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Misión Destiel (Semi - Au) por Babaau

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Al llegar la noche, Sam se encontró a si mismo releyendo la página del libro frente a sus ojos una y otra vez, incapaz de retener lo que estaba viendo. ¿Por qué rayos estaba tan distraído? Fastidiado, se puso de pie y comenzó a dar vueltas por el bunker sin rumbo definido.

Dean había partido con Charlie en busca de provisiones, y Cas estaba tomando su tradicional baño de todas las noches. Al pasar por la puerta de los vestuarios Sam creyó oírlo tararear alegremente, y sonrió. Por suerte el desánimo del ángel se había apaciguado un poco. Ahora sólo faltaba que lograsen entre todos cambiar la rígida perspectiva de Dean acerca de sus sentimientos.

Llegó hasta su habitación y se echó en su cama. Aún no estaba conforme con el plan de Charlie para persuadir a su hermano, pero ya había aceptado. No le quedaba otra más que cooperar. Tras algunos minutos de frustrante reflexión, se puso de pie nuevamente y se miró en su espejo de pared para chequear su aspecto.

La imagen que vio reflejada tras él lo hizo saltar en el aire.

-¿¡Qué demonios, Gabriel?! -Exclamó al voltear.

Canoso, de ojos marrones y con una remera de batman, George Clooney se encogió de hombros ante él como toda respuesta. Sam bufó.

-Muy gracioso. -Le dijo entrecerrando los ojos, irónico.

-¿Qué? ¡Dijiste que Clooney era tu permitido y pensé que verme como él te ayudaría a relajarte!

-Te lo agradezco, pero no. Ahora regresa a tu verdadera forma, me estás poniendo nervioso.

-Como prefieras... -Gabriel volvió a su aspecto original con un leve "puf", y le sonrió. -¡No digas luego que no hago nada por ti!

-Ja-ja. ¿Qué haces aquí? Esta es mi habitación. -Sam se cruzó de brazos, bastante nervioso sin quererlo.

-¿Temes que tu honor quede mancillado por pasar un rato a solas con un hombre? -El arcángel rió con suavidad y las mejillas del cazador se encendieron.

-Temo que te estés acostumbrando a sorprenderme en momentos privados.

-Oh... ¿lo dices por lo de la ducha? Tranquilo, Sammy, sé ser discreto cuando tengo que. -La imagen de su propio hermano y el mayor de los Winchester sacándose chispas dentro del Impala cruzó por su mente de pronto, y Gabriel sacudió su cabeza para alejarla de allí. Vaya si sabía de discreción.

Sam caminó hasta su pequeño escritorio y se apoyó sobre él, aún con los brazos cruzados. Luego hizo un gesto inquisitivo con su cabeza, mientras hablaba.

-¿Entonces qué haces aquí? -No quería ser cortante, pero le costaba confiar en el pícaro arcángel. No tenía exactamente el mejor historial con los de su especie.

Gabriel se puso las manos en los bolsillos en actitud relajada, mientras buscaba la forma de contestar que menos alarmase al humano frente a él.

-Bueno... pensé que si vamos a fingir estar sufriendo los efectos de l'amour, tú y yo, quizá podríamos acostumbrarnos a nuestras presencias, para que no sea tan evidente la falsedad del asunto.

-Créeme, Gabriel--

-Gabe.

-Gabriel... -Continuó Sam haciendo caso omiso a la corrección del otro- Yo también sé ser discreto cuando tengo que.

-Oh, touché... -Gabe se acercó al joven y aprovechando que estaba repatingado contra el escritorio se ubicó entre sus piernas separadas. Sam de inmediato se tensó en el lugar. -Es decir que si invado tu espacio personal, por ejemplo, tú sabrás mantener la compostura. ¿Cierto?

-¿Por qué invadirías mi espacio personal? -Su voz sonaba tensa y evitaba todo contacto visual, algo que él arcángel tomó como buena señal.

-Bueno, porque eso es lo que haces cuando una persona te resulta atractiva, Sammy. Te acercas. Si te pusieras así de nervioso cerca de mí, probablemente no sería el mejor ejemplo para tu querido hermano, ¿verdad?

