jaume por fin me mira pero es esbozar una irónica y exagerada expresión de falsa sorpresa.

—¿Oh? ¡No jodas! ¿En seriooooo? —se burla— ¿Hablar de qué exactamente? ¿Del chino al que besaste delante de todos?

—Se llama Soo Jin y no es chino, es coreano. Lo sabes perfectamente —le corrijo.

—Como si es marciano —tercia Jaume—. Me importa una puta mierda. ¿Me puedes explicar por qué tu hermana sabía perfectamente quién era ese tío? ¿Por qué soy el único que ayer no tenía ni idea de lo que estaba pasando, Pau? ¿Sabes lo subnormal que me sentí?

Resoplo. La primera sesión de entrenamiento que compartí con Jaume, todos los recreos en los que intercambiamos cromos de Pokemon, las tarde de verano de piscina y FIFA, me pican como piel nueva tras una costra. Por primera vez en años, se me hace difícil reconocer a ese pequeñajo pecoso e hiperactivo en el chico herido que tengo delante. Dios, es curioso cómo te empeñas en evitar a todo a costa que tus miedos se vuelvan realidad, para que esas mismas acciones con las que creías protegerte sean las que consigan que estos se cumplan.

—Sabía que te pondrías así —acuso yo—. Muy bien, Jaume, soy gay. Siempre he sido gay. No se lo he contado a nadie. De hecho, mi familia lo sabe de casualidad, así que técnicamente eres el primero al que se lo digo. ¿Estás contento ahora?

Alzo y dejo caer los brazos, a la espera de su reacción, pero esta vez lo único que se me ofrece es una amarga expresión de asco. Ahora es Jaume quien resopla y chasquea la lengua, aún más cabreado. ¿Un momento? ¿Eso que veo son lágrimas en sus ojos? Jaume no lloraba desde que vimos Titanic en una excursión del colegio.... ¿Qué coño está pasando aquí?

—¿En serio te creías que ese era el problema? ¿Por eso no me lo has contado? Creías que me pondría en plan machote o alguna mierda así... Joder, Pau... ¿Quién coño te crees que soy?

—Jaume, yo... Lo siento mucho —me excuso casi quedándome sin aire.

Pero Jaume aún no ha terminado.

—Osea, ¿me quieres decir que con todo lo que hemos pasado, crees que me traumatizaría saber que no eres hetero? ¿Es eso lo que se te pasaba por la cabeza? Eres un puto retrasado profundo, nen...

—No sé por qué no te lo he contado, ¿vale? —le interrumpo yo decepcionado— Yo solo... Estaba asustado, ¿vale? Y no me vengas con que no lo entiendes: tú nunca tuviste que proclamarme que eras hetero...

—Pues precisamente por eso, me hubiera gustado que compartieras eso conmigo. Joder, creía que confiabas en mí. ¿De verdad tenías miedo de que yo te juzgara? ¿Pensabas que podría rechazarte por algo así? Pau, eres mi mejor amigo, como un hermano... ¡ Y que estamos en el puto siglo XXI! ¡No me jodas! ¡A mí como si te da por follarte a un pez! Mientras seas feliz, me importa una mierda lo que te mole...

—Lo siento, tío —me repito, notando la culpa anudárseme a la garganta como si de una bufanda de lágrimas se tratara.

—Pero, vamos, que me lo podrías haber contado antes. Ahora pienso en lo de Sandra y me siento gilipollas.

Yo me quedo en silencio unos instantes. Yo sí que me siento gilipollas, por todas las ocasiones en las que podría haber confiado en una persona que hubiera estado para mí, que solo quería que yo me abriera a él, como él a mí. Y sin embargo la ansiedad por la mirada de los demás me impidió ver que ya había gente que me aceptaba incondicionalmente por lo que soy. Ante mi falta de respuesta, Jaume me observa durante un largo minuto. Mientras tanto, su expresión de enfado se va tiñendo poco a poco de compasión.

Me abraza. Las palmas de sus manos golpean furiosamente contra mis costillas.

—Venga, va —me insiste cuando nos separa—. Que si me sigues mirando así, me van dar ganas de llorar a mí también.

—¿Entonces? —gimoteo yo desconcertado.

—Te perdono —anuncia él resignado— ¡Pero nada de secretos a partir de ahora!

—Cuenta con ello —río.

—Menudo cabronazo estás hecho —escupe Jaume, aún enfadado—. Ni cabrearme contigo puedo.

—Eso es porque soy como tu hermano —me burlo yo.

—Como no calles, lo que te van a llover son hostias de hermano —ríe él.

Entonces, por un segundo, una idea cruza rápido por los ojos de Jaume. Su cara se desmenuza como un montón de galletas maltratadas.

