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El demonio de Edén por zandaleesol

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Título: El demonio de Edén

Personajes: Harry/Severus

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling, sólo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo ningún beneficio económico.

Advertencia: AU. Romance. Misterio.



Capítulo 6. Sucesos inesperados


Severus miró con ternura al joven de ojos esmeraldas. Ya no se sentía capaz de rechazarlo, con maldición o sin ella se casaría con Harry.


-Ese dolor que te llevó a huir de tu familia es lo que te trajo hasta mí -dijo el hombre mientras besaba con ternura la mano del muchacho.

-¿Te casarás conmigo entonces?

-Harry me casaría contigo aunque no existiera la posibilidad de que me quiten a mi hija.


El muchacho se sintió tan feliz de escuchar aquello que se lanzó sobre los brazos del hombre mayor sin ningún recato.


Y Severus lo recibió con efusividad. Un instante después sus labios se unían por segunda vez en un beso apasionado. Tardaron bastante tiempo en calmar el ímpetu que se adueñaba de sus sentidos.


-Me enloqueces Harry.

-Y tú a mi Severus.

-Nunca creí que alguna vez podría experimentar lo que tú me haces sentir. Me llenas el alma mi amor.

-Te amo Severus, te amé inclusive antes de conocerte -dijo el muchacho mientras esparcía besos por todo el rostro del hombre.

-¿Antes de conocerme? -preguntó sorprendido el hombre de ojos negros.

-Sí Severus. Aquel día en Dovan, cuando leí el anuncio que habías puesto. La tabernera me habló de ti cuando le pregunté, dijo que eras un demonio y todas esas otras tonterías. En ese momento el corazón me dijo que debía venir, que tú me necesitabas. Aunque me ofrecieran otro empleo en ese mismo instante, lo hubiese rechazado. Y todo quedó más claro cuando te vi parado en el umbral de esa puerta.

-Yo también debo confesarte algo con respecto a ese día Harry.

-¿Qué?

-Cuando Tom me dijo que te negabas a marcharte, vine con la intención de justificar mi apelativo de «demonio», pero cuando miré tus hermosos ojos y este rostro de ángel, ya no pude pensar con cordura.


El muchacho soltó una risilla traviesa.


-Pues yo tampoco estaba en mis cabales, porque mientras me conducías a la habitación de Gabrielle, lo único que pensaba era en lo guapo que te veías. Nunca antes miré a ningún hombre de modo tan inapropiado como te miré a ti esa tarde.

-Sí que eres un muchachito travieso…

-Oh Severus… Yo era tan correcto, a Draco jamás lo miré como a ti, ni siquiera me animé a besarlo, en cambio contigo; no sé qué provocas en mí, pero pierdo la cabeza por completo.

-¿Tú pierdes la cabeza? Y que dices de mí… el día que me besaste terminé llevándote al sofá.

-Fue maravilloso lo que me hiciste, no tenía idea que fuera posible.

-Y yo no podía creer que me aceptaras sin ningún reparo.

-Así es el amor -respondió el muchacho -.Porque no me llevas ahora a tu habitación y repetimos esa experiencia maravillosa.

-¿Ahora mismo?

-No me importaría hacerlo aquí tampoco, pero creo que sería mucho más cómodo en tu cama.

-Harry, hace nada pensé que debía controlarme contigo o terminaría haciendo algo que sería irreparable para ti.

-Oh, bien si ese algo es lo que imagino, pues no tienes de que preocuparte porque ya estamos comprometidos y no permitiré que te arrepientas.

-Sé que no lo permitirías y yo no tengo intención de arrepentirme, sin importar que suceda.


Harry acercó sus labios a los del hombre y le besó suavemente esta vez. Ahora que comprendía la diferencia entre «enamoramiento» y «amor verdadero», daba las gracias al destino que lo había llevado hasta Edén.


-Llévame a tu habitación Severus, quiero aprovechar el tiempo que nos queda antes de la cena de víspera de San Miguel.

-Sus deseos son órdenes para mí, señor Potter.


Severus apartó al joven con suavidad y se puso de pie. Se dirigió a un punto específico de la pared a la altura de la chimenea.


-En ciertas situaciones es muy ventajoso habitar un castillo tan antiguo como este. Existe un pasadizo secreto que comunica este lugar con mi habitación en la segunda planta -explicó Severus mientras jalaba un mecanismo oculto.


Los ojos de Harry brillaron de entusiasmo.


-¿Alguien más conoce la existencia de este pasadizo?

-No. Nadie que no lleve el apellido Snape.

-Entonces no deberías revelármelo.

