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Misión Destiel (Semi - Au) por Babaau

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-Verter el café en el filtro... agregar agua... -Cas releyó las instrucciones del artefacto para asegurarse de que todo estuviese bien, y finalmente presionó el botón rojo. Había descubierto que, de todos los nuevos sabores que estaba experimentando, el de aquel líquido perfumado y oscuro estaba entre sus favoritos. 


Se apoyó contra la encimera y aguardó mientras la cafetera comenzaba a trabajar. Sólo unos minutos más y tendría una humeante taza sólo para él. Sonrió complacido. ¿Debería acompañarlo con algo? Estaba acostumbrado a ver a Sam y Dean ingerir alimento junto con sus infusiones, pero dado que él no lo necesitaba realmente, decidió que por el momento no. 


Oyó pasos acercándose a la cocina del bunker y no necesitó levantar la vista para saber que se trataba de Dean: Su andar estaba grabado a fuego en su memoria. Lanzó un suspiro silencioso justo antes de que él entrase, listo para que el cazador lo evadiese como había estado haciendo los últimos días, pero para su sorpresa no fue así.


-Hey Cas -Le dijo con una sonrisa perezosa. 


A juzgar por su voz rasposa, su cabello despeinado y sus ojeras, el muchacho había recién despertado de dormir. El ángel pensó que lucía agradablemente vulnerable en ese estado.


-Buenos días, Dean. -Procuró centrar su atención en otra cosa para no alterarlo. Le daba la sensación de que últimamente el hombre no se sentía cómodo en su presencia. 


-¿Café, eh? Aún no me acostumbro a que ingieras alimentos. 


-Sí, es... me complace su sabor. -Castiel tamborileó sobre la jarra de vidrio, que aún no terminaba de llenarse, deseando que apresurase su proceso.


-¿Crees que haya suficiente para dos tazas? -Inquirió el cazador acercándose y reclinándose él también sobre la encimera, a pocos pasos de su amigo. Cas asintió.


-Puse bastante para todos.


-Gracias viejo. 


Se produjo un silencio incómodo entre ambos. 


El ángel miró de reojo a Dean y tuvo que contener otro suspiro. (No hacía mucho esa se había convertido en su reacción más frecuente al ver o pensar en el joven). Dean por su parte se sentía algo mal por haber pasado toda la semana evitándolo intencionalmente, y sentía que debía compensar su reacción exagerada. ¿Pero cómo?


-Oye... ¿probaste el pie? -Dean caminó hasta el refrigerador y sacó un contenedor de plástico con una excelente porción de tarta de manzana dentro. Se le ocurrió que la mejor forma de hacer las paces sería compartiéndole su comida favorita en el mundo. Cas asintió con la cabeza.


-La otra noche, cuando Charlie y Sam me dieron a probar alimentos. 


-¿No es lo mejor que hayas probado? Ten, come un poco -El cazador puso el contenedor entre ambos y le dio un tenedor a su amigo, tomando otro para él mismo. El ángel se encogió de hombros.


-Es muy sabroso, pero es tuyo Dean. 


-Vamos, Cas, no le comparto ni a Sammy. ¿Te atreverás a rechazarme? 


"Jamás", el ángel pensó con reverencia mientras lo miraba fijo a los ojos.


Fue como si una corriente eléctrica atravesase a Dean en ese momento. Hubo algo en la forma en que el ángel lo observó, algo oculto en lo profundo de su mirada color zafiro, que hizo que el corazón del mortal se saltase un latido. Cas era... 


Atractivo


-Gracias -El ángel le regaló una leve sonrisa al tiempo que pinchaba un pequeño bocado de pie con su tenedor. Dean por un momento se preguntó si habría hablado en voz alta.


-¿Q--qué? -Balbuceó, desorientado.


-Por el pie. Gracias. 


-Oh, no es nada... 


Hizo un esfuerzo por calmar el errático pulso de su corazón mientras intentaba distraerse comiendo él también. La contrastante acidez de la manzana y la dulzura del azúcar invadieron sus sentidos logrando por un momento su propósito, pero entonces cometió el error de observar a Castiel, que en ese momento se relamía distraído. La pregunta se formuló en su mente antes de que pudiese siquiera razonarla:


¿Cómo sabrían aquellos labios?  


Dean sintió un acceso de calor en todo el cuerpo, y supo que debía cambiar urgente el curso de sus pensamientos antes de que se saliesen de control. Dios, ¿¡los labios de Castiel?! ¿Qué le estaba ocurriendo ahora?


Miró a su alrededor en busca de algún rastro del trickster, pero el bunker estaba en completo silencio a excepción del zumbido de la cafetera junto a ellos y el repique furioso de su corazón. Dean tragó saliva, nervioso. 


-¿Quieres azúcar? -La grave voz de Cas lo sacó de su ensimismamiento. Sin que lo hubiese notado, había tomado ya la jarra y estaba sirviendo el café en dos tazas.


-N--no, así está bien. Gracias. -El ángel le pasó uno de los humeantes jarros, y sus manos se rozaron por una milésima de segundo cuando Dean lo tomó. Otra vez la electricidad lo recorrió, esta vez desde la yema de los dedos hasta la base de su vientre, donde se instaló en la forma de un delicioso (Y perturbador) calor. 