—Un momento.... Morena, delgada, universitaria, sin tetas pero con buen culo —enumera Jaume de la nada—. No me jodas... no me jodas con que... El chino era la tía esa de que la hablabas —los ojos de Jaume se agrandan por la emoción extra que sus teorías le causan— ¡Tengo razón! ¿A qué sí?

Yo soy el primero en sorprenderme de cómo Jaume, quien hasta hace nada había permanecido cómodamente ajeno a toda esta movida, ha sido capaz de ponerse al día de estas maneras. Supongo que ya no tengo nada qué ocultar.

—Me has pillado —admito.

—¡VAMOSS! —exclama Jaume triunfal—. ¿Pero no te había dejado tirado? Ya sabes, cuando te deprimiste...

Hubiera preferido que Jaume tuviera un poco más de tacto al sacar el tema, pero yo tampoco soy el rey de la sutilidad precisamente...

—Sí, bueno, las cosas se pusieron complicadas...

De pronto, con la habilidad tornadiza que caracteriza a Jaume, este se vuelve misteriosamente serio. Me sujeta los hombros con las manos y me mira fijamente a los ojos.

—Si eso es así —declama—, Hay algo que debo preguntarte y debes ser totalmente sincero en tu respuesta. ¿De acuerdo?

—Supongo —replico yo alucinado.

—Bien. De hombre a hombre... Tú, esta noche, con el chino.... ¿Triunfaste?

Creo un eco de canto de gallo resuena en mi mente, mientras mi colega insiste en preguntarme eso completamente en serio. Al final, tengo que aguantarme las ganas de descojonarme.

—Sí —declaro orgulloso—. Épicamente...

—¿Entonces... desfloraste la margarita? ¿Mojaste el churro? —pregunta él con creciente entusiasmo.

—Varias veces, de hecho —presumo.

Los ojos de Jaume empiezan a arder justo antes de volver a abrazarme.

—¡PERO QUÉ CABRÓN, JODER! ¡QUÉ CABRÓN! —exclama—. FELICIDADES, CAMPEÓN. ¡Ya eres oficialmente un puto semental pero en maricón!

—Tú lo que quieres es que te dé una paliza, ¿no? —río.

—Nunca pensé que serías el primero de los dos en perder la virginidad —reflexiona Jaume, mientras yo secretamente flipo...¿Cómo? ¿Todas esas supuestas lecciones sobre tías venían... de la nada? —Pero no te sientas mal por mí. Ayer me estuve trabajando de lujo a la coreanita... Ya sabes, la que se ha hecho amiga de tu hermana, la que sabe español.

—¿Te refieres a Ha Neul? —alucino yo.

—¡Esa! —señala— Si no fuera porque de pronto desapareció, te juro que también habría caído ayer mismo.

—Que no te siente mal —me río yo—, pero me parece que lo que esa chica estaba haciendo era huir de ti.

La cara que pone Jaume entonces parece un poema, pero su orgullo le hace recuperar pronto la compostura.

—Mira, puede que a ti se te dé bien seducir a chinos maricas —replica Jaume—, pero las tías buenas déjaselas a los heteros...

—Yo tampoco aceptaría consejos de un virgen —le chincho yo.

—¡Serás...! —escupe él.

Y justo cuando vamos a pegarnos de coña, nos topamos con un coreano que nos mira con cara de mala hostia.

—Compadre —observa Jaume—, Igual habría que darse prisa y vestirse de una vez.

—Pues sí —certifico yo—, porque a mí no me ha dado tiempo ni a mirar contra quién peleo.

—Eso es fácil —responde Jaume—. He mirado la clasificación antes y te toca contra un tal Jung Dong Yul...

Esas palabras me abren la cabeza como una herida mal curada y desgarrada. Jung Dong Yul, ¿cómo podría olvidar el nombre del violador de mi Soo Jin? Jung Dong Yul, la mayor escoria andante y cantante del puto universo... A veces, el universo tiene un sentido del humor enfermizo.

—Pau, ¿qué pasa?

¡Y qué fácil sería partirle el alma en el combate! Pero, eso no nos dejaría en buen lugar, ¿verdad? Si no mido bien mis fuerzas igual lo destruyo y terminan descalificándome de alguna manera. No quiero darle ese lujo, pero desde luego, si hay algo claro es que tengo que hacerle morder el polvo. Le debo a Jin una victoria moral y si ver a ese hijoputa humillado en la derrota es lo único que puedo ofrecerle, que así sea...

—¡Pau! ¿Qué te pasa? —insiste Jaume— Joder, Pau, me estás asustando...

—Perdona, se me ha ido la olla. No pasa nada —respondo yo.

—¡Y una mierda! —protesta Jaume— A mí no me la das. Estás poniendo una cara de loco que lo flipas. Me vas a contar ahora mismo que te está rayando.

