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Como viven las polillas por blendpekoe

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Dejé mi cámara con mucho cuidado en el escritorio. Él se mantenía en silencio y observaba todos mis movimientos expectante, así que traté de relajarme en mi asiento dándole a entender que no sería rechazado. Su mano subió hasta mi rostro para acariciarme, pasó sus dedos por mis labios, mis mejillas y cuello. Hice todo lo posible para intentar disimular mi propia inquietud pero si se notaba o no seguramente a él no le importaría ese detalle. Jamás se me ocurrió que podía suceder algo como eso, pero lo que más me sorprendía no era él haciendo eso, era verme a mí racional y sin remordimiento.


Sostuve su mano sobre mi rostro mientras me levantaba para quedar frente a él. La anticipación hacía latir con fuerza mi corazón.


—Quiero algo a cambio.


—¿Qué cosa?


—Que la convenzas de que mi hermano y yo no hacemos nada malo.


Su mirada, sabiendo que estaba a un paso de conseguir lo que quería, no me hizo dudar de él cuando asintió.


—De acuerdo.


Sentí de repente la boca seca, no había vuelta atrás.


Después de eso no fueron necesarias más palabras, él supo que tenía todo el permiso del mundo para darse gusto conmigo. Me quitó la ropa sin dejar de besar mi cuerpo, extasiado por su juventud y suavidad. Al principio me sentí extraño y la visión fue escalofriante, pero el morbo de lo que ocurría comenzó a ganarme y no hubo culpa que hiciera que no empezara a desear que ocurriera todo lo que iba a ocurrir. Hizo un gesto de extrañeza al descubrir mi tatuaje pero no quiso perder el tiempo con eso, parecía ya tener en mente lo que quería hacer. ¿Cuántas habrá entrado a mi cuarto fantaseando con ese momento? Terminé acostado en mi propia cama sintiendo como manejaba su lengua alrededor de mi miembro con mucha experiencia, lo cual alteró más mis pensamientos de ser eso posible. Yo estaba entre concentrado y disperso porque cada detalle de lo que ocurría detonaba toneladas de pensamientos que se pisaban entre ellos. De a poco su habilidad logró que mi pene se fuera endureciendo y esperó a que me sintiera excitado para meter uno de sus dedos en mí, por costumbre reprimí cualquier sonido. Germán se acercó a mi rostro sin sacar su dedo.


—Quiero escucharte gemir.


Me miraba con atención y esa atención fue mutua. Solo la imagen de él, tocándome, deseándome, con su propio miembro visiblemente duro, con la conciencia de lo retorcido que era lo que estábamos haciendo provocó en mí un deseo sin sentido.


—¿Hace cuanto... —traté de preguntar entre la agitación— que no estás con alguien como yo?


Dos dedos ya estaban dentro.


—Un año.


Me hizo dar vuelta y arrodillarme, donde habían estado sus dedos pasó a estar su lengua mientras su mano me masturbaba. Le dí el gusto con varios gemidos suaves y honestos. Finalmente sentí su pene húmedo entrar con cuidado, cuando estuvo dentro por completo esperó a que yo estuviera cómodo mientras sus manos acariciaban mi espalda y apretaban mi nalgas con obsesiva insistencia. Comencé a moverme antes que él y sus gemidos me estremecieron aumentando mi excitación. Tomó el control de la acción y metió sus dedos en mi boca mientras lo hacía. Sus movimientos y los sonidos que nacían de él me llevaron a apoyar la cabeza y el pecho en la cama buscando levantar más y mejor mi cola. Germán pareció entusiasmado por eso y las suaves penetraciones se convirtieron en embestidas, su mano se trasladó de mi boca a mi nuca para mantenerme en esa posición. En un momento usó su otra mano para tomar una de las mías e indicarme que quería que yo mismo me masturbara mientras él seguía entrando y saliendo de mí. De vez en cuando lo escuchaba escupir para mantener mojada la zona. Él mantenía un ritmo consistente el cual solo se alteró cuando no pude aguantar más y acabé, como si lo hubiera estado esperando, en ese momento agregó mayor fuerza y rapidez, y me hubiera retorcido en la cama pero su mano en mi nuca no lo permitió. Mis gemidos eran una mezcla de increíble placer y desesperación por la intensidad que aumentaba. Sentí deseos de zafarme de su agarre y parar para respirar y recuperarme pero no lo hice, aunque mi cuerpo no soportaba más quería que él siguiera. Lo único que quería era sentirlo temblar cuando acabara con el anhelo de que lo hiciera dentro de mí.


Cuando todo terminó no tenía fuerzas ni siquiera para darme vuelta. Germán, agitado y transpirado, se quedó sentado, no había mucho más lugar.


—¿Estás bien? —preguntó preocupado.


Lo miré.


—Muy bien —tomé aire—. Estuvo muy bien.


A mi juicio, había estado fantástico pero no iba a decirle tanto.


Estuvimos un rato en silencio hasta que nos recuperamos. Germán anunció que iba a bañarse y tocó suavemente mi cabeza antes de irse.


—¿Seguro que estás bien? —volvió a insistir.


Junté fuerzas y me senté en la cama.


—Sí —respondí con una sonrisa.


Cuando salió fui a buscar mi cámara para asegurarme que no había parado de filmar en ningún momento, si Germán no cumplía con su palabra lo tendría que obligar. Saqué y escondí la memoria.


Esperé a que él terminara de bañarse para  hacer lo mismo. En la ducha me di cuenta que la sonrisa era involuntaria, de repente sentía los beneficios extras que acompañan el sexo. La sensación de bienestar, la mente despejada, el ego por las nubes, entre otras cosas. Luego me dormí profundamente.


Cuando desperté ya era de noche y bajé movido por el hambre. Mi madre estaba sentada en la sala con el libro de nombres en sus manos. Estaba arreglada, incluso tenía una manicura hecha. Pero nada de eso disimulaba su cansancio y sus días de tristeza a cuesta. Me acerqué un poco a ella.


—Estás muy linda.


—Gracias.


Iba a irme para no molestarla pero volvió a hablarme.


—¿Vas a ir a la misa mañana?


—No creo que la familia quiera.


—A mí me gustaría que vayas —pidió con cierta pena.


—Está bien.


***


Al día siguiente fui a la misa, a la cual no quería ir. Me senté atrás de todo para no perturbar a mi familia y ellos pudieran poner buena cara para mi madre. Además de todos mis tíos, había algunas personas que frecuentaban la iglesia que se acercaron a la misa como seguidores del Padre Marcos, también estaban las visitas casuales que venían al cementerio. La misa, oportunamente, hablaba sobre apreciar a los seres queridos que aún están con vida, muy apropiado para el cementerio. Aburrida, con citas de la biblia y un par de oraciones pero que dejó al público conforme. Luego siguieron algunas bendiciones y las interminables charlas. Las señoras desconocidas no dejaron pasar el hecho de que mi mamá estaba embarazada y se acercaron a felicitarla, interesadas en saber si era niña o niño, además del futuro nombre. Toda la interacción pareció sentarle bien.


Con Germán todo era normal, como si nada hubiera ocurrido, no había un solo desliz en sus palabras ni en sus miradas. Nada. Y eso era un alivio para mí, también una sorpresa, porque demostraba su experiencia. Admiré eso de él, sus secretos, que seguro tendría muchos, su doble vida, si así podía llamarse, no afectaban su rutina, ni su comportamiento,  ni a su persona en ninguna forma.

Notas finales:

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