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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Conflictos
 Rosalie ya no soportaba estar un segundo más en aquella casa donde tanto la humillaban, ella sintió que se merecía más que ser la indeseable hija de Esme, odiando también a Carlisle por haberla transformado en vampira y por consiguiente en su hija, tan solo por la estúpida idea de buscarle una compañera a su hijo favorito, el cual terminó por ser homosexual, haciendo sentir a la vampiresa más segura de sí misma, al percatarse de que no era ella la que había fallado sino el invertido muchacho.
“Ya sabía yo que tanto rechazo de parte de ese creído tenía que ver con su poca hombría” —Pensó mientras caminaba por el bosque, intentando calmar su mal genio— “No existe nadie que se resista a mis encantos” —La creída mujer, sonrió al rememorar las diversas ocasiones en las que su sola presencia detenía cada una de las miradas de los caballeros, enfocándolas sobre ella— “Hasta Christian babeó al verme, y si mi invertido hermanito no sé le hubiese metido por los ojos, ese multimillonario estaría postrado a mis pies” —La errónea percepción de los hechos en la relación entre Edward y Christian, fueron tergiversados por la rabia y el elevado ego que poseía la vampiresa— “Pero bueno… ellos se lo pierden” —Pensó no solo en Emmett y su deseo de divorcio, sino también en Jasper, el cual también había decidido prescindir de ella como se desecha algo que ya no los hace feliz o les satisfacía como antes.
—Todos son unos desgraciados... malditos poco hombres buenos para nada. —Espetó de mala gana, arrancándose la gargantilla con el escudo Cullen que le había regalado su padre, quitándose del mismo modo el anillo de casada, girándose bruscamente para arrojar con todas sus fuerzas ambas prendas, las cuales fueron atrapadas con total agilidad por un hombre de chaqueta de cuero negro, cabellos claros y mirada penetrante que la había estado observando por largo tiempo, dejándose ver ante el inesperado berrinche por parte de la sobresaltada vampiresa, la cual en ningún momento había percibido el olor de un humano, percatándose de que tampoco olía a uno de los suyos y mucho menos a alguno de los perros de la reservación.
—Excuse moi, Mándame. —Aquel acento francés no solo sorprendió a Rosalie, sino la hizo estremecer por completo—. No fue mi intención seguirla y mucho menos asustarla—. Observó la gargantilla con el dije, intentando no mostrar una sonrisa triunfal, al percatarse del escudo que representaba al clan Olympic—. “Una Cullen… no puedes tener tanta suerte, Ethan” —Pensó el rubio y apuesto caballero, introduciendo su enguantada mano en el interior del bolsillo de su chaqueta, guardándose ambas joyas.
—¿Quién demonios eres tú? —preguntó Rosalie con la prepotencia que la caracterizaba, intentando mantener el control de sus emociones, aunque su epidermis se erizó ante su sola presencia, olfateando su efluvio, sin poder dar con el tipo de raza que era, aunque podía escuchar su corazón y olfatear levemente su sangre.
—Mi nombre es Ethan Kavanagh… me desplazaba ha Seattle, solo iba de paso, señorita… —Hizo una pausa, a la espera de que la rubia pescara el anzuelo y le dijese su nombre.
—Rosalie. —Fue lo único que deseó responder, pero el escudo ya le había dado a aquel hombre el apellido de la hermosa mujer de voluptuoso cuerpo, la cual mantuvo una distancia prudente entre el desconocido y ella—. ¿Vienes a pie desde París o solo usas ese estúpido acento francés para intentar conquistar a cuanta mujer se te cruza por el frente? —Aquello hizo sonreír a Ethan, ya que jamás le habían dicho en su cara y con total sinceridad, semejante acusación.
—Vengo de Orleans, señorita Rosalie… mi vuelo arribó a Washington y decidí terminar mi recorrido a pie, ya que estuve demasiado tiempo encerrado en un avión y no pude disfrutar mi viaje. —Mientras le explicaba a Rosalie el motivo de su presencia en Forks, comenzó a acercarse a ella con total calma, intentando no verse amenazante y mucho menos sospechoso—. Hace mucho tiempo que no veo a mi hermana Katherine y pensé que podría disfrutar de las bellezas de mi país de origen, ya que… —Rosalie la interrumpió.
—Entonces no eres francés. —Ethan negó con la cabeza, haciéndola sentir un poco decepcionada.
—No, pero mi padre me envió a estudiar allá y debo admitir que se me ha pegado el acento francés. —Acotó sin dejar de acortar distancia entre él y la rubia—. Mi hermana en cambio decidió quedarse con él en Seattle. —Si de algo odiaba hablar Ethan era de su padre y su imperfecta familia, la cual parecía perfecta ante los ojos de los que no sabían la verdad sobre su linaje, y eso incluía a su tonta e inocente hermana—. Lamento mucho el haberla importunado, sacándola de su meditación y expresivos arranques de furia. —Rosalie no supo si estaba intentando ser sarcástico o si por el contrario, trató de ser lo más educado posible con ella.
—¿Qué eres? —preguntó ella, sin titubeos—. No eres un humano, tampoco uno de nosotros y no hueles a perro mierdero. —Aquella burda acotación de su parte restó cierto interés en el apuesto hombre, no solo ante sus soeces palabras, sino al darse cuenta del desprecio que la rubia sentía hacía sus hermanos lobos, aunque los locales no pertenecieran a su tipo de raza lobuna, pretendiendo abandonar el bosque, ya que su presencia había sido detectada entre los Quileutes, mientras les espiaba.
—Digamos que soy alguien que solo iba de paso… —Olfateó el aire a su alrededor y agudizó su oído lobezno, escuchando las pisadas de los Quileutes, los cuales se acercaban a todo galope— …debo retirarme, señorita Rosalie… fue un placer conocerle. —Realizó una leve inclinación de cabeza, logrando que la vampiresa se sintiera en 1933, la época en la que había fallecido y en la que los hombres eran caballeros, saludando de aquel modo a las recatadas damas.
—Espera… —Rosalie se interpuso en su camino, deteniendo su apresurada huida—. Devuélveme mis joyas. —Ethan sonrió con socarronería, negando con la cabeza, al observar como la vampiresa extendió su mano, esperando que se las entregara.
—Usted las arrojó pretendiendo deshacerse de ellas, Mándame… ahora son mías. —Rosalie lo fulminó con la mirada, mientras el caballero miró a sus espaldas, a la espera del inminente arribo de los lobos, concluyendo su alegato—. Si en verdad las quiere de vuelta, deberá ayudarme con sus amiguitos Quileutes. —Justo en aquel momento Sam, Jacob, Jared y Paul hicieron  acto de presencia en su forma lobezna, rugiéndole al forastero, el cual se posicionó a espaldas de la vampiresa.
—Calmados, Baldo, Rin tin tin, Droopy y Scooby doo. —Ethan no pudo evitar soltar una carcajada ante aquello, admirando el temple y sobre todo el buen sentido del humor de la vampiresa—. El chico está hablando conmigo y no voy a permitir que… —Jared fue el primero en salir de fase, interrumpiendo a la malhumorada rubia.
—El forastero estuvo acechando nuestras tierras. —Sam le exigió mentalmente a Jacob permanecer en su forma animal, tal y como Jared se lo había exigido a Paul, antes de retomar su forma humana—. Y exigimos saber el porqué.
—Primero que nada, yo no estaba asechándolos, iba de paso por sus tierras, ya que mi destino es Seattle. —Miró retadoramente a Jared y luego a Sam—. Y segundo… ¿No les da vergüenza desnudarse delante de una dama? —El aún líder de la manada élite, había cubierto su hombría con ambas manos ante aquella acotación, pero Jared permaneció descaradamente desnudo en frente de Rosalie, mirándola retadoramente.
