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UshiHina week (2018) por 1827kratSN

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Algo había cambiado, Ushijima lo notaba a pesar de que las sonrisas y la carismática forma de ser de aquel omega seguía siendo la misma.

Durante el trayecto faltante de su viaje, las pláticas habían girado en torno a las diferentes leyendas existentes sobre espíritus habitantes de los bosques, sobre anécdotas del mayor de ellos quien aseguró haber visto a un Tanuki en una de las fiestas que realizó su amigo. Shouyo escuchaba con gran interés, sonreía entusiasmado con la idea de encontrarse con un zashiki warashi y constantemente platicaba con su alfa escolta sobre esos seres, pero nada más.

¿Dónde habían quedado esas pequeñas sonrisas acompañadas de sonrojos, esas miradas amarronadas adornadas de pestañeos consecutivos o de esos simples reproches sobre la actitud taciturna del alfa? Nada de eso se dio. A pesar de que hablaban, Shouyo no lo miraba directamente, mantenía su distancia en las pláticas, su aroma ya no era dulzón, sino que en ese punto era tan sutil que a veces Wakatoshi juraba que podría ser confundido con el de un beta. Se sentía tan lejano a pesar de que no fuera así, al menos no físicamente

 

—¡Hemos llegado! Bienvenidos a las tierras consagradas de los Azumane —dictó el pelirrojo mayor cuando ingresaban a un pequeño pueblo que prontamente se convertía en una vasta zona llena de casitas, plantíos, comercios y finalmente los llevaba a la mansión correspondiente

—¡Genial! —Shouyo elevaba sus manos sin poder contener el entusiasmo porque ya sabía con quien se iba a encontrar ahí— ¡Hay que apurarse! ¡Vamos, vamos!

—Calma, hijo —reía el mayor

—Hay que dejarlo expresarse, mi señor —dictaban los siervos mientras se quitaban los kasas y disfrutaban de los leves rayos de sol que se colaban entre las nubes

—Shouyo —Wakatoshi estiró su brazo para sujetar amablemente el brazo ajeno y ganarse la primera mirada directa de ese día, una mirada un poco más opaca de las que recordaba—. Tu aroma

—¿Eh? —con gentileza alejaba su brazo del toque ajeno y se sujetaba el pecho antes de reír con nerviosismo—. Oh, lo siento… Me entusiasmé demasiado

—Debes pasar lo más desapercibido posible —sintió el rechazo del omega y eso hizo a su alfa entristecer

—Lo haré, disculpa por mi descuido —el pequeño de hebras anaranjadas respiró profundo varias veces antes de sujetar las riendas de su caballo y mirar al frente—. Ya no le causaré más problemas

—Mi deber es protegerte en esta travesía

—Lo sé —sonrió antes de jugar con la atadura de su sombrero—. Pero no daré demasiados problemas, además, aquí tendré un amigo con quien hacer travesuras… así te liberaré un poquito de tu trabajo, Ushijima-san

—No —sus palabras fueron más un reproche y al darse cuenta tuvo que controlar su propio estado de ánimo— pues mi deber es estar a tu lado hasta que retornes a casa con seguridad

—Ushijima-san —rió bajito antes de señalar la mansión a donde se dirigían—. Estaremos demasiado resguardados, así que relájate un poco —batió su mano para restarle importancia al asunto—. Ahora sigamos y cuando lleguemos te presentaré a Yuu-chan… Estoy seguro de que te caerá muy bien

 

Los amigos de los Hinata eran personas de alta clase, mas, su forma tan amena de recibirlos asemejó a cualquier familia humilde que en medio de su pobreza sabe apreciar a sus allegados. No tardaron en ser acomodados, invitados a un banquete, recorrieron las instalaciones, e incluso fueron presentados ante el personal. Tan vivaces, alegres, ruidosos en ocasiones. Kageyama y Ushijima concordaron en que no calzaban en esa mansión ni en esas familias, pero dieron gracias por experimentar tanta calidez sin planificarlo pues reconocían que algo así le faltaba a su monótona vida.

Shouyo parecía sentirse casi en su propia casa pues al parecer era amigo cercano del esposo del hijo mayor y del hijo menor de los Azumane, siendo estos llamados Yuu y Tadashi respectivamente. Ambos escoltas fueron presentados con entusiasmo, informados en corto tiempo sobre sus funciones, atosigados con preguntas y volviéndose presa del interés de los tres omegas con exceso de energía en esa casa. Agotador lo denominó Kageyama, Ushijima en cambio lo señaló como cálido pues se había acostumbrado a ser tratado de la misma forma por Shouyo en sus visitas al hogar de los Hinata, las mismas que tal vez ya no se darían más.

