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Two Halves of One por CheekyMint21

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Notas del capitulo:

¡BEBÉS! =^3^=

¿Cómo estáis, mis amores? Han pasado 84 años…

Nah, qué va. Pero si quiero disculparme con vosotros por no haber actualizado la semana pasada, la verdad es que se me juntó la Uni y, encima, cogí un resfriado y siempre que me enfermo me dura mucho y lo paso fatal >.< Así que lo siento por haberme ausentado :’(

BUT I’M BACK BISHES!

Okno .-.

Pero sí que ya estoy de regreso, y pues sorpresa mía, que me encontré con sus bellos RW’s LOL XD Vale, qué conste que yo os he advertido de que se venía el salseo rompe tetas y ovarios XDD Aún así, aunque me odien y quieran ahorcarme viva, yo os sigo queriendo con todo el kokoro ♥ Y seguís siendo los mejores chicos, en verdad, UN MILLÓN DE GRACIAS, sóis lo máximo por siempre ser pacientes conmigo y dejarme vuestros zukulentos RW’s que siempre me inyectan una turbo dosis de felicidad… simplemente sóis güays ♥-----------♥

Bueno, y pues, ¿qué os digo que ya no sepáis? Si el cap anterior les pareció sad, pues éste… como diría mi buen amigo LuisitoComunuica, “¡Ahí viene lo chido!” XDD Así que desde  ya coged vuestros pañuelos, algo para gritar/apretar/golpear y, si queréis, hasta una buena cervecita para bajar el mal cuerpo luego, ¿vale? Os quiero queridos míos, por favor no me matéis XDD

Y pues, obviamente, éste cap va dedicado a mis guapuritas:

+ Gabito

+ Lluvia Uchiha Namikaze

+ ifa

+ Nai

+ E (Anónimo)

+ PdeVergaBelga

¡Muchísimas gracias por vuestro RW! Sóis unos amores, les mando un besazo ahí hasta dónde estén y pues… De nuevo, os quiero muchísimo, ¡PLIS! No me matéis y nos vemos en las notas finales. Ahora sí, os dejo en paz :3

¡A LEER! ♥

P.D: Cómo siempre, si queréis meteros más en la trama y eso, aquí os dejo la canción con la que me inspiré para sacar el cap:
“Plans”, Haley Taylor → https://www.youtube.com/watch?v=B9hzNqJY0tU 

-Capítulo Diez-

“Never Tear Us Apart – Parte Dos”

POV’s Steve.

“¿Qué pasa, Capi? ¿Encontraste algo por ahí?”

Steve suspiró, pasando las fotos en la Tablet que tenía entre sus manos por milésima vez. Sus ojos seguían sin creerse que ése fuese su pequeño.

“No lo sé, ¿tú no escuchas un ruido? Creo… creo que viene de allí. Detrás de ésa librera.”

“¿Cómo has podido, Tony? ¿Cómo pudiste ocultarme a Peter?” pensó, sus ojos volviéndose de un azul más turbio, un azul tormentoso. Aunque entendía los motivos del genio, su corazón no dejaba de doler al pensar que Tony ni siquiera quería que fuese parte de la vida de Peter.

“¡Tony! ¡Ven rápido!”

“¿Qué pasó? ¿Estás herido, Steve?”

“No… yo no. Mira.”

“Perdóname, Pete… te fallé” pensó el rubio, dejando el aparato a un lado y viendo las nubes que pasaban al lado del jet. ¿Cómo pudo sólo irse sin pensar en su pequeño? Steve no podía culpar a Tony, no cuando él era el que les había dado la espalda. Y se odió… en ése momento, se odió más de lo que había odiado a cualquier ser del universo. Se recordó a su padre, un sinvergüenza que también les había dado la espalda a él y a Sarah, su madre en lo más crudo de la guerra.

“Es un bebé, Tony…”

“Pero… ¿cómo sigue vivo? Debería estar calcinado. Es imposible.”

“No sé cómo, pero… mira, tiene el logo de S.H.I.E.L.D colgando del cuello.”

“Ven, tráelo… debemos sacarle de aquí cuánto antes.”

- ¿Sigues viendo las fotos del crío? –la voz de Bucky le trajo de vuelta al presente, sus ojos alejándose de tan dolorosos recuerdos.

Steve se forzó a sonreír.

-Bucky, yo… perdona. Sé que se supone que éste viaje iba a ser para desconectarme, pero… -su mano rozó la Tablet, un nudo formándose en su estómago. –Es que la noticia en verdad me ha cogido desprevenido. Nunca pensé que… él fuese a adoptar a Peter él solo.

El pelilargo nada más suspiró, dejando ambas tazas humeantes en medio de ambos y se acomodó al lado de Steve, rodeándolo con sus brazos de forma cariñosa. Steve se dejó hacer, el calor del cuerpo de Bucky era bien recibido en ése momento ya que se encontraba fatal.

-Tienes que dejar de culparte por lo que pasó, Stevie. –le susurró el soldado, besándole la coronilla.

Stevie.

Aquel sobrenombre estúpido y en apariencia inofensivo, pero que siempre hacía que el rubio se estremeciese al oírlo en voz alta. Steve le pediría a Bucky que dejase de llamarle así, no sólo Tony le había llamado así, pero… no quería hacerle las cosas más difíciles al pelilargo. De por sí ya era bastante penoso tener que ver a tu ser querido suspirando por alguien más, Steve no quería alterarse tanto por cosas tan pequeñas, pero le era imposible oír ése sobrenombre en voz alta y no recordar todas las veces que Tony se lo había dicho, mientras ambos estaban en la cama luego de una noche de pasión.

-Pero es mi culpa, Buck. Todo es culpa mía. –y al decir eso, las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. –Ni una sola vez me detuve a pensar en Peter, en cómo estaría o, incluso, si estaba a salvo. Ni una sola vez. No me sorprende que él no me haya dicho nada, si yo he sido un egoísta que nada más…

-Hey, basta Steve. No voy a sentarme aquí a escuchar cómo te denigras a ti mismo, ¿vale? –le detuvó el pelilargo, cogiéndole la cara entre las manos y apartándole las lágrimas con los pulgares. –No me interesa lo qué haya pasado, tú quieres a ése chiquillo tanto como él y merecías saberlo, independientemente de lo que pasó entre ustedes. Él también ha sido un egoísta por no dejar su orgullo de lado ni siquiera por su hijo, aunque sea adoptivo. –Bucky habló de manera firme, claramente disgustado por las acciones del genio. –Sea como sea, no vamos a cambiar el pasado, sólo nos queda mirar hacia adelante.

-P-Pero, Bucky, él no quiere… -empezó Steve, sorbiendo por la nariz.

-No me interesa lo que Stark quiera, ¿vale, Steve? Me interesas tú y tu felicidad. –soltó el pelilargo, rompiendo el acuerdo silencioso entre ambos de no mencionar el nombre del millonario. –Así que nada de llorar, iremos a Londres unos días para que te calmes y luego veremos qué hacemos para que puedas ver a Peter, ¿queda claro?

Steve sonrío… era justamente por cosas como ésta que su corazón no podía mantenerse alejado de Bucky Barnes. Su amigo seguía siendo el mismo chico protector y celoso de él como en los viejos tiempos, ni siquiera después de un siglo dejaba de cuidarle y cabrearse contra todos los que atentaran fastidiar su felicidad. El rubio hundió la nariz en el cuello ajeno, dándole un suave beso al pelilargo que terminó en Bucky cogiéndole y dejándole sobre su regazo.

-Gracias, Buck… ¿qué sería de mí sin ti? –le dice el rubio, acariciándole la mejilla con cariño e ignorando aquel hueco en su pecho por un segundo.

Bucky le sonrió de forma socarrona, la sonrisa preferida del rubio.

-Seguramente seguirías metido en un callejón, dejándote patear el culo de Billy Bishop. –le dijo de forma burlona, acariciándole los muslos sobre el pantalón.

Steve nada más rodó los ojos y antes de poder decirle que Billy Bishop era un bravucón gilipollas, el pelilargo tiró del cuello de su camisa, atrayéndolo hacia él y dándole un beso cargado de urgencia. Y a juzgar por la creciente erección rozándose con su propia pelvis, era más que evidente lo que el Lobo Blanco quería en ésos instantes. Steve se inclinó más hacia el castaño, rodeándole el cuello con ambos brazos y refregándose contra él, queriendo sentir algo, queriendo que ése contacto le incendiara las venas con la misma fogosidad que recorría el torrente sanguíneo de su amigo. Ambos se devoraron las bocas, Steve sacándose su propia camisa en su desesperación por corresponderle a Bucky de la forma en que éste lo necesitaba y, al mismo tiempo, en su desesperación por sentir lo mismo que sentía cuando estaba con Tony.

Lo mismo que sentía cuando estaba con Tony…

Bucky reclinó el asiento, el rubio rebotando contra su entrepierna al tiempo que el desenfreno y la pasión se apoderaba de ambos cuerpos, gruñidos y gemidos de placer haciéndose eco en la cabina vacía del jet a excepción de ambos. Lástima que Bucky era ajeno a los pensamientos del rubio, ajeno al hecho de que Steve sólo pensaba en un solo nombre, un solo rostro invadiendo por completo su mente en ésos instantes el que el pelilargo se deshacía de sus pantalones mientras la sangre del ex Capitán América se volvía lava hirviendo en sus venas…

Tony Stark.

Y siempre iba a ser Tony Stark quién le excitase de ésa forma.

POV’s Tony:

Queen’s, NYC

-Vale, ¿lo has entendido, Thor? No quiero repetir lo de la última vez, en que regresé a casa y Peter estaba ebrio y a punto de desarrollar diabetes tipo dos. –le advirtió al dios, viéndole severamente detrás de sus gafas de sol.

El rubio sólo atinó a rascarse la cabeza, no muy seguro de comprender cómo cuidar a la cría de Tony correctamente. Para Thor, era muy normal darles cerveza a los niños pequeños, en especial cuando éstos estaban en crecimiento. De ahí que él fuese fanático de la bebida fermentada.

-Entonces si no puedo darle cerveza, ¿qué se supone que le dé? Si sigues alimentándole así, va a ser un enano. A Loki no le dieron cerveza cuando era bebé y mira lo flacucho qué es por eso. –le advirtió, a lo que el castaño sólo rodó los ojos.

-Puedo escucharte, aunque estés en el cuarto de comida, ¿lo sabías, Thor? –le dijo Loki, que se encontraba en la sala jugando con el pequeño Peter.

-Mira, sólo no le des azúcar ni alcohol o te cortaré las bolas, ¿te queda claro? No quiero que mi hijo se vuelva un alcohólico a los cinco años. –sentenció el genio, a lo que el dios sólo estalló en estruendosas carcajadas.

-Ustedes los Midgardianos están de guasa, todos enanos y amenazando al dios del trueno. –y Thor volvió a reír, a lo que Tony sólo suspiró porque no había remedio con el Asgardiano.