—Tío, de verdad —insisto yo—. Es una movida muy chunga... no quieres saberlo.

—Pau, te lo estoy diciendo en serio. Dijimos que nada de secretos, ¿recuerdas?

Y ahí se queda Jaume, mirando a los ojos, sin parpadear como si fuéramos un par de gatos; de brazos cruzados y expectante...Dejándome cristalinamente claro que no me va a dejar en paz hasta que se lo cuente. Así que eso hago: tomo aire y le cuento todo, todas las cosas horribles que sé que esa rata pútrida le hizo a la persona que quiero, cómo le tendió una trampa cobarde y rastrera, todas las formas vomitivas en las que lo profanó, la acusación rancia y perversa que destrozó su honor para siempre... la recopilación de atrocidades que casi consigue romper el alma de Soo Jin para siempre. Y con cada crimen, la cara de Jaume se va a avinagrando un poco más, hasta tornarse casi verdusca como si el asco moral transcendiera lo mental hasta rezumarle por los poros.

—¿Y ese era el tío con el que te chocaste el otro día? —pregunta Jaume escandalizado— Joder, nen, me estoy empezando a arrepentir de haberte parado.

—No sé qué decir, tío —confieso yo—. Igual es mejor así, porque ahora tengo todavía más ganas de usar su cara para fregar el suelo...

—Venga, compadre —me anima, dándome palmaditas en la espalda—. Pase lo que pase, tenemos que salir. Cuánto antes termine todo esto, antes podrás vengar a tu novio.

—No es mi novio...—insisto yo.

—Lo que tú digas —suspira Jaume.

Ambos salimos juntos del vestuario. Cuando volvemos a la sala de entrenamiento, todo se ha dispuesto para que el torneo amistoso comience. De hecho, la primera pareja ya está peleando. Soo Jin que ya está cerca del ring la está observando, mientras la luz que escapa de los ventanales danza en su precioso cabello azabache. Como si notase cuánto puede capturarme con su sola belleza, se gira, sonriente y me saluda en la lejanía. Y sí, por muy tonto que suene, ese detalle tan tonto consigue tranquilizarme un poco. Entonces, una voz gangosa y desagradable, como de babosa monstruosa y repugnante me saca de este resquicio de felicidad. Como no, el cabrón de Jung Dong Yul tenía que venir a tocarme los huevos. ¿Por qué será que todos los cabrones tienen que aguarme la fiesta precisamente a mí?

—Neoneun naega ssaulyeoneun oegyein-iya ( Así que eres el extranjero de mierda con el que voy a luchar) —grazna, con las risitas de sus amigos-hienas como coro—. Neo eolmana keunde! naneun neoleul ttang-e deonjimyeon neo jasin-eul haechiji anhgileul balanda. (¡Qué grande eres! Espero que no te hagas mucho daño cuando te tire al suelo.)

Al decir esto último, sus amigos empiezan a gritar como si esa fuera la vacilada más ingeniosa de la historia. Yo no tengo ni puta idea de lo que me está diciendo, pero el tono chulesco con el que me dice no me hace ni puta gracia. Un sabor metálico como de sangre me avisa de mis emergentes ansías asesinas. Notando mi creciente crispación, Jaume me pone una mano sobre el hombro derecho para intentar calmarme.

—No merece la pena, nen —me susurra—. Ya le darás lo suyo en el ring.

Y esta vez Jaume tiene razón: mejor aprovechar el tiempo estando con mi precioso Lee Soo Jin que partiéndole la cara a este desgraciado. Es una cuestión de tiempos y prioridades. Hasta mi mente apresurada por la adrenalina es capaz de procesar algo tan simple y llano como esto. Así que, me doy la vuelta para pirarme de ahí, no sin antes de lanzarle una mirada que, como el puto cobarde que es, lo deja clavado en el sitio. Pero Jung Dong Yul no está dispuesto a quedarse con la palabra en la boca, por lo que opta por hacer su mensaje un poco más comprensible y directo.

—You fucked that Lee Soo Jin, don't you? (Te has follado a ese tal Lee Soo Jin, ¿verdad?) —los compañeros de Jung Dong Yul empiezan a silbar y soltar un montón de ruidos mucho más desagradables y fuera de lugar. Yo me paro en seco. Ahí está otra vez esa sensación: la tensión en el cuello y en los puños, la sangre gélida congelando mis venas, mis colmillos asomando—. He's so a fresh and easy bitch! A really good whore! Don't you think so? I can tell it cause I have enjoyed him too. (Es una zorra tan refrescante y fácil. Una puta realmente buena. ¿No crees? Te lo puedo decir porque yo también lo he disfrutado.)