-Estas a punto de convertirte en mi esposo de hecho, y en unos días lo serás con todas las de la ley… Así que no hay nada que me impida compartir este secreto contigo -respondió Severus mientras una pared de piedra se movía y dejaba al descubierto un pasillo oscuro.


El corazón de Harry latió más a prisa. Una sensación inexplicable hizo que su estómago se sacudiera, cuando finalmente el hombre de ojos negros, luego de encender una lámpara, le tendió la mano. Sin dudarlo ni un segundo la tomó y así una vez dentro del pasillo y después de asegurarse de que la pared había regresado a su lugar, comenzaron el ascenso por los escalones que les llevarían a un mundo de felicidad que ninguno había conocido antes.


El final del estrecho pasillo era la habitación privada de Severus. La pared que se movía estaba disimulada tras un tapiz.


El Conde le tendió la mano al muchacho después de apagar la lámpara y dejarla sobre una mesa. Por la ventana un cielo nuboso y gris aportaba muy poca luz a la habitación.


-Es de proporciones extravagantes -murmuró el muchacho después de observar el lugar y detener sus ojos en la cama.

-Lo es.

-¿Por qué tan grande Severus?

-Yo no la elegí -respondió el hombre mientras se encogía de hombros -. Según recuerdo tiene varias generaciones de estar en este castillo.

-Debe ser muy fría para una sola persona. Nunca has tenido la oportunidad de compartirla con alguien más, ¿no es así?

-No, nunca. Tú serás el primero -dijo el hombre de ojos negros acercándose al muchacho.

-Muy apropiado, Severus -dijo Harry con una sonrisa -. Este es el día en que estrenamos nuestro amor.

-Oh Harry, a veces creo que eres el fruto de mi imaginación, ¿no será que la soledad me ha enloquecido? ¿No será que estoy soñando despierto?

-Lo mismo siento yo Severus. ¿Cómo es posible que seas real?


El hombre de ojos negros acercó al muchacho hacia su cuerpo. Le agradó notar que Harry estaba excitado tanto como él.


-Harry esto será diferente a lo del otro día, ¿lo sabes no es así?

-Lo sé -dijo el muchacho mientras tomaba la iniciativa para comenzar a desabotonar la levita del hombre -. Conozco el asunto, al menos en teoría.

-Mi amor, te prometo que seré muy cuidadoso… lo último que desearía en la vida es hacerte algún daño.

-Es cierto que soy virgen Severus, pero eso no me hace frágil.

-Para mí lo eres.

-Severus, soy un chico y quiero que me trates como tal. En realidad deseo que me trates como a un hombre, como a un amante… no quiero que el temor a lastimarme haga que te contengas.


Severus comprendió el sentido de las palabras de Harry. El muchacho deseaba que se sintiera libre para tomar su cuerpo, deseaba ser amado sin miedos.


-Eres todo un hombre Harry, eso lo tengo muy claro. Me lo hiciste ver el día que pretendí abandonarás Edén y te negaste. Sé que no eres frágil, pero deseo con toda mi alma que este momento sea maravilloso para ti, como lo es para mí.

-Ya lo es -respondió el muchacho y luego besó con pasión la boca del hombre.


Antes de lo esperado ya se habían despojado de las ropas de la cintura hacia arriba. Ahora las manos de Harry acariciaban cada contorno del pecho de Severus, mientras éste, presa del deseo que despertaban esos toques, mimaba con sus manos el trasero del muchacho, esto hacia que sus respectivas erecciones se rozaran, arrancándoles gemidos placenteros.


-Oh Harry… amor mío, creo que estoy más que listo.


Harry no supo cuánto tiempo pasó. Pero no debió ser mucho entre aquellas palabras y hasta que se encontró recostado sobre la cama. Mientras con delicadeza era despojado de su ropa, se preguntaba cómo era posible que la gente pensara que Severus Snape era un demonio. Era imposible no darse cuenta de la dulzura que poseía ese hombre. Era lo que lady Eleonor había visto, por eso quiso darle un hijo. El no estaba adaptado para darle hijos, pero a cambio le daría su vida, porque a partir de ese momento jamás lo dejaría.


Severus demoró solo lo necesario. Harry, para alegría suya, estaba completamente entregado. Eso le facilitaba las cosas. Y aunque estaba algo nervioso, pues había pasado demasiado tiempo desde que se encontró en esa situación por última vez. Casi se sentía tan novato como Harry.


