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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Emociones
Christian no pudo conciliar el sueño, sino hasta eso de las cuatro de la madrugada, demostrándole a Edward lo mucho que le había impactado no solo la forma en la que el chico había llegado a la culminación de su precipitada eyaculación, sino también ante el deseo de irse y abandonarle para siempre; reflejando en diversas pesadillas lo agitado y turbado que el magnate se encontraba, preocupando bastante al vampiro, quien terminó colándose sigilosamente hasta su lujosa alcoba, intentando llevar a cabo una especie de hipnosis, prometiéndole al oído desde aquel estado de inconsciencia que no se iría, aunque lo que en realidad el incómodo y aun molesto estudiante deseaba, era regresar a Forks y sumergirse en las profundas aguas de la playa de La Push, a pesar de no tener permiso de nadar en aquel lugar.
Edward pasó la mayor parte de la noche reorganizando no solo el destrozo que había ocasionado en el cuarto rojo, sino también recogiendo los diminutos trozos de celular, imaginando que Alice ya estaría pensando el modo de sustituir el dañado por uno nuevo, recostándose al fin sobre su cama, rogando porque el amanecer jamás llegara, a pesar de haber pasado la peor noche de su vida, intentando lidiar con las alteraciones nerviosas de su paciente, al cual no deseaba ver nunca más o eso pretendió autoconvencerse el vampiro, sin éxito alguno, ya que su preocupación por él era tan real como su creciente vergüenza, intentando contenerle durante toda la noche, aunque lo maldijera internamente cada vez que se acordaba del bochornoso incidente.
—Sí no te importa, ¿por qué te sigo viendo a ti en aquel umbral junto a Christian?... ¿Por qué intentas protegerlo de Victoria?... pregúntate a ti mismo el porqué de tu rabia, Edward… si con alguien debes pagar tu ira es contigo mismo.
Recordó el afligido vampiro las palabras de su hermana, lacerándose internamente como siempre solía hacerlo cada vez que algo o alguien terminaba lastimándole al punto de la depresión, una que en cualquier mortal sería insoportable, mientras que en los vampiros, aquellas emociones y los sentimientos se triplicaban, haciéndolo realmente inaguantables.
“Tal vez deba alejarme por un tiempo” —Pensó, contemplando el lento amanecer que se dejó apreciar por su ventana, maquinando una posible huida a la isla Esme, el único santuario natural en el que Edward lograba alcanzar la paz, alejándose del insostenible mundo que lo rodeaba. “A lo mejor he dejado que Christian absorba todo mi tiempo, siento que me he involucrado demasiado con él y a lo mejor sea eso lo que nos tiene tan desorientados” —También pensó en que a lo mejor sus corazones rotos se comenzaron a refugiar en el del otro, confundiendo las cosas entre ellos. “Tal vez sea eso” —Cerró los ojos con cierto pesar, dejando que la luz del sol calentara la fría y pálida piel de sus mejillas, sintiéndose un poco mejor ante lo ocurrido.
Por su parte Christian parecía haber conseguido al fin un sueño placentero por unas cuantas horas más, demostrándole al vampiro que no pretendía ir a correr esa mañana, siendo precisamente Edward quien lo agradeciera, ya que aún no sabía que podría estarse tramando Victoria en contra de los Grey, pensando en aquel problema y como solventarlo para poder alejarse del magnate sin temor alguno a que la vampiresa les hiciese daño a uno de ellos y sobre todo a Christian.
“—¿Por qué intentas protegerlo de Victoria?...” —Volvió a rememorar las palabras de su hermana, agitándose sobre la cama, negando una y otra vez con la cabeza—. “No lo sé Alice, no sé por qué lo defiendo si siempre estoy pensando en arrancarle yo mismo la cabeza” Enterró el rostro sobre la almohada, rugiendo y maldiciéndose internamente, escuchando los engranajes del ascensor comenzar a subir aquel artefacto, percibiendo los pensamientos de la señora Jones, tomando raudo las sabanas para envolverse en ellas, haciéndose un mohín sobre la cama.
La hacendosa mujer comenzó a organizar las cosas desde la sala hacia la cocina, imaginando que el señor Grey se encontraría trotando aquella hermosa mañana, preguntándose internamente por qué cada fin de semana el apuesto psicólogo se quedaba en el pent-house con su jefe, pensando en interrogar a Taylor sobre aquel asunto para ver si él sabía algo al respecto, mientras Edward elucubró sobre las posibles suposiciones que tendría el guardaespaldas y mano derecha del multimillonario sobre aquello, sintiéndose cada vez peor al respecto.
Después de un cierto rato aseando y reorganizando toda la casa, la laboriosa mujer subió al segundo piso, corroborando que en efecto Edward aún se encontraba en su recamara, dirigiéndose rápidamente hacia la del señor Grey, encontrándose con el ya despierto hombre sentado a orillas de la cama, preguntándole si se sentía bien o si necesitaba algo de ella, disculpándose por entrar sin tocar la puerta, imaginando que estaría fuera.
—No te preocupes Gail, simplemente no quise ir a ejercitar… me dormí tarde y no quise levantarme temprano. —La mujer asintió—. ¡Por favor!... prepárame un desayuno sustancioso, lo necesito. —La ama de llaves volvió a asentir, preguntándole si también hacía uno para el joven Edward—. Buena pregunta. —Refunfuñó, incorporándose con pereza de la cama—. No sé si aún está aquí o se ha marchado. —Se introdujo en el cuarto de baño, pensando en la posibilidad de que el chico ya estuviese en su departamento o a lo mejor en la ciudad de Forks, escuchando la respuesta de la señora Jones, desde su recamara.
—El joven Cullen aún está en su cuarto, señor. —Aquello sorprendió a Christian—. La puerta esta con cerrojo y encontré el saco del chico en el sofá junto a una de sus corbatas. —No solo el magnate se había percatado de aquel tono impropio y acusador que había usado la mujer, Edward cubrió su rostro con las sábanas, sin poder concebir que ambos fuesen tan despreocupados en sus actos, dándole a la servidumbre de que hablar.
—¡Oh, sí!... llegamos tarde y conversamos un rato en el salón. —Christian no supo por qué demonios le estaba contando aquello a la ama de llaves, si él no tenía que explicar nada—. Ni siquiera nos percatamos de dejar eso allí. —Se odió aún más, abriendo rápidamente la regadera para intentar ahogar su frustración y toda su vergüenza, mientras Edward rogó internamente porque se callara de una vez por todas, y no diera más explicaciones al respeto, percatándose de los impropios pensamientos de Gail, quien se imaginó al muchacho desanudándole la corbata a su jefe, mientras Christian le desabotonaba sugestivamente el saco al psicólogo.
—No saldré de aquí durante el resto del día. —Se juró a sí mismo el vampiro, acurrucándose cada vez más entre las gruesas sabanas, mientras Christian siguió duchándose y la señora Jones reorganizando toda la casa.
Después de aproximadamente quince minutos, Christian terminó de ducharse, vistiéndose para ir a desayunar, deteniéndose por unos segundos frente a la recamara del vampiro, corroborando que en efecto, esta se encontraba con el cerrojo de seguridad.
Comenzó a caminar después de suspirar con cierto pesar, sobre la posibilidad de que a lo mejor el chico se marchase apenas despertara, sintiéndose cada vez peor ante la simple idea de volver a quedarse solo en aquel enorme lugar, sin las diversas contiendas verbales entre el chico y él, las cuales lo divertían tanto y sobre todo, tener que privarse nuevamente de aquel deseo morboso de sodomizar a alguien, sin poder darse cuenta que en realidad no quería perder la oportunidad de tener a uno de los seres más extraordinarios que había tenido en su vida, ya que si de algo se había percatado Christian, era de la inteligencia, la perspicacia y la sagacidad del muchacho, creyéndole un prodigio.
“¿Qué puedo hacer para que no te vayas?” Elucubró sentándose enfrente del piano, observado la partitura a medio terminar, la cual mostró diversos borrones y tachaduras, que había hecho en su momento mientras la creaba. “Supongo que esto ya no sirve de nada” Tomó la partitura, arrugándola con rabia entre sus manos, para luego arrojarla dentro del cesto de la basura, justo cuando el timbre del intercomunicador resonó en el pent-house, siendo Christian quien caminara hacia el ascensor, notificándole a la señora Jones que él iría a atender, pulsando el botón para hablar. —Grey… ¿Qué quiere? —Edward alzó una de sus cejas, desde su escondrijo de sabanas, percatándose por medio de aquel tono de voz seco y desdeñoso de cómo la rabia y la frustración, estaba carcomiendo internamente a su paciente.
