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Dos pobres bastardos por EtaAquarida

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Notas del capitulo:

Se que pasaron como tres meses, pero aquí al fin el último capítulo. Sepan comprender. Mi computadora es del 2013 y no es de buena calidad, he tenido que gastar mucho dinero en arreglarla y apenas la he tenido.

 

Disfruten

Rada y yo no demoramos demasiado en irnos del hotel luego de mi propuesta. Era noche cerrada, pero había bastante claridad a pesar de que la carretera no contaba con más iluminación que la del hotel. Regresamos a Manchester en mi auto, deteniéndonos en el primer hospital que pasamos donde me suturaron dos puntadas en la frente. No tardamos más que unos minutos, yéndonos seguido a un bar cercano. El local era ruidoso y carecía de ventilación; el piso superior, abrumadoramente cálido, pero donde la música no llegaba a aturdir, estaba iluminado por luces azules. En la pared a la derecha de la escalera por la que habíamos subido había un cuadro gigante de Batman, y de frente un maniquí con los brazos y la cabeza cortados adornado con guirnaldas y repleto de firmas pintadas con spray: sin duda, la esencia asquerosa del local quedaba expresamente clara.
 
Rada y yo nos sentamos en los sillones de una esquina, lejos del centro de la habitación donde la gente bailaba, y pedimos unos tragos. Yo tenía la garganta horriblemente seca, me dolía el estómago y, desde que nos habíamos tranquilizado en el hotel y tomado aquella siesta, había vuelto peor que nunca mi ansiedad por acercarme a Rada. Intenté hacerlo luego de que terminamos el primer trago, pero él se corrió para sentarse un poco más lejos de mí cuando yo me acerqué, lo que motivó que lo dejara en paz por un rato mientras seguía bebiendo. Sin embargo, llegó un momento en que no aguanté más y acabé por llevar mi mano a su cintura al notar que él tenía el arma en el pantalón, tapada con la tela del sweater y se le notaba por sobre la ropa.
 
—Rada, saliste con la condicional —comenté cerca de su oído—. ¿Qué harás con el arma?
 
—Es obvio que la ocultaré. ¿No querrás que te la de, o sí? —comentó apartando mi mano del revólver.
 
No había en su comentario dejo de reproche, sólo broma, juego, era como si me hubiera perdonado un poco. Sonreí al notar ese detalle y me acerqué un poco para tomarle una mano.
 
—No quiero el arma. Quiero que no vuelvas a prisión.
 
—No te preocupes. Me cuido. Estoy protegido —contestó con un gesto engreído.
 
Ese tipo de actitud reticente a mí venía llamándome la atención desde temprano. Naturalmente, esperaba poder ejercer todavía influencia sobre él, no del tipo manipulatoria, sino del tipo afectiva, y aquella resistencia hacia mí hizo que en ese instante cayera en la cuenta de una posibilidad que hasta el momento había ignorado por completo.
 
—¿Estás con alguien? —pregunté desconcertado, esperando en vano una negativa como respuesta.
 
—Sí —respondió él con total naturalidad.
 
—¿Y de dónde conoces a ese alguien? —inquirí con voz temblorosa, sentía el corazón palpitándome fuerte—. ¿De la cárcel? ¿Un convicto que estaba contigo?
 
—Sí, ¿de dónde sino?
 
Negando con mi cabeza ante aquello que me parecía un despropósito tomé mi chaqueta y me levanté del sillón, mareándome de golpe. No era mi malestar provocado únicamente por mi estado de ebriedad que era más bien leve, sino por los nervios ya agotados de aquella situación tan extrema para mi poco equilibrada mente. Respiré profundo varias veces intentando pasar el aire que no iba más allá de mi garganta, pero sólo conseguí sentirme más ahogado.
 
—¿No dices nada? —preguntó peinándose hacia atrás su pajosa cabellera
 
<<¿Qué puedes querer que diga?>> pensé abatido. Me encogí de hombros y terminé el último trago que quedaba sobre la mesa ante la aguda mirada de Rada y luego, como un zombi, me quedé un momento tocándome las puntadas de la frente por sobre la venda, al tiempo que la mirada de Rada desde el sillón acentuaba su sobriedad.
 