El castaño se preguntó si era buena idea volver a dejar a Peter al cuidado de ambos hombres, pero dado que Clint estaba de vacaciones de Cuba con su familia y que la única familia que le quedaba a Peter era una niña menor de edad, no tenía demasiadas opciones. Tony se masajeó las sienes, tratando de mantener la resaca a raya o no podría seguir manteniendo su acto de estar sobrio enfrente de Pepper. Además, se le hacía tarde para alcanzar su vuelo, tendría que confiar en Thor. Bueno, no en Thor, pero Loki definitivamente era más listo. Él sabría cuidar de Peter.

-¡Arrodíllense, plebeyos! Peter Stark es su nuevo rey y señor. –decía el pequeño castaño, parado en un montón de cojines apilados y usando el casco de cuernos del dios de la travesura. -¡Mira papi! El tío Loki me está enseñando a que los demás hagan lo que quiero y a hablar Asgardiano. Mola, ¿verdad?

-Por supuesto, campeón. Pero si el tío Loki sigue enseñándote a hacer travesuras, tendré que traer al tío Bruce cuando se pone verde y enojado, ¿no crees, Loki? –le dijo al moreno, que nada más rodó los ojos y salió de la habitación mascullando “Stark, cabrón” por lo bajo.

Peter nada más río, ajeno a la tensión entre ambos adultos y corrió hacia su papá Tony, colgándose de sus brazos y abrazándole con fuerza. Peter odiaba que su papá se fuera de viaje, aunque se lo pasara pipa con sus tíos. Y lo que Peter más odiaba, era a la nueva novia de su papá.

- ¿De verdad tienes que ir? ¡No vayas papi! –Peter se aferró al cuello de Tony, haciendo un puchero.

Tony nada más sonrío, ésos pequeños momentos que estaba con Peter siendo de los más preciados. Ésos momentos siendo los únicos que todavía le mantenían con vida.

-Hey, no pongas ésa cara, campeón. Sólo serán un par de días, una semana cuándo mucho. Y prometo traerte ésas golosinas que tanto te gustan, ¿vale? –le prometió el mayor, dejando al pequeño en el suelo y limpiándole la tímida lágrima que se le escapó al menos. Tony frunció el ceño. - ¿Qué pasa, Petey? Tú no eres ningún llorón, nunca te pones así cuando salgo de viaje.

-No me molesta que te vayas de viaje, pero, ¿por qué tiene que ir Pepper Zanahorias contigo? –le dijo el pequeño, cruzándose de brazos enfurruñado.

Tony se mordió el labio para no reírse del apodo que Peter le había puesto a la rubia. Tony no era ajeno al desagrado de su pequeño por su prometida, pero tenía la esperanza de que, con el tiempo, el pequeño Peter le diera una oportunidad a la que sería su futura madrastra.

-Pepper es mi asistente, Petey, tiene que venir conmigo. Lo siento. –se disculpó el genio, revolviéndole los cabellos a Peter.

-Pues entonces despídela y ya está, no más Pepper Zanahorias. –le dijo el pequeño, apartándose y siguiendo con su berrinche. Tony nada más suspiró… Peter era una copia en miniatura de él mismo.

-Cariño, ya te lo he explicado… no puedo despedir a Pepper. Venga, Pete, ¿por qué no le das una oportunidad? Pepper no es tan mala. –trató de razonar el mayor, más Peter sólo negó con la cabeza.

-Ella no es Pops. –sentenció el niño.

Tony se quedó rígido en cuanto su hijo dijo eso. Uno creería que los niños no tienen memoria de cuándo eran bebés, pero Peter no era cualquier niño, sino un niño más que avispado para su corta edad de cinco años cuya memoria era, literalmente, una cámara fotográfica. Peter recordaba perfectamente a Steve, pese al paso de los años y por ésa misma razón se negaba a ver a la rubia como una figura materna. Tony suspiró, incapaz de explicarle a detalle que Steve prácticamente les había abandonado a ambos. El castaño podía querer ahorcar al rubio, pero en su vida se atrevería a ponerlo en mal frente a los ojos de su hijo.

-No… no es Pops y jamás lo será. –concedió el castaño, su mirada reflejando la completa melancolía que sentía en su alma. –Pero no tiene que serlo. Puedes verla como tú amiga, Pete. Ella te quiere mucho, al igual que Pops, sólo debes darle una oportunidad.

El pequeño negó fervientemente con la cabeza, tozudo como sólo un Stark podía hacerlo. Tony sonrío, no pudo evitarlo, tener a un mini me era incluso cómico.

-Será mi amiga cuando dejé de querer ocupar el lugar de Pops y de querer casarse contigo. –le dijo firmemente el menor, su ceño fruncido.

Tony estaba abriendo la boca, pero la aludida entró en la habitación en ése momento.

-No quiero interrumpir, caballeros, pero nuestro vuelo sale en media hora, Tony. –le avisó, volviéndose con una sonrisa al pequeño castaño. –Hola, Pete, ¿cómo estás?

Peter le sacó la lengua, dándose media vuelta.

-Y para que lo sepas, señorita Zanahorias, me llamo Peter. –le dijo de forma petulante el niño, haciendo que Tony reventara a carcajadas. Pepper nada más frunció el ceño.

-Vale, debo irme campeón. Prométeme que vas a portarte bien y hacerle caso a tus tíos, ¿vale? –dijo, rodeando al pequeño por la espalda y depositando un beso en su mejilla. –Y Thor… por favor, no más cerveza.

-Ya, vale. Dejaré que Loki se encargué de alimentar al niño Starkson, pero cuando se quedé así de pequeño no vengas a quejarte. –el dios del trueno rodó los ojos, yendo a jugar con el pequeño Peter.

-Loki…

-No te preocupes, no dejaré que Thor le dé nada de comer. Qué tengas buen viaje. –el moreno estrechó la mano de Tony, yendo al encuentro de su novio y el niño.

-Vale, todo listo. ¿Nos vamos? –Tony le ofreció su brazo a la rubia, ambos dirigiéndose a la salida.

-Tony, no deberías permitir que Peter me falté el respeto así. Dentro de poco vamos a casarnos, ya debería hacerse a la idea de que voy a ser su madre. –le dijo la rubia, mientras ambos subían al Audi de lujo del genio.

-Pepper, es nada más un crío. Además… él sigue clavado en que Steve es su padre, nadie más. –el castaño arrancó el motor de un rugido.

-Bueno, ¿y qué esperas para decirle que Steve se largó y no piensa volver? Es la verdad, Tony, no puedes tenerlo viviendo en una mentira toda su vida. –Pepper se cruzó de brazos, mirando por la ventana.

-Pepper, ¿podríamos no discutir? Creí que ir a Londres sería bueno para despejarte un poco… -Tony rodó los ojos, a veces le irritaba la compañía de la rubia.

De hecho, le irritaba Pepper en general, estaba seguro de que era un error casarse con ella. Pero ya se le había propuesto, borracho y despechado, pero lo había hecho y no había forma de echarse para atrás. “Joder, qué Steve me tocaba las pelotas, pero…” Tony detuvo el pensamiento en seco, consciente de que no debería comparar a Pepper y a Steve, pero le era imposible. Cada vez que besaba a la rubia, cada vez que se acostaba con ella o simplemente cuando debía estar cerca de ella, Tony no podía evitar el pensar en el rubio para ser capaz de tolerarlo. Era triste, incluso masoquista el querer sacarse a alguien del corazón a la fuerza de la forma en que él lo hacía, pero no tenía de otra. Era eso, o pasar día y noche llorando por la partida de Steve Rogers.

O ahogar sus penas en whiskey. Él había escogido la primera y tercera opción.

-Vale, lo siento… no quiero ser pesada. Olvidémonos de todo, ¿vale? Éstos días sólo somos tú y yo y nuestra cama. –le dijo la rubia, apretándole el muslo y guiñándole un ojo.

Tony forzó una sonrisa.

En definitiva, iba a necesitar muchísimo whiskey para sobrevivir a éste viaje.

POV’s Steve:

Londres, Reino Unido.

La mirada azulina se posó nuevamente en el montón de personas en el parque a ésa hora, específicamente, una pareja con dos pequeños, éstos últimos huían de su padre cuando éste les perseguía por todo el césped. Steve sonrío y siguió trazando el retrato de aquella familia, disfrutando del aire otoñal que se respiraba en Londres. “Bucky tenía razón… salir de Wakanda me ha sentado bien” concedió el ex soldado, consciente de que era la primera vez en cinco años en que había podido olvidarse de Tony. Al menos un poquito, él y Peter seguían asaltando sus pensamientos de vez en cuando, pero siempre que la tristeza estaba a punto de golpearle, Bucky estaba ahí para soltarle una broma, cogerle de la mano o sacarle fotos. El mayor ensanchó su sonrisa, le gustaba sacarse selfies con Bucky, de seguro cuando regresaran a casa podría montar un álbum de todos sus viajes.

-Perdona la tardanza, éstos ingleses se toman muy en serio sus Fish & Chips. –le dijo el pelilargo, sentándose y dejando entre ambos dos canastas con pescado frito y patatas fritas.

-No te preocupes, ni siquiera he notado el tiempo. –le respondió el rubio, dejando el cuaderno de dibujo a un lado y cogiendo la cerveza que Bucky le había traído.

El castaño sonrío al notar el cuaderno a un lado, Steve siempre había sido un buen dibujante.

-Vaya, hacía bastante que no te veía dibujar. ¿Qué me hiciste ésta vez? –antes de poder hacer nada, Bucky cogió el cuaderno y la sonrisa se cayó de sus labios. –Está de puta madre, Stevie. Como siempre.

Steve frunció el ceño… sabía que el tema de los hijos y la familia era difícil para su amigo. Él, al igual que Natasha, había sido esterilizado cuando cayó en manos de HYDRA. Así, es más fácil para los espías conseguir información a costa del sexpionage, y no corren riesgos de embarazar a alguien y tener hijos que les distraigan de sus misiones. Steve estiró su mano, apoyándola en la fría superficie de la mano metálica de Bucky y le apretó un poco, dándole apoyo.

-Hey, Buck… no pasa nada. Te lo he dicho cientos de veces, no necesito una familia para ser feliz. Sólo te necesito a ti. –le sonrío, un pequeño castaño de enormes ojos avellana haciéndole dudar de sus palabras.

Bucky nada más apartó el rostro, su mandíbula tensa y los puños crispados. Detestaba cuando Steve debía tratarle con cuidado, como si él fuese un maldito muñeco roto. Y lo era, un ex soldado con el cerebro lavado.

-No tienes qué mentirme para hacerme sentir mejor, Steve. Ibas a adoptar a ése niño con Stark… tú siempre has querido hijos. –masculló, mirando a la familia a lo lejos. –No es justo… yo quiero darte cosas, no quitártelas porque mi cabeza es un puto desastre.

Steve se estremeció… vale, Bucky no estaba tan equivocado. A Steve le fascinaban los niños, luego de enterarse de que Clint tenía una familia, él y Natasha siempre iban a visitarles y el rubio podía pasarse horas y horas jugando con ésos pequeños. Pero no podía exigirle a Bucky más de lo que le daba, a fin de cuentas, no era su culpa el ser estéril.