—Tranquilo, Ethan… después de haber visto la hombría de mi ex esposo, cualquier miembro masculino me parece insignificante. —Aquella acotación no sólo asombró al muchacho a sus espaldas, sino a los integrantes de ambas manadas, siendo Jacob quien riera, aunque nadie se percatara de ello.
—¡Hola Rosalie!... —Saludó calmada y educadamente el joven Uley.
—Hola, futuro cuñadito perruno… ¿podrías decirles a tus fieles cachorros que se retiren?... estaba teniendo una conversión importante con el señor Kavanagh. —Por alguna extraña razón, a Sam le pareció familiar aquel apellido, recordando haberlo escuchado en casa de los Grey cuando trabajaba de encubierto como guardaespaldas, y aunque Rosalie había tenido la desgracia de haberse topado con la hermana del forastero, jamás escuchó el apellido de la embriagada y llorosa mujer que conoció en el museo de Seattle.
—¿Kavanagh?... —preguntó Sam, mirando al desconocido hombre—. ¿Tiene usted que ver con los Grey? —Tanto Rosalie como Jacob esperaron atentos su respuesta, mientras Ethan maldijo su suerte.
“Maldición… no puede ser que estos indios conozcan a la familia más adinerada de Seattle” —Si bien Ethan sabía sobre los Grey por los interminables e-mail que le dejaba su hermana hablándole acerca de su prometido, Klaus jamás le notificó que los lobos a los que él le había mandado a espiar, conocían a su futura familia política, dejándolo en evidencia—. Aaamm… mi, hermana está comprometida con uno de ellos. —Prefirió no mentir y ver que salía de todo aquello.
—Elliot. —Argumentó Sam.
—¿La melodramática y borracha que hizo todo un espectáculo en el museo de arte en Seattle es tu hermana? —Ethan alzó una de sus cejas, en un gesto de total incredulidad e indignación.
—Mi hermana es una respetable chica de sociedad. —Espetó el molesto muchacho, al escuchar las risas burlonas de la rubia.
—Pues perdóname pero discúlpame… a mi no me lo pareció en lo absoluto. —La rubia contó brevemente sobre el bochorno que les había hecho pasar a todos en el museo, logrando que los Quileutes, menos Sam, rieran.
—Bueno, ya basta… no pienso seguir escuchando ni una más de sus calumnias. —Ethan pretendió marcharse, pero tanto Paul como Jacob se lo prohibieron, interponiéndose en su camino—. ¿Creen que pueden detenerme? —El ofuscado metamórfo realizó un ágil movimiento de Kick boxing, lo cual mezclaba lo mejor de las artes marciales con el boxeo, atestándole una patada voladora en el hocico a Paul, mientras aferraba el cuello de Jacob, intentando estrangularle.
—¡Basta!... ¡Detente!... —Exigió Sam, siendo Jared quien entrara en fase y pretendiera atacar al acérrimo hombre, el cual usó el cuerpo de Jacob como escudo, siendo el pobre beta quien recibiera el inminente mordisco que iba dirigido hacía la integridad física del forastero.
—Es demasiado fuerte para ser humano. —Acotó Rosalie cruzándose de brazos.
—Y muy humano para ser vampiro. —Concluyó Sam pretendiendo entrar en fase, pero Rosalie le exigió que no lo hiciera.
—Déjamelo a mi, Sam… hay cosas que las mujeres hacen mejor que los hombres, entre ellas domar a una fiera como esa. —Mientras Ethan peleaba acérrimamente con los tres lobos en su forma humana, Rosalie acomodó su escote y acicaló su cabello, acercándose cautelosamente hacía donde se suscitaba la trifulca entre machos, posando ambos dedos entre la comisura de sus labios, emitiendo un fuerte y estruendoso silbido—. A ver muchachos, calmados o voy a tener que ponerme violenta. —Ninguno de los implicados en la contienda le hizo el mayor caso, teniendo que usar las maniobras que Jasper le había enseñado, tomando a Jared por los costados arrojándolo violentamente en contra de uno de los árboles, tomando a Jacob de la cola, arrastrándolo como tapete viejo, haciéndole aullar ante el dolor, abandonando al ex de Bella a los pies de su alfa, para luego saltar sobre Paul, golpeando insistentemente su rostro en contra del boscoso suelo.
—Rosalie, ya es suficiente. —Exigió Sam, señalando a Ethan, el cual pretendió huir—. Se está escapando. —El apuesto metamórfo se lo pensó dos veces antes de marcharse, pero al darse cuenta de que la chaqueta se le había abierto, comenzó a revisar el interior de la prenda, asustándose al darse cuenta de que había perdido algo que resguardaba en su interior.
—No puede ser… ¿en dónde está?... maldita sea… se me ha caído. —Miró a todos lados, siendo Rosalie quien espetara de mala gana.
—No me digas que perdiste mis joyas. —Ethan negó con la cabeza, alegando que era algo más valioso que sus estúpidas joyas, escuchándole decir a Paul, después de haber salido de fase.
—¡Oye Jared!... ¿Está no es una de las muñecas de Renesme? —Todos voltearon a ver al odioso Quileute, sosteniendo a una hermosa Barbie antigua silken flame, edición limitada del 60 aniversario de la famosa muñeca de Mattel, haciendo gritar a Ethan sin pensárselo dos veces.
—Devuélvemela… es mía. —Cada uno de los presentes se vieron a las caras, siendo Jacob el primero en soltar una risotada, ya que todos habían decidido volver a su forma humana, mientras Rosalie les observaba interactuar entre ellos.
—¡Perdón!... ¿escuché bien?... —preguntó el risueño beta, acercándosele—. ¿La muñeca es tuya? —Ethan se ruborizó hasta los cimientos.
—Es… es un obsequio para mi hermana. —Sam alzó una de sus cejar.
—¿Tu hermana aún juega con muñecas? —El alterado forastero les observó con ganas de romperles sus machistas y odiosas caras de burla, siendo Rosalie la que se acercara a Paul, arrebatándole la muñeca.
—Esta muñeca es de coleccionistas, incultos y desubicado perro garrapatoso. —El ahora beta de la segunda manada, pretendió arrebatarle la muñeca, pero su alfa se lo prohibió, aferrándole con fuerzas del brazo—. Es una Vintage. —Acotó Rosalie en voz baja, pero lo suficientemente audible como para que todos, incluyendo Ethan, le escucharan.
—¿Conoces sobre Barbies? —A lo que Jacob acotó en un tono sarcástico.
—Toda ella es una Barbie, ¿no la ves? —Rosalie se llevara bien con el ex de Bella única y exclusivamente porque le caía en gracia Leila y su forma dulce y soñadora de ser, agradeciéndole el piropo por más que lo hubiese dicho en un tono sarcástico, ya que el ser comparada con la perfecta muñeca era todo un halago para ella.
—Gracias, mascotica. —Acotó con cierto escarnio en su voz, haciéndoles reír a los muchachos, ya que sus hermanos Quileutes también le llamaban de aquel modo, nombrando a Jacob la mascota oficial de los Cullen, haciendo rabiar al apuesto nativo. —Tuve un abrigo como este en la década de los 60. —Rosalie arregló no solo el diminuto abrigo color rojo de gamuza, sino el castaño cabello de la muñeca. —Si tu hermana es coleccionista, apreciará mucho este regalo. —Se la devolvió a Ethan, mirándole fijamente a los ojos—. Porqué es para ella… ¿cierto? —El rubio y atrayente hombre de descuidada barba y cabello ondulado asintió, después de darle una temerosa mirada a todos los muchachos de la reservación.
—Sí, así es. —Guardó la muñeca en el bolsillo interior de su chaqueta, subiéndose raudo la cremallera—. ¡Gracias! —Rosalie le sonrió seductoramente, observando como el caballero extrajo del bolsillo de su pantalón, las joyas que la rubia había arrojado con desdén, colocándole sutilmente la gargantilla, pretendiendo hacer lo mismo con el anillo, pero la vampiresa apartó su mano de la de Ethan, susurrándole al oído.