—Buenos días… tengo un paquete para el señor Cullen. —Aquella voz femenina consiguió que Edward saliera de su capullo de sabanas, mirando hacia la puerta de su alcoba, imaginando que podría llegar a ser una trampa de Victoria, incorporándose raudo de la cama, cambiándose de ropa a velocidad sobrehumana, saliendo de aquel lugar sin tan siquiera verse en el espejo, bajando completamente descalzo las escaleras, sin hacer el menor ruido posible, percatándose de como Christian ya le había dado autorización a la desconocida para que subiera, quedándose de pie en el último escalón por si tenía que saltarle encima a la posible vampira, intentando leer los pensamientos de la supuesta repartidora, dándose cuenta gratamente de que se trataba de una humana—. ¿Señor Cullen? —preguntó la chica al llegar, mirando al caballero frente a las puertas del ascensor.
—Soy yo. —Notificó el vampiro, consiguiendo no solo la mirada inquisidora de la muchacha, sino también la de Christian, quien volteó a verle bastante asombrado.
—Tengo un paquete para usted de parte de la señorita Alice Cullen. —El perspicaz magnate se apartó de las puertas, intentando darle espacio al muchacho, rogando porque su demonio interior, aquel que había salido anoche, permaneciera aun dormido en la cama y que solo su amable, inteligente y educado sumiso y amigo, estuviese parado frente a la repartidora, contemplando como el chico firmó con total parsimonia la tabla de entregas, agradeciéndole a la empleada, quien entró nuevamente en el ascensor después de entregar el paquete, pulsando el botón de la planta baja, retirándose del pent-house.
Edward comenzó a abrir la pequeña caja, encontrando una nota adherida a la pantalla de su nuevo Iphone, leyéndola mentalmente, mientras Christian se acercó sigilosamente, intentando ver de qué se trataba, observando la nota por sobre el hombro del muchacho.
“Aquí tienes tu nuevo teléfono… espero que para una próxima ocasión te arrojes tú mismo en contra de la pared, ya que es contigo que debes parar tus rabias y no con los celulares, si vuelves a romperlo, juro que te enviaré un Motorola tango 300 para que aprendas”
El joven vampiro apretó los labios para no reír, siendo Christian quien lo hiciera sin poder controlar sus carcajadas, imaginando al chico con aquel armatoste de teléfono de los años de la prehistoria, comentando como si no hubiese ocurrido nada entre ellos anoche, sin dejar de reír.
—Ya te quiero ver con ese bloque en la mano, intentando enviar un WhatsApp. —En otro momento aquello hubiese hecho reír al chico, incluso hubiese acotado algo aún más gracioso al respecto, pero tal parecía que su rabia no había mejorado mucho desde anoche, volteando lentamente el rostro, sin girar por completo su cuerpo, fulminando al sonriente magnate con la mirada, borrándole la sonrisa—. Aammm… Buenos días, Edward. —Intentó sonreírle pero la cara de asesino serial que tenía el vampiro era algo que Christian no podía ignorar, apartándose del muchacho.
—No me dirijas la palabra, Christian. —Edward comenzó a caminar de vuelta a las escaleras, consiguiendo que el magnate se sobresaltara y le siguiera, al ver como el chico pretendió retirarse, imaginando que iría por sus cosas para marcharse.
—Vamos, Edward… hablemos… —El iracundo vampiro se detuvo, retrocediendo cada uno de los pasos que había dado, lo que por supuesto consiguió que Christian retrocediera rápidamente al ver aquella locomotora abalanzarse sobre él, temiendo una trompada de su parte—. Espera, hombre… necesito que te calmes. —Levantó los brazos intentando cubrir su cara, ya que si de algo se había percatado Christian, era que el muchacho tenía una fuerza brutal, la cual parecía aflorar cada vez que se cabreaba.
—Yo no quiero hablar contigo. —Le gritó con voz enajenada, consiguiendo que la señora Jones se sobresaltara, dejando ver su consternado rostro por la puerta que dividía el comedor de la sala principal, contemplando la escena, lo que hizo que Edward se detuviera, apartándose del magnate.
—Buenos días, joven Cullen. —El aludido le miró un poco avergonzado, ya que él sabía perfectamente que aquel saludo era para demostrarle que Christian no estaba solo y que debía controlarse.
—Buenos días, señora jones. —Comenzó a caminar nuevamente hacia las escaleras, sacando su nuevo celular de la caja, escuchando la pregunta de la ama de llaves.
—¿Va a almorzar con el señor Grey? —Edward negó con la cabeza, después de encender el Iphone, subiendo lentamente las escaleras.
—No, ya me voy... muchas gracias —Aquello consiguió que Christian se agitara, pretendiendo seguirle, deteniéndose en el comienzo de las escaleras, notificándole a su ama de llaves.
—Sí… ponga la mesa para dos. —A lo que Edward rugió desde arriba.
—Ya he dicho que no. —Pero el imponente y por demás terco caballero, negó con la cabeza, exigiéndole que no le hiciera caso al muchacho y que colocara suficiente comida para ambos, subiendo de dos en dos las escaleras, acercándose a la recamara del molesto vampiro, golpeando la puerta sutilmente.
—Vamos, Ed… hablemos, puedes decirme que me odias…
—Te odio, Christian… —Refutó Edward, arrojándose sobre la cama, introduciendo la tarjeta sim de su línea telefónica en el Iphone.
—Bien… eso es bueno, vamos progresando. —El molesto vampiro no supo si le estaba tomando el pelo o era sincero, ya que como siempre ocurría, la mente de Christian era un océano revuelto de confusiones—. Puedes maldecirme, detestarme y soltar las mil y una palabrotas, pero por todos los santos, no me ignores. —Edward se percató de la vergüenza que el magnate sintió al confesarle aquello, notificándole con ironía.
—No me des ideas, Christian… ya te maldije, y sabes que te detesto por lo que fuiste capaz de hacer, también te dije muchas palabrotas anoche, así que no me hagas ignorarte por el resto del día. —El magnate bajó la cabeza, suspirando para controlar su mal genio, ya que, aunque intentaba llevar las cosas a buen término y ponerse como el culpable, la actitud de Edward lo estaba comenzando a cabrear.
—Está bien, te dejaré solo… si bien he dicho que no quiero que te vayas, tampoco me humillaré… —Se apartó de la puerta y comenzó a bajar nuevamente las escaleras, contemplando sus zapatos al descender uno a uno cada escalón, sintiéndose realmente impotente—. “Dejaré que decidas, y aunque me desmorone al darme cuenta de que fuiste uno más del montón de los que juraron ser mis amigos, permitiré que te vayas” —Llegó hasta la sala y como un autómata caminó hacia el comedor, tomando asiento frente a uno de los estribos de la mesa, intentando degustar su almuerzo, mientras Edward configuraba su nuevo teléfono celular, recibiendo rápidamente su primera llamada, la cual no podía ser de alguien más que no fuese de Alice.
—No estoy de humor para escuchar tus reproches, Alice… —Fue la odiosa respuesta de Edward, callando ante la abrupta interrupción de su hermana.
—Pues me importa un cacahuate que no quieras escucharme. —El molesto vampiro dejó el celular sobre la cama junto a él, esperando la retahíla de reproches que su hermana le diría a continuación—. Primero que nada quiero que me digas… ¿Por qué demonios estás enojado? —Edward volteó el rostro, observando el celular como si estuviese viendo a Alice.
—¿Me estas tomando el pelo? —A lo que la menuda vampira respondió.
—Seré más específica, Edward… —El aludido miró nuevamente al frente, contemplando el techo de su recamara, percatándose por medio de la mente del magnate de cómo este jugaba con su comida, sin deseo alguno de ingerirla—. ¿Por qué te enojas ante lo que te ha hecho sentir Christian, si él mismo te dio el poder de detenerlo y no lo hiciste? —Aquello no solo le había dado en la madre al muchacho, se sintió tan avergonzado que no sabía si era el sol colándose por la ventana o la vergüenza que le hizo sentir cierto calor en las mejillas—. ¿Por qué estrellaste el teléfono y no me dejaste hablar contigo y ayudarte, cuando ni siquiera te lo merecías? —Edward cerró sus ojos con pesar—. Sé que te sientes avergonzado, Ed… también sé que con quien menos deseas hablar ese bochornoso asunto es conmigo, pero no creo que se lo puedas comentar a Emmett y mucho menos a Jasper. —Alice tenía razón, era realmente lamentable el haber tenido su primera experiencia y no poder hablarlo con sus hermanos—. Así que soy tu única opción disponible y me tratas como un saco de estiércol cuando yo siempre intento tratarte lo mejor posible. —Aquello lo hizo sentir miserable.