—¿Qué quieres que te diga? —murmuré agitado— ¿Que me cambias por otro igual que yo o peor y luego me desprecias por ser un asesino? Ya sabes eso —levantando la voz progresivamente, hice que un par de personas se dieran vuelta a mirarnos con muecas de confusión.
 
Su respuesta fue un escueto: <<Lo sé.>> Yo esperé unos momentos algo más; una explicación, una disculpa, aunque fuera un comentario, pero sólo tuve esa mirada sostenida y fija como contestación; esa mirada insulsa, altiva y malintencionada.
 
—Eres tan estúpido... —dije inclinándome sobre él con toda la intención de escupirle la cara—. Nunca nadie te querrá como yo.
 
—Mira como terminé por como me querías —respondió acentuando la permanente expresión de agotamiento de su rostro—. No quiero volver a tener a alguien que me quiera como tú.
 
—¡No me vengas con juegos de palabras, Rada! —grité sacando con violencia su mano de mi brazo, el cual él me había tomado con fuerza sin que yo me diera cuenta—. ¿Cómo vienes a reclamarme por mis actos? Estuviste en una prisión de máxima seguridad: ahí no van delincuentes comunes, van criminales de verdad y tú te metiste con uno. ¡Eres peor que las mujeres golpeadas que siempre vuelven con su maltratador!
 
—Muérete.
 
—¿Esa es tu única respuesta? —inquirí incrédulo—. Me dices que no me humille, que no suplique, ¿pero tú? ¿Tú te has visto? —dije a viva voz con total crueldad mirándolo despectivo de la cabeza a los pies—. Si hay alguien que no tiene dignidad eres tú. No sé como acabé enamorándome de ti. Crees ser gran cosa, pero eres un pusilánime.
 
—¡No me insultes! —gritó tomándome de la muñeca de nuevo para que volviera a sentarme.
 
—¿O qué? ¿Me vas a pegar? —gruñí acercando mi cara a él—. Siempre me dio igual que me golpearas y lo sabes, si me importara ya te habría dado una paliza yo a ti hace mucho. Como si no pudiera hacerlo... Nada de lo que hagas te va a quitar lo patético. Ahora suéltame, quiero irme a casa.
 
Iba a negarse cuando un hombre enorme y musculoso, con un radio en la mano, se acercó a decirnos que podíamos irnos a discutir fuera si queríamos, pues si seguíamos peleando dentro del bar iban a tener que echarnos. Yo ni siquiera respondí. Me fui de allí presto a buscar un taxi, pero apenas pisé la calle comencé a sentir una intensa confusión, se me nubló la vista, y acabé cayendo al suelo producto de una baja de presión. No comía desde el desayuno, y eso, sumado a los nervios, el alcohol y el cambio de temperatura del caliente interior del bar a la fría noche de la calle, acabó por dejarme tan débil que no pude levantarme en lo que estimé, fue alrededor de un minuto.
 
Estaba justamente intentando ponerme boca arriba en el suelo, cuando sentí las ásperas manos de Rada tomarme de un brazo para sentarme en el suelo, apoyándome en una pared.
 
—Idiota, eres hipotenso. ¿Por qué bajaste así las escaleras? —gruñó dándome un par de golpes en la cara para que me reincorporara.
 
—Ya me levanto —balbuceé apoyando una mano en el suelo, pero él pasó un brazo por mi cintura y me puso de pie al instante, haciendo de apoyo para que pudiera caminar.
 
Hicimos un par de pasos hasta una esquina y Rada paró al primer taxi que encontró. Me dejó en la parte trasera, aún en mal estado, con la cara apoyada en la ventanilla, y él se sentó delante, indicándole al chofer la dirección de mi casa. Yo dormí durante casi todo el viaje, despertándome cuando Rada abrió la puerta contra la que estaba recostado para sacarme del auto. Subimos a mi piso en el ascensor, mientras yo, ya mucho mejor, fingía mi malestar para seguir aferrado al cuerpo de Rada. Al llegar a la puerta de mi casa busqué la llave de repuesto en mi billetera y entramos.
 