-Bucky, mírame… anda, cariño, mírame. –le pidió, apoyando la mano en la mejilla del sargento. Los ojos grises de Bucky se hallaban acuosos, al borde de las lágrimas. –No es tu culpa, ¿vale? Además, ¿qué más da si no podemos tener hijos? Podemos tener perros. Muchos perros, a ti siempre te han gustado mucho.

Bucky sonrío un poco, limpiándose la lágrima que se le había escapado. Su Steve era tan comprensivo con él, tan dispuesto a renunciar a cualquier cosa que ni siquiera le molestaba renunciar a una familia. Si Bucky no estuviese tan jodido de su cabeza, le pediría a Steve que adoptaran, pero traer a un crío a vivir junto con una persona que puede matarle en cualquier instante si se alteraba o los flashbacks regresaban no era precisamente una idea brillante. Bucky cogió la mano de Steve, besándole la palma suavemente.

-¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te amo, Stevie? No sé cómo aguantas mis mierdas, pero… gracias. Por siempre estar a mí lado. –le dijo sonriente, ajeno al incendio que sus palabras provocaron en el rubio.

Steve apretó la mano en un puño debajo de la mesa, hundiéndose las uñas en la carne. ¿Qué carajos estaba haciendo? Bucky le amaba, incondicionalmente. Y él ni siquiera estaba seguro de poder corresponderle de la misma forma, de volver a ser el mismo Steve del que el pelilargo estaba tan enamorado. Steve se sintió sucio, como una rata mentirosa y aprovechada. No se merecía a Bucky en absoluto, debería haber aguantado sus penas solo en lugar de arrastrar a su amigo y a su corazón a su desastre. Se forzó a sonreír, pese a que por dentro su corazón pesaba más y más con el correr de los minutos.

-Sabes que estoy contigo, Buck. Hasta el final de la línea. –le sonrío, incapaz de decirle “te amo” de regreso sin salir corriendo de ahí debido a la culpa.

Bucky se inclinó sobre la mesa, acercándose al rostro del rubio y dejando caer un beso en su nariz. Steve le acarició la mejilla, con un nudo en el estómago que se volvía más sofocante a cada segundo. “Soy un asco” pensó el rubio, sintiéndose el peor de los traidores.

-Oye, éste lugar no está tan mal… ya veo porque te gusta tanto. A lo mejor y podríamos alquilarnos un piso aquí, trabajar y, no sé… empezar una nueva vida lejos del Capitán América y todo eso. –mencionó el pelilargo, contemplando la puesta de sol.

Steve tuvo que hacer un esfuerzo para no atragantarse con su pescado frito. En definitiva, jamás había siquiera considerado en sus planes el hacer una vida aparte con Bucky fuera de Wakanda, pero un vistazo a los brillantes ojos grises del sargento era suficiente para darse cuenta de que Bucky iba muy en serio.

Tan en serio como él y Tony habían estado una vez, cuando ambos se comprometieron y estaban dispuestos a empezar una vida normal lejos de Los Vengadores.

El rubio tuvo que hacer un enorme esfuerzo para bajar el bocado.

-Claro, ¿por qué no? Suena bien.

Mentiroso.

Steve no hacía más que decir y decir mentiras encima de más mentiras, ¿desde cuándo ya no le importaba? De verdad quería irse, sentía que la culpa iba a terminar aplastándole sino se alejaba de ahí. Era un sinvergüenza, un aprovechado y, definitivamente, se merecía todo el dolor que estaba pasando por usar a Bucky de ésta manera. Aunque estuviese intentando su mejor esfuerzo para convertirse en lo que el castaño necesitaba, muy en el fondo, Steve estaba seguro de que la huella que Tony Stark había dejado en su corazón no se la quitaba nadie. Ni siquiera el mejor amigo por el que lo había sacrificado todo. Bucky le sonrío con todos los dientes, la culpa quemándole el pecho con agonía.

-Te amo, punk. –le susurró, acariciándole los nudillos de la mano.

Bueno… ¿qué más da? Si iba a irse al infierno, mejor hacerlo con estilo.

-Yo también te quiero, Buck.

Steve nunca había dicho una mentira tan grande en su vida.

[…]

-Joder, ¡en verdad no se movía! Pensé que eran puras mentiras. –decía el pelilargo, con Steve colgado de su brazo mientras ambos caminaban por las calles del centro de Londres en la noche.

-No sé, Buck, me recuerda a ti cuando entras en modo ataque, con la cara aturrada como un limón. –se río el rubio, negando con la cabeza.

-Pero, ¿qué dices? Yo no estoy tan feo, Stevie, ¿o sí? Nah, no lo creo. Sino no me follarías. –le susurró el sargento al oído, sacándole un leve sonrojo al soldado.

-Vale, vale. Pero me sería útil si te quedases quieto y con la boca cerrada como ése tipo. Y si te vistieras igual de bonito, su uniforme molaba. –le dice, guiñándole un ojo.

El pelilargo nada más rodó los ojos, atrayendo a Steve más contra su costado y olvidándose del soldado de la Guardia Real que habían visto en su visita al Palacio de Buckingham. Bucky hundió la nariz en el pelo rubio de Steve, dándole un suave beso y perdiéndose en el aroma varonil del otro. Londres era una ciudad preciosa, pero no tanto como la sonrisa de su Steve. Bucky moriría cualquier día sólo para ver más seguido ésa sonrisa, Steve se merecía el mundo entero. Cuando sintió que Steve se ponía rígido entre sus brazos, se separó y alzó las cejas confuso.

- ¿Qué ocurre, Stevie? –preguntó, mirando el ceño fruncido de su amigo.

-Nada, es que… ¿qué son todos ésos coches de noticias pasando a cada rato? Ya vi varios pasar a nuestro lado. –le dijo el rubio, siguiendo con la mirada una camioneta del noticiario local. - ¿Crees qué…?

-Steve, no. Sé lo que vas a decir, y la respuesta es absolutamente no. Debemos mantener un perfil bajo. –Bucky se cruzó de brazos, mirando a Steve fijamente.

El rubio apretó los labios en una fina línea.

-¿Y qué tal si es una emergencia y necesitan ayuda? Venga, Buck… déjame al menos ver qué está pasando. –le pidió, con aquellos ojos tristones.

Bucky se llevó los dedos al puente de la nariz, un leve dolor de cabeza empezando a nacer desde allí. No había remedio con Steve, siempre metiendo las narices donde no le llamaban.

- ¡Vale, está bien! –cedió al final, echando la cabeza hacia atrás en señal de frustración. –Iremos a ver qué coño pasa y ya. No te vas a meter, Steve. Júrame por tu madre que no vas a hacer nada estúpido, ¿vale? –Bucky se escupió en la mano y se la ofreció a Steve.

El rubio suspiró, Bucky seguía cerrando sus promesas a la antigua. Sabía que iba a costarle no saltar a ayudar si veía a alguien en peligro, pero no podían exponerse. Y menos con el gobierno de Estados Unidos buscándoles por cielo, mar y tierra.

-Vale, lo prometo. –y dicho eso, Steve escupió en su mano y la estrechó con Bucky.

Ambos hombres se echaron a correr calle abajo, siguiendo al montón de coches de noticias que veían pasar a su lado hasta que llegaron a un edificio. Parecía un congreso de algo, pero Steve no pudo distinguir bien de qué cuando se detuvo a varios metros atrás, observando como un montón de reporteros atestaban la entrada con sus cámaras y micrófonos. El rubio suspiró tranquilo, a lo mejor se trataba de algún miembro de la familia real paseando por allí y no una verdadera desgracia.

-Hostia… no creí que fuésemos a toparnos con la realeza. ¿Crees que sea la reina o alguno de los príncipes? –preguntó el pelilargo, como un niño pequeño.

Steve sonrío porque le parecía tierno ver a Bucky con los ojos como platos, emocionado por cosas tan triviales como ver a un miembro de la realeza. Decidió tomarle un poco el pelo.

-Pues si es el príncipe Enrique, sí que me voy a poner a gritar. Es tan guapo con su pelo pelirrojo. –dijo de forma burlona, ganándose una mirada envenenada por parte del sargento.

Una pelirroja se asomó por la puerta, claro.

Pepper y su prometido, Anthony Stark, por supuesto.

Steve se quedó helado. No, ni siquiera helado. El rubio podría jurar que acababa de morir allí mismo, en ésa acera mojada y sucia en cuanto reconoció la melena castaña que se asomó entre el mar de cámaras y flashes. Cuando Pepper se acercó al genio para darle un beso en la boca, fue como si le hubiesen enterrado un puñal directo al corazón. Steve incluso pudo escuchar el “crack” que hizo su corazón cuando estalló en mil pedazos, rompiéndose aún más de lo que ya  estaba.

-Mierda… -susurró Bucky, en cuanto reconoció al hombre con gafas y abrigo elegante. De inmediato se acercó a Steve, cogiéndole de la mano e intentando sacarlo de ahí cuánto antes. –Steve, venga… vámonos.

El rubio no le escuchaba. El pulso atronándole los oídos le imposibilitaba el escuchar nada.

Steve nada más se quedó ahí parado, observando mientras los ojos lentamente empezaban a llenársele de lágrimas al ver como Tony se reía y esbozaba brillantes sonrisas para las cámaras. En su mente, Steve escuchaba sus gritos de agonía, se escuchaba gritándole a Tony para que se volviese a verlo, escuchaba su voz pidiéndole que le perdonara, le rogaba porque no le dejase solo de nuevo porque la vida sin él a su lado era un verdadero infierno. Pero visto de fuera… Steve nada más era un hombre, parado y con lágrimas cayéndole por las mejillas. Un cuerpo sin alma, un hombre al que acababan de arrancarle la última fracción de esperanza que le quedaba. Nunca en su vida sintió tantas ganas de correr y hacer daño a alguien, quería coger a la rubia del pelo y arrastrarla lejos de su Tony.

¿Su Tony?

¿Es que acaso estaba ciego?

Aquel no era su Tony. Y había dejado de serlo desde aquel día en Siberia, desde que él le había traicionado. Él mismo había provocado lo que tenía enfrente, él mismo había empujado lejos al hombre que más le quiso, el hombre que todo lo que intentó fue hacerlo feliz. Era su culpa, éstas eran las consecuencias de haberse dejado llevar por sus emociones. Tony era feliz, con una vida hecha lejos de él. ¿Con qué derecho venía a odiar a Pepper por suplantarle? No tenía absolutamente nada que hacer en la vida del castaño, no cuando él mismo destruyó el amor más puro y genuino que le habían dado en su vida. Un tirón en su brazo le trajo de vuelta a la realidad, y sólo entonces saboreó la sangre metálica en su paladar. Se había desgarrado el labio que apretaba entre sus dientes.

-Steve, por favor… vámonos. –le pidió Bucky, consciente de que esto iba a dejar a Steve y a su frágil estado emocional por el suelo. El progreso de cinco años, tirado a la mierda en menos de dos segundos.

Como si le hubiese llamado con los trozos destrozados de su corazón, Tony se volvió en dirección a la calle, justo donde sentía una mirada muy intensa sobre su persona. Y la visión de Steve Rogers casi le provoca un infarto ahí mismo.