No sé en qué momento me he dado la vuelta. No sé cuándo mi brazo se ha disparado solo hasta casi impactar en su cara, que ahora ha abandonado su vomitiva soberbia para desfigurarse ante el eminente puñetazo. Solo sé que hay algo reteniéndolo en el aire, como un misil detenido justo antes de la colisión.

—¡PAU! ¡PARA AHORA MISMO!

Me giro y me topo con Jordi y su palpitante vena de la sien. El impacto de su rostro de piedra, mitad cabreado, mitad asustado sienta como una caída de diez metros sobre un suelo de hormigón. Mi cuerpo accionado se siente entumecido.

—¡Desapareces una noche entera! —me grita— ¡Vuelves sin dar explicaciones! ¡Ya ni saludas! ¿Y ahora te me encuentro buscando problemas con uno de nuestros anfitriones? ¿Pero tú de qué vas?

—Joder, Jordi... —balbuceo con las neuronas embadurnadas de cemento—. No es lo que parece... Es que no lo entiendes...

—Pues adelante, explícamelo —exige él, soltando mi brazo al fin—. Dame una sola razón por la que no deberíamos expulsarte no solo de la competición sino del gimnasio. Porque si cuando me prometiste que no la liarías en este viaje esto era lo que tenías en mente, permíteme decirte que no podías tenerlo menos claro.

Mi lengua parece haberse dormido, agotada por intentar articular tantas razones atropelladas. Mi cabeza parece una piscina de bolas en un parque infantil: caótica, desordenada y agitada por fuerzas externas que no puedo controlar. De pronto, todo se detiene. Una vez familiar y querida termina por anestesiarme del todo. Alguien me toma de la ropa.

—Excuse me...

¿Jin? ¿Cuándo ha llegado hasta aquí? ¿Por qué está tan enfadado? ¿Qué he hecho esta vez para cabrearle? ¿Por qué me hierven los sesos? ¿Por qué el aire me quema cuando sale de mi garganta? ¿Qué coño me está pasando? Lo único claro es que Soo Jin me toma con firmeza por la muñeca y tira de mí en dirección opuesta a Jung Dong Yul y su grupito.

—Come with me (Ven conmigo) —ordena.

Pero Jordi, que tampoco entiende lo que ocurre, no está dispuesto a dejar las cosas así.

—¿Quién es este chico, chaval? —pregunta irritado.

—Esto...

Sin soltarme, Soo Jin se vuelve hacia Jordi y le ofrece una pulcra reverencia.


—Excuse me —insiste—. Let me deal with him. (Déjame lidiar con él.)

Como si le quemase saberse ignorado de pronto, el hijoputa vuelve a la carga, esta vez dirigiéndose a Soo Jin.

—Gaja, gongju (Vamos, princesa) —se burla Jung Dong Yul—. Dangsin-eun dangsin-ui gogaeg-eul deo jal daehaeyahabnida ... Wae geulae? eongdeong-iga teojyeoseo gibun-i johji anhni? (deberías tratar mejor a tus clientes... ¿Qué te pasa? Estás de mal humor porque te ha reventado el culo?)

Pero Soo Jin ya no tiembla. Con un estoicismo de hielo y sin importar lo que Jung Dong Yul le haya podido decir, Soo Jin se gira solo un momento , esgrimiendo en su ataque tan solo esa deliciosa sonrisa pícara que tan bien conozco. El chasqueo de su lengua resuena en casi todo el pabellón. Y ya no merece más. Ignora los gritos y burlas vacías de ese gusano insignificante. Por mi parte, yo no sé si reírme de puro desconcierto o terminar de derretirme. ¿Cuándo se volvió Jin tan valiente y orgulloso? Si está delante del tipo que le destrozó la vida... Sea como sea, mi precioso niño es el más fuerte y el más bello de todos.

—Let's go out (Salgamos) —me ordena y vuelve a tirar de mí.

Yo que a estas alturas ya soy como un muñeco de trapo me dejo llevar hasta el exterior. Fuera nos recibe la misma acogedora mañana de primavera que antes, pero antes de que pueda disfrutarlo, un puñetazo penetra en mi estómago como una puñalada trapera. Cuando consigo respirar, puedo ver la mirada de Soo Jin, afilada como dagas sedientas de sangre. Su cintura se mueve como una lubrica víbora al colocarse en la posición de ataque.

—Focus (Concéntrate) —me pide con la voz cortante como cuchillas.

Casi sin pararme a pensar, yo también adopto una posición de espera. Él empieza ligero pero no por ello deja de darme tregua: con una lluvia de puñetazos, que me obliga a esquivar constantemente sin tiempo para contra atacar. Pronto una patada circular en las costillas me saca completamente de mi eje y casi me hace tambalear.