Harry sabía que poseía el valor para afrontar el dolor que experimentaba en ese momento. No era cobarde. Pero aquello era bastante doloroso a pesar de que Severus se había tomado tiempo en prepararlo, sin embargo, resistió. No lo hacía solo por él, deseaba que ese momento quedara grabado en la mente y en el corazón del hombre de ojos negros como algo hermoso. Se propuso disfrutarlo, si el gozaba el momento también lo haría Severus.


Severus se preguntaba, mientras embestía suavemente al muchacho y experimentaba un placer que jamás imaginó que podía ser posible, si era realmente merecedor de todo aquello. Aún tenía dudas, no era fácil luchar contra años y años de creencias fatalistas sobre sí mismo. La respuesta a esa duda la recibió en la forma de un gemido que se escapó de la garganta del muchacho de ojos esmeraldas. Harry estaba totalmente entregado a las sensaciones que se adueñaban de cada centímetro de su cuerpo.


El hombre mayor escuchó al muchacho llamarlo por su nombre una y otra vez, después gemidos y suspiros. Finalmente sus voces suplicantes se mezclaban, porque Harry rogaba al hombre que no se detuviera jamás. Severus suplicaba al muchacho que fuese suyo para siempre, que jamás lo dejase. Junto con los juramentos de amor eterno llegó el orgasmo para Harry, Severus que se había contenido bastante, finalmente se dejó ir. Su cuerpo laxo quedo tendido sobre el de Harry, pasó tiempo antes de intentar moverse, pero el muchacho le habló:


-No amor… por favor no te muevas aún -pidió Harry con un gemido.


El hombre obedeció sumiso. Ese contacto íntimo le hacía tan feliz y tampoco deseaba que terminara aún.


-Me encanta estar así mi vida, pero estoy consciente de mi peso y no quiero que acabes demasiado cansado.


Harry soltó una risa en la que se evidenciaba que apenas se recuperaba del placer vivido.


-Sentir tu cuerpo sobre el mío es maravilloso, desearía que no terminará jamás.

-Este es el comienzo -respondió el hombre -. Tenemos toda la vida por delante.


Harry sonrió satisfecho. Se movió y el contacto íntimo cesó. Buscó el rostro de Severus y lo besó con ternura.


-Hmm… eres maravilloso -susurró el joven de ojos esmeraldas -, nadie creería que eres el mismo hombre que estaba dispuesto a mandarme de regreso al continente.

-Ese hombre era otro, uno que estaba completamente mal de la cabeza.

*~*~*~*~*~*~*


Era la primera vez que la cena de la víspera de San Miguel, se celebraba como un acontecimiento realmente festivo. Todas las personas que trabajaban para el Conde asistían a esa cena. Era la tradición agradecer, preparando una cena con productos solamente elaborados y cosechados en la isla.


Las zanahorias silvestres que Harry había ayudado a recolectar por la mañana fueron a parar a una ensaladera de proporciones descomunales.


Harry y el Conde intercambiaban miradas cada dos por tres. Los recuerdos de la tarde que habían vivido estaban excesivamente frescos en sus mentes. Sin embargo, parecía que nadie lo notaba, y si lo hacían, pues tenían el tacto de no demostrarlo.


Gabrielle se veía tan bien de lo más animada junta a su amiga Luisita.


Lamentablemente el carácter festivo de la cena no duró mucho. Todo se transformó en alarma cuando la señora Weasley obligó a Harry a arrojar la zanahoria que estaba a punto de llevarse a la boca. Todo el mundo se alarmó al escuchar a la mujer.


-¡Santo cielo! ¡Jovencito eso no es zanahoria, es cicuta!


La alarma tras esas palabras cundió entre los que cenaban, pero sobre todo se adueñó del rostro de Severus. Se levantó como un bólido y se acercó a Harry con el rostro pálido.


Harry vio el rostro alarmado del hombre y comprendió que había estado a punto de envenenarse, sin embargo, no era lo que más le preocupaba en ese momento. Temía más el efecto que ese incidente podía causar en el ánimo de Severus; le aterraba la idea de que asociara ese suceso a lo de la maldición, en la que había dejado de creer apenas unas horas atrás. La razón y el corazón son frágiles ante la posibilidad de la muerte del ser amado.


-¿Cómo es posible, señora Weasley? -preguntó con el rostro pálido el hombre mayor.


La señora con el rostro consternado no supo que responder. La horrorizaba ser responsable de semejante descuido.


-Milord, estoy seguro que ha sido un descuido mío, no sabría diferenciar entre una zanahoria y ese otro tubérculo. Es muy probable que yo mismo lo cogiese esta mañana. Todos quienes viven aquí los conocen, no se equivocarían jamás.


