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Como viven las polillas por blendpekoe

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Toda la familia estaba enloquecida, habían llegado de a uno, y, aunque no les permitían ver a mi madre ni a Trinidad, insistían en quedarse en una especie de vigilia. Recién por la mañana se permitieron las visitas pero no hice ningún esfuerzo por participar, había un renovado rechazo hacia mí, no me querían allí. La llegada de la familia de Germán fue lo único que evitó que ese rechazo fuera más allá de las miradas, nada decían ni insinuaban frente a ellos. Nada podían hacer ante mi presencia más que ignorarme, una discusión conmigo era un peligro muy grande que no querían correr frente a terceros. Nadie debía enterarse de nada, eso era lo más importante.


A pesar de estar a salvo de cualquier agresión, me alejé de todos y me quedé solo en otra sala de espera sin saber si irme o quedarme. Sucedió lo que tanto esperaba que era el nacimiento de Trinidad, lo único que me limitaba para actuar con libertad. Pensé en que ese mismo día podría juntar mis cosas e ir a buscar a Mateo pero seguí ahí sentado sin moverme, no estaba del todo seguro de cómo actuar. ¿Qué le diría a Mateo? ¿Qué haría si me devolvía una mirada llena de decepción? Estuve sumergido en esos pensamientos hasta que Germán apareció buscándome. Sin decir nada se sentó a mi lado, estaba agotado, un poco serio, pero tranquilo. En su mano tenía una lata de Coca-Cola que bebía de a poco, haciendo de desayuno. Era el fin de una etapa crítica en la que nada había favorecido a los futuros padres. Se me pasó por la cabeza felicitarlo por el nacimiento de mi hermana pero no lo hice, corté el silencio con una pregunta.


—¿Por qué estás aquí?


—Vine a respirar y pasarte novedades.


Se apoyaba cansado en el respaldo de la silla, mirando al techo, tenía cara de necesitar dormir. Esperé a que me hablara de esas novedades pero se tomó su tiempo, no parecía querer volver donde estaban nuestras familias.


—Tu mamá está muy bien —empezó a contarme— y puede tener el alta mañana. En cuanto a Trinidad... —se demoró sin motivo aparente, su voz no transmitía inquietud, apenas, tal vez, resignación— por ser prematura y su bajo peso se quedará en el hospital, aunque está bien de salud.


—¿Cuánto tiempo?


—Posiblemente un mes. ¿Vas a ver a tu mamá?


Lo miré extrañado.


—¿Ella pidió por mí?


—No pidió por nadie —admitió.


—Entonces no.


Me levanté.


—Ya no tengo motivos para quedarme en casa —anuncié.


Ese momento el hospital marcaba el fin de todo y el comienzo de otra vida; la de mi mamá con una nueva familia, la de Germán como padre, la de Trinidad que nunca sabría lo que había ocurrido, la mía y la de Mateo.


—¿De verdad te vas? —Volteé a verlo—. ¿No estás un poco impaciente? —continuó.


—No. Tuve mucha paciencia todo este tiempo —aseguré.


—Deberías esperar a terminar con el instituto.


—Todo es esperar. Esperar al instituto, esperar al trabajo, esperar el nacimiento, esperar al lugar donde vivir. —No discutió eso pero tampoco se lo veía de acuerdo con mi punto de vista—. Además, ustedes tienen que ocuparse de Trinidad, conmigo cerca solamente hay posibilidades de discordia porque no voy a comportarme como ellos quieren, no voy a complacer a nadie, ni callarme, ni dejar de hacer lo que quiera —agregué refiriéndome a toda mi familia.


Para mi sorpresa, Germán empezó a reírse a carcajadas, en todos los años que lo conocí era la primera vez que se reía de mí o de cualquier persona. Él era demasiado correcto para darse la libertad de tener esas reacciones.


—Es bueno ver —dijo calmándose— que sabes que eres insufrible.


Se levantó reuniendo fuerzas para volver donde nuestras familias lo volverían loco por convertirse en papá.


—Al final nunca pude mostrarte el departamento. —Tardé un momento en darme cuenta y recordé la llave que me había dado para mi cumpleaños—. Tampoco creo que haga tiempo para hacerlo ahora, pero te enviaré la dirección por mensaje.


Se fue sin decir nada más.


***


Volví a casa solo, sin dar aviso, y al llegar me encontré con el silencio de la desolación. Cuando estuve dentro de mi cuarto me arrepentí de no haber visitado a mi madre, de abandonarla con tanta frialdad, de no haber visto con mis propios ojos que estaba bien, de no haberle mostrado que estuve allí deseando lo mejor. Se me hizo un nudo en el estómago.


Empecé a juntar ropa, a elegir con cuidado qué me llevaría y qué dejaría de momento, luego podría acordar con Germán para buscar lo que me faltara pero no podía estimar ese tiempo. Miré mi uniforme del instituto y lo sumé a las cosas que me llevaría, lo necesitaría por las siguientes semanas hasta que terminara de cursar. Sacaba y ponía cosas constantemente, sin poder decidir qué era más prioritario. El corazón me latía con fuerza, con ansiedad y con miedo. No volvería y tampoco se lo había dicho a mi madre, alguien más se lo contaría y el vínculo se rompería un poco más, también ella se rompería otro poco y yo no podría deshacer el monstruo en el que seguía transformándome. El mensaje de Germán llegó con una dirección acompañada de palabras que me aconsejaban que no me precipitara.


Dos bolsos parecía muy poco.

Notas finales:

Puedes visitar mis redes para novedades aquí :)


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