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Misión Destiel (Semi - Au) por Babaau

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-¿Cas? ¡Cas! -Dean zarandeó al ángel, pero éste no le contestó. Había perdido el conocimiento.


De inmediato, pasándole una mano alrededor de los hombros y otra tras las rodillas lo alzó en brazos, llevándolo hasta la mesa de trabajo del garage para acomodarlo allí.


Sam se apresuró a hacer un lado las herramientas, y ayudó a su hermano a recostar a Castiel sobre la madera. Éste último dejó escapar un leve gemido ante el contacto con la dura superficie, y Dean suspiró aliviado: Estaba vivo.


-¿Cas? ¿Me oyes? -Insistió mientras le desgarraba la camisa cuidadosamente y revisaba con fría concentración cada herida visible en el cuerpo del ángel, buscando por cuál comenzar a tratarlo primero. Su hermano, sin embargo, sabía que su estoica fachada era una forma de mantener el control: Por dentro estaba temblando de miedo.


-D--Dean... -El quedo murmullo escapó de labios de Cas, apenas audible, y éste asintió.


-Aquí estoy, amigo, aquí estoy. -Repuso con algo más de ternura que lo usual- Quédate quieto mientras te reviso.


-Cas, ¿qué te ocurrió? -Sam inquirió mientras le alcanzaba a su hermano el botiquín de primeros auxilios que había sacado del baúl del Impala. El ángel gimió.


-D--Demonios. -Dijo con un hilo de voz antes de lanzar un quejido cuando Dean le rozó un corte profundo que tenía en las costillas. De inmediato volvió a desvanecerse a causa del dolor.


-Sam, haz compresión aquí, debemos detener la hemorragia. -El mayor de los hermanos indicó mientras destapaba una botella de alcohol para desinfectar las heridas del ángel. Su voz temblaba apenas, pero sus manos permanecían firmes.


-Dean... -Sam repuso, apenado- No creo que sea suficiente, está perdiendo mucha sangre.


El aludido gruñó, frustrado, y tras pasarle la botella a su hermano echó una mirada rápida al torso de Cas. Más de una docena de laceraciones profundas adornaban su piel, la mayoría sangrando profusamente, al punto de estar manchando la gabardina bajo él de color carmesí. Si no detenían el sangrado pronto, la situación podría ponerse peligrosa.


Alarmado, el joven se inclinó sobre el ángel y tomándolo por el rostro con cuidado le habló:


-Cas. Cas, despierta, vamos. ¡Hey!


Tras un quejido leve que escapó de sus labios resecos, los ojos azules del ángel volvieron a abrirse, aunque nublados por el dolor.


-Compañero, tienes que sanarte con tu gracia- Lo instó Dean -Ahora. Tus heridas son demasiado profundas para tratarlas nosotros.


-Y--Yo no... puedo... Estoy muy d--débil. -Repuso Cas con la voz quebrada. El joven volvió a gruñir.


-Maldita sea, si me entero quién te hizo esto... -Murmuró entre dientes, volviendo luego a centrarse en sus heridas para comenzar a suturarlas cuanto antes. -Sam -Agregó con firmeza- Llama a Gabriel. Lo necesitamos.


El aludido balbuceó, indeciso. Sabía cuán importante era su ayuda, pero dudaba que el arcángel quisiese socorrerlos luego de que lo hubiese echado del bunker. Dean, sin embargo, no tenía tiempo para esas especulaciones.


-Sam, ahora. Necesitamos su poder para sanar a Cas. No hay tiempo que perder.


-S--Sí... -Asintió este, rogando en silencio que el orgulloso Trickster respondiese a su llamado antes de invocarlo con el pensamiento.


Pasaron algunos segundos, mientras Dean cosía una de las heridas del ángel, hasta que Sam volvió a hablar.


-Gabriel no quiere venir. -Se disculpó, avergonzado- M--Me temo que discutí con él hace apenas un momento, y...