-¿Y qué se supone que tendría que hacer? Estás prácticamente encima mio -Sam lo miró fijo, a medio metro el uno del otro, y Gabe arqueó una ceja.

-Podrías imaginar que eres Dean y yo soy tu propio Doctor Sexy. -El cazador dejó escapar una risa irónica.

-Pero no lo eres, y yo no soy Dean.

-Me consta... -El arcángel lo miró de pies a cabeza con descaro, y el muchacho se removió incómodo. Su mirada lo hacía sentir desnudo.

-Bien, entiendo. -Le dijo- Si me acosas debo actuar como si me gustase. ¿Alguna otra recomendación?

-No te mataría, de paso, dejar de mirarme como si fuese el diablo encarnado.

-No, ese es tu hermano. -Sam se estremeció con horror ante el recuerdo del mismo, y la mirada de Gabriel se suavizó a medida que él retrocedía un paso.

-Yo no soy él, Sam... Ojalá me dieses la oportunidad de probártelo.

Y, con una sonrisa que al joven se le antojó triste, Gabriel suspiró y desapareció. 

° ° °

Cuando Charlie y Dean regresaron y todos se sentaron a comer (Cas con el cabello aún húmedo por su ducha), Sam se hizo de tripas corazón y se preparó mentalmente para lo que lo esperaría en caso de que el arcángel decidiese aparecerse junto a él de un momento para el otro...

Pero Gabriel no apareció.

Comieron, hicieron sobremesa, hasta jugaron una mano de poker bajo insistencia de Charlie, quien había desafiado a Dean, pero del hermano de Cas ni señales. Sam comenzó a preguntarse si realmente habría herido sus sentimientos al compararlo sin querer con Lucifer, pero se reprendió a si mismo por preocuparse en cuanto se dio cuenta de que lo estaba haciendo. No era su problema si el arcángel se sentía atraído por él, si es que eso era lo que le ocurría realmente, y además...

-¿Sammy? -Dean lo sacó de su ensimismamiento, con una ceja en alto, y el joven cazador tragó saliva, nervioso.

-E--Eh, sí, paso. 

-¿Pasas qué, genio? El juego terminó. -El mayor de los Winchester rió, divertido. -¿En qué nube estabas flotando?

En la que fuera a la que se hubiese ido Gabriel, pensó Sam, furioso. Maldito arcángel y malditas sus acusaciones. Necesitaba pensar en algo más. Con un suspiro, se puso de pie y procedió a juntar los platos que habían usado durante la cena, para llevarlos a la cocina y lavarlos. Charlie lo siguió para darle una mano mientras Cas y Dean se levantaban para acomodar lo que había quedado sobre la mesa.

-Bueno Cas... -Dean aprovechó la ausencia de los otros para acercársele por la espalda y susurrarle al oído. El ángel se estremeció visiblemente al sentir el aliento caliente del cazador sobre su piel.

-¿Sí...?

-Ahora que aprendiste a jugar poker, el siguiente paso es que te enseñe su variante más divertida.

-¿Y cuál sería esa? 

-Recuérdamelo cuando volvamos a estar solos y te diré, creo que te gustará. -Le dijo en un grave murmullo. Cas volteó para enfrentarlo, pero antes de que pudiese decir nada el cazador le dio un brevísimo beso en los labios y volvió a concentrarse en guardar las cartas. El ángel se ruborizó.

-D--De acuerdo. Te lo recordaré.

Ayudó a Dean a limpiar la mesa, curioso por saber qué otra variedad de poker querría enseñarle, pero todo lo que recibió como respuesta al cruzarse sus miradas fue un guiño de ojos y una sonrisa seductora. Cas se dijo a si mismo que debería preguntarle en cuanto tuviese oportunidad: Aquella mirada de parte del cazador sólo podía significar algo bueno.

° ° °

-Oye Sam, ¿no se suponía que Gabe vendría hoy? -Charlie le murmuró por la comisura de los labios, apresurándose antes de que Cas o Dean apareciesen en la cocina y la oyesen hablar. 