-Espero que esté bien, soy nuevo en esto... -Cas tomó su propia taza y olfateó su contenido. Dean no pudo evitar pensar, con un acceso de adrenalina, que él también lo era.


-Es muy bueno -Le dijo tras dar un sorbo. El ángel le sonrió complacido y el cazador decidió que le gustaba esa sonrisa. 


Continuaron desayunando en silencio, uno frente al otro, alternándose para tomar trocitos de pie del recipiente hasta que sólo quedó uno. Dean lo pinchó de inmediato con el tenedor (el último bocado siempre había sido su favorito), pero se detuvo en seco. 


-Oh, lo siento... cómelo tú. -Sin siquiera pensarlo, extendió su brazo hacia Cas, tenedor en mano. El ángel lo miró con grandes ojos.


-Pero tú lo tomaste.


-No hay problema, ten. -Gesticuló con el tenedor para que el otro lo agarrase en su mano, pero en lugar de eso el ángel acercó sus intrigantes labios al bocado de tarta y sin despegar sus ojos de los de Dean se lo comió. 


El cazador sintió un súbito tirón en su ingle al verlo. Mierda, eso había sido ridículamente sexy. Aturdido, soltó el tenedor sobre la encimera y tomó un buen trago de café. Su boca se sentía demasiado seca. 


-Entiendo por qué te gusta tanto el pie. -Cas comentó asintiendo con una media sonrisa. -Es estupendo.


-S--sí, lo es.


Lo que Dean no entendía era por qué de pronto le gustaba tanto Cas. 


El ángel terminó su café y se alejó rumbo al fregadero. Charlie le había explicado que debía lavar aquellos utensilios que utilizase al comer, y él no pretendía desobedecer aquella regla. Se quitó su gabardina y su saco como la chica le había enseñado que debía hacer cada vez que fuese a realizar un quehacer, y tras desabotonarse los puños de la camisa los enrolló con cuidado hacia arriba, dejando sus antebrazos al descubierto. Unos pasos más allá, Dean se sentía sofocado.


-Si quieres puedes pasarme tu taza -Cas le ofreció mientras lavaba. 


El cazador logró oír muy lejana la voz de la razón pidiéndole que saliese corriendo lo más lejos de aquel ángel como le fuese posible, pero por algún motivo que escapaba a su entendimiento, optó por ignorarla. Se acercó a Cas por la espalda y cuando estuvo lo suficientemente cerca pasó su brazo alrededor de su cintura y dejó el jarro dentro de la pileta con los demás trastes para lavar. 


Castiel se sobresaltó al sentirlo tan cerca, tanto que sin quererlo dejó caer la taza que estaba enjuagando. 


-Ten cuidado -Dean rió quedamente junto a su oído, su áspera voz haciéndolo estremecer involuntariamente. -Se rompen si las dejas caer. 


-S--sí. 


El cazador se separó de él como en cámara lenta, sólo un paso, y se apoyó contra la encimera una vez más a su lado. Al parecer algo había ocurrido que había hecho que Dean no sólo dejase de ignorarlo sino que... ¿qué era lo que estaba haciendo, exactamente?


Cas lo miró de reojo, confundido, y el brillo oscuro en los ojos del hombre lo desencajó. 


-Veo que estás acostumbrándote a usar menos prendas -Le dijo Dean de pronto, señalando con un gesto de su cabeza la camisa blanca del ángel. 


-Es más cómodo para ciertas cosas, sí. Pero olvidé remover la corbata, y me temo que se está mojando. 


-¿Necesitas ayuda? 


Cas balbuceó, confundido. El brillo en los ojos de Dean, la forma en que su voz se había vuelto de pronto tan grave... Le recordaba a sus épocas con la Marca de Caín. Preocupado, rastreó con sus poderes angélicos el cuerpo del cazador, pero no encontró vestigios de ninguna presencia demoníaca en él, sólo...


-Dean... -Intentó hablar, pero el otro ya se había acercado a él una vez más y le estaba aflojando la corbata con cuidado. Cas dejó que se la sacase por encima de la cabeza, aún anudada, y luego carraspeó algo inquieto. Había habido algo muy íntimo en ese gesto, algo... casi excitante. Dean tiró la corbata sobre la misma silla a la que habían ido a parar las otras prendas, y Cas insistió: -Dean.


-¿Hmm? -Su voz vibró, generando una sensación agradable en los oídos del ángel.


-¿E--estás bien?


-¿Por qué lo dices? 


-Tu ritmo cardíaco está acelerado y tu presión sanguínea se está elevando.


El cazador rió sin humor.


-Diablos, Cas. Por una vez podrías intentar ser más humano.


El ángel lo miró por sobre su hombro, confundido. Dean lo estaba observando fijo, con intención. Sus pupilas estaban dilatadas, sus labios entreabiertos... Todo su cuerpo era como una columna irradiando calor a sólo un metro de distancia. 


De pronto, Castiel lo entendió. Más humano, estaba pidiéndole Dean...


-Puedo hacer eso- Le dijo en un murmullo, soltando la taza que había vuelto a agarrar. 


Giró hacia él, con las manos aún empapadas, lo tomó por las solapas de su camisa leñadora y sin preámbulos estampó un torpe pero ardiente beso en sus labios.


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