-Gabriel, hijo de perra, tu hermano podría morirse. -Dean sentenció con furia hacia el aire, y Sam frunció los labios, afligido. Se sentía fatal por haber fallado así.


No pasaron más que unos segundos cuando el arcángel se materializó junto a ellos, con un gesto escéptico en su normalmente risueño rostro. Al ver a Cas, sin embargo, su expresión se suavizó.


-¿Qué diablos paso? -Les dijo mientras hacía a un lado a Dean y pasaba su mano a algunos centímetros de la piel de su hermano, midiéndolo.


-Dijo que fue atacado por demonios. -El mayor explicó, ajeno por completo ya a la anterior discusión que había mantenido con el recién llegado.


-Demonios mi trasero. -Gabe repuso, tajante. -Esto fue hecho con un arma especial. Realmente poderosa... No podré sanarlo del todo.


-¿De qué diablos hablas? ¡Eres un maldito arcángel!- Dean exclamó, indignado. -Si tú no puedes, ¿quien sí?


-Lo intentaré... -Gabriel lo interrumpió, exasperado. -Pero si la gracia de Cassie fue drenada, le costará recuperarse incluso con mi ayuda.


Sam y Dean lo observaron con los ojos como platos.


-¿Qué clase de arma puede drenar la gracia de un ángel? -El más joven inquirió, mitad asombrado mitad horrorizado. Dean sólo observaba las heridas de Cas con aprensión.


-Una que no he visto en mucho tiempo. -El arcángel explicó, sombrío. Su hermano volvió a gemir de pronto, y Dean suplicó:


-Tiene que haber algo que puedas hacer por él, Gabriel. ¿Cómo recuperamos su gracia?


-No fue realmente extraída, sólo muy debilitada. Yo no puedo más que parchearlo, luego tendremos que dejar que su gracia se restituya sola, lo que podría llevar mucho tiempo. Sólo cuando se haya reestablecido del todo él logrará sanar por completo.


-Tú sólo detén un poco su hemorragia, yo me encargaré de cuidarlo luego. -Dean prometió. El arcángel vio la preocupación brillar en sus ojos y suspiró: Aquel humano realmente amaba a Castiel.


-Cúbranse los ojos -Les indicó mientras posaba su mano sobre el pecho del ángel, a la altura de su esternón. -Cassie, sabes que esto dolerá.


El ángel lo observó y asintió apenas con la cabeza. Sabía lo que lo esperaba. Apretando los dientes, tanteó con su mano el borde de la mesa para sostenerse de ella mientras durase la sanación.


Ocurrió muy rápido. Un brillo dorado radiante llenó la habitación, cegando por un instante a los hermanos mortales incluso a pesar de que hubiesen mantenido los ojos cerrados, y de pronto un grito desgarrador se hizo oír, poniéndole a Dean los pelos de punta.


-¡Aguanta, Cas! -Exclamó cubriéndose los ojos. Todo su ser se estremecía al oír al ángel gritar de dolor.


Momentos después, los gritos cesaron y la luz se extinguió. Dean abrió de inmediato los ojos y vio que el ángel había vuelto a desmayarse. Sus heridas, sin embargo, habían disminuido considerablemente en tamaño, y ya casi no sangraban.


-Es todo lo que puedo ofrecerles -Gabe dijo, jadeante. Al parecer lo que fuera que hubiese hecho le había costado un enorme esfuerzo. Sam lo observó, preocupado, pero el arcángel lo ignoró.


-Gracias, Gabriel. -Dean lo miró por sobre su hombro con genuina gratitud, y el otro asintió.


-Cuida a mi hermano, Dean. Y aumenten las defensas en esta cueva mientras investigo qué pasó. Quien quiera que le haya hecho esto, tiene en sus manos un arma demasiado peligrosa, incluso para mi. -Les advirtió- No podré curar a Cas dos veces.


-Lo haremos.


Sam abrió la boca para acotar algo, pero las palabras simplemente no llegaron a él a tiempo. Gabriel se despidió de ambos con un gesto de la cabeza y con un revoloteo desapareció.