-Ni idea -Repuso él mientras lavaba los platos, intentando no tensarse. Ya tenía suficiente sintiéndose culpable por su cuenta como para que las preguntas de la pelirroja viniesen a hacerlo sentirse peor.

-¿Debería llamarlo? Quizá lo olvidó...

-No. -Sam cerró la canilla y se secó las manos en los laterales de su jean, ceñudo. Cuanto antes pudiese irse de allí mejor.

-¿Esto tiene algo que ver con tu resistencia a seguir mi plan? -La chica puso los brazos en jarras y lo fulminó con la mirada, y el cazador suspiró.

-No, no es eso, Charlie, pero... Ha de haber tenido una buena razón para no venir, no deberías molestarlo. 

-Y esa buena razón... ¿no habrás tenido nada que ver con ella, cierto? 

Algo en la mirada de Sam debió delatarlo, porque enseguida ella exclamó en un susurro enfurecido:

-¡¿Qué fue lo que le dijiste!? 

-¡No le dije nada! Pero me temo que él esté esperando conseguir algo a cambio de todo esto y yo... -Se detuvo de seguir hablando, temeroso de que Gabriel pudiese estar escuchándolos. Ya ningún lugar era seguro con él rondando.

-¿"Y tú..." qué? -Charlie no parecía dispuesta a olvidarlo aún así. Sus ojos verdes destellaban con escepticismo y su boca se había convertido en una delgada línea recta. Sam se crispó.

-Yo acepté cumplir con mi parte, no es mi culpa si él decidió no aparecer. Llámalo si quieres, pero yo me voy a dormir. Estoy cansado. -Dijo dándole una palmada en la cabeza como si de un cachorro se tratase. La chica bufó.

-Si arruinaste mi plan con tus inseguridades, Sam, te mataré. ¡Era un gran plan!

-Hasta mañana, Charlie... -El joven le hizo un gesto con la mano y desapareció por el pasillo rumbo a las habitaciones. Habían sido suficientes reproches por un día.

Ya en su cuarto, se sentó en su cama y tomó un libro de su mesita de luz. No tenía una sola gota de sueño, pero había decidido que era mejor alejarse de su amiga y sus reproches, así que leería hasta que el cansancio finalmente llegase. 

No habían pasado ni cinco minutos cuando su mente volvió a volar hacia lo que Gabriel le había dicho, pero sobre todo, hacia la expresión dolida de su rostro segundos antes de desaparecer. ¿Qué diablos había sido eso? ¿Y por qué le afectaría que no confiase en los arcángeles en general? No era como si fuesen criaturas confiables. Eran demasiado poderosos, demasiado impetuosos y demasiado arbitrarios, siempre queriendo salirse con la suya, siempre dispuestos a abusar de su poder para conseguirlo. Si el último capricho de Gabriel era Sam... él no quería tener nada que ver en eso. 

Soltando el libro se pasó las manos por el rostro, frustrado. No importaba cuántas expresiones tristes el arcángel esbozase para conmoverlo, a Sam no le interesaba que fuesen amigos. Mucho menos amantes. Tan solo deseaba dejar de sentir culpa al pensar en él... y sólo había una forma de lograrlo.

-Gabriel... -Murmuró con un suspiro. Aguardó. Nada. -Gabriel, necesito hablar contigo. Por favor.

Aún nada. Sam echó la cabeza hacia atrás y bufó con la mirada clavada en el techo. Maldito arcángel extorsivo...

-No tengo dulces. -Dijo -Pero en la heladera hay manzanas si quieres.

-¡Oh, delicioso! -Gabriel se materializó del otro lado de la habitación, con una sonrisa irónica. -Es como querer atraer a un tigre con una lechuga. 

Sam abrió y cerró la boca varias veces, conteniendo el deseo de reír ante la absurda comparación, y el arcángel arqueó una ceja al verlo.

-Sí, yo sería el tigre y tú el idiota que lo llama con vegetales. ¿Qué ocurre, Sammy?