Severus miró con preocupación a Harry. No quería que después de los momentos tan felices vividos con el muchacho sus miedos proliferaran otra vez, pero le era difícil aceptar que aquello era sólo una coincidencia.


Harry pareció adivinar los pensamientos que tenían lugar en la cabeza del Conde, pues la línea que cruzaba su frente se había marcado intensamente.


-Por favor, milord, no permitamos que este incidente nos arruine la cena -dijo Harry con tono suplicante.


Severus miró al joven con rostro serio. Naturalmente que comprendía que lo que en realidad Harry le decía era: «No permitamos que esto nos quite la felicidad».


El hombre aceptó las palabras del joven y regresó a su lugar. Recién entonces se dio cuenta de que Gabrielle observaba con ojos temerosos a Harry.


-No te preocupes Gabrielle, todo está bien, el señor Potter está a salvo.


En un acto totalmente inesperado la niña buscó la mano del hombre. Era la primera vez desde la muerte de lady Eleonor.


Poco a poco la calma retornó a la mesa y todo el mundo se relajó. El incidente fue rápidamente dejado en el olvido.

*~*~*~*~*~*~*


Era tarde y el castillo ya estaba silencioso. Harry después de acostar a las dos niñas que compartían la habitación se marchó. Estaba deseoso de ver a Severus y tranquilizarlo, en caso de que aún el hombre estuviese afectado por lo ocurrido durante la cena.


En cuanto tocó la puerta del despacho esta se abrió. Era esperado. Se echó en los brazos del hombre de ojos negros.


Harry no permitió que Severus hablara de ningún tema que no tuviese que ver con lo que sentían el uno por el otro y los planes para el futuro. Después logró dejar el asunto desagradable en el olvido cuando le pidió al Conde que una vez más le llevara hasta la cama a través del pasadizo secreto.


Al llegar a la habitación hicieron el amor una vez más con la intensidad de sus sentidos y, corazones totalmente sincronizados. Para Harry fue muy difícil abandonar el cuarto, deseaba quedarse toda la noche con Severus, pero era imposible, Gabrielle y Luisita dormían en la habitación del piso superior y por más que deseara amar a Severus durante toda la noche debía cumplir con su deber y regresar a la tercera planta.


Al llegar a su habitación sintió el cansancio que la jornada llena de agitación tanto física como mental. Cuando se metió en su cama, la encontró fría, el recuerdo del calor de otro cuerpo tomando el suyo aún estremecía sus sentidos. Le costó conciliar el sueño debido a esas sensaciones que se despertaban al rememorar las caricias, los besos y la sensación de sentirse invadido por la masculinidad ardiente del hombre que amaba.


Se durmió soñando en cómo sería, luego que se casara con Severus, dormirse todas las noches del resto de su vida en los brazos de ese hombre maravilloso.

*~*~*~*~*~*~*


Por la mañana despertó sintiéndose más animado y dichoso de lo que jamás había sido capaz. La sola perspectiva de ver a Severus en el desayuno le infundió la energía sin límites. Después de asearse se vistió rápidamente. Entró a la habitación de Gabrielle. Despertó a las niñas que dormían tiernamente abrazadas.


Las dejó alistándose para el desayuno y se fue a la habitación contigua para ordenar un poco. Ese día era la celebración de San Miguel, por lo tanto, los estudios quedarían suspendidos.


Observó la habitación. Estaba bastante ordenada. No era mucho lo que había que hacer. Sus ojos se detuvieron de pronto en la pared que Gabrielle pintaba. Observó el dibujo, que estaba tomando una forma bastante definida, era el mar. Específicamente el acantilado donde había tenido el accidente lady Eleonor. No hizo falta analizar demasiado, para comprender que Gabrielle había encontrado la forma de contar lo que había sucedido aquel terrible día.


El dibujo mostraba a dos figuras paradas al borde del acantilado, una era más baja que la otra. Harry imaginó que una de ellas era lady Eleonor y la otra Gabrielle. Luego siguió observando y vio como una tercera figura observaba a las otras dos.


El corazón de Harry dio un brinco. No había dudas de que ese dibujo representaba a la niña y su madre en el acantilado, la figura pequeña sostenía un catalejo. La tercera figura estaba muy cerca de la figura grande con brazos extendidos, como si intentara tocarla. Ahí estaba la respuesta a lo sucedido. Ahora Harry tenía la certeza absoluta de que lady Eleonor no había muerto a causa de ninguna maldición, sino que había sido asesinada. Pero por qué alguien desearía hacerle daño. En su cerebro de inmediato se formó la figura de Rockwood. Odiaba a Severus lo suficiente, además tenía sobrados motivos para odiar a lady Eleonor, ella había truncado los planes al casarse con Severus.