Y fue a partir de ese momento cuando el alfa se dio cuenta de que la distancia que Shouyo impuso le afectó. Si bien seguía al menor a todos lados -siendo Kayegama designado a acompañarlo ya que debía cuidar de Tadashi pues, al igual que el Hinata menor, era un omega sin marca-, platicaban, paseaban por los alrededores. Jamás recibía una mirada directa o un roce sutil como antes, ya ni siquiera podía llevar del brazo a aquel omega, ni apreciar el perfume cítrico que caracterizaba al mismo

Anhelo. Tal vez esa era la palabra que podría darle a la sensación extraña que lo embargó en esos largos días. Y no era muy agradable pasar por eso

 

—¿Se encuentra bien, Ushijima-san? —era su segunda noche en esa mansión ajena cuando Kageyama decidió hablarle con más confianza

—¿Por qué preguntas? —lo miró desconcertado pues era raro que alguien se interesara por su estado

—Para serle sincero, jamás lo he escuchado suspirar… y en esta noche ha sido la segunda vez que lo hace —expresión seria, esos ojos azulados penetrantes y atentos

—No me fijé —el de mirada aceitunada y el propio azabache no eran habladores, sería normal que ninguno siguiera con la plática, pero no fue así y eso fue extraño

—Puede contarme lo que le sucede, Ushijima-san, y si puedo lo ayudaré

—Estás más hablador ahora, Kageyama

—La influencia de nuestros señores es demasiada, supongo

—¿Te refieres a los Hinata o a los Azumane?

—A los dos… pero eso no responde mi pregunta

—Estoy bien, no te preocupes —cerró sus ojos e intentó convencerse de que sus palabras eran verdaderas

—Usted estaba interesado en el heredero menor de los Hinata —afirmó con seriedad—, ¿es por eso?

—¿A qué te refieres?

—He visto la lejanía entre usted y ese joven omega, he notado como el pequeño intenta no pasar a solas con usted

—Si hablamos de eso, también puedo añadir que el hijo menor de los Azumane te ha tomado interés —contraatacó de inmediato

—Tadashi-sama sólo es gentil —no pareció inmutarse, mas, no paró sus palabras y regresó al asunto que inició—. Noté que Shouyo-sama tiene una actitud diferente a la que vi inicialmente para con usted

—¿Crees que es malo?

—Sí —suspiró intentando buscar las palabras adecuadas—, porque usted cada vez parece más frustrado, al menos ha perdido un poco de la calma que lo caracteriza

 

Su pequeña plática se vio interrumpida por el hijo mayor de los Azumane, Asahi, quien los invitaba a la cena. Pero eso no quitó la intriga que Ushijima sentía debido a las palabras de su compañero. ¿Tanto era el cambio? Mentiría si dijese que no lo consideraba una realidad, pero se negaba a creer que la lejanía de aquel omega era la causante de su alteración emocional. Terco, se lo habían dicho a menudo, pero fue hasta ese punto que consideró que eso era verdadero.

En los dos días siguientes, Ushijima se enfocó en reconocer las sensaciones que le producía aquel omega de mirada marrón brillante; notó las reacciones de su alfa, el cómo su ser entero se comportaba sólo con un gesto amable del mismo. Extraño, mil veces llamó extraño a ese conjunto de emociones que lo embargaban. Intentó distraerse con las tareas designadas, siendo el guardián perfecto con los omegas que a veces tentaban a su suerte e intentaban despistarlos para salir solos por ahí, se centró más en su deber como protector y se justificó en eso cuando no pudo dejar de enfocarse en el rastro leve que Shouyo dejaba a su paso

Pero no. Se estaba mintiendo. Lo supo cuando una alerta se dio en la mansión que los acogía y su primera reacción fue correr al pasillo que lo dirigiría a los aposentos de su protegido. Poca atención puso a su compañero que siguió el mismo camino. Poco le importó abrir aquella puerta corrediza con toda la fuerza de su brazo y destrozarla en el proceso. Sólo quiso verificar que aquel pequeño estuviera bien

 

—Tadashi-sama —la voz de Tobio se elevó cuando llegó junto a Ushijima

—No están —el más alto ingresó a la habitación que Shouyo compartía con el menor de los Azumane y verificó que así era. Sólo dos futones abandonados resaltaban sobre los tatamis

—¡Daré la alerta! —Kageyama perdió compostura, quiso salir corriendo, pero el más grande logró detenerlo

—No —le exigió con autoridad—. Agudiza tu olfato, encuentra el rastro, ¡iremos por ellos! —ordenó

—Sí —asintió antes de acatar la orden y caminar despacio por los pasillos—. Ushijima-san

—Tampoco capto su aroma —gruñó sin poder evitarlo antes de empezar a correr hacia los jardines e intentar hallar el tan preciado rastro

—¡Intrusos en la mansión! ¡Todos, alertas! ¡Capturen a los intrusos! —y esas órdenes dadas por los guerreros de ese hogar sólo los alteró más.