—Puedes quedarte con el anillo… muy pronto estaré divorciada, así que ya no lo necesitaré. —Ethan asintió, colocándose la argolla en su dedo meñique, sin dejar de mirar fijamente a la vampiresa.
—¿No sienten como si estuviésemos sobrando? —preguntó Jacob en un tono irónico.
—Pues lamento interrumpir su idilio, pero necesito saber ¿Por qué has estado espiándonos? —Rosalie se apartó del apuesto metamórfo, posando muy coquetamente un mechón de su cabello detrás de su oreja, para luego cruzarse de brazos y mirar de mala gana a Sam.
—Y no te atrevas a mentirnos. —Exigió Jared, encarándole—. No eres un vampiro y tampoco un humano común y corriente… ¿Qué eres? —A lo que Ethan respondió, dándole una mirada furtiva a Rosalie.
—Soy un licántropo. —Rosalie abrió desmesuradamente la boca, en un gesto de total asombro.
—¿Existen los licántropos? —preguntó Paul, mientras Jacob argumentó a su interrogante.
—¿No es lo mismo que ser uno de nosotros? —Tanto Rosalie como Ethan negaron con la cabeza, siendo el caballero quien explicara a continuación.
—Los licántropos no podemos controlarnos cuando nos transformamos… solemos perder por completo nuestro lado humano y solo la bestia controla nuestros actos. —Ethan bajó la mirada.
—En ellos es una maldición, es heredada y solo se activa cuando uno de los herederos asesina a alguien. —El asombrado hombre asintió, sin poder creer que Rosalie supiera sobre licantropía—. Mi padre Carlisle estudia todas las razas sobrenaturales y dio con el paradero de una manada de licántropos en Francia. —Ambos se vieron fijamente a los ojos.
—Somos los desterrados hijo de la luna. —Por alguna extraña razón, Rosalie sintió cierta empatía por aquel hombre, aunque sabía de sobra que era una criatura a la que debería temer.
—¿Entonces no puedes transformarte a voluntad? —Interrumpió Jared las miradas entre ambos enemigos naturales.
—No… la luna posee todo el control sobre mi licantropía. —Pensó en Klaus y en el por qué trabajaba para él, ya que tan solo el amo y señor de ambas razas sobrenaturales, podría darle a Ethan el privilegio de transformarse a voluntad como lo hacían los Quileutes, y poseer conciencia humana al transformarse en licántropo.
—Pero aún no nos dices porque nos espiabas. —Volvió a insistir Sam.
—Solo tenía curiosidad de su raza… vi como se transformaban a conciencia y parecían entenderse entre ustedes. —Jared asintió.
—Así es… poseemos una conexión mental entre nosotros cuando nos transformamos…
—¿Jared?... —Llamó Paul la atención de su nuevo alfa— …No creo que sea buena idea que le informes esas cosas a un desconocido. —Tanto Sam como Jared, se vieron las caras, percatándose de como en efecto, Paul tenía razón.
—Es fascinante todo lo que me cuentan en realidad, pero debo irme. —Alegó Ethan, al darse cuenta de como ambos alfas se habían visto a la cara—. Pronto habrá luna llena y debo conseguir el modo de mantener encerrada a la bestia. —Rosalie sintió cierto pesar por el pobre hombre, pero los Quileutes sintieron que aquel forastero podría llegar a traer problemas en Seattle.
—¿Estas seguro que puedes controlar a la bestia? —Ethan asintió a la pregunta de Sam.
—No hay problema… ya lo he hecho antes. —Todos los Quileutes se vieron nuevamente a las caras, siendo Jared quien hablara.
—Si nos llegamos a enterar de que han habido muertes o sucesos inesperados en Seattle, tanto los Cullen como nosotros los Quileutes tomaremos cartas en el asunto. —Ethan asintió, prometiéndoles que no ocurriría nada malo—. Bien… nos vamos. —Jared fue el primero en transformarse, seguido por Paul y Jacob, siendo Sam el único en permanecer en su forma humana, descubriendo su hombría para señalar al supuesto licántropo.
—Somos la ley y orden tanto en Forks como en Seattle. —El caballero no dijo absolutamente nada, dándole una mirada furtiva a Rosalie, la cual no pudo evitar enfocar sus ojos en el escultural cuerpo de Sam—. Así que espero que tu regreso a América no traiga problemas.
—Tranquilo… no traeré problemas. —Señaló su hombría—. Aamm… tu equipo de caza y pesca está al descubierto. —Sam cubrió su entrepierna al percatarse de la mirada lasciva de Rosalie, la cual simplemente sonrió, acotando a continuación.
—Alice si que supo escoger bien… de los cuatro eres el que tienes mejor equipo, cuñadito. —Los tres lobos le rugieron, maldiciendo internamente a la rubia, mientras Sam se ruborizó hasta el comienzo del cabello, transformándose raudo en lobo, exigiéndole a Jacob que se marcharan, seguidos por Jared y Paul, tomando caminos diferentes.
—Gracias por ayudarme con ellos. —Señaló Ethan a los lobos que se alejaron al galope, acercándose a la vampiresa.
—No fue nada… solo hay que ponerlos en su lugar. —El apuesto licántropo asintió—. Espero que el señor problemas nos vuelva a visitar en mejores circunstancias. —Ethan volvió a asentir.
—Y yo espero recibir un mejor trato por parte de los lugareños. —Rosalie acortó distancia entre ellos—. Tú también podrías venir a Seattle… es una ciudad mucho más cosmopolita que esta.
—Siempre lo hago… —Mostró su atuendo—. ¿De dónde crees que he sacado este hermoso conjunto? —El fascinado hombre, acortó los escasos centímetros que faltaban  por reducir entre él y la hermosa rubia, acotando en un tono seductor y atrayente.
—Las mujeres necias siguen la moda, las pretenciosas la exageran… —A lo que Rosalie argumentó, usando el mismo todo seductor.
— …Pero las que poseemos buen gusto, pactan con la moda y la hacemos tendencias… Gabrielle de Breteuil. —Concluyó ella la famosa frase de la Matemática, lingüista, escritora, traductora y filósofa francesa, la cual falleció a los 43 años de edad, siendo una de las heroínas de la vampiresa.
—¿De dónde has salido tú, Rosalie Cullen? —Ella sonrió, jugando coquetamente con la solapa de su chaqueta de cuero, tornando de golpe el rostro serio y extrañado, acotando a continuación.
—Un momento… yo no te he dicho mi apellido. —Ethan se dio cuenta de que había metido la pata, intentando salir del embrollo en el que él mismo se había metido por despistado.
—Aamm… el líder habló sobre los Cullen y los Quileutes, así que di por sentado de que se refería a tu Clan. —La rubia se lo pensó por unos segundos, asintiendo a su convincente explicación, ya que en el fondo, Ethan tenía razón—. Bueno señorita Rosalie, podría pasar todo el día conversando con usted pero debo marcharme. —La rubia le notificó que ella también le agrada su compañía, haciéndole prometer que volvería—. Tenga usted por seguro que lo haré. —Besó el dorso de la mano de la vampiresa, mirándole seductoramente al hacerlo, soltando sutilmente su mano—. A bientôt, mademoiselle. (Hasta pronto, señorita) —A lo que Rosalie respondió.
—A bientôt, monsieur. (Hasta pronto, caballero) —Ambos se reverenciaron, alejándose el uno del otro sin deseo alguno de hacerlo, pero si algo sabían tanto Rosalie como Ethan, era que el juego de la seducción consistía en hacerse desear y extrañar, dejando que aquel adiós junto a la añoranza de un segundo encuentro hicieran una magistral jugada sobre el tablero de la atracción.
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—Exijo que me digas quien le ha causado ese estado catatónico a mi hijo, Taylor. —Espetó Grace, manteniendo a Christian entre sus brazos, recostado en la camilla donde el guardaespaldas lo había acostado con la ayuda del maltrecho de Sawyer, al cual le suturaban en el cuarto continuo las heridas que Edward le había causado.