Era una hipótesis bastante lógica, sin embargo, había algo que no coincidía. Lady Eleonor había muerto hacía dos años ¿Era posible que Rockwood esperara pacientemente durante ocho años a que se presentara la oportunidad de asesinar a la esposa del Conde, y, así cobrar su venganza finalmente? Recordaba además el modo en que el hombre, aquel día en Dovan había mirado a Gabrielle, su mirada no tenía nada especial, simplemente parecía admirar a la pequeña niña, mencionando que era hermosa como la madre.


Gabrielle tampoco había reaccionado de modo extraño. Si Rockwood fuera el hombre que estuvo en el acantilado, la niña se hubiese mostrado afectada de un modo u otro. Dio vueltas por la habitación tratando de recordar algún hecho fuera de lo común, sucedido durante el tiempo que estuvo en la cabaña del zapatero. A parte del odio que se manifestó en sus ojos con la sorpresiva llegada de Severus no hubo nada más, por lo menos nada que él notara.


Sin embargo, otra idea le invadió. Podía ser que simplemente Gabrielle no recordara a Rockwood como el hombre del acantilado. Después de todo era una niña pequeña, tenía siete años en el momento del suceso y bien podía ser que sus recuerdos estuviesen bloqueados. Tal vez el perder el habla no era la única consecuencia de presenciar el «accidente» de su madre.


La cabeza de Harry era un torbellino de ideas confusas. No sabía si debía informarle a Severus de inmediato de lo que había descubierto, temía preocuparlo sin tener algo más conclusivo. Decidió que esperaría un poco, el dibujo de Gabrielle aún no estaba terminado, era mejor darle tiempo a la niña, tal vez diera más información a acerca de quién había asesinado a lady Eleonor.


Cuando regresó a la habitación donde las niñas ya le esperaban vestidas, hizo todo lo posible por no mostrarse ansioso.


-Pero que niñas más bonitas tenemos aquí -dijo el muchacho con una sonrisa alegre.

-Gabrielle quiere que la lleve a montar, yo también quiero -dijo Luisita después de mirar a su amiga.

-¿De veras? Pues será un placer. Pero lo haremos después de la carrera de caballos, tenemos que ver correr a tu padre Gabrielle -respondió el muchacho.

-Mi abuelita dice que el caballo del Conde ganará este año, es el mejor de todos.

-Esperemos que así sea. Bien, ya debemos ir a desayunar y comer muy bien porque tenemos muchas actividades hoy y tenemos que estar muy fuertes.

*~*~*~*~*~*~*


Al entrar al comedor el joven vio que Severus, como cada mañana ya les esperaba. Sin embargo, por la expresión de su rostro, Harry supo que aunque en apariencia todo se veía igual, su vida y la del hombre de ojos negros había cambiado desde el día anterior. Ante el resto de la gente deberían continuar mostrarse como el señor del castillo y su empleado.


El desayuno fue alegre como nunca antes. Severus no tuvo problemas en mostrarse alegre, nunca se había sentido tan feliz como ahora y no pensaba esconderlo, como tampoco pensaba ocultar lo que sentía por Harry.

*~*~*~*~*~*~*


En los alrededores del castillo se había congregado una gran multitud. Todos habían venido a ver la tradicional carrera de caballos.


Bill había cuidado con esmero el caballo del Conde. Afortunadamente no había sido robado. La particularidad que tenía aquella carrera era que los participantes podían durante la noche robar el caballo de algún otro corredor y utilizarlo libremente. Nadie se había animado a robar el caballo del Conde.


Harry miró con entusiasmo a los participantes, entre los que naturalmente destacaba la figura del Conde. El hombre le había prometido durante el desayuno que ganaría la carrera por él. Para Harry no podía existir nada más halagador.


De pronto se formó un poco de revuelo en la zona de partida. Harry se volteó a mirar el porqué de aquello. Ahí a uno metros estaba Rockwood. Para el muchacho era extraño verle ahí, pues tenía entendido que en la carrera sólo participaban los habitantes de la isla. Le preguntó a la señora Weasley.


-¿Por qué ese hombre viene a correr?

-Viene todos los años, no pierde la esperanza de derrotar por fin al señor.

-Pero él vive en Dovan.

-Sí, pero nació aquí en la isla, además es primo de Tom.


Harry se quedó asombrado.


-¿Tom?

-¿No lo sabías jovencito?

-No.

-Son primos, lejanos eso sí. La familia de Tom no es de la isla, él nació en otro sitio. Llegó a trabajar con el señor un mes después que Rockwood renunció.



~o0o~

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