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Como viven las polillas por blendpekoe

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Después de mucho esperar llegó el aviso de que las fotos de los concursantes se encontraban en exposición hasta la selección de ganadores en el centro cultural municipal.


Fui con mamá y Germán a ver mi foto, ella insistía en querer verla, empujada más por un interés maternal que por interés en la fotografía. Cuando la encontramos estuvimos un momento en silencio, la foto era de la polilla sentada sobre la lámpara mientras los insectos se revolvían a causa de la luz. Decidí presentarla en blanco y negro para resaltar la luz que enceguecía a los insectos y que apenas iluminaba a la polilla. Me pareció oportuno colocarle como título "Locura".


—Es... —empezó a hablar mi mamá— un poco menos colorida que el resto.


Sabía que no le agradaría, que pensaría que era  extraña. Pero su comentario era muy acertado, el resto de las fotos eran más "hermosas" y probablemente la mía quedaría descartada por mi inoportuno ataque de creatividad.


—¿Por qué Locura? —preguntó Germán.


Decidí no hacerme el misterioso con ellos.


—Lo normal —comencé a explicar— es que los bichos vayan a la luz aunque eso los termine matando. —Ambos me prestaban atención—. Lo que es una locura para nosotros. Pero esa polilla no está haciendo lo mismo, lo que es una locura en su mundo. La locura sería solo un punto de vista.


Germán asintió en aprobación, con la simpatía que lo caracterizaba, tal vez en un simple acto de cortesía.


—Es interesante.


Mi madre no quiso acotar nada.


Luego de eso se fueron del centro cultural ya que ella empezaba a sentirse cansada, yo opté por quedarme a esperar a Mateo. Llegó justo antes de que el centro cultural cerrara y nos paramos frente a la foto la cual miró con curiosidad.


—Locura —murmuró.


De él sí me interesaba saber qué conclusión sacaba, así que no me adelanté en transmitir ninguna de mis ideas.


—Es como si... —dijo con duda— ese, ¿es una polilla? —Asentí—. Esa polilla se hubiera cansado de darse golpes contra la lámpara y ahora mira a los demás dándose cuenta de la locura que es darse golpes contra la lámpara solo porque todos lo hacen.


Sonreí aunque él no me miraba pero mi sonrisa fue desapareciendo al ver su expresión de tristeza. Sentí su mano rozando la mía mientras seguíamos ahí parados y tuve deseos de tomarla con fuerza pero no se podía.


—Tenemos que irnos muy lejos —lo escuché decir más para sí mismo que para mí.


—Todo va a salir bien.


No sé qué tanto se dejaba convencer cada vez que le decía algo semejante pero mi intención de reconfortarlo parecía alegrarlo un poco.


***


Unos días después logré hacer que Sebastián me acompañara a ver la foto, no porque me interesara presumir, pero era una manera de descubrir otra perspectiva diferente a la mía. En Internet solo conseguía opiniones de personas que también tenían la fotografía como pasatiempo o profesión, que servían para cuestiones técnicas y sus opiniones me sonaban rebuscadas. Intenté convencer a Sebastián para que me contara lo que veía, lo cual fue muy difícil de lograr. Titubeó y se sonrojó ante mi insistencia.


—No hay respuesta equivocada —lo alenté.


Siguió meditando si decirme o no.


—Sé sincero aunque creas que parezca tonto. —Porque de seguro eso pensaba.


—Para mí es como un monstruo, esa polilla. —Lo miré con atención—. Por el tamaño en comparación a los otros bichos —aclaró—. Y parece que espera que se maten solos por los golpes para comérselos sin esfuerzo. —Yo no estaba seguro si las polillas eran carnívoras—. Para los bichos debe ser una locura que exista algo tan descomunal como esa polilla.


No siguió después de eso.


—Me tienes que acompañar a otro lugar —anuncié animado.


No era el plan pero después de escuchar su tétrica versión de la foto quise extender su compañía. Me siguió por la calle y llegamos a un local donde hacían tatuajes.


—No puedes contarle a nadie —advertí.


—¿Vas a hacerte un tatuaje? —preguntó alarmado.


Asentí. Entramos y nos encontramos con el inconfundible sonido de la aguja haciendo su trabajo. Una chica nos recibió y nos indicó que esperáramos.


—¿No te gustaría hacerte uno?


—No. Para nada.


Pero se quedó absorto mirando las fotos de los trabajos.


—¿Tu familia sabe?


—No necesitan saber.


—Esto parece caro —comentó después de estudiar varias fotos.


—¿Te gustan las fotos? Yo las saqué.


Se sentó a mi lado a esperar.


—Si que te gusta sacar fotos a cosas extrañas.


A cambio de las fotos que saqué para el local, la dueña me ofreció hacerme el tatuaje que quisiera gratis pero no fue hasta lo ocurrido con Mateo que pensé en hacerlo. Estaba seguro que sin importar qué sucediera mis sentimientos no cambiarían y jamás me arrepentiría de ellos, incluso si todo el mundo nos descubriera o él no quisiera continuar.


A pesar de la incomodidad general de Sebastián, se quedó allí por curiosidad. La dueña y tatuadora del local nos recibió al terminar su trabajo en una chica que salió feliz. Fue a buscar el dibujo que sería mi tatuaje y nos los mostró. Ya había visto el dibujo por mensajes que fuimos intercambiando, únicamente faltaba confirmar el tamaño.


—Es perfecto.


Sebastián miraba asombrado.


—¿Tan seguro estás de ganar? —preguntó.


—No me interesa eso —descarté de inmediato su idea.


El dibujo era de una polilla. No como la de la foto que se la veía de costado, esta estaba vista de arriba con alas un poco abiertas.


—Entonces empecemos —indicó la tatuadora.


El tatuaje iría en la espalda, a la altura de los omóplatos. Así que me senté y ella comenzó su trabajo. De alguna manera Sebastián no podía salir de su sorpresa. Dolió pero fue soportable y después de un poco más de una hora estábamos en la calle otra vez.


—¿Qué vas a hacer si lo descubren?


—Nada, ya no pueden hacer nada.

Notas finales:

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