—Señora, Grey… lo importante ahora es tratar de atender al señor Christian. —Señaló al inanimado hombre—. Luego hablaremos. —Justo en aquel momento Mía entró al cuarto privado que le habían dado a su turbado hermano, soltando un estruendoso grito de desesperación.
—NOOOOO… HERMANITO… —El estrepitoso chillido retumbó por todo el pasillo, logrando llegar hasta los oídos de personas que no debían enterarse del mal estado en el que se encontraba el desequilibrado magnate.
—Por todos los cielos, Mía, deja de gritar… tu padre está a dos habitaciones de esta y no quiero que se altere con lo que le está pasando a tu hermano. —A Mía le importó un rábano que su madre la hubiese retado, arrojándose sobre el inmutable cuerpo de su hermano, llorando desconsoladamente.
—Hermanito… ¿Quién demonios te ha hecho esto? —Grace miró de un modo incriminatorio a Taylor, dándole a entender al hermético guardaespaldas que debía de hablar, y acusar formalmente a la persona que había dejado a su amado hijo en aquel estado.
—Aamm… iré a ver como está Sawyer. —Taylor pretendió huir, pero Elliot había abandonado el cuarto donde se encontraba su padre, interceptado al hombre sin quererlo.
—¿Qué demonios te pasa, Mía?... tus gritos se escuchan hasta el estacionamiento. —Taylor detuvo su rápida huida, permitiéndole al segundo hijo de los patriarcas de la familia Grey entrar en la semi obscura habitación, pretendiendo abandonarla en cualquier oportunidad.
—Ya sabes como es de dramática tu hermana, Elliot querido. —Señaló a Taylor—. Ya que yo no puedo sacarle la verdad a Jason, tal vez tú podrías hablar con él. —El apuesto hombre volteó a ver al serio e inmutable guardaespaldas.
—¿La verdad?... —preguntó Elliot un poco extrañado, mirando a su madre y luego al guardaespaldas.
—Taylor sabe que le pasó a Christian, pero no quiere decirnos nada. —Mía se incorporó de su relajada posición sobre su hermano, mirando de malas al serio hombre.
—Habla Jason o juro que vas a conocer lo que es una mujer enfadada. —Se quitó los zapatos altos, amenazando al guardaespaldas con el puntiagudo tacón—. ¡Habla!... —Exigió entre gritos, observando como su padre en compañía de Kate, entró en la habitación a paso lento, cargando consigo un atril y sobre este una bolsa de solución dextrosa.
—¿Qué ocurre?... ¿Por qué tantos gritos y sobre todo, porque todos están en esta habitación?... Acaso… —Contempló el inanimado rostro de su hijo mayor, el cual mantuvo la miraba perdida—. ¡Christian!... —Todos intentaron detenerlo, pero si alguien amaba al magnate era Carrick, el cual conocía perfectamente sobre sus extraños gustos sexuales, apoyando incondicionalmente a su incomprendido hijo—. ¿Qué le pasó? —El alterado hombre olvidó por completo la vía endovenosa que colgaba de su brazo, arrastrando el atril ante su apresurado acercamiento, siendo Kate quien lo levantara rápidamente del suelo.
—Taylor sabe que ocurrió. —Cada uno de los presentes volteó en busca de la única persona que sabía la verdad, pero el astuto guardaespaldas había aprovechado aquel momento para huir, ya que necesitaba ver como se encontraba Sawyer y sobre todo exigirle que no le dijera nada a nadie sobre lo ocurrido entre Edward y Christian, ya que la homosexualidad de su patrón sería todo un escándalo, resguardando no solo a los Grey de un ataque mediático, sino de una posible represalia por parte de los Cullen, si se sabía acerca del conocimiento o la existencia de vampiros entre los humanos.
—El muy cretino se ha marchado. —Espetó Mía, colocándose nuevamente el zapato.
—Bueno, ya hablará. —Acotó Carrick, acariciando el agraciado rostro de su hijo—. Lo importante es tratar de que Christian este bien y de que reaccione. —A lo que Grace argumentó.
—Tal vez deberíamos llamar a Flynn. —Sacó el celular del interior de su costoso bolso.
—¡O a Edward!... —Exclamó Mía, extrayendo el suyo del bolsillo de su pantalón— …A lo mejor él sepa que… —Un estruendoso grito por parte del magnate los asustó a todos, siendo Elliot el primero en reaccionar, al ver como su hermano se agitaba cada vez más, gritando sin control alguno.
—No, no…. No… ayuda… ayuda… no, suéltenme, auxilio, no… no… —Un par de gruesas lágrimas escaparon no solo de los grandes y expresivos ojos de Mía, Carrick comenzó a llorar, abrazando a su aterrada hija mientras Grace y Elliot batallaron con el psicótico hombre, el cual parecía estar padeciendo de una crisis traumática, siendo su madre la que comenzara a llamar a los galenos de turno, apartándose de Christian justo cuando el equipo médico entró en acción.
—Algo me dice que Edward tiene que ver en todo esto. —Concluyó Elliot, mientras Grace salió como alma que lleva al diablo, introduciéndose en la habitación continua donde habían atendido a Sawyer, escuchándole decir a Jason.
— …Así que no puedes decir nada, muchacho… si sabes lo que te conviene no dirás ni una sola palabra de lo que… —El apuesto joven abrió desmesuradamente los ojos al ver a la señora Grace arribar al lugar, logrando que Taylor se volteara, recibiendo una inesperada bofetada por parte de la ofuscada mujer, haciéndole trastabillar del golpe.
—¡Señora, Grace! —Exclamó asombrado el consternado guardaespalda, sobándose el certero golpe.
—Señora Grace nada… ustedes dos me van a decir de una vez por todas lo que está pasando y que tiene que ver Edward en todo esto. —Ambos hombres se vieron a las caras sin saber que decir o que alegar a su favor, intentando armar una mentira creíble en sus cabezas, antes que tener que decirle la verdad sobre Edward Cullen y toda su familia, sintiendo que a lo mejor lo de una ruptura sentimental seria la vía más viable, comenzando a fraguar una historia creíble y lo menos detallada posible.
—Pues vera… el señor Christian y Edward… —Justo en aquel momento su hijo Elliot y su novia Kate irrumpieron en la habitación, notificándole a Grace.
—¡Mamá!... llevaré a Kate a su casa, su hermano Ethan acaba de llegar de Francia, así que… —Su madre le interrumpió.
—¿Vas a dejarme sola con todo este problema con tu padre y tu hermano? —Elliot puso los ojos en blanco, siendo Kate quien hablara.
—Tu madre tiene razón, Elliot… puedes conocer a Ethan en cualquier otro momento.
—Yo puedo llevarla, señorita Kavanagh. —Se ofreció Sawyer, bajando rápidamente de la camilla donde había recibido atención médica.
—Tú  no irás a ningún lado. —Espetó Grace, enfadada.
—¡Oh vamos, mamá!... Deja que Sawyer lleve a Kate hasta su casa, mientras nosotros interrogados a Jason… ¿Quieres? —La ofuscada mujer le permitió al joven guardaespaldas marcharse con su futura nuera, dejando a Elliot y a Grace, esperando por una satisfactoria explicación por parte del jefe de seguridad y mano derecha de Christian Grey.
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Tanto Esme como Carlisle no pararon de observar el inerte cuerpo de Edward sobre el colchón, hecho un mohín entre las sábanas de la cama que habían colocado para Seth, manteniendo la habitación tal cual el joven Quileute la había dejado, y en donde ahora el deprimido vampiro lloraba sus penas, manteniendo a toda su familia preocupada.
—No puedo verlo así, Carlisle… me rompe el corazón en un millón de pedazos. —Acotó Esme abrazándose a su esposo.
