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El demonio de Edén por zandaleesol

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Título: El demonio de Edén

Personajes: Harry/Severus

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling, sólo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo ningún beneficio económico.

Advertencia: AU. Romance. Misterio.


Capítulo 3. Situaciones del pasado


Harry tomó la mano de Gabrielle al momento de entrar a la casa de Rockwood, estaba nervioso y no cayó en cuenta de que esa era la primera vez que tenía contacto físico con la pequeña.


Dio una mirada rápida al lugar, y luego fijó sus ojos en el hombre.


-¿Cuánto tiempo cree que tardará en confeccionarme unas botas?

-No demasiado.

-Bien… estoy listo para que tome las medidas.


Rockwood asintió con la cabeza mientras fijaba su mirada en Gabrielle.


-Es hermosa, tal como lo era su madre… pero tiene los ojos del padre -dijo Rockwood, causando algo de asombro en Harry.

-¿Conoció usted a lady Eleonor? -preguntó el muchacho.

-Por supuesto. Mi familia es de Edén. Yo vivía ahí cuando el Conde llegó con su esposa.


Gabrielle observaba con mucha atención a Rockwood.


Harry, pese a la sorpresa que le causaban las palabras del hombre, no quiso hacer preguntas. Quería terminar con el asunto rápidamente y marcharse.


-Siéntese aquí -indicó Rockwood, acercando un banquillo hacia el muchacho.


Harry soltó la mano de la niña y se sentó. Rockwood a su vez hizo lo mismo arrastrando con bastante ruido otro banquillo. Se instaló frente al muchacho y le tomó el pie, enfundado en una finísima bota. Comenzó a jalar el cierre. Esto hizo que Harry se sobresaltara.


-¿Qué hace?

-No puedo tomar la medida de su pie con la bota puesta.

-¿Y acaso no puede usar la bota como modelo?

-No.


Harry se quedó tieso mientras veía como el hombre quitaba la bota lentamente. Aquella situación le parecía demasiado íntima, por lo mismo se sintió totalmente incómodo.


Rockwood, dejó caer la bota y tomó el pie de Harry desde el talón. Con unos cordeles finos midió el pie del joven desde varios ángulos. Luego siguió hacia la pantorrilla, cosa que hizo que el joven se tensara mucho más. Luego, de modo deliberado, apoyó sus dedos toscos en el muslo de Harry, era más de lo que éste podía soportar. El muchacho estaba a punto de obligarle a apartar la mano cuando una voz que sonó fría y peligrosa habló tras él.


-Ya has tomado suficientes medidas, Rockwood.


El aludido levantó la cabeza. Harry aprovechó de apartar su pierna, pero estaba tan sorprendido por la presencia del Conde que no atinó a nada más.


-Snape -susurró medio sorprendido Rockwood.

-Si ya está listo señor Potter, espere afuera con Gabrielle.


Harry no se sintió nada alegre con el tono en que el Conde se dirigía a él, pero como Gabrielle observaba con ojos atentos la escena se abstuvo de hacer algún comentario. Se volvió a calzar la bota lo más rápidamente que pudo.


-¿Cuándo cree que las tendrá listas? -preguntó a Rockwood que tenía la mirada fija en Severus.


-Tardaré unos cinco días -respondió el hombre aun sin mirarle.

-Bien, las recogeré entonces…

-Eso no será necesario -intervino Severus -. Tom vendrá por ellas.


Harry miró alternativamente a un hombre y al otro. Era evidente que se desafiaban con los ojos. Prefirió por el bien de Gabrielle abandonar el lugar de inmediato.

-Vamos Gabrielle -dijo Harry, luego se volvió a mirar a Rockwood -, hasta luego.


Cuando estuvo fuera respiró profundo. Estaba confundido, no entendía porque el Conde se había presentado ahí y porque había tenido esa actitud tan hostil.


-No esperaba verte por aquí, Snape -dijo Rockwood.