—Lo siento mucho, Alice. —Tomó nuevamente su celular—. Tienes razón, no debí pagarla contigo, no es tu culpa. —Se colocó en posición fetal sobre la cama, mirando por la ventana, después de cambiarse el celular a la oreja izquierda—. Pero no creo poder hablar esto contigo. —Se  quedó por unos segundos callados y luego argumentó—. No quiero que me espíes, Al… ¡please!… esto es muy vergonzoso para mí.
—Lo sé y lo entiendo, hermanito… pero es algo que no puedo evitar… soy tu parabatai, lo sabes… ¿verdad? —Aquello hizo sonreír a Edward a pesar de su incomodidad y molestia.
—Tú y tu mundo fandom, Alice. —Ambos rieron—. Sí, hermanita, eres mi parabatai. —La chica dejo escuchar un chillido agudo de dicha al escuchar como su hermano siempre le llevaba la corriente ante el amor que ella sentía por sus series y películas favoritas, de las que tanto le gustaba escribir, siendo una de ellas la de los famosos Shadowhunters.
—Solo te pido que pienses en frío, analices lo que pasó y te des cuenta de que no solo Christian tuvo la culpa. —Edward no dijo nada, recordando todo lo que había pasado anoche, sintiendo como su entrepierna comenzó a despertar una vez más, odiándose ante aquello—. Ambos fueron culpables, pero por lo menos él intenta dar su cincuenta por ciento, da tú el tuyo y arregla las cosas Edward, porque aunque te guste o no, no puedes abandonar a Christian justo ahora.
—¿Por qué no?... podemos protegerlo sin que él lo sepa, ya lo hemos hecho antes, con Bella, con tantos otros humanos que estuvieron en peligro por nuestra culpa y sé que podríamos… —Pero Alice no le dejo hablar, interrumpiéndole para explicarle por qué esta vez no podría.
—¿No has visto las noticias, cierto? —El joven vampiro confirmó sus sospechas, notificándole que no había visto ni la prensa ni encendido la televisión o la radio—. Encontraron un nuevo cadáver. —Edward se levantó de la cama, caminando hacia la ventana, contemplando el sol, esperando a que Alice culminara los acontecimientos de la madrugada—. Una mujer fue asesinada en su departamento, según Garrett la drenaron, está completamente desangrada… no hay rastros de sangre y hay algo más. —El chico le exigió que hablara de una buena vez, esperando lo peor—. La mujer era empleada en la editorial donde trabaja la ex de Christian y su prometido, Jack Hyde.
—¿Y eso qué? —preguntó Edward—. Puede ser una coincidencia. —A lo que la chica notificó a continuación.
—No lo creo, Edward… Victoria es muy astuta y se ideará un plan para lastimarte masivamente. —El vampiro pensó en lo que se podría estar tramando la vampiresa, prometiéndole a su hermana.
—Está bien, Alice… no me iré. —La pequeña ladina sonrió dando saltitos por todos lados, ya que aunque Edward intentó usar aquel argumento como una excusa para quedarse, ella sabía que en realidad lo hacía porque quería protegerle a capa y espada y sobre todo porque no quería abandonarle, usando aquello como un pretexto.
—Bien… entonces cámbiate de ropa, ponte bonito y abrigado que Christian te tiene una sorpresa para compensar el mal rato de anoche, si es que eso se le puede llamar mal rato. —Aquello incomodó a Edward y Alice supo que así sería, esperando sus reproches.
—No abuses de mis buenas intenciones, Brandon. —Si algo sabía Edward era cabrear a su hermana, llamándola por su apellido de humana, aquel que ella tanto detestaba.
—No me llames Brandon, Masen. —Aquello por supuesto hizo reír a Edward, ya que su apellido de humano le tenía sin cuidado.
—Pues no molestes con tus impropios comentarios. —Comenzó a quitarse la ropa, pretendiendo tomar una ducha rápida, pero desistió al ver lo tarde que era, vistiéndose a velocidad sobrehumana, dejando el celular sobre la cama, pulsando el altavoz—. Dime algo… —Se terminó de vestir, calzándose sus botas de camping, aquellas que tanto le agradaba usar—. ¿Qué se trae entre manos para compensar lo que hizo? —Quiso saber un poco intrigado, esperando la respuesta de su hermana.
—Confórmate con saber que te gustará… —Quiso jugar con la poca paciencia de su hermano, argumentando a su comentario— …te hará sentir en las nubes. —Soltó aquello con un tono de voz seductor y bastante impropio, consiguiendo en su hermano el efecto deseado.
—Vete al cuerno, Brandon. —Culminó la llamada, incorporándose de la cama, bajando lentamente las escaleras con el celular en una de sus manos y una chaqueta con capuchón en la otra, dejándola rápidamente sobre el sofá, introduciéndose tranquilamente en el lujoso comedor, escuchando la exigencias de Christian, quien mantuvo su cabeza apoyada en su mano derecha, mientras que con la izquierda destrozaba pedazo a pedazo una de las tostadas que la señora Jones le había hecho.
—No quiero que te despidas, si te vas a ir vete de una maldita vez, pero no vengas a… —Se quedó callado al ver como Edward tomó asiento en el lateral derecho de la mesa, aferrando su taza de café, actuando como si bebiera de ella para luego tomar una de las tostadas, comenzando a untarla con mantequilla de maní y mermelada, dándole un prominente mordisco a pesar de que aquello le supo a aserrín con pega, pues al masticar aquello se hizo boronas en su boca y lo que le había untado conseguía que todo aquello se le adhiriera al paladar sin sentirle ningún sabor agradable, aunque para los humanos aquello de seguro era toda una delicia.
—Tengo hambre. —Y no mentía, a Edward se le estaban comenzando a oscurecer los ojos, indicativo de su elevaba sed de sangre, pero lo que estaba haciendo el joven vampiro hizo sentir tan bien a Christian, que no fue sino hasta que vio su amplia sonrisa que no se había dado cuenta de lo que estaba tratando de hacer, inconscientemente… darle por el lado amable a su amo—. Creo que… —Se lo pensó por unos segundos, y sintiéndose completamente avergonzado, le notificó sin verle a la cara, bajando la cabeza— …Lo de anoche me despertó el hambre. —Christian sonrió de medio lado, intentando cubrir aquella impropia pero socarrona sonrisa suya con la mano, pensando en que a lo mejor, su hambre tenía que ver con algo más que con su estómago, desistiendo de decir algo que cabreara el buen cambio de humor del muchacho—. No te rías, y no me mires así... estoy hablando de hambre de comida.
—Y yo no he dicho lo contrario, Edward. —Tomó el plato aun vacío del muchacho, sirviéndole una porción de huevos revueltos con jamón, posándolo frente a él—. Me alegra mucho verte con bastante apetito, sueles ser tan apático con la comida que el verte comer de ese modo, y el darme cuenta de tu predisposición a hablar sobre lo que pasó anoche, que me hace sentir por demás satisfecho ante tu estado de ánimo. —Edward al fin tragó su asqueroso buche de comida humana, intentando pasar aquello con un poco de café, sintiéndolo aún más nauseabundo.
—No dije que quería hablar del tema. —Volvió a ingerir una nueva porción de comida, intentando probar los huevos revueltos, pero aquello resultó aun peor, ya que para el vampiro era algo baboso que escurría por su garganta sin sabor alguno.
—¡Oh vamos, Ed!...
—Y no me llames Ed… no te he dado permiso para ello. —Alzo la voz, mirándole de malas, escuchando cantar en la cocina a la señora Jones, indicándole al vampiro con aquello, que aún se encontraba en la casa y que si se sobrepasaba con su jefe llamaría a Taylor—. No quiero hablar de eso. —Le exigió bajando la voz.
—Está bien… como quieras. —Christian comenzó a ingerir los alimentos como si la comida tuviese la culpa de todo lo ocurrido, destrozando todo con los cubiertos, introduciéndolo abruptamente en su boca, masticándole con rabia—. Pero no me digas que no me has dado permiso para llamarte por ese diminutivo… soy tu amo y si me da la gana de llamarte “maldito niño petulante”… lo haré. —Siguió comiendo con tanta rabia que ni podía sentirle el sabor agradable a la comida, mientras que Edward se encontraba a punto de vomitar, dejando de hacerse el humano, abandonando los cubiertos sobre el plato, limpiándose los labios.