—Yo tampoco, Esme querida… pero no podemos hacer más nada por él. —Después del berrinche que había pretendido armar y su recaída emocional, intentaron todo para reanimarlo, sin éxito alguno—. Debe ser él mismo quien quiera salir de ese cuadro depresivo en el que ha caído. —Ambos patriarcas le observaron desde la puerta de la recámara, ya que el dolido muchacho había terminado por sacar a cada uno de los que intentaron ayudarle, bloqueando el acceso a la habitación con varios muebles, amenazando con destruir la casa si alguno se decidía a entrar nuevamente, sin su consentimiento.
—Voy a ir a hablar con ese bastardo. —Espetó Esme bastante malhumorada, recibiendo de parte de Edward uno de sus estruendosos gritos reprobatorios, los cuales emergían de su garganta cada vez que alguien pretendía decir o pensar algo en contra del magnate.
—Solo atrévete, Esme y juro que no va a quedar en pie ni la isla que Carlisle te regaló. —La molesta mujer pretendió refutar las amenazas de su hijo consentido, pero su esposo se lo prohibió, llevándosela a regañadientes hasta el comienzo de las escaleras, realizando un ademán hacía donde se encontraba Emmett para que se mantuviera alerta.
—No le digas nada, Esme… él solo está buscando motivos para pelear, está molesto, dolido y lo mejor es darle por un tiempo su espacio y que drene toda esa rabia antes de intentarlo de nuevo. —La molesta mujer bajó raudo las escaleras, justo cuando Rosalie arribó a la casa con una ensoñadora sonrisa en sus rojos y seductores labios.
—No puedo soportar que este así por ese tipejo, Carlisle… mi bebé está sufriendo y no puedo hacer nada por él… —Ambos esposos se encaminaron hacía él despacho del doctor, mientras Jasper observaba la cara de tonta que traía su melliza, la cual ignoró no solo la preocupación de sus padres por Edward, sino a cada uno de los presentes, ya que mientras el ex soldado trataba de conseguir reservaciones en cualquier hotel por Internet, Alice y Bella jugueteaban con los bebés en el suelo, siendo Emmett el único en estar de guardia en la segunda planta, por si a su hermano se le ocurría la brillante idea de ir a buscar problemas con los Quileutes, con la única intención de que lo mataran.
—¿Y esa cara de estúpida enamorada? —Se atrevió a preguntar Jasper, sin dejar de teclear sobre su computador.
—Ni estúpida, ni enamorada, Jasper… simplemente que hoy me siento afortunada. —Le guiñó un ojo a su ex amante, justo cuando él levantó su cara para verle, enfocando nuevamente sus ambarinos ojos sobre el computador.
—Tus sentimientos te delatan, Rosalie… pero la verdad es que ya me tiene sin cuidado lo que hagas. —Terminó de cancelar con su tarjeta de crédito todas las reservaciones, cerrando el computador—. Sé feliz con el idiota que caiga en tus malditas redes. —Tomó su laptop y se encaminó hacía él despacho de Carlisle para notificarle sus planes de viaje, dejando a Rosalie en compañía de Bella, Alice y los niños, siendo Emmett quien hablara.
—¡Por cierto, Rose!... —La rubia levantó la mirada para verle—. Ya el flaco introdujo la demanda de divorcio. —Aunque se encontraba cautivada por aquel forastero, no pudo evitar sentir un vuelco en el estómago ante el inminente divorcio.
—Bien, Emmett… si es lo que quieres. —El serio y corpulento vampiro asintió—. Solo quiero que sepas que no me arrepiento de los años a tu lado, pero tampoco de lo que Jasper y yo vivimos.
—Descarada. —Espetó Bella por lo bajo.
—¿Disculpa?... —preguntó Rosalie de mala gana.
—Lo que oíste, Rosalie… no eres más que una descarada manipuladora. —La rubia pretendió atestarle una bofetada, pero el repentino arribo de Sam y Jacob desde la puerta de la cocina detuvo sus intentos de hacerla callar, apartándose de ella.
—No vale la pena arruinar mi costosa manicura en tu estúpida cara, machorra de mierda. —Ahora era Bella quien pretendía tomarla de los cabellos, pero Alice le atenazó del brazo, pidiéndole que la dejará ir, incorporándose del suelo para entregarle el bebé a Jacob con la única intención de saltar a los brazos de Sam.
—Hola hermosa… te extrañé. —Ambos devoraron sus labios con desmedida pasión, respetando siempre los límites, ya que aunque Sam era un lobo, también era humano y la ponzoña podía entrar en su torrente sanguíneo en cualquier descuido.
—Y yo a ti mi lobito. —Le dio sonoros y repetitivos besos en los labios, haciendo sonreír no solo al apuesto Quileutes, sino también a los presentes.
—¿Qué pasó, Jake? —preguntó Bella después de tomar a Saralie del suelo, saludando a su ex con un beso en la mejilla.
—Nada… Sam sigue siendo el alfa. —Ambos Quileutes saludaron a Emmett, preguntando que hacía allá arriba.
—Estoy de niñero,  viejo. —Ambos metamórfos se observaron, enfocando sus ojos en Alice, a la espera de una explicación.
—Edward y Christian terminaron… —La menuda vampira comenzó a hacer pucheros, abrazándose aún más de su amado lobo, siendo Bella quien les contara brevemente lo que había sucedido, notificándoles a ambos el estado en el que se encontraba el magnate al saber lo que Edward era, ya que Alice lo había visto en sus tardías visiones.
—Eso no es bueno. —Acotó, Sam—. Según tengo entendido los Vulturi no permiten que los humanos tengan conocimiento de su existencia, Alice me dijo que… —Un desgarrador grito salió de la recámara de Edward, sobresaltándolos a todos, siendo Emmett quien corriera hasta el cuarto de su hermano, el cual parecía tener una nueva pataleta sobre la cama, haciéndola añicos.
—¡Carlisle! —Gritó Emmett arrojándose sobre su alterado hermano, intentando controlarle hasta que su padre llegara, siendo escoltado por Jasper y Esme.
—No, no, no… suéltame Emmett… debo ir a resguardar la vida de Christian aunque él no me quiera en ella… es mi culpa que esté en riesgo, todo es mi culpa. —Aquello hizo sentir mal a Sam, ya que había sido el impertinente Quileute quien hablara sobre aquel tema.
—Lo siento. —Se disculpó.
—No te preocupes, Samy, Samito de mi corazón… —Alice le dio un beso en los labios—. Mi hermanito es un tonto que no recuerda que Elena es ahora una Vulturi. —Concluyó en voz alta para que su hermano le escuchar, logrando que entre aquella acotación, la psicología de Carlisle, la fuerza bruta de Emmett y el don de Jasper, se calmara—. Vengan… vamos a la cabaña de Jake y Leila, allí hablaremos mejor. —Tanto Isabella, así como el alfa y el beta de la manada le siguieron con ambos niños entre sus brazos, siendo Jacob quien les narrara a las chicas el encuentro con el hermano de la novia de Elliot, lo que comenzó a preocuparlas, ya que Alice sabía de sobra que los hijos de la luna no eran de fiar—. Esto lo debe saber Carlisle. —Mientras pensaban el modo de decírselo a su padre sin que Edward se enterara, Esme al fin había logrado conseguir que Edward se dejara abrazar, y por consiguiente recibir los mimos de parte de la maternal mujer.
—Dejémoslo solos… a lo mejor Esme logre que se anime a hablar y se desahogue. —Le hizo un ademán a su esposa para que fuese inteligente con el muchacho y no lo hiciera cabrear con sus insultos y total desprecio hacía el magnate—. Entonces ¿es definitiva tu decisión de irte, Jasper? —El serio vampiro asintió, siendo Emmett quien hablara.
—¿Te vas? —Jasper volvió a asentir—. ¿Para siempre? —preguntó en un tono de voz que sorprendió no solo a Jasper, sino también a Carlisle—. ¿Es decir… nos abandonas como familia? —El rubio vampiro le dio nuevamente una furtiva mirada a su padre, el cual sonrió complacido de saber que su hijo más dulce y noble, seguía sintiendo a Jasper como su hermano a pesar de todo.