Las luces de todo el apartamento habían quedado encendidas y la luz fuerte y blanca me cegó al abrir la puerta. Me desprendí de Rada y fui directo al sillón de la sala a recostarme mientras Rada iba a la cocina, volviendo enseguida con una taza de café instantáneo.
 
—¿Vas a estar bien? —cuestionó en tono serio.
 
—Sí, ¿pero por qué preguntas? ¿Te vas? —inquirí dolido.
 
Se encogió de hombros con expresión indiferente. <<¿Para qué voy a quedarme?>> dijo. Al instante me alteré completamente, fue como si mis fuerzas regresaran de golpe producto de la ansiedad que me provocaba que se marchara. Me levanté de golpe y tomé las llaves que estaban sobre la mesa, para rápidamente guardarlas en el bolsillo de mi pantalón.
 
—¡¿Qué mierda haces ahora?! ¡¿Estabas fingiendo tu malestar?! —gritó molesto tirándome el café a la cabeza.
 
Le grité que no, pero no podía dejarlo ir. No necesitaba aclararle nada, pues Rada me conocía, sabía que aún tras todo lo que le dijera en el bar podía ablandarme con un poco de cariño para que cambiara de opinión y no quisiera dejarlo ir.
 
—Se que no me darás otra oportunidad como esta para volver a ti. Si te vas no regresarás. Seguro hasta tienes preparativos para mudarte de aquí —dije enfadado devolviéndole el favor de tirarle la taza para golpearlo.
 
—Sí. Quiero volver a Whitley Bay. Estoy acondicionando mi casa para regresar a mi vida allí —aseveró cruzándose de brazos.
 
Hice silencio buscando una explicación al respecto, pero no entendía que razón lógica lo impulsaría a tener semejante deseo; no había en él ninguna muestra de aprecio a esa casa, sólo malos recuerdos; incluso estaba disgustado con ella antes de que viviéramos juntos. No había motivo para regresar allí.
 
—Creí que no querías volver ahí
 
—Nunca dije nada acerca de no querer volver. Te lo estás inventando.
 
Asentí con la cabeza a su argumento y volví a acercarme al sillón, apoyándome en el brazo izquierdo de éste, esperando una respuesta concreta que despejara las horrendas dudas y pensamientos que cruzaban mi cabeza en todas las direcciones posibles. Yo era un gran analista y jamás me equivocaba en mis juicios: sabía lo que venía.
 
—A "la persona" que está en la cárcel la han derivado a Newcastle —dijo frunciendo los labios con amargura, gesticulando las comillas con una mano—. Está a punto de finalizar su condena. Como le negaron la libertad condicional su salida es definitiva. Quiero acondicionar la casa de Whitley Bay para mudarme con él allí. Saldrá en cuatro meses.
 
Reaccioné de inmediato negándome a aceptar aquella situación. No podía permitir algo como eso. Incluso estaba dispuesto a cargarme al nuevo novio de Rada y a Rada con tal de no dejar que se mudara a aquel lugar donde yo había sido tan feliz. No iba a dejar que nadie borrara mi recuerdo de esa casa.
 
—Se lo que estás pensando —se adelantó Rada dando unos pasos hacia mí—. Kanon, a esta...persona...yo la quiero, y a diferencia de ti, estar a su lado no se siente como vivir pegado a una granada sin espoleta.
 
—Ni siquiera lo que le hice a Pandora es motivo para algo como esto —dije empujándolo para que se alejara—. Preferiría que lo hicieras para vengarte de mí, sería mucho más fácil. Me dices persona cuando quieres decir hombre. Tu nueva pareja es un hombre y apuesto que a él lo has besado, con él te has acostado y quien sabe que más —murmuré entre dientes, mirando de lleno sus ojos ambarinos colmados de frustración por los reclamos que ya esperaba de mí—. ¿Y conmigo qué? ¡Ni siquiera te he besado los labios! Durante todo el tiempo que estuvimos juntos viví conformándome con emborracharte con whisky para poder acercarme a ti, conformándome con espiarte en la ducha o tocarte por sobre la ropa mientras dormías. Desde que te conocí no he tocado a nadie; aún estando tú en la cárcel guardé nuestro maldito anillo de casados y cumplí nuestros votos a pesar de todo para que tú ahora me digas esto.
 