-Yo... ehm... -De pronto su mente se puso en blanco. ¿Por qué demonios lo había llamado? ¿Qué podría decir? Nervioso decidió ponerse de pie, así al menos la diferencia de altura entre ambos lo haría sentir más seguro. -No quise lastimarte al decir... lo que dije. Sobre Lucifer.

-¡Pfff! -Gabriel rió con ironía, palmeándose las piernas exageradamente -¡Haría falta mucho más que eso para lastimarme! 

-Sé que te dolió. -Sam arqueó una ceja, incrédulo, y el arcángel carraspeó.

-¿Siempre eres tan directo? -Fingió un escalofrío -Espeluznante. 

-Sólo cuando mi interlocutor intenta evadir lo que digo.

-Oh, jamás te evadiría Sammy... -Se encogió de hombros -Sé que tus vacaciones en La Jaula con mi inestable hermano mayor y sus tendencias psicopáticas te dejaron algo marcado... ¡Y no puedo culparte! Simplemente esperaría una postura menos prejuiciosa de tu parte hacia mí. Después de todo lo más terrible que yo te hice tiene que haber sido mucho más cómico que nada que él pueda haber ideado, ¿cierto?

El joven suspiró, indeciso. Sí, Gabriel y sus bromas eran un paseo por el campo comparados con las sutiles y retorcidas torturas maquinadas por el príncipe de las tinieblas en su tiempo juntos, pero admitir eso no quitaba que los poderes de aquel selecto grupo lograsen ponerle los pelos de punta. Decidió hacérselo saber.

-No pasa por la naturaleza de... sus acciones. Sí, tú sólo eres un bromista, y él es...-- 

-¿"Sólo soy un bromista"? -El arcángel lo interrumpió, fingiendo estar ofendido -¡Creería que mis cuidadosas trampas me habrían ganado una reputación un poco más elevada que la de un payaso de cumpleaños!

-Es mejor. Los payasos me dan miedo. -Sam contestó con sencillez, y Gabriel rió con ganas.

-Ok, sí soy mejor que un payaso entonces. ¿Pero no mejor que Lucifer? ¿De veras? ¿Ni un poquito?

-Deja de buscar halagos -Sam negó con la cabeza, resignado, y Gabriel le sonrió con picardía. -Tienes que entender que tus poderes, al igual que los de todos los arcángeles... son algo abrumadores. Si tu quisieras podrías obligarme a tratarte distinto, podrías crear una realidad alternativa en la que atraparme, podrías convertirme en un insecto miserable. ¿Cómo puedo sentirme cómodo frente a algo tan amenazante?

-¿Te sentirías más seguro si no los usase cuando estoy contigo? ¿Eso haría que pudieses fingir frente a Dean con mayor soltura? -Gabriel sonaba increíblemente serio, y Sam se sintió algo alarmado.

-No. -Le dijo -Tus poderes son parte de ti, no puedo pedirte semejante cosa. 

-Mis poderes son lo que te recuerda a Satanás cada vez que me miras a los ojos, Sam. Si realmente te generan tanto pavor, no los usaré. Sólo quiero que nos llevemos bien. Por nuestros hermanos.

¿Sólo por eso? La pregunta pasó como una saeta por la mente del joven Winchester, pero este se obligó a callarla. ¿Qué importaba eso, después de todo? Charlie tenía un plan, y Gabriel le estaba ofreciendo una especie de tregua para poder llevarlo a cabo. ¿Qué más podía pedir?

-Lo lamento. -Le dijo con pesar. Realmente no había querido insinuar que ambos arcángeles se parecieran. No era cierto.

-Disculpa aceptada -Repuso Gabriel, y acercándose a él le tendió una mano -¿Amigos?

Sam lo miró fijo por un momento, deseando poder leer su mente para saber si sus intenciones eran genuinas. Su intensa mirada color avellana sólo lo hizo sentir algo cohibido, pero no amenazado. Asintiendo, le estrechó la mano con firmeza.

-Amigos. -Dijo. Gabriel volvió a sonreír, y esta vez Sam le devolvió el gesto. 

 


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