—Bien… —respondió consiguiendo que Christian detuviera su apresura ingesta de comida—. Lo hablaremos, pero no ahora. —Se recostó de su asiento, posado sus manos a orillas de la mesa—. No me siento capaz de hablar sobre lo que pasó, si bien ambos tuvimos la culpa, sé que soy el mayor responsable de todo esto… debí detenerte y no lo hice. —Christian abandonó de igual modo sus cubiertos, tomando la servilleta de tela entre sus manos.
—Yo no debí excederme. —Ambos bajaron sus avergonzados rostros—. Te pido disculpas por eso, Edward… porque tienes razón en algo. —El chico levantó levemente la cara para verle—. Fallé al romper mi propio contrato, pero cuando consigo un contrincante como tú, capaz de arriesgar todo en un juego de egos, es algo que no puedo dejar pasar.
—Ni yo. —Volvió a bajar la mirada. —Pero por favor, ya no hablemos de esto…. Lo discutiremos luego. —Christian asintió, viendo como el muchacho se incorporó de su asiento, exigiéndole a continuación—. Me he dado cuenta del itinerario que pretendes tener conmigo los fines de semana, los viernes un poco de complacencia, para que luego yo te complazca yendo al cuarto rojo… —Christian sonrió incorporándose rápidamente de su silla, limpiándose la boca— …El sábado una salida para deslumbrarme y así te deje ejecutar una segunda sodomización en la noche. —Todo aquello lo dijo en voz baja, al saber que la señora Jones estaba cerca—. Y luego el domingo la terapia. —Christian volvió a asentir—. Pero hoy quieres compensar lo que hiciste. —Ambos caminaron hacia el salón, siendo Edward el primero en salir del comedor, seguido por el magnate, quien se había llevado el vaso de jugo consigo.
—Sí, así es… —Edward llegó hasta el centro de la sala, esperando a que Christian hablara—. Si me lo permites, quiero demostrarte que no fue mi intención humillarte, al contrario… quiero que…
—No, Christian. —El magnate se percató de aquel gesto que el vampiro solía hacer cuando se encontraba realmente avergonzado, mirando a todos lados, para luego bajar la cabeza—. No me digas que lo disfrutaste, porque…
—Es que lo disfrute, Edward. —El chico se cubrió la cara—. Pero está bien… como tú lo has exigido, no lo hablaremos todavía… —El vampiro asintió.
—Es más, creo que podríamos dejarlo para la terapia, así sería menos incómodo.
—Me parece perfecto. —Christian le sonrió, encaminándose hasta el piano después de abandonar su vaso de jugo en la mesa central, en busca de la partitura que había arrojado a la papelera, exigiéndole amablemente al muchacho—. Ven… siéntate a mi lado. —Edward no supo si hacerle caso o resistirse, dándole una mirada furtiva a la cocina, para ver si Gail saldría o no de aquel lugar, caminando lentamente hacia el piano—. ¿Recuerdas la tonada que toque el sábado pasado?... la que tú nombraste como “50 sombras de Grey”. —El chico asintió—. Pues me pasé toda la semana intentando recrearla. —Le entregó la partitura arrugada al muchacho, quien la contempló, pensando en lo que su hermana le había dicho sobre una posible salida, aunque Alice no había dicho con exactitud cuándo y a donde era.
—Pensé que saldríamos hoy. —preguntó al fin, colocado la partitura en el soporte del piano, sentándose con parsimonia a su lado.
—Y lo haremos… pero antes quiero que la terminemos… sé que faltan algunas notas y me gustaría que me ayudaras a dar con ellas… tú eres mejor que yo para esto, así que… ¿Qué me dices? —Edward asintió, tomando nuevamente la partitura entre sus manos, comenzando a recrear cada nota en su cabeza, tomando raudo el lápiz que había sobre el soporte del piano, borrando unas y colocando las que faltaban, mientras Christian jugó despreocupadamente con las teclas—. ¿Sé que no quieres hablar del tema?... pero… —Hizo una pausa para ver el semblante de Edward, el cual no se inmuto ante aquello, dándole carta blanca al magnate para que hablara—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
El incómodo vampiro buscó en la mente del intranquilo multimillonario lo que pensaba preguntarle, y al ver que no era algo impropio o que lo avergonzara demasiado, asintió a la pregunta de Christian, sin dejar de mejorar la partitura, esperando a que hiciera verbal su interrogante.
—¿Por qué decidiste quedarte? —Edward dejó de corregir la arrugada partitura, mirando a Christian a los ojos, respondiéndole sin tapujos.
—Porque aunque me dé en la madre lo que hiciste… no soy uno más del montón, Christian. —Citó las palabras mentales del magnate, acotando a continuación—. Soy tu amigo y aunque hagas cosas que me molesten, jamás dejaré de serlo. —Bajó la mirada y siguió su ardua tarea de mejorar la partitura, y aunque en verdad Edward no se iba ante el temor de que Victoria ejecutase sus planes en contra de Christian, le quiso dar a entender al hombre que era por su promesa de ser siempre su amigo.
—No sé qué decir.
—No digas nada. —Le exigió Edward, escribiendo sobre el maltrecho y sucio papel, intentando mejorar la melodía—. A veces es mejor quedarse callado—. Christian comprendió lo que el muchacho le exigía, permaneciendo en silencio… dejando escapar desde su mente un sutil y sincero “gracias”, lo cual consiguió que el vampiro se sintiera más que satisfecho al respecto.
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Mientras Bella mecía entre sus brazos a los gemelos, Sam, Seth y Embry, intentaban armar otras de las motocicletas que la neófita había adquirido en el deshuesadero, usando su nueva cuenta bancaria para conseguir los repuestos que necesitaban y así ir ensamblando cada maquinaría de dos ruedas, pensando en regalarle una a cada miembro de la manada, menos a Jacob, quien ya poseía una.
—¿Por qué el empeño de reparar las motocicletas abandonadas del deshuesadero si puedes comprarte una nueva, Bella? —preguntó Seth, ajustando la rueda a la horquilla delantera, mientras Sam desarmaba el chasis.
—Es divertido… siempre quise hacer cosas de hombres. —Recostó a ambos bebés en el coche doble que Esme le había obsequiado a los gemelos, cubriéndoles del sol para que durmieran placenteramente—. Aunque también me gustan las cosas de chicas, ensuciarse de grasa y ver como de un montón de chatarra surge una espléndida máquina, es algo que me agrada—. Embry, aunque después de lo que Bella le había hecho a Quil le temía bastante, sonrió levemente, asintiendo a sus palabras.
—A mí también. —Fue lo único que el chico dijo, limpiando pequeñas piezas de metal en gasoil para regenerarlas y quitarles el óxido y la mugre acumulada.
—¿Qué vas a hacer con tantas motocicletas, Bella? —preguntó Sam, cambiando las piezas dañadas del chasis por las que la vampira había comprado.
—Es una sorpresa. —Se unió a la reparación de la desmembrada Suzuki, escuchando a la distancia el Jeep de Emmett acercándose, siendo Seth el primero en levantarse, mirando hacía el horizonte.
—Ya llego por quien llorabas, enano. —Acotó Embry, en un tono burlón, consiguiendo de parte de Sam una mirada retadora, exigiéndole a continuación.
—¿Qué te he dicho sobre molestar a Seth? —El incómodo Quileute se disculpó con su alfa, bajando la mirada—. Ya todos sabemos sobre los gustos sexuales del muchacho y tienen terminantemente prohibido decírselo a su madre. —Embry asintió—. Él se lo hará saber a Sue a su debido momento… ¿está claro? —El chico asintió nuevamente, observando a Leah salir de la casa de Sam, en donde Paul y Emily leían el nuevo libro que el muchacho le había traído desde Port Angel’s, el día en que Anastasia y Jacob se conocieron.
—Como si nuestra madre no supiera que ese bizcochito le salió defectuoso. —Sam y Bella miraron de malas a la odiosa chica, quien caminó tongoneando sus caderas sugestivamente, intentando llamar la atención de su alfa, pero el apuesto Quileute, simplemente bajó la mirada, exigiéndole a continuación.
—Eso va para ti también, Leah. —La aludida detuvo su andar, inclinándose para ver a los gemelos, dejando que su short corto se subiera un poco ante la sugestiva postura—. No dejaré que nadie ridiculice a Seth por lo que es. —Tanto Bella como Seth agradecieron sus palabras, observando como el Jeep del corpulento vampiro se estacionó en el boscoso terreno, siendo Alice la primera en descender del auto, consiguiendo que Leah sonriendo de medio lado, volteando a ver a su alfa.