-Ya sabes lo que tienes que hacer. -El mayor indicó mientras vendaba una a una las heridas del ángel. Sam salió de su ensimismamiento y frunció el ceño.


-Aumentar la protección del bunker. Sí. Buscaré algunos sellos anti-demonios extra en los archivos de los Hombres de Letras. ¿Tú qué harás con Cas?


-Terminaré esto y lo llevaré a descansar. Quizá cuando despierte pueda darnos más información sobre su atacante.


-Bien... Oye, Dean.


-¿Hm?


-Esta clase de situaciones... tal vez deberías usarlas como motivación para decirle de una vez por todas lo que sientes.


El rostro de Dean se ensombreció de pronto. Sin mirar a su hermano, le contestó:


-Lo sé.


° ° °


Cas abrió los ojos e inspiró profundo, pero de inmediato deseó no haberlo hecho. Un sinfín de agudas punzadas lo atravesó de pies a cabeza, arrancándole un gemido y obligándolo a respirar más superficialmente para que sus heridas no ardiesen.


Entonces lo recordó: El ataque... la habitación oscura... los cortes con aquella daga... el horrorífico dolor... No terminaba de comprender cómo había pasado de aquel espantoso lugar al bunker, donde yacía ahora en la cama, pero...


-Hey, despertaste. -Dean interrumpió sus pensamientos, acercándose a él con una leve sonrisa en el rostro. Cas frunció el ceño, confundido.


-¿C--cómo...?


-Gabriel te curó como pudo, pero ahora tienes que descansar, tu gracia está casi agotada. ¿Cómo te sientes?


-Incómodo. -Repuso el ángel con honestidad.


-¿De veras? -El cazador inquirió, sorprendido- Pero mi colchón es de memory foam. Es como recostarte en una nube.


-L--Las nubes no sirven como...- Se detuvo de pronto, finalmente comprendiendo las palabras del otro. Si ese era el colchón de Dean, aquella habitación... -¿C--Cómo llegué aquí? -Dijo con dificultad, cada palabra generándole un dolor intenso en todo el cuerpo al pronunciarlas.


-Apareciste de pronto, fileteado, así que te curamos. -Dean tomó asiento en el borde de su cama y lo observó con intensidad, haciendo que el corazón del ángel se saltase un latido. -Cas, ¿qué fue lo que ocurrió contigo? Un poco más y te perdíamos.


-F--Fui atacado. -Explicó lentamente. -Eran muchos, y tenían esta... e--esta... -Se detuvo para intentar regular el punzante dolor que lo acosaba. Jamás había experimentado algo semejante. Dean aprovechó su pausa para posarle una mano en la frente con total familiaridad, y el ángel se estremeció. 


-Diablos, creo que tienes fiebre -Dijo mientras rebuscaba en un botiquín sobre la mesita de luz. 


-J--Jamás tuve fiebre. -El ángel estaba asombrado. Dolorido como los mil demonios, pero asombrado. 


-Pues no es divertido. Ten, tienes que tomar esto para que no siga subiendo, y para que las heridas no se infecten. -Le dijo acercándole un par de pastillas a la boca. -No sé si funcionen en ti, siendo un ángel y todo, pero dado que estás tan débil... vale la pena probar.


-No q--quiero... tomar eso.


-Lo siento, no era una pregunta. 


El cazador pasó una de sus manos por detrás del cuello del ángel y lo ayudó a levantar la cabeza, mientras con la otra introducía los remedios con cuidado en su boca. Cas sintió un agradable cosquilleo en los labios cuando el otro los rozó con sus dedos: Hacía mucho no tenían contacto alguno. Pero la sensación duró poco, ya que apenas tragó los comprimidos volvió a experimentar la punzante presión en el torso, que lo hizo gemir de dolor.


-Diablos, Cas. ¿Con qué te hirieron? -Dean le dijo, soltándolo despacio. El ángel tardó algunos segundos en recuperarse para responder.


