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Vergüenza e inocencia por Winter-Drake

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Notas del capitulo:

Bueno, aquí estoy nuevamente para poder profundizar un poco más en la historia y en la pareja. Recuerden que sus comentarios son bienvenidos y esta será una lectura de la que no se arrepentirán. Disfruten de un poco de dulzura.

El saco mojado. Mirada profunda. Callados, dolidos, afectados. Como la zona Hadal en lo más recóndito del mar. Llanto silencioso. Pizcas saladas de lamento desolado agonizando en una taza de té de canela. La fuerte lluvia a sus espaldas. Su mente en blanco. Su dolor en pecho. Angustia rígida como su espalda. Y ahora solo ve al joven frente suyo. No puede darle una sonrisa, no puede darle el sentido pésame, no puede consolarlo, tan solo se permite observarlo de vez en cuando.

El joven está sentado en una silla de madera mientras que James se funde con el sofá. No hay palabra alguna. Sin embargo, ambos pueden sentir una conexión. Se conectan con el ritmo de sus respiraciones. Hay desilusión, pueden sentir el desprecio mutuo, lo inútiles que son. Lo inútil que es el humano ante la muerte. Y entonces se hallan a sí mismos. Aguantando el llanto para caer en cuenta que al final ambos están muertos como Margaret.

- Y… ¿Cuál es tu nombre? -

James no le dirige la mirada pero trata de permanecer calmado al manifestar sus dudas. No quiere tener que vomitar rabietas sin sentido frente a alguien que no conoce. Aunque eso también sería una mentira…decir que no conoce al joven de cabellos despeinados es como admitir su ignorancia. Porque ese joven tiene los mismos ojos jade que solía poseer Margaret. Tiene ese ligero canturreo en su voz, tiene los pies descalzos y mojados, dejando huellas por toda la sala de estar. Y eso le alivia las penas por un momento. Lo desorienta de su dolor. Lo margina de haber estado sentado en silencio por 2 horas en el mismo sitio desde que llegó.

- Adam Williams T.-
- Su hijo -
- No el único  -

El chico entonces se levantó de su silla y se sentó en el sofá alado de James.

- ¿Y tienes…16? -
- 17. Y su té ahora está frío…debió beberlo cuando estaba caliente. -

Le dijo en un susurro ligero.

- … Lo lamento. Y también lamento haber venido tan temprano. -

James se disculpó. Aunque en el fondo no lo hacía por la bebida que ahora estaba helada o por el horario. Lo hacía por la pérdida, por su propia culpa, por el chico pelinegro y por el hecho de que parecía consolarse a base del aroma a granada dulce que este desprendía.

- No es nada, ni siquiera estaba durmiendo... ¿Y usted conocía a mi madre? -
- Si…-

James tragó saliva. Sintió frustración, recordó sus propias palabras con odio, repugnancia, vergüenza y cólera “No. No lo recuerdo” eso fue lo que le dijo a la dama para que la llamada terminase rápido. Para no tener que dar más explicaciones. Para librarse una vez más de su monótona vida. Para tronarse los dedos y escribir. Desaparecer, desvanecerse y sucumbir.

- ¿Su amiga? -
- Si. Mi única y verdadera amiga en todo el mundo -

Lo último casi rompió con su cordura. Formulado en un hilo de voz. Frío y hecho un desastre. Igual que el té regado en el suelo y la taza rota.

Y la lluvia azotando los árboles, los relámpagos y el extenso bosque refugiando a los débiles, solo lo incitan a disculparse una y otra vez, a morderse las uñas, a darse un tiro en la cabeza, a ir lejos y tomar a Margaret de la mano una vez más. Una última vez.

Como si fuese posible.

Pero en vez de eso, sintió las manos de un joven sobre las suyas.
Cálidas, suaves, serenas.
Por fin se miraron a los ojos nuevamente.
Adam no sonrió.
Pero James se derritió ante él agraciado aroma a granada dulce. Recargó su frente contra la del pelinegro. Suspiró profundo. Y al abrir los ojos se dio cuenta de que Adam tenía los propios cerrados. Era casi una pieza de arte. Lluvia, tierra mojada, brisa, muerte y  remordimiento se fusionaron en una composición original. Cigarros y granada primaveral. Brown & Williams.