 

Estaba claro que no era coincidencia que ambos omegas hubiesen dejado la seguridad de sus aposentos y que se detectara intrusos en esa mansión en la misma noche. Eso fue planeado, ejecutado, pero ellos se encargarían de que el atentado no fuese efectivo

Ushijima y Kageyama se centraron entonces en buscar el rastro de sus ahora protegidos, corrieron e ignoraron los planes de contingencia de la casa, invadieron cuartos en busca de los omegas, gruñeron, se frustraron, escalaron a los techos para mejor visualización, ignoraron las batallas que se iniciaban y las señales de antorchas y fuego que consumían una de las alas de esa mansión. Se alejaron hasta los perímetros y ahí, sólo ahí, se dieron cuenta de que alguien había usado una mezcla de plantas e incienso para borrar el aroma de los herederos.

Tenían que actuar rápido sino querían perder el leve rastro que hallaron al norte de la casa. Informaron a uno de los siervos sobre su destino y salieron a prisa sin esperar una afirmación siquiera. El alfa de Ushijima vociferaba maldiciones y protestas, deseos de sangre en contra del desconocido que se llevó lo suyo. Entendió en el peor momento que su alfa era más inteligente que su parte pensante. Dejó fluir su enfado y frustración en forma de un gruñido largo y gutural

 

—Ushijima-san —Tobio jadeó cuando el rastro se dividió en diferentes zonas— debemos… apurarnos

—Tú por allí —señaló al camino en donde la esencia de Tadashi se hacía más notoria

—Gracias —fue la palabra que el pelinegro dijo en medio de una sonrisa un tanto terrorífica que prometía venganza, después Kageyama corrió en la dirección señalada y se perdió en la penumbra guiado solamente por una pequeña lámpara de aceite

—Maldición —pocas eran las veces que Ushijima maldecía, pero en esa oportunidad lo hizo porque existían dos sendas con la misma intensidad en aroma de Shouyo. Escogió la opuesta a la que siguió Tobio

 

 

Lejos…

 

 

Amordazado y atado de manos y pies permanecía Shouyo, algo le habían dado y su mente no podía centrarse en cosas específicas. Su nariz percibía el claro perfume de la naturaleza, tierra húmeda, hierbas que no lograba identificar, escuchaba el resonar de la tierra al ser pisada, ramas romperse, dos voces que lo acompañaban y sentía el tacto doloroso de quien lo cargaba al hombro. Se removió un poco pero no tenía la suficiente fuerza. Cuando al fin pudo abrir sus pesados párpados vio que la oscuridad los envolvía y solamente la luna los alumbraba para que sombras y sonidos lo condujeran a un mundo extraño

No recordaba cómo llegó a esa situación, sólo rememoraba el estar platicando con su amigo Tadashi acerca del como entendió que Waka-chan era su alfa destinado, y él escuchaba atentamente el cómo Tadashi describía las emociones que experimentaba con el otro soldado del shogun. Reían porque parecían de nuevo aquel par de niños que se encontraba raramente para jugar y se cubrían con telas blancas para imaginar que estaban en un mundo sólo de ellos. Poco después sintieron un aroma a flores, algo agrio lo acompañó y luego sólo un sueño descarado los cegó.

Shouyo escuchaba la plática agitada de sus captores, era obvio que lo secuestraron y esperaba que Tadashi no tuviera la misma suerte. Diferenció trajes completamente negros, máscaras que cubrían la mitad de los rostros. Se resistió en cuanto pudo moverse y pataleó, sin embargo, sólo se ganó el ser arrojado al suelo con fuerza, un golpe en su estómago, ser amenazado con la voz de mando de uno de los sujetos de clase alfista. Temió por su integridad, mucho más cuando lo obligaron a abrir la boca e intentaron darle un líquido -que olía a hierbas amargas-, por entre la mordaza.

 

«Ayuda. Alguien por favor»

 

Rogó una y otra vez ente palabras inentendibles debido a la mordaza, se negó a beber esa cosa, pidió al cielo que alguien lo auxiliara, pero no creía que alguien estuviera cerca. Lloró debido a la impotencia, pataleó, fue golpeado de nuevo y cargado con brusquedad para empezar a alejarse más de la única luz lejana que suponía era emitida por la mansión de los Azumane.