Por un instante bajó la mirada en un gesto de vergüenza, haciendo que me absorbiera la rabia que sentía. Era ése el momento en que debía ser valiente para enfrentarme a la cara, para ser todo lo violento que quisiera, era ése el momento donde debía justificarse, pero solamente obtenía un gesto de cobardía absoluta. Le di un golpe leve en el pecho, apremiando una respuesta. Otro golpe, otro más más fuerte, y él continuaba con su actitud pasiva. Le di una bofetada haciéndolo reaccionar al fin, y con voz estentórea me dijo que no se me ocurriera amenazarlo, pero yo tenía demasiada ira acumulada como para mantener la calma. Lo tomé del cabello con una mano y con la otra lo golpeé con los nudillos en la cabeza hasta que logré tirarlo al suelo.
 
—¡Estás queriendo atacar lo único que me importa, quieres dejarme sin nada, quieres borrar mi recuerdo, sepultar la única felicidad que he tenido! —le gritaba mientras le daba aquella golpiza—. ¡¿Quieres que me presente afuera de la cárcel a matar a tu novio cuando salga?! ¡Porque como continúes con esta idea estúpida eso haré! ¡Y te mataré a ti también y a mí mismo incluso porque yo no iré a ninguna cárcel! ¡Cómo intentes llevar a ese hombre a nuestra casa me presentaré allí mismo a matarlos a los dos! ¡¿Lo entendiste?! ¡Lo voy a matar frente a tus ojos y no sabes como te dolerá! ¡No volverás a intentar hacer nada contra mí!
 
De un rodillazo en las costillas me sacó de encima suyo y se echó sobre mí para tratar de contenerme. Yo estaba enloquecido. Apenas sentí sus manos apresar mis muñecas comencé a repetir sin cesar insultos y a dar alaridos diciéndole <<¡Te odio!>>. Respiraba agitado como una bestia y estaba completamente sudado, ciego de furia, deprimido, y al borde de cometer otra locura. No quedaba ni una mínima esperanza en mi vida a partir de semejante obstáculo para cualquier táctica que quisiera poner en práctica.
 
—¡Por favor, cálmate! ¡Tus vecinos van a llamar a la policía! —dijo Rada contra mi oído.
 
<<¡Deja que llamen! ¡Si estoy en prisión vas a poder mudarte con toda tranquilidad!>> grité con la voz quebrada. Pero él me retenía todavía. <<No quiero que vayas a la cárcel>> susurró un par de veces con tono severo y compasivo a la vez.
 
¡No quería matarme! ¡No quería enviarme a prisión! ¡No quería la herencia! Volvía a preguntarme para qué había venido entonces. No podía creer que fuera por la vieja casa; no era su estilo ese tipo de actos. Si realmente había olvidado mi existencia en la cárcel y jamás me hubiera querido, quitarme de en medio y quedarse la casa de Whitley Bay no sería más que un trámite para él. ¿Quería tener la satisfacción de verme sufrir por él? Eso era evidente, pero incluso a él eso estaba haciéndole un evidente daño.
 
En mis divagaciones me había quedado en silencio. La ira me había liberado apenas un poco, y ahora intentaba hablar, pero las palabras estaban todas agolpadas en mi cerebro, formando frases amorfas y sin sentido, repitiendo insultos y buscando la verdadera razón que Rada no me decía sobre su regreso a mí. De repente, sentí sus labios fríos en mi mejilla, dándome un beso insípido y funesto.
 