—Tranquilo, ¡oh gran líder de la manada!… yo no me estoy burlando de mi hermanito, él sabe cuánto lo amo. —Le guiño un ojo al avergonzado chico, ya que al no haber secretos entre los Quileutes, la conexión mental entre ellos no solo había dejado abierto el closet de la homosexualidad de Seth sino las desvergüenzas en las que andaba Leah con cada uno de los integrantes de la tribu Quileute, nombrándola la meretriz de la manada—. Solo comentaba que mi madre ya debe estar imaginando porque es el único de los muchachos que no anda con una novia. —Se irguió después de hacerle unos cuantos cariños a los niños, acercándose a Alice para saludarle con un beso en la mejilla, lo que sorprendió no solo a la vampira sino también a Sam, el cual se levantó del suelo, observándola retadoramente—. Hoy nuestro líder está de malas, creo que la mamada que le di anoche no sirvió de mucho. —Aquello lo habían escuchado todos, a pesar de haberlo susurrado lo más bajo que pudo—. Espero que tú sepas chuparla mejor que yo—. Alice se apartó rápidamente de ella, mirándola con desprecio y total vergüenza.
—¿Leah?... largo… —Exigió Sam en un todo de voz retador—. No permitiré tus juegos sucios con los invitados—. A lo que Leah alegó, riendo maliciosamente comenzando a caminar.
—Los juegos sucios ya comenzaron, Sam. —Miró hacia la casa en la que el apuesto Quileute vivía con su esposa Emily—. Paul se vale de tu indiferencia, tú te vales del desinterés del soldadito chupasangre y yo me valgo de todos… cada pieza juega su papel, Sam… veremos quien llega primero a la meta. —Comenzó a correr, transformándose al trote, dejando tan solo un montón de hilachos y trozos de jean por doquier retirándose del lugar.
Por supuesto aquello incomodó enormemente a todos, Alice miró a Sam, quien no le quitó los ojos de encima a la menuda y tímida vampira, la cual bajo la cabeza, mientras Embry no pudo dejar de contemplar a su alfa, preguntándose si él en realidad sabía lo que ocurría entre su esposa y Paul, aunque de seguro ante la conexión mental, por más que el aquel hombre intentase ocultarlo era casi inevitable, siendo Emmett quien rompiera el incómodo silencio.
—¿La loba está en sus días de menstruación o ninguno le ha dado lo suyo últimamente? —Al decir aquello apretó su entrepierna con total desvergüenza, consiguiendo las risas de todos, distendiendo aquel incómodo momento—. ¿De qué soldadito habla? —preguntó Emmett por lo bajo, susurrándoselo a su hermana, la cual se encogió de hombro.
—No tengo ni idea. —Se apartó del corpulento vampiro, haciéndose la desentendida, dándole gracias a dios por que su hermano fuese un completo despistado, acercándose a la carriola para contemplar a los gemelos, mientras que Emmett sacó un par de cajas del Jeep, colocándolas junto a la desarmada motocicleta.
—Aquí tienen los repuestos que faltaban. —Bella le agradeció enormemente a su hermano adoptivo por la ayuda prestada para culminar el proyecto de las motocicletas—. No tienes que agradecer, yo lo hago gustoso. —Seth fue el primero en abrirlas, sacando las pequeñas piezas metálicas, mostrándoselas a su alfa.
—Con este nuevo sistema de arranque quedaran de lujo, Sam —El líder de la manada asintió, dándole una mirada furtiva a Alice, quien siguió contemplando a los gemelos, arrodillada sutilmente sobre el suelo, y no como Leah se había postrado frente a ellos, mostrando desvergonzadamente todo su trasero.
“Toda una damita” Pensó Sam, sonriendo de medio lado, esperando a que la chica decidiera acercarse a saludar. “Una doncella de cuento de hadas, eso es lo que eres, Alice” Recordó, no solo la historia entre Draco Malfoy y Harry Potter, sino la relación trasfondo que había en aquella trama homoerótico, en donde Hermione tenía una relación impropia con su profesor de artes oscuras “Remus Lupin”, imaginando que ella se veía a sí misma como la joven Granger y a él como el hombre lobo de la famosa historia de magos. “Una astuta, inteligente pero temerosa hadita, la cual no se da cuenta del enorme potencial que tiene como hechicera” Si algo estaba comenzando a sentir Sam era un embrujo por aquella vampiresa, intentando por todos los medios de no coincidir para una nueva lectura, pero siempre terminaban buscándose el uno al otro, ella ante los desplantes y el desamor que Jasper le hacía sentir y él ante el vacío que le dejaba aquella desabrida y obligada relación que tenía con Emily, dejando que Paul fuese el único apoyo de la temerosa Quileute en contra del terror que la chica le tenía a Sam, al haber sido él quien la desfigurara en una de sus descontroladas transformaciones.
—¿Qué hay, men? —le preguntó Emmett a Embry, quien simplemente movió la cabeza a modo de saludo, sin dejar de limpiar las piezas que le habían asignado regenerar—. ¿Y tú no vas a saludar? —Le preguntó a Seth, quien se incorporó rápidamente, dejando los repuestos de la caja desperdigados en el suelo, pretendiendo arrojarse sobre el vampiro para taclearlo, pero por más fuerte que el chico se creyera, no pudo mover de su puesto a la mole de músculos que era el vampiro, quien lo aferró por el suéter, apartándolo como si el muchacho fuese tan solo un simple muñeco de trapo—. ¿Qué pretender hacer, enano? —preguntó con una amplia sonrisa, al ver las jugarretas pesadas del joven lobo, las cuales le agradaban demasiado—. Ve a corretear algún auto o a mear un árbol, anda, ve… —Lo empujó, y aunque para otra persona aquello hubiese sido un desaire, para Seth era un incentivo para molestar aún más a Emmett, golpeándolo varias veces en el estómago, mientras que el divertido vampiro lo sostuvo de la cabeza, dejando que lo golpeara—. Golpeas como nena, cachorro.
Todos rieron antes las jugarretas pesadas de ambos, y aunque para Emmett aquello era tan solo eso, simples jodedera entre amigos, para Seth era la única forma de poder estar cerca de su amor imposible, ya que eso era en lo que se había convertido el vampiro para el pequeño lobo gris, sintiendo que el corpulento inmortal era su amor perfecto no correspondido, conformándose con ser su mejor amigo, jugándose pesadamente con él con la única finalidad de poder tocarle y sentirle aunque fuese a puñetazos.
—Ya, Seth… basta… —Le exigió Sam, observando cómo Alice comenzó a caminar hacia ellos, introduciendo muy seductoramente, sus manos dentro de los bolsillos laterales de su suéter de panda, el cual tenía una capucha con orejas, en tonos blanco y negro, que la hacía ver bastante tierna—. Señorita Cullen, ¿Qué la trae por estos suburbios olvidados de dios? —Ella sonrió, saludando a cada uno de los presentes, siendo Bella la única que se acercara a ella, dándole un beso.
—Quise acompañar a mi hermano a entregar la encomienda que Bella le encargó. —El líder de la manada asintió—. Veo que en serio son muy buenos en esto de la mecánica… ¿no? —Miró todo a su alrededor, percatándose de la presencia de una dulce mujer en el umbral de la puerta, deteniendo su escaneo visual por todo el terreno, imaginando que aquella chica era la esposa de Sam—. ¡Hola!... —Saludó la menuda vampiresa, como siempre lo hacía con las personas, con total naturalidad y dulzura—. Tú debes ser la chica lobo. —Sam se tensó al darse cuenta que su esposa estaba en la puerta, quedándose inmóvil en su puesto, escuchando la respuesta de Emily.
—Y tú la chica vampiro. —Alice sonrió ampliamente, asintiendo a sus palabras—. Bienvenida. —Aquello sorprendió enormemente a Sam, ya que pensó que Emily se molestaría al ver tantos vampiros en su casa y más a Alice, ya que imaginaba que Paul andaría con chismes sobre su creciente amistad con la hermosa inmortal—. ¿Paul?... —llamó Emily a su compañero de lectura, volteando rápidamente el rostro, dejando al descubierto la grotesca cicatriz que su esposo le había dejado en su amable y tierno rostro, haciéndole sentir cierta tristeza a la pequeña vampiresa, la cual volteó a ver a Sam, contemplando como el hombre bajó la mirada, agachándose nuevamente en el suelo para retomar su trabajo— …Enciéndeme el horno por favor, los biscochos que están en la nevera ya deben haber levantado bastante y es hora de hornearles.