Azul y café, mezclándose en una guerra muda.

Tony se quedó muy quieto, incluso se sacó las gafas para escudriñar más a aquellos dos hombres, levemente iluminados por una lamparilla a ésas horas de la noche. No podía ser… era imposible que aquel fuese Steve Rogers, el que alguna vez fue el intachable Capitán América. Cuando el rubio se sacó las gafas de aviador que llevaba y los ojos castaños de Tony se encontraron con los suyos azules, al castaño ya no le quedó duda alguna.

Ésos ojos…

Aquel hombre de barba descuidada y chamarra de piel era el mismo hombre al que alguna vez amó con toda su alma. El hombre al que seguía amando, pese al dolor de su traición. Sus ojos se deslizaron de la figura fornida de Steve al tipo de pelo largo y desgarbado que se aferraba a su brazo, el mismo asesino asqueroso por el que le habían cambiado. Y la ira estalló dentro de Tony al recordar lo que les había hecho a sus padres, al recordar que por culpa suya ya no tenía a la única persona que le dio significado a su vida alguna vez. Tony quiso correr hacia él y matarle a golpes, alejarlo de Steve para que dejase de tocarle con las manos llenas de la sangre de sus padres.

Podría haberle disparado con un rayo.

Podría haber llamado a los del FBI y los arrestarían a ambos en ése instante.

Podría llamar a S.H.I.E.L.D y hacer que los encierren.

Podría exponerlos enfrente de todos los medios.

El poder estaba en sus manos, Tony sólo debía decidir cuál era la mejor forma de vengarse de Steve Rogers y James Barnes. La ira, la decepción, los celos… todo se mezclaba en su torrente sanguíneo, como un veneno potente y mortífero que se regó a sus pupilas. Sonrío complacido cuando vio al rubio estremecer, cuando lo vio sufrir ante el odio encerrado en su mirada. Eso. Steve merecía sufrir, merecía pagar por lo que le había hecho. Y por la forma en que sus mejillas húmedas brillaban en la pálida luz, Tony supo en ése mismo momento la forma perfecta de causarle tanto daño como él se lo había hecho. Steve se las iba a pagar, con lo que más le dolía, le iba a hundir el puñal directo en el alma, así como él le había clavado el escudo aquel día.

Sin más, se volvió hacia Pepper, cogiéndola de la cintura y estampó sus labios contra los pegajosos de brillo labial de la rubia.

Los flashes le cegaron por un momento, pero cuando distinguió unas pisadas alejándose a toda velocidad calle abajo, el castaño sonrío.

Jamás en la vida perdonaría lo que Steve Rogers le había hecho.

Jamás.

[…]

-Vaya. Esto está rico, Bruce, tenías razón. –concedió la rubia, saboreando el sabor dulce del scone con jalea que comía en ése momento.

- ¿Qué te dije, Nat? Los británicos saben cómo hacer la hora del café más güay. –le devolvió el científico la sonrisa.

Ambos se pusieron de pie de golpe cuando las puertas del despacho en el que se encontraban se abrieron de par en par, estampándose contra la pared con un estruendo y dándole paso a un castaño vuelto una fiera, con el rostro enrojecido y al que poco le faltaba para echar humo por las orejas.

-Ustedes… -masculló, acercándose a grandes zancadas hacia donde la pareja se encontraba. - ¡Hijos de la gran puta! ¡Traidores!

-Eh, bájale a las malas palabras, Stark o te cerraré ésa boca sucia de un golpe. –le advirtió Natasha, que no toleraba que le faltasen el respeto.

-¡Venga! Estoy deseando que lo hagas, me vendría de puta madre vaporizarte en éste mismo instante. –le dijo el castaño, avanzando hacia ella de forma amenazante.

-Vale, ya basta. –Bruce avanzó, posándose entre ambos y separándoles. –Tony, ¿qué carajos te pasa?

Tony apretó las manos en dos puños. Sino supiera que Bruce podía transformarse en un moustro verde y furibundo, le soltaría un puñetazo justo en ése momento.

- ¿Quieres saber qué me pasa? ¿Por qué no se lo preguntas a tu noviecita? A mí parecer no se le han quitado sus mañas de espía… -escupió el genio con odio.

Bruce se volvió hacia la rubia, que nada más bajó la mirada. El doctor sintió una opresión en el pecho… no le tomó mucho darse cuenta de que Natasha había hecho justo lo que le había pedido que no hiciera. Negó con la cabeza, ¿por qué nadie le escuchaba? Él ya les había advertido que esto no iba a acabar bien.

-Ustedes sí que de verdad son increíbles… -Tony se río, de forma ácida y amarga. –Ahora ya entiendo porque querías tanto que viniera a Londres. Puedo esperármelo de Romanoff, a fin de cuentas, prácticamente nació mintiendo. Pero… ¿tú? ¿En serio, Bruce? De verdad creí que eras mi amigo…

Aquello le tocó las pelotas a Banner, que de inmediato empezó a temblar y cuya piel empezó a tornarse verdosa. Natasha entró en pánico y le cogió de la mano, mirándole a los ojos e intentando calmarle… no podían arriesgarse a que el otro sujeto hiciera aparición en éstos instantes, y menos cuando sus cabezas tenían precio.

-Vale, Tony, ¿y qué pretendías que hiciéramos? ¿Eh? Ustedes dos son unos egoístas de mierda al ponernos a todos a escoger bandos, sólo porque no pueden portarse como adultos y resolver sus diferencias…

- ¡Su maldito amigo mató a mis padres! ¡Escogió a ése asesino antes que a mí! Ya quisiera verte a ti, si te enterases de que Natasha mató a tus padres… ¡No puedo sólo ignorarlo, Bruce! –chilló Tony, las lágrimas cayéndole por las mejillas.

- ¡Pues tampoco nosotros! ¡Eres un alcohólico, por el amor de Dios! –gritó Bruce, su piel volviendo a tornarse verde por un instante. Tony retrocedió, en shock… no tenía idea de que Bruce lo sabía. El científico respiró hondo, intentando calmarse. - ¿Crees que no me doy cuenta? ¿Qué no siento cuando llegas apestando a alcohol al trabajo todos los días?

Tony negó con la cabeza.

-Eso ni siquiera viene a colación…

-No, que viene a colación, Tony. ¿Es qué no te importa nada? ¡Pueden quitarte a Peter! Es más, debería llamar a servicios sociales…

- ¡Tony! –chilló Natasha, cuando éste se abalanzó sobre Banner. - ¡Ya basta los dos! ¡Bruce, por favor! –pidió, aferrándose al científico que respiraba entrecortadamente, a duras penas conteniendo a Hulk en su interior.

- ¡No te atrevas a amenazarme con Peter, Banner! –le apuntó el castaño con el dedo. - ¡Ni se te ocurra…!

-¡Pues sí que lo hago! Eres un alcohólico, Tony… un borracho asqueroso que lo puso en riesgo. ¿O ya te olvidaste de la última vez? ¿Cuándo te lo llevaste sin permiso del orfanatorio? –le atacó Bruce, gruesas lágrimas empapando el rostro del castaño.

-Eso… eso no fue así y tú lo sabes, Bruce. No puedo creer que estés echándome eso en cara. –Tony empezó a temblar, sentía el pánico bullendo en su interior y la garganta reseca.

El silencio cayó en la habitación, tanto Banner como Stark arrepintiéndose de lo que habían dicho en los últimos cinco minutos. Natasha suspiró, siendo la primera en romper la tensión.

-Tony… somos tus amigos y nos preocupamos. No puedes pedirnos…

-Ustedes no son mis amigos… ya no más. No cuándo van detrás de mi espalda y hacen éstas mierdas. –el castaño se dio media vuelta, dándoles la espalda a ambos.

Natasha cerró los ojos, recordándose que no debía asesinar a Tony por más desesperante que éste se comportara.

-Están equivocados. Los dos están mal, y lo saben. Y yo y los demás ya no pensamos tolerarlo más, ya es suficiente de sus chorradas. Así que o se arreglan o…

La carcajada burlesca del genio la interrumpió.

- ¿O qué? ¿O van a darme la espalda? ¿Justo como lo han hecho en los últimos meses? Por favor, Romanoff. –Tony negó con la cabeza y se volvió hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad fuera. –Steve Rogers y yo no tenemos nada de qué hablar, él ya lo dejó todo en claro en Siberia. –se volvió, dirigiéndose hacia el escritorio y dejando el móvil que Steve le había dado sobre éste. –Ni se les ocurra volver a acercárseme… y les advierto, como los vea de nuevo, les juro que yo mismo los entregaré a los Estados Unidos. Ésos dos traidores no son nada para mí, y tampoco ustedes. Seguro y se van a darle la razón sólo porque es el puto Capitán América, el que nunca hace nada malo.

Y dicho eso, Tony salió de la habitación dando un portazo. Natasha y Bruce nada más pestañearon y no pasaron ni dos minutos antes de que Natasha cogiese el móvil de su chaqueta y marcase uno de los números pregrabados. Bruce se volvió a verla, incrédulo.

-No me lo puedo creer… ¿es qué acaso no viste lo que acaba de pasar? ¡Les advertí que esto no iba a ayudar en nada, Nat! –le recriminó, incapaz de comprender la persistencia de la agente por reconciliar a ambos ex vengadores. Banner nada más negó con la cabeza. –No pienso seguir con esto, Natasha.

-Vale, ya ayudaste lo suficiente. Si quieres ser un cobarde y huir como haces siempre, hazlo. Pero yo sí pienso hacer lo correcto. –le dijo la rubia, pasando a su lado y saliendo de la habitación.

- ¿Diga? –le saludó una voz seductora del otro lado de la línea.

-Strange, más vale que te vayas a buscar a Tony, todo se fue a la mierda. –Natasha se detuvo, cogiendo una bocanada de aire. –Ahora todo depende de ti, así que no la cagues.

Stephen Strange sólo atinó a rodar los ojos al otro lado.

¿Es qué nunca podían hacer nada bien sin él?

POV’s Steve:

-Ya, Stevie. Ya pasó, tranquilo. –le decía el pelilargo, sobándole la espalda a un rubio que todavía convulsionaba sobre el váter.

Steve se dejó caer a un lado, con el rostro enrojecido debido a la fuerza con que había estado vomitando los últimos minutos. La visión de Tony con Pepper, en la vida real y a escasos veinte metros de dónde él se encontraba en verdad le había puesto enfermo. Steve había pasado por guerra, dolor y pérdida… pero nada se comparaba al infierno desatado en su corazón, a la agonía que contraía su corazón, como un puñal invisible, que se hundía más y más hasta sacarle la última gota de sangre. Y él sabía que lo merecía, se merecía todo lo que la vida le estaba dando… pero eso no significaba que iba a ser capaz de soportarlo.