—No Emmett… solo quiero alejarme por un tiempo de todos. —Suspiró como si necesitara del aire, mirando había el cuarto de Edward—. Y sé que me necesitan más que nunca, ahora que mi hermano colapsó de nuevo, pero… —Carlisle le interrumpió.
—Si crees que necesitas alejarte y ordenar tus prioridades, hazlo, Jasper… tú familia siempre va a estar esperándote. —Carlisle lo abrazó, sintiendo un poco de reticencia de parte del arisco vampiro, el cual parecía no querer demostrar su afecto hacía los demás.
—Gracias. —Fue lo único que dijo el ex soldado, apartándose un poco de ambos.
—¿Cuándo te vas? —preguntó Emmett, esperando una respuesta de su parte.
—En dos días… iré a hacer unas cuantas compras a Port Angels y más tardar para el fin de semana estaré tomando un vuelo a Londres. —Ambos asistieron.
—Pues antes de que te vayas tú y yo necesitamos hablar. —Los tres hombres bajaron las escaleras, encaminándose una vez más al despacho de Carlisle, pidiéndole a su padre ser el mediador de dicha conversación.
—Adelante… tomen asiento y dialoguen. —El calmó y paternal vampiro tomó asiento en su privilegiada silla frente al escritorio, mientras que ambos hijos comenzaron a hablar.
—¿Te parece que lo que ustedes dos hicieron valió la pena? —preguntó Emmett sin miramientos.
—No… en lo absoluto… no obtuve nada de esto, Rosalie solo quería jugar con ambos al mismo tiempo. —El serio vampiro intentó mantenerle la mirada, pero al percibir los sentimientos de enfado de su hermano, era casi imposible verle a la cara.
—¿Te acostaste con ella?
—¿Emmett?... dijiste que iban a dialogar. —Acotó su padre al ver como Jasper le miraba un poco preocupado al respecto.
—Estamos dialogando, Carlisle. —Alegó Emmett, manteniendo sus ojos sobre Jasper—. ¿Te acostaste con ella? —Su hermano negó con la cabeza—. No te creo.
—Pues es la verdad, Emmett… lo más lejos que llegué con Rose fue a… —Miró a su padre y luego a Emmett, bajando la mirada—. A besarle y manosear sus… —Hizo el gesto de apretar un par de pechos en el aire, logrando que Emmett se cabreara.
—¡Maldito!
—¿Emmett?... sabes que está terminantemente prohibida esa palabra entre los miembros de la familia. —Carlisle creía que aquella palabra tenía el poder de regresarse por triplicado a quien se la dijera a alguien más.
—Pero, papá… ese bastardo casi se folla a mi esposa en mis propias narices.
—Lo siento, Emmett. —Aquella disculpa sorprendió a ambos vampiros, ya que Jasper jamás se disculpaba—. Lamento haberme dejado llevar, lamento el haber caído en las manipulaciones de Rosalie y causarles tanto daño a ti y a Alice. —Bajó la mirada, frotándose las manos—. No voy a negarte que deseé… —Cayó por un segundo y luego corrigió sus palabras— …que aún deseo a Rosalie y si ella hubiese seguido con el mismo juego de seducción de Ana Bolena que había comenzado, yo hubiese luchado por ella hasta apartarla de tu lado. —Emmett soltó una risotada.
—¿Jugaban a ser Ana Bolena y Jorge Bolena? —Volvió a reír con total sarcasmo, haciendo cabrear a Jasper—. No te ofendas hermano, pero Rose siempre le gustó la actuación. —Emmett comenzó a explicarle al molesto vampiro que con él, Rosalie le gustaba hacerse la primera dama, mientras que él era su guardaespaldas, tal y como en la película de Nicolás Cage y Shirley MacLaine, ya que lo que más amaba su esposa era sentirse protegida por un hombre que hiciera hasta lo inhumanamente posible por defenderla y hacerla feliz, otorgándole el placer de ser alguien más cada día y salir de la asfixiante rutina en la que solía sentirse, pues para ella, el estar estancados en la misma edad era algo que la tenía hastiada.
—¿Cómo pude ser tan  tonto? —Sé dijo a si mismo el ex soldado, siendo Carlisle quien hablara.
—Una mujer que soñó con el amor perfecto, con una vida perfecta y con el compañero ideal, el cual solo le otorgó, dolor, sueños rotos y muerte, es algo que puede destruir a alguien como Rosalie. —Ambos observaron a su sagaz y elocuente padre—. Ella sigue en 1933, sigue soñando con el amor ideal. —Señaló a Emmett—. Por muchos años tú fuiste su válvula de escape, pero Rosalie parece ser una mujer insaciable, y no hablo ni de sangre, ni de deseo carnal. —Señaló está vez a Jasper—. Ya que si así fuese, ella ya habría tenido coito contigo, Jas. —Emmett asintió a la acotación de su padre, mientras el delgado y acometido vampiro, pensó sobre lo que él buen Doc. intentaba explicarles a ambos con respecto a la personalidad de su hermosa, irreverente e incomprendida hija—. Rose es una mujer que no es fácil de saciar.
—Dímelo a mí. —Argumentó el corpulento vampiro—. Destruimos hoteles, cabañas y casas… Rosalie me tenía la verga cuarteada, hermano. —Si ambos hombres se hubiesen podido ruborizar, lo hubiesen hecho, pero no les quedó más remedio que reír ante la impropia explicación sobre la lujuria desmedida de Rosalie, siendo Carlisle quien retomara la palabra, intentado concluir su explicación sobre la personalidad de la chica.
—Y tal vez por un tiempo el sexo cubrió todos sus anhelos, pero luego se dio cuenta que era más de lo mismo, no entrarían cosas nuevas en su vida, no habría un embarazo, no existiría un hijo, no tendría una vida llena de sorpresas, de altibajos y se le fue haciendo monótono lo que antes había sido un parche en su soñador y deseoso corazón.
—En pocas palabras le quedamos pequeños a Rose, viejo. —Acotó Emmett, palmeando la pierna de su hermano—. No importa que tan grande la tenga yo o que tan deseosa tengas tú la verga… Rosalie necesita una verga “dreamer” —Tanto Jasper como Carlisle no pudieron evitar reír, al escuchar tal explicación de su hermano—. Una polla que se deje escoñetar a taconazos y que al mismo tiempo sea tan masculina y ruda que la haga poner los ojos en blanco. —Jasper no pudo evitar cubrir su boca ante las risas que lo embargaban, mientras Carlisle se aclaró la garganta, tomando al fin compostura, sin dejar de mostrar una amplia sonrisa.
—Pues tal y como lo ha explicado, Emmett en su forma única y expresiva de ser, Rosalie no es mujer para ninguno de los dos. —Jasper recordó los fuertes sentimientos de felicidad que embargaban a su melliza al llegar a casa, acotando a continuación.
—Tiene a alguien más… tal vez sea solo un nuevo capricho.
—Pues dejemos que ella misma lo descubra y aprenda a diferenciar el amor verdadero de una simple ilusión. —Ambos hombres asintieron a las palabras de su padre, siendo Jasper el primero en ponerse de pie, ofreciéndole la mano a su hermano.
—¿Amigos de nuevo? —Emmett se levantó de su asiento, estrechando a Jasper entre sus grandes y musculosos brazos, tronándole todos los huesos.
—Ven para acá, flaco malparido, bueno para nada, hijo de la verga. —Carlisle negó una y otra vez con la cabeza, sin poder dejar de sonreír, no solo ante las soeces palabras de Emmett, sino al ver la cara de avergonzado de Jasper, mostrarse por sobre el hombro del atolondrado vampiro.