Paul dejó ver su agrio y serio rostro entre el marco de la puerta y el rostro de Emily, clavando sus desdeñosos ojos sobre Emmett, quien no perdió tiempo para regresarle la misma mirada que el odioso lobo le entregaba, exigiéndole sin temor alguno de cabrear al muchacho, más de lo que estaba.
—Sí, Paul… ve a jugar a la cocinita. —Aquello consiguió el efecto deseado, dejándose escuchar el rugido del iracundo lobo desde el interior de la casa, comenzando a temblar, siendo Emily quien lo detuviera.
—No Paul, tú no, por favor… tú eres mejor que eso… cálmate. —Tanto Sam como Alice sabían perfectamente que aquellas palabras iban dirigidas a la irracional forma de ser de Sam, quien había perdido el control delante de ella, marcándola para siempre—. Ve… no le hagas caso, duele más que lo ignores a que le prestes atención. —Paul asintió, retirándose a hacer lo que la dulce mujer le había exigido con voz suave y delicada, mirado a los recién llegados—. Quedan en su casa… —Volvió a decir, sonriéndole a Alice, quien agradeció sus amables palabras, disculpándose por las infantiles palabras de su hermano Emmett—. No te preocupes, los hombres suelen amar esos juegos territoriales y de hombría, pero ya quiero verlos intentando dar a luz a un hijo. —Bella rió.
—Se orinarían encima a la primera contracción y llorarían como niñas. —Acotó la neófita, consiguiendo las risas no solo de las dos féminas, sino también las de Sam, quien negó una y otra vez con la cabeza, al recordar que Alice en sus historias había embarazado a un hombre, siendo el personaje más afeminado de la serie de magos, el profesor “Gilderoy Lockhart”, quien tuviese un bebé del mismísimo Voldemort, consiguiendo en su momento las carcajadas de Sam al escuchar semejante barbaridad, ganándose unos cuantos puñetazos de parte de la molesta vampiresa.
—¡Oigan!... ya dejen la mamadera de gallo… —Exigió Emmett—. Lo siento señora, no quise incomodarle, pero Paul tampoco pierde oportunidad de molestar y es bastante fanfarrón cuando se lo propone. —Emily no dijo nada, retirándose después de sonreír levemente a las palabras del corpulento vampiro, imaginando que Paul era así con los vampiros, pero con ella era el ser más dulce, caballeroso y tierno del mundo.
—Bueno… —Comentó Sam, incorporándose nuevamente de su agachada postura, dejando las piezas que intentaba ensamblar en el suelo, acercándose a Alice—. Aun no me dices que vienes hacer aquí. —Ambos se contemplaron fijamente a los ojos, consiguiendo que Embry no le quitara los ojos de encima a su líder, mientras Bella sonrió con socarronería al ver las coqueterías entre los dos enemigos naturales, siendo Emmett y Seth quienes comenzaran a cuchichear entre ellos, sobre lo que se estaba cocinando entre Sam y Alice, escuchando la respuesta de la vampiresa.
—Vengo a hacerles una propuesta. —Todos quedaron asombrados ante aquello, mirando fijamente a Alice a la espera de que dijera algo, notificándoles a continuación—. Pero esperaré a que Jacob llegue. —Todos imaginaron al beta de la manada en su casa, pero justo cuando Alice se apartó de Sam, la motocicleta de Jacob sé dejo escuchar en la distancia, siendo el alfa quien preguntara.
—¿Cómo sabías que Jacob vendría si tú misma me dijiste que no puedes ver el futuro de los Quileutes al ser seres cambiantes? —A lo que Alice respondió con una socarrona sonrisa.
—Porque pude ver la premonición de alguien que tendrá que ver con él en el futuro y al ser humana, puedo ver fragmentos de lo que sucederá. —Seth preguntó qué ocurriría—. Pues Jacob aceptará mi propuesta por alguien en concreto y veré si ustedes también la aceptan. —El apuesto ex de Bella se estacionó cerca del Jeep de Emmett, bajando velozmente de su motocicleta, acercándose rápidamente a sus hijos, siendo ellos el único motivo que por el que Jacob cambió aquella dura y agria cara de perro rabioso que siempre traía, acariciando sus pequeños y dulces rostros, caminando hacia la casa de Sam y Emily, ignorando por completo a todos los presentes.
—¿Jacob?... —Intentó Sam llamar la atención del ceñudo beta—. Los Cullen están aquí para una propuesta.
—Paso… no quiero nada con ellos. —Bella puso los ojos en blanco, negando con la cabeza, siendo Alice quien hablara.
—Mataremos algunos vampiros.  —Aquello consiguió que tanto Jacob como Embry alzaran sus cejas en un gesto de asombro y total curiosidad, deteniendo su rápido andar—. No sé si han visto las muertes suscitadas en Seattle. —Los Quileutes asintieron—. Pues es Victoria la causante de todo ese revuelo—. Jacob se acercó a la reunión, esperando a que Alice prosiguiera con su explicación—. Sigue afanada en hacerle daño a Edward y…
—Pues si es con Edward la cosa me da igual. —Pretendió marcharse, siendo Sam quien le exigiera que se quedara, pero el chico no le prestó la menor atención, ignorando tanto a su alfa como a la vampiresa, aquella que alegó a continuación.
—Victoria ha jurado hacerle daño a todo aquel al que Edward ame, Jacob… —El chico pretendió seguir su camino, sin importarle nada—. Y mi hermano adora a tus hijos. —aquello consiguió que el molesto Quileute detuviera su apresurara huida, volteando a  ver de malas a la vampiresa.
—Si por culpa de tu hermano mis hijos son lastimados… juro que…
—Ya cállate, Jacob. —Exigió Bella—. Si no vas a ser parte de la solución tampoco seas parte del problema. —Seth asintió, abrazando a Bella.
—Así es, hermano… —Comentó el más joven de la manada—. ¿Y sabes desde cuando estamos inactivos los Quileutes?... desde hace mucho tiempo. —El chico miró a Emmett—. No te ofendas, en verdad me fascina que los Cullen y los Quileutes sean amigos pero está en nuestros genes ese deseo de matar vampiros y si se trata de la maldita que mató a mi padre, voy a disfrutar enormemente el arrancarle su pelirroja cabellera. —Comenzó a golpear su boca con la palma de su mano, emitiendo el típico cantico indio, haciendo sonreír al corpulento vampiro.
—Tranquilo kimosabi, yo también quiero arrancarle la cabeza a esa desgraciada. —Ambos chocaron las manos con fuerza, siendo Seth quien aferrara la de Emmett, sintiendo cosquillas en su estómago, mientras que el musculoso vampiro, ni se percató de sus sentimientos, apretando del mismo modo su pequeña pero fuerte mano, sin saber que aquello le agrada al joven lobo.
—Victoria se está tramando algo grande, muy grande… y los necesito para atraparla antes de que los Vulturis aparezcan en Seattle. —Tanto Jacob como Sam preguntaron quiénes eran ellos, siendo Bella quien les respondiera.
—Ellos son la ley vampírica… según Edward son como Al Capone o algo así. —Bella no los había conocido en persona pero se le había quedado grabada aquella imagen del cuadro en el despacho de su nuevo padre adoptivo, en el que Aro y Carlisle aparecían en un balcón, recordando las horribles historia que solían contarle sobre ellos— Son de temer, no creo que sea buena idea que vengan… parecen ser realmente peligroso, según tengo entendido. —Alice asintió.
—Así es… así que es mejor por el bien de todos que nos deshagamos de Victoria y sus macabros planes de venganza, lo antes posible. —Sam asintió, preguntando a continuación.
—¿Cómo podemos ayudar? —Alice supo de sobra que podía contar con Sam, sonriéndole amablemente, mientras Jacob elucubró sobre aquel asunto, y los demás contemplaban su rostro a la espera de una respuesta positiva de su parte, respondiéndole al líder de la manada.
—Mudándose a Seattle por unos días. —Todos se vieron a las caras, sin saber que decir o que pensar al respecto—. Ese será su escenario y nosotros actuaremos su obra funesta, pero a nuestro modo y con un final que ella jamás se imaginará. —Bella sonrió complacida, preguntándole si ella también iría—. Claro hermanita, necesitamos la fuerza de una neófita. —La nueva vampira asintió más que complacida—. ¿Y bien?... ¿Qué dicen? —Al parecer todos tenían su respuesta ya pensada, volteando a ver a Jacob, quien era el único que podría llegar a negarse a trabajar en conjunto con los Cullen.