Por primera vez en su vida él, Steve Rogers, el gran Capitán América se hallaba ante una situación… una guerra la cual no podía ganar. No podía pelear contra Tony, ni tampoco odiarle. Ya era tarde para volver a aquellos días en que en verdad creyó que podía hacerle un daño físico al castaño, aunque mucho después le hubiese causado un daño emocional mucho peor siendo su “amigo.” Pensamientos incoherentes e informes cruzaban la cabeza del rubio a toda velocidad, mareándole y llenándole de pánico porque hacía mucho que había dejado de tener ésa clase de pensamientos… en los que él simplemente se desvanecía, salía del camino de todos.

Sacudió la cabeza, si se quedaba ahí en verdad iba a hacer algo estúpido.

-¿A dónde vas, Steve? No pretenderás salir a la calle en ése estado, ¿verdad? –le detuvo Bucky, mirándole con sus enormes ojos grises llenos de preocupación.

-Buck, sé que sólo quieres mi bien, pero… necesito estar solo. Al menos por ahora. –le dijo, viendo a Bucky estremecer ante el tono de voz tan sombrío con el que habló.

El ex Soldado del Invierno miró el rostro pálido de su amigo durante un largo minuto, el corazón haciéndosele bolita al ver los ojos cristalinos de Steve tan rotos. Y por un segundo, pensó en ir a buscar a Stark… pero no había caso, lo mejor era tratar de llevarse a Steve lejos ahora que ambos estaban en la misma ciudad. Bucky no iba a permitir que Steve cayera en el mismo estado casi catatónico en el que había estado aquellos primeros meses luego del último encuentro con el genio, no soportaría ver a Steve retorciéndose en el suelo de dolor y llorando día y noche sin cesar. No sólo el maldito de Stark sufría, todos habían perdido algo aquel día.

-No piensas ir a buscarle… ¿o sí, Steve? –le lanzó la pregunta, su rostro mortalmente serio.

Steve parpadeó, hasta ése momento ni siquiera había considerado la posibilidad de ir a buscar a Tony… y, francamente, en éstos momentos lo último que quería era verle. Al menos no con el perfume de Pepper impregnado en sus ropas y el brillo labial de la rubia regado en los mismos labios que alguna vez le pertenecieron. El súpersoldado negó con la cabeza.

-No. Sólo… iré a correr. Necesito aire fresco. –le dijo, sus palabras calmando al corazón ansioso del pelilargo.

Bucky se acercó y le dio un beso a Steve. El rubio se tensó, pero intentó corresponder lo mejor que pudo hasta que el recuerdo de Tony besándose con Pepper aguijoneó su mente, dejándole paralizado y forzándose a apartarse bruscamente, abrazándose a sí mismo para evitar temblar tanto. Bucky sintió que el nudo en su corazón se ponía más y más apretado… no estaba seguro de si el corazón destrozado de su amigo iba a sobrevivir a esto. Los ojos tormentosos de Steve poco a poco se llevaban lejos de sí a su amigo, y el pelilargo temía que, en el peor de los casos, no pudiese volver a encontrarle en medio de la tormenta.

-Ten cuidado, Steve… empacaré nuestras cosas. Creo que será lo mejor que nos marchemos de aquí cuánto antes. –soltó Bucky, esperando una protesta que nunca llegó.

-Vale, vuelvo en un rato.

Steve le dio un tímido beso en la mejilla al pelilargo y pasó de él, cogiendo una sudadera en el camino. Bucky nada más pudo ver en silencio como su amigo se alejaba, desmoronándose con cada paso que daba… el Steve al que tanto amaba, perdiéndose en el viento.

Y su corazón tembló.

[…]

Steve no sabía hacía dónde iba, pero tampoco le importaba. Los ojos llorosos ni siquiera le dejaban ver el camino, la suave llovizna que caía a ésas horas de la madrugada sobre la ciudad Londinense de poca ayuda para enjugar el dolor en su corazón. El rubio corrió, a todo lo que daban sus piernas, sin importarle si alguien le veía y notaba que claramente él no era como el resto de las personas. Y era cierto, él no era como el resto de las personas… Steve ya ni siquiera estaba seguro de si quedaba una persona en absoluto. Sólo era tristeza, odio en contra de sí mismo, decepción. El soldado se había convertido en la perfecta tormenta luego de que Anthony Stark rompiera los últimos trozos de corazón que le quedaban.

Steve se preguntó si era posible morir de desamor, morir a causa de un corazón roto. Y, a lo mejor no fuese una muerte física, pero sí emocional. Steve, cuyo espíritu había sido fuerte e indomable alguna vez… ya no estaba. No le quedaba nada, ni un corazón que latiera por vivir, ni un alma que luchara por lo correcto. Estaba hueco, nada más un cascajo roto y viejo de la persona que una vez fue, marchitándose lentamente sólo por no herir a quienes amaba. Steve pensó en una y mil formas… podría entregarse, lo meterían a prisión y se podriría ahí por el resto de su vida. Podría coger un jet, estrellarlo de nuevo y asegurarse de que ésta vez sí muriese. Arrojarse de un puente. Lo que sea… todo lo que quería, era dejar de sentirse tan perdido. Dejar de luchar una batalla en las que tenía todas las de perder.

El rubio se dejó caer, sus piernas cediendo después de tanto esfuerzo. Los pulmones le ardían y sentía el pecho a punto de estallar… se rodeó con ambos brazos, apretándose a sí mismo con fuerza. Era estúpido, Steve sabía que no había herida física, que no era como si Tony le hubiese apuñalado… pero el dolor emocional, las ráfagas de dolor azotándole la mente en ésos momentos eran tales que empezó a jadear por aire. Abrió los ojos como platos… hacía mucho que no tenía un ataque de asma, es más, el suero había eliminado su condición por completo. Pero aquí estaba, retorciéndose de atrás hacia adelante, sus pulmones ardiendo ante la falta de aire y sus brazos rodeando su torso, como si así fuese a evitar que el dolor le atravesara por la mitad.

El rubio cerró los ojos, con fuerza… pero todo lo que veía era ése beso, una y otra vez. Sentía como si un montón de avispas le hubiesen aguijoneado el cerebro, le ardía la cabeza y no podía concentrarse en un solo pensamiento, todo a su alrededor era un caos. Las luces, la voz de las personas, las risas, el olor a cerveza rancia de los bares a ésa hora… todo era un torbellino golpeándole, empujándole más y más profundo en ése abismo que lo engullía, tomando todo de él y rompiendo al hombre que alguna vez pudo con todo. Tony Stark… era su verdugo, la tormenta que le destrozaba de adentro hacia afuera, el infierno vivo ardiendo dentro de sus pulmones y matándole en vida. Steve lo tomó, porque lo merecía. Merecía sentirse aturdido, confundido y con ganas de morir… y quizá, sólo quizá… su deseo se hiciera realidad.

- ¿Steven? –distinguió una voz a lo lejos. Se quedó rígido… ¿había escuchado bien o sólo estaba alucinando? - ¿Steven Rogers? –volvieron a hablarle, un grueso acento británico.

El rubio alzó la vista lentamente, sus ojos rojizos e hinchados topándose con dos orbes cristalinos, casi glaciares sobre él. Steve parpadeó, despejando las lágrimas y tratando de enfocarse. Miró a su alrededor… una mujer hablaba por el móvil, varios grupos de amigos estaban afuera en los bares y la vida seguía su curso sin detenerse ni un segundo por su martirio. La vida no perdona, ni la muerte tampoco se olvida. El rubio volvió la vista al hombre alto y pálido, de pelo negro rizado que le miraba fijamente, poco consciente de la imagen tan lamentable que tenía en aquel momento.

-Es Steve… ¿cómo sabes mi nombre? –susurró, manteniéndose sereno pese a que habían descubierto su identidad. - ¿Vas a entregarme a las autoridades?

El hombre sonrío. Una sonrisa pequeña y tímida, que no hizo sino apaciguar un poco al rubio. Al menos no tendría que intentar huir para escapar con Bucky. A él podían hacerle lo que sea, pero no iba a arrastrar a su amigo con él al hoyo.

-Me temo que no soy muy fan del gobierno americano por el momento. –el sujeto estiró una mano, cubierta por un guante de cuero. –Mi nombre es Sherlock Holmes, y me gustaría invitarte a un trago. Te ves cómo alguien que podría usar un buen vino tinto.

Steve observó la palma de aquel hombre. Sabía que era un prófugo de la ley, sabía que debía regresar al hotel con Bucky para no preocuparle, sabía que el alcohol no haría nada por él y también sabía que debían regresar a Wakanda donde estaban seguros. Pero en ése momento, a Steve no le importaba nada. Ni su vida, ni lo que fuera de él ni lo que podrían llegar a hacerle los federales si le pillaban. En aquel instante, todo lo que Steve quería era salir del callejón mugriento y apestoso en el que estaba, beber un trago como cuando era nada más Steve Rogers y olvidarse de que tenía todo el interior destrozado.

-Qué sea un bourbon… -le dijo, cogiendo el guante frío del hombre que le ayudó a ponerse de pie.

-Por supuesto, mi buen hombre. Venga, conozco el lugar indicado. –le dijo aquel hombre, su marcado acento recordándole mucho al de Peggy.

Pobre Steve, poco sabía que la vida no había acabado con él todavía.

POV’s Tony:

-Entonces… dices que tu ex está aquí y lo viste ésta tarde, ¿cierto? –preguntó cierto doctor, sus ojos color hielo examinando cuidadosamente al castaño frente a él.

-Él, su soldadito lisiado y toda la pandilla de traidores… los odio a todos. –masculló el genio, bebiendo el vaso de vino de un golpe. –Tú no estás metido en el ajo también, ¿o sí, Strange? No te me haces de los que se prestan para ésas mierdas…

-Tus pleitos con tu ex no son cosa mía… pero sí el que estés bebiendo. Sí sabes que puedes tomarte todo el alcohol del mundo y el dolor no se irá, ¿verdad? De hecho, sólo vas a empeorarlo todo. –Strange intentó razonar, más sabía que la mente alcoholizada de Tony no entendía de razones en éstos momentos.

-Hola, me llamo Tony Stark y soy un experto en comportamientos autodestructivos, ¿dónde has estado los últimos cinco años? –le dijo de forma ácida, rodando los ojos y sirviéndose torpemente otro vaso de vino.

Stephen nada más suspiró, internamente verdaderamente dolido de ver al castaño así. Aunque por fuera él fuese serio y falto de emociones, en el tiempo que tenía de conocer al millonario y de ver cuán parecidos eran, Stephen en verdad había terminado tomándole cariño. Tony sólo quería cariño, a fin de cuentas, y aunque él hubiese deseado que lo suyo hubiese sido suficiente para que el castaño se quedara a su lado, eso no cambiaba el hecho de que seguía preocupándose mucho por Stark y el camino tan oscuro por el que vagaba desde la partida del ex Capitán América. El moreno se acomodó en su asiento, consciente de que las dos personas que esperaba acababan de entrar al bar… debía apegarse al plan.

-Tony, no soy tu jefe ni nadie para decirte cómo vivir tu vida, pero… creo que cuando terminas en la cárcel por secuestro de menores, quizá es tiempo de poner la botella a un lado. –le dijo el doctor, sabiendo perfectamente que cierto rubio escuchaba a sus espaldas.