-U--Una daga. Creo que estaba... e--envenenada. 


-¿Veneno para ángeles? ¿¡Qué rayos?!


-E--Es más complicado que eso... - Cas estaba demasiado debilitado por el dolor para explicar el funcionamiento de las antiguas runas enoquianas talladas en aquel arma, así que sólo negó con la cabeza. Dean optó entonces por preguntar algo de mayor importancia para él.


-¿Quienes eran? Y ¿por qué te atacaron? Necesitamos saber para poder rastrearlos, Cas, lo que sea que recuerdes...


-N--No quiero que vayas... tras ellos, Dean. -Cas se retorció nuevamente, las agudas punzadas atravesándolo de lado a lado, y el cazador bufó.


-Primero me aseguraré de que te encuentres bien, viejo, y luego flambearé sus malditos traseros en fuego sagrado por haberte herido así. 


El ángel dejó escapar un leve suspiro apesadumbrado antes de volver a hablar.


-Dean, yo... l--lo siento. -El joven lo miró, extrañado, y Cas se perdió por millonésima vez en la profundidad de aquellos hermosos ojos verdes. Necesitaba decirle... 


-¿De qué hablas, Cas? 


-Lamento n--no haber atendido tus llamados, yo... estaba demasiado enojado. -Admitió con pesar.


-Oye, olvídalo. Eso no importa ahora. -El cazador quiso evadir el tema, incómodo, pero el ángel no pensaba dejarlo de lado aún.


-N--No. Sí importa para mí. Yo... j--jamás creí que nadie pudiese... i--importarme tanto como tú. -Cas sentenció con dificultad, luchando contra el dolor. Dean abrió grandes sus ojos, y balbuceó al parecer sin saber qué responder.


-Cas...


-No debí s--sentir celos. Fue absurdo. P--Pero quería, me gustaba p--pensar que... y--yo era igual de importante... para ti-- 


Se calló de golpe y lanzó un quejido. Los cortes en su cuerpo le quemaban como si estuviesen en llamas, y el esfuerzo de hablar parecía empeorarlo. Dean chasqueó la lengua y tomó su mano instintivamente.


-Escucha. -Le dijo con la voz quebrada -Tienes que descansar, Cas, tu gracia--


El ángel cerró los ojos, respirando con dificultad, y Dean sintió que su corazón comenzaba a galopar dentro de su pecho, mientras un crudo e irracional miedo se apoderaba de su cerebro: ¿Y si Cas no sobrevivía...? 


Alarmado miró alrededor, intentando pensar cómo ayudarlo, pero nada se le ocurrió. Sólo podía esperar a que recuperase sus fuerzas pronto, y sanase con su propia gracia. Pero verlo retorcerse de esa manera le generaba un nudo en el estómago imposible de digerir, y sentía que tenía que decir algo al respecto antes de que quizá fuese muy tarde.


-Oye -Apretó la mano del ángel entre las suyas, y éste abrió los ojos nuevamente, mirándolo entre sus pestañas caídas. Dean respiró profundo antes de hablar. -Cas, los sentimientos no son lo mio, lo sabes...


-E--Está bien, Dean, entiendo...--


-No. No entiendes. -Chasqueó nuevamente su lengua, frustrado. ¡Sentía tantas cosas mezcladas y confusas por aquel maldito ángel...! Pero, ¿cómo expresarlas correctamente? 


Cas lo miró con ojos brillantes, quizá por el dolor o quizá por algo más, y el cazador sintió que su corazón comenzaba a dolerle dentro del pecho. Sería mejor hablar. 


-Siempre fuimos Sammy y yo contra el mundo. -Explicó en un murmullo. -Incluso cuando papá estaba vivo... Sam era quien más me importaba. El único que me importaba. Mi deber era protegerlo, velar por él, y yo... nadie se preocupaba mucho por mí. Pero estaba bien, siempre que mi hermanito lo estuviese...