—No sé… esto no me convence… ¿dejar a los niños aquí a cargo de quién? —A lo que Alice respondió con una pícara sonrisa, mientras Jacob negó una y otra vez con la cabeza.
—No te preocupes, los abuelos estarán encantados de quedarse con sus nietos… la señora Sue les ayudará. —Señaló a Seth, haciendo alusión a la madre del muchacho—. También está en juego la vida de muchas personas, entre ellas… Anastasia. —Jacob alzó una de sus cejas, sin poder entender como Alice sabia sobre la chica que había conocido en Port Angel’s, recordando que la menuda vampira podía ver el futuro.
—¿Quién demonios es Anastasia? —preguntó Seth, mientras Bella observó detenidamente cada gesto de su ex, esperando a que alguno de los dos dijera algo al respecto, siendo Jacob quien hablara, después de aclararse la garganta e intentar actuar como si aquello no le importara.
—Iré… —Comenzó a caminar hacia la casa Uley, ya que había ido tanto a buscar a Paul como a visitar a su amiga Emily, a quien tanto adoraba—. Y espero que no digas nada de lo que sabes o juro que me las pagarás. —Se perdió de vista en el interior de la pequeña vivienda rural, mientras todos observaron a Alice, a la espera de que dijera de quien se trataba, siendo Emmett, quien preguntara.
—Esa Anastasia no es la misma que…
—Esa misma… —Respondió Alice, intentando acallar las impertinentes palabras de su hermano, pretendiendo guardarle el secreto a Jacob a pesar de que se odiaban— …Bien, ahora hablemos del plan y de cómo nos organizaremos para cubrir a todos los implicados y sobre todo, el cómo acorralaremos a la vampiresa en cada uno de los posibles escenarios en los que se pueda suscitar la contienda. —Los chicos retomaron su trabajo de mecánica, siendo Emmett quien se uniera a ello, mientras Alice comenzó a explicarles lo que harían y en donde se quedaría en Seattle, consiguiendo la atención de todos los presentes.
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Mientras Edward contemplaba el majestuoso cielo azul plagado de nubes blancas, recordó las palabras que Alice le había dicho al momento de preguntarle, si sabía que se tenía planeado el magnate para resarcir el daño ocasionado, rememorando su respuesta.
“—Te hará sentir en las nubes” Sonrió sin tan siquiera imaginar que Christian tendría planificado subirlo a un planeador, en el campo de vuelo de la asociación Brunswick Soaring, trasladándose desde Seattle hasta la ciudad de Georgia, con la ayuda de Charlie Tango, siendo recibidos por el piloto británico, Mark Benson, quien le serviría como piloto de arrastre, usando un pequeño aeroplano para remolcar el planeador Blaník L23, en el que Edward iba en la parte delantera, siendo Christian quien tomara el asiento trasero.
—¿Estás listo para la adrenalina, Edward? —El sonriente vampiro asintió, intentando acomodarse la chaqueta de capuchón que traía puesta por si al astro rey le daba por aflorar entre las nubes y así poder cubrir su resplandeciente piel inmortal, aunque el arnés de agarre se lo dificultaba—. Vamos a soltarnos, Mark. —Notificó Christian desde el intercomunicador, recibiendo de parte del bonachón hombre la probación, al estar a más de mil pies de altura—. Aquí vamos, Edward. —Jaló con fuerza la palanca que sostenía el cable de arrastre, consiguiendo que tanto el vampiro como el magnate percibieran el vacío en sus estómagos al comenzar a planear y descender velozmente, siendo Edward quien riera a carcajadas.
—¡Oh… wow!... esto es genial… —Acotó desde su intercomunicador, siendo Christian quien cortara la comunicación con el británico que los había remolcado, notificándole que abriría nuevamente la conexión cuando fuesen a descender, comentándole a Edward con una amplia sonrisa.
—Me alegra mucho que lo estés disfrutando. —Movió la palanca hacia la izquierda, consiguiendo que el timón de dirección se moviera, virando el planeador—. ¿Quieres llevar el mando? —Aquello consiguió que el vampiro alzara una de sus cejas, mirando hacia un lado.
—¡Oh, vaya!... Christian Grey me cederá el mando… no sé ni que decir, señor todopoderoso. —Aquella irónica respuesta consiguió no solo la afable sonrisa del magnate, sino también una grata respuesta.
—Siempre hay una primera vez para todo, Ed. —Aquello consiguió que Edward recordara lo que había ocurrido anoche en la sesión de Bondage, en donde Christian le había entregado su primer orgasmo, sintiéndose nuevamente avergonzado, aunque el magnate no estaba pensando en lo sucedido, ya que Christian creía que el muchacho había tenido sus previas experiencias sexuales, al creer que no era virgen.
—Bueno… —Soltó Edward, intentando restarle importancia a aquello—. Quiero el mando, señor Grey.
—Lo tiene, señor copiloto. —Edward tomó la palanca frente a él, sintiendo como Christian le manipulaba, moviéndola un poco para darle a entender que ahora era el quien los guiaba, consiguiendo una respuesta positiva de parte del magnate, el cual soltó la palanca—. Todo tuyo, Ed… demuéstrame cuanta adrenalina quieres sentir. —Christian no había terminado de decir aquello, cuando Edward ya había virado la palanca tan rápido que consiguió una veloz respuesta de parte del sorprendido hombre—. ¡Wow, wow… con cuidado!... —Pero Edward quería ver que era capaz de hacer aquel planeador, moviendo tanto los alerones como el timón de profundidad, lo cual consiguió que el artefacto volador se elevara, creando un espiral en el cielo.
—¡Yiiijaaaa!... —Edward soltó aquel típico grito que emitían los vaqueros cuando montaban en las corridas de toros, haciendo sonreír a Christian.
—Vamos, vaquero… haz que esta belleza de todo lo que puede dar. —Edward volvió a mover el mando frente a él, haciendo girar una y otra vez el planeador, cayendo en picada, consiguiendo que Christian se aferrara del arnés, posando una de sus manos frente al plexiglás o la cubierta que los resguardaba, intentando contener el desayuno de esta mañana en su estómago—. “Sin duda esto es más divertido con Edward de lo que fue con Anastasia” El vampiro no solo había escuchado sus pensamientos, también pudo ver en sus recuerdos el momento en el que Christian había hecho lo mismo con su ex, llevándola a volar en aquel lugar, al estar cerca de la casa de la madre de la chica.
—Estamos descendiendo rápidamente, capitán. —Aquello hizo sonreír a Christian, trayéndolo de vuelta a la realidad.
—Entonces permítame nuevamente el mando, copiloto. —Edward soltó la palanca, al sentir como Christian le manipulaba, llevando de vuelta el planeador hacia la pista de aterrizaje, justo cuando las pobladas nubes dejaron un boquete en el cielo, permitiéndole a los rayos del sol, golpear de frente el agraciado rostro del vampiro, haciéndole brillar.
—¡Rayos!... —Edward cubrió raudo su cabeza con la capucha, bajando las manos para que el sol no lo delatara.
—¿Estás bien?... —preguntó Christian al ver la extraña actitud del muchacho, el cual no dijo nada—. ¿Edward?.... ¿Todo bien? —El chico asintió, deseando que no se dieran cuenta de su condición cuando aterrizaran, rogando porque las nubes volvieran a cubrir el sol, sintiéndose realmente inquieto—. ¿Edward?... contéstame… —Se asustó el por demás preocupado hombre, intentando maniobrar el planeador hasta la pista, sin dejar de estar atento a los movimientos de su sumiso, abriendo nuevamente la conexión con la pista, notificándole a Mark—. Torre de control aquí Christian, posible vahído de mi copiloto, cambio.
—Estoy bien, Christian. —Respondió Edward al fin, intentando sonar calmo—. Es solo el sol…. No sé si mi padre lo puso en el reporte médico que te entrego, pero… —Christian recordó lo que había leído brevemente en el documento médico, interrumpiéndole rápidamente.
—Fotodermatosis… rayos… no lo recordé… cúbrete bien Edward… ya vamos a descender. —El nervioso vampiro asintió, manteniendo tanto el rostro como las manos cubiertas con la chaqueta, bajando levemente la cara, mientras Mark hablaba por el intercomunicador.
—Aquí torre de control… ¿Quiere que llamemos a un médico?... cambio… —Edward se negó rápidamente a ello.
—No, no… todo está bien, solo quiero bajar. —Las nubes comenzaron a cubrir nuevamente el sol, consiguiendo la calma y la tranquilidad del temeroso vampiro.