- ¿Quieren dejar de decir que secuestré a Peter? ¡No fue así como pasó! Nada de lo que dijeron en los putos noticiarios fue lo que pasó… -el castaño arrastró las palabras, su voz rota a causa del nudo en su garganta.

Strange alzó las cejas, confuso. No tenía mucho conocimiento de en qué había andado metido el genio en los últimos meses.

- ¿Quién es Peter? –preguntó, una silla a sus espaldas revolviéndose incómodamente.

-Es el niño al que Steve y yo salvamos…el niño que adopté. –susurró suavemente, sus palabras descolocando por un segundo al hechicero.

Los ojos castaños de Tony se encontraron con los glaciares de Strange, y sólo entonces Stephen supo cuán roto estaba Tony… cuánto dolor cargaba dentro de sí y, también, supo que quizá ya no tuviese arreglo. Que quizá era demasiado tarde, aunque el solo pensamiento de esto le asustara en lo más profundo de su ser.

-Era insoportable… -habló el castaño, sus ojos perdiéndose en la lejanía de sus recuerdos. –El dolor, era insoportable. Estaba solo, era mi cumpleaños y Pepper me dijo la noche anterior que no quería verme más. Así que empecé a beber… y bebí y bebí y bebí, hasta muy tarde. Y me alisté, preparé todo y salí a la calle. Tenía un plan y estaba listo.

Stephen se puso rígido, las palabras de Tony sentándole pesado en el estómago.

- ¿Plan? ¿Un plan para qué? –preguntó, no muy seguro de querer escuchar la respuesta que ya sabía de antemano.

-Suicidarme… ése día estaba listo para acabar con todo. Lo venía pensando desde hacía meses, casi desde el día en que Steve me dejó. Consideré todas mis opciones… un tiro a la cabeza, ahorcamiento, electrocución… -Stephen estiró la mano, apretando la de Tony para que se detuviera, le dolía escuchar al genio decir que iba a tomar su vida. –Y ése día, en medio de mi borrachera, decidí arrojarme a las vías del tren. Así que salí en pijama rumbo a la colina a la que mi madre me llevaba cuando era pequeño para ver los trenes pasar. Iba a ir, a sentarme y a esperar el tren de las 8:05 de la mañana… ni siquiera iba a doler. Una vez leí que cuando un tren arroya una persona, el impacto es tan fuerte que tu ropa sale volando por todas partes…

-Pero no lo hiciste… ¿cierto? Estás aquí… -Stephen volvió a apretar la mano del castaño, ésta vez con más afecto y temeroso de romperlo ante el más mínimo roce.

-Cuando iba de camino por la calle, vi a una mujer con un coche y un bebé y… sé que esto va a sonar a locura, pero en ése momento recordé al niño que Steve y yo habíamos adoptado. Y…  y en ése momento, todo lo que quería era cargarlo, abrazarlo. Despedirme de él antes de irme, porque ése pequeño tenía algo… sus ojos, la forma en que solía mirarme, como si yo fuese la mejor cosa de éste mundo y no una mierda…

Stephen sintió como su corazón se contraía más y más con cada nuevo torrente de palabras que salía de la boca del castaño. Y lo que más dolía, era ver sus mejillas humedecidas por las lágrimas que no dejaban de caer de sus ojos… unos ojos cansinos, unos ojos rotos. Stephen no tenía a Tony enfrente, tenía a un hombre muerto en vida. Un hombre que caminaba, se movía y pretendía vivir, pero cuyo interior estaba hecho polvo. El doctor se preguntó si quedaba algo, aunque sea una mínima ceniza del Tony que alguna vez conoció, arrogante y juguetón… porque el hombre que tenía delante, era nada más un montón de peso muerto, depresión y miseria.

-Entonces fui al orfanatorio donde le dejé, todavía recordaba donde quedaba. Estaba seguro de que no iba a poder verle, de que ni siquiera iba a pasar de la entrada tambaleándome de borracho como iba. Pero… cuando llegué, no sé porque, fui a la parte trasera y una de las enfermeras estaba ahí. Con Peter, estaba jugando en el patio con él, a lo mejor intentando que se durmiese…

“Eres un niño muy lindo, ¿lo sabías, Petey-poo? ¿Quién es un niño lindo? ¡Tú! Sí, tú, pequeñín”

“¡Rachel! ¡Ven un momento, por favor!”

“¡Vale, voy! Espérame un momento, ¿sí, Petey-poo? Ya vuelvo, guapo.”

-Vi que la enfermera corrió dentro del edificio y vi mi oportunidad… a cómo pude me salté la rejilla, me caí y me lastimé el brazo. –Tony acarició su antebrazo con los dedos, justo donde estaba la cicatriz de aquel día. –Me caí varias veces, pero… de verdad quería cargarlo. Era todo en lo que podía pensar y cuando llegué y me acerqué… recuerdo que me miró con sus enormes ojos avellana. No lloró, era como si me reconociera. Y en ése momento… todo lo que sentí, fue paz. Mi mente seguía borrosa, pero… el dolor se detuvo, al menos por un segundo.

“¡Petey-poo! ¡Ya vol…! No… ¡No! ¡¿Peter?!”

“¿Rachel? ¿Qué ocurre? ¿Estás…?”

“¡El bebé no está! Peter… se llevaron a Peter. ¡Llama al 911!”

“Madre mía, ¡alerta a las demás! ¡Qué revisen el vídeo de seguridad!”

-Sin darme cuenta, empecé a caminar… quería llevarlo a la colina para ver los trenes un rato, estar en su compañía sólo un poco más. Caminé, no sé bien ni cómo, pero… conseguí llegar a la colina sin tropezarme. Y me senté ahí, con la brisa y ése pequeño en mis brazos. Y nunca sentí tanta paz, él nada más me miraba, de vez en cuando apretaba mi dedo en su manita… hasta que alertaron a la policía de un hombre en pijama con un crío y llegaron a donde estábamos, para cogerme…

“¡Quieto! ¡Aléjese del menor!”

“Espere… Rachel, ¿ése no es…?”

“¡Señor Stark!”

“Señor Stark… ¡¿Qué cree que está haciendo?! ¡Suelte al niño!”

“¡Dejé al menor en el suelo y retírese, Stark!”

“Anthony, por el amor de Dios, ¡por favor, devuelve a Peter!”

-Hice lo que me pidieron… dejé a Peter en el suelo y retrocedí, y entonces dos oficiales se me abalanzaron encima, tumbándome sobre el suelo a un lado de Peter. Sólo entonces empezó a llorar… cuando me hicieron daño. Creo que fue ahí cuando supe que necesitaba a ése pequeño en mi vida. –Tony jugueteó con el vaso semi vacío, sonriendo de forma melancólica. –Obviamente con mi historial psiquiátrico, mi depresión y ansiedad y demás mierda, todos creyeron que iba a matarnos a los dos, lo cual es una soberana idiotez. Pero nadie me escuchó, ¿por qué habrían de hacerlo? Yo nada más soy Tony Stark, borracho asqueroso cuya palabra no vale nada…

Stephen no pudo evitarlo, empezó a llorar. Ver a Tony así, en ése estado, imaginárselo en pijama y con un bebé en brazos, tambaleándose por las calles de Nueva York y apestando a alcohol… era una imagen que ciertamente le rompía el corazón. Tony negó con la cabeza, pasándose el dorso de la mano por la nariz y soltando una carcajada temblorosa, que más bien se asemejaba a un graznido.

-No pasó mucho antes de que Rhodey viniese a buscarme, para llevarme a rastras a un centro de rehabilitación en donde me atascaban de drogas y terapias grupales. Como ves, no ayudó para una mierda… nada más me enseñó a disimular mejor, a mentir mejor. Ocultar mi dolor mejor. Cuando salí de ahí, regresé a mi empresa, regresé con Pepper, me mantuve sobrio lo suficiente para conseguir la custodia de Peter… y aquí estoy. De vuelta en el hoyo, viviendo una vida de mierda nada más por ése pequeño… -Tony bebió los últimos restos de vino en su vaso.

-Tony, yo… no sabía. Lo siento muchísimo. –fue todo lo que pudo decir Strange, el nudo en su garganta apenas y dejándole hablar.

Tony negó con la cabeza, y se miró los brazos los cuales había extendido a forma de que simulaba que cargaba a un bebé. Strange no pudo más, un pequeño sollozo escapó de sus labios al ver a su Tony así, porque le quería… y quería que estuviera bien, pero el castaño no podía estar peor. En verdad, Tony estaba roto más allá de lo que algún ser humano podría soportar, el doctor ni siquiera comprendía como es que el genio seguía vivo y siendo capaz de resistir tal grado de dolor emocional sin perder la cabeza o darse un tiro.

-No iba a lastimarlo… Yo jamás lo lastimaría, nunca haría algo que pusiera su vida en riesgo. Sólo quería abrazarlo… -susurró el castaño, bajando la mirada y viéndose las manos temblorosas. –Tú me crees, ¿verdad, Strange? Yo jamás le haría daño a mi pequeño Peter…

Strange negó con la cabeza, y sin más cogió a Tony entre sus brazos. Sabía que era una pésima idea, ya que sus sentimientos hacia el castaño sólo empeorarían, pero no podía seguir viendo a Tony desmoronarse enfrente suyo y quedarse con las manos quietas. El doctor depositó un beso con cariño en la sien de Stark, que se sacudía entre sus brazos y sollozaba contra su pecho, empapándole la ropa con sus lágrimas. El pequeño Tony… que nada más quería cariño y temía estar solo. Nunca antes Tony le había parecido más niño, más vulnerable e inocente.

Y un par de mesas más atrás, un rubio les hacía silenciosa compañía.

Steve no podía creer lo que acababa de escuchar. Decir que en ése momento se odió a sí mismo más que nunca, sería quedarse corto. El ex soldado sólo podía ahogar sus sollozos contra su mano y llorar en silencio, su corazón contrayéndose de dolor ante el relato del castaño. Jamás se imaginó que su partida y su traición afectarían tanto a Tony, hasta el punto de empujarle a un grado tan grande de dolor emocional, que acabaría por resolver que era mejor quitarse la vida antes que seguir viviendo con un corazón roto. Sherlock miraba atentamente al rubio, tendiéndole un pañuelo y dándole pequeñas palmadas sobre el hombro, sintiéndose verdaderamente mal por aquellos dos hombres cuyos corazones se encontraban tan cerca y a la vez tan lejos.

-En fin… -volvió a hablar Tony, sorbiendo por la nariz y apartándose de Strange. –No puedo decir que de toda ésta mierda no ha salido nada bueno. Al menos tengo a Pete, y eso es suficiente para mantenerme en pie.

-Exacto, y por ése pequeño deberías dejar de beber, Tony. Sabes que te necesita, no le vas a servir si te da un coma etílico. –le advirtió el doctor, no muy feliz de ver a Tony bebiendo.

-Bueno, tampoco le sirvo mucho ahora, roto y sufriendo por alguien que ni me quería, ¿cierto? –le dijo Tony riendo, y fui entonces que Steve se volvió, porque escuchar aquello se había sentido como una patada a las bolas. - ¡Hey, hombre! ¿Puedes traerme otra botella, por favor? –llamó Tony al bartender, que limpiaba un par de vasos a ésa hora.