No pensaba preguntar si era para calmarme o porque mis reclamos habían sido efectivos. Aproveché aquello y besé su mejilla también y lo rodeé con mis brazos mientras él permanecía quieto semi-acostado sobre mí. ¡Dios, que horrible había sido ese beso suyo! Tanto tiempo que había esperado por tener otra vez una muestra de amor; todo para llevarme tal decepción al comprobar que no era lo mismo que cuando esos balazos aún no nos habían separado. Prefería mil veces sus antiguas muestras de cariño parco y cabal que un beso suyo en la mejilla. Su espalda estaba muy rígida y no me transmitía verdaderas ganas de llegar más allá con él que aquel abrazo inexpresivo en el que nos habíamos sumido. Sin embargo, en el ambiente sentía una exigencia, un reclamo, un compromiso para cumplir lo que tanto había querido experimentar. Por eso, cuando Rada levantó la cara apoyando su frente en la mía le di un beso frío, casi cruel, y sus labios tiesos fueron la confirmación de que ninguno tenía ganas de hacer lo que estaba haciendo. Yo estaba mucho más confundido que él, de eso no había duda, esa especie de vibración en el aire me hacía querer alejarlo, besarlo, pegarle, matarlo, todo al mismo tiempo de ser posible. Era algo que me mantenía junto a él como un imán.
 
Él se apartó un momento y nuestras bocas quedaron tan cerca que la distancia se me hizo terrible de soportar. La humedad que me había quedado en los labios se secaba y yo deseaba más a pesar de que no me agradaba mi comportamiento en ese momento y si hubiera podido esfumarme de allí lo habría hecho. No sabía como interpretar la situación. Incluso dudaba si quizá Rada pensaba en su amante de la cárcel mientras abrazaba mi cintura y yo acariciaba su cuello, o incluso si imaginaría a Pandora: estaba totalmente ausente de lo que estábamos haciendo.
 
—Aleja todo eso que tienes en la cabeza —murmuré enfadado.
 
—No puedo —gruñó, y su mirada melancólica apareció por un segundo.
 
Estábamos cara a cara separado por apenas unos centímetros y sabía lo que venía a continuación. No quería oírlo, pero no iba a dar muestras de nada que lograra arruinar aquel extraño pero especial momento.
 
—No te amo —me dijo con la voz firme, con más seguridad de la que había empleado nunca para hablarme.
 
—Yo tampoco —respondí con una sonrisa forzada—, pero sabes que este es mi lugar —dije muy serio—. Aunque mi palabra no vale nada, quiero que sepas que no voy a irme de tu vida de ninguna manera.
 
Lo tomé de los brazos y lo besé con ardor pues no quería hablar más. Él gimió ronco, y me produjo cosquillas con su aliento cálido. Me apretó contra él y luego rodamos hasta la alfombra de la sala, donde nos acostamos uno al lado del otro, con los brazos y piernas anudados mutuamente. Así estuvimos por horas, acariciándonos y llenándonos de besos, recuperando el tiempo perdido. Comprendía así que Rada no había vuelvo por ningún motivo único y específico sino unas incontenibles ganas de, como él mismo había dicho, "quitarnos el pasado". Quitar el pasado para comenzar una vida nueva donde no nos atormentara a cada momento, y quitar el pasado era expresar todo lo contenido, el odio y el amor, y ya lo habíamos hecho. Habíamos cumplido, ¿pero qué más quedaba? No me atrevía a pensar en la respuesta y él tampoco la diría ahora que habíamos logrado hacer las paces.
 
Cuando llegó el amanecer me quedé dormido y desperté al notar que Rada se soltaba de mi abrazo y buscaba en mi pantalón la llave que había guardado en la noche. Fingí seguir dormido y abrí los ojos cuando escuché que caminaba hacia la puerta. Como yo esperaba, levantó la taza de café que habíamos tirado durante la pelea y la dejó en la mesa, haciéndome sonreir. Antes de salir se volvió para mirarme, a lo que cerré un ojo para disimular mientras el otro, abierto, quedaba oculto parcialmente por mi cabello. Rada sonrió de lado y sacudió la cabeza, y luego de una risita seca cruzó el umbral de entrada y cerró la puerta por fuera. Yo levanté la cabeza de la alfombra y me quedé oyendo atentamente sus pasos por el pasillo y luego el lejano sonido del timbre del ascensor.
 