—React (Reacciona) —me impele él, para después tumbarme de otra patada.

Mi cabeza retumba contra la hierba, quedándome durante unos segundos sin aire. Dios, es increíble que la misma persona que ayer se me estaba comiendo a besos, ahora me esté apalizando sin piedad. Pero Jin no piensa darme ni un segundo para regodearme en el dolor.

—Do you plan to lay forever? (¿Piensas estar tumbado para siempre?) —se mofa— Rise up! It's your turn. (¡Levanta! Es tu turno.)

Suspiro y me levanto de un salto. Cuando lo enfrento una vez más, puedo verle sonreír. Está disfrutando el muy cabrón y yo todavía no entiendo por qué todo esto me sigue pareciendo tan sexy. Solo espero no terminar con otra erección, no como en la anterior ocasión.

Soo Jin me hace un gesto de invitación que, como si de un cebo se tratase, yo acepto enseguida. Empiezo intentando lucirme con una patada alta a su cabeza que él intercepta en seguida y termina conmigo en el suelo, pues su puñetazo ha desviado mi centro de gravedad y me hace resbalar.

—Come on. You can do better than this (Vamos, puedes hacerlo mejor.) —se ríe—. Show me your real potential. (Enséñame tu verdadero potencial.)

Yo me reincorporo con más heridas en mi orgullo que en mi apaleada espalda. Aprovecho el impuso para colocarle un puñetazo que esquiva

—That's it (Eso es)—susurra con su voz entrecortada por el esfuerzo y el placer del combate.

Ese sonido sibilino consigue que se pongan los pelos del brazo como escarpias, de modo que no veo su siguiente ataque hasta que su puño vuelve a desgañitarme las entrañas.

—You quite have the energy (Tienes la energía) —explica—. And the strength. Those are your main qualities as a fighter. But there's something you lack and it keeps you far away from reaching your real level: strategy. (Y la fuerza. Esas son tus principales cualidades como luchador. Pero hay algo de lo que careces y te mantiene lejos de tu verdadero nivel

Nada más dejar de hablar, Soo Jin vuelve a su juego de pies y pronto se aventura con una patada media, que yo bloqueo con otra.

—Think! (¡Piensa!) —se reitera, intentando asestar otro puñetazo directo a mi nariz—. Cold your temper! (¡Enfría esos nervios!)

En el momento en que evito el golpe de Soo Jin, este aprovecha mi ángulo ciego para lanzarme una patada baja que casi me hace trastabillear y me fuerza a cambiar el equilibrio de mi juego de pies.

—Look to your rival! (¡Observa a tu rival!) —dice Soo Jin, imparable entre patadas relámpago, que muchas veces no puedo parar—. Try to discover what he's thinking. Tell me: What Am I gonna doing next? Can you guess it? (Intenta descubrir que está pensando. Dime: ¿Qué voy a hacer después? ¿Puedes adivinarlo?)

Entonces, noto como la cabeza de Soo Jin baja. Hay una brisa ligera que abanica el césped. Y todo sucede muy rápido. Salto hacia delante, en el momento justo en que los pies de Soo Jin iban a impactar contra mis vulnerables tobillos. Me impulso hacia delante para intentar acertar un puñetazo que él desvía con un bloqueo lateral,pero yo ya me he girado. Mi cadera opera como un látigo que restalla con una patada circular en su espalda. La fuerza de mi ataque debería ser suficiente para partirle el culo a Jaume o cualquiera de los chicos con los que me enfrento en Barcelona, pero la técnica de Soo Jin se muestra abrumadoramente superior. Dueño de un equilibrio alucinante, resiste mi envite con los pies firmemente clavados en el suelo. Se coloca el pelo del untuoso flequillo hacia atrás, imbuido en un fragante olor a sudor. Su sonrisa canina de diablillo complacido consigue hipnotizarme.

—Good —comenta.

Como si se diera cuenta de lo descolocado que me encuentro, se acerca a mí y me pone la mano sobre el hombro.

—You are better than Jung Dong Yul. By far... You're stronger and faster. Don't lose your advantages. Don't let him provoke you. Don't lose your mind (Eres mejor que Jung Dong Yul. De lejos... Eres más fuerte y rápido. No pierdas tu ventaja.) —aconseja presionando con el dedo un punto en mi tenso entrecejo—. Calm down! Focus! That's how you will see your way through victory (Cálmate. Concéntrate. Así es cómo verás tu camino a la victoria.) —la expresión de Jin se vuelve mortalmente seria ahora. Si antes batallaba para entender lo que me decía, de pronto se me hace terriblemente claro—. Remember, Pau: You can win. You must win!! (Recuerda, Pau: puedes ganar. ¡Debes ganar!)

Ante la intensidad de Jin, yo solo puedo asentir servilmente.