Margaret no había muerto. Ella estaba allí. Justo allí.
Con una camisa 2 tallas más grande, pequeñas ojeras bajo los ojos jade, despeinado y descalzo. Y Margy estaba allí. Adam estaba allí.

- Derramó el té, sr. Brown -
- Lo lamento -

Entonces se separaron en un pesado suspiro.
No sintieron nada, pero sintieron tanto al mismo tiempo…que se volvía complicado de explicar.

- Adam…-

Se escuchó una vocecilla aterrada al final del corredor. Se trataba de un pequeño niño en pijamas. De no más de 3 años. Con cabellos castaño oscuro rizados y los ojos miel. Asustado, intimidado y solitario. Con lágrimas en los ojos y la boquita temblorosa.

- Aquí estoy Noah -
- Adam…-

James se sorprendió al ver al pequeño. Allí también estaba Margaret. En su vocecilla. En sus pasos y en su cabello. Pero no solo se sorprendió. También se aterró. Sintió miedo, dolor, culpa, confusión, depresión, derrota. ¿Ahora qué sería de ambos chicos? ¿Dónde estaba el padre de ambos? ¿Dónde estaban sus familiares? Oh dios, ¿Quién se haría cargo de ellos? ¿Quién si no era Margaret? Estarían solos, serían explotados, amenazados, acuchillados, y asesinados.
¿Acaso el pequeño sabía lo que pasaba? Ni siquiera él terminaba de asimilarlo. Todo volvía una vez más. Pánico, un golpe en la cabeza y esos dos niños descalzos corriendo en las piedras mojadas.
 
El pequeño corrió a los brazos de su hermano mayor. Y se acomodó en su regazo temeroso.

- ¿Dónde está mamá? -
- Ya vendrá pronto -
- ¿Cuándo ya no llueva? -
- Quizá -

Pero la lluvia era muy fuerte aun.
No había parado desde hace todo 1 día y esta mañana.
A veces era menos intensa, a veces era más fuerte, pero no cesaba.
¿A quién engañaba?
Mentirle a su hermano menor era lo peor que podía hacer.

El pelinegro se puso de pie cargando al menor. Miró al adulto y se decidió a hablar después de un largo y agobiante suspiro.

- Mi hermana llegará a las 8:00am para que vayamos al funeral de nuestra madre…- suspiró nuevamente – No lo conocemos sr. Brown, pero ya que usted si conocía a Margaret, creo que puede asistir al funeral…-
-Gracias…pero lo dudo. -
- …-
- Me voy. Yo…no quisiera volver a desplomarme una vez más…-
- Comprendo. -
- Gracias por todo, jovencito. -
- Solo le di té. No exagere-

Por un momento, James sintió querer sacar una ligera mueca, algo así como una sonrisa. Ese chico parecía tan extraño. Tan diferente. Y en ese momento tan perfecto.

- ¿Me das tu número? Quisiera verte luego. -

Adam arrugó la nariz.

- ¿Para qué? -
- Quiero asegurarme de que estarán bien. Me gustaría apoyarlos económicamente pero antes de eso necesito que me hables de tu familia y sus necesidades. De tu pequeño hermano y tu hermana mayor… solo si quieres…lo que menos busco es incomodarte…-
- Tranquilo Mr. Brown. Es verdad que suena algo raro, dado que acabo de conocerlo. Pero está bien, supongo… mi número es **********-

Ahora definitivamente había una sonrisa en el rostro de James.
Adam lo miró de reojo y después bajó su mirada hacia sus pies descalzos.

- Eres un buen muchacho…-
- Guarde sus halagos... suerte en su viaje de vuelta a casa.-

El  mayor se puso de pie y miró al pelinegro. Una tez pálida, mirada batida en melancolía, y un extraño aroma a hierbas. Irreversible. Tierra mojada, labios durazno y luego solo una despedida. Salió de la casa, se subió a su auto y se fue por el mismo sendero por el que llegó.

Notas finales:

Espero que os haya agradado.
Gracias por leer.
Han provocado que una flor nazca en el corazón de su servidor.


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