Una calurosa tarde en el parque, los niños jugaban, sus risas daban vida a aquel lugar, corrieran por el césped, jugaban a atrapar la pelota o las escondidas, los animales que residían allí no se acercaban a pesar de su curiosidad, y los pequeños del lugar no lo hacían para no ser regañados por sus padres o hermanos mayores, sin embargo aquel que había conocido el afecto humano se encontraba tembloroso bajo una de las bancas, intentando ocultarse del sol, jadeaba y movía su cola cada vez que un niño se acercaba, a pesar de ser fiel fue abandonado en aquel parque hace ya un año, pero la criatura no creía eso, esperaba fiel a su amo allí. Decidió salid de su refugio en busca de comida, su olfato lo llevo al cesto más cercano de basura, lo tiro usando la fuerza de su cuerpo, causando un sonido sordo por ser de plástico, con su hocico separaba la comida de lo demás, saciaba su hambre sin saber que nuevamente seria echado, quizás lo sabía, pero el instinto le ganaba a su razón.
“¡Eh! ¡Tú! ¡Perro! ¿Cuántas veces tendré que echarte?”
Dicho esto, la persona que limpiaba la acera del parque hace poco balanceo su escoba en contra del indefenso animal, propino uno, no, dos golpes contra sus costados, logrando que salieran huyendo. Suspiro con alivio y otro cercano lo felicito por salir ileso contra aquel “Perro bravo”
Se echó a correr para ocultarse nuevamente bajo la banca, en sus fauces llevaba su alimento, allí en su escondrijo se dispuso a devorar a gusto lo que quizás sería su única comida del día. Se quedó recostado, aún tenía hambre, pero no era tonto, no podía volver a menos que ellos se alejaran lo suficiente del cesto. Solo le quedaba dormir. Despertó cuando el sol se estaba poniendo, la mayoría de los niños se habían ido, apenas quedaban algunos jugando mientras sus negligentes padres se distraían con sus teléfonos, pero había algo diferente, su instinto se lo decía. Su agudeza detecto una sombra acechante, su aroma era diferente, sentía el peligro que emanaba.
El hombre aprovecho que los tutores estaban hipnotizados por sus aparatos, se acercó con cautela a los niños que estaban más alejados de sus responsables. Con una sonrisa en la cara y unos cuantos dulces baratos en sus manos saludo a una pequeña niña, antes de que ella pudiera ver su maldad la había toma del brazo, ahora la jalaba mientras le callaba la boca al meterle golosinas de diversos sabores. Se alejaban más hacia una parte solitaria, la niña comenzó a llorar y gritar.
Reconoció el pedido de auxilio, salió de debajo de la banca y comenzó a correr mientras ladraba con ferocidad, los niños por temor regresaron con sus padres, quienes a penas se dieron cuenta que habían regresado. Siguió hasta encontrar al sujeto que llevaba a la niña a rastras, se abalanzo y modio el brazo que sujetaba a la pequeña, sus dientes se clavaron profundamente, logrando que gritara de dolor el hombre y la niña de miedo.
La madre reacciono tardía a la desaparición de su hija, pregunto a varios allí si la habían visto hasta que se escucharon los gritos. Varios acudieron a la escena, observando a la niña a un lado temblando, el perro viejo mordiendo el brazo de un hombre que lo intentaba apartar.
Al verse acorralado de testigos no se le ocurrió mejor idea – Suéltame animal, aléjate de la pobre niña – robo el papel de héroe. Al oírle los presentes se pusieron de su lado, la madre afligida tomo a su pequeña y la alejo de la escena, unos niños empezaron a tirar piedras hacia el pobre perro, una cayo en su ojo, chillo de color y soltó finalmente al hombre, quien lo pateo con fuerza haciendo que chillara nuevamente.
– Ese perro callejero siempre está botando la basura y haciendo desastres – empezó a comentar uno.
– Señor, ¿se encuentra bien?, vaya al hospital, eso podría tener rabia.
– No deberían permitir que esas cosas estén juntos a nuestros niños, son peligrosos.