—Are you ready to come back? (¿Estás listo para volver?) —pregunta.

—Yes, I am (Sí, lo estoy.) —respondo, procurando parecer lo más aguerrido posible.

Soo Jin vuelve a sonreír con una mezcla de paternalismo y satisfacción.

—That's my boy (Ese es mi chico.) —me susurra.

Así, me toma de la mano y me lleva de vuelta al interior. Cuando llegamos, me doy cuenta de que ya nos hemos perdido el primer combate. No tengo tiempo para interesarme por los resultados: yo soy el siguiente. Jung Dong Yul ya está preparado, con todas las protecciones oficiales y obligatorias bien colocadas, por lo que dispone de tiempo más que suficiente para mirarme como quien mira a una hormiga a la que no merece ni la pena aplastar. Supongo que no puedo atribuir el gesto solo a su capullismo natural. Después de todo, él cuenta con la ventaja de la especialidad nacional. ¿Cómo actúa la gente cuando ve a un chino intentando cantar flamenco? Se descojona hasta el momento justo en que habla la boca y se percata de que alguien de otro continente puede hacerlo mejor. Supongo que a él le sucederá igual, del mismo modo que supongo que gracias a ello, ver cómo cae y termina mordiendo la colchoneta del ring se volverá un poco más sabroso.

Así que me siento en el banquillo y termino de prepararme. Es curioso, los ruidos, la luz del sol... desde que he vuelto a entrar, todo parece más intenso. Incluso ese tambor molesto que retumba en mi pecho. Tranqui, Pau, recuerda lo que Jin te ha dicho: cálmate, no te dejes llevar y entonces lo verás todo claro. No puedes fallarle.
Pero una mano en la espalda me sobresalta de pronto.

—Joder, nen... ¿Estás bien? —me pregunta Jaume, detrás mío. Le acompañan Ha Neul y mi hermana.

—¿Va todo bien? —pregunta esta última.

—De lujo —contesto yo, esforzándome por mostrar un mínimo de dignidad.

Jaume muestra una sonrisilla idiota y me pasa el brazo alrededor del cuello cuando me levanto.

—¿No irás a ponerte nervioso a estas alturas¿ ¿Eh, campeón? ¡Que tu churri te está mirando! —se ríe.

Es cierto. Ya colocado cerca del cuadrilátero, Soo Jin no pierde detalle de mis reacciones a pesar de la lejanía. Respiro hondo y conforme mi pecho se ralentiza, mis pensamiento se vuelven más claros. Justo entonces nos llaman. El momento de la verdad ha llegado y si algo puede afirmar con absoluta certeza es que nunca he tenido más ganas de partirle la madre a semejante cabrón.

—¡Ánimo, Pau! —exclama Ha Neul, tras de mí.

—Tú puedes, tío —la acompaña Jaume.

Hasta Neus se desmelena y me anima, pero ahora no la oigo. Mi mente tiene otras prioridades, porque paso cerca de Soo Jin y su mirada de confianza es todo lo que necesito. El tiempo parece frenarse conforme llego al tatami. Así, me adentro en sus límites y sé que no hay vuelta atrás. Él ya me está esperando en el otro extremo, con su sonrisa de gilipuertas prepotente como estandarte, con los gritos de sus lameculos como heraldo... No se da cuenta que cada átomo de su pantomima me añade un gramo más de motivación.

Por fin, nos saludamos y el amigo de Jin, en tanto que árbitro nos separa. Por fin llega la señal del comienzo. En fin: al lío.

Ambos empezamos con el lógico juego de pies incial, tanteando al rival, pensando en cómo comenzar. O eso es lo que debería ser, puesto que Jung Dong Yul se dedica a mirarme con superioridad. Su sola expresión denota que es incapaz de tomarme en serio. Se cree ganador de antemano. Intuyo que lo más astuto sería sacar provecho de ser infravalorado, no mostrar mis verdaderas armas hasta que no sea estrictamente necesario... ¿pero quién puede aguantarse? Mi patada media impacta en sus casco, haciéndole caer. Y con el ruido de su peto golpeando la lona, se hace un silencio sepulcral, tan solo opacado por mi primer punto. Se queda unos segundos boqueando como un pez fuera del agua, incapaz de entender lo que ha ocurrido. Pues bien: Yo le he pasado.


Así que mi cuchara está sucia
Me da igual
Cuando agarro el micro tengo varias cucharas de oro
Sois como filetes medio crudos que ataco
Una vez más, te masticaré en la noche de las estrellas.