Era horrible sentirse tan débil.

Se perdió entre el aroma del poco líquido que se regó en su mejilla y empapó la mordaza, tuvo náuseas, sus fuerzas volvieron a menguar. Todo perdía sentido. Incluso creyó que el grito de uno de esos desconocidos sólo fue un juego de su imaginación, pero cuando su captor se detuvo y dijo algo casi inentendible supo que algo pasaba. Con esperanzas esperó reconocer la voz, mas, nadie habló. Hubo sonidos de las katanas al intentar cortar algo, pero sólo el viento les impedía avanzar. Un grito más y Shouyo cayó al suelo. Se removió intentando mirar lo que pasaba, pero no pudo porque alguna fuerza lo obligaba a mantener su mejilla pegada al suelo.

 

—¿Estás bien, pequeño? —se asustó cuando ese susurro resonó a su lado

—Hum —quiso negarse, patalear, pero sintió que de a poco la mordaza se aflojaba y así podía respirar por la boca con agitación—. No… no me hagas daño —rogó aun sin mirar a quien le hablaba, cerrando sus párpados con temor pues bien podía ser otro enemigo

—No te haré nada —la voz que resonó era dulce, aguda, suave, no sabía describirla bien—. Déjame desatarte

—Ah —el pánico se fue de su cuerpo al sentir que de a poco sus manos podía moverse y separarse, poco después sus pies tenían la misma dicha—. No eres uno de ellos… ¡gracias al cielo! —soltó el aire antes de sentarse y al fin elevar su rostro— Gra-gracias

 

Sus ojos marrones quedaron prendidos de la mujer que se arrodilló en frente suyo, la misma que usaba solamente un kosode completamente blanco el cual era rodeado por un obi de color dorado. El cabello de la mujer era negro y liso que se extendía hasta sus hombros y media espalda, ojos azules oscuros, piel blanca e iluminada por un leve brillo extraño. No había sonrisa, sólo una fina línea formada por labios delgados. Una hermosa mujer quien le tendió la mano para que se levantara.

 

—¿Qué eres? —susurró Shouyo

—Quien te salvó

—Oh, lo siento —se excusó y apartó su mano del frío toque ajeno de aquella criatura enigmática pero tétrica pues brillaba en medio de la noche—. Gracias… pero ¡who! ¡No… no deberías brillar! —tembló cuando sus sentidos volvieron a estar bien

—Y tú no deberías estar aquí

—Ellos me sacaron de casa

—Y yo tenía intenciones de ir a buscarte en ella

—¿Debo temerte? —con voz temblorosa retrocedió, pero cuando aquella mujer negó, él decidió calmarse— Entonces…

—Quiero ayudarte y no sólo me refiero a que esos tipos te dejen en paz —señaló a los tres hombres inconscientes y recostados por sobre arbustos

Zashiki warashi —susurró Hinata y, aunque estaba emocionado por ver a uno de esos espíritus humanoides, también temía por su salud física y espiritual—. Eres un…

—No —la mujer entrelazo sus dedos y lo miró fijamente—. Soy algo diferente a eso

—¿Qué eres?

—Tu alma sufre y eso me ha llamado, porque mi destino es ayudar a los que me pidan ayuda —una leve sonrisa se formó y su rostro se embelleció más—. Si tu deseas… yo puedo aliviar tu dolor

—¿Cómo sabes que me duele?

—Tal vez tus labios no hablen, pero tu alma grita —la mujer se tocó el pecho—. Yo no puedo dejar a la gente sufriendo de esa forma

—Pero yo…

—Ven conmigo

—¿Por qué?

—Porque a veces… huir… es la mejor opción —Shouyo negó, asustado, confundido, dolido por un amor no correspondido, pero ella siguió—. Puedo aliviar tu dolor con el tiempo, puedo hacer que el desamor acabe, puedo hacer que tu alma ya no necesite de aquel alfa que te ha dañado

—Yo… —Shouyo dudó, pero aquella mujer le transmitía paz, le embobaba con su brillo, le atraía esa mirada dolida porque sentía que ella sufrió algo parecido a lo que él— qui… quiero saber tu nombre

—En mis buenos días terrenales —susurró mientas extendía su mano— me llamaban Kiyoko

—¿Puedes hacer que mi pecho deje de doler? —con duda extendió su mano en dirección de aquella que le era ofrecida

—Sólo por eso, en este mundo me he quedado… Shouyo

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat espera que la tensión del capítulo se haya sentido~

Nos veremos en el siguiente capítulo~

Besos~


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