El muchacho frunció el ceño y se acercó, reconociendo a Tony al momento y sintiendo un enorme desagrado: Por culpa de ése hombre, su ciudad natal de Sukovia había volado en pedazos. Trató de componer su mejor cara en cuanto se acercó al genio, cuyo olor a vino era palpable incluso a la distancia.

-Disculpe caballero, pero no puedo venderle más alcohol. Es evidente que se encuentra muy intoxicado y el dueño tiene estrictas reglas de no servirle tragos a alguien en su estado. –explicó, sintiéndose nervioso cuando Tony nada más le miró y enarcó una ceja.

-Mira niño, ¿tienes idea de quién soy yo? –dijo, poniéndose de pie y apuntando al chico en el pecho.

Strange se puso de pie, apoyando una mano en el hombro del millonario para contenerle, cosa que tuvo un efecto contraproducente porque Tony se sacudió su agarre de una manotada. Es obvio que el resentimiento y el despecho, mezclados con enormes cantidades de vino ya estaban haciendo efecto en el castaño, su cabeza palpitando con la ira que sentía en contra de Steve Rogers en ése instante. Tampoco ayudaba el hecho de que el bartender fuese rubio, una característica que sólo aumentaba la cólera de Stark.

-Venga, Tony… ya has bebido suficiente. –le dijo Strange, rodeándole con cariño.

Se escuchó un vaso estallar, era el vaso de bourbon que Steve sujetaba hacía unos momentos. El bartender se volvió a ver al hombre de gorra y barba que miraba la escena, su mandíbula tensa más Tony le tomó del cuello de la camisa, atrayéndole hacia sí mismo y mirándole con ojos nublados de embriaguez y dolor.

-Soy Tony jodido Stark y yo decidiré cuando he tenido suficiente… -arrastró las palabras el castaño, tambaleándose un poco, la ira bullendo en sus venas.

-Steven, por favor guarda la calma. –le susurró Sherlock al rubio, que estaba prácticamente apuñalando al doctor con la mirada en ésos momentos.

-Tony, por favor… -empezó Stephen, y por algún motivo, aquello fue la gota que colmó el vaso del inestable castaño.

- ¡Vale! ¿no quieren servirme más? ¡De puta madre! ¡Iré yo mismo a por mí jodido vino! –chilló el genio, pero cuando pasó por el lado del bartender, éste le cogió el brazo.

Y todo se fue a la mierda, en menos de un parpadeo.

-Señor, no puede…

- ¡No me toques, imbécil!

- ¡TONY! –rugieron dos hombres al mismo tiempo, cubriéndose del montón de cristales que estallaron por todos lados.

Sin ser consciente de ello, Tony había activado el rayo de Iron Man que siempre cargaba en su reloj de muñeca y, borracho como estaba, lo había disparado hacia el montón de botellas detrás de la barra, causando un enorme desastre. Los chillidos de horror no se hicieron esperar, y justo cuando Tony se preparaba para lanzar otro rayo en medio de insultos hacia el servicio del bar, Steve se abalanzó sobre él, tumbándolo al piso en medio de un montón de vasos y copas que se hicieron añicos.

- ¡Tony, basta! –rugió el rubio, cogiéndole la cara al genio para que le viese a los ojos. Tony parpadeó, totalmente fuera de sí. - ¿Por qué estás haciendo esto, Tony? ¿Por qué estás bebiendo otra vez? –Steve sintió como el nudo en su garganta cedía y su voz se rompía al igual que las botellas hacía sólo unos minutos.

Tony parpadeó, desorientado. Pero, aunque su cerebro estuviese alcoholizado y lento para funcionar, reconocería ése par de ojos azul zafiro en donde sea que los viese. De inmediato gruesas lágrimas empezaron a rodar por las mejillas pálidas del genio, al hallarse en los brazos del mismo hombre que le había destrozado, justo como aquel día en medio del frío y la nieve.

- ¿Steve…? –preguntó, pero en realidad sonó más como Steeb debido a lo borracho que estaba. - ¡Traidor de mierda! ¡Mentiroso! –empezó a chillar, golpeando patéticamente el pecho del rubio. Steve se quedó quieto, nada más contemplando al hombre tan roto que tenía enfrente, hasta que Tony se calmó y en lugar de eso empezó a sollozar, desgarrándole más por dentro. –Me dijiste que me querías… y luego te fuiste… todo fue puras mentiras…

-Tony, yo no…

Steve no pudo concluir porque en ése momento, el castaño empezó a convulsionar. Un puñado de sangre salió disparado de su boca, directo al piso y luego nada. Tony se quedó quieto en los brazos de Steve, pálido y con un hilillo de sangre bajándole por la barbilla. En ése momento, fue como si el mundo se hubiese detenido para Steve, el pánico, terror puro apoderándose de su ser en cuanto el reactor en el centro del pecho del genio se puso de color rojo.

-¿Tony? No… ¡Tony, despierta! ¡Tony! –chilló el rubio, sacudiendo el cuerpo lánguido del castaño. -¡Llamen a una ambulancia, por favor! Dios mío, Tony, por favor… no me dejes… -suplicó el mayor, sus labios temblorosos con cada palabra.

-Una ambulancia jamás llegará a tiempo… después de ti. –le dijo el hombre que antes había abrazado el castaño, moviendo las manos y abriendo un círculo de lucecitas en medio del bar.

Steve parpadeó, despejando las lágrimas y observando como en el interior del círculo se veía el interior de un hospital. Luego se volvió a ver al hombre de barba, cuyos ojos glaciares eran idénticos a los de Sherlock. Strange rodó los ojos, con fastidio.

-Stephen Strange, maestro de las artes místicas. Ahora, ¿quieres mover el culo, por favor? –le dijo, irritado y señalando el círculo que había abierto hacía minutos.

Steve no estaba muy seguro de poder fiarse de ése hombre que era idéntico a Sherlock y, que encima, había estado manoseando a SU Tony hacía no mucho. Al ver el rostro pálido del genio, Steve nada más apretó los labios y cogiendo a su amado, caminó hacía el portal que Strange había abierto.

No se perdonaría fallarle a Tony una segunda vez.

[…]

- ¿Café? – preguntó aquel hombre, trayendo al rubio devuelta al presente.

Steve nada más parpadeó y cuando miró su mano derecha, ya tenía un vaso desechable lleno de aquel líquido humeante. Se volvió a ver al… bueno, ni siquiera recordaba qué le había dicho que era. A lo mejor algo parecido a Loki.

-Negro, con una de azúcar, ¿verdad? –siguió con voz profunda el hombre de ojos glaciares.

-Gracias. –dijo secamente el rubio, bebiendo un poco.

El rubio se volvió a ver el reloj en la pared, luego hacia abajo al pasillo donde varias enfermeras y doctores iban de aquí hacia allá en un vaivén continúo. Hacía ya casi hora y media que se habían llevado a Tony a la sala de emergencias, Steve no sabía cuánto tiempo más iba a poder quedarse sentado en ésa sala de espera sin perder la cabeza… necesitaba saber que Tony estaba bien, que estaba sano y salvo y no en un coma etílico por causa suya. Suspiró, necesitaba saber, necesitaba desquitarse su frustración con alguien y si no decía algo, el ardor en su pecho iba a terminar destrozándole si es que quedaba algo más por destrozar.

- ¿Por qué no me lo dijeron? –susurró, volviéndose a ver a Strange que leía un libro de lo más tranquilo. Aquella calma irritó sobremanera a Rogers. - ¿Quisieras tener algo de decencia y, al menos, fingir que te importa una mierda?

Stephen suspiró y rodando los ojos, cerró aquel libro que desapareció en el acto y se volvió a encarar al rubio con su mirada glaciar. El desagrado entre ambos hombres era mutuo, Stephen quería enviar al rubio muy lejos de Tony, a una dimensión horrible en donde ya no pudiese hacer más daño al castaño. Él mejor que nadie sabía toda la pena que Tony había pasado en los últimos años por causa de Steve Rogers, todas las noches que el genio había pasado en medio de copas, lágrimas y pensamientos tormentosos. Y Stephen ya no estaba para tenerle paciencia a Rogers, entendía que Tony le quisiera, pero él no le debía ni respeto ni compasión al rubio.

-Perdona, no se nos ocurrió llamar al tipo que le empujó a volver a ser alcohólico en primer lugar. Eso hubiese sido de muchísima ayuda. –espetó, su voz dura e inquebrantable.

Rogers tensó la mandíbula, el tono de Strange tocándole las pelotas.

-Yo no fui el que estaba con él en un bar. –masculló, apretando un poco el vaso desechable, la ira empezando a bullir en su interior.

-No, por supuesto. Tú sólo lo abandonaste y dejaste casi muerto, solo, en medio del hielo. –se cruzó de brazos el otro.

Aquello fue la gota que rebalsó el vaso del rubio, que se puso de pie en ése instante, cogiendo a Strange de la camisa y alzándolo a su altura. El otro no se inmutó ni un poco, incluso, esbozó una sonrisa socarrona.

-Tú no sabes nada… -masculló Steve, sus ojos oscureciéndose con la pena y el rencor hacia sí mismo que sentía dentro. –Ni siquiera sé que pintas aquí, es obvio que Tony no te importa una mierda.

- ¿Qué pasó con el señorito correcto-y-no-digo-malas-palabras? –Strange desapareció entre las manos del otro, sólo para volver a aparecer a sus espaldas. –Pues a mí sí que me importa Tony, yo fui quién le consoló y le dio cariño cuando tú le dejaste. Yo fui su amante, y créeme que fácilmente le hacía olvidarse de ti.

Ante ésas palabras, Steve se volvió a ver al doctor con los ojos como platos. ¿Amante? ¿Aquel tipo había dijo amante? El rubio sintió que sus piernas flaqueaban y no tuvo de otra más que sentarse, mareado y con el estómago hecho un nudo. De verdad esperaba de corazón que aquello no fuese lo que él estaba pensando, o de lo contrario su mullido corazón acabaría por desaparecer.

- ¿Q-Qué quieres decir con eso? ¿Qué hay de Pepper? –preguntó, confuso y con todo dándole vueltas.

-Venga ya, ¿cuántos años tienes? Te portas como un crío. –el otro rodó los ojos, exasperado. No podía entender porque Tony querría a un idiota tan infantil como Rogers. –Sabes a lo qué me refiero. ¿Y qué pasa con Pepper? Va a casarse con Tony, ¿no?

Steve negó con la cabeza, su cuerpo entero rechazando aquella idea.  Se volvió a ver a Strange, sus ojos llameando con ira. Se puso de pie, acercándose de nuevo al otro que no retrocedió ante la cercanía.

-Aléjate de Tony… o juro que te mataré con mis propias manos. –masculló de forma sombría, los celos junto con el desprecio mezclándose en sus venas como pólvora.

Stephen soltó una carcajada burlesca.