 

El ridículo voraz al que le he sometido le ha debido de cabrear. Ahora él contraataca con una serie de puñetazos a mi cara. Sin embargo, yo no me dejó embaucar. No podría aunque quisiera. Lleva sus intenciones tan claramente dibujadas en su jeta de renacuajo maltrecho que es imposible no leer su próximo movimiento. Comparado con Soo Jin, leer sus movimientos es un juego de niños. No solo bloqueo sus ataques, sino que termino alejándolo con una patada directa al estómago. Vuelve a caer, lo que se convierte en otro punto para mí. Al final, su estratagema solo ha servido para terminar el doble de agotado y... el doble de humillado. A mí ya me está resultando difícil no disfrutar de esto. Intento no sonreír demasiado mientras espero que se levante.

Esta clase no es común
Disfruta de este valor
Los malos olores entre los buenos aromas va contra las reglas
Dejo caer el micro

De esta forma volvemos al inicio. Él pretende tantearme con algunas patadas que se quedan cortas y no llegan a darme. En su desesperación por acertar no se da cuenta de los huecos que va sirviéndome en bandeja de plata. Mi patada alta le da de lleno en los hombros, desestabilizándolo en el aire y dando con sus huesos de nuevo en el suelo.

Dejo caer el micro
Las luces brillantes siguen adelante
Pensante que iba a fracasar pero
estoy bien lo siento
Lo siento, rival
Lo siento, todo el mundo
Lo siento, mamá, tienes un hijo increíble

A estas alturas los nervios se han esfumado y el hecho de que se haya levantado un silencio ceremonial también es de gran ayuda. Mis sentidos se han afinado como los de un felino agazapado.Él se empeña en seguir atacando, sin darse cuenta de que cada vez que arremete contra mí, tengo más y más pistas sobre como destrozarlo. Es como un equipo que alardea repetidamente de meterse gol en propia puerta. Con el ímpetu del mal perdedor, intenta evocar mi patada alta, pero con sus piernas cortas me resulta fácil bloquearla con otra patada. Noto como su tibia se resiente al notar el buen acera de la mía. Noto como hasta los coreanos que nos miran exclaman atrapados por el fragor del combate. Como en un final predecible de peli de súper héroes: la fuerza en el combate parece ponerse de parte de la justicia.

Estoy siendo un buen hijo, no como tú
Sin inconveniente en mis actuaciones
Lo hago, lo hago, solo eres una mala ratatouille
Si estás celoso, solo demándame
Hazlo

Así, bajo rápido mis pies para con un movimiento giratorio, aprovecho la inercia de la caída en mi cadera y le muestro cómo lo hacemos en España. En el instante en que el árbitro me da el round a mí, supongo que ya no tengo nada más que demostrarle.

¿Has visto mi bolso?
¿Has visto mi bolso?
Está lleno de lleno de muchos y pesados trofeos
¿Qué piensas sobre eso?
¿Qué piensas sobre eso?
Apuesto a que tengo mis enemigos muy enfermos.
Ven y sígueme, sígueme
Con tus carteles
Estoy tan encendido, encendido
Chico, se te acaba el tiempo
Sigo corriendo y corriendo
Hasta que lo alcanzo
¿Cómo te atreves?
¿Cómo te atreves?
¿Cómo te atreves?

En cuanto nos separan, vuelve a la misma táctica, incapaz de entender que hay que dejar de insistir en aquello que nos lleva al fracaso. Así le dejo creer que tiene algo de ventaja, solo para darle emoción al combate. Me limito a esquivar sus ataques, para se vaya confiando poco a poco. “Observa a tu contrincante”, no podía ser más acertado el consejo: con un simple vistazo ya se ve que el talón de Aquiles de este imbécil es su ego desmesurado, el mismo que voy a hacer explotar como un globo pinchado. Poco a poco lo voy atrayendo a mi trampa. Hasta que justo cuando cree que me tiene acorralado un simple puñetazo me ayuda a darle la vuelta a la tortilla. Habiendo atraído su atención hacia mi cara con un bloqueo del brazo, ni pudo ver como mi puño izquierdo se propulsaba hasta la boca de su estómago.

Más trofeos, mis manos cargan
Son demasiados, tanto que no puedo ni contarlos
Caída de micro
Caída de micro
Cuidado con tus pies, pies
Cuidado con lo que dices, dices

Que alguien me detenga
Estoy a punto de explotar
Estoy muy ocupado.
Un solo cuerpo no me es suficiente
Caída de micro
Caída de micro
Cuidado con tus pies, pies
Cuidado con lo que dices, dices