El ángel asintió en silencio. Dean estaba hablando con un tono de voz profundo, sentido, uno que Cas le había oído emplear muy pocas veces, en momentos muy difíciles. Lo que fuera que estuviese por decirle de seguro sería de importancia para él, y no quería perderse de ningún detalle.


-...Cuando terminé en el infierno -Continuó el joven, sin atreverse mirar fijo a su interlocutor- creí que ese sería mi fin. Pero tú me sacaste de allí, y aunque fuiste un verdadero grano en el culo al principio, yo... no lo sé, con el tiempo me hiciste sentir que ya no recaía todo sobre mis hombros, que tú estabas ahí para ayudarme, incluso si se trataba de cuidar a Sammy. Y eso fue un maldito alivio, para variar. -Suspiró. No había pensado decir todo aquello, pero ahora que había comenzado, necesitaba soltarlo todo. El ángel sólo continuaba observándolo con aquellos increíbles ojos color zafiro, en silencio. -Lo que quiero decir, Cas, es que me acostumbré a tu compañía. A tu ayuda. Y quizá más de una vez te di por sentado, pensando "diablos, él siempre estará allí para mí, si somos familia"... Pero jamás me pregunté si eso era todo lo que éramos. Todo lo que podíamos ser. 


Dean sintió la mano de Cas girar entre las suyas, y de pronto sus dedos estaban entrelazados. Frío y calor mezclados, complementándose. Una sensación agradable lo recorrió por dentro, y por fin se animó a levantar la vista y fijarla en el ángel.


-Cuando las cosas cambiaron entre nosotros, hace poco, no sólo descubrí que eres increíble en la cama... -Le dijo con una pequeña sonrisa que hizo ruborizar las pálidas mejillas del ángel -Sino también que todo este tiempo, estuve desperdiciando... lo que sea que tuviésemos. Y ahora, viéndote así de pronto, al borde de la muerte por enésima vez... Ya no quiero dar las cosas por sentadas, Cas. No quiero perderte sin haber sido claro contigo, siquiera una vez. Tú te mereces más que eso, y yo... Y--Yo te quiero más que eso.


Los ojos del ángel se llenaron de lágrimas de pronto, y el cazador le sonrió, comprensivo: Su propia garganta estaba hecha un nudo. 


-Sólo prométeme... -Agregó en un quedo murmullo, cuando estuvo seguro de poder hablar sin quebrarse -Prométeme que resistirás. No me obligues a seguir sin ti ahora, amigo... Te necesito más que nunca.


-L--Lo intentaré. -Castiel afirmó, con un hilo de voz. El dolor físico no había amainado en lo más mínimo, pero una nueva llama brillaba con fuerza en su interior, alimentada por la calidez del humano a su lado. -A--Aunque, si tuviese que m--morir ahora... 


-No te atrevas a decir que morirías feliz, o yo mismo te mataré. -Le advirtió el cazador, con una mueca feroz. El ángel sonrió a duras penas, en respuesta.


-No lo diré, e--entonces... 


Se miraron un momento, en silencio, con una íntima tibieza brillando tras sus ojos enfrentados. Dean sentía que su corazón bailaba en su pecho, lleno de energía, pero el ángel lucía agotado. Si tan sólo pudiese compartirle algo de su vitalidad...


Apretó la mano de Cas entre las suyas, preocupado, y de pronto una idea lo golpeó.


-¡Cas, mi alma! -El ángel arqueó las cejas, confundido.


-N--No sé de qué...--


-Toca mi alma. Lo hiciste una vez con Bobby, ¿cierto? ¿Cuando estabas herido? ¡Hazlo de nuevo!


-D--Dean, es demasiado peligroso...


-Cas, no voy a dejar que mueras envenenado como un maldito perro si puedo hacer algo para evitarlo. No me importa el riesgo, hazlo. 


-Y--Yo... -El ángel levantó la vista y la depositó en el cazador. Estaba hablando en serio. Mortalmente en serio. Conmovido, suspiró y asintió: -De a--acuerdo. L--Lo haré...


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