—Pero Edward…
—Sabes que no soporto que nadie que no sea Carlisle me toque. —El magnate asintió.
—¡Ok, ok!... —Se aclaró la garganta, intentando mantener lo más recto posible el planeador—. No necesitaremos de un médico, Marck… gracias. —El hombre afirmó que había recibido su respuesta—. Agárrate fuerte Edward, vas a sentir el impacto que daremos en contra del suelo—. Edward asintió, sonriendo al ver cómo una vez más, Christian pretendía cuidarlo más de la cuenta, haciéndolo sentir,  humano.
“Admítelo, Edward… te gusta que se preocupe por ti” No pudo dejar de sonreír y de sentirse culpable ante aquella empatía hacia Christian, la cual se hacía cada vez más grande. “Se siente bien el sentirse protegido, en vez de ser el protector”. Percibió aquel hormigueo en sus mejillas, típico de su creciente vergüenza, sintiendo el impacto en contra del suelo, dando gracias a dios de que al fin se encontraban en tierra, donde podía huir del sol si así lo requiriera.
Christian soltó el paracaídas que aminoraba la velocidad del planeador, golpeando rápidamente el plexiglás para abrir la compuerta trasparente que los resguardaba, siendo el primero en salir, después de quitarse rápidamente el arnés que lo mantuvo aferrado al asiento.
Edward golpeo el suyo, lo necesario como para abrirlo, pero no lo suficientemente fuerte como para destrozarlo y quedar en evidencias delante de todos, intentando abrir los arneses, siendo Christian quien comenzara a desabrocharlos, notificándole entre susurros al ver como los empleados de lugar, comenzaron a acercárseles.
—Si soy yo quien te ata… seré yo quien te libere… son mis reglas. —Aquello lo dijo en un tono de voz tan seductor que Edward no pudo hacer nada más que dejar que Christian lo destrabara de su asiento, observándole a los ojos mientras el magnate abrió cada seguro—. Listo… —Levantó la mirada y ambos se contemplaron por unos segundos, siendo el magnate quien apartara lentamente el capuchón del muchacho, aquel que reaccionó tímidamente, bajando la cara—. ¿Estás bien? —Edward asintió.
—Estoy bien, Christian… gracias por preocuparte tanto. —Aquel gesto tímido y dulce de parte de Edward, consiguió que Christian se olvidara del mundo que lo rodeaba y de todo lo correctamente aceptable en la sociedad, tomándole del mentón para que levantara la cara, notificándole a continuación.
—Siempre me preocuparé por ti, Ed… —Recordó que el chico le había exigido que no le llamar por aquel cariñoso diminutivo, a pesar de que ya lo había hecho dos veces seguidas mientras volaban, rectificando sus palabras—. Perdón… Edward…. —Le sonrió y por una fracción de segundos el vampiro se perdió en aquella sonrisa suya, sintiendo que la pared de concreto que intentaba mantener erguida entre el magnate y él se desmoronó como un castillo de naipes, haciéndolo sentir un repentino mareo ante la oleada de sentimientos encontrados que lo bombardearon por todos los flancos.
—Ed, está bien Chris… tian. —Al decir aquello su voz sonó tan infantil e insegura que el agraciado hombre frente a él, no pudo evitar sentir deseos de abrazarle, conteniéndose al escuchar la voz de Mark a sus espaldas.
—¿Todo está bien, señor Grey? —Christian suspiró para controlar sus temblores, ya que aquel pequeño momento entre Edward y él lo habían dejado sin aliento, recordándole a sus pulmones cómo respirar.
—Todo bien, Mark. —Salió del interior de la cabina de Edward, extendiendo su mano hacia el muchacho para ayudarle a escapar del estrecho compartimiento—. Ha sido muy gratificante el volver a volar uno de sus espectaculares planeadores. —Dijo aquello sin dejar de mirar a Edward, percatándose de como el sol volvió a aparecer entre las nubes, siendo el mismo magnate quien cubriera la cabeza del aun avergonzado vampiro, exigiéndole a Taylor—. Lleva el auto hasta el hangar, por favor… Edward y yo te esperaremos allí. —El guardaespaldas asintió, retirándose junto a uno de sus hombres—. Ven conmigo. —Le exigió al encogido muchacho, quien volvió a esconder sus manos dentro de la chaqueta.
Mientras caminaban hasta el hangar más cercano, Christian mantuvo aferrado a Edward por los hombros, encaminándolo y cubriéndole del sol, mientras Mark hablaba sin parar sobre lo contento que se sentía al volver a ver al acaudalado hombre en su asociación de vuelo, notificándole que era bienvenido cada vez que deseara regresar, siendo Edward el único en percatarse de las preguntas internas que aquel hombre se hacía sobre qué había pasado con la hermosa mujer con la que había ido a volar anteriormente y que tenía que ver aquel chico en la vida del multimillonario.
—Muchas gracias por todo, Mark… sin duda volveremos por aquí. —Entraron al hangar más cercano que tenían a su diestra, permitiendo que Edward al fin se quitara la capucha y abriera su chaqueta—. ¿Te encuentras bien? —Christian comenzó a revisarle la piel, haciendo sentir un poco nervioso al vampiro, quien se percató de como aquel hombre los observaba.
—Sí, estoy bien. —Se apartó un poco de Christian—. No hagas eso, nos miran. —Susurró por lo bajo, acomodándose la chaqueta, mirando al caballero que los acompañaba—. Muchas gracias, señor Benson… ha sido una experiencia inigualable. —El barbudo y risueño hombre asintió, notificándole que lo esperaría nuevamente en su asociación de vuelo, palmeándole el hombro.
—Taylor está aquí. —Al decir aquello Christian señaló hacia uno de sus costados, percatándose del arribo del auto que el guardaespaldas habían rentado en la ciudad, para trasladarse desde el helipuerto de Georgia, dejado a Charlie Tango en aquel lugar a la espera de su regreso. Edward volteó para abrir la puerta del vehículo, percatándose del vaivén de unos largos y voluminosos cabellos rojos, los cuales le hicieron levantar rápidamente la mirada, contemplando entre el ir y venir de los empleados del club de vuelo, como la llamativa mujer caminó con total despreocupación por el lugar, apartando sus largos cabellos a un lado, mostrándole descaradamente su hermoso y pétreo rostro inmortal.
“No puede ser”. Soltó Edward internamente, intentando autoconvencerse de lo que estaba viendo. “Victoria” La vampiresa volteó a verle, como si hubiese podido escuchar sus pensamientos, sonriendo maliciosamente, dándole una mirada furtiva al magnate, enfocando nuevamente sus rojos ojos sobre su enemigo número uno.
“No te culpo, Cullen… El que hallas cambiando tus gustos sexuales no es algo que me asombre y menos con semejante espécimen… Se ve tan delicioso que cualquiera desviaría el camino por un bocado como ese” Edward sintió una mezcolanza de sentimientos que lo hizo desvariar ante sus impropios pensamientos, pretendiendo olvidarse de su puesta en escena delante de los mortales, deseando arrojarse sobre ella para arrancarle la cabeza y desmembrarla pieza por pieza, tal y como ella hacía con los cadáveres que Edward había dejado a su paso en Seattle.
—¿Edward? —El vampiro abandonó su postura rígida y amenazante frente a Christian, mirándole un poco atontado—. ¿Estás bien? —preguntó aquello volteando a ver lo que el muchacho observaba con tanto afán, sonriendo de medio lado—. Te gustan pelirrojas… ¿eh?... —El joven vampiro sonrió, haciéndose el desentendido, abriendo rápidamente la puerta, aferrando a Christian por el brazo, introduciéndolo junto con él dentro del auto, sin que el magnate pudiese tan siquiera negarse a ello—. ¡Oh, vaya!... No creí que tuvieses tantos deseos de marcharte—. A lo que Edward respondió en voz baja pero entendible.
—No me siento bien. —Y aunque el vampiro sabía que aquello no era jugar limpio, supo de sobra que sería el detonante perfecto para que el magnate accediera a marcharse lo más rápido que pudieran, exigiéndole a Taylor arrancar el auto para salir lo más pronto posible de aquel lugar, mientras Edward permaneció alerta a su alrededor, por si Victoria pretendía mover sus piezas, en este peligroso y vengativo juego de ajedrez.
 
Notas finales:

Gracias por los amables comentarios... esos son los que ayudan al escritor a sehuir adelante... no el que le exijan que siga como una orden.

Saludos... espero que lo hayan disfrutado.

 


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