- ¿Me estás amenazando? ¿En serio? Por favor, Rogers, no seas patético. ¿Con qué derecho vienes a decirme que me aleje de Tony? Él tiene su propia voluntad y puede decidir con quién estar y con quién no. –Stephen se acercó al rubio, inclinándose sobre su oído y susurró: -Y por lo que sé, a ti no quiere verte ni en estampita. Así que, ¿por qué no nos haces un favor a todos y te regresas al iceberg de dónde nunca debiste de haber salido?

Steve se estremeció, sus ojos inconscientemente aguándose ante las palabras del otro. No porque le doliese lo qué dijo… sino porque tenía razón. Todo lo que había causado en la vida de Tony eran desgracias, incluso, el castaño estuvo a punto de tomar su propia vida por causa suya. ¿Con qué cara venía a pedirle a sus amigos que le dejaran en paz? Él era quién se había marchado, quién le había herido… no tenía nada qué hacer aquí. El sonido de pasos aproximándose a ambos le hizo espabilar, ambos hombres apartándose del otro y retomando la compostura.

-Strange. –saludó aquel hombre, de cabello negro brillante, ojos verdes y barba de días. Steve rodó los ojos, ¿es qué acaso estaba pintado?

-Richards, un placer verte de nuevo. ¿Cómo está Tony? –preguntó, mientras que el doctor revisaba un par de notas en una tabla.

Steve sentía que su corazón martilleaba con fuerza, temeroso de lo peor. “Tony va a ponerse bien. Tiene que ponerse bien” pensaba, tragando grueso y pensando en un pequeño de ojos avellana… no se perdonaría nunca si Peter llegaba a perder a su padre por su culpa.

-Tú novio va a estar bien, Stephen. Ahora está durmiendo, tuvimos que hacerle un lavado de estómago para eliminar el alcohol de su sangre y usar un poco de insulina. –explicó, sin apartar los ojos de sus notas.

-Tony no es su novio. –masculló Steve, sin poder evitarlo.

Stephen se volvió a verlo, enarcando una ceja.

-Ni tú tampoco, si mal no recuerdo eres su ex. Y es Pepper quién va a casarse con él. –le espetó, sonriéndole de ésa manera que a Steve le hacía crispar los puños.

El doctor Richards carraspeó, ajeno a la tensión entre su amigo y el tipo rubio. Ambos se volvieron a verle, esperando el resto del diagnóstico sobre la salud del castaño.

-En fin, tuvo mucha suerte, un poco más y no creo que un simple lavado de estómago hubiese sido suficiente. –dijo, y ante aquello ambos hombres se tensaron. –Debo advertirles que el Señor Stark debe hacer un cambio drástico respecto a su consumo de alcohol, su hígado está muy maltratado y corre el riesgo de desarrollar cirrosis. Además, por la cuestión del reactor en su pecho, sus posibilidades de sufrir un paro cardíaco o respiratorio aumentan considerablemente.

Steve sintió que un escalofrío le recorría la espalda… tenía que asegurarse de que Tony dejase de beber, aunque tuviese que arrastrarlo a un centro de rehabilitación él mismo.

-Pero… él va a ponerse bien, ¿verdad? Si se mantiene sobrio, ¿va a estar bien? –preguntó el rubio, sus ojos acuosos y su voz preocupada.

-Por supuesto, siempre y cuando dejé de beber. –le aseguró, con un leve asentimiento.

El silencio cayó sobre los tres, cada quién ensimismado en sus propios pensamientos. Steve sólo podía negar con la cabeza, sin comprender porque incluso teniendo a Peter, Tony se había dejado arrastrar por el alcohol nuevamente. Tenía que hacer algo, ayudar… no podía sólo quedarse oyendo que la salud del castaño peligraba, necesitaba hablar con Tony, a lo mejor… él podría hacerle entrar en razón. Tenía que intentarlo.

-Doctor Richards… -interrumpió, los ojos verdes clavándose en los suyos azules. - ¿Dónde está Tony ahora? ¿Está consciente?

El doctor revisó algo en su tabla de notas.

-Hmm… pues al parecer, no. Se encuentra sedado en éste momento, ¿por qué? –preguntó, sus ojos deslizándose a Strange que apretaba la mandíbula y negaba con la cabeza.

-¿Podría decirme en qué habitación se encuentra? Me gustaría estar ahí cuando despierte. –Steve casi rogó, la desesperación palpable en su voz.

Stephen nada más le miró… sabía que Tony no querría ver al rubio, que la presencia de Rogers sólo le alteraría más de la cuenta y quién sabe qué consecuencias traería luego para el castaño. Aunque hubiese aceptado ayudar a Natasha, al final del día, él no les debía nada ni a ella ni al resto de los ex vengadores. No tenía por qué dejar que Steve volviese acercarse a Tony, sin embargo… también era consciente del sufrimiento del castaño y que, a pesar de sus esfuerzos, Tony jamás iba a olvidarse del amor que le tenía a Steve Rogers. Y contra eso, ni él, ni Pepper ni nadie podría hacer nada. Ésos dos se amaban, y estaban destinados a estar juntos. Él mismo lo había visto en las realidades alternas, en los posibles futuros que había revisado cuando quiso ver sus posibilidades de estar con Tony.

Con un suspiro, asintió en dirección a Richards, dándole a entender que era lo mejor que Rogers y Tony hablasen de una buena vez.

-Está en la habitación 213…

El doctor ni siquiera había terminado de hablar, cuando Steve le pasó de largo, dirigiéndose al encuentro de su castaño. Con un suspiro y cerciorándose de que no hubiese nadie cerca, Richards hizo uso de sus poderes y estiró su brazo hasta alcanzar a Steve, que se volvió, confuso.

- ¿Qué diablos…? –el rubio se cortó, al ver el brazo largo y, aparentemente, elástico colgado del suyo. –Madre mía…

-Capitán Rogers, he de advertirle que la salud del Señor Stark aún es frágil, así que le sugiero medirse cuando esté cerca de él. No debe alterarse por ningún motivo, ¿he sido claro? –le dijo Reed de manera firme, sin apartar sus ojos de los del rubio.

Aquello molestó a Steve sobremanera, ¿en verdad creía que iba a hacerle daño al castaño? Se sacudió el agarre de Richards de encima antes de volver a retomar su camino sin decir ni una sola palabra. Reed soltó un suspiro y se volvió a ver a su colega y buen amigo, Stephen Strange.

-No sé en qué andes metido, Strange, pero no creo que haya sido buena idea dejarle pasar. Se le ve muy alterado… y éste es un hospital privado, mis demás pacientes no están para melodramas. –le advirtió enarcando una ceja.

-Lo mantendré bajo control, lo prometo. –y dicho eso, Strange abrió otro de sus portales y desapareció en él.

Reed volvió a suspirar y siguió con lo suyo, mientras que Steve tomaba el elevador y se dirigía al segundo piso, mirando de reojo a la mujer en silla de ruedas que cargaba a un recién nacido entre sus brazos y a su sonriente marido a su lado. El corazón se le contrajo ante la visión… ése era el futuro que pudo haber tenido al lado de Tony y Peter, en lugar de eso, estaba aquí, en un hospital con Tony a punto de caer en un coma etílico y sintiéndose la peor de las mierdas porque todo, absolutamente todo, había sido culpa suya. Steve suspiró y salió del elevador, no sin antes echarle una última ojeada a la feliz familia y que su corazón doliese un poquito más. Se dirigió a la recepción, en donde una enfermera de rostro amable le sonrió.

-Disculpe, estoy buscando la habitación de Anthony Stark… -preguntó, tragando grueso al pensar que dentro de poco volvería a verse cara a cara con el castaño.

-¡Ah, sí! Stark… -asintió la mujer, reconociendo el nombre al instante. - ¿Es usted algún familiar del Señor Stark?

Steve tragó grueso ante la pregunta.

No. Ya no más.

-Soy un amigo muy cercano. –susurró, aunque eso tampoco era cierto. Él y Tony eran de todo, menos amigos.

Joder, que él y Tony ni siquiera habían cruzado palabra en casi cinco años.

-Por supuesto. Es el pasillo de la derecha, la penúltima puerta a su izquierda. –le dijo la mujer, sonriente y ajena al corazón de Steve retorciéndose dentro de su pecho.

-Muchas gracias, señorita. Qué tenga buen día.

Y con eso, Steve siguió las indicaciones de la enfermera, su respiración alterándose más y más a cada paso que daba. Había peleado en la guerra, había peleado contra alienígenas, incluso, había sido un mono de circo por un tiempo y en ninguna de ésas ocasiones… se había sentido tan aterrado como ahora. ¿Qué haría Tony cuándo le viese ahí? ¿Le echaría? ¿Lloraría? ¿Le gritaría? No podía siquiera pensar claramente ya que el pulso le atronaba los oídos, todo de lo que era consciente era de su corazón desbocado a punto de salírsele del pecho y de su respiración errática. Después de cinco años, cinco largos años llenos de dolor, miseria y anhelo, aquí estaba… a una puerta de distancia del hombre al que más amaba y había destrozado.  Steve inspiró hondo y lentamente cogió la perilla de la puerta, girándola con cuidado y cuando entró, se quedó helado.

-Doctores hijos de la gran puta… -mascullaba cierto castaño, enrabiado y peleando por arrancarse la intravenosa sobresaliente de su brazo.

-Tony… -siseó entre sus labios.

Dos dardos castaños se dispararon en su dirección.

Notas finales:

¿Oís eso? Es el sonido de mi corazón rompiéndose XD

¡BUM!

Vale, y pues nada. Ése ha sido el cap de ésta semana. Jeje. Soy una cabrona, ya sé XD

En mi defensa, hasta a mí me costó un poquís sacar éste capítulo, simplemente porque era pasar de una emoción a otra y no estaba muy segura de si estaba pasándome de la raya con el Capi o si estaba pasándome todavía más de la puta raya con Tony… ¡MUAHAHAHAHAHA! No os voy a mentir, a ratos me encanta ser mala. Ahora entiendo porque J.K Rowling y G.R.R Martin se la pasan matando personajes a cada rato LOL XD

¿Créeis que Natasha está bien? ¿Tony se ha portado cómo un cabrón? ¿El Capi ha sufrido lo suficiente? ¿Qué pensáis de Tony “secuestrando” a Petey? La verdad es que en ésa parte sí me sentí mal, mi pobre hojalata, ahí apresado por la poli :’( ¡Dejadme vuestra opinión en sus RW’s! En verdad qué quiero ver con que insultos me salen (Es coña obviamente, yo no me tomo las cosas a pecho LOL XD) y si os ha gustado el capítulo, qué pensáis de la situashion :3 Cómo siempore, nada más agradeceros todo el amor anal… ¡EJEM! Digo, apoyo que le dan al fic, en verdad sóis vosotros los que me motivan día a día y pensar que ya somos +5000 lectores… simplemente flipante. Os quiero muchísimo, chicos, en verdad ♥

Y bueno, ya nos veremos a la próxima… luego de bañarme en vuestras lágrimas… ¡MUAHAHAHAHA!

(P.D: Marvel, si estáis leyendo, contratadme cabrones. Yo sí que hubiese causado muertes si hubiese escrito Infinity War LOL XD)

¡ENFIN! Los veo la próxima semana…

¡Un besazo! ♥


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