—Bueno Jasper… espero que este viaje te ayude mucho. —Emmett soltó al fin a su hermano, el cual trastabillo al sentir repentinamente sus pies sobre el suelo, esperando a que Carlisle rodeara el escritorio—. Y sabes que siempre estaremos aquí para ti. —Ahora era su padre quien lo abrazaba, palmeándole la espalda.
—Gracias Carlisle. —Por primera vez el vampiro fue recíproco con él paternal hombre—. Y también a ti, Emmett… en verdad no te merezco como hermano. —El aludido arrugó la cara, alegando que tenía razón, haciéndoles reír a ambos—. Pensaba ir de compras hoy pero creo que lo dejaré para mañana. —Palmeó tanto la espalda de su padre como la de su hermano, notificándoles que iría a ayudar a Esme con Edward, a ver si lograba infundir en el sufrido muchacho un poco de calma que lo hiciera dormir, ya que aunque sabían que el joven vampiro podía hacerlo, no habían logrado que durmiera desde su llegada.
—Muchas gracias, Jasper… ve…. —Carlisle miró a Emmett.
—Aammm… yo voy en un rato, men… antes quiero conversar algo contigo, Carlisle. —El extrañado hombre asintió, encaminándose nuevamente a su asiento, mientras Jasper abandonó la oficina, intentando leer los sentimientos de su hermano, pero resultaron ser algo confusos para él, desistiendo de ello.
—Tú dirás, Emmett. —Acotó Carlisle, después de tomar asiento, incitando a su hijo a hablar.
—Mmm… verás… tengo un conflicto interno… ya sabes, es como tener a un Emmetcito demonio y a un Emmetcito Ángel y me gustaría que me ayudarás a deshacerme de esos dos cabrones. —Era bastante difícil para Carlisle permanecer serio ante las ocurrencias de uno de sus hijos más carismáticos, divertidos y sinceros, ya que en el fondo él sabía que Emmett no pretendía ser gracioso, él simplemente era así y justamente era eso lo que lo hacía tan jocoso para todos.
—Pues espero poder ayudarte, hijo. —Mientras Carlisle esperaba a que su hijo comenzara, Emmett pensó el modo de explicarle a su padre lo que estaba comenzando a sentir por el joven Clearwater sin tener que nombrarlo y mucho menos que su padre se diera cuenta sobre que iba dicha confusión.
—Verás… si una persona está acostumbrada a pasar siempre por la misma acera en donde suele adquirir las mismas fresas con crema que ya conoce y que tanto le gustan, pero por circunstancias de la vida lo empujan un día a pasar por la otra acera donde venden barras de cereal cubiertas con chocolate, algo que esa persona jamás en su puta vida ha probado, pero se siente atraído hacía ellas… ¿Está bien que se aventure a probar las barras o sería mejor que siguiera con su rutina de comer las fresas con crema que ya conoce, que sabe que no le van a caer mal y que está acostumbrado a su sabor? —Carlisle analizó la metafórica historia que su hijo se había inventado, imaginando que las fresas con crema eran Rosalie o en su defecto las mujeres, imaginando que las barras de chocolate eran hombres y por consiguiente se referían al joven Seth como ellas.
—Bueno Emmett… primero tendría que saber el porque esa persona tuvo que cambiar sus hábitos diarios… ¿Qué lo impulsó a tener que caminar por la otra acera?... ¿Por qué las fresas con crema ya no le llaman tanto la atención como le atraen ahora los chocolates? Y sobre todo… ¿Porqué el temor a probar algo nuevo? —Emmett era un poco lento y pensó por unos segundos en las tres preguntas que le había hecho su padre, respondiendo la primera.
—Las circunstancias fueron porque en la otra acera la cola de compradores eran demasiadas ese día, así que desistió de comprar y se aventuró a pasar por la otra acera. —Carlisle sonrió, asintiéndole a su hijo para que continuara—. Y pues… no sé, se le antojaron los chocolates porque se veían llamativos, y ya las fresas le estaban cayendo como mal, ¿Sabes?... Como que le daban gases. —Su padre no pudo evitar reír ante aquello.
—Pues debería aventurarse a probar los chocolates a ver que pasa. —A lo que Emmett respondió con una retórica y graciosa pregunta.
—¿Y si los chocolates le dan diarreas? —El rubio y por demás divertido vampiro apretó los labios para no soltar una carcajada, suspirando para controlar las ganas de reír, argumentando a continuación.
—El que no arriesga no gana, Emmett… y en dado caso puedes regresar a las fresas con crema o a los brownie, hay un enorme menú de posibilidades pasteleras Emmett, está en ti saber que es lo que quieres y que te va a ser feliz. —El corpulento vampiro analizó lo que su padre le había dicho, sintiendo como si supiera de lo que le estaba hablando, sintiéndose un poco apenado.
—No sé a qué coño saben los brownie, pero tienes razón, Carlisle… creo que probando de a pequeños bocados a ver que pasa, no me haga daño… ¿Cierto? —Su padre asintió—. Eres unas puta enciclopedia ambulante, Carlisle. —El aludido alzó una de sus cejas—. Es en serio… siempre tienes respuesta para todo y si no te las inventas. —Emmett se incorporó de su asiento al igual que Carlisle, el cual agradeció los elogios de su hijo.
—Espero que está platica te haya servido. —Emmett asintió.
—Sí, mucho… en verdad te lo agradezco, ahora iré a cazar, aprovechando que el flaco está apoyando a Esme para luego hacer guardia toda la noche. —Carlisle agradeció todo el apoyo que le brindaba a su hermano—. Ni que lo digas, viejo. —Estrechó la mano de su padre, para luego salir del despacho del apuesto galeno, el cual elucubró sobre los sentimientos de su hijo hacía él joven Clearwater, mientras observaba el cuadro que adornaba una de las paredes, en donde se podía apreciar no solo su rostro, sino el de Aro Vulturi, ambos vestido con atuendos victorianos.
—Espero que estas nuevas alianzas entre nosotros y los Quileutes sirvan para algo positivo. —No solo pensó en la felicidad de su adorada hija Alice junto al líder de la manada, sino en Emmett y sus confusos sentimientos hacía Seth, sintiendo que aquello podría llegar a traer problemas o convertirse en algo de provecho—. Necesitamos de los lobos y espero que esto no se convierta en un nuevo conflicto entre nosotros. —Se incorporó, observando detenidamente las manos de Aro, percatándose de como en dicha pintura se pudo apreciar el anillo de los Mikaelson, algo en lo que jamás se había detenido a analizar—. Siempre estuviste allí, Klaus… siempre al acecho, siempre tras bastidores. —Examinó con mayor detenimiento la pintura, percatándose de la firma del artista que había pintado dicha obra, en donde una elaborada N en caligrafía casi perfecta y una curvilínea M con trazos suaves y elegantes se dejaron apreciar en la parte baja del lienzo—. Niklaus Mikaelson. —Rascó un poco las letras para extraer de ellas un poco de la supuesta tinta escarlata, la cual tiño de azul unas cuantas gotas de Luminol, demostrándole al galeno que aquello era sangre.
—¿Carlisle? —Llamó Alice a su padre, tocando la puerta.
—Pasa, pequeña. —Acotó el médico después de esconder los análisis que había obtenido de la pintura, para estudiarlas más tarde.
—Lamento interrumpir tus momentos de trabajo pero necesitamos hablar contigo. —Al voltearse, Carlisle observó no solo el rostro de la menuda chica, sino también el de Bella junto a Sam, el cual aferró los hombros de ambas chicas, a la espera de la aprobación del médico y científico de la familia para entrar.
—Pasen. —Si algo hacía feliz a aquel hombre, era el poder ser la brújula guía de cada embarcación, como el visualizada a todos sus hijos, sintiendo que era su deber guiarlos hacía la felicidad, permitiéndoles a ellos la oportunidad de decidir que camino tomar, ya que él solo estaba para iluminar sus senderos, pero dependía de ellos tomar el curso de su futuro y enfrentarse a su destino.