<<No volverá>> me dije, pero no sentía nada al respecto. <<No...sí volverá... volverá si yo lo atraigo hacia mí>> pensé más entusiasmado levantándome del suelo. Rada no había dicho que me quisiera de nuevo en su vida: los besos, las caricias, no significaban nada en realidad más que un acto para acabar lo que habíamos empezado. Lastimosamente, no podía decir que yo mismo lo tomara de esa manera: podía racionalizarlo, pero no lo comprendía genuinamente, y estaba muy consciente de que lo había malinterpretado como un incentivo para recuperarlo. Con toda probabilidad era una batalla perdida, pero iba a intentarlo de todos modos porque nada más había en el mundo que le diera esa adrenalina a mi vida que tan bien me hacía sentir, y porque el corazón siempre es tonto y repite lo que sabe de antemano que saldrá mal.
 
Así fue que preparé café y me senté a escribir esto. Poner todo en palabras era el mejor método que tenía para reflexionar y recapitular todo lo que había sucedido en mi vida desde aquella noche donde aún era un vagabundo detenido en la comisaría de Whitley Bay por pelearme con un borracho.
 
Como dije, nadie verá esto, por lo que puedo sincerarme por completo. Comprendo que mi unión con Rada no podrá recuperarse jamás, pero tampoco quiero recuperarla tal como era, sino construir algo nuevo, demoliendo los pocos cimientos que aún puedan quedar.
 
Comenzaré hoy mismo. Lo que haré será muy simple. No volveré a mentirle a Rada, ni a ocultarle nada; le mostraré que he cambiado para mejor y que luego de el intenso día que pasamos en nuestro reencuentro estoy listo para dejar todo atrás. Es un buen punto para comenzar y se que con constancia hará que cambie su perspectiva sobre mí. Volverá. Además, me he convencido de que todo lo que tengo en realidad no me corresponde, por lo que le devolveré su herencia entera. Solicitaré el divorcio y allí renunciaré a todo lo que tengo, dejándole todo a él. Sólo conservaré una pequeña parte del dinero recaudado con la empresa, el cual utilizaré para traer a mi hermano de Grecia a Inglaterra para poder brindarle tratamiento médico a su esquizofrenia. Eso me hará ver como mejor persona... Contactaré a mi hermana cuando busque a Saga, le pediré la dirección de correo de donde Rada le envió las cartas y si se ha ido de ahí iré cada día a Whitley Bay hasta que de con él, mas no le hablaré directamente: le escribiré, le diré que nunca volveré a molestarlo y que tampoco me mudaré de donde vivo; quedará a su libre elección si decide darme otra oportunidad y comenzar a vivir una vida nueva dejando el pasado atrás, pues sabe que siempre lo esperaré. Tengo incluso la idea de como se lo diré:
 
"He dejado un camino de daño tras mis pasos y hoy, por fin, he decidido mirar atrás y aceptar los cargos del desastre que he provocado. Soy destructivo, más conmigo mismo que con cualquier persona. No puedo verme feliz, no puedo permitirme una vida plena, eso sería renegar de mi naturaleza. Lo único que puedo hacer es intentar enmendar mis errores pasados; ya habrá tiempo para los futuros, quizá esto mismo sea un error, más no me importa. Dejo aquí constancia de mi decisión. Aún tengo la esperanza de no llegar demasiado tarde. A partir de mañana comenzaré los trámites correspondientes para entregarte todo lo que tengo tras nuestro divorcio, James C. Radamanthys; incluyendo propiedades, dinero y lo que sea necesario para devolver entera tu legítima herencia. Me quedaré con el apartamento en donde vivo y las recaudaciones de mi empresa ajenas a lo invertido en base a la herencia, todo para poder pagar y darle alojamiento a mi hermano gemelo, costear su proceso de nacionalización y la asistencia médica a su enfermedad. Es todo."
 
Eso bastará para que al menos regrese una vez y esa vez no dejaré pasar la oportunidad. No seré un bastardo. Me portaré bien. Y ahí todo será como siempre debió haber sido...
Notas finales:

Gracias a todos por haber leído este fic! Los quiero <3

 

-Eta.


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