-Eso es evidente. Al ver la libertad que te estabas tomando con mi empleado, compruebo que mi intuición no me falló, fue acertado venir.


Rockwood sonrió de modo malicioso.


-Me suena a celos lo tuyo, Snape.

-¿De ti? -respondió Severus con una sonrisa irónica.


El zapatero no respondió enseguida.


-Presiento que el muchachito no tiene idea de quién eres, ¿aún no has intentado llevarlo a tu cama?

-Si lo he intentado o no… no es de tu incumbencia.


Un destello de ira se dibujó en la mirada de Rockwood.


-Tienes razón, no me importa.

-Me alegra oírlo -respondió Severus altivo, para enseguida darse la vuelta y salir del lugar, pero se detuvo al escuchar la voz del otro hombre.


-Sabe que asesinaste a tu esposa, yo mismo se lo dije el día en que llegó a Dovan.


El rostro de Severus adquirió un color más pálido del habitual, encaró a Rockwood.


-¿Tú?

-Sí. Yo estaba en la taberna el día en que el muchacho preguntó por el aviso que habías puesto. Debo reconocer que tiene agallas, porque la información no le intimidó.

-Una prueba más de que no has cambiado ni un poco, eres el mismo miserable de hace diez años.

-No te parecía miserable cuando follábamos por los rincones del castillo-dijo Rockwood con tono burlón.

-En ese entonces no sabía de lo que eras capaz, pero afortunadamente abrí los ojos a tiempo.

-Te burlaste de mi Snape, eso es algo que nunca te perdonaré.

-Eras lo suficientemente adulto como para aceptar las consecuencias de tus actos Rockwood. Además no fuiste una víctima realmente, eras demasiado astuto como para eso.

-Lárgate de mi casa -ordenó Rockwood.


Severus hizo un saludo despectivo y se volvió.


-Snape, ten cuidado con el muchacho. Sería una pena que te enamoraras de él, lo estarías condenando a una horrible muerte… quizá tan o más terrible que la de tu esposa.


El hombre de ojos negros se marchó sin decir nada.


Una vez que se encontró fuera de la vivienda de Rockwood, Severus dejó escapar el aire. Había tenido éxito conteniendo los intensos deseos que tenía de estrangular al zapatero. Debía controlarse por el bien de su hija, su reputación ya era bastante dañina para la pequeña como para que él contribuyese a que la maledicencia de la gente de Dovan aumentara. Se acercó hasta Harry y, aprovechando que Gabrielle se había alejado un poco para observar a los caballos que pastaban libremente, le habló al muchacho.


-Señor Potter, la próxima vez que vaya a permitirle a un desconocido tomarse libertades con usted, procure no hacerlo delante de mi hija.


Harry se sintió ofendido por la insinuación, sus mejillas se volvieron rojas de puro coraje.


-Su advertencia está demás milord -respondió Harry con tono duro -, yo estaba a punto de reprenderlo cuando usted entró.


Severus se arrepintió casi enseguida de sus palabras. Sin embargo, un sentimiento inexplicable que dominaba sus sentidos no le permitió disculparse.


-Con su permiso milord, aún tengo que realizar algunas compras -dijo Harry dándole la espalda al hombre de ojos negros.


Severus lo vio alejarse con Gabrielle para emprender el regreso hacia el centro del pueblo.


*~*~*~*~*~*~


El regreso a Edén para Harry fue menos alegre. Estaba realmente ofendido a causa del comentario del Conde. Mientras navegaban, ni una sola vez volvió la vista para observarlo como había hecho por la mañana. Sin embargo pese a su mal humor había cosas en las que no podía dejar de pensar. Su curiosidad crecía gradualmente. Hasta el momento se había preguntado miles de veces por que el Conde se había quedado en la vivienda de ese hombre, qué materias tendría que tratar con un sujeto como Rockwood; por el modo en que se habían mirado podía asegurarse que no existía ni un poco de simpatía entre ellos.