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Ethan contemplaba la luna menguante desde la oscuridad de su recama, rememorando el reencuentro no solo con su hermana, sino con su padre, el cual jamás había sido paternal con él, demostrando su preferencia por Katherine desde el día en que Ethan había despertado su descendencia lobezna, ya que los hijos de la luna no se transformaban a voluntad y tampoco por medio de una mordida, recibiendo la maldición de la licantropía por medio de la herencia genética, la cual despertaba cuando el heredero del gen asesinaba a alguien sin quererlo, despertando la bestia que dormía en su interior.
 
—¿Qué demonios estas haciendo aquí en Seattle, Ethan? —preguntó su padre al verlo aparecer de golpe en el enorme salón de la casa, observando el noticiero de la tarde, sentado en su silla de ruedas.
—A mi también me da gusto verte, padre. —Respondió ante el odioso y seco recibimiento de su progenitor, el cual era el  culpable de haberle heredado la licantropía.
—Te he dado todo para que te mantengas alejado de la casa, he mantenido tus cuentas con dinero suficiente como para que permanezcas lejos de mí y sobre todo de Kate, ya que no quiero que…
—Klaus me envió, Eamon. —Le notificó a su padre, llamándole por su nombre—. Él quiere que sea sus ojos en Seattle.
—Yo soy sus ojos en Seattle, Ethan… Así que si piensas que voy a creer que Klaus te ha enviado para suplantarme a mí, cuando fui yo el primero de sus más fervientes aliados, déjame decirte que... —Ethan se encogió de hombros.
—No lo sé, papi. —Se acercó al minusválido hombre, posando una mano en cada apoya brazos—. Preguntárselo a él. —Se apartó de Eamon, después de haber empujado odiosamente su silla de ruedas, logrando que está se corriera unos cuantos centímetros de su puesto—. A lo mejor ya no le sirves postrado en esa silla. —Señaló sus pierna—. Mírate… ni siquiera puedes transformarte.
—Pues eso es algo que le agradezco al bastardo de Aro. —En su época de juventud, el señor Eamon había sido fiel sirviente de Klaus, teniendo sus conflictos con los Vulturi, al ser ellos los perpetradores tras bastidores del enorme poder que representaba Klaus ante el mundo sobrenatural, siendo el amo y señor de dos razas pertenecientes al inframundos—. Ya no soy una amenaza para mí hija. —Ethan sonrió con ironía.
—No eres una amenaza para nadie, Eamon. —Se acercó rápidamente al minusválido hombre, lo suficiente como para que ambos se observaran fijamente a los ojos—. Por eso ya no le sirves a Klaus. —Aquel hombre no pudo creer que después de tanto tiempo sirviéndole a la criatura más poderosa del mundo, este pretendiera sustituirlo por su hijo, al que tanto detestaba.
—Klaus no puede…
—Ya lo ha hecho, padre… —Hizo callar al tembloroso hombre, el cual no le quitó los ojos de encima al imperturbable muchacho—. Ya no soy más el estorbo de esta familia… de ahora en adelante seré el patriarca de los Kavanagh y ni tú ni nadie va a poder impedirlo.
—Hablaré con Klaus… tú no puedes… —Justo en aquel momento Kate hizo acto de presencia, interrumpiendo el alegato de su padre.
—¡Ethan!... ¡Hermanito, al fin estás de regreso! —El joven licántropo posó el dedo índice sobre sus labios, incitando a su padre a callar.
—Ya me enteré de como despertaste tu licantropía, padre… —Susurró por lo bajo, incorporándose de su inclinada postura frente al petrificado hombre—. No querrás que Kate lo sepa… ¿Cierto? —Eamon no pudo creer que Klaus hubiese revelado su secreto más sagrado, jurándole a Eamon que jamás le diría a sus hijos que había despertado su gen lobezno al matar sin premeditación a su esposa, la madre de Ethan y Katherine.
—¡Hermanita!... —Abrazó a su adorada hermana, llenando su agraciado rostro de besos—. No sabes cuanto te he extrañado. —Alzó sus pies del suelo haciéndola girar en el aire, posándola nuevamente sobre el pulido piso de mármol, quedando de frente a su padre, percatándose de como el turbado hombre no pudo quitarle los ojos de encima al muchacho—. Le decía a mi padre cuan feliz me ha hecho su nombramiento como el nuevo vicepresidente de la empresa Kavan & asociados. —Katherine miró asombrada a su padre.
—¿Es en serio? —preguntó ella bastante asombrada, ya que ambos solían discutir por aquel cargo, jurándose así mismo que jamás se lo otorgaría.
—Aamm… yo… —Eamon no supo que alegar.
—De seguro mi madre debe estar muy orgullosa de ti… ¿No es así, papi? —Le guiñó un ojo sonriendo con total malicia. —A lo mejor Katherine quiera saber como es que…
—¡Basta!... —Exclamó Eamon completamente exaltado—. Sí hermosa… yo hice regresar a Ethan para nombrarlo vicepresidente de la corporación Kavan. —El divertido muchacho mostró su mejor sonrisa de guasón, abrazando a su hermana posado a sus espaldas—. Ahora si me disculpan, debo realizar algunas llamadas. —El perturbado hombre echó a andar la silla de ruedas, mientras ambos hermanos comenzaron una amena conversión a cerca de todo lo que ambos habían vivido en la ausencia del otro, terminado la conversación al mostrarle la nueva muñeca de colección que había adquirido, recibiendo de parte de su hermana un par de muñecas más que había conseguido en sus viajes de reconciliación con Elliot, al saber perfectamente la obsesión de su hermano por coleccionar Barbies, Integrity Toys y Poppy Parker, las cuales él solía mantener bajo resguardo, esperando a que la mudanza trajera gran parte de su colección, al saber que muy pronto sería el nuevo amo y señor del enorme emporio de su padre, o más bien de los Mikaelson, al ser ellos los responsables del estatus social de los Kavanagh.
 
—Es mi turno de brillar en Seattle, Eamon. —Se dijo así mismo el apuesto muchacho, acariciando el cabello de una de las costosas muñecas que su hermana le había obsequiado, la cual simulaba ser una réplica exacta de Angelina Jolie, la cual había sido subastada por el módico precio de 3.350 dólares, lo que por supuesto para Kate era una tonta suma de dinero, pero para cualquier otro mortal sería un elevado precio por una simple muñeca, lo que un coleccionista como Ethan no escatimaría en pagar—. Veamos que tienen los Greys que no tengan los Kavanagh.
Se incorporó de su doselada cama, acercándose a la ventana sin dejar de contemplar la belleza de una luna menguada, la cual estaba pasando a su etapa decreciente, advirtiéndole al joven licántropo de su inesperada etapa de transformación involuntaria, agradeciendo que su hermana tuviese apartamento propio, apartándose definitivamente de su odioso y manipulador padre.
—Mejor aún… —Rememoró el inesperado encuentro con Rosalie, observando el seductor rostro de la muñeca, recordando los carnosos labios de la vampiresa—. Veamos que tienen los Cullen que no tengamos nosotros. —Contempló nuevamente la luna, viendo plasmado sobre ella el pétreo rostro de aquella mujer que tanto le había cautivado—. Licántropos y vampiros, inmortales y canes… una explosiva combinación, veamos que sale de todo esto. —Volvió a su cama con una amplia sonrisa en los labios, sin tan siquiera percatarse que su padre estaba recibiendo en una inesperada llamada telefónica y el duro golpe de la suplantación por parte del mismísimo Klaus, quien le había exigido pasar la empresa a nombre del muchacho, antes de que la muerte llegase a hacer acto de presencia en su casa, notificándole que si no lo hacía, enviaría a los hermanos Vulturi, Jane y Alec a lastimar a su querida hija Katherine, haciéndole ver que en efecto, su tiempo como líder de los licántropos en Seattle, había llegado a su fin, marcando una nueva era.
 

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