En efecto, son peligrosos, pero eso no es el perro, quien había huido cojeando, eso es la persona que estaban felicitando. El verdadero héroe había perdido la visibilidad de un ojo, no llego muy lejos por el cansancio, se escondió entre matorrales para lamer sus heridas, su pelaje estaba maltratado por el abandono, se asemejaba a una lija rasposa,
– ¡Lo he encontrado! – grito un hombro con uniforme – El perro rabioso y peligroso debe ser este, quédate quieto muchacho pronto todo se acabará – se acercó con una varilla metálica que en la punta tenía una cuerda en forma de aro, el animal intimidado se alejaba lanzando gruñidos. Otro hombre vino a reforzar a su compañero uniformado, entre ambos lograron tomar su cuello con aquel aro, lo apretaron casi al punto de asfixiarlo.
– Vaya que es bravo – reconoció el sujeto que veía al perro retorcerse, pensaba que intentaba atacarlo, pero solo buscaba oxígeno.
– Rápido, debemos dormirlo, no podemos dejar que tal peligro este aquí – lo llevaron a rastras.
– Discúlpenme, pero ese es mi perro – apareció un hombre de figura delgada y ropas negras, sus facciones delicadas no mostraban su furia interna, permanecía estoico.
– ¿Es suyo señorita? Debe tener más cuidado, pero ahora es nuestro – hablo con autoridad uno de los uniformados.
– Soy un varón – las risas de ambos estallaron en carcajadas, se acercó al animal, se agacho y rompió aquel objeto que le impedía respirar.
– ¡Maldita sea! Con lo que nos ha costado atraparlo – se quejó – Seguro eres uno de esos tipos raros que crees los animales tienen derechos, esa cosa casi ataca a una niña inocente, ¡Una niña!
Los gritos eran ignorados, el perro no huyo, se quedó allí siendo acariciado por su salvador. Uno de los uniformados se acercó con aquella varilla metálica de nuevo, el perro gruño y se puso frente a él, protegería a quien le salvo.
– No es necesario – en sus pálidos dedos brotaba una chispa purpurea, aquella chispa fue directo hacia el can, que empezó a convulsionar mientras su forma cambiaba – Les daré lo que buscan, deberían estar felices, buscaban a un animal bravo y peligroso.
El rugido de la criatura les hizo taparse los oídos a los uniformados, el can ahora medía cuatros metros, tenía tres cabezas, la de la derecha era feliz, la de la izquierda triste y la del medio furiosa, un collar de púas rodeaba su cuello, su pelaje antes maltratado ahora era de un color morado oscuro, casi negro. La cabeza del medio comenzó a rugir, lanzo lejos a aquellos uniformados.
– Humanos – rodo lo ojos al ver escapar a los uniformados. Vio a su creación, pensó que no era diferente a las demás, quizás porque aun la criatura tenia fe en la plaga de este mundo – La próxima elegiré un gato – mascullo para sí.
La bestia avanzo destrozando el parque, pero sin hacer daño a los humanos, únicamente descargando su furia hacia los objetos, destruyéndolos o lanzándolos lejos. El guardián corrupto vio como sus enemigos aparecían en la escena como los salvadores, sabia que la criatura tenia la misma probabilidad de éxito que las demás, el resultado fue similar a los anteriores. La criatura maligna pereció en un estallido de polvillo mágico.
Bel se preguntaba que tanto sabían los humanos que acompañaban a los guardianes, ¿Les habrán dicho que cada criatura derrotada muere? ¿Les habrán dicho que, sin sus joyas, sin su poder mágico, no pueden salvar a las criaturas corruptas? ¿Les habrán dicho que cada batalla ganada consume sus energías y que el simple hecho de absorber el polvillo es para recuperarse, que si continúan de esa manera es una espiral sin sentido?
No, lo más seguro es que no, pero tampoco le importaba si les decían esas o más verdades, lo único que le importaba al guardián corrupto era eliminar la plaga. Ahora debía conseguir un nuevo objetivo, uno con mayor odio, mayor sufrimiento y desdicha, no dudaba que la crueldad de la ciudad hiciera a sus compañeros animales sus perfectos blancos para buscar su objetivo.