Además recordaba perfectamente las palabras dichas por ese hombre el día de su llegada a Dovan. Estaba más que claro que odiaba al Conde, ¿pero qué motivos tendría para tal odio?


Durante la cena, Harry percibió a Severus más taciturno de lo habitual y, eso era mucho decir. Cada vez estaba más seguro de que algo tenía que ver en eso aquel zapatero tan desagradable. Después de llevar a Gabrielle a la cama y leerle un poco hasta que la niña se durmió, con bastante facilidad pues el viaje al continente la había agotado; bajó a la cocina para beber una taza de té.


En la cocina encontró a la señora Weasley, una mujer muy agradable que le había acogido con sincero afecto desde el primer día de su arribo al castillo.


-Parece que la señorita Gabrielle se durmió temprano -comentó la señora Weasley al ver entrar a Harry.

-Así es, el viaje al continente la agotó bastante.

-Jovencito, tú has sido una bendición para esa pobre niña; desde que murió su madre no había mostrado interés por abandonar la isla.

-Yo creo que se divirtió.

-No tengo duda de eso, tú eres muy especial. Estoy segura que hasta para el señor el viaje fue más agradable.


Harry vio en aquel comentario de la señora Weasley una oportunidad para comprender algo de la extraña situación que había vivido en la casa del zapatero de Dovan.


-La verdad no lo creo.

-Supongo que lo dices por las habladurías de la gente, pero es así, siempre le miran con malos ojos cada vez que va al continente.

-No, bueno yo no vi a nadie que le mirara con malos ojos, supongo que delante de él fingen. Hay un hombre de apellido Rockwood en Dovan, es el zapatero del pueblo; creo que existe bastante animosidad entre el Conde y ese hombre.


La señora Weasley guardó silencio y, con eso Harry tuvo la confirmación de que algo malo había sucedido entre los dos hombres.


-Te prepararé una taza de té -dijo la señora Weasley.

-¿Permitiría que lo haga yo? -preguntó el muchacho.

-¿Sabes preparar té?

-Sí. Siempre le preparaba té a mi madre, ella misma me enseñó.

-Pues adelante jovencito, realmente deseo probar ese té.


Harry tomó la tetera e inició la preparación, tal como lo hacía para su madre. Un dolor le oprimía el corazón al recordar a Lily. Prefirió apartar evocaciones dolorosas y pensar en otra cosa.


-Me llevé una gran sorpresa con ese zapatero -comentó Harry mientras llenaba la tetera de porcelana con el agua que había sido recién sacada del fuego.

-¿Y eso por qué? -preguntó la señora Weasley.

-Conocí a ese hombre el día que llegué a Dovan, estaba en la taberna bebiendo.

-Ah no me extraña, es conocido por su afición desmedida al alcohol.

-En esa ocasión no se refirió al Conde en buenos términos. Estaba presente cuando yo pregunté por el aviso de que se necesitaba una preceptora para esta isla.

-Eso no es extraño. La gente de Dovan nunca habla bien del señor.

-Sí, pero ese hombre dijo cosas especialmente desagradables. Me dijo que el Conde era un hombre maldito, que cualquiera que estuviera a su lado corría peligro. También habló de Gabrielle, dijo que le había quitado la voz… para que no contase que era él quien había asesinado a lady Eleonor.


La señora Weasley movió la cabeza en señal de disgusto.


-Ese Rockwood nunca fue bueno.

-Hoy cuando estuve en su casa me contó que él había vivido aquí en Edén.

-Sí, pero se marchó poco después de que el señor trajera a lady Eleonor.

-¿Y eso se debió a una casualidad o es que existió algún problema entre ellos?


La señora Weasley guardó silencio y miró pensativa a Harry.


-Discúlpeme, creo que estoy siendo descortés al preguntar tanto y sin tener ningún derecho -se apresuró a decir Harry.

-El antiguo Conde, el padre del señor contrató como asistente a Rockwood, vivía en esta casa y se encargaba de todas sus cosas, antes lo hacía mi esposo Arthur.

-¿Y qué sucedió con su esposo?

-Arthur murió en un accidente dentro de esta misma casa, cayó de la ventana de la torre, en esa época no tenía barrotes.

-Señora Weasley, jamás lo hubiese imaginado, cuánto lo lamento -dijo Harry sorprendido y apenado sinceramente.

-Eso pasó hace quince años.


Harry pensó que eran los mismos quince años trascurridos desde la muerte de su padre a manos de Lucius Malfoy.


-En esa época… milord vivía aquí.

-Oh no, el señor estaba en Londres en aquel tiempo.

-¿La madre de milord también murió joven?

-Lamentablemente sí. Era una buena mujer, pero el antiguo Conde no la respetaba, la pobrecita nunca conoció la felicidad, el señor Tobías sólo deseaba un heredero.

-¿Y de qué murió la madre de milord?

-De una enfermedad. Naturalmente que todos atribuyeron la muerte de la Condesa a la maldición, hasta el mismo Conde lo creyó. El señor y su padre nunca se habían llevado bien, luego de la muerte de la Condesa se fue a Londres y ahí vivió hasta que debió regresar cuando el Conde enfermó.

-¿Y cuándo milord regresó, Rockwood aún estaba al servicio del anterior Conde?

-Sí. Habían pasado solo unas semanas desde el regreso del señor para cuando el señor Tobías murió. Entonces el señor heredó las propiedades y los títulos de su padre, y las mismas responsabilidades y preocupaciones.

-Han sido muchas las pérdidas en la vida de milord.

-Así es.

-Y ese hombre Rockwood al morir el viejo Conde se marchó de la isla.

-Oh no, claro que no. Se quedó en el castillo, para servir al nuevo Conde.


Harry arrugó el ceño confundido.


-¿A milord?

-Sí, y veo que te asombra mucho.

-Es que por el modo en que se miraron esta mañana, queda muy claro de que se odian profundamente.

-Pero una vez fueron amigos.

-¿Amigos?

-Sí, el señor siempre fue un hombre de buen corazón, noble más allá de su título. Tras la muerte del señor Tobías permitió que Rockwood se quedara en esta casa y siguiera trabajando para él, pero en realidad nunca le trató como un simple empleado, tenían una relación especial.


Harry creyó entender y sintió una especie de pinchazo en el estómago.


-Nadie lo creería -comentó el muchacho.

-Sin embargo, esa buena relación duró solo un tiempo. Rockwood comenzó a actuar como si fuese dueño del castillo y de toda la gente de la isla. Hubo muchos problemas, pues era un hombre prepotente y cruel.

-¿Y milord permitía aquello?

-Él no lo sabía, nadie se atrevía a quejarse por miedo a las represalias de Rockwood.

-¿Y entonces cómo fue que acabó la amistad de ellos?

-Pues simplemente que Rockwood no pudo tener al señor engañado mucho tiempo.

-Lo despidió entonces.

-No exactamente. El señor un día cualquiera dijo que se iba a Londres, para arreglar cosas con el administrador de su padre. Tardó tres meses en regresar, y en ese tiempo Rockwood se sintió dueño del lugar, ya te lo imaginarás jovencito. Pero un día el señor volvió y no venía solo, traía a una hermosa jovencita con él, su esposa, lady Eleonor.


Harry apenas pudo disimular su asombro.


-Fue una verdadera sorpresa, pero nos alegramos por el señor, y también por nosotros porque estábamos seguros de que la nueva Condesa, no iba a permitirle a ese Rockwood, que siguiera comportándose como el dueño del castillo.


La señora Weasley sonrió al recordar aquello.


-No te puedes imaginar cómo se puso ese hombre al saber que el Conde se había casado, enloqueció de rabia.

-Tal vez tenía esperanzas de convertirse en el dueño del castillo de modo oficial-aventuró Harry.

-Es probable que lo pensará. Y la nueva situación le resultaba humillante así que renunció a su puesto y dejó la isla para siempre.

-Ahora comprendo porque odia tanto a milord.

-Ha sido él quien desde entonces se dedicó a llenarle la cabeza de cosas a la gente de Dovan en contra del señor.

-Pero usted dijo que el antiguo Conde pensó que la muerte de su esposa fue a causa de la maldición.

-Así es. Lo de la maldición se remonta a épocas muy antiguas. Rockwood llevado por el coraje se ha encargado de que la gente no olvide ni un momento la maldición.

-Yo me niego a creer eso, estoy seguro que todas esas muertes tienen una explicación lógica.

-No sabes cómo me gustaría pensar como tú, pero la muerte de lady Eleonor nos hizo recordar que la maldición está ahí, existe y no hay como eludirla.


A pesar de las fatales evidencias Harry se negaba a creer que tal maldición fuese real.


*~*~*~*~*~


Severus estaba molesto por lo que había visto esa mañana en la casa de Rockwood. Estaba claro que ese hombre jamás perdería una sola oportunidad de fastidiarlo. La actitud que tuvo hacia el joven preceptor de su hija era una prueba de ello. Ahora que habían transcurrido varias horas y tenía la cabeza más fría, aceptaba que la acusación que le hizo al joven de ojos esmeraldas era del todo infundada. El muchacho se había sentido ofendido y con todo derecho.


Tenía que encontrar el modo de disculparse, y cuanto antes lo hiciera mejor, pensó Severus.


Y como si el muchacho de ojos esmeraldas hubiese intuido la sinceridad de su propósito golpeó la puerta de su despacho pese a lo avanzado de la hora.


-Milord, sé que es un poco tarde, pero necesito hablarle de algo importante -dijo Harry.


Severus le miró con cierto temor, quizá el joven venía a decir que renunciaba a su puesto. No sabía muy bien porque, pero lo último que deseaba en la vida era que ese joven se marchara.


-Pase -indicó el hombre mayor.


Harry entró al despacho y se quedó de pie mientras el Conde cerraba la puerta. Observó a Severus con atención y naturalmente lo encontró tan serio como el día en que le había conocido, pero ahora además parecía preocupado. Al instante vino a su mente lo dicho por la señora Weasley. Ahora que conocía algo más de la intimad del Conde comprendía perfectamente su reacción de esa mañana en casa de ese sujeto Rockwood.


-Milord, yo quería decirle que…

-Por favor no diga nada, estoy completamente consciente de que mi actitud hacia usted fue incorrecta. No tenía ningún motivo ni tampoco derecho a poner en duda su honorabilidad. Sé que mis palabras le ofendieron profundamente y me siento absolutamente arrepentido de haberlas formulado -dijo Severus de corrido.


Harry se quedó sin habla, nunca esperó que ese hombre, conocido como “El Demonio de Edén”, fuese capaz de dirigirse a él, que era casi un crío, en esos términos. Observó al hombre por varios segundos, aún daba vueltas en su cerebro todo lo que la señora Weasley le había contado, y sin saber cómo ni por qué acortó la distancia que le separaba del hombre y, poniéndose en puntillas le rodeó el cuello con los brazos y luego apegó su boca a la del Conde.


El impacto le impidió reaccionar en el primer momento. No recordaba ya cuanto tiempo había pasado desde la última vez que sintió el contacto de otro ser humano tan próximo. Los labios del muchacho de ojos esmeraldas presionaban sobre los suyos, quedaba claro que nunca antes había besado. La sorpresa inicial se transformó en un deseo abrumador, en una necesidad avasallante y entonces reaccionó, tomando al muchacho por la cintura y apretándolo contra su cuerpo. Lo escuchó gemir y eso fue suficiente para despertar aquel deseo primario. Besó los labios de Harry con suavidad pese a que la hoguera de su cuerpo ardía sin control.


Ahora ya todo estaba claro para él, todas esas sensaciones y sus sentimientos de aquella mañana en casa de Rockwood. Todo se reducía a un solo hecho innegable, estaba enamorado. Sí, lo estaba, y aquello sucedió desde el primer día en que ese joven sorprendente y tan hermoso le había mirado de un modo que casi había paralizado su corazón.


El calor del cuerpo de Harry era intensamente enloquecedor. Su aroma, su piel suave. Se rindió a los sentidos. Comprendió que pese a la inesperada audacia del muchacho, aquel era su primer beso, pues le besaba con los labios cerrados. Con delicadeza y poco a poco, su fogosa lengua fue buscando el camino hacia esa cavidad húmeda que le recibía con ardiente timidez.


Harry sintió que perdía la cabeza, todo él temblaba de modo descontrolado. Pero era maravilloso sentirse apegado al cuerpo del Conde de un modo tan estrecho. Podía sentir su pecho duro, y no solo eso, también percibía la dureza del hombre rozando su muslo. Gimió de gusto y placer.


En ese momento recordó aquellas palabras de su padrino Sirius con respecto a lo que sentía alguien cuando la persona amada le besaba por primera vez. «Todo desaparece en derredor, y sientes que solo existes para quien amas». Ahora tenía la certeza absoluta de que nunca había estado enamorado de Draco Malfoy. El chico rubio con toda su belleza jamás le provocó semejante torbellino, el muchacho rubio era hermoso, casi un ángel; pero el Conde era otra cosa, era un hombre verdadero, era todo músculos y fuerza, era fuego y pasión.


Harry sintió como era levantado del suelo y llevado hacia el sofá. Ahí fue despojado con prisa de su pantalón. Sabía que debía esperar más o menos, pues su padrino le había explicado como dos hombres hacían el amor; sin embargo fue totalmente sorprendido cuando sintió que su erección era atrapada por el calor húmedo de la boca del Conde. Aquello jamás lo imaginó posible. Su corazón latía como loco, abrumado por la felicidad y la sorpresa.


Ahora no tenía dudas de ningún tipo. Todo lo que ocurrió en su vida tenía por objeto llevarlo hasta ahí, a los brazos de este Conde misterioso que con una sola mirada había sellado su destino. Amaba a Severus Snape, el «Demonio de Edén».


Harry ahora descansaba la cabeza en su hombro. Permanecían sentados en ese sofá que sería para siempre cómplice de aquel encuentro secreto y fogoso. Pero para Severus las cosas no eran tan simples. Aunque ya no podía negar que estaba enamorado de Harry, tenía miedo. La maldición era cierta y había perseguido a su familia desde muchas generaciones. La muerte de su esposa era la prueba más reciente. Eleonor fue una víctima inocente. Él no la había asesinado como decía Rockwood, por lo menos no directamente. Pero era responsable, lo era por el simple hecho de haberse casado con ella. Sabía bien que de un modo u otro las personas a las que se permitía amar acababan pagando el precio.


Ese era el motivo por el cual se mantenía alejado de Gabrielle. Darle su afecto a la niña sólo la condenaría al mismo final que había tenido su madre.


Y ahora estaba Harry. Este jovencito ingenuo y dulce que no comprendía el peligro en el que se encontraba. Acababa de entregarse confiado y lleno de pasión. Era imposible no amarlo, ¿Qué haría ahora que las cosas se habían salido de control? ¿Debía acaso despedirlo? Buscar el modo de que abandonara Edén para siempre. No sería fácil, no después de lo sucedido entre ellos. Pero encontraría el modo de que Harry se marchara, aún estaba a tiempo de salvarle la vida.



~o0o~

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