En cuanto se recupera, no le doy tregua. Lo voy alejando con tandas circulares de patadas a ambos lados del abdomen, procurando ostentar el control del encuentro con cada decisión. Pese a todo, no pierdo de vista que debe ser una pelea lo más justa posible, de modo que la victoria sea incontestable. Reconozco que me estás costando no dejarme llevar, no ceder ante las ganas que tengo de partirle esa boca con la que mancilló a Jin y pronunció mentiras sobre él. Pero todo a su debido tiempo. De esta forma, comenzamos una baile de patadas en el que consigo parar todas sus tentativas. A estas alturas, Jung Dong Yul ha dejado hace tiempo de sonreír. Se le nota exhausto, pues no para de desgañitarse para darme y lo único que consigue es cansarse. Agotado e impaciente, opta por un barrido de pies. Pero, Yoon Jun Seok detiene el combate entonces. Se trata de una técnica prohibida en combates oficiales, por lo que el punto va para mí. Y así puesto en evidencia hasta por sí mismo, llegamos a la pausa anterior al tercer round y yo decido reabastecerme en mi rincón. Me refresco y calmo mi respiración agitada mientras me recreo en cómo la pandilla de Jung Dong Yul quieren animarle en vano. Él, irritado, los aleja de su lado.

Pronto, Jordi viene a felicitarme. Incluso me convence para no cebarme tanto, incapaz de comprender hasta qué punto proteger la limpieza del encuentro me está costando. Los ánimos de Jaume, Neus y Ha Neul son los únicos que se oyen pues los coreanos guardan estricto silencio, más por la sorpresa que por respeto. Es más, por mucho que me joda, Soo Jin permanece igual: distante, concentrado, como un tigre en la maleza que aguarda el momento propicio para acercarse. Sin embargo, verlo a lo lejos, no sólo me entristece levemente, me ayuda a recordar quién me ha traído aquí. Debo terminar el círculo, cumplir con la misión de vengarle. Es por eso que cuando se nos indica el final del descanso, yo no me apresuro a ir a por él. Mido cada palmo de energía que invierto, controlo todos mis recursos.

Baby, cuida tu boca
He vuelto
Había una vez
Aprendimos a volar
Ve y mírate al espejo
La misma maldita ropa
¿Sabes cómo me siento?
Estoy jodidamente feliz
¿Cuántas horas tenemos que volar?
Sigo soñando en las nubes
Sí, estoy en las montañas
Sí, estoy en la bahía
Explota
Todos los días vibramos
Cae el micro
Bam

Esta vez, él es el primero en atacar. Elige otra patada alta que yo destrozo con otra. Termina en el suelo y yo me pregunto porqué el árbitro no ha detenido el combate ya. Entonces, él se apresura en levantarse y se lanza para golpearme. Va tan recto con una patada central es suficiente para interceptarlo y pararle los pies.

Los enemigos odian
Los jugadores juegan
Vive una vida, hombre
Buena suerte

Ahora que está desconcentrado, es cuando veo mi oportunidad. Empiezo yo también con el desfile de patadas. Cuando se acerca directo hacia mí, lo golpeo con toda la fuerza de mi cadera destruyendo su estabilidad con una patada circular en el costado. Conecto con otra patada lateral y luego opto por patear su cabeza con las altas. Nadie puede aguantar tanto y termina de bruces contra el suelo, mordiendo lona.

No es necesario que nos volvamos a ver
Este es el último adiós
No hay nada más que decir
Ni siquiera una disculpa
No es necesario que nos volvamos a ver
Este es el último adiós
Mira de cerca, mira tu patético yo
Disparamos igual que una Coca-cola
Tus córneas están muy impresionadas
Porque soy muy genial, muy genial

Cuando el muy perdedor consigue levantarse hecho papilla, siento como la mano de Yoon Jung Seok me frena. Antes de que pueda asimilar lo que ha pasado, ya está levantando mi mano, anunciándome como vencedor. La forma en la que la cara de Jung Dong Yul se descompone es un maldito espectáculo que merece cada gota de sudor exhalado por mi cuerpo. Sin embargo, como recompensa se me hace insuficiente...

Pronto Jaume viene a abrazarme, a felicitarme a gritos por mi logro.

—Joder, nen, es que no le has dejado hacer nada. Ha sido un puto show —comenta.

—Muy bien, Pau —se apresura en animar Ha Neul con una sonrisa encantadora.

—¡Ese es mi hermanito! ¡Sí, señor! —presume Neus, ofreciéndome la palma de su mano para chocarla.

Pero yo apenas puedo escucharlas, pues mientras busco en la sala la mirada de aprobación de Jin, solo puedo encontrar su espalda abandonando el lugar para desaparecer.

Notas finales:

Escribo esto a las 00:005 hora española. Estoy muy cansada y espero no haberla liado con alguno de mis fallitos habituales pero llevo como  una hora viendo doble por el sueño y quiero cenar. 
 
En fin, después de tres tardes sin poder terminar el capítulo, aquí lo tenéis. Espero que lo disfrutéis. 
 
Te ha hablado esta humilde autora y te